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Bitácora Chris. Regla #3
"Estás destinado a coincidir mínimo con una persona de una vida pasada, máximo dos. Si son tres o más de una misma vida significa que hay un patrón destinado a repetirse"
- Siento haber causado problemas.
- ¿Hablas del comentario innecesario de Lucas? -preguntó Minos. Christopher asintió-. No deberías disculparte, yo siento que él sea un tonto.
La reunión de los herederos había terminado y cada uno partió por su lado en espera de entretenerse mirando los alrededores a sugerencia de la princesa de Orsini, al menos hasta que empezara el banquete. Ambos chicos ahora caminaban por el pasillo en el jardín de la reina, era hermoso y digno de admirarse el cuidado que le tenía, las rosas rojas brillaban con intensidad y el aroma que desprendían podía refrescar inmediatamente a cualquiera que tuviera el gusto de oler, los colores eran tan vivos que incluso el blanco de las estatuas se sentía brillante a la vista.
- Pese a eso, me siento mal aún, fue un descuido. No ocurrirá nuevamente.
- Chris, no importa si haces cosas que no le agraden incluso a mi padre, mientras yo esté para defenderte no tendrás que besar los pies de nadie, ninguna persona, ni el rey Lleyxà ni el principe de Browning tienen que tratarte como menos, eres mucho más humano que ellos.
- Pero tuviste razón en una cosa, soy un asesino...
- Y aún así eres mejor que muchos que no lo son.
Murmuró Minos acercándose a oler una de las rosas, el rubio mantenía una sonrisa tan amplia que sus mejillas empezaban a doler pero no importaba, la felicidad que le brindaba el menor lo llenaba por completo.
- ¿Te gustan las rosas?
- Me gusta la vida.
- Eso no fue una respuesta, Minos.
- Fue más respuesta de la que puedes entender, Chris -el más joven rió mientras echaba a reír por el semblante de confusión del rubio, lo cual le daba la razón-. Una rosa es pequeña pero fuerte, soporta lluvias, vientos, el calor, pero si un humano decide cortarla no puede hacer nada al respecto. Me siento como una rosa a veces, siempre fuerte pero pierdo el control contra la mano que desprende mi paciencia de la tierra.
- Eres el príncipe más terco que conozco, ¿Qué mano podría arrancarte? -preguntó Chris posando su mano en el hombro del príncipe, quien giró a verlo con un semblante de seriedad que luego pasó a ser una sonrisa.
- Si alguien te afecta, esa es mi mano. No soporto que hieran a la persona que amo.
La sorpresa que se reflejaba en el rostro del mayor podría haber sido digna de grabarse de alguna forma, lástima que en ese momento solo las pinturas eran un lujo de los ricos. El príncipe tomó las manos de Chris entre las suyas y se acercó para besar con suavidad ambos dorsos, tenía la necesidad de expresar su amor en todo momento y desde el inicio de ese día no había podido hacerlo.
- Me enseñas tanto de la vida que no sé cómo pagarte -mencionó el rubio.
- No lo hagas, con algo de suerte nos encontramos en otra y tú me enseñas aún más.
- Minos, sabes que eso sería imposible, yo no podría saber más que tú ni en un millón de vidas.
- Es cierto, tu memoria es mala para lo que no son cosas de guardia, te olvidarías incluso de buscarme y me perdería por cualquier lugar.
Ambos chicos se echaron a reír por lo dicho, pero en cierta forma Minos deseaba que si existía otra vida después de la muerte pudiera conocer otra vez a Christopher, puesto que su vida era muy difícil para llevarla él sólo. Debía reconocer siempre pa determinación del mayor para hacer las cosas, Chris era fuerte, necesitaba siempre de su presencia para sentir que todo estaba en paz y Chris necesitaba a Minos para poder amar, no había uno sin el otro y por eso deseaban estar juntos pero había un problema, no sabían si había vida después de la muerte y tampoco si era opcional el encontrarse, pero confiaban en lo más positivo.
- Mira, había olvidado dártelo.
Mencionó Minos extendiendo su mano, dándole a entender a Chris que debía darle la suya por lo que el mayor obedeció posando su palma sobre la impropia. Minos sacó de un bolsillo en su pantalón un anillo que colocó en el dedo anular del rubio con una pequeña piedra azul en medio, antes de que pudiera preguntar cualquier cosa, el príncipe habló nuevamente.
- Es un zafiro.
- Mierda.
- ¡Christopher Lowell! No seas grosero -le reprendió el menor mientras dejaba un pequeño y suave golpe, casi roce en el dorso de su mano-. ¿Qué es eso?
- Lo siento, estoy sorprendido, es demasiado... ¿No lo crees? ¿Y si lo pierdo? No me lo perdonaría.
- Yo tampoco te lo perdonaría pero te lo he dado yo, confío en que lo cuidarás con tu vida.
Touché.
- Pero yo no tengo nada para darte.
- No te doy un regalo esperando que me respondas igual, Chris, te lo doy porque cuando lo vi pensé en ti. Si me das un regalo para igualar la situación me sentiría mal, debe ser cuando te nazca.
Chris se acercó a tomar el rostro de Minos entre sus manos, acarició las mejillas con sus pulgares mientras el menor se mantenía mirándolo fijamente a los ojos.
- ¿Cómo es que las personas pueden creerte malo cuando eres la persona más dulce que existe?
Preguntó el rubio antes de inclinarse a dejar un beso en los labios del chico, uno corto y rápido pues no podían arriesgarse pero fue suficiente para sentir todo ese amor que no podían transmitir con palabras.
Su vida era tan tranquila y llena de amor que incluso podría ser comparada a un paraíso, era como si tuvieran su propio mundo y amaban cuando se sentían en él. Sí, Chris era un asesino; sí, Minos era un desobediente, pero se sentía tan bien estando juntos. Lo que otros veían como imperfecto, estando juntos se volví un hermoso complemento. Minos amaba a Chris y éste a su vez correspondía a todo su amor, su único sueño era poder huir hacia una vida juntos sin restricciones pero alguien no se los permitió, y ese alguien estuvo presente en el banquete de esa noche.
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