➼ dos: like a dog chasing cars
CAPÍTULO DOS
como un perro persiguiendo carros
═══════ ≪ •❈• ≫ ═══════
Los restos de goma sucia se esparcieron por todo el pupitre de madera cuando Lily los hizo a un lado con la mano, limpiando su cuaderno y volviendo a escribir lo que originalmente quería. Sus dedos tamborilearon impacientes en la superficie de su banco, comenzando a sentirse molesta al ver el espacio vacío junto a ella.
El sonido de risas hizo que la morocha apretara sus puños, a sabiendas de que algunos de sus compañeros se estaban riendo de ella por estar sola. Cualquier persona con cerebro creería que cuando la chica se unió al equipo de porristas y se convirtió en la líder de las mismas, todo el mundo la respetaría. Sin embargo, lo que ocurrió fue que su equipo la comenzó a detestar por subir tan rápido en la jerarquía y por ende, los demás tampoco se molestaron en ocultar el desagrado que le tenían.
El único amigo de su edad que tenía era Reese.
Era triste, pero cierto.
— ¿Me extrañaste? — una voz masculina la hizo saltar y luego la hizo gritar un poco cuando un dedo le picó el abdomen.
Lily se tapó la boca y dejó caer la cabeza en su respaldo, volviéndose hacia Reese con el ceño fruncido.
— Llegaste tarde — le acusó ella con los labios crispados en una mueca.
— Sí. No me juzgues.
— No lo hago.
Reese la miró con obviedad antes de señalar en la dirección general de su rostro con uno de sus dedos.
— Sí lo haces — dijo —. Esos son tus ojos de juicio.
Tal como el chico dijo, los ojos mentolados de Lily se entrecerraron y forzó una sonrisa en sus labios, sonriéndole con fingida amabilidad. Reese se carcajeó cuando vio esa mirada, evocando la visión de su madre regañándolo y amenazándolo; era extremadamente cómico que ambas mujeres tuvieran la misma mirada inquisitiva.
El chico se sentó por fin a lado de su amiga y comenzó a garabatear dibujos en la esquina de la hoja de su cuaderno. Su lápiz se movió aleatoriamente sobre el papel, dejando rastros de grafito por todas partes. Iba a continuar garabateando, pero la mano de Lily se lo impidió de un manotazo.
— ¿Por qué tardaste en llegar? — le interrogó la morocha.
Los labios de Reese se estiraron en una sonrisa cuando recordó la razón.
— Tuve que dar unas lecciones sobre cómo hacer calzón chino a los enanos — se encogió de hombros.
Lily lo observó por un segundo y cuando unió los cabos en su mente, su ceño se frunció y una pequeña arruga apareció entre sus cejas.
— Tu reemplazo podría dañar a Malcolm — dijo ella y su mandíbula se tensó —. Por Dios, Reese. — La morocha casi tembló de la ira —. Si ese bully le toca un cabello a tu hermano, lo golpearé.
Reese arqueó las cejas, sin estar acostumbrado a este tipo de muestras de protección de Lily hacia su hermano menor.
— ¿Por qué? — la pregunta salió volando de su boca antes de que pudiera reprimirla —. Nunca te importó que yo lo golpeara — le recordó con la cabeza ladeada en un gesto de confusión genuina.
— ¡Porque tú eres tú, Reese! — vociferó la chica con la voz dura como acero —. Dios mío, dame paciencia — murmuró Lily, mirando específicamente hacia el cielo.
— Hey, no iba a dejar que lo golpearan, ¿si? — trató de enmendar el ojiverde rápidamente —. Porque sólo yo puedo pegarle.
La expresión irritada de su amiga no se borró, pero su cuerpo sí perdió un poco de tensión.
Reese suspiró antes de probar un nuevo método para tranquilizar a su única y mejor amiga: — Francis volvió a casa.
Esas palabras lograron su cometido y los ojos mentolados de Lily Evans brillaron de la alegría.
— ¡Cuéntamelo todo! Francis no me dijo que vendría — exclamó la morocha, por fin relajándose en su asiento de nuevo.
Reese rodó los ojos y murmuró: — Sí, no se lo dijo a nadie.
— Suenas molesto — dijo Lily, repentinamente más atenta que antes.
— ¡No, no lo estoy!
— ¡Lo estás!
— ¡Mentira!
— ¡Wilkerson y Evans! — estalló el maestro frente a ellos —. Es el primer día de clases. ¿Podrían... callarse?
Los dos ojiverdes cerraron la boca.
Cuando el maestro se dio la vuelta, Reese tomó el papel en que había estado garabateando y lo hizo bola para luego lanzarlo contra la espalda del maestro. La cara de Lily enrojeció con tal de aguantar la risa.
— ¡¿QUIÉN FUE?!
┊✧*。 ✯┊☪︎⋆✧*。 ┊
El trayecto a casa fue más rápido que de costumbre gracias a que Malcolm no iba con ellos, aunque estuvo lleno de empujones y bromas pesadas por parte de Reese. Ambos cargaban con sus mochilas en la espalda y caminaban lado a lado en un silencio tranquilo, sin hablar a menos que fuera para volver a molestarse.
Cuando llegaron a la altura de la casa de Lily, la morocha se detuvo momentáneamente para contemplar su hogar. Era extraño. El columpio de neumáticos en el patio era lo único que hacía que pareciera que allí habitaba un niño. Nunca hubo dibujos en la casa. Ninguno en la nevera o en las paredes. No hubo libros para niños en los estantes. No hubo zapatos en la puerta principal ni flotadores en la piscina de plástico.
Era la casa de una pareja. No de una familia.
Miró fijamente el panorama, viendo el neumático balancearse con la brisa mientras cuelga del roble, y distraídamente frotó su cinta roja para el cabello entre los dedos, sintiendo el confort de la superficie lisa.
La morocha tragó saliva, pero no parpadeó.
Lily solía creer que el columpio era para ella cuando su padre lo instaló hace diez años. Se le permitía jugar en él, pero su madre era a la que realmente le encantaba. Solía mirarlos por la ventana de su dormitorio por la noche, con su padre empujándola y la magia de sus juegos y risas haciéndole querer estar en medio de ello. Pero sabía que, tan pronto como la vieran, la magia cambiaría. Desaparecería.
Así que Lily se quedaba en su ventana y solo miraba.
Pero todo eso se acabó cuando su madre murió.
La ojiverde se mordió la comisura de la boca, viendo una hoja verde revolotear por el columpio y aterrizar dentro del neumático donde su madre solía sentarse incontables veces. La imagen de su camisón blanco y su cabello claro fluyendo a través de la noche mientras se columpiaba en él era todavía vívida.
Su acompañante se aclaró la garganta detrás de ella, y Lily finalmente parpadeó, dejando caer su mirada de la visión frente a ella.
—¿Estás bien? —le preguntó Reese.
Lily no se dio la vuelta, pero después de un momento dio un lento movimiento de cabeza.
— Claro, ¿por qué no lo estaría? — respondió con una sonrisa forzada antes de correr hasta la entrada de la casa Wilkerson.
Reese la siguió como relámpago y tomó su muñeca.
— Hey, sé que no soy Malcolm, pero tampoco soy tan idiota — dijo el ojiverde con el semblante serio.
La boca de Lily se abrió para poder sincerarse sobre sus sentimientos, pero repentinamente la puerta de la casa se abrió, revelando a Francis del otro lado. El hermano mayor de los Wilkerson los recibió con una sonrisa brillante como el Sol. Lo primero que la chica vio fueron sus ojos, más azules y brillantes que el propio mar. La miraron, tan deslumbrantes, y por un instante ni siquiera pudo sentir el dolor que había sentido al observar su casa. Estaba demasiado abrumada por la belleza de este chico de pelo arenoso.
— ¡Lily! — Francis la abrazó tan fuerte que casi le sacó el aire a la morocha —. ¿Cómo les fue en su primer día? — preguntó el rubio, esta vez dirigiéndose también a Reese.
— Me habría ido mejor si mamá no estuviera enojada — soltó Reese, caminando a través de la puerta y soltando un suspiro cuando dejó caer su mochila en el suelo.
— Oh sí... — murmuró suavemente el mayor —. Debí haberle avisado que vendría.
— No puedo creer que escapaste de la escuela — dijo Lily, golpeando su hombro en un gesto de complicidad.
— Mamá casi me fusiló cuando llegué — añadió la voz de Malcolm mientras el susodicho se acercaba al grupo y ponía una mano sobre el hombro de su mejor amiga —. Ahora, si nos disculpan... nosotros tenemos que estudiar — las cejas del cobrizo se arquearon en un gesto defensivo, como si esperara que sus hermanos mayores le dijeran que no podía hacer eso.
— ¡Pero es el primer día! — gimoteó la morocha, aunque aún así se dejó arrastrar por Malcolm. Se volvió para echarle un último vistazo a Francis y lo encontró mirándola a ella y a Malcolm con una sonrisilla sabionda —. Hey, nunca cambies. ¡Vuelve a escapar pronto! — añadió antes de que el hermano cobrizo de la familia terminara de arrastrarla a la recámara que todos los chicos compartían.
Malcolm tomó su propia mochila entre manos y les ofreció una sonrisa de superioridad a sus hermanos mayores antes de cerrar la puerta; Francis arqueó una ceja juguetona y Reese frunció el ceño.
Aunque nadie quisiera reconocerlo o hablar sobre ello, era bien sabido que Reese y Malcolm competían a diario por la atención de la chica Evans. Malcolm adoraba ayudarla con sus tareas escolares y Lily adoraba el humor sarcástico y depresivo del cobrizo. Por su parte, Reese hacía las cosas a su manera. El ojiverde la molestaba con pequeñas cosas que sabía que llamarían su atención y la morocha disfrutaba sus peleas y desacuerdos con él simplemente por el placer de ello.
Como era usual, Francis no tenía que pelear por la atención de nadie. Lois y Hal estaban casi siempre al pendiente para saber qué nueva travesura había hecho y cómo podían resolverla, Dewey lo respetaba y Lily lo adoraba de la misma forma en la que un niño adora los dulces. Diablos, incluso los mismos Malcolm y Reese lo admiraban en un nivel profundo, tratando de imitarlo hasta el cansancio.
— Se ven bien juntos — comentó Francis después de un rato, extendiendo su cuerpo en el sillón.
Los ojos verdes de Reese se abrieron como platos.
— ¿Qué? — soltó el menor después de boquear por aire durante un segundo —. ¿Ellos?
Francis lo miró con obviedad y prendió la televisión.
— Te apuesto 10 dólares a que a Malcolm le gusta Lily — propuso el rubio después de un minuto.
El cuerpo de Reese se destensó y casi se echó a reír en ese mismo instante. ¿Malcolm y Lily? Era la cosa más ridícula que había escuchado en el día y Dios sabía que había escuchado muchas cosas de dudosa procedencia. Malcolm estaba tan sumido en su propio mundo que probablemente ni siquiera había pensando en Lily de esa manera, simplemente fingía que así era para molestar a Reese y la propia Lily estaba demasiado ocupada haciéndole ojitos de corazón a Francis para ponerle atención a cualquier persona que no fuera su amor imposible.
Así que no, esos dos no se veían bien juntos como decía Francis.
Simplemente no.
Su cabeza le dolió por haber pensado tan intensamente en aquel dilema y Reese comenzó a cantar la canción de las Menti Mentas para poner su mente en blanco. Su cerebro ya había trabajado suficiente por hoy.
— Yo te apuesto 20 dólares a que no se gustan — repuso el ojiverde, totalmente convencido de lo que decía.
Francis bufó divertido.
— Parece que voy a ser 20 dólares más rico entonces.
«Sí, no lo creo».
Pero las risitas que provenían del cuarto en el que estaban Malcolm y Lily parecían contradecirlo.
┊✧*。 ✯┊☪︎⋆✧*。 ┊
— Dentro de 5 mil millones de años el Sol se quedará sin combustible y se convertirá en una Gigante Roja — soltó Malcolm mientras retozaba en su escritorio con un gran montón de hojas de ejercicios frente a él esperando ser resueltas.
— Eso me deprime — dijo Lily, sin darle mucha importancia.
¿Cómo podría importarle ese lejano e inevitable futuro cuando sus manos estaban ocupadas con algo mucho más interesante?
Con cuidado, la morocha volvió a soltar el yoyó verde de plástico y observó con fascinación cómo regresaba a su mano en un movimiento casi automático, con sus dedos aferrándose al juguete de forma casi forzada. Repitió el movimiento un par de veces más y se sintió eufórica al comprobar que ese pequeño truco le salía bien. Sin embargo, su atención pronto se desvió hacia su amigo cobrizo.
Los ojos cerúleos de Malcolm estaban enfocados casi con molestia en uno de sus libros, pasando hoja tras hoja con lo que cualquiera llamaría demasiada fuerza. Además de eso, un rulo de cabello color cobre-dorado caía sobre su frente, dándole un aire desordenado e irremediablemente lindo de una forma que no debería ser posible dada su expresión asesina.
Lily suspiró y se acercó al chico, cerrando su libro con fuerza y tomándolo de la cara con ambas manos para que el cobrizo pudiera enfocarse en ella y no en sus normalmente rápidos y ansiosos y estúpidos pensamientos.
— ¿Qué estás haciendo? — el susurro alarmado de Malcolm no se hizo esperar.
Ella arqueó una ceja inquisitiva en la dirección del chico y de alguna forma misteriosa la arqueó aún más cuando se percató accidentalmente de que los pómulos de Malcolm estaban adquiriendo un color rosado.
«Huh, qué extraño».
Encogiéndose de hombros, Lily tomó el rulo rebelde de cabello del cobrizo y lo acomodó de vuelta a su lugar en un solo y fluido movimiento, siendo observada atentamente por el chico que estaba siendo manipulado por las manos de la morocha.
Finalmente, ella lo dejó ir y le otorgó su mejor cara de póker.
— ¿Alguien te molesta en la escuela? — preguntó y al no oír respuesta de Malcolm, un sonido estrangulado salió de su boca —. ¡Maldición! Se lo dije a Reese, pero como siempre, nunca me escucha, porque es un...
La perorata de Lily fue interrumpida por el propio Malcolm cuando colocó una mano algo sudorosa sobre su boca, evitando que cualquier otro sonido escapara por sus labios. Los ojos mentolados de la morocha se agrandaron y lo miraron interrogante.
— Nadie me molesta — dijo él, pero al ver que su amiga no le creía, se vio obligado a admitir: — El nuevo profesor me molesta, pero no es nada que no pueda manejar.
Lily iba a protestar de nuevo, pero él la vio poco impresionado.
Si había algo que ella y Reese tenían en común, era que ambos poseían una indiscutible sed de sangre.
La chica se quitó la mano de Malcolm de la boca de un tirón y rodó los ojos, devolviendo su atención al yoyó que había dejado de lado para interrogar al cobrizo.
Malcolm se volvió a relajar en su asiento y suspiró, mirando la montaña de papales que aún lo esperaba.
— Podría golpearlo — ofreció tentativamente la ojiverde después de un rato.
— ¿Qué? ¡No!
El cobrizo se volvió hacia ella para mirarla y se encontró con una sonrisa maliciosa y algo temeraria estirando los labios rojizos de la ojiverde.
— ¿Por qué? — esos mismos labios formaron un puchero.
Malcolm inhaló aire por la nariz, se puso de pie y se enfrentó a Lily, encarándola y quitándole el yoyó verde de las manos.
— Porque no somos salvajes — declaró y dejó el juguete al lado.
— ¿No lo somos?
— No, no lo-
Las palabras del cobrizo quedaron atascadas en su garganta cuando Lily lo tacleó y ambos cayeron sobre una de las camas. Una mezcla entre aullido y carcajada salió de la boca de Malcolm cuando sintió los dedos de la chica enterrándose entre sus costillas, haciéndole cosquillas de forma casi brusca. Malcolm se puso rojo por la falta de aire y su boca comenzó a abrirse, tratando de inhalar el gas esencial de la vida sobre la Tierra. Sobre él, Lily también se estaba riendo a carcajadas y los ojos azules del chico se enfocaron en el rostro de la morocha.
— Eres peor que Reese — se quejó él, girando su cuerpo y dejando a ambos tumbados lado a lado en la cama —. Este fue un nuevo tipo de tortura — dijo, aún con la cara roja.
— Fue mi venganza — resopló ella, golpeando el brazo de su acompañante —. No me dejaste ver a Francis. — Sus propias mejillas se tiñeron de rosa, dándole un aspecto de fresa.
— Francis, Francis, Francis — la arremedó Malcolm con voz chillona —. Oh, sus ojos soñadores....
— ¡Hey! Sus ojos sí son soñadores.
— Claro, no es como si tu opinión no estuviera comprometida — bromeó el ojiazul.
Lily frunció el ceño, pero estalló en risas de nuevo cuando Malcolm la jaló como pudo y comenzó a hacerle cosquillas en los costados, con ella tratando de zafarse de su agarre por todos los medios posibles y medio asfixiándose en el intento.
— No es... justo — rezongó ella, sintiendo los ojos llorosos por tanta risa.
— Todo es justo en el amor y la guerra — le recodó el cobrizo, dejándose caer a su lado.
Los brazos ligeramente escuálidos de Malcolm se aferraron a Lily y ella se dejó apapachar, sintiendo la punta de la nariz del chico en su cuello. Ella alzó su mano como pudo y comenzó a enrollar uno de los rulos de cabello de Malcolm, sintiendo la textura sedosa del mismo y amando cada segundo de ello.
Francis era un poco arisco a la hora de iniciar un contacto físico que podría considerarse íntimo con ella y ni hablar de Reese. Era más probable que el ojiverde la golpeara en la cara antes de compartir mimos de este tipo con ella. Eso dejaba a Malcolm como primer y única opción. Y Malcolm lo sabía.
«Pequeño ególatra».
Para sorpresa del ojiazul, después de un par de minutos en silencio, pudo oír casi con completa claridad el momento exacto en que la respiración de Lily se profundizó; la morocha se había dormido. Tal vez su primer día también había sido cansado, supuso Malcolm en la privacidad de sus pensamientos.
Las hojas de ejercicios seguían sin ser resueltas y su libro todavía estaba abierto de par en par en su escritorio, ambos esperando a que el ojiazul se dignara a ponerse de pie. Sin embargo, Malcolm suspiró y cerró los ojos con una pequeña sonrisita en los labios.
Cuando Francis entró al cuarto una hora después, una sonrisa complacida se formó en sus labios al contemplar la alentadora visión frente a él. Ambos adolescentes estaban dormidos, tanto así que parecían un par de bultos muertos.
Lily tenía la boca entreabierta y sus brazos estaban estirados de una forma extraña sobre la almohada, pero lo que realmente le dio esperanza a Francis fue Malcolm. Oh, dulce e inteligente Malcolm... el cobrizo tenía uno de sus brazos curvado alrededor de los hombros de Lily y su nariz de botón estaba enterrada en el cabello oscuro de la chica a su lado.
No sabía cuánto tiempo tomaría esta nueva inversión, pero Francis estaba muy seguro de su apuesta.
«Reese no sabrá ni qué lo golpeó».
Para cuando Lily y Malcolm despertaron, muchas cosas habían cambiado.
1) Francis se había emancipado.
2) Una apuesta estaba corriendo entre Francis y Reese.
3) El corazón de Malcolm se apretujó dolorosamente en su pecho cuando vio a Lily llorar por la partida de Francis.
Esos segundos, medios segundos, en los que la línea de miradas entre Lily y Francis se conectó antes de que el rubio saliera corriendo de la casa con maleta en mano, fueron el único momento del día de Lily en el que sintió algo diferente.
No enojo.
No tristeza.
No las familiares mariposas en el estómago.
Sólo una fría y calmada decepción que se coló hasta sus huesos.
¡Hola, hola!
No sé con quién shipeo más a Lily :v
Dato banal y probablemente inútil de la autora: el cabello y los ojos de Malcolm me encantan... son atributos físicos que le dan un aire de ternura tan fresco que podría desmayarme de la cantidad de amor que me genera.
¿Qué opinan del cap.?
Le dedico este capítulo a todos aquellos que tuvieron un crush imposible como el de Lily con Francis. ¡Gracias!
Bonito día, tarde o noche, los tqm ❤️.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro