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5

Vidas atrás, Lleyxá.


— Christopher, ¡Christopher!

Un pequeño niño rubio corrió hacia la mujer que sostenía el canasto con ropa sucia entre sus manos, el niño de ocho años estaba muy sucio pues había estado jugando en la tierra mientras el jardinero reemplazaba las flores muertas del lugar. Su madre dejó el canasto en el piso mientas ponía sus ojos en blanco, tenía poco de haberlo bañado exactamente por lo mismo, se había ensuciado.

— Chris, no puedes estar sucio en el palacio.

— ¿Por qué no?

— Podrías ensuciar algo.

El niño hizo una mueca pues seguía sin entender qué había de malo en ensuciarse pero no quería seguir cuestionando a su madre o podría ser castigado con llevar nuevamente parte de los calcetines sucios del rey hacia la zona donde lavaban ropa.

— Ve a cambiarte, más tarde deberé bañarte otra vez y solo la vida sabe cuánto tardaré con eso.

La mujer soltó un suspiro mientras se agachaba nuevamente a tomar el canasto con ropa y así poder dirigirse a lavar. El niño llevó sus manos hacia su cara con sorpresa, ¿Bañarse dos veces en un día? ¿Su madre había perdido la cabeza? Eso sonaba a tortura pero no podía hacer nada, así que resignado se dirigió hacia las escaleras para dirigirse hacia su habitación y de la mujer.

Estar en el castillo era aburrido pero cada que decía eso su madre lo reprendía diciendo "afuera hay niños que luchan con un techo apenas estable, tenemos suerte de estar aquí", pero no, era un lugar enorme y no había nada para hacer. Lleyxà era el segundo reino más fuerte en poder pero habían sido bendecidos con las mejores tierras, las cosechas siempre daban buenos frutos, el clima era perfecto, su ubicación geográfica les favorecía mucho en comparación al cuarto reino, Browning, quienes eran sus principales compradores al tener unas tierras ubicadas en un sitio tan frío.

Los cuatro reinos eran lo único que se conocía del mundo en ese entonces, la gente no se animaba a ir más allá de sus tierras y los gobernantes no se inmutaban por ello, o al menos no deseaban lo que otro reino no tuviera, ni siquiera había un mapa para algo que no fueran las minas.

Chris subía los anchos escalones del lugar sin mucho entusiasmo, deseaba poder ayudar en algo pero le faltaba un año para poder trabajar oficialmente en la casa, hace tiempo que había aceptado su destino, trabajar en la tierra, en las minas, de encargos, en el transporte, cualquier cosa, ninguna era mejor que otra si tenía que hacerlo conforme se lo asignaran. Pero su destino cambió cuando escuchó ese violín desafinado sonar.

— ¡No! ¡No! —los gritos de una voz masculina detuvieron el sonar del instrumento—. Joven amo, suena terrible. Sé que es su primera clase pero esperaba más viniendo del príncipe, ugh, tendré que hablar con su padre para aumentar las horas de práctica. Esto es una desdicha.

Christopher fue poco a poco acercándose a la habitación de donde venían las voces, tuvo que ocultarse tras una estatua cuando un hombre vestido de traje salía del lugar. Su curiosidad pudo más que él, había escuchado "príncipe", durante el tiempo que llevaba ahí no lo había visto nunca, salía muy poco, casi nadie sabía como era.
Se acercó hasta apoyarse en el marco de la puerta, apenas asomando su cabeza, entonces juró que había visto lo más hermoso de toda la vida. Otro niño estaba sentado en un banquillo frente a unas partituras, su mano sostenía un violín pero se notaba que era más grande de lo que podía cargar; el sol pegaba en la mitad de su rostro, su piel era blanca sin tirar a lo pálido, su cabello era castaño claro, sus labios rosados y sus mejillas estaban ligeramente rosas pues estaba llorando. Era demasiado hermoso para estar sufriendo.

— Hey —susurró Chris desde su lugar, el otro niño rápidamente tomó posición con el violín fingiendo que no estaba llorando aunque sus lágrimas no dejaban de caer—. ¿Qué haces?

El rubio no pudo evitar reír mientras ingresaba al lugar, le parecía gracioso que el castaño creyera que era alguna autoridad como para aparentar nada ocurría. Al verlo, el niño dejó el violín en la mesa mientras observa a con curiosidad al extraño, era la primera vez que veía a otra persona además de sus maestros, padres y las mujeres que hacían limpieza en su habitación. Y ese chico, ¡Ese chico tenía el cabello rubio! Realmente tenía la necesidad de tocarlo.

— ¿Quién eres?

— Me llamo Christopher, mi mami lava la ropa. —respondió el pequeño mientras extendía su mano hacia el contrario.

El castaño miró su extremidad por unos segundos, dudoso de si tomar o no su mano sucia de tierra, bien, no solo su mano, todo él estaba sucio, pero sería su primer contacto con la tierra aunque no de forma directa, así que correspondió al apretón de manos mientras respondía.

— Soy Minos.

— Minos, es un lindo nombre.

— No deberías estar aquí, mi maestro volverá en cualquier instante y podría acusarnos con papá. Nadie puede venir aquí.

— ¿Por qué te encierran? ¿Tienes acaso una enfermedad rara? Sé honesto, te he dado la mano, si te hundes me hundo contigo.

— ¡Claro que no! —el niño se mostró disgustado mientras quitaba su mano de aquel agarre—. Solo me están educando bien para que cuando salga, el pueblo me vea como el heredero que soy y no por menos. Debo ser perfecto, inteligente, talentoso, eso es un príncipe.

— Con esa cara creo que ya eres perfecto.

El castaño frunció el ceño antes de tomar asiento nuevamente en su silla, el joven heredero era un año menor que Christopher pero conocía mucho menos del mundo exterior y le daba curiosidad, así que miró fijamente al rubio mientras adoptaba una pose más elegante, aunque al ser solo un niño aquello falló por completo

— Dime, Christopher, ¿Qué haces afuera?

— ¿Afuera? No mucho, a veces juego en la tierra pero a mamá le enoja, voy a comprar pan y cualquier mandado que me den, aunque no soy encargado de eso, todavía no tengo un título en el castillo.

Chris empezó a caminar por la gran habitación del menor mientras Minos lo observaba con atención.

— ¿Es cierto que donde compran pan hay un estante grande con bastantes piezas?

— ¡Claro! Es un sitio grande con un aroma maravilloso. Un día te llevaré por pan.

Minos observó con sorpresa lo que Chris le dijo, pero cambió rápidamente su expresión por una sonrisa. La idea de salir lo entusiasmaba y si podía hacerlo acompañado de alguien que no le exija todo el tiempo una buena postura, sería mejor.

— Me encantaría.

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