dos: Fika
F i k a
fee-KA • sueco.
(n.) Un momento para reducir la velocidad y apreciar las cosas buenas de la vida.
El pecho de Yoongi vibró con esa tan familiar emoción apenas puso un pie dentro de la empresa donde trabajaba. El olor a café recién preparado combinado con especias inundó sus fosas nasales, desplazándose por todo su cuerpo haciéndolo sentir como si pudiera tocar el cielo con las manos.
A cada persona que se cruzaba en su camino la saludaba con un cordial asentimiento de cabeza y una media sonrisa que, a pesar de no llegar a sus ojos, era sincera. Tomó el ascensor y subió hasta el piso cinco donde un largo pasillo iluminado lo recibió. Caminó derecho y se detuvo en la penúltima puerta donde las iniciales JJK estaban talladas en un bonito letrero de madera barnizada. Presionó la clave numérica y la puerta se abrió acompañada de un simpático sonido.
Cuando ingresó, se encontró de inmediato con uno de sus amigos y compañero de trabajo quien lo recibió con una brillante sonrisa. El chico no dudó en colocarse de pie para ir a recibirlo.
—¡Yoongi-hyung, qué agradable sorpresa! —exclamó, abrazándolo con cariño— ¿A qué debo tu honorable visita?
Yoongi se quitó el abrigo y lo dobló cuidadosamente antes de dejarlo sobre una se las sillas.
—Estaba aburrido y quise venir a verte. ¿En qué estás trabajando? —tomó la misma silla donde había colgado su abrigo y la arrastró, tomando asiento al lado de Jungkook.
—Uno de los grupos lanzará un nuevo disco en ocho semanas y estoy a cargo de la promoción y el lanzamiento —explicó, acomodándose nuevamente en la silla. Movió su cuello escuchando el crujir de sus huesos y suspiró—. El jefe quiere que realicemos una fiesta promocional y tengo que redactar invitaciones, hablar con representantes y contratar banquetería. Creo que voy a volverme loco, hyung...
—¿Necesitas un poco de ayuda?
—¿De verdad? —la inseguridad era latente en el tono de voz de Jungkook— No me gustaría molestar...
—Para nada.
Jeon Jungkook encendió otra computadora y se encargó de traspasar todo el material para que Yoongi pudiera verlo. Él sabía a ciencia cierta que Yoongi muchas veces se sentía inútil por no poder hacer las mismas cosas que antes y que él estuviera ahí ese día, le daba a entender al chico que ese era un buen día donde había decidido salir de su escondite, por lo menos un par de horas.
Era indescriptible lo que Yoongi sentía cada vez que hacía lo que más amaba. Todo parecía desaparecer a su alrededor, como si una burbuja lo envolviera manteniéndolo enfocado en su propio mundo, un lugar seguro donde solo era él y la música. Había estado tan absorto en su propia miseria, odiando el Parkinson que no se detuvo a pensar en buscar otra solución. Sabía que esa enfermedad lo acompañaría por el resto de su vida y se había enfrascado en eso, sin prestarle atención a las posibilidades de ejercer su carrera de una manera diferente.
En medio del trabajo, Jungkook le enseñó una que otra canción, pidiéndole la opinión y Min Yoongi le dio algunos comentarios que el contrario no dudó en anotar. Eligieron juntos las fotos promocionales y mientras Jungkook hacía un par de llamadas, Yoongi redactó la que sería la invitación para el evento.
A las dos de la tarde, la alarma en el teléfono de Yoongi sonó, recordándole que era hora de tomarse las medicinas.
—¿Tienes una botella de agua? —le preguntó, hurgueteando en el bolsillo de su abrigo donde había llevado el pastillero.
Jungkook sacó una botella individual del minibar que tenía en el estudio y la abrió antes de entregársela.
—¿Qué tal han ido las terapias? —quiso saber. Apoyó su peso en la orilla del escritorio y se cruzó de brazos, observando a su amigo.
Yoongi lanzó dentro de su boca tres pastillas y las tragó antes de tomarse las dos que faltaban. Al terminar de beberse el agua, lanzó la botella vacía al basurero.
—Bien, supongo.
—¿Todavía las hace ese lindo terapeuta? —cuestionó, recordando aquella vez que acompañó a Yoongi al hospital y vio al fisioterapeuta a cargo del caso de su amigo. No se avergonzó al reconocer en voz alta lo atractivo que le parecía.
—¿Hoseok-ssi? Sí, ¿por qué?
—Es un chico encantador, ¿verdad? —Yoongi se encogió de hombros en respuesta, su mirada había vuelto a la pantalla del ordenador. Jungkook apoyó las manos en el escritorio, estirando su espalda. Sus músculos dolían por estar sentado tantas horas en la misma posición— ¿Sabes si está saliendo con alguien?
Yoongi rio.
—No lo sé, Jay. Él no suele hablar sobre su vida privada, no somos amigos —le recordó—. Además, no sé por qué estás tan interesado, ni siquiera eres gay.
Jeon Jungkook soltó una carcajada.
—No lo decía por mí, ¿está bien?
—Oh, no, gracias. Estoy disfrutando de mi soltería.
El chico de cabello negro se colocó de pie y tomó su abrigo para colocárselo. Jungkook copió su acción y ambos salieron del estudio rumbo al casino para poder almorzar. Cuando estuvieron dentro del ascensor, Jungkook siguió con sus comentarios.
—Pero no puedes negar que es atractivo.
—¿Quién? —Yoongi fingió desinterés. Sacó su teléfono del bolsillo y revisó la bandeja de entrada de su mail.
—Ya sabes de quién estoy hablando, hyung —reprochó Jungkook— ¿Por qué siempre quieres que te repita las cosas?
—Es que no le encuentro lógica a esta conversación, Jay. ¿Dónde quieres llegar?
Jungkook rodó los ojos. Había olvidado lo tonto que era su hyung para captar indirectas. ¿Cómo es que alguien tan talentoso e inteligente como él era realmente un cero a la izquierda con las insinuaciones? No sabia captar indirectas o si lo hacía prefería fingir demencia.
—A que lo invites a salir, tontorrón. —farfulló entre dientes. Cuando las puertas del ascensor se abrieron ambos salieron y reanudaron su camino— ¿Es tan difícil de entender?
—Ah, Jungkook —Yoongi suspiró—. No estoy buscando novio, no ahora.
Jeon sostuvo la puerta y lo observó con una ceja alzada.
—Yo no dije nada sobre ser novio de tu bonito terapeuta, hyung. Sólo estaba diciéndote que podías invitarlo a salir en plan de amigos. ¿Has pensado en ser novio de él?
Yoongi decidió ignorar la pregunta e ingresó al comedor. Cada cierto tiempo, Jungkook insistía con que ya era hora de salir de ese caparazón y rehacer su vida porque según él, no podía estar llorándole a su exnovio por más tiempo. La verdad es que, a pesar de recordarlo con mucho cariño, hacía tiempo que Yoongi había dejado de llorar por Jimin.
—Mira, si te sirve de incentivo, con él podrás ahorrarte todas las explicaciones de lo que sucede —indicó Jungkook, tomando una bandeja. Le entregó una al mayor y siguió caminando junto a él—. Sólo no quiero que vayas solo a mi fiesta de compromiso.
El cuerpo de Yoongi se detuvo en medio del comedor y lo observó con el semblante pálido y los ojos bien abiertos.
—¿Hablas en serio? ¿Te vas a casar?
Jungkook sonrió extensamente, sus ojos brillando con adoración cuando recordó el momento en que le dijo a su novia que quería pasar el resto de su vida junto a ella.
—No puedo creerlo..., ¿por qué no me habías contado?
Jay se encogió de hombros. Sabía perfectamente que Yoongi no había estado en condiciones para escucharlo hablar sobre eso, sin embargo, para no hacerlo sentir culpable prefirió omitir aquella información y simplemente respondió:
—No lo consideraba importante.
—No seas idiota, ¡por supuesto que lo es! —abrazó a su amigo con fuerza, escuchando la risa del chico contra su oído. En ese momento, Yoongi sonrió como hacía tiempo no sonreía. Una sonrisa sincera y llena de felicidad estiraba sus labios, enseñando aquellas bonitas encías rosadas que lo hacía lucir más joven— Dios, estoy tan feliz por ti, Jay, de verdad...
—Muchas gracias, Yoongi hyung. Estoy muy emocionado por dar ese gran paso y aunque estoy asustado, estoy completamente seguro de que quiero estar con ella el resto de mi vida. Sé que es difícil para ti todo lo que tenga que ver con reuniones sociales, pero realmente quiero que vengas. Es un día especial y me gustaría que tú también fueras partícipe de eso.
Yoongi asintió, sabiendo que no podía negarse. Mientras almorzaban, Jungkook le contó cómo había sucedido todo, las largas horas que caminó por las joyerías buscando el anillo indicado, el estrés causado tener que organizar una cena tan importante como esa, más todo el trabajo en la empresa. Pero todo aquel sacrificio había valido la pena cuando Jungkook observó el rostro sonriente de su adorada novia, su pequeña mano estirándose para que él colocara el anillo en su dedo anular.
Ver el rostro sonriente de Jungkook lo llenó de felicidad y anotó en su libreta mental, insinuarle a su terapeuta si, tal vez, quería acompañarlo a una fiesta la siguiente semana.
Tres días después, Min Yoongi golpeó la puerta en la cual colgaba el letrero de color gris con el nombre de su psicólogo. Cuando escuchó la voz desde el interior autorizando su entrada, giró la manilla e ingresó, una sonrisa de labios apretados curvó sus labios.
—Yoongi, qué sorpresa, pensé que no vendrías —saludó el hombre sentado detrás del escritorio—. Pasa, por favor, ¿cómo estás?
El azabache asintió, cerrando la puerta detrás de su espalda.
—Bien. Lamento el retraso.
—No te preocupes. Toma asiento, estaré contigo en un minuto.
Así lo hizo. Yoongi se dirigió al centro del pequeño salón y tomó asiento en un cómodo sofá de color marrón, sintiendo cómo los cojines abultados cedían ante su peso. Se movió un par de veces sin mayor éxito hasta que finalmente consiguió acomodarse y mientras esperaba a Namjoon, se dedicó a observar a su alrededor como siempre lo hacía. Se percató que Kim Namjoon había movido de lugar algunos cuadros y que había cambiado la estantería por una más grande. Bajo sus pies descansaba una mullida alfombra shaggy del mismo color de los sofás y sobre ella descansaba una pequeña mesa de vidrio redonda adornada por unas figuras de buda.
—Son un regalo de mi hermana —comentó el profesional, indicando las figuras—. Insistió en que las colocara aquí, así que, no tuve más opción. ¿Te gustan?
—Ah, sí...
Namjoon soltó una corta risa.
—No hace falta que me mientas.
Aquel comentario hizo sonreír a Min Yoongi. La primera sonrisa sincera del día.
—En realidad, las detesto.
—Lo anotaré y en la próxima sesión no estarán a la vista, ¿está bien? —propuso y aunque Yoongi quería negarse, terminó asintiendo—. Me alegro mucho volverte a ver, Yoongi. De verdad, me sorprendió volver a ver tu nombre en mi lista de pacientes.
Una expresión de genuina sorpresa asaltó el rostro de Yoongi.
—Pensé que Hoseok-ssi ya había hablado con usted para decirle que retomaría las sesiones...
—Para nada, no he intercambiado más de dos palabras con Hoseok... ¿no me digas que ha vuelto a revisar mis archivos? —Namjoon chasqueó la lengua, siempre era lo mismo con Hoseok— Y ya te he dicho, no hace falta tanta formalidad cuando estemos aquí. Además, me haces sentir viejo y solo nos llevamos por... ¿dos, tres años?
—Lo sé, lo siento —el contrario asintió, tomando una larga respiración.
—Muy bien, entonces cuéntame, ¿cómo han sido estos dos meses sin vernos?
Cuando Yoongi comentó que había vuelto al trabajo en algunas ocasiones, su rostro se iluminó por completo. Le contó en lo que había estado ayudando a Jungkook, lo feliz que estaba por el matrimonio de su amigo y de las increíbles ganas que tenía de ir a su fiesta de compromiso aun si ahí se encontraba con su exnovio puesto que compartían el mismo grupo de amigos. Namjoon le preguntó por eso y sonrió gustoso al escuchar que Yoongi se refería a Jimin con tanto afecto aun cuando habían pasado un par de años desde que terminaron. Independiente de todo lo que había sucedido al finalizar su relación, Jimin poseía un lugar en su corazón que lo recordaba con anhelo de lo que un día fue y no pudo ser.
La hora de sesión pasó más rápido de lo que ambos se pudieron dar cuenta y sólo dejaron de hablar cuando dos golpes se escucharon desde la puerta, interrumpiendo su conversación.
—Adelante.
La puerta fue abierta y Yoongi se encontró de inmediato con Hoseok. A diferencia de los días anteriores, el cuerpo del terapeuta no iba cubierto con la típica bata blanca, sino que ahora utilizaba aquel uniforme clínico de color azul petróleo el cual hacía que su tono de piel se viera mucho más linda. Recordó entonces que la primera vez que lo vio vistiendo aquel uniforme fue en su primera sesión, cuando Jungkook lo acompañó.
—¿Sucede algo, Hoseok? —Kim Namjoon preguntó, cerrando su libreta y dejándola sobre la mesa.
—Buenas tardes, Yoongi —lo saludó y obtuvo un suave movimiento de cabeza en respuesta—. Sí, estaba un poco preocupado porque Yoongi no llegaba, llevamos veinte minutos de retraso.
Ante aquella información, el psicólogo revisó su reloj de muñeca y alzó las cejas, asombrado.
—Vaya, tienes razón, ni siquiera me había dado cuenta —se colocó de pie y se acercó a su escritorio, golpeando suavemente el mouse para que la pantalla se iluminara—. ¿Te anoto para la siguiente sesión, Yoongi?
El aludido asintió, colocándose de pie.
—¿Misma hora? —Yoongi volvió a asentir— Perfecto, jueves veintitrés a las dos. Nos vemos en tres semanas, Yoongi.
Min Yoongi le agradeció y salió del despacho siendo seguido segundos después por Hoseok. Ambos sabían el camino así que no hacían falta indicaciones.
—Me alegra mucho que hayas decidido retomar las sesiones con Namjoon.
Le regaló una sonrisa tan bonita que Yoongi terminó sonriendo también. Hoseok abrió la puerta para que Yoongi ingresara primero y así lo hizo, siendo seguido por el profesional. El azabache se quitó el abrigo y lo colgó en uno de los ganchos que estaban pegados detrás de la puerta. Cuando giró y encontró las cosas sobre la mesa, soltó un quejido en voz alta que hizo reír a Hoseok.
—Lo siento, sé que esto te aburre, pero puedes verlo como un pequeño castigo —Hoseok arrastró la silla invitando al otro chico a tomar asiento—. Teniendo en cuenta que nos quedan cuarenta minutos de nuestra sesión, eso es lo mejor. Rápido y fácil.
—Está bien —farfulló el pelinegro, soltando un bufido.
La cosa era sencilla: frente a él, sobre la mesa, había cinco pequeños tubos de distintos colores. A su lado, un montón de palitos pintados de colores y distintas figuras geométricas exactamente iguales. Lo que Yoongi debía hacer era agrupar todo con su respectivo color y eso era tan, tan aburrido.
Sin embargo, y para su sorpresa, Hoseok se sentó frente a él al otro lado de la mesa.
—¿Te has sentido bien? —le preguntó, siguiendo los movimientos que Yoongi hacía. Pudo notar que ese día sus manos apenas temblaban, pero la piel de ellas estaba un tanto enrojecida.
—Sí, un poco mejor —respondió Yoongi, arrojando cuatro palos azules dentro del tubo correspondiente—. ¿Qué hay de ti, Hoseok-ssi?
—Bien, con mucho trabajo y poco tiempo libre —confesó, afirmando el mentón en la palma de su mano—. ¿Has podido trabajar?
—Un poco, sí —Yoongi estaba bastante concentrado en su tarea y aunque no era de su agrado, quería hacerlo bien—. El otro día fui a la empresa y estuve ayudando a un amigo.
—¿De verdad? ¿Qué fue lo que hiciste? Cuéntame.
Yoongi estaba tan concentrado que ni siquiera se percató que la mirada de Hoseok estaba fija en él.
—Un grupo de chicas lanzará su nuevo álbum en ocho semanas —contó, empezando a ordenar las figuras rojas esta vez— y como harán una fiesta promocional, redacté algunas invitaciones y edité un par de mezclas.
—Eso se oye interesante. ¿De qué grupo estás hablando?
Min Yoongi esbozó una sonrisa y alzó la mirada, encontrándose con los ojos curiosos de Hoseok sobre él.
—Esa es información confidencial.
Siguieron conversando mientras Yoongi organizaba todo y cuando terminó, soltó un suspiro de alivio. No le gustaba para nada hacer eso, sin embargo, Hoseok le había dicho que eso le ayudaba muchísimo en su motricidad fina y él le creía.
De pronto, Yoongi recordó lo que Jungkook le había pedido.
—¿Hoseok-ssi?
El aludido quien había estado ordenando un par de cosas en la estantería tarareó en respuesta indicándole así que lo estaba escuchando.
—Uh..., ¿qué harás la próxima semana?
—Depende de qué día estamos hablando —Hoseok cerró las puertas del estante y se giró para encararlo—, ¿por qué lo preguntas?
—Es que, bueno, yo... —Dios, ¿por qué de pronto sentía demasiado calor? Además, ¿era normal que su corazón hubiera empezado a latir tan rápido? Iba a matar a Jungkook— estaba pensando si tú, ya sabes...
El terapeuta rio —¿Qué es lo que sé, Yoongi?
—Uno de mis amigos hará su fiesta de compromiso y quería saber si querías ir conmigo, eso, ya lo dije, ¿está bien? —Yoongi habló tan rápido que cuando terminó, tomó una larga respiración la cual se convirtió en un suspiro.
—¿Qué día es?
—El próximo viernes, a las seis. Pero, si no puedes, está bien, no te veas en la obligación de ir conmigo porque... ¿qué dijiste?
Jung Hoseok rio. Le parecía adorable el hecho de que Yoongi se pusiera nervioso por aquello.
—Dije que sí. Pero, mi turno aquí termina a las seis, ¿no te molesta si llegamos un poco retrasados?
—Por supuesto que no —Yoongi sonrió—. Claro que no, cualquier hora es perfecta.
Quiso golpearse después de decir aquello. ¿Qué rayos le pasaba? Ni siquiera entendía por qué estaba tan nervioso.
Definitivamente, iba a matar a Jungkook.
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