4. La disciplina del engaño
¿Alguna vez me viste como yo te vi? ¿Alguna vez anhelaste nuestro reencuentro? ¿Alguna vez sentiste algo cuando nuestros labios se rozaban? ¿No? ¿Entonces por qué lo hiciste? ¿Siempre has sido un maldito desgraciado?
Justo ahora se sentía un maldito desgraciado.
Observaba a lo lejos a la pandilla de héroes, quienes retozaban en un tejado después de su patrulla je semanal. Para ser específicos, su vista se posaba en la azabache; quien parecía estar muy juguetona con Chat Noir. Los sentimientos del felino por ella eran bastante obvios.
Sabía que si la manipulaba a ella, también lograría destrozar al rubio. Era matar dos pájaros de un tiro. Pan comido.
Pero ese no era el problema, sino que implicaría romper la regla de su hermana. No tenía que involucrarse con ninguna de su grupo de amigas, pero ahí estaba él, cayendo en la necesidad de hacerlo; además, Marinette no parecía una chica que mereciera ser maltratada por juegos de manipulación.
Tragó saliva pensando seriamente.
<<—¿Papá?— enunció con un nudo en el pecho.
—Sí, Luka; él no se suicido. Tú y yo lo sabemos, y yo me encargaré de que todo el mundo también lo sepa. Sólo tienes que ayudarme.>>
Pensándolo de esa manera, romper la promesa que le había hecho a su hermana y empezara a jugar con la azabache no parecía mala idea. Respiró profundo, maldición, perdería lo único de valor que aún tenía: su palabra.
[ —¿Te la pasaste escribiendo toda la noche, viejo?— preguntó Luka a su padre dándole una mordida a su sándwich. Él hombre asintió mientras pensaba en las siguientes palabras de su historia.
—El chico se enteró que Carlotta parte pronto rumbo a las Islas Canarias. Es hora de confesarle su amor, pero quiero poner algo que no sea repetitivo.— tiraba pensativo. Luka rió, su padre era un romántico empedernido.
—Sea como sea no valdrá nada. Las palabras de amor siempre son así, falsas si es que lo deseas.— dijo ofreciéndole la mitad de su sándwich, algo que viniendo de Luka significaba un aprecio en demasía.
—Ay Luka, tú siempre viéndole lo malo al amor.]
"Las palabras de amor siempre son falsas" se repitió en la mente. Supuso que incluso las promesas de amor fraternal a su hermana también, es más, no había cosa en este mundo totalmente sincera.
Rompería una promesa por el bien de su hermana y él. Sabía que estaba confiando demasiado en Gabriel Agreste pero... justo ahora su corazón estaba perdido, sin saber a donde ir, se dirigía en la dirección que el más fuerte le indicaba. Realmente, no se sentía con mucha fuerza para buscar su propio camino.
—Adrien ¿Estas atento a la clase?— cuestionó la maestra al verlo con la mirada perdida en la ventana. El rubio en seguida reaccionó. Últimamente no podía evitar clavar su mirada en otros lugares que no fueran el presente.
—Sí, maestra por favor continúe con su clase.— la profesora negó. Sabía que el rubio solía tener una personalidad tranquila y atenta, así que no podía ofrecerle un regalo severo. Sin embargo, esa actitud distraída los últimos días empezaba a preocuparle. Tocó el timbre de cambio de hora.
—La próxima clase tendremos que hablar.— dictó y sin más se fue. Adrien suspiró, al menos.
—¿Pasa algo, amigo?— le cuestionó el moreno pensativo. Adrien negó con la cabeza gacha.
—No es nada, es sólo que... mi padre, ya sabes, parece actuar más raro de lo normal, más... callado, más serio, ahora ni siquiera me llama la atención. Me da escalofríos.— tiró algo triste. Nino sólo lo observaba sin saber qué decirle realmente, su mejor amigo tenía una vida demasiado complicada como para interferir. Aún así lograba hacerlo feliz.
—¿Qué te parece si salimos este sábado? Con Alya y Marinette, vamos a ver una película, la que tú quieras ¿Te parece?— preguntó jovial. Adrien asintió un poco animado mientras que el par de féminas los observaban desde el asiento de enfrente.
—Genial ¿Qué opinas, Marinette?— le cuestionó Alya. Por supuesto que la respuesta era obvia: para la azabache cada minuto que pasaba al lado de Adrien era como estar en el cielo.
—Claro, por mí está bien.— pronunció intentando no ponerse nerviosa. Adrien le sonrió, adoraba las salidas con ese par de chicas pero admitía que la que mejor le caía de las dos era Marinette. Muchas veces sólo se dedicaba a observar lo que ella hacía. Era una persona admirable, de hecho, unas inmensas ganas de ser su confidente le daban de vez en cuando. Por eso, algunas veces se infiltraba en su balcón en su forma gatuna, porque Chat no tenía la imagen de un Agreste frívolo, con él la azabache se podía sentir en más confianza.
Los jóvenes salieron al receso juntos, no es que esa siempre fuera su costumbre pero a veces disfrutaban de hacerlo. Justo cuando bajaban las escaleras Alya se detuvo repentinamente.
—Maldición, se me olvidó mi cuaderno. Tenía una nota que quería revisar.— dijo frunciendo el ceño con molestia.— Oh, ya vuelvo, voy rápido al salón.— avisó tomando rumbo hacia el lugar.
—Espera, te acompaño.— tiró Nino tomándola del hombro. Alya asintió.
—Ya volvemos chicos, adelántense.— lanzó para caminar alejándose de Adrien y Marinette.
En seguida un silencio incómodo para la azabache se hizo presente. Estaba justo al lado del rubio, bajando las escaleras, solos. Le iba dar un patatús. Tenía que conversar o algo pero es que el sólo voltear a verlo y encontrarse con esos ojos esmeralda que la tenían encantada la hacían flaquear.
"Pregúntale sobre su animal favorito" pensó. Tomó aire profundo para ejecutar el plan.
En seguida, un cuerpo la empujó accidentalmente arruinando el intento de conversación amena que había planeado tener con Adrien. Su bolsa de desayuno cayó al escalón por el golpe.
—Oye, ten más...
—Al parecer esta vez fui yo el torpe.— era Luka, ofreciéndole una sonrisa de disculpas mientras recogía la bolsa. Marinette negó divertida.
—No digas eso.— decía apenada.— De todas maneras se me hubiera caído tarde o temprano. Que bien que te veo, Luka.— recibió la bolsa con gusto.
—¿Luka? No tenía el placer de conocerte.— dijo Adrien a su lado. En seguida observó al rubio. No lo pasaba por alto, después de todo era el hijo de su jefe. Aún siendo hetero, Luka admitía que Adrien era un chico apuesto que tenía a la mitad de la escuela arrodillado a sus pies.
Podía manipular a quien se le plazca y sin embargo no lo hacía. A propias palabras de su padre, Adrien era un chico "demasiado bueno y despistado" para meterse al mundo del sometimiento a través del engaño. Sonrió.
—Ni yo ¿Acaso eres el Agreste del que todo mundo habla?— alzó una ceja divertido. Adrien se talló la nuca incomodo.
—Pues supongo, pero no es como que me importe.
<<—Sospecho que mi hijo es un portador.— señaló serio Gabriel.
—¿Y si lo es?
—Continúa con el plan. Él entenderá después mis razones.>>
Sin duda el chico era demasiado tímido y torpe, pero compartía grandes cualidades físicas con Chat Noir tales la estatura, color de cabello, color de ojos y tez que no podía descartar. Tenía una boba teoría de que su personalidad fuera distinta siendo su alter-ego, pero no podía confirmarlo aún. A menos que...
—Planeaba salir más al rato a conocer la ciudad, quizás no has escuchado mucho de mí pero soy nuevo, y en serio me encantaría tener un amigo que me la presentase.— dijo claramente invitando al rubio a que fuera él. En seguida puso una sonrisa nerviosa y empezó a disimular un poco la mirada.
Exhaló despacio un poco pensativo. Sus señales no eran tan notorias, pero al menos eran claras para saber que iba a mentir.
—Tengo mis clases de chino. Lo siento. Pero puedes ir con Marinette, ella conoce muchos sitios interesantes.— tiró viéndola a los ojos recordando varios sitios a los que había ido junto a ella con su grupo de amigos.
—Y-yo tampoco puedo.— respondió nerviosa Marinette.— Tengo que ayudar a mis padres en la panadería.
Y sin ambos saberlo tenían la misma razón para no ayudarlo. Patrullajes. Hoy era el único día de la semana en donde sólo serían Chat Noir y Ladybug.
Luka sacó rápido su teléfono y como si estuviera desinteresado en lo que decían, observó el horario de Adrien que había conseguido. Que curioso, no le tocaba Chino hasta mañana. Muy mal Adrien, los chicos buenos no mienten.
—Bueno. Gracias de todos modos. Creo que tendré que convencer a Juleka o alguien más de que lo haga.
Su mirada se detuvo en ese par, parecían muy inhibidos el uno con el otro, al contrario del par de héroes ¿Acaso no conocían sus identidades secretas? Los juegos no se daban igual en su forma civil, como si hubiera un velo que enceguece en medio de esos dos. Parecían una maldita mala broma.
—Si quieres... — detuvo su paso al escuchar al rubio.— Podemos salir mañana. — Adrien se sentía mal por no poder ayudar al chico. Vamos, él sabía lo que era ser el chico nuevo. Era incomodo. Un amigo que le ayudara a conocer el lugar sería bastante útil.
—¿Mañana? Me parece bien. — y después continuó caminando, con ese curioso aire de misticismo que siempre lo acompañaba. El rubio no entendió porqué pero sintió un leve escalofrío recorrer por su espalda.
Mientras tanto Luka festejaba internamente. Una presa se acercaba a él sin ni siquiera pedirselo ¿Podían ser más ilusos? Claro que no. Tres presas en la misma escuela ¿Podía considerar la posibilidad de que los otros dos estaban ahí mismo? Era probable.
Todo se le estaba dando. No de la manera que quería pero a este paso pronto entenderían el verdadero significado de ser un Couffaine.
Llegó a la biblioteca y agarró su libro de estrategias favorito. Aquel cuyas tácticas eran tan efectivas en la manipulación de las personas. Aquel que te enseñaba la legendaria disciplina del engaño.
"El Arte de la Guerra" se titulaba.
El único libro nada bobo. La manipulación hecho un instructivo. Perfecto.
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¿Creen que sea posible evitar el amor si tu lo deseas?
Jazmín Valero
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