El centro de la ciudad de México estaba repleta de edificios de gran altura y negocios muy prometedores.
Uno de los medios de transporte más populares en esta metrópoli es el famoso "Metro".
Pero contrario a la realidad, en esta historia el metro esta más que limpio y seguro de toda podredumbre, tanto de basura física como mental.
Pero nuestra historia comienza en una de las estaciones del centro de la Ciudad de México.
Para ser más precisos, Zócalo línea azul.
En el andén del lado izquierdo con rumbo a Bellas Artes se encontraba Leonardo San Juan, un chico recién llegado de Puebla que dejo su provincia para buscar trabajo en la capital como investigador de fenómenos fantásticos y sucesos increíbles.
El problema era que él quería fundar su propia compañía dedicada a esos temas, pero no disponía de la economía suficiente, por lo que se vio obligado a conseguir un empleo temporal en el edificio de Telmex cerca de la torre Latino.
Ahí se encontraba el hombre, sumergido en sus propios pensamientos con una cara inexpresiva y  mirada pérdida en la nada.
De pronto un chico  de rasgos asiáticos, cabello castaño oscuro atado en una pequeña coleta, con un kimono de color rojo con detalles dorados y un parche negro en su ojo izquierdo se paro justo a su lado, sosteniendo la correa de un instrumento que llevaba en su espalda.
Leo había estado investigando ciertas cosas relacionadas con la cultura japonesa e identificó el instrumento como Shamisen.
El hecho de que él investigase de esta nación es por la razón de que ese país es muy rico en leyendas urbanas dignas de su interés.
Leo volteo a ver al extraño nipón buscando algo en él que le parecía peculiar y después de un rato se acordó, ese chico era un músico muy famoso y reconocido que días antes había anunciado su primera presentación en un país latinoamericano ofreciendo un show en Bellas Artes.
Se le hacia llamar "Kubo, el chico de papel".
A Leo no le llamaba tanto la atención la música, al menos no tanto como el resto de la gente, pero si que disfrutaba las melodías del sujeto parado junto a él.
Sin tiempo que perder, Leo sacó platica con Kubo de manera espontánea y casual, haciendo mención de temas tribales pero diversos como: clima, gustos, nombres, edades, profesiones, etc.
Después de dos minutos de iniciada su plática, el metro llegó a la estación y sin quitar la vista el uno del otro, se subieron.
La charla siguió en el camino con total normalidad, hasta que Leo noto que se acercaba la hora de despedirse de su estrella por lo que con nervios en su corazón, le extendió un bolígrafo y un papel de su oficina a Kubo y le pregunto - ¿podrías darme tu autógrafo? -.
Kubo, complacido por la petición aceptó, tomó los materiales y escribió su firma en el papel, le entregó él papel a Leo quien a su vez guardo inmediatamente la hoja en su portafolio como si de un millón de dólares se tratase.
La hora de despedirse llegó para los muchachos, quienes se tomaron de las manos y con una mirada dulce y un melancólico adiós se despidieron, deseando poder disfrutar de la compañía del otro más tiempo...
Continuará.
Perdón a todas las personas que leen mis historias.
Ya me parezco a la azucarada con tanto hiatus.
Ahora que ya me estabilice en la escuela, puedo escribir con más calma.
No se preocupen.
El siguiente capítulo de Coraline versión Higuel ya se esta horneando así como el próximo one shot del Markyle, los cuales se subirán el Viernes y el Sábado.
Y para los chicos de "La forma del agua" no se impacienten,dije que iba a tardar más de lo necesario pero todo es por una buena causa.
Así que no os desespereis.
Ya estoy en proceso de escribir el segundo capítulo.
Sin más que agregar.
FiebredeSábado se despide señores y señoras.