Epílogo: Almas enlazadas
[—¿Eres tú Luka Couffaine?— vio al chico que estaba fuera de la sala de estrado levantar la mirada. Traía puesto un traje, corbata y su cabello desaliñado. Sus ojos estaban rojos, cristalizados y su sublime derrotada.
—¿Qué quiere? ¿No ve que este es un mal momento?— respondió con molestia el muchacho para volver a agachar la mirada y sumergirse en su dolor. Sonrió, ese sujeto era demasiado curioso. Se sentó a lado suyo.
—Yo te creo, chico. Tu padre no fue asesinado, sé que los padres de ella pueden ser bastante capaces de ejecutar una venganza contra ti.— Luka por fin se dignó a ver directo a los ojos a aquel hombre. Tenía un porte elegante y unos ojos índigo hipnotizantes. Respiró profundo, no se debía confiar de cualquiera, justamente ahora acababa de salir del juicio donde él había acusado a los progenitores de Isabelle del homicidio de su padre. Salió perdiendo junto con una orden de restricción.
Era débil emocionalmente, fácil de manipular; lo mejor no era tomar decisiones ni charlar con alguien ahora.
—Genial, eso me sirve bastante. Vaya a decírselo al juez, por favor.— le contestó con sarcasmo.
—Mi nombre es Gabriel Agreste, un gusto conocerte también.— le dio la la mano para que éste la estrechara en forma de saludo, lo cual no hizo. Gabriel inhaló en busca de paciencia.— El camino de la vida me ha puesto a conocer tu caso al derecho y al revés; tenía unos asuntos que resolver acá en Lyon cuando fue tu primer juicio.— conocía perfectamente cómo el hecho de que manipuló a una joven la llevó a tomar decisiones extremas; no era la única que terminaba mal, muchas de las personas con las que él convivía terminaban de alguna manera adictos a su compañía sin que él mismo formara un lazo emocional con ellos.— A mí también me fue arrebatado el ser que más quería de manera injusta.— Luka empezó a analizar sus gestos, parecían sinceros.— ¿Sabes? A veces uno tiene que hacer justicia por su propia mano.— el joven palideció, su corazón palpitaba rápido ¿Qué quería decir?
—¿Justicia?— se limitó a preguntar. Vio al hombre elevar una pequeña sonrisa.
—Justicia.— reiteró.— El único que puede revelar cómo tu padre fue asesinado es él mismo, y yo puedo traerlo de regreso a la vida.— la garganta de Luka tenía un nudo, no comprendía nada. Seguro estaba imaginando a él decir esas cosas. Respiró profundo.
—Él murió, no hay manera de que...
—¿Sabes lo que está ocurriendo en Paris?— claro que sabía, lo veía en las noticias. Personas controladas por magia maligna haciendo caos por toda la ciudad. Asintió levemente. — Tú y yo queremos lo mismo.— le dio una tarjeta con su número. Luka la tomó sintiendo el frío recorrer su columna.— Llámame cuando te hayas decidido.— y se fue sin más.
Luka estuvo un buen rato viendo la tarjeta, con más deseos de rechazarla que de aceptar ¿Y si mejor se iba a vivir con su tía a Burdeos? Ahí podía intentar arreglar su vida ¿no?
En ese momento salieron los padres de Isabelle, no pudo evitar verlos sintiendo impotencia. Entonces, la madre de la chica regresó a verlo, con una sonrisa victoriosa de verlo así de destrozado.
En ese momento Luka quiso soltarle un golpe, un estúpido golpe en su bendito rostro. Ella había asesinado a su padre, de manera intencional. Esa bastarda había quedado impune.
No podía permitirlo.]
Un epílogo habla sobre lo que pasó más allá del final contado. No da más conclusiones, más trama, sólo era sobre lo que pasaría con los vestigios de sus acciones pasadas.
Chloe respiró profundo, viendo a la multitud ahí. Marinette, Alya y Sabrina como sus damas de honor. Eso la hacía sentir bien, saber que al final sí logró entablar una amistad con sus ex compañeras de equipo. Desde los asientos lo observaba Adrien, con una sonrisa llena de orgullo y a su lado Nino, sonriéndole de igual manera.
Ella no dejaba de ver el dedo de Adrien, aquel adornado por un anillo que lo enlazaba a Marinette por toda una vida. Su corazón palpitó con miedo, imaginarse que en pocos segundos iba estar atada a Kim le daba pánico.
—Chloe Bourgeois ¿Aceptas...— el padre de la Iglesia comenzó a dictar un montón de cosas que no escuchaba, ella intentaba centrarse en los ojos de su prometido frente suyo, llenos de paz y ganas de poder besarla ya. "No te puede asustar el volver a amar" respiró profundo.—... hasta que la muerte los separe?
—Acepto.— dijo enseguida. Cualquiera hubiera pensando que ella tenía las mismas ganas de estar de una buena vez con el castaño, pero la verdad lo hizo porque sabía que si esto tardaba más ella se terminaría rindiendo.
La fiesta la ayudó a distraerse, a pensar en algo más que no fuera ese amor de antaño. Y no, no era que se la pasara pensando todos esos 10 años en aquel chico que le robó más que simples suspiros; pero justo hoy los recuerdos la golpeaban como piedras.
Besarlo, sentirlo, imaginarse que hubiera sido si aquel día él no hubiera salido de su cuarto para asesinar a Gabriel Agreste, si hubiera permanecido descansando a su lado. Quizás, sólo quizás; ellos hoy estarían enlazando sus vidas.
Sabía que era capaz de llegar a amar a Kim, únicamente que para su desgracia, aún seguía aferrándose al recuerdo de él.
Ahora mismo, observaba a su ya esposo reposando a lado suyo en la cama, con su cabello alborotado y un poco húmedo por la noche de bodas. Era lindo, tenía una fuerte silueta masculina que derretiría las hormonas de cualquier chica, era perfecto.
Pero Luka era más delgado, su sonrisa era más infantil, faltaba ese lunar al costado de su clavícula, faltaba esos cabellos más largos y enredados.
—Deja de observarme dormido.— susurró Chloe recordando la frase que Luka dijo en una de las noches en el hospital. Dibujó una sonrisa triste. No podía seguir con esto, debía sacarlo de su mente.
Salió de la habitación con una bata y fue a la terraza para abrir un par de regalos y distraerse. Alzó la mirada un poco, a pesar de ser una ciudad iluminada hoy un montón de estrellas eran fáciles de divisar.
No prestó mucha atención a eso y continuó abriendo regalos. Vajillas, lencería, sábanas, cojines, incluso algunos juegos de mesa y libros. Nada fuera de lo ordinario.
"Couffaine" su corazón empezó a palpitar rápidamente al leer ese nombre en la etiqueta de un regalo. Deslizó sus dedos temblorosos sobre el papel...
—Luka.— susurró con pesar. Chloe de repente negó, no era posible. Sólo estaba interpretando mal la situación. Seguramente era un regalo de Juleka, y de hecho, a penas bajo un poco la vista para leer lo que decía debajo para darse cuenta que sí era de ella. Ambas se habían vuelto cercanas después de la muerte del chico.
Alzó la vista exasperada de no podérselo sacar de la mente. La luna resplandecía con fuerza frente a ella, no podía evitar sentirse atraída por ella.
Estaba ahí, tan serena a la distancia, fría y hermosa; guardando quién sabe cuántos secretos, enigmática y atractiva. No se necesitaba saber mucho de ella para caer enamorado de ese perfecto astro. Igual que Luka.
Cerró un poco sus ojos para dejarse cubrir por la brisa nocturna por completo. Era cierto, en Paris se respiraba el amor. Ella sabía que la vida tenía sus desperfectos, sin embargo la suya había sido bastante grata; claro, a pesar de tener una reputación por los suelos cuando iba en el instituto, de las constantes peleas de sus padres, de la pérdida de él. Ella ahora vivía tranquila, a lado de un hombre que la amaba y con amigos leales hasta el final.
—Chloe ¿Está todo bien?— preguntó Kim acercándose adormilado a la fémina. Ella sonrió, se veía bastante tierno. Sí, sin duda algún día lo amaría demasiado. Se sentó a un lado suyo.
—Sí, sólo que necesitaba digerir esto ¿Sabes? Aún se me hace difícil de creer que sea tu esposa.— él la observó comprensivo. Tomó su mano.
—Te amo, Chloe; lo sabes, pero quiero que también me ames, sino te sientes seguro con esto yo lo entenderé.— se le escuchaba triste. La rubia lo abrazó, no pudo evitar sentirse conmovida por sus palabras.
—No dudes de eso. Yo también te amo, sólo que intento ir comprendiendo cada cosa que me haces sentir está vez. La última vez que sentí esto, me acelere demasiado y... no quiero volver a pasar por algo como eso.— acarició su mejilla sin quitar la cercanía que ahora tenía de él.— Disfruto mucho de estar contigo, del paso en el que vamos y mi deseo es formar una familia contigo.
Y en eso ni mentía. Se sentía bastante confundida, Luka fue un amor bastante intenso de su juventud, tardó un par de años en aceptar estar con alguien más, otro par de años en conocer a distintas personas para finalmente caer con ese compañero que siempre mostró interés por ella.
Adoraba más de su compañía que con cualquier otro que había estado, él la hacía sentir enamorada, sabía que una vida completa a su lado no era una total locura, sólo que esta idea de volver a formar un lazo así de fuerte con alguien la estaba matando. Tenía miedo, pero no podía vivir tratando de evadir sus temores; Luka terminó mal por eso.
Ella viviría, amaría, seria feliz.
Kim la sentó en sus piernas y le colocó un suave beso en su mejilla, sintiéndose el hombre más afortunado del mundo.
—Te amo, te amo, te amo, te amo.— repitió cubierto de alegría, la fémina sólo rió, su contacto la hacía sentir tan feliz.— Ya veo la hora en la que tengamos a nuestros hijos.
—Va ser hermoso.— dijo Chloe casi en murmuro. — Te amo, Kim.
Y permanecieron acostados ahí en ese camastro un rato más, el castaño al poco rato se quedó dormida, mientras Chloe seguía observando las estrellas, ya más segura de su decisión. El calor de ese chico la hacía sentir bastante bien.
El cielo era hermoso, la luna era hermosa.
Y en eso, sin siquiera creerlo posible, vio caer una estrella fugaz.
No pidió un deseo, no lo vio necesario. No supo porqué, pero el sólo verla le causó una tranquilidad infinita hasta quedar dormida ahí, en brazos de su esposo, soñando con esa estrella.
Quizás esa estrella con la que un día un pequeño de mirada inocente, sueños ingenuos y sonrisa dulce soñó ser. Un alma corrompida al paso de los años, una sublime derrotada y postura gélida. Sí, ese pequeño cuyo nombre odiaba, su nombre es Luka.
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