➼ uno: introduce a little anarchy
CAPÍTULO UNO
introduce un poco de anarquía
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Algunas personas en esta Tierra reciben amor, se casan y se van de luna de miel a los Cabos en el verano. Otros no. Algunos mueren de calor en la mesa del comedor de sus vecinos. Así es la vida.
Y ese último tipo de persona era Lily Evans, alias, la romántica empedernida.
La masa rosa plastificada de chicle que traía en la boca estaba siendo moldeada de tal forma que próximamente podría formar sin problemas una pequeña e inofensiva explosión. El cabello le caía a ambos lados de la cara en una lacia cascada de ébano, demasiado lacio para mantenerse sujeto por una liga. Era algo lamentable, más ahora que el calor de verano los estaba sofocando a todos en la casa Wilkerson.
—Me pasé de la raya — confesó Malcolm, sentándose a su lado y suspirando con una mano en la cara —. Es decir, ¡traicioné a papá por una chica!
Lily cerró abruptamente su libro y se volvió hacia su mejor amigo.
— Debo admitir que eso fue bajo — rodó los ojos con diversión, recordando con perfecta claridad cómo Malcolm había abandonado a Hal en la tienda de ropa para irse a ligar a una chica—. Incluso para ti — añadió burlonamente.
— ¿Qué se suponía que debía hacer? — murmuró el adolescente, pasándose las manos por el pelo cobrizo —. ¿Dejar ir mi oportunidad de ligar con una linda chica?
Lily bufó y por fin se dignó a explotar su goma de mascar, asustando a su amigo, quien la miró con los ojos azules extremadamente abiertos por la repentina acción.
— Yo también soy una linda chica — la morocha se señaló a sí misma con un dedo y luego hizo lo mismo con Malcolm, aunque esta vez, fue de forma acusadora —. Y no te veo babeando por mí o haciendo tonterías en mi nombre. — Sus ojos verdes brillaron juguetones —. ¿Cómo justificas eso, eh?
Malcolm la miró con obviedad, arqueando las cejas en un gesto que gritaba a los cuatro vientos «¿es en serio?», esperando a que la morocha captara lo que trataba de decirle. Cuando los labios rosados de Lily se juntaron en un puchero confundido, el cobrizo suspiró.
— Tú eres... — el chico se trabó por un segundo, sin saber cómo expresarse con claridad —. Tú... eres Lily — terminó soltando de forma incrédula.
Ella se mantuvo impasible, aún sin comprender qué es lo que Malcolm trataba de comunicarle con esas escasas palabras. Era una descripción muy escueta y mediocre a decir verdad.
Las mejillas del cobrizo se arrebolaron, negándose a admitir que con ella nunca sentía pena, sin importar qué clase de vergüenza pasara. Era casi conocimiento común —incluso Hal, su despistado padre, lo sabía— que su mejor amiga albergaba un crush enorme por su hermano mayor. No, Reese no. Su cara se arrugó momentáneamente del asco. Por Francis. Nadie podía competir por ese puesto, había logrado concluir Malcolm hacía muchísimo tiempo. Y por eso mismo, también era lógico asumir que Lily Evans era lo que él clasificaría como... terreno seguro.
La chica nunca lo rechazaría ni lo avergonzaría aunque fuera la líder del equipo de porristas por el siempre hecho de que estaba demasiado ocupada invirtiendo todo su tiempo y energía en impresionar a Francis. Eso había quedado comprobado cuando después de que él le hubiera comprado un rastreador a una de sus ex novias, Lily solo le había puesto una mano en el hombro y había golpeado — junto con Reese, cabe añadir — a cualquier persona que se atreviera a burlarse de aquel suceso.
— Te ves como un pez — le informó la susodicha repentinamente antes de carcajearse escandalosamente al ver su expresión.
Malcolm frunció el ceño.
— Parece que Reese te ha contagiado lo tonto — se cruzó de brazos, sumamente ofendido —. O tal vez te está afectando el calor — reflexionó en voz alta mientras se limpiaba las gotas de sudor que se arrastraban por su frente —. Dios, ¡debimos traer más bolsas con aire acondicionado de la casa de Stevie!
La nariz pecosa de Lily se arrugó en un gesto de indignación y el cobrizo supo que probablemente su amiga lo acusaría con Reese, sólo para que su hermano cobrara venganza en su nombre. Después de todo, así funcionaban ella y Reese; Lily ponía sus ojos de cachorro y Reese hacía lo que le mandaba. Ambos podían negarlo todo lo que quisieran, pero Malcolm sabía que el par de tontos se apreciaba lo suficiente como para hacer aquello.
Sin embargo, antes de que cualquiera de sus predicciones se volviera realidad, el teléfono de la casa Wilkerson comenzó a sonar de forma estridente. Casi de forma inmediata, la cara de Lily se relajó y su cuerpo salió disparado de la silla, prácticamente corriendo a contestar el teléfono.
El ojiazul se relajó en su silla y se abanicó la cara sudorosa, deseando poder partir hacia la casa del lago con Stevie lo antes posible. Estaba a punto de lamentarse en voz alta de su desgracia, pero su expresión lastimera se transformó en una pícara cuando notó la forma en la que su mejor amiga hablaba en voz baja, con la boca casi pegada al teléfono mientras sonreía tontamente con los ojos mentolados estrellados.
— ¿Es Francis? — indagó el chico y cuando ella se negó a contestar, alzó la voz: — ¡Reese, Francis está llamando a su enamorada!
Hubo un minuto de silencio en el cual Malcolm no pudo evitar sonreír con burla, antes de que su hermano mayor de pelo oscuro y ojos verdes llegara corriendo y le arrebatara el teléfono a la morocha de un empujón. Esto significaba un ganar-ganar para el ojiazul. De esta forma, Reese no podía presumir de ayudar a su papá más de la cuenta y al mismo tiempo, evitaba oír a Lily hablar casi de forma melosa con Francis.
— ¡Hey, yo estaba usando eso! — comenzó el reclamo por parte de Lily, tratando de quitarle de vuelta el teléfono a Reese.
— Nuh-uh, bebé llorón — se burló el aludido, elevando el teléfono por sobre su cabeza, obviamente logrando que la morocha no pudiera alcanzarlo gracias a la diferencia de altura que había entre ambos —. Yo quiero hablar con Francis — hizo énfasis en el «yo», como si él en verdad tuviera cosas importantes que decirle a su rubio hermano. — Espera tu turno, fresa.
Eso hizo que las cosas escalaran rápidamente; la cara de Lily enrojeció por la rabia y los ojos verdosos de Reese se abrieron casi cómicamente. Malcolm se habría reído de no ser porque sabía lo que aquella expresión en la cara de Lily Evans significaba: peligro. Simple y claro. Y con eso, hablaba específicamente de su madre. Lily solo ponía esa cara cuando estaba a punto de delatar a Reese — o a Malcolm — con Lois Wilkerson.
— ¡Lois! — el estruendoso chillido de Lily se escuchó por toda la casa, pero aún así, Reese hizo un valiente esfuerzo y trató de censurarlo, poniendo una de sus palmas sobre la boca de la única niña de la casa, lo cual solo provocó que ella lo viera con malicia antes de lamerle la mano.
El gemido de asco de Reese sí que le sacó una risa a Malcolm, claro, antes de que su madre apareciera por uno de los pasillos como el mismísimo Darth Vader, con los brazos en jarras mientras se acercaba a todos ellos. Inmediatamente, el cobrizo se mordió la lengua y cerró la boca, encogiéndose en su asiento.
— Oh cielo, ¿Reese te está molestando? — preguntó la matriarca de la familia a la chiquilla, adoptando un tono suave para dirigirse a ella.
— Señora Wilkerson — recitó Lily casi de memoria —. Reese no me deja hablar con Francis — lloriqueó mientras se sorbía la nariz para dar un efecto extra —. Y usted sabe que el pobrecillo necesita a alguien que lo aconseje.
Un suspiro cansado salió de entre los labios de la mujer.
— ¿Ahora qué te dijo?
Todos en la casa, excepto tal vez Dewey, sabían que aunque Lily y Francis tenían una diferencia de tres años, la morocha siempre — bueno, casi siempre — se las arreglaba para sacarle información a Francis o en su defecto, lograr lo que ni la mismísima Lois Wilkerson podía: manipular sutilmente al rubio de tal forma que hiciera lo que ella quería sin que él se diera cuenta.
— Francis quiere irse a Alaska — replicó Lily y endureció su expresión —. Dice que se hará rico — bufó con burla, a sabiendas de que eso no pasaría.
Lois asintió, viendo a donde quería llegar la adolescente y le quitó el teléfono a Reese antes de gritar por una de las bocinas:
— ¡¿Te has vuelto loco, Francis?!
A su vez, Lily y Reese se encogieron en donde estaban parados antes de salir corriendo por una de las puertas, dándose manotazos de por medio y gritándose las palabras «mono sin cerebro» y «tonta» respectivamente antes de tomar sus maletas y terminar de salir con un portazo de la casa uno tras otro.
Malcolm rodó los ojos y se colgó su propia maleta en los hombros antes de salir.
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— ¿Rompiste el teléfono y te cayó una vitrina encima? — interrogó Lily a Francis por celular mientras apretaba su agarre sobre el cuello de Reese.
La morocha frunció el ceño mientras escuchaba los lamentos de dolor del rubio en su Nokia. En realidad era una suerte que el padre de la adolescente hubiera accedido a comprarle uno, aunque ella suponía que en realidad no gastaba mucho dinero. Literalmente solo lo ocupaba para poder comunicarse con su dichoso padre y Francis.
A unos pocos metros pudo vislumbrar el bote de los Kenarban y agradeció mentalmente que Reese hubiera accedido a cargarla como si fuera un koala. Ella estaba aferrada a él con sus dos brazos y él sostenía sus piernas a la vez que cargaba con sus propias maletas. Lily supuso que no debía ser muy cómodo para el pelinegro, pero él no se quejó ni una vez en todo el trayecto.
— ¡Todo es culpa de mamá! — volvió a quejarse Francis desde el otro lado de la línea, regresando a Lily al presente. — Esto solo confirma que mi destino está en Alaska — despotricó con aires de grandeza.
Lily suspiró.
— No, Francis — le corrigió gentilmente mientras se acurrucaba con ligereza en el cuello de Reese —. Vas a estar muy lejos, tendrás que trabajar y tu familia te necesita. Además, yo tendré que gastar más dinero para poder llamarte — enumeró tranquilamente las razones por las que aquello no era una buena idea. — No podrás seguir molestando a tu madre si te vas tan lejos — prosiguió con cautela, sabiendo que esa última razón podría darle más ideas al rubio.
Un silencio sepulcral se oyó desde el otro lado de la línea telefónica por un par de segundos antes de que una pequeña risa resonara con un poco de eco.
— Ugh, odio admitirlo — comenzó Francis con una nota de molestia en su voz —. Pero extrañaría sacar a mamá de sus casillas como ahora. — Una pequeña sonrisa comenzó a extenderse por los labios de Lily al saberse ganadora de esta disputa —. Bueno, dejemos los temas serios de lado. Me parece que ya deberías haber llegado al lago — dijo el rubio repentinamente.
— Ajá — asintió la chica distraídamente, enseñándole el dedo de en medio a Malcolm cuando notó que él y Stevie se venían riendo de la posición en la que ahora estaba con Reese —. Ya casi me acabo mi saldo — añadió, sin darle mucha importancia.
— Entonces deja de hablar con él, Evans — le sugirió Reese, casi adoptando un tono grosero mientras apretaba su agarre en las piernas de la morocha, sujetándola con más firmeza que antes —. ¡Dile adiós Francis! —prácticamente gritó al celular de Lily —. ¡Ahora es nuestra!
— ¡Cállate, Reese! — exclamó Lily antes de darle un pequeño zape con una de sus manos —. Oh, Francis, perdón. Creo que ya me tengo que ir. — La tristeza nubló sus facciones por un segundo.
La voz del mayor de los hermanos no tardó en volver a escucharse por una de las bocinas del aparato.
— No te preocupes, Lily — la calmó —. Oh Dios, creo que Spangler me va a estrangular... ¡te hablo en un rato! — cortó la llamada rápidamente.
Un pequeño apretón en su pierna hizo que Lily girara la cabeza y conectara miradas con Reese, quien señaló el suelo con sus cejas. La morocha suspiró y desenrolló sus brazos del cuello del pelinegro, inmediatamente siendo soltada por el susodicho y cayendo de pie en la superficie del muelle. La chica todavía no se había acostumbrado a todos los cambios por los que estaba pasando el segundo hijo de los Wilkerson. Su voz se había hecho más profunda, sus facciones se habían definido y ahora definitivamente era mucho más alto que ella. Esto último era un golpe duro para su ego, porque ahora, pelear con Reese era mucho más difícil.
Dios, esperaba que al menos Malcolm se mantuviera igual que siempre. No creía poder lidiar con que alguien como Malcolm la superara en altura. Es decir, desde que Reese se había estirado como resorte, le había hecho la vida imposible; le revolvía el cabello y dejaba cosas fuera de su alcance a propósito. Lily sabía que lo hacía con la clara intención de sacarla de sus casillas y le frustraba saber que el chico siempre lograba su cometido.
— ¡NO HAY TELEVISIÓN! — el grito agudo de Dewey sacó a Lily de sus cavilaciones.
Hal se volvió hacia el paisaje que los rodeaba. — Ahí está tu televisión — dijo, señalando el lago con una mano.
Los ojos verdes de Lily se enfocaron en el agua apacible que se extendía frente a ellos y ladeó la cabeza, solo para que segundos más tarde Reese copiara su acción, mirando en la misma dirección.
— No veo ninguna televisión — declaró el chico después de un rato y Lily se rió antes de caminar dentro del bote y dejar las cosas en lo que sería su futuro cuarto.
Con ojos curiosos, la chica notó que los demás seguían afuera y salió dando pequeños brincos, solo para encontrarse con los tres adolescentes viendo en dirección del lago con una expresión tonta y casi babeante. Cuando Lily se volvió en la misma dirección, se percató de que una lancha llena de adolescentes hermosas estaba frente a ellos.
— Esperen, ¿a dónde van? — preguntó Malcolm, mirando a la lancha, la cual comenzaba a alejarse.
— Síguenos y descúbrelo — una de las muchachas les hizo un saludo antes de seguir alejándose.
Una risita casi se le escapó a Lily. ¿Quién en su sano juicio podría estar interesada en estos idiotas? Debían estar realmente desesperadas si lo estaban considerando.
— ¡Trae... el bote! — exclamó Stevie con dificultad, siendo secundado por los otros dos adolescentes.
— Ustedes son patéticos — les informó Lily con una sonrisilla burlona.
La boca rosada de Malcolm se abrió, probablemente para refutar aquello, pero Hal salió repentinamente del bote con una caña de pescar fina entre manos.
— ¿Listo para ir a pescar, hijo? — Hal se acercó al grupo de chicos, los cuales estaban listos para partir en busca del grupo de porristas como marineros en busca de sirenas asesinas en alta mar. La única chica del grupo se carcajeó cuando vio a Hal dejar a Malcolm en el bote —. No te lo tomes personalmente — añadió el hombre, apretando los hombros de Reese —. Esto es algo especial entre Malcolm y yo, solo esta vez.
Hal sonrió complacido ante la falta de quejas de Reese y se separó momentáneamente del grupo.
— Es una pena que no puedas venir — aguijoneó Reese a su hermano menor.
Malcolm le sonrió, casi malvadamente.
— Que pena que nos llevemos el bote — se encogió de hombros.
— ¿De verdad iban a ir tras esas chicas? — Lily frunció el ceño, observándolos a todos asqueada.
— ¡Claro que íbamos a ir! — asintió Reese efusivamente, pero luego su rostro se ensombreció —. Pero ahora Malcolm se va a llevar el estúpido bote.
Antes de que el ojiverde pueda continuar con su rabieta, Hal volvió a aparecer frente a ellos, listo para la aventura. Malcolm suspiró antes de arrancar la lancha, sentado frente a su padre y despidiéndose con la mano de grupo.
— ¿Qué... vamos a... hacer... ahora? — preguntó Stevie, tratando a toda costa de no admitir su derrota.
Reese sonrió un poco antes de armar una especie de lancha con todos los flotadores que habían llevado al viaje y posteriormente colocar a Stevie en una parte de la "lancha". Sus manos trabajaron diligentemente hasta que incluso la silla de ruedas del moreno quedó amarrada a su nuevo método de transporte.
— Reese — gimoteó la morocha —. No me dejes aquí. ¿Qué se supone que haga sin Malcolm?
Reese se encogió de hombros antes de verla a los ojos de forma retadora.
— No te atrevas a decirle a mamá de esto — la amenazó con los ojos verdes refulgiendo mientras comenzaba a remar con la ayuda de Stevie —. Y, ah, supongo que puedes hablar con Francis, ¿no? — preguntó con algo de malicia en su tono.
La cara normalmente pálida de Lily Evans enrojeció.
— ¡REESE!
En la cena, la cabeza de la morocha estaba apoyada en el hombro de Malcolm, con el mentón del cobrizo sobre su melena oscura de cabello. Lily, tal y como había dicho Reese, terminó hablando con Francis toda la tarde en lugar de salir a jugar con Dewey, lo cual resultó ser una buena elección, porque el más joven del grupo había terminado extremadamente bronceado.
La chica no se arrepentía de nada, ya que hacía bastante tiempo que no hablaba tanto con el mayor de los hijos Wilkerson. Como era de esperarse, Francis estaba generalmente muy ocupado en la militarizada y no tenía el tiempo suficiente para hablar con ella por más de media hora cada día. Seguía bastante enfadada con Reese y Stevie por haberla abandonado por unas chicas, pero como Francis gentilmente le había recordado, ellos eran unos «pobres chiquillos con las hormonas revueltas».
Esa era una de las razones por las que Francis le encantaba tanto. Al ser el mayor de todos ellos, tenía un nivel de madurez que sus hermanos todavía no alcanzaban, y como bien dicen por ahí, las niñas maduran antes que los niños. Eso significaba que Lily podía quejarse y berrear todo lo que quisiera porque sabía que el rubio no se lo reprocharía, de la misma forma en la que Francis sabía que podía despotricar y contarle ideas ridículas sin que ella le colgara el teléfono por ser inmaduro.
El suspiro cansino que Malcolm soltó en su cabello provocó que los ojos mentolados de la chica lo observaran con aprehensión. Las mejillas de cobrizo estaban algo rosadas por el calor y un nuevo patrón de pecas se había marcado en el puente de su nariz gracias a la gran cantidad de Sol que había recibido en el día.
— Fue terrible — se quejó el ojiazul —. Estuvimos varados ahí por horas.
Las sonrisas bobaliconas de Reese y Stevie descolocaron al otro par de adolescentes, quienes los miraron como si se les hubiera zafado con tornillo.
— ¿Por qué sonríen? — los interrogó Malcolm, lleno de sospechas.
— Me gustan estas papas — soltó Reese repentinamente, antes de chocar los puños con Stevie.
— Mentiroso — lo acusó Lily con el semblante serio.
La boca de Malcolm se abrió por la sorpresa. — ¿Fueron al campamento? — Las miradas de su hermano y mejor amigo fueron suficiente para delatarlos —. Rayos, ¿cómo fue?
— Imagina a cien gordos cayendo de una escalera sobre ancianas — dijo Reese con una gran sonrisa en el rostro —. Ahora multiplica eso por diez y no estarías ni cerca.
— Hasta hoy... habría cambiado... mi vida... por la de... cualquier otro — añadió Stevie después de un momento y después sacó la parte superior de un bikini.
— Imposible — negó Malcolm, recargándose en el asiento y pasando un brazo por los hombros de la chica a su lado. — Es de mamá — añadió, seguro de sus palabras.
— Si fuera de mamá... — Reese tomó el bikini —, ¿haría esto? — murmuró antes de enterrar la cara en la tela, oliéndola profundamente.
— ¡Eres un cerdo! — exclamó Lily, arrugando la cara en un gesto de asco. — ¡Un puerco, marrano...!
— Todas las palabras que dices son sinónimos — susurró Malcolm con una expresión confundida. Sin embargo, su expresión cambió cuando vio las mejillas arreboladas de su amiga; acababa de arruinar su discurso —. Uh, pero es cierto — asintió rápidamente, sin querer enfrentarse a su furia.
En lugar de continuar ahogándose en su miseria por no haber podido ver a las porristas, el cobrizo decidió picar a su hermano mayor y apoyó su cabeza contra la de Lily, quien al parecer seguía reprendiendo a Reese con voz altanera. Los ojos verdosos de su hermano se entrecerraron con sospecha al ver aquella acción.
— ¿Sabes qué, Reese? — continuó Malcolm con su burla, pensando ya en su venganza. — Mañana Lily me acompañará a pescar y me quedaré con ella.
— ¿Lo... hará? — preguntó Stevie entre inhalaciones de aire, observándolo también con sospecha.
Lily también lo miró entonces, copiando inconscientemente la expresión de Stevie.
— ¿Lo haré? — preguntó ella, dudosa.
— Oh sí, pasaremos el día juntos. Pescando.
La mirada que le dirigió Reese fue suficiente para que las cejas del ojiazul se arquearan en un gesto altanero.
«Oh sí, eso es justo lo que haremos».
¡Hola, hola!
¿Qué carajos es esto? Je, bueno, ni yo lo sé.
Dato banal y probablemente inútil de la autora: por alguna razón creí que se me dificultaría mucho más escribir este primer capítulo, pero de hecho, pasó todo lo contrario. Lol, creo que hasta se me quitó el bloqueo de escritor que traía 🤟🏻.
Este capítulo fue una probadita de lo que tengo en mente, ¿les gustó o nah?
Les dedico este capítulo a ustedes porque sinceramente creí que el fandom estaba más muerto que mi bisabuela y aún así, la introducción recibió más cariño de lo que yo esperaba. ¡Gracias!
Bonito día, tarde o noche, los tqm ❤️.
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