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Capítulo 29

Estoy en la cocina sirviéndome una copa cuando escucho el sonido del ascensor. Mi esposa sale de él mascullando, pero solo escucho algunas palabras.

— Estúpido... Idiota... — Lanza el bolso sobre el sofá — ¿Cómo se atreve? ¡Agh!

— ¿Ana? ¿Estás bien?

— Christian... Si. Es solo, ya sabes, estrés del trabajo.

— Sabes que el estrés no es bueno para ti.

— ¿Y qué debería hacer? ¿Dejar de trabajar? ¡Me volvería loca aquí!

— Entonces intenta solo reducir tus tareas o tu horario en la oficina. Puedes trabajar desde casa.

— Lo sé, lo sé... — Repite mientras se acerca a besarme — El problema no son los libros, son las personas.

Besa mi cuello y siento un escalofrío recorrer mi espalda, pero ella parece no darse cuenta. Camina distraída hasta el refrigerador para sacar la botella del jugo de naranja y servirse un poco.

— ¿Qué haces aquí tan temprano?

— Pensé que podríamos ir a Broadview a ver los avances de las remodelaciones.

— ¡Oh! ¿Podría elegir la habitación para el bebé?

— Claro.

— ¡Si! ¡Vamos!

Ana exclama con alegría y su semblante cansado queda atrás por el momento. Podría incluso probar suerte con la lotería de hormonas.

— Después podríamos ir a cenar al Mile High Club y si no estás muy cansada, jugar un rato.

— ¿En tu cuarto de tortura? — Arquea la ceja.

— Si, me gustaría mostrarte una o dos cosas ahí adentro.

— Suena bien. Traeré mi abrigo.

No puedo evitar sonreír por lo fácil que fue eso y espero pacientemente a que vuelva. Toma su bolso de nuevo para ir al ascensor, dónde ahora Sawyer nos espera para llevarnos.

El trayecto es silencioso, Ana se dedica a mirar por la ventana mientras juega con sus manos, apoyadas en su regazo. Estiro la mano para que se detenga.

— ¿Qué ocurre? ¿Por qué estás tan ansiosa?

— Lo siento, estoy en este nuevo proyecto y ni siquiera sé por dónde empezar.

— ¿Por qué? Estoy seguro que lo que sea que te hayan pedido, podrás hacerlo.

— Tienes mucha confianza en mí.

Intento sonreírle, pero ella vuelve a girar para mirar por la ventana. ¿Qué es esto? ¿Otro cambio hormonal?

— Nena, ¿Te sientes bien?

— Si, yo... Lo siento.

Sawyer estaciona frente al enrejado y presiona la clave de acceso. Detiene el auto al frente, justo por detrás de un remolque que parece ser una oficina.

— ¿Aún están aquí? — Señala hacia los trabajadores.

— Si, Elliot también debería estar.

De pronto todos ellos se giran para mirarnos y me arrepiento de haber traído a mi preciosa esposa delante de estos jodidos idiotas.

— ¡Eh! Perros, ¡No hay nada que ver! ¡A trabajar! — Elliot les grita desde la puerta de la casa — ¿Qué les parece?

Extiende los brazos para señalar la casa y me tomo un momento para revisarla. No vi los planos de Gia, pero la casa luce acogedora.

— ¿Te gusta?

— Me encanta — Le sonrío — Definitivamente tienes buen gusto.

— Lo sé — sonríe de nuevo y se libera de mi para ir hacia Elliot.

— Te dije que quedaría fantástica, pequeña — Mi hermano besa su mejilla — Bastardo.

— Lelliot.

— ¿Quieren ver el interior?

— No imbécil, vinimos hasta acá a ver tu linda cara — Le gruño.

— Lo sabía.

El guiña un ojo, tiene el brazo apoyado en los hombros de Ana, así que la guía hasta la sala. Mierda, es incluso más grande que la casa de mis padres.

— ¿Aquí estaba una columna, cierto? — Señalo el espacio vacío.

— Así es, reforzamos las columnas de los lados para eliminar esta de aquí y la sala ahora es más amplia porque conecta con este vestíbulo.

— ¡La chimenea es perfecta! — Mi esposa señala hacia el centro del salón.

— Fue remodelada con material térmico inteligente, y... — El rubio golpea la pared — Estructura de roca natural.

— ¿Podemos ver las habitaciones?

Ana señala hacia las escaleras para subir, pero mi hermano vuelve a detenerla.

— Espera un poco, pequeña. ¡Hey! Los de arriba, tómense 5 minutos.

A los pocos segundos, un grupo de hombres sucios y sudorosos bajan la escalera y pasan por nuestro lado. No me pasa desapercibida las miradas curiosas sobre Ana.

— ¡Rapidito! — Les gruñe Elliot antes de que yo pueda decir algo — Pueden subir, los alcanzo en un minuto.

Tomo la mano de Ana para guiarla hacia las escaleras y por el pasillo de las habitaciones. Primero entramos en la habitación principal, pero ella sale en busca de la habitación contigua.

— ¡Christian! Esta habitación es perfecta para el bebé.

— Por supuesto nena, la que tú desees.

— Aquella será la de invitados, y yo podría usar esta otra como mi oficina para estar cerca del bebé.

— ¿Quieres que llame a una decoradora? ¿O quieres hacerlo tú misma?

— Bueno, me gustaría hacerme cargo y seguro Mía podría ayudarme.

— ¿Mía? Solo no lo des mi tarjeta de crédito.

— Christian... — Dice ella con una risita que escucho por primera vez en el día.

— Sabe que puedes gastar el dinero que quiera, Señora Grey, pero me sentiría más tranquilo si estuviera a cargo una decoradora asegurándose que la pintura no tenga plomo y ese tipo de cosas.

— ¡Bien! Contrata una decoradora, pero si es una bruja como Gia me la vas a pagar muy caro, Señor Grey.

— No te preocupes, Ana. El proyecto es tuyo, se hace lo que tú digas.

— Excelente respuesta, Christian.

— ¿Nos vamos ahora?

— Si.

Tomo la mano de mi esposa para llevarla a la salida. Estrecho la mano de Elliot, pero el idiota se lanza a abrazarla como si no la hubiera visto en todo el jodido año.

— Eh, ¿Christian? — Me dice cuando Ana se aparta un poco — Voy a necesitar otro de tus espectaculares cheques.

— ¿Para qué?

— Cómo para qué, idiota — Golpea mi hombro con su puño — Yo también quiero una casa en esta zona, pero la única forma de comprarla es desfalcando a algún rico idiota... Y pues, tú eres ambos.

— Imbécil. ¿Y asi pretendes que te dé el jodido dinero? ¿Diciendo que serás mi vecino?

— ¿No te parece perfecto? Parrilladas cada domingo, más cerveza de la que podamos tomar, luego cruzo la calle hasta mi casa.

Sonríe como si hubiera hecho el descubrimiento del siglo. Jodido idiota, ¿De verdad lo quiero tan cerca de mi?

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