Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Especial. "Polvo de estrellas"

Especial dedicado a mi esposo.

No soy un guardia debidamente entrenado, pero estaré a tu lado en cada vida que me sea posible para cuidarte y que no vuelvas a ser un príncipe solitario. 】

❀・°・❀

No fue consciente del momento en que la noche los había alcanzado, habría jurado que hace apenas unos segundos el sol estaba en su mejor punto, donde el calor abrazaba sus cuerpos sin generar molestia, solo brindando la calidez ideal mientras montaban sus caballos alejándose de todo, en esa hermosa ilusión de dejar atrás sus vidas para empezar de cero, en ese sueño que era frecuente entre ellos, uno donde podían mirarse con amor sin miedo al castigo que significaba eso. Pero al final del día, sabían que la realidad era regresar.

Minos había terminado temprano sus deberes y cansado de estar encerrado con sus recientes peleas con el rey, le dijo a Chris que debían huir lejos por el resto del día. Usualmente, cuando Minos abandonaba el castillo por algo que no estuviera dentro de sus actividades en horario, debían informar a dónde iban y cuánto tardarían, pues cualquier cosa que pudiese salir mal sabrían donde encontrarlo. Era el rubio el encargado de dar ese reporte a los guardias de la entrada principal, pero bajo la orden de su príncipe terminaron por huir por la única puerta no vigilada por guardias ya que era por donde los encargados de la cocina recibían las cargas de alimentos. Claro, aunque no tuvieron que rendirle cuentas a uno, no pudieron evitar a la mujer a cargo de la cocina que al encontrarlos les hizo dos simples preguntas.

"¿Están saliendo sin permiso?"
"¿Llevan comida?"

Y sin cuestionar más, les pidió esperar unos segundos en los que tomó un canasto, que llenó con comida y bebidas para luego dárselo al rubio y hacer un ademán con su mano de que podían retirarse. Buscaron con sigilo sus caballos y salieron por el jardín lateral.

En ese momento, mientras se alejaban de todo y todos, Minos solo pudo sentir paz. Todo el tema de la muerte de su madre tras estar un tiempo enferma lo tenía muy mal y era de lo único que parecían hablar en el castillo, no era tan reciente pero la gente seguía callando cuando lo veían pasar por una habitación, lo miraban con curiosidad, como esperando el momento en que fuera a romperse, porque nadie lo había visto llorar por la difunta reina, nadie excepto Chris.

Habían pasado días desde su primer beso luego de visitar la tumba de su madre pero ninguno había hablado de eso. Mientras Minos no podía evitar recordarlo y sonrojarse, al mismo tiempo pensaba en lo difícil que era considerando que en algún momento debería gobernar con una reina a un lado del trono, se cuestionaba si sería capaz de vivir así, fingiendo amor a una mujer mientras tomaba la mano de su guardia a escondidas. Por su parte, Christopher se sentía dichoso y tan solo de recordarlo sus labios cosquilleaban al igual que su estómago, no recordaba el momento exacto en que se enamoró de Minos, pero eventualmente sintió la necesidad de posar sus labios sobre los suyos y finalmente años de fantasías se habían vuelto realidad, si no fuera porque debía mantenerse firme para dar una buena imagen de guardia del príncipe estaría saltando en su caminar de recordar constantemente ese momento.

Aunque Minos había hecho las paces consigo mismo y su entorno, no podía evitar esa actitud que hacía enojar constantemente al rey. Intentaba mejorar, quería regresar a ser un hijo respetuoso, pero estar en el castillo le causaba repudio y no sabía a qué atribuirlo, había tanto que odiar ahí, la actitud indiferente de su padre, los sirvientes juzgando con la mirada, los guardias interrumpiendo cualquier mínimo momento libre en el que solo deseaba charlar con Christopher. Todo aquello seguía siendo demasiado para él, pero tampoco quería demostrarlo, pues ya tenía poco más de dieciocho años, ya hace tiempo que dejó de ser un niño ante la sociedad y debía actuar como un adulto maduro. Aún así, incluso si se lo repetían constantemente, no entendía ¿Por qué ser adulto significaba fingir no tener sentimientos?

Se detuvieron cuando consideraron que estaban lo suficientemente lejos, ahí en una colina apartada, Minos bajó del caballo para ver desde el borde su reino que ahora lucía tan diminuto, si colocaba su palma frente a él, juraría que el castillo Lleyxà apenas estaría del tamaño de su meñique y la idea lo emocionaba, sentía una sensación de adrenalina y libertad con verse apartado de ese lugar. Deseaba que pudiese ser así siempre.

— Veo que hay preferidos —mencionó el rubio, hurgando entre el canasto—, aquí hay más cosas que te gustan a ti que a mí.

—¿Deberíamos retirarnos entonces? —preguntó Minos, finalmente luego de toda la mañana esbozó una sonrisa sincera mientras relajaba sus hombros. Solo frente a él sentía la libertad de bajar la guardia.

—Nunca, tendemos un picnic digno de usted, alteza. Aunque espero que comer en el césped no sea un impedimento, hay todo menos una manta.

— Tendré que soportarlo.

Intentó mostrarse afligido pero ambos terminaron riendo, aún así, Chris se quitó su chaqueta y la puso en el césped, Minos intentó negarse pero cuando el rubio se agachó colocando una rodilla en el suelo mientras la otra permanecía flexionada, no hizo más que quedarse en blanco ante su "por favor" mientras tomaba asiento sobre sus rodillas encima de la chaqueta. Sentía su corazón latir con fuerza y sus manos sudar repentinamente, Chris tomó asiento en el césped frente a él y empezó a sacar la comida mientras Minos miraba de reojo el castillo.

— ¿Ya lo extrañas? —preguntó el mayor al darse cuenta de ello.

—Al contrario —respondió el castaño-, desearía que pudiéramos vivir así cada uno de nuestros días. ¿Lo imaginas? Una casa linda, nuestra, un trabajo simple, hacer de comer, charlar hasta que las estrellas empiecen a retirarse tras los rayos del sol saliendo por un nuevo día.

— Pensé que las cosas de una vida en pareja tradicional no te gustaban.

—Me gustan si son contigo.

Confesó el menor, sorprendiendo a su compañero quien se quedó en silencio unos segundos apreciando el sonrojo en las mejillas del príncipe, pocas veces podía verlo así y apenas notaba que todas esas ocasiones habían sido con él. Entonces sonrió, porque sí, imaginaba todo eso cuando era con Minos como compañero de vida. Se conocían desde pequeños y para Chris era una bendición poder seguir a su lado, el príncipe tenía una agenda ocupada preparándose para ascender al trono, de otra forma no habría podido pasar tanto tiempo con él porque no solía tener más amigos que los demás herederos con quienes se veía cada tanto, incluso decirlo así le causaba emoción. Él veía a Minos más que los otros príncipes, ¿Podía ser más afortunado? Seguro que no.

Mientras Minos seguía atento al paisaje, aprovechó en mirar sus propias palmas, marcadas por algunas cuantas cicatrices de sus entrenamientos cuando era más joven. Entonces recordó el sudor, sangre y dolor que conllevo todo eso, nadie lo había tratado con paciencia y no esperaba que fuera así, después de todo, mientras unos entrenaban por años siendo de familias acomodadas para una mínima oportunidad de ser un guardia personal, él solo llegó como hijo de una empleada a tener el puesto seguro aún sin experiencia, solo porque abogaron por él. Tantos guardias con entrenamiento de años, con más edad de experiencia y buena economía, pero fue así, solo él.

—¿Por qué?

Entonces preguntó de pronto, Minos giró a verlo con una expresión curiosa al no entender su repentina pregunta, así que el rubio continuó.

— Corriste mucho riesgo al solicitarme como guardia, no solo por los problemas que conllevaría con el rey, también por las burlas de la gente.

—Christopher, nadie se ríe.

— No mientas, por favor, no a mí, no descubras que tus mentiras tienen el don de herirme incluso si no son malas porque nunca lo haces, así que no empieces hoy. Tú y yo sabemos que me llamaban el mugroso niño del castillo que tuvo suerte de no acabar limpiando caballos o cargando carbón, que a ti te decían el príncipe que estaba para cuidar y no ser cuidado. Debió ser humillante para ti, desde joven todos reconocían tu talento pero esa decisión los hizo cuestionarse un tiempo si estabas cuerdo o solo eras un caprichoso.

—¿Y qué hice cuando me subestimaron?

El mayor sonrió—. Te volviste el mejor.

—Ellos te veían como alguien con un golpe de suerte, pero... -el príncipe tomó las manos del chico, acariciando con sus pulgares sus palmas marcadas- los que importamos sabemos todo el dolor que pasaste para ser el mejor guardia. Ni siquiera esos hombres con años de entrenamiento podrían igualar tus capacidades.

Ambos esbozaron una sonrisa mientras terminaban de sacar las cosas para poder comer. En ese momento parecía que el mundo no existía, solo el propio pequeño universo que ellos crearon. Minos disfrutaba de toda la comida que le era posible, comía con las manos sin importarle ensuciar su ropa, Christopher encontraba adorable eso pues creía que incluso lo hacía a propósito para sentirse diferente. Mientras tanto él aprovechaba en contarle un sin fin de cosas que escuchaba entre el castillo y ambos reían con fuerza por cada cosa que decían, no había necesidad de modular el tono de voz al relatar sus pocas anécdotas que no conociera el otro y también, se sentían con la libertad de hacer planes.
Cuando la comida se vio finalmente terminada ambos se recostaron en el césped para apreciar las nubes mientras el sol disminuía su intensidad permitiendo que apreciar el cielo fuese más ameno.

— ¿Sabías qué hay personas que le encuentran forma a las nubes? —preguntó Minos.

—¿Formas? ¿Cómo qué? ¿Una mancha? —hizo una mueca aunque el menor no pudiera verlo, pues encontraba difícil darle forma a una.

—No, formas interesantes. Por ejemplo, ¡Mira! Esa parece un escudo —respondió señalando un punto que el contrario no pudo distinguir.

—Yo le veo forma de nube.

— Que poco creativo eres, al fin ha salido algo que no puedes hacer.

—¡Claro que no! Mira... ¡Ahí hay un fogón!

Entonces Minos soltó una carcajada tan fuerte que empezó a llorar mientras llevaba sus manos hacia su estómago adolorido. Lowell arrugó su entrecejo mientras lo miraba, pero finalmente se vió contagiado por su risa y terminó por reír también aunque con menos fuerza.

— Era menos humillante no tener imaginación que inventar algo así, Chris.

— Al menos te hice reír, eso basta para darle calidez a mi interior.

— ¿Tu propio fogón personal?

—Por los dioses, sí suena humillante, olvidemos eso.

El cielo había cedido, los tonos anaranjados poco a poco dieron paso al azul intenso que Minos decía veía teñirse cuando las estrellas empezaron a ser más visibles. Ambos sonrieron en silencio, el césped frío conseguía refrescar sus espaldas mientras la textura hacía que hubiese un agradable cosquilleo en sus cuellos. Christopher pasó saliva con dificultad, sintiéndose nervioso por el pensamiento que ahora dominaba su mente, su corazón empezó a latir con fuerza mientras su diestra que descansaba sobre su estómago, ahora descendía con discreción hasta tocar el césped y así, poder buscar a pequeños toques con las puntas de sus dedos la mano impropia, y vaya que sintió con claridad cómo su estómago se revolvió cuando finalmente la encontró y sin más pensar, se encargó de enlazar ambas, metiendo sus dedos entre los de Minos hasta que parecían una sola.

Permaneció en silencio ahora con una gran sonrisa cuando pudo sentir la mano del chico acomodarse también para corresponder al agarre. Se sentía tan dichoso, podía jurar que ni siquiera el vino de los brindis tenía el poder de hacerle sentir tan embriagado y por un momento también la sensación de miedo lo dominó, porque, ¿Cómo el efecto de una persona podía tener más poder sobre él que la bebida roja que muchos hombres ni siquiera podían controlar? La idea le aterraba, ¿Era su amor por Minos capaz de gobernarlo más que algo tan natural como embriagarse al beber? De nuevo, pasó saliva, esta vez girando un poco su rostro para ver al chico, sin embargo, se sorprendió cuando pudo notar que éste ya le miraba con una sonrisa. Minos llevaba un rato apreciando su existencia mientras él temía, entonces también sonrió.

Sí, definitivamente era su amor por Minos más fuerte, porque también era natural, como si hubiese nacido para adorarlo.

—¿Crees qué algún día podremos ser libres? —preguntó Minos.

—Creo que la libertad es donde te sientes cómodo y feliz, así que sí, yo seré libre mientras permanezca a tu lado porque tú ya me das eso con solo existir.

Las mejillas del príncipe se tornaron de tono carmín mientras las comisuras de sus labios se elevaban otro poco en una sonrisa más amplia, terminando por soltar un suspiro de satisfacción completamente encantado por esa respuesta.

— Tienes las palabras ideales para tranquilizarme. Doy gracias a los dioses por haberte puesto en mi camino, Chris, no sé qué sería de mí ahora sin la versión que me hizo ser tu amor.

—Bueno, es un hecho que estarías ahora mismo en el castillo, no creo que un guardia asignado se atreviera a escapar contigo.

— No creo que quisiera escapar con un guardia asignado... —Minos pareció titubear— ¿Podemos hablar de eso?

— ¿Sobre qué? —el rubio hizo una mueca al ver la expresión del chico, por lo que no dudó en incorporarse un poco hasta poder acariciar su mejilla con la unión de sus manos—. ¿Qué te agobia, mi príncipe? Tu semblante cambió y eso me angustia.

—Del beso, de nosotros, de la vida que tenemos destinadas, que en algún momento la libertad del hoy no podrá ser mañana, cuando me vea resignado a tomar esposa por el bien de la corona y no por el mío.

— Es eso... —el mayor se mostró más relajado mientras suspiraba con calma, causando una expresión indignada en Minos.

— ¿Cómo qué "es eso"? Es grave, Christopher, tómalo con seriedad.

— Minos, te preocupa el hecho de que quieres que estemos juntos pero no es tan fácil, para mí eso es menos grave que el que te hubieses preocupado porque no querías nada conmigo pero no sabías cómo decirlo sin lastimarme. Definitivamente estoy más tranquilo.

— ¿Es esto lo correcto? —preguntó el castaño, elevando la unión de sus manos para poder mirarlas junto a las estrellas—. ¿No conseguiremos un castigo de los dioses? Porque esto está tan mal en tantos sentidos, pero, ¿Por qué aún así se siente tan bien? Estamos haciendo todo lo que las leyes dictan es prohibido. Estoy saliendo con alguien que no es de sangre noble, ¡Con un hombre! Y peor aún, aprovecho que ese hombre es mi guardia para mantener en constante crecimiento este sentimiento. Y tú, tomando la mano del príncipe bajo un romance tan mal visto entre hombres, eso basta para mandarte a la horca, ¿No tienes miedo?

—Si puedo tomar tu mano hoy, vale la pena morir mañana.

—¿Estás dispuesto a que arriesguemos todo por amor?

— Si no estás dispuesto a darlo todo por lo que amas, entonces vives con miedo, y yo no quiero vivir con temor de todo, Minos. Soy consciente que es difícil para ti, que fuiste educado desde la cuna bajo las rigurosas leyes respetadas por una larga línea de reyes, el pensar en quebrar una regla. Sé que crees que es egoísmo, pero yo saltaría sin dudar a una barca que se hunde si tú estás en ella.

— Desearía ser tan valiente como tú, Christopher.

—Ya lo eres, solo que aún no te das cuenta.

El rubio acercó la mano del príncipe hacia sus labios para besar su dorso antes de sentarse, dedicándole una sonrisa a lo que el castaño resopló divertido, conocía esa sonrisa, la conocía tan bien que dolía saber que podías conocer tanto de alguien por amor y aún así no poder gritarlo a los cuatro vientos, era la sonrisa que el chico le regalaba cuando tenía una idea y si bien, pudo haber titubeado que fuera esa razón como otras veces, su pensamiento se confirmó cuando el mayor se levantó finalmente con su mano extendida hacia él para poder levantarse.

— Vamos, tenemos que ir a un lugar.

—¿Me llevarás con engaños de regreso al castillo? —bromeó, tomando su mano para ponerse en pie.

— Nunca podría mentirte, mucho menos para llevarte de regreso al sitio que te mantiene alejado de mí. Cargas con el peso de la corona, no solo sentenciando tu destino a tomar decisiones por el pueblo, sino que te ha influenciado al punto donde no puedes elegir cosas para ti sin pensar antes en que llevas el apellido del rey. Así que lo haremos de forma que te sea más fácil.

Minos elevó su ceja izquierda en señal de confusión, pero de igual forma, aceptó ir con él. Christopher quiso levantar todo antes de subirse de nuevo a los caballos, pero sus acciones fueron detenidas por el menor, quien le dijo que observara con atención la escena y dejara todo como estaba. Al inicio, el rubio no entendió la razón, pero Minos dijo sin dejar de mirar el pequeño e improvisado picnic, "No importa lo que pase más adelante, si dejamos esto así, una parte de nuestras almas estarán siempre aquí, disfrutando diariamente lo que nosotros no podemos". No pudo decirle que no, nunca había podido negarse a las peticiones del príncipe, menos cuando eran tan hermosas.

Ambos subieron a los caballos y Minos siguió a Christopher sin imaginarse qué idea podría tener en mente. El rubio era tan impredecible, eso le fascinaba, podía anticipar cualquier acción de otras personas que solo actuaban mediante el protocolo real, pero no Lowell, nunca lo hizo y sabía que nunca lo haría. Eso lo hacía feliz, no era el futuro rey cuando estaba a su lado, solo era Minos, sin apellido, solo su amigo de toda la vida, su eterno amor, el solo pensarlo hacía que su estómago tuviera un agradable e intenso cosquilleo que acababa recorriendo su cuerpo, amor, ¿Era en realidad digno de sentir un sentimiento tan preciado? Uno que estaba seguro en su familia nadie había tenido antes.

Los reyes se casaban por un acuerdo, de familias nobles es de donde salían las futuras reinas, capacitadas desde jóvenes para desempeñar un papel digno. No importaba el amor, nunca algo tan banal para ellos, todos respetaban esos acuerdos, después de todo tampoco les importaba, vivían por y para la corona, para el pueblo. Pero él nunca quiso nada de eso.

Entonces se percató del camino que estaban tomando, y la angustia reemplazó toda emoción agradable mientras su corazón latía al ritmo acelerado del galope.

— Chris, ¡Christopher! —gritó, intentando llamar la atención del rubio— ¡Christopher no hagas esto!

Poco a poco los caballos fueron reduciendo la velocidad hasta que finalmente, se detuvieron. El mayor bajó del caballo, acercándose hasta donde el príncipe lo miraba con recelo, con impotencia, sin atreverse a tomar su mano que ahora extendía para ayudarlo a descender. Estaban en la tumba de su madre.

—¿Qué buscas en un sitio lúgubre cómo este? —preguntó el menor.

—¿Cómo puedes considerar lúgubre un sitio lleno de flores?

—Flores que en algún momento se van a marchitar, como todo en estas tierras, destinado a perecer.

—Solo baja.

Minos se ofendió por el tono autoritario del rubio, pero terminó sonriendo con un suspiro de resignación, incluso el hecho de que los roles de dominación cambiaran de esa forma le emocionaba, estaba seguro que obedecer no era algo que hiciera un príncipe. Tomó su mano y bajó del caballo, enlazó sus dedos a los del mayor mientras caminaba con él hasta el pequeño montón de tierra bajo un árbol frondoso, una varilla funcionando como marca mientras dentro, la corona de la reina descansaba sobre el césped. Sintió que los latidos agitados disminuían y en su lugar, solo podía sentir paz, la paz que le brindaba ver a su mamá.

— Buenas noches, gran reina Lleyxà, sentimos interrumpir de esta forma su descanso, pero precisamos de su ayuda con una situación que nos aqueja desde hace un tiempo. Posiblemente usted ya lo sabe, ya que siempre ha sido muy inteligente. Yo adoro mucho a su hijo —llevó su diestra sobre su pecho—, con mi mano sobre mi corazón se lo aseguro. Haría cualquier cosa por Minos, usted siempre lo dijo, que parecía que daría mi vida por la de él, pues no lo suponía en falso, daría mi vida sin titubear si con ello consigo salvarlo. Pero tenemos dudas, porque no queremos ser castigados por los dioses. Bueno, en realidad es su hijo el que no lo desea, yo aceptaría cualquier castigo con tal de tomar su mano.

El menor le dio un pequeño golpe al chico, empuñando su diestra contra el hombro del rubio que solo sonrió ante la acción tan infantil del príncipe, pero acabó adoptando una posición más seria mientras miraba el montón de tierra y luego, las estrellas.

—En realidad también tengo miedo, su hijo me cree valiente, pero si no soy fuerte para darle seguridad, ¿Quién más lo hará? Pero hoy aquí, frente a usted, he decidido ser sincero. Temo que alguien me quite a Minos, temo que el día de mañana el rey decida acordar el matrimonio que tanto se espera, que llegue de pronto aquella mujer que se ha estado entrenando desde joven para ser una esposa y reina digna. Porque yo adoro mucho a Minos, lo he procurado durante años, ¿Qué derecho tienen los demás a decidir que pese al lazo de confianza y amor que hemos formado, no podemos estar juntos? Es egoísta, muy egoísta, tan egoísta como Minos —el rubio volteó a ver con recelo al príncipe que ahora tenía sus ojos entrecerrados y su boca abierta en una mueca de molestia—. Su hijo es egoísta, porque me adora tanto como yo a él, pero decide poner encima de mí a la corona, un objeto frío e inanimado que ha odiado desde niño, ¿Cómo debo tomar que prefiera algo que odia sobre sus sentimientos hacia mí? ¡Que descaro!

— ¿Acabas de llamarme egoísta, Christopher Lowell? —finalmente Minos llevó su mano hacia su pecho con total indignación—. ¿A mí? ¿Sabes cuántas cosas he hecho ignorando al pueblo por nosotros?

— ¡Es egoísta! ¡Muy egoísta!

—¿Acaso deseas qué actúe sin pensar en las consecuencias y condenarnos a ambos a la horca?

— ¡Es tan egoísta e injusto! —finalmente, el rubio miró de nuevo hacia la tumba esta vez con una sonrisa triste—. Porque aún así lo amo mucho, tanto que estoy dispuesto a pasar el resto de mis días a su lado sin poder siquiera tomar su mano. Así que hoy estoy aquí, pidiéndole su bendición para que nos amemos, porque Minos no hará nada que no sea autorizado, desgraciadamente fue educado así y si no puedo hacer que cambie sus ideas, entonces buscaré adaptarnos a ellas.

Minos se dejó caer de rodillas, finalmente se había quebrado.

La última vez que lloró había sido justo ahí, frente a su madre cuando Christopher lo llevó a sacar toda esa nube de sentimientos que tenía en su pecho, ahora se encontraba de nuevo llorando, pero esta vez la misma nube de sentimientos era causada por la persona que deseaba verlo bien. Le dolía tanto esa situación.

— ¿Por qué debe ser así? —preguntó Minos, poniendo sus manos en la tierra—. He hecho todo bien desde pequeño, he sido un hijo modelo y un digno heredero, ¿Por qué estamos pasando esto? Estoy harto de amar en secreto, de no poder expresar de forma libre que cada vello de mi cuerpo se eriza con verte sonreír. ¿Por qué duele amar?

— El amor no duele, no pienses eso, mi príncipe, amarte es lo que me da fuerzas cada que abro los ojos, siempre listo para un día más porque sé que lo viviré a tu lado. No generes una idea falsa del amor, nuestro amor es precioso, es genuino e incondicional, son los demás los que hacen que parezca malo solo porque no es acorde a sus ideas.

El rubio se agachó hasta la altura del chico para poder pasar su brazo por encima de sus hombros, quería darle ánimos de esa forma pero Minos acabó girando para abrazarse a él, hundiendo su rostro en su cuello, sus manos se aferraban a su espalda como si temiera separarse de él en algún momento y tal vez, ciertamente era eso, temía que alguien o algo en algún momento lo alejara de él.

—Siento haberte arrastrado a este amor, Lowell. Siento que no puedas amar sin tantas complicaciones como el resto de las personas del pueblo.

—No digas eso —el rubio habló, tomando el rostro del menor entre sus manos y riendo un poco al verlo con su cara tan roja y deformada por el llanto—. Minos, regresaría sin dudar al día en que estaba caminando por los pasillos y decidí acercarme a la habitación donde sonaba ese violín desafinado ¿Y sabes qué? Volvería a saludar al niño que lloraba porque se sentía frustrado, que desconocía el mundo fuera del castillo al punto de no saber siquiera cómo era una panadería y que gritó de sorpresa cuando pudo visitar una. Viviría cada uno de los días desde ese momento sin cambiar nada, solo porque tú estás en ellos. No quiero otro amor si no es contigo.

El castaño se acercó hasta unir sus labios a los del mayor, esta vez en un beso más necesitado, reclamando en cada movimiento al rubio como suyo y siendo reclamado de forma recíproca, las manos de Christopher descendiendo hasta su cintura, donde lo abrazó, los brazos de Minos rodeaban el cuello del rubio mientras caían acostados al césped. Sus labios se mantuvieron moviéndose en esa danza de promesa mutua, donde no importaba lo que pasara luego de eso, sabían que estarían juntos por siempre.

Ambos se separaron cuando la necesidad de respirar se hizo presente, e intentando regular sus respiraciones se miraron con detenimiento antes de sonreír por aquella complicidad, un príncipe y su guardián, estaba tan mal en tantos sentidos y aún así para ellos se sentía tan correcto.
De pronto, la poca iluminación que percibían gracias a la luna se intensificó, poco les tomó darse cuenta que estaban siendo acompañados por varias luciérnagas, Minos levantó un poco su rostro para mirar con curiosidad la cercanía de aquellos seres luminosos que solía mirar desde su habitación, Christopher miraba a Minos pues nada era tan maravilloso para él como la expresión alegre de su príncipe. Definitivamente valía la pena en todo sentido.

— ¿De dónde han salido?

— Es la señal —habló el rubio, llevando su diestra hacia la mejilla del chico para poder acariciarlo—. Tu madre nos ha dado su bendición.

El príncipe lo miró con sorpresa, posteriormente sonrió mientras se acercaba a dejar un beso en la frente del rubio, que solo atinó a hacer un mohín con sus labios, entre encantado y ofendido por el tipo de beso que su chico le había dado.

— No me beses así, me siento pequeño y debo ser grande para protegerte.

— ¡Nos llevamos un año! Eres tan pequeño como yo.

— ¡Claro que no!

— ¡Cristopher Lowell es tan pequeño como yo!

El castaño se levantó para poder gritar un par de veces más aquella frase, terminando por correr cuando el guardia se levantó para perseguirlo. Algo que no tardó en conseguir pues Minos no estaba capacitado con la condición física que tenía el mayor, quien lo abrazó por la espalda diciendo que ahora tendría que atenerse a las consecuencias, sin embargo, cuando fue consciente de la risa histérica del menor terminó por reír igual. Realmente amaba estar ahí, justo a su lado, en el tiempo exacto y el momento ideal para vivir en la misma era que Minos, con la bendición de poder amarlo y ser amado por él.

Poco a poco la risa fue cesando hasta que ambos acabaron sentados de nuevo, sin dejar aquella cómoda posición donde los brazos de Christopher rodeaban la cintura de Minos, que mantenía su espalda apoyada al amplio pecho del rubio, dejándose llevar hacia un sendero de paz bajo la rítmica respiración del mayor y el sonido de la noche, pues aunque Chris le dijera lo contrario, Minos estaba convencido de que la noche poseía un ruido propio, un sonido que solo podía describir comparándolo con un agradable hormigueo a los oídos, uno que solo era capaz de escuchar en compañía de su guardia pues eran los momentos donde todo pensamiento quedaba de lado, no había preocupaciones, ni deberes, solo su existencia.

Minos tomó la mano derecha de Christopher, enlazó sus dedos y la acercó hasta sus labios para poder dejar un beso suave en el dorso, causando un gesto de impresión en el mayor e incluso, podría decir que un sonrojo no tan visible debido a la noche. Aunque ya había sido capaz de tocar sus labios con los propios, en Lleyxà, un beso en el dorso de la mano representaba una acción de total respeto y admiración, siendo que era un gesto que la mayoría de las veces solo recibían los reyes, aunque claro, ya era un gesto común del guardia hacia su príncipe, pero nunca había sido al revés.

— ¿Minos?

— Me decidí, quiero una vida a tu lado, Christopher, tienes prohibido enamorarte de alguien más, no te atrevas si quiera a pensar en otra persona y mucho menos, veas a alguien con esos ojos que poseen el brillo de una estrella. Aunque dudo que una sola vida alcance para vivir todo lo que deseo a tu lado, más cuando estamos tan limitados por el cruel destino que nos puso a prueba en esta, así que, si tengo la oportunidad, te buscaré en otra. Prometo no tardar tanto, ni ser un príncipe. Prefiero nacer en la miseria mientras no exista quien me prohiba tomar otra vez tu mano.

— Si dices cosas tan lindas me estás obligando a hacer que cumplas tus promesas.

— Es una orden real, Christopher Lowell, como guardian, tienes la obligación de recordarme que debo estar a tu lado en todas las vidas que nos permitan coincidir.

— En ese caso, querido príncipe, me encargaré de cumplir esa orden.

— Te amo mucho, Christopher.

El mencionado sonrió sintiendo completa calidez en su interior, en ese momento donde su mirada se perdía en las luces lejanas del reino como si aquella vida tan estricta no fuera la de ellos solo se sentía como una pareja viviendo un día normal, ahora entendía ese pensamiento de Minos al dejar atrás un picnic intacto. Deseaba que esos días fueran más comunes entre ellos, incluso no solo ocasiones especiales, sino su vida habitual, y aunque sabía que pronto deberían regresar a la realidad, en ese instante solo quiso ser feliz y fingir que no existía nada más que ellos.

— Yo te amo mucho a ti, Minos.

En esta y todas las vidas por venir.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro