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Capítulo 11

Ana pone los ojos en blanco mientras se sube a la camilla, así que me siento en la silla junto a ella.

— ¿Está usted lista, señora Grey?

La doctora Greene aparece colocándose un par de guantes de látex. ¿Para qué mierdas son los guantes?

— Christian, ¿estás bien? – me llama Ana – estás sudando.

— Estoy bien.

De pronto soy consciente de que, en algún momento me levanté de la silla y estoy de pie junto a mi esposa. Tomo su mano mientras observo como la doctora empuja la ropa de Ana más abajo.

— Yo puedo hacer eso – le digo.

— Yo lo hago, señor Grey, solo le doy espacio al gel y al ecógrafo para que se deslicen por esa bella pancita.

Dice y no puedo evitar fruncir el ceño. Mierda, yo iría preso si en lugar de doctora fuera doctor Greene. Ana me da un tirón en el brazo para que la mire.

— Siéntate señor Grey, te ves ansioso.

— No, así estoy bien.

— Bien, entonces aquí podemos ver a su bebé – señala un bulto gris en la pantalla que se va aclarando – por el tamaño puedo decir que usted tiene 10 semanas de embarazo señora Grey, felicidades.

— ¡Oh, es tan pequeño! ¿Lo ves Christian?

— Lo intento – balbuceo mirando las sombras en la pantalla.

— Esta es la cabeza, aquí se ve el corazoncito latiendo fuerte y... – la interrumpo.

— ¿Eso eso su...? – señalo la imagen.

— Creo que es una pierna, señor Grey.

Ana suelta una risita que me hace sentir más ansioso. Necesito uno de esos jodidos libros de los que hablaba Elliot.

— ¿Cuándo podremos saber el sexo del bebé?

— Cerca de la semana 16, y siempre que el bebé esté en la posición adecuada para dejarse ver – ella ríe – algunos son bastante tímidos.

— ¿Podríamos escuchar su corazón? – pregunta mi esposa.

— Por supuesto, señora Grey – la doctora hace unos ajustes en la máquina – Es un pequeño golpeteo, pero es fuerte.

Ana cierra los ojos para concentrarse y yo miro la pantalla para ver el pequeño punto que se mueve con cada latido. Mi bebé, un bebé Grey.

— Les programaré una cita para dentro de un mes, para asegurarnos que todo marcha bien y pueda preescribirle más vitaminas prenatales.

— ¿Dentro de un mes? ¿No sería mejor hacer seguimientos cada dos semanas?

— Christian... – gruñe Ana.

— Lo recomendado son seguimientos mensuales, exponer al bebé a ultrasonidos innecesarios podría ser peligroso.

— ¿Peligroso? ¿Y ahora me lo dice?

— Calma, señor Grey, le aseguro que haré todo lo necesario para que su bebé llegue sano. Pero también ustedes deben tomar algunas precauciones.

— Por supuesto, envíe la lista a mi secretaria para que yo tome las debidas precauciones.

La doctora Greene pasa su vista de mi a Ana, mi esposa asiente discretamente y la doctora vuelve a mirarme. Mierda, ¿eso qué quiere decir? ¿Es grave?

— Es todo por ahora, nos veremos dentro de un mes. Nuevamente felicidades señor y señora Grey.

La doctora Greene se quita los guantes para estrechar nuestras manos y sale de la habitación. La enfermera aparece con un montón de toallitas para que Ana limpie el gel de su vientre.

— ¿Estás bien? Te ves pálido.

— Si, solo estoy algo abrumado.

— ¿Es por lo del bebé? ¿Lo estás pensando de nuevo?

— Me refiero a que ahora que pude verlo en la pantalla, se siente más real. Y tengo más dudas, ¿a dónde fue la doctora Greene?

— Christian...

— Tienes 10 semanas, ¿cuantas deberían ser? ¿30? ¿A partir de qué momento? ¿De hoy? ¿La fecha de parto es exacta? ¿Cómo sabremos si necesitas cesárea?

— ¡Christian! ¡Tranquilízate!

Ana se voltea para mirarme. Suelto el aire que estaba reteniendo y vuelvo a inhalar con más calma. ¡Piensa, Grey, piensa! ¿Qué haces cuando necesitas información?

— No voy a llamar a Welch por esto – gruño en voz alta.

— ¿Qué dijiste?

— Nada, te espero afuera. Necesito hacer unas llamadas.

Salgo del consultorio y camino hasta Jason, que espera junto a la puerta de la entrada. Busco el número de mi secretaria para llamarle.

— Andrea,  necesito que me consigas libros sobre embarazo, actualizados y con mucha información. Que los envíen a GEH lo más pronto posible.

— Enseguida, señor Grey.

Cuelgo la llamada y lo pienso un poco. Jamás pensé que haría esto, pero es lo único que se me ocurre en este momento, así que vuelvo a marcar.

— Elliot.

— ¿Christian, eres tú?

— ¿Quién más podría ser, grandísimo imbécil?

— Tu esposa – se ríe – me llevé un susto de mierda cuando me llamó desde Escala.

— ¿Cuándo?

— Cuando Gia estaba ahí – sigue riendo – Tuve que decirle que huyera por su vida.

Me río recordando la actitud tan molesta de Ana y cómo trató a Gia esta mañana. Según Dixon, el ambiente estuvo tenso algunos momentos.

— Bueno, puedes darte una idea de la clase de estrés que estoy pasando.

— ¿Estrés? ¿Tú? – se burla – ¿es eso posible?

Levanto la vista justo a tiempo para ver a Ana salir del consultorio con la enfermera. Ella le entrega una hoja y un frasco de vitaminas.

— Tengo que colgar, pero... ¿Quieres pasar por Escala más tarde?

— ¿Por qué? – pregunta desconfiado.

— Necesito relajarme un rato, pensé que podríamos beber unas cervezas.

— Hubieras comenzado por ahí, idiota – se ríe – por supuesto que voy a la cerveza gratis, ¡y quiero nachos con queso!

— ¿Qué mierdas piensas que soy? ¿Un restaurante?

— ¡Adiós Christian! Saluda a Ana de mi parte.

— No.

— ¡Nos vemos, nene!

Elliot idiota, todo se lo toma a la ligera. Guardo el móvil para tomar la mano de mi esposa, que camina alegre hacia mi. ¿Y sonríe?

— ¿Lista, señora Grey?

— Claro, vamos a casa, ¡estoy hambrienta!

— ¿No tomaste tu almuerzo?

— Si, pero tengo hambre de nuevo. ¡¿Es que no puedo comer algo?!

Dice en un chillido, seguido de un sollozo. Mierda, ¿qué hice ahora?

— Claro que puedes nena, me alegra que quieras alimentarte adecuadamente, sabes que el bebé...

— ¿Qué insinuas? ¿Qué nunca me alimento correctamente? ¿Qué no le doy suficientes nutrientes al bebé?

— No, no dije eso – suspiro ansioso – digo que...

Volteo a ver a Taylor cuando abre la puerta para que Ana suba, pero el imbécil solo sonríe. ¿Le parece divertido?

— Te amo.

— Aww cielo, ¡yo también te amo! – chilla Ana y se lanza a mis brazos.

Catástrofe superada... Por ahora.

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