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Especial. "El despertar"

Recordaba su viaje hacia anima como una profunda paz, la luz de su alma iba danzando con el resto entre el espacio en busca de la anhelada tierra del descanso. Silencio, brillo, ¿Por qué nunca le dijeron que el viaje de la muerte podría ser más hermoso de lo que pintaban? Estaba acostumbrado a tenerle miedo a la muerte sin saber que pronto se volverían íntimos amigos.

Poco antes de llegar al final de ese viaje entre las estrellas y los planetas, entre el mar infinito de la relajación, pudo recordar que tenía una misión. Un castillo, una flecha, Minos. ¿Habían muerto? Ahora que tenía tiempo de pensarlo, que trágico final, atravesados por una flecha que mató sus cuerpos y sus sueños, pero al parecer no sus almas. Chris consiguió detener su danza de luz mientras todos iban quedándose a ese gran punto brillante que era anima, tan pequeño desde lejos pero enorme cuando podías estirarte lo suficiente, era como un planeta infinito, tan hermoso pero aún tan lejano para él pues dio marcha atrás en su viaje por reencontrarse con su amor.

"Cuando creas que el camino de la vida no marcha a tu favor, crea tu propia ruta"

Mientras más se alejaba de anima más luz lo deslumbraba, lo cual era extraño considerando que había pasado por ese camino antes y solo iba acompañado de la oscuridad infinita bañada débilmente con el brillo de las estrellas. Era una pequeña esfera de luz que iba siendo más opacada, poco a poco la luz al final de su camino hacia la tierra era insoportable, tan fuerte, contraste a eso sus pensamientos empezaban a ser más débiles y la voz en él que intentaba mantenerse pendiente del viaje empezó a ser más irreconocible. Pese a que se aferraba a mantenerse hablando consigo mismo fue inútil, de pronto se perdió en esa luz bastando unos segundos de total silencio antes de que se iniciara un pitido efímero en sus oídos, un llanto empezó a escucharse en la habitación, se sentía asustado, confundido, débil, pero... ¿Quién era él?

"Felicidades, señora, es un varón."

Chris tenía una vida normal sus primeros cinco años, en su cumpleaños quinto, justo un minuto antes que el día terminara los recuerdos llegaban a él como una bomba atacando la paz de su mente. Las primeras dos veces se asustó, incluso lloró debido al miedo que inundaba sus sentidos, aquella sensación de escalofrío recorriendo su nuca y que pese a contarle a sus padres nunca le creyeron. La tercera ocasión fue solo un déjà vu, pero rápidamente se había familiarizado con ello: era Christopher Lowell, nacido en las tierras ahora caídas de Lleyxà, lugar que nadie recordaba, ni siquiera a los otros reinos, ¿Cuánto tiempo había pasado desde entonces? No lo sabía, pero eventualmente vida a vida pudo recordar las cosas desde más joven, como si su mente en cualquier lado que fuera ya se estuviera adaptando a ese bucle sin fin.

"La vida es compleja porque se adapta al ritmo de cada persona, puedes vivir muy poco para desear más días o lo suficiente para querer estar muerto. Cualquiera que sea el caso, debe ser aterrador tener tantas opciones pero solo un destino."

Su respiración era errática, siendo su sexta vida empezaba a tomar el ritmo de las cosas pero nunca esperó eso. Hacía un enorme esfuerzo por soltarse de las cuerdas que amarraban sus muñecas a la silla, la venda en sus ojos no le permitía ver mucho, la tela era delgada por lo que muy poco se filtraba.
Tenía veinte años y había ido a la guerra de forma obligatoria, ni siquiera había recibido un entrenamiento digno porque el ejército no esperaba llevar tanta desventaja así que cuando sus hombres empezaron a caer de forma tan rápida, mandaron a traer a todos los chicos de 15 a 21 años como refuerzos aunque claro, un niño al que apenas le enseñaron como disparar no era un refuerzo, era un sacrificio mientras los verdaderos hombres capacitados avanzaban. ¿Era esto el poder del que debía aprender a cuidarse? De esa escalera donde la gente en lo alto buscaba seguir adelante aún pisoteando a los que estaban abajo, porque él no le hacía daño a nadie, solo vivía en el campo ayudando a sus padres a sobrevivir. Ah, sus padres, hombres viejos que vivían del cultivo, lo suficientemente grandes para el trabajo pesado, habían concebido un hijo con la ilusión de que fuera un hombre de bien para el pueblo y que pudiera cuidarlos cuando apenas pudieran moverse de sus camas, ¿Vivirían bien sin él? ¿Quién cargaría las cubetas con leche? ¿Quién haría esos viajes constantes cambiando huevos por harina?

— No lo preguntaré otra vez —se escuchó la voz del soldado enemigo que había abandonado la carpa minutos atrás—, ¿Dónde está su refugio?

— Señor, ya le dije que yo no sé —murmuró el chico, con su labio roto de los golpes y la voz débil del dolor por tener una costilla rota, dolor que en medio de la adrenalina apenas empezaba a sentir—, por favor, a muchos nos obligaron a venir apenas hace un par de días, ni siquiera sabemos a qué estamos sirviendo.

— Insolente —se quejó el hombre dándole una fuerte bofetada al menor, quien sollozó intentando mantenerse en calma—. Bien, ya que te niegas a decir la verdad.

El hombre chasqueó sus dedos y solo pudo escuchar pasos acercándose, tal vez una tercera persona. Pasó saliva con dificultad por su garganta seca, entonces un recuerdo atravesó su mente, aquel día trágico en Lleyxà él pudo beber agua antes de que Browning entrara al castillo, mientras en un berrinche se negaba a llevarle comida y agua a Minos luego de la dura noche de desmayo de su príncipe. Un débil quejido abandonó sus labios, si no hubiesen discutido, si hubiese sido menos terco, su amado habría muerto al menos habiendo saciado esas necesidades, Minos lo cuidó tanto cuando enfermaba y cuando necesitó que le respondieran de igual forma lo único que hizo fue reclamarle. Tal vez tenía merecida esa sed.

Alguien tomó su mano para mantenerla firme, intentó soltarse pero lo sujetaban con ambas, lo siguiente que sintió fue un dolor agudo desde sus dedos que recorría todo su cuerpo hasta las puntas de sus pies. Un grito quebrado por su garganta seca se escuchó en toda la habitación seguido de su llanto esta vez sin intenciones de controlarse. Una aguja estaba entrando bajo la uña de su índice derecho.

— Habla ahora —se escuchó la voz del mismo hombre.

— ¡No lo sé, lo juro! —gritó desesperado intentando aún alejar su mano aunque era inútil.

La segunda aguja entró en otro dedo y para cuando la cuarta se hizo presencia, empezó a cuestionarse tanto. ¿Podía morder su lengua con fuerza y ahogarse con ella? ¿Bastaría tirarse con la silla al suelo y así poder golpearse la cabeza? ¿Sería cruel ponerle un fin a todo ya? Rendirse. Estaba tan cansado, tan fastidiado, tan harto de seguir viviendo. No había forma de que su príncipe se molestara con él por eso, ¿Cierto? Después de todo, había dado lo mejor de él, con eso bastaría, ahora solo deseaba poder descansar.

Entonces un momento llegó a su mente: "claro que debe ser un error, porque las últimas entregas desde el banquete las ha manejado Minos debido a mi nula visión."

¡No! ¡No iba a dejar que nadie más abusara así de su amado!

— Debo ponerle fin... —susurró, causando que la tortura se detuviera mientras el hombre esperaba por una respuesta— le diré donde fue el último lugar donde nos llevaron...

Habló todo lo que pudo con lujo de detalles, desde la base donde los reclutaban hasta el punto de reunión que recordaba, no estaba seguro si era lo que el hombre buscaba, pero tal como pensó, apenas terminó de hablar le pusieron fin con un disparo a la cabeza. Necesitaba cerrar esa vida para empezar otra vez pero no iba a irse solo así, aquellos hombres que lo forzaron a ir fueron los causantes de su muerte, no los recordaría, ni a sus padres de esa vida como no lo haría con el resto, así que no tenía caso cubrir a un ejército que nunca volvería a ver.

"Un día despiertas y ves todo tan igual a la mañana anterior, no hay emoción. Es entonces cuando pierdes contacto con lo que realmente es la hermosa experiencia de la vida."

El hombre adulto lo empujó causando que el niño de ocho años cayera de espalda a la nieve. La mujer salió diciendo que lo dejara en paz pero el hombre, tras soltarle una bofetada, le ordenó regresar al interior de su hogar. La castaña mordió su labio inferior con impotencia antes de hacerle caso, los otros dos niños que se asomaban por la ventana corrieron a esconderse en cuanto vieron que el hombre los descubrió, pero rápidamente éste regresó su atención hacia el pequeño que no dejaba de llorar.

— Eres una desgracia, ¡Una niña es lo que me han mandado los dioses! Que desdicha, el primogénito, un cobarde.

Tras decir eso se adentró a su hogar. El problema se había desencadenado cuando la mujer cosía los pantalones de sus hijos en un intento por parchar las partes rotas con otras telas, pero por error había picado a su hijo con la aguja y éste reaccionó instintivamente de manera alterada. Vivía con miedo, recordaba la sensación de ser torturado, de las agujas ingresando en su carne bajo las uñas, se sentía ansioso de todo, los ruidos fuertes, las luces muy intensas y sobre todo, las agujas.

— Hey —una voz masculina llamó su atención—, eres el hijo mayor de los Olsen, ¿Cierto?

El niño miró al hombre mayor, alto, de facciones marcadas, cabello un poco largo y canoso al igual que su barba. Él asintió, el señor le pidió seguirlo y tras dudarlo un poco, accedió. Después de todo, cualquier cosa era mejor que entrar a la casa donde desde que tenía memoria su padre lo golpeaba por ser muy débil.

Llegaron a una casa no muy lejos, una pequeña cabaña hogareña donde apenas entró el aroma de té caliente lo recibió haciendo que una agradable se sensación recorriera su cuerpo luego de caer en la nieve.

— Toma asiento, serviré el té, debes estar congelándote —habló el hombre señalando una silla en el comedor.

El niño hizo caso mientras tomaba uno de los malvaviscos que había sobre un plato. Pensó que tal vez sería regañado pero valdría la pena, hace mucho no tenía el sabor dulce en la boca, en vez de eso el hombre le sonrió mientras dejaba una taza frente al niño para luego acercarle el plato con malvaviscos.

— ¿Has comido algo más? Puedo hacerte un sándwich caliente, con queso derretido.

— Comí recién... Gracias.

El hombre frunció ligeramente sus labios antes de tomar su taza para beber un poco, posteriormente manteniéndola entre sus manos, habló.

— ¿En qué vida estás?

Se quedó quieto unos segundos con su mano apenas llevando un segundo malvavisco a su boca, aunque el vapor del té había estado calentando su rostro juraría que en ese momento hacía más frío del que jamás sintió en otra ocasión. Con duda llevó poco a poco su mirada hacia el hombre, quien tras verlo serio por un instante, le sonrió.

— Reconozco a un viajero cuando lo veo.

— ¿Usted también..?

— Hace tantos años que no recuerdo, de hecho, mis primeras vidas están tan borrosas que no recuerdo qué es lo que me tiene aquí, así que estoy atrapado en un bucle eterno porque no me atrevo a terminar con mi vida.

— ¿Entonces matarse sí acaba con esto?

— Lo has pensado, ¿cierto?

El niño miró con tristeza hacia su taza, comiendo finalmente del malvavisco antes de contar su historia. Era la primera vez que le contaba a otra persona todo eso y se sintió tan bien pero al mismo tiempo tan vívido el dolor que no pudo evitar llorar, extrañaba tanto a Minos. El hombre escuchó con atención sintiendo pena por el joven.

— Debe haber sido difícil, Christopher —comentó, hace tanto que no escuchaba ese nombre que se sentía incluso más vivo que antes—. Pero debes ser fuerte porque tú, mi intrépido amigo, tuviste el coraje de retar a la muerte y a ella no le gusta que hagan eso.

— No sé qué hacer...

— Está bien, muchacho, escucha, no somos los únicos. Mucha gente hace eso a través de los años, algunos recordamos, otros no, pero hay más gente con un propósito de la que puedes pensar.

— ¿Cómo sé que lo encontraré? Hay tanta gente, temo no lograrlo y estar de esta forma siempre...

— Hay unas cuentas reglas para los viajeros de vidas, tu pregunta nos lleva a la primera de ellas.

Escuchó con atención al que conocería como Señor Helland. Un amable hombre que al no recordar su misión se dedicó a ayudar a otros con su misma situación. Le explicó algunas cosas que empezó a anotar en una bitácora que cada vida nueva volvía a escribir, por lo que debía ser corto pero específico para recordar cada una. Pasó el resto de su vida aprendiendo de Helland, a distinguir cosas, a ser más atento, a luchar porque cada vida nueva era una oportunidad que no debía pasar desapercibida incluso con cualquier situación.
Apenas fue mayor de edad dejó atrás a las personas con las que vivía, no los llamaría familia, si algo había aprendido en ese tiempo es que no toda la gente merece tu respeto solo por tener lazos de sangre. Ahora solo debía seguir esforzándose por su misión y aunque nunca pudo volver a coincidir con Helland, siempre estuvo presente en su alma.

"Sobrevivir: acto que es más fácil decirlo que hacerlo."

Las siguientes vidas desde muy joven se dispuso a seguir caminos que le ayudarían para cuando conociera a Minos. Aprender mucho, conocer, explorar, desafiarse él mismo físicamente, entrenaba y aprendía de combate cuerpo a cuerpo y sobre armas. No sabía cuándo ni bajo qué condiciones iba a encontrarse con Minos, por eso debía estar preparado para todo, seguir siendo digno como su guardián.

Al menos hasta en punto donde se sintió cansado. Todo marchaba bien, no tenía problemas, era una vida cómoda donde practicaba taekwondo, al menos hasta que la presión y la ansiedad del bucle se hizo presencia nuevamente luego de muchos años, entonces vomitó. Y poco a poco, sin darse cuenta, cada que esa sensación amarga llegaba a su cuerpo corría al baño y metía un dedo en su garganta hasta conseguir regresar la comida o lo poco que hubiera ahí, pues tampoco comía mucho.

Poco a poco había adelgazado, se sentía sin ganas de nada, derrotado. Extrañaba a Minos, todo eso ya le pesaba, vivir mucho era agotador, había alcanzado ese punto donde nada le importaba pero al mismo tiempo se avergonzaba cada que su garganta ardía luego de vomitar. Había dejado las prácticas para dedicarse a vivir la mayor parte del tiempo en su cama y aunque la mujer que lo cuidaba en esa vida insistía cariñosamente en que debía retomar su vida, él la ignoraba. Lo último que recordaba de esa ocasión era haber escuchado un "hijo, por favor, come algo", antes de encontrarse nuevamente viajando hacia Anima. Debía admitir que mientras iba de regreso temía ya no recordar nada, ¿eso habrá contado como suicidio? En realidad no esperaba morir, solo quería descansar, para su suerte cuando todos los recuerdos se mantuvieron intactos se sintió aliviado, por un descuido pudo perder la guerra, así que había prometido ya no caer en esas cosas.

Había sido un viaje largo de aprendizaje, caídas y dolor hasta que finalmente pudo verlo otra vez. Cuando se reencontró con Minos había sido todo lo que nunca imaginó, era tan joven, tan pequeño y lleno de ilusiones, tan precioso como recordaba, pero nunca pensó que la reencarnación del heredero al trono fuera un joven tan vulnerable que temía de su madre.

O bueno, tal vez no era tan ajeno a Minos en realidad, ambos dedicados a hacer lo que sus estrictos padres quisieran. La diferencia es que Minho confiaba más en su instinto, cuando aceptó irse con él así sin más, tenían relativamente poco tiempo de conocerse, mientras que antes varios años no habían bastado para que su príncipe aceptara huir con él.

Aún así, había aprendido a no mirar tanto al pasado luego de que la paranoia lo atacó. Debía confesar que cuando le dijeron que vería un patrón si coincidía con tres personas, pensó que sería algo ocasional, pero ir notando como todo parecía repetirse por completo le hizo temer. Las mentiras de su madre, el regalo, la pelea, en Lleyxà todo cayó cuando se separaron, cuando luego de una pelea acalorada cada uno tomó su lugar y no podía evitar pensar si esa tragedia se hubiese repetido si no impedía que Minho se fuera. De ceder... ¿Lo habría perdido otra vez? Ni siquiera podía pensarlo. Para suerte suya todo fue más fácil cuando Minho recordó unas cosas, joder, definitivamente todo era mejor, poder explicarse.

Pero ese recordar trajo también una separación temporal que nunca contempló. Quiso enojarse tanto con él, quiso odiarlo aunque sea un poco por alejarlo apenas recordó todo, pero en medio de ese viaje largo pudo entender a lo que se refería cuando le dijo que tenía que vivir por él. Había vivido tanto y cada una de esas vidas con miedo y un constante entrenamiento para poder proteger a Minos, toda su vida giró en torno a las necesidades que éste podría tener.

Le tomó un año dejar atrás ese pequeño rencor con el pasado, le tomó otro deslindarse un poco del peso que cargaba para no llevar preocupaciones y los otros dos años restantes solo se dedicó a vivirlos. Viajaba constantemente, aprendía cosas que le eran interesantes, comía muchas cosas y hablaba con otras personas, aunque algunos coqueteaban con él, se mantenía firme porque había alguien esperándolo, alguien a quien él amaba mucho como para ver a otras personas, ni siquiera antes de reencontrarse se atrevió a salir con alguien más, nadie tenía ese aire especial de su amado, esa personalidad tan única que encantaba a la gente. Eso también le hacía preguntase cómo estaría Minho, qué habría hecho de su vida, ¿siguió estudiando? ¿habló otra vez con su madre? Esperaba que no, pero lo que más anhelaba es que lo estuviera esperando tanto como él deseaba verlo otra vez.

Y vaya que había valido la pena cuando se encontraron otra vez.

Lo primero que hizo al regresar fue ir hacia donde vivían, al último punto donde lo vio. No sabía qué le esperaba, tal vez la cerradura ya no era la misma y tendría que esperar afuera, tal vez entraba y en el peor de los casos, encontraría la casa vacía sin un indicio de dónde podría estar su amado, pero su corazón dejó de agitarse cuando al abrir la puerta pudo ver la casa amueblada, con indicios de que alguien había estado ahí hace no mucho y lo mejor fue ver a Soonie, porque Minho podría ir ocasionalmente a quedarse, pero si estaba el gato solo significaba que aún vivía ahí, no se atrevería a dejarlo sólo. Cuando Minho llegó finalmente todo se sentía completo, pero no en la insana necesidad que sentía antes por tener todo como una vez lo tuvo, ahora se sentía realizado porque estaba con la persona que amaba e independientemente de todo, eso ya le bastaba.

— Hay tanto con que ponernos al día...

No podía dejar que acariciar a Minho, su rostro, su espalda, sus brazos, pero antes que cualquier otra cosa terminó sonriendo mientras metía su mano al bolsillo de su abrigo, sacando una pequeña bolsa de plástico que le entró a Minho. En medio del shock por finalmente reencontrarse, el menor consiguió la fuerza suficiente para apartar su mirada de Chan y ver lo que le había dado, riendo al instante mientras observaba dentro de la bolsita una pequeña y divertida goma de jirafa.

— No te rindes, ¿Eh?

— ¿Crees qué luego de todos estos años una goma de borrar podrá contra mí?

Minho negó con una sonrisa, no sabía qué tanto había pasado Chan, pero estaba seguro que un borrador era el menor de sus problemas.

Ahora podrían estar bien, ahora todo había terminado.

❀・°・❀

Cinco años habían pasado desde la boda, su luna de miel fue el comienzo de un viaje largo de cuatro años por lugares del mundo que ambos deseaban visitar, se tomaron su tiempo para disfrutar cada cosa, cada detalle de la vida. Se habían divertido mucho, pero era momento de regresar y tener un descanso para cada uno de sus futuros planes. Además extrañaban lo que conocían, Minho había llevado muchos regalos para sus amigos, sobre todo para Jisung y Felix.

Felix.

Mientras desempacaba, Chan recordaba su conversación con Yoojung durante su boda, él estaba bebiendo un poco, de pie apreciando la escena de todos disfrutando la fiesta y la sonrisa amplia de Minho que le recordaba todo había valido la pena, la chica se acercó bebiendo un poco de su gaseosa mientras miraba al igual a los chicos.

— ¿Hermoso, no?

— Se siente como un sueño —se sinceró Bang.

— Pese a todas las dificultades, no puedo creer que tú, pequeño gran tonto, pudiste romper el patrón y vencer a la muerte, ah. Necesito algo así en mi currículum de viajera —resopló la chica sacando una sonrisa al mayor.

— Créeme es más cansado de lo que parece.

— Se llevan muy bien, ¿eh? —preguntó mirando hacia Minho, que acercaba otras brochetas de frutas para Felix que había mandado a traer solo porque el chico se quejó de que ya no había más.

— No sé qué lo trajo aquí, pero agradezco que su actitud no fuera parte del patrón —aceptó.

— Una de las primeras cosas que soñé cuando vi a Felix fueron recuerdos del banquete, de cuando era niño, incluso un poco de cuando fue rey.

— ¿Alcanzó el trono?

— Fue el mejor rey que Browning pudo tener —confesó Yoojung—. Pero también pude ver algo más hace unos días.

— No quiero nada más del pasado, Choi.

— Era el rey Lleyxà —interrumpió la menor—, diciéndole que los había visto en el baile real, ofreciéndole un trato para matarlos. No sé qué pasó, pero saltó al recuerdo de que Lucas quiso traicionarlo y no pudo...

Chan observó con asombro a la chica, no podía darle crédito a lo que escuchaba.

— Pero ese día en el castillo...

— Creo que lo único en lo que era bueno el rey era en hacer que todos los problemas que iniciaba parecieran conflictos de otros.

Yoojung sonrió de medio lado antes de acercarse nuevamente hacia los chicos que se divertían mientras Bang no podía dejar de ver a Felix mientras pensaba en lo que le había dicho. ¿Los tres fueron víctimas del rey? Entonces en esa sonrisa que el más joven le dedicó a Minho pudo verlo, fue rápido pero juró que por unos segundos ahí pudo ver a Lucas sonriendo.

— Bastardo —murmuró Chan con una sonrisa esta vez más relajada—, también hiciste un trato por Minos.

A partir de ese momento todo había sido un poco más ameno, no podía describir la sensación pero era como finalmente tener paz total. En ese año desde que regresaron a casa pudo acercarse más a Felix, quien no guardaba rencores y gracias a ello rápidamente ambos se volvieron amigos también, no tan cercanos pero lo suficiente para estar más cómodos.

Chan miró el reloj en su muñeca mientras esperaba en el auto, cuando finalmente vio a Minho y Felix salir con varias bolsas de compras en manos les dedicó una falsa mala mirada mientras ellos sonreían, culpables de hacerlo esperar.
Metieron las bolsas en la cajuela, Minho ingresó de lado del copiloto y Felix en los asientos de atrás en la camioneta.

— Diez minutos tarde, ¿Quieres que nos regañen? —preguntó Chan mientras ponía en marcha el vehículo, por suerte no estaban lejos de su destino.

— Fue culpa de Felix, empezó a tomar más cosas de lo que acordamos.

— Debo quedar bien, ¿Sabes cuántos tíos tendrá? Debo destacar —se defendió el rubio—. No puedo creer que luego de casi un año les aprobaron la adopción.

— Ni me lo digas, siento que me voy a vomitar —mencionó Minho.

— El vómito es trabajo de Felix —dijo Chan, haciendo a su esposo reír mientras el mencionado le dedicaba una mala mirada.

— Le hablaré mal de ti a tu hija.

— No puedes hacer eso, no es de buenos tíos.

Tras un año de constantes visitas les habían avisado que la adopción de la pequeña de seis años estaba permitida. Ambos debatieron mucho la edad correcta, recibieron también muchos comentarios respecto a que a cierta edad eran más conscientes y que podría convenir un bebé, pero ambos no estaban dispuestos a ello. Sabían que era más difícil que los niños grandes fueran adoptados y estaban seguros que todos merecían amor. Fue entonces cuando la conocieron, se veía tan tímida y triste que supieron al instante que necesitaban darle amor el resto de su vida.

En cuanto llegaron Felix se quedó esperando en el auto, después de todo solo era revisar unos papeles y no tardarían, ya conocían bien a la pequeña y ella los conocía a los dos. Los nervios podían sentirse en la habitación, aunque estaban mentalizados para ello, seguía siendo una situación emocionante, las manos de Minho temblaban un poco mientras tomaba los papeles y aunque Chan intentaba calmarlo no podía con su propio temblor. La mujer que estaba con ellos rió mientras pedía que trajeran a la niña.

— Estoy nervioso —murmuró Lee mientras era abrazado por su esposo—, ¿Crees qué lo haremos bien?

— Creo que tenemos que hacerlo bien —respondió Chan, divertido con la situación.

Entonces el grito de emoción de la niña interrumpió a lo lejos, al verla entrar corriendo con una mochila se agacharon para poder recibirla en brazos. La pequeña repetía un "no mintieron, sí me van a llevar con ustedes" que consiguió hacerles sentir que todo había valido la pena y que harían un buen trabajo.

Después de todo, aún les quedaba mucho por delante y estar solos en anima no sonaba agradable, ya no querían estar más por su propia cuenta y estaban orgullosos del nuevo rumbo que habían tomado sus vidas. Ahora solo quedaba ir un paso a la vez.

❀・°・❀

Hola, viajero. Debes estar sorprendido por encontrar esta bitácora, ¿No es cierto? Las bitácoras no son al azar. Soy Christopher y te he dejado esto para que no olvides que tienes un propósito, tal vez no consigues recordar con exactitud qué es, pero si tienes constantes déjà vu, eres más sensible a ciertas cosas, sientes normalmente que hay personas a las que conoces de antes pero no recuerdas de donde y si tienes sueños con un pasado de otra realidad, ¡Felicidades! Tu alma está buscando algo en esta vida, puede ser un poco tedioso y cansado al inicio, pero estoy aquí para refrescar un poco las reglas del juego.

#1
"No puedes saber que conoces a esa persona de otra vida a menos que lo toques, solo entonces los recuerdos vienen a tu mente"

#2
"Puedes decirle a una persona sobre su otra vida, sin embargo ésta nunca podrá obtener recuerdos de la misma."

#3
"Estás destinado a coincidir con mínimo con una persona de una vida pasada, máximo dos. Si son tres o más de una misma vida significa que hay un patrón destinado a repetirse"

#4
"Existen muchos desafíos que le puedes hacer a la muerte, pase lo que pase si ella ha aceptado tu juego nunca debes suicidarte, no importa qué tan difícil sea la situación pues hacerlo es un modo de rendición."

#5
"Una vez roto el bucle solo tienes esa vida de memorias. Si decides volver a nacer no recordarás absolutamente nada, así que queda en ti hacerlo o no."

#6
"Al parecer puede haber excepciones, pero lo más importante en tu misión es disfrutar el día a día, tienes muchas oportunidades, sé fiel a tus ideales y vive cada momento."

¡Suerte en tu camino, viajero! Tal vez algún día recuerdes todo, tal vez la vida sea piadosa contigo y te permita no recordar para empezar de cero sin rencores pasados, y tal vez en algún momento nos reencontremos así que empieza a crear tu propia bitácora de vida, créeme, te ayudarán en las siguientes.

— Lowell.

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