10. Cacería de brujas
Quizás no fue tu culpa que terminara con este trauma, es probable que yo sólo esté demasiado resentida contigo. Pero en serio esperaba que escucharas mis gritos de auxilio, que entre tanto bullicio tan siquiera reconocieras el timbre de mi voz. No, lo último que vi fue tu sonrisa a lo lejos, antes de perder toda mi fe en la humanidad.
Tu sonrisa ahora parece ser el preámbulo de cosas malas.
Alya Cesaire. Rena Rouge.
Ahora se sentía increíblemente ciego por no haberlo notado antes.
Siempre se le perdía de la vista. Hace ya algún tiempo había entendido que la única manera de descubrir la identidad de la heroína del Miraculous del zorro era siguiéndola hasta verla destransformarse; pero seguir a alguien con superpoderes a pie era prácticamente imposible.
Trazó una ruta, un tramo por cada día de patrullaje; hasta ver donde era el lugar donde frecuentemente se destransformaba. Al final dio a este callejón trasero de un edificio departamental. Vio a la chica salir corriendo hacia la entrada de la construcción.
Y todo captado en la cámara de su teléfono. Perfecto.
—Ahora... ¿A quién se lo enviaré?— preguntó viendo entre sus contactos. El vídeo era muy claro gracias al teléfono de alta tecnología que le había conseguido Gabriel. Le sorprendía la ambición de ese hombre por conseguir esos amuletos. Sonrió.- Es hora de hacer bullicio.
Su vídeo ha sido enviado correctamente.
—¡Ya déjenme!— gritó molesta Alya a la prensa. Marinette la abrazaba intentando cubrir a la morena de la molesta bola de personas que la seguían. La cara de la heroína salía en cada noticiera y periódico de Paris.
—Ya, tranquila, una vez dentro de la escuela no te podrán seguir.- intentaba animar la azabache, pero con el griterío de los periodistas; la morena no pudo escucharla bien.
—Señorita Cesaire ¿Puede decirnos cómo consiguió sus poderes?
—¿No sintió raro en un inicio interferir en él ya famoso dúo dinámico de héroes? ¿Se sintió excluida?
—¿Carapace y usted mantienen alguna relación además de compañeros de batalla?
Tras la ultima pregunta el corazón de Alya se detuvo. Maldición, Nino. Se daría cuenta de que estuvo coqueteando con otro chico; todos sabían de los juegos de ligue que siempre tenían ese par. Pero le resultó inevitable, la actitud "nerviosa y novata" de Carapace siempre le resultó tan atractiva; como un niño pequeño que tenía que corromper.
Debió parar hace tiempo, lo sabía bien.
—¡Ya, déjenla!— sintió una mano sujetarla de la muñeca sacándola del shock, guiándola a través de la multitud. Ni siquiera se molesto por ver quien era, sólo se dejó llevar hasta la entrada de las escaleras.
Se sentía confundida por dentro. Tenía tanto miedo de perder a Nino, lo quería a mares; aquello por Carapace era únicamente un juego que la divertía un rato; lo que sentía por su novio era bastante fuerte. Había sido una tonta, se dejó llevar por el personaje.
Una vez dentro de la escuela, el guardia decidió cerrar la entrada para evitar que gente externa a ésta entrara. Aún así seguía hundida en su mar de emociones.
—Ya, estas a salvo.— sentía que le sujetaban sus dos manos, alzó la vista. Quiso morir de la pena.
—Nino, yo...—la morena tenía su vista baja. Se veía realmente avergonzada. Quería abrazarlo y poder sentirlo rodeándola como cada de que tenía problemas; pero ahora era indebido.
—Tu novia te está engañando, bro.— exclamó alguien. Voltearon a ver, prácticamente toda la escuela observaban a la recién revelada heroína. Mierda. Sintió como las manos de su novia empezaron a temblar. Maldito inmiscuidos.
—...lo siento...— y corrió probablemente hacia los baños femeninos seguida de Marinette. La mitad del alumnado observaba la escena y comentaba de ellos entre susurros.
—¡¿Felices?!— gritó a todos extendiendo los brazos con molestia.— ¡Ya dejen de meterse en lo que no les importa!— bramó cubierto en coraje.
—¡Cállate! ¡Ni tu novia te soporta!— esbozó alguien a lo lejos.
—!Ven y di...- fue interrumpido por Adrien, quien tomaba su hombro para calmarlo.
—Ya, Nino; no vale la pena.—dijo lanzando una mirada de molestia a todos lo que observaban con burla a su mejor amigo. El moreno respiró profundo.
—Quizás tengan algo de razón ¿eh? Por algo Alya prefirió a Carapace, a alguien que, tú sabes, es como si fuera otra persona.— tiró con agonía. Adrien entendía perfectamente cómo se sentía que las personas sólo prefirieran a la "mejor" versión de ti.
—Tal vez...— se encogió de hombros. Vio a su alrededor, no era el lugar indicado para hablar de esto.—Podamos faltar el día de hoy.— sugirió animándolo como ese tono cómplice, sabiendo que se transformarían en sus alter-egos para ir a platicar a quién sabe qué parte de Paris. Por un segundo Nino sonrió, pero la mueca de tristeza volvió.
—Necesito hablar con Alya.— tiró algo agónico.
—Lo mejor será que esperes. No querrás armar una escena que de más de que hablar aquí en la escuela.— sugirió el rubio. Nino asintió algo resignado.— Además... ¿Piensas decirle la verdad, ya sabes, sobre ti?
Justo cuando Nino le iba a responder, la campaña sonó indicando que las clases comenzaban. El moreno lo tomó como excusa para evadir el tema y Adrien tuvo que conformarse y fingir que no le interesaba aquella respuesta.
De repente, sintió un extraño cosquilleo en su espalda; como si alguien lo estuviera observando con detención, analizándolo ¿Por qué ahora sentía como si la revelación de la identidad Rena no fue un percance con un civil común? Tapó con su mano la muñeca donde traía su pulsera con Miraculous sintiendo como si alguien se lo fuera a quitar.
Por favor, Nino. Deja de ser tan paranoico.
—Señorita Dupain, Señorita Cesaire ¿Me pueden decir que hacen fuera de clases.— preguntó la prefecta de repente llegando a la banca donde al azabache había consolado casi toda la hora a su amiga, quien aún tenía su rostro empapado en lágrimas.
—Creo que ya se lo imaginará.— señaló. — Ya todos lo saben, madame. — soltó pensativa.— Déjame estar aquí con mi amiga, por favor.— suplicó con la mirada. Aún con aquel ruego, la mayor no cambio de parecer y las seguía observando con una mirada castigadora.
—Señorita Dupain, necesito que vuelva a clase. Si la señorita Cesaire se quiere desahogar, le puedo conceder un permiso, pero sólo para ella.— lanzó con firmeza.
—Pero...
—Nada de peros. Váyase a su clase ahora.— Alya colocó una mano en la espalda de la azabache indicándole que estaría bien sin ella, Marinette con algo de resignación se alejó rumbo hacia su clase.- Y, señorita Cesaire...— dijo una vez que la ojiazul se había ido.-...le recomiendo que si se siente mal mejor se retire a su casa.
Y sin más, la mujer la dejó sola. Alya resopló un poco intentó quitarse la opresión que ahora mismo sentía en el pecho. Tragó saliva tratando digerir toda la noticia de la mañana. Había salido temprano de su casa desprevenida de cualquier noticia, en cuanto camino unas cuadras ya una bola de periodistas la rodeaban nombrándola de sorpresa "¡Rena Rouge!".
¿Podría agarrar el papel de nuevo? Quizás, no lo sabía, se sentía estrenada de sólo pensarlo. Sus piernas temblaban de imaginarse que Hawk Moth ahora supiera a quienes debía atacar para lastimarla. Probablemente lo mejor era dejar la batalla para poder protegerlos.
Y sí, sabía bien que debió disimular y fingir que aquellas noticias eran falsas; pero el pánico en el que entró hizo que actuara de tal manera que su propia actitud confirmara que aquel vídeo era verídico. Lo analizaba y analizaba.
Tenía un inmenso miedo de perder a su familia. Tenía un coraje enorme de no tener el valor para poder seguir combatiendo a lado de sus compañeros. Tenía una decepción tremenda de sí misma al pensar que podía alejar a Nino de ella por sus juegos idiotas.
Ahora mismo quería regresar en ese momento y detener a quien la había grabado, pero es que ni siquiera se percató de que había estado ahí. Ese lugar estaba casi siempre vacío y se le hacía una locura que alguien hubiera estado ahí por pura casualidad.
¿Y si había sido planeado?
No lo sabía. Tantas cosas pasaban por su cabeza. No podía centrarse en esa persona, sólo en todo lo que se destruyó con la publicación de los medios sobre ese vídeo. Veía venir una ola de caos sobre el apellido Cesaire.
Vio su amuleto seriamente. Quería hablar con Trixx, pero no era el mejor momento. Intentaba respirar pero resultaba en vano, el aire se le había escapado.
¿Por qué alguien haría algo así?
[—Y el estrado declara a Luka Couffaine inocente de todo cargo.— aquellas palabras dichas en el centro judicial habían resultado como un alivio para el padre de Luka, quien no se le pudo escapar lanzarle una sonrisa cuando se mencionó aquello.
Sin embargo; no todos estaban felices. Los padres de aquella chica sintieron que la tierra se los trago ante el suceso. La madre simplemente se inundó de lágrimas mientras observaba con repudio a Luka, el hombre igual.
El de ojos cercetas a penas volteó a verlos y sintió una mala vibra, el gesto de alivio se esfumó de su cara y un temor inmenso creció, sintió como si el par de miradas estuvieran apuntándole con una pistola, marcando un desastroso destino.
Pensó en acercarse y pedir disculpas por lo de su hija, después de todo de seguro debió ser alguien valioso para ellos. Sin embargo el abogado notó su intención y lo detuvo por el hombro.
—Ganaste, pero será mejor que no te le vuelvas a acercar a esa familia.]
Chat Noir observaba a Ladybug, ahí; en plena noche con ella bañada por las luces nocturnas bajo cielo parisino. Podría decir que es lo más hermoso que ha visto; su delicada comisura se delineaba por el reflejo dorado de la ciudad del amor.
Ella era sin duda hermosa, y la amaría por mucho tiempo. Lo sentía por cada latir de su corazón, esto que alojaba por ella era demasiado profundo como para desvanecerse de la noche para la mañana.
Por eso mismo le preocupaba. Le preocupaba no entender que más debía hacer para que le correspondiera, que terminará con alguien más que no la supiera amar tanto como él o incluso peor, que le hiciera daño.
Ladybug le preocupaba en noches como esta, en donde eran sólo los dos y él podía apreciarla de esa manera tan unica. Esas noches en donde además de verse hermosa, se veía temerosa.
—Mi lady ¿Que te aflige?— le preguntó suavemente atento a ella, como si tuviera miedo de espantarla con subir un poco más el volumen de su voz. La escuchó suspirar.
—Es Rena, tú... de seguro ya sabes lo que le paso.— tiró con pesar sin voltear a ver al minino.— Tengo miedo.
El corazón casi se le parte a Chat de oír aquello, le dieron unas ganas inmensas de abrazarla y poder llevarla a un lugar donde se sintiera a salvo, sin embargo, se limitó a darle una sonrisa consoladora.
—Descuida, bugaboo ¿Sabes? Ella es muy ingeniosa, de seguro hallará la forma de acomodar su vida con estas noticias y ¿quién sabe? Quizás sólo necesite charlar con sus allegados...— dijo pensando en Nino.—... y alguno de ellos encuentre la manera de motivarla para seguir combatiendo. Todo estará bien, ma lady, ya veras.— la moteada regresó a verlo, sus ojos verdes expendían entusiasmo y sus palabras sonaban por lo más alentadoras. Sonrió, casi podía creer en lo que decía. Casi.
Sus labios temblaban ligeramente, un gesto típico en él cuando mentía. Chat Noir lucía como un Don Juan experimentado, pero en el fondo sentía que él no era más que un pequeño gato experimentando el mundo por primera vez. Por eso le costaba decir mentiras, porque para él no era igual que los demás hacerlo.
—No sólo temo a eso, Chat.— sus miradas se conectaron, desenfocando todo lo que estuviera a su alrededor.—También temo por Carapace, por Queen B, por ti.— Ladybug sujetó su mano y dejó que su mirada permaneciera sobre el agarre, como si pretendiera guardar la imagen de ese momento en su cabeza por si cualquier cosa pasaba.— Tengo una extraña corazonada de que lo que le pasó a Alya Cesaire fue planeado, como si todo esto fuera una cacería de brujas ¿Sabes?
El corazón del rubio tembló de sólo escucharlo. Su mirada se dilató del miedo y de repente, se sintió vigilado. Tragó saliva con dificultad, de repente el viento golpeando en su cara en aquel tejado le causó vértigo.
—Eso es imposible.— dictó nervioso.— Hawk Moth siempre envía akumatizados, digo, quizás sí sea de su interés saber nuestras identidades pero ¿Por qué no aprovecho para quitarle el Miraculous mientras Alya se destransformaba? No sé, tal vez si fue sólo un fan curioso.— ni el mismo se creía sus palabras.
—No lo sé, Chat. Te juro que yo también intento comprender por qué Hawk Moth permitiría que una noticia como esa se esparciera.— tiró con ansiedad.— Sólo me cabe una loca idea en la cabeza.— soltó ya por fin. El felino empezaba a transpirar.
—¿Cual?— preguntó temiendo saber la respuesta. Ladybug inhaló profundo.
—Que Hawk Moth no sea nuestro único villano no akumatizado.— ahora sí, demasiadas malas noticias por hoy. Le iba a dar un paro cardíaco, incluso la idea no parecía tan mala, así estaría sin preocupaciones un rato.
—¿Estas diciendo que alguien más sabe de los Miraculous además de él?— cuestionó intentando sonar calmado.
—Probablemente.— respondió igual de preocupada que Chat.— Escuche que el Miraculous de Hawk Moth no fue el único robado, también el del pavo real; pienso que quizás su portador sea...
—Imposible, ya hubiera llamado nuestra atención con alguno de sus poderes.— enunció con seriedad. Se veía necio a mantener la idea de que un nuevo villano igual o más peligroso que Hawk Moth existiese. Le dolía verlo así de agitado. Chat Noir apretó los párpados y tomó aire.— Te prometo que no dejare que nada te pase.— y en aquello no titubeó, eran las palabras más firmes que le había escuchado decir.
Ladybug no resistió más y se abalanzó sobre él en un abrazo tomándolo por sorpresa.
—Tampoco dejaré que te pase nada, gatito; y sin importar lo que esté pasando, recuerda, tú y yo somos el mejor equipo, siempre hallaremos las forma de salvar Paris.— enunció con suavidad mientras aún rodeaba su cuerpo, Chat por fin reaccionó y correspondió al abrazo. Sonrió un poco, se sentía increíblemente bien tenerla entre sus brazos.
—Como órdenes, bichito.
¿Cómo dejar de amarla?
El cielo retumbó, una tormenta se acercaba a Paris. La rubia se despertó al escuchar aquel sonido en plena madrugada. Sus ojos se abrieron como si el rayo en el cielo los hubiesen activado.
De repente sintió ese brazo rodeando parte de su cintura, alzó la vista e inevitablemente sus mejillas se le coloraron. Estaba en la habitación de su padre hospitalizado, ciertamente, recostada en el sillón que estaba ahí, con Luka.
Chloe no había podido asistir desde hacía tres días por lo ocurrido con su padre. Todas esas noches, Luka Couffaine se había quedado con ella; a veces ni siquiera le hacía mucha conversación, sólo permanecía ahí con ella y observaba por la ventana hasta que llegase la hora de dormir para abrazarla tal como ahora.
¿Era malo sentirse así de bien por un gesto tan pequeño?
Incluso, dentro de sí, tenía el pequeño presentimiento de que Luka disfrutaba más de abrazarla que lo que ella podía disfrutar del abrazo en sí. Era la única manera de explicar la extraña manía que tenía de hacer eso cada que podía. Obviamente, eso no le molestaba.
La presencia de Luka atenuaba un poco el dolor de ver a su padre en cama.
Sin contar todas las emociones negativas que le causaba lo de su progenitor, ese chico le causaba las sensaciones más maravillosas en su estómago que simplemente no hallaba cómo describir.
Con él ni había prejuicios; no tenía que ser la forzada chica de buenos modales que muchos le exigían. Era ella misma y eso no causaba tensión, al contrario, él parecía gustarle su manera de ser. Era tan benditamente glorioso tenerlo a su lado de esta manera.
Sin embargo, ella sabía bien que Luka estaba buscando algo de ella, no necesariamente dinero; algo continuaba buscando en ella y aún no lo encontraba. Quería saber que era para dárselo o alejarlo, aunque no había manera de que él alejarlo fuera fácil, adoraba la insistencia discreta de él de estar a su lado.
—Ya duérmete Bourgeois; es de mala educación ver a las personas mientras duermen.— enunció con molestia fingida Luka aún con los ojos cerrados. Ahora todo el rostro se le ruborizó a Chloe, maldición, la había descubierto.
—Ya quisieras que yo te observara dormir.— tiró indignada. Luka abrió los ojos y los rodó.
—¿Yo para qué querría algo así?— le cuestionó aún algo adormilado.
—Es obvio que querías que lo hiciera, sino... ¿Para que te quedas a dormir aquí? No me digas que tú hermana ya te corrió de la casa.— le lanzó una mirada pícara mientras ponía una mano en la cintura. Luka resopló con una sonrisa.
—No, eso no fue eso.— y ciertamente eso no era lo que lo mantenía ahí. Con algo de él dinero que le dejó su padre había costeado una habitación en un hotel barato donde se había alojado desde que escapó del barco de su madre.
—Ajá.— soltó incrédula. Regresó su vista hacia la ventana.
Luka sonrió viéndola. No, no era amor; pero se sentía asustado, temeroso de todo lo que le hacía sentir esa niña mimada. Sabía que no podía entregarse a ella porque su corazón siempre lo terminaba a traicionando y terminaría lastimándola, pero tenía unas inmensas ganas de llevársela con él a todas partes; para poder seguir disfrutando de su compañía inexplicablemente mágica.
Pero ¿Y si se entregaba? Él era sólo un simple chiquillo sin ningún talento ni lazos, era una triste sombra que terminaba desapareciendo en algún momento del día ¿y si se llegaba enamorar demasiado? Era tan poca cosa que probablemente ella se cansaría de él en algún momento, se estaba volviendo tan adicto a su compañía, estaba sintiéndose tan raro a su lado y ella tan... nula. El patrón se repetía. Pronto terminaría siendo un romántico empedernido con el alma rota, sin reparación, pensando en la misma mujer como su padre.
No, no; él no quería amar. No podía permitírselo. No debía.
—Necesito tomar un poco de aire ¿te parece si salimos a la pequeña plaza frente al hospital?— sugirió la rubia. Luka suspiró profundo, debía de cuidarse de Chloe.
Ambos comenzaron a caminar hacia la salida del hospital en pleno silencio, una vez llegando a esa pequeña plaza los dos jóvenes se sentaron en una banca y se dedicaron a observar todo lo que se pudiera con ayuda de los faros en las calles.
—Gracias, Couffaine.— dijo de repente cortando el silencio. Luka viró sorprendido hacia Chloe, jamas pensó escuchar decir eso de su boca.— Lo sé, es raro viniendo de mí.— ladeó su mirada.— Pero aunque no lo creas, me agradas más que la mayoría de las personas.
Se notaba que el expresar sus sentimientos por medio de palabras no era lo de ella.
—Supongo que debo sentirme bien por eso.— fingió satisfacción expresando duda a la vez.
—Debes, no es que sea mucho de hacerlo.— tiró algo avergonzada mirando hacia lado opuesto a él. Hubo más silencio, esta vez se sentía tenso, había tantas palabras en medio de esos dos y ninguna de ellas era expresada.
—Tú también me agradas más que la mayoría, rubia oxigenada.— la fémina regresó a verlo indignada, pero al verlo sonriendo en seguida lo perdonó. Es que a este punto, ya no podía enojarse con él.
—Tengo una duda.— expresó algo nervioso cambiando repentinamente de tema.— ¿Por qué no eres como los demás conmigo?— el cuerpo de la rubia se deslizo por la banca para quedar un poco más cerca de él. La garganta de Luka se secó al sentir la mano de Chloe tocar la suya, la observaba atónito, asustado.— ¿Por qué tú no me juzgas?
De repente alzó la mirada. Ella estaba más asustada que él, sus ojos lo observaban. Con un extraño fervor y sus labios parecían invocarlo con ese gesto de duda, toda su sublime en ese momento lo hipnotizó.
Y sin poder evitarlo la besó. Todo su cuerpo se lo llevaba exigiendo desde hace rato ya. Sus latidos empezaron a palidecer cuando no la sentía corresponder, su corazón estallaba en miedo de ser lastimado; de estar disfrutando más de ella de lo que debía.
Entonces sintió como todo su alrededor colapsaba. Ella respondía a su beso con una pasión inimaginable, jalaba de su sudadera como si quisiera adherirse más a él, Luka no tardó en colocar su mano en su nuca para empujar ese par de dulces labios un poco más hacia él.
Y así, por cada suspiro que ella le lograba sacar sentía como se desvanecían todos los malos momentos que había vivido. La demanda, las peleas con su madre, el encuentro con Gabriel, las discusiones de su padre y el supuesto suicidio de él; todo quedaba atrás. Era sólo ella y sus impacientes labios suplicándole más, su cercanía y la sensación de tranquilidad que ésta le provocaba.
Quería tenerla así por siempre. Quería que en el mundo justo ahora, sólo existiera esa pequeña plaza y ese mar de emociones que ahora le estaba haciendo sentir. Eso era lo único que necesitaba para vivir. Que ese beso no terminara jamás.
Se separaron un poco para tomar aire; Luka no dejaba de observar los labios de la fémina.
—Te quiero, Chloe.— y la rubia volvió a adherir sus labios a los de él. Todo era tan...
Desastroso.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro