De regreso a la academia después de días de descanso que se le hicieron eternos, Jimin avanzaba por los pasillos dedicándole miradas de un claro "me jode tu existencia", hacia los demás bailarines que encontraba por ahí. En el descanso había bailado todo lo que su cuerpo había dado, pero los dos últimos días se sintió tan cansado que se la pasó en la cama, perdiéndose entre sueños que por razones especificas no podía contar en voz alta a nadie.

Cada vez que salía a la azotea se encontraba con Jungkook, donde mantenían cortas conversaciones agradables de cosas poco importantes para luego pasarse más tiempo mirándose a los ojos en silencio como si murieran por saltar encima del otro a besarse. Luego ambos terminaban sonrojándose y riendo como tontos al notar que no habían dejado de mirarse ni un segundo.

Jimin se dio cuenta de que Jungkook era un tipo muy agradable, incluso lograba ponerlo de buen humor a él, siendo un ser tan amargo y poco social. Simplemente le parecía genial.

Pero si realmente quería concentrarse en su primer día con el coreógrafo nuevo, debía sacarse de la cabeza a su vecino de sonrisa bonita.

Se había quedado dormido e iba llegando tarde a la clase, estaba empezando mal y lo sabía. Jisoo se había ido primero y cuando despertó tuvo que tomar la ducha más rápida que podía permitirse.

Cargando con su bolso de gimnasio, empujó la puerta del salón de prácticas bruscamente.

Entonces ante sus grandes pisadas de mal humor, todos sus compañeros, que ya estaban estirando en el suelo, llevaron la mirada hacia él.

Y entonces Jimin se quedó paralizado al toparse de golpe con una espalda fuerte, ahí en su camino, toda familiar, como si se burlara de él.

Ese debía ser el nuevo coreógrafo.

El nuevo coreógrafo que se volteó a verlo con el ceño fruncido y los ojos inyectados en molestia, su mandíbula apretada con fuerza.

A Jimin casi le fallan las piernas y se desmaya finalmente en tan cansados días.

Y pudo ver cómo el de la mirada contraria también cambió su expresión, abriendo los ojos con mucha sorpresa y viéndose a punto de colapsar.

Oh, dios mío.

El nuevo coreógrafo era su vecino, ese con el que Jimin había estado hablando de manera coqueta todos esos días.

«Continuará».