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12. obsesiones

Cuando era más joven, Jimin no recuerda a qué edad de su adolescencia, la esposa de su padre insistió en que debía asistir a terapia. En ese entonces Jimin acababa de interpretar un papel en “El cascanueces”, y su madrastra notó el nivel al que se sobre exigía. Notó cómo se le caía el cabello por estrés y las moradas ojeras debajo de sus ojos, los cuáles ya no tenían brillo alguno.

Ella nunca pensó que el ballet fuera saludable para Jimin, pues veía cómo Taehyung lo manejaba mucho mejor mientras que su hijastro dejaba que lo consumiera, que le drenara todo. Desaparecía en el baile como si fuera chupado por un agujero negro.

La esposa del señor Park siempre supo que el ballet arrastraba hasta un lago sin fondo a su hijastro, pero no fue hasta la fecha luego de la culminación de “El cascanueces” que realmente se enteró de lo serio que era el problema.

Se acercaban las audiciones para una nueva obra y dio la casualidad que Jimin y Taehyung irían tras el mismo papel, pues ambos lo querían.

Taehyung no pareció darle importancia a la situación, pero Jimin estuvo furioso desde el primer instante.

Y así fue como, cuando Taehyung consiguió el papel en lugar de Jimin, él enloqueció y no perdió la primera oportunidad de estar a solas con Taehyung para atacarlo a golpes justo en sus piernas.

Estuve conteniendo mi rabia, Taehyung. Pero ya no puedo más. El papel era mío.

La madre de Taehyung había escuchado a Jimin decir aquellas palabras a su hijo, su tono de voz revelando que aquella le parecía una razón suficiente para actuar de la manera en la que lo estaba haciendo.

Esa vez habían intervenido enseguida, alejando a Jimin de Taehyung.

No pasó nada grave, pero la mujer sabía que si nadie se hubiera dado cuenta, tal vez sí.

No era como si Taehyung no se hubiese defendido, rompiendo el labio de Jimin. Pero había algo en los golpes de Jimin, la furia y el odio que dejaba salir, que no tenía comparación.

Por un momento, al ver la expresión de Jimin con sus ojos inyectados en rencor, la madre de Taehyung pensó que Jimin guardaba algún tipo de celos hacia Taehyung por brillar tanto a los ojos de su padre, pero era la manera en que Jimin repetía lo del papel de la obra, que confirmaba que todo lo hacía por el ballet.

Entonces se reunió con el señor Park después de lo sucedido para hablar de ello.

— Siempre supe que había algo malo en él. — decía el hombre, viéndose afligido —. ¿Qué piensas que deberíamos hacer? ¿Sacarlo de la casa? ¿Mandarlo a un internado? ¿Dejarlo a su suerte o con algún familiar? No sé si la zorra de su madre tiene más familia siquiera. Pero tampoco lo quiero aquí.

— Eso es un tanto exagerado.

Le respondió ella, sabiendo que Jimin estaba escuchando todo, seguramente escondido en algún lugar de la oficina de su padre. Ella sabía que Jimin seguía espiando cada vez que se reunían a hablar de su comportamiento, temiendo lo peor. Sabiendo que cualquier día sería echado.

— Es tu hijo al que atacó, ¿cómo es que eres la que me llama exagerado? — él la miró sin poder creerlo —. No me jodas. Quiero a ese fenómeno lejos de mi casa, si lo he mantenido aquí luego de sacar a su madre, es todo porque tú me lo has pedido.

— Realmente creo que Jimin merece una oportunidad más. — insistió ella, siendo escuchada por Jimin, que se abrazaba las piernas escondido tras el sofá —. Lo mejor sería enviarlo con un profesional que pueda ayudarlo. Su madre murió hace apenas un mes, ¿eres insensible?

Entonces Jimin fue obligado a asistir con la señorita Kim, una terapeuta joven, tal vez de unos treinta y algo, que llevaba el pelo rosa y unas gafas redondas.

—  ¿Entonces puedo decirte lo que yo quiera? ¿Lo que sea que yo piense y no le dirás a nadie? — preguntó Jimin estando sentado frente a ella, realmente interesado en cómo funcionaba la situación.

— Puedes decirme lo que sea y no saldrá de esta habitación. — aseguró ella, sonriente —. En la única ocasión que compartiría tus cosas, sería si tuvieras intenciones de herirte a ti mismo o herir a alguien más.

Mala idea confesar aquello.

Jimin jamás le sería sincero al saber eso.

— Claro, entiendo. — fingió Jimin que no había problema alguno, con una leve sonrisa.

Ver a la señorita Kim nunca funcionó con Jimin. Ella siempre les decía que Jimin era un muchacho excelente, lleno de mucha empatía. Que lo suyo era una severa depresión tras la muerte de su madre, pero que estaba poniendo de su parte en cada sesión.

Pero el Jimin que había en casa era otro, destruido cada día más en lugar de mejorar tanto como la señorita Kim afirmaba.

Y así la madre de Taehyung se dio cuenta de que Jimin estaba jugando con su terapeuta, fingiendo ante ella mientras que en casa se volvía cada vez más turbio e irreconocible.

Un día la mujer no pudo seguir convenciendo al señor Park y Jimin quedó fuera de la casa.

Pero ahora, mucho después, al observar a su hijo pálido en aquella cama, se revive en su mente la época en la que Jimin vivía con ellos.

La madre de Taehyung nunca ha considerado que tiene una imaginación asombrosa, pero al ver las piernas enyesadas de su hijo, decide llamar a la academia.

— Lamentamos que Taehyung no pueda venir con nosotros a la competencia, señora. — le dijo la secretaria desde el otro lado del teléfono.

— También yo, él estaba entusiasmado. — contestó con fingido buen humor —. Él quiere saber quién irá a competir en su lugar. Quiere asegurarse de que todo marchará bien en su ausencia.

— Oh, bueno. Tengo entendido que irá su segundo lugar. Eh... Park Jimin.

En cuanto la secretaria pronunció aquel nombre, la madre de Taehyung se quedó helada.

Y es que era como si luego de tanto tiempo, por fin Jimin hubiera completado la paliza que había intentado darle a Taehyung ese día.

¿Estaba armando teorías sin sentido o debía intentar hacer algo? Ella no tenía idea.

(...)

Jimin estaba nervioso, apretando su bolso de gimnasio contra su pecho mientras se mordía el labio inferior con impaciencia.

No había podido dormir en toda la noche, no sabiendo que al día siguiente iba a salir desde la academia hasta el aeropuerto y luego directo a California.

La competencia estaba cada vez más cerca, el primer lugar casi en sus manos. No planeaba descansar. Planeaba volver a su hogar, Boston, habiendo obtenido la victoria que merecía.

Sabía que Jisoo estaba igual de nerviosa, porque en cada mirada que compartían, intentaban tranquilizarse el uno al otro.

Pero Jimin no sólo tenía en mente la competencia, sino mucho más. Porque todavía no podía sacarse de la mente la brusca reacción de la señora Jeon al notar que él estaba dentro de la casa de Jungkook.

Así es cómo termina reteniendo a la directora Jeon del brazo en cuanto la ve pasar a su lado.

Esta voltea a verlo, frunciendo el ceño y observándolo con una mirada llena de desconfianza.

— ¿Está emocionada por el viaje? — Jimin fingió amabilidad, manteniendo el contacto visual y ejerciendo presión en sus dedos contra la muñeca de la directora.

— No, Jimin. No porque intentes llevarte bien conmigo significa que dejaré que mi hijo se acerque a ti en todo el viaje. — habló ella fríamente —. Lo que sea que hay entre ustedes se acabó.

— Me parece que eso no lo decide usted. — Jimin oscureció su mirada, inclinándose para susurrarle —. Deje a Jungkook vivir en paz, señora Jeon. Dejelo hacer lo que le de la gana, ser amigo de quién le de la gana. Ya está grandecito, y si le sigue haciendo caso a usted, es porque busca aunque sea una gota de su amor. Pero yo sé que usted nunca será capaz de amarlo, ¿no es así? Y también sé a que al final uno sólo se arrepiente de rogar por el cariño de una madre o un padre, porque cuando no existe desde el principio, no existirá jamás.

Ella se quedó helada ante los susurros de Jimin, tragando saliva fuertemente.

— Jungkook siempre ha sido un buen hombre. No voy a dejar que tú le hagas echar a la mierda sus principios. — insistió ella, tensa —. Mientras sea tu coreógrafo, olvidate de él.

Jimin suspiró, mirando encima del hombro de la directora que Jungkook se acercaba a ellos con una mueca de confusión, por lo que soltó el brazo de su madre rápidamente.

— Y mientras yo esté aquí, olvidese de tenerlo controlado. — le susurró Jimin por última vez —. Sé cosas sucias acerca de esta academia, y si no quiere quedar expuesta, deje a Jungkook en paz.

Jimin terminó de alejarse, sonriendo inocentemente cuando Jungkook llegó con ellos.

Jungkook miró fijamente a Jimin, siendo deslumbrado por esa bonita sonrisa de manera instantánea. Incluso la directora Jeon notó aquello, lamentándose al darse cuenta de que era como si Park Jimin hubiera hechizado a Jungkook.

— ¿Cómo te sientes, Jimin? — preguntó Jungkook con voz suave, extendiendo su mano hacia Jimin para quitarle el bolso de gimnasio con delicadeza, pidiéndole permiso con la mirada para sostenerlo él —. Espero que hayas dormido bien.

— Si soy sincero... Me siento muy nervioso. — admitió Jimin, sintiéndose en confianza de decirle eso a Jungkook.

Y es que desde aquella vez que Jeon le había consolado, Jimin se sentía a su lado cómo ni siquiera se sentía cuando bailaba. Era un punto de satisfacción mayor, tanto que le abrumaba.

— Mamá. — Jungkook saludó con una leve reverencia a la mujer, que sólo seguía paralizada por su intenso intercambio de palabras con Jimin.

— Hijo. — murmuró ella, desorientada.

La escena hizo a Jimin ampliar su sonrisa, cuando Jungkook se acercó a él para ponerle una mano dulcemente en la espalda y dirigirlo al taxi que los esperaba.

Jimin le guiñó un ojo a la directora mientras se marchaba junto a Jungkook.

Antes de llegar al vehículo, Jungkook detuvo a Jimin y lo sostuvo por los hombros con la mano que tenía libre, mirándolo a los ojos.

— Quiero darte algo antes de irnos. — le habló bajito Jeon, tímido.

Jimin lo miró con mucha sorpresa cuando alejó su mano para llevarla a uno de sus bolsillos.

— Jungkook... — susurró, sintiendo un nudo en la garganta cuando Jungkook alzó la palma de su mano para mostrarle lo que tenía en ella.

Jeon extendía hacia Jimin un collar con el dije de un cisne, tan delicado y fino.

— Imaginé que estarías nervioso, por lo que quise hacerte un regalo. Pero no cualquier regalo, sino uno que realmente para mí es significativo. — le dijo en susurros, con las mejillas sonrojadas  —. Es un cisne. Para que siempre recuerdes que no importa dónde pierdas o ganes, yo un día te elegí como el ganador para ser mi cisne negro.

Jimin sintió un placentero apretón en el pecho, llenándose de una emoción desconocida que nunca antes le había recorrido el cuerpo.

Se quedaron observando atentamente en silencio, ambos con ojos brillantes.

— Sí, soy tu cisne negro. — dijo finalmente Jimin, parpadeando al intentar calmarse y que la repentina alegría que lo invadía no se saliera de control. 

Entonces se lanzó a abrazar a Jungkook con fuerza, hundiendo el rostro en el pecho del mayor y aferrándose a su espalda con sus dedos.

— Siempre lo serás. — susurró Jungkook sobre los cabellos de Jimin, correspondiendo al abrazo con su brazo libre, rodeando la cintura de Jimin con delicadeza —. No importa lo que pase en esa competencia.

Sólo por un segundo Jimin también sintió que no importaba lo que pasara en aquella competencia.

Al menos sólo por un segundo.

Porque se sintió querido.

(...)

Si alguien lee esto, gracias. 🐣💖

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