Amor de tres. Parte final.
A medida que pasaban los días y conocía más a Lila, más difícil se me hacía sacármela de la cabeza y lo que era peor, del corazón.
Teníamos gustos similares y proyectos en común.
Al principio, me mataba saber que ella era la novia de Fede, que él la había visto antes que yo y que nunca sería mía por completo. Pero como ella me decía cada vez que me ponía mal por ese tema: no por ser su novia oficial soy su propiedad. Todo lo opuesto, Lila era un ser totalmente libre y yo terminé amando también esa libertad.
Su pensamiento era distinto al de la mayoría de la gente que había conocido. Tenía su propio sentido de la moral y en cuestiones de amor y relaciones se guiaba por sus propias reglas.
Ella no se sentía culpable por amar a dos personas porque decía que su corazón era lo suficientemente amplio para albergarnos a ambos. De hecho, según Lila, nos amaba con la misma intensidad a Fede y a mí.
Lo que sí se cuestionaba era tener que ocultarle a él la situación. En varias ocasiones me había planteado encararlo juntos y decirle lo que estaba pasando. Primero me había impedido hablar porque quería que yo entendiera que lo que hacíamos no estaba mal, que la ética es muy subjetiva y en el aspecto de "las relaciones", está íntegramente relacionada con ciertas instituciones (en especial religiosas) que regulan el comportamiento social, pero que estas no representan el pensamiento individual y no siempre lo que la mayoría acepta como "correcto" es adecuado para todos. Cuando al fin lo comprendí, dijo que había llegado el momento de que Fede supiera la verdad.
Lo comprendía sí, pero igual se me hacía difícil reunir el coraje suficiente para encarar a mi amigo y decirle que me estaba acostando con su novia, o lo que era peor, que tenía sentimientos fuertes por ella, que eran correspondidos y que no me molestaba que fuera un amor compartido.
No sabía cuál sería su reacción, pero tampoco podía vivir en la incertidumbre o el anonimato. Me molestaba no poder gritarle al mundo lo que ella me hacía sentir, tener que escondernos, fingir que éramos "solo amigos".
El periodo que pasé vacacionando en Entre Ríos me lo banqué, porque creí que era algo temporal y que cuando volviera a Buenos Aires la distancia terminaría por diluir lo que habíamos construido, pero pasó lo contrario: el sentimiento se intensificó. Entonces me mudé a la provincia para estar cerca de ella, pero esa cercanía no era completa.
-Fede tenemos que hablar-inició Lila. Ni siquiera me había dado tiempo a prepararme.
Dejé el mate a medio hacer y me quedé helado porque sabía lo que esas palabras traerían aparejadas.
Federico estaba feliz en su ignorancia, más pendiente del partido de fútbol que pasaban en la tele que de nosotros, pero igual sacrificó los últimos minutos del primer tiempo para voltear la cabeza y mirar a su novia. ¡Total, era un hecho que La Academia estaba perdiendo!
-Decime flaca-comentó apurándome a mí, para que le diera el mate.
Cuando se lo alcancé mi mano temblaba. Nunca me había sentido más cagón como en ese momento.
-Ariel y yo estamos saliendo.
CHAN. Sin anestesia, sin "edulcorantes" previos.
Federico se tomó su tiempo para chupar el mate hasta que extrajo toda el agua de la yerba. Ni la humedad parecía que le iba a quedar a esos palos. Después apoyó el mate sobre la mesa, se tronó los dedos, me miró a la cara, directo a los ojos con toda la templanza que sus ojos marrones irradiaban y dijo:
-Salí pa' fuera Ariel.
Se me cayó el alma. Esas palabras significaban que al asunto lo íbamos a arreglar "como hombres": a las piñas.
Me levanté en silencio, y él hizo lo mismo. Estábamos próximos a la puerta cuando Lila se puso en medio, cortándonos el paso.
-Fede, por favor, déjame que te explique-rogó.
-Flaca, va a ser mejor que te corras y me dejes arreglar las cosas a mi manera. Cuando le rompa la jeta a este, hablamos vos y yo.
Me imaginaba la jeta rota.
Era robusto, pero Federico era musculado y de los dos él tenía más fuerza porque llevaba años haciendo oficio de campo. Yo en la cuidad ni siquiera iba al gimnasio. Encima la calentura era doble: por un lado estaba el partido desastroso y por otro el engaño.
Salimos, a pesar de la protestas de Lila.
El día era soleado, pero el cuerpo de Fede me cubrió el sol que me pegaba de frente. O su tamaño había aumentado, o yo me estaba achicando.
-Fede discúlpame...-inicié.
¡Zaz! Directo en el ojo.
Un solo golpe y ya estaba noqueado.
Todo empezó a girar. Desde el suelo veía las nubes volviéndose una especie de torbellino blanco y la mano de Federico saliendo del centro y acercándose hacia mí.
-Levántate boludo. Tenés huevos para cogerte a mi novia, pero para pelear sos una mantequita-Tomé su mano y me levanté, poniéndome en posición de pelea.
¡Zaz! El otro ojo.
Esa vez no vi nubes, vi estrellas.
Después de un rato intenté abrir los ojos. Pero no pude porque algo lo impedía. Llevé la mano hacia mi rostro y retiré aquello que estaba bloqueando mi visión. La imagen del cielo raso del living me recibió y después la de Lila.
-¡Déjate los bifes en la cara o te va a quedar flor de moretón!-me reprendía, inclinándose sobre mí para ponerme la carne en los ojos nuevamente.
No le hice caso e intenté levantarme del sillón donde estaba.
Me enfoqué en ella y me di cuenta que sus ojos verdes estaban cristalizados. Había llorado. Busqué a Fede por todos lados, pero no lo vi.
-¿Estás bien? ¿Te lastimó?-dije desesperado. Si la había tocado era capaz de volver a pelear con él, aunque terminara estampado cien veces contra el suelo. Alguna trompada se iba a ganar él también.
-No más que yo a él-respondió. Tenía la voz quebrada-. Pero si me preguntas si me pegó, no lo hizo. Aunque a veces las palabras dejan heridas más profundas y dolorosas.
-¿Qué te dijo?
Suspiró.
-Puta fue lo mínimo-confesó.
Yo pegué un salto del sillón.
-¡Decime dónde está que lo voy a romper todo!-Lila medio sonrió. La verdad, no estaba ayudando.
-Dejá Ariel. Sé que lo dijo porque está enojado y no es para menos. Todavía no entiende...
-No creo que lo entienda nunca-señalé y al ver las lágrimas asomando en los ojos de Lila, la envolví entre mis brazos y con toda la fuerza de mi alma, la abracé.
Una vez más mis palabras perdían significado.
Fede entendió. Después de largo tiempo de silencio e indiferencia comprendió aquello que Lila le había dicho mientras yo estaba inconsciente y sus reflexiones lo llevaron a plantearse qué hacer.
¿Perdería a su novia y a su mejor amigo porque le habían hecho creer que el amor era algo exclusivo? Definitivamente no.
Amaba a Lila y sabía que si deseaba que ella permaneciera a su lado, no podía pretender dominar o poseer su amor completamente. Debía dejarlo ser.
No fue fácil. Costó adaptarnos a una convivencia los tres. Aunque en general nos llevábamos bien en las cosas simples, cotidianas, era complicado eliminar la sensación de incomodidad que surgía cuando Lila se besaba con uno frente a otro y más cuando llegaba la hora de irse a la cama.
¿A quién le tocaría cada vez? ¿Con cuál de los dos dormiría?
Después de un tiempo no tuvimos que escoger. La clave del éxito, al menos para nosotros, fue compartir todo, absolutamente todo, incluso la intimidad. El amor que experimentamos fue tan grande, tan pleno y tan completo que logró borrar las diferencias, los obstáculos. Eliminadas las barreras ya no hubo nada que nos hiciera mal, secretos que esconder, cosas que reprochar.
Los tres nos quisimos por igual y al final, cuando solo fuimos dos para querer -porque el de arriba decidió que la visa de Federico había expirado a sus treinta y dos años- igual seguimos siendo tres. Su espíritu siempre nos acompañó y es que estábamos tan empapados de él, que así como una parte de nosotros murió el día que él se fue, también una parte de su esencia siguió viva en nuestro interior y en los hijos que llegaron después.
Dedicada a kariis78 Escriboymegusta xandy547 gracias por el apoyo que le dan a mis historias.
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