cinco: Hygge
H Y G G E
Hu-ga • danés
(n.) momentos de la vida rebosantes de felicidad, comodidad, seres queridos, cosas favoritas, lugares hermosos; saboreando el momento presente; la buena vida.
Min Yoongi respiró profundo y apretó la mandíbula intentando acallar los gritos de frustración que querían salir disparados de su boca. Aquella mañana se había levantado y se dio cuenta que sus manos temblaban muy levemente, sin embargo, con el transcurso del día el temblor había ido en ascenso y a esa hora de la tarde, el movimiento era tan molesto y brusco que una tarea tan sencilla como abrir los frascos de medicamentos le resultaba una tarea difícil.
Podía sentir la mirada de su hermano menor sobre él y por el rabillo del ojo, casi podía ver la lástima reflejada en los ojos oscuros de Taehyung.
—Hyung, por favor... —murmuró, dando un paso al frente. A través del espejo pegado en la pared sobre el lavamanos pudo ver el rostro de Yoongi, ojos brillantes de impotencia y mandíbula apretada por culpa de la frustración— hyung...
—Déjame solo.
Por supuesto, Taehyung no le hizo caso.
Se acercó con cautela y cuando llegó al lado de su hermano mayor, posó una de sus manos sobre las del chico, deteniendo brevemente el temblor de sus extremidades, así como también el molesto sonido que emitían las píldoras dentro del pequeño recipiente de plástico, el cual, quiso quitárselo para poder facilitarle la tarea, consiguiendo que el mayor lo empujara por el pecho, el pequeño envase cayera y los comprimidos se esparcieran por el suelo.
—¡Te dije que me dejaras solo! —gritó Yoongi, cayendo sobre sus rodillas. Con dificultad, empezó a meter pastilla por pastilla de vuelta al frasco, su pecho siendo apretado por un nudo tan doloroso que le oprimía el corazón.
—Lo si-siento mucho, hyung... —Taehyung se agachó también ayudándolo a guardar las cápsulas— sólo quería ayudarte.
Yoongi lo miró, sus ojos les habían dado el permiso a las lágrimas a caer libremente por sus mejillas. El dolor que se reflejaba en los ojos enrojecidos del pelinegro lo dejó sin aire.
—¿Es que no entiendes que no necesito tu ayuda? —escupió con rabia. No quería desquitarse con su hermano menor, no obstante, se sentía tan enojado que necesitaba sacar esa rabia de alguna manera— ¿Podrías dejar de hacerme sentir como un maldito inútil una vez en tu vida?
Taehyung lo observó con los ojos bien abiertos, asombrado y espantado por lo que su hermano estaba diciendo.
—¿Qué? Por supuesto que no eres inútil, hyung...
—Bueno, es así como me haces sentir. Siempre estás haciendo las cosas más fáciles para mí y me haces sentir tan miserable, Taehyung.
—Hyung...
—Estas son cosas que debo hacer por mí mismo —prosiguió, dejando descansar su peso sobre sus piernas— y si tengo que estar todo el maldito día tratando de abrir el pastillero lo haré porque no siempre estarás a mi lado para rescatarme. No quiero ser una carga.
El menor se horrorizó. De un movimiento rápido se acercó a su mayor y acunó el rostro de su hermano entre la palma de sus manos, conectando sus miradas. Le dolía en lo más profundo de su alma que él se viera a sí mismo como una carga, siendo consciente que poco a poco, el Parkinson iba a degenerar por completo su sistema nervioso.
—No lo eres, ¿me entiendes? —la voz de Taehyung se escuchaba estrangulada por culpa del llanto contenido igual que la de su hermano— Jamás serás una carga para mí, hyung. Eres la persona más fuerte y valiente que conozco, eres mi ejemplo a seguir y te juro por Dios que estoy sumamente orgulloso de ti. Por favor, no vuelvas a decir que eres una carga para mí porque eso me hace mucho daño.
Escuchar aquellas palabras hicieron que el llanto de Yoongi fuera aun más intenso. Todo lo que había guardado durante años era liberado por completo, las duras murallas que él mismo se había encargado de construir a su alrededor comenzaron a caer poco a poco, frente a Taehyung.
Yoongi se desmoronó entre los brazos del menor y él no dudó en tomar cada una de las piezas del mayor y abrazarlas con mucho amor y comprensión. Por supuesto, para su familia no había sido fácil el tema de la enfermedad de Yoongi, sin embargo, habían decidido mantenerse unidos ante aquella adversidad. El proceso de aceptación y adaptación había sido duro para Taehyung de igual manera porque era tan unido a Yoongi que sentía el dolor ajeno como propio.
Pero le había prometido a su hermano mayor, en silencio, que jamás lo dejaría y que estaría ahí para sostenerlo siempre cuando lo necesitara.
El silencio que los envolvía en el cuarto de baño era roto por los sollozos de Yoongi y Taehyung se mantenía aferrado a él, sobándole la espalda con un amor infinito, consolándolo de la misma manera en que Yoongi lo hizo tantas veces cuando él era pequeño.
Cuando el llanto hubo cesado, Taehyung se apartó para sacar el paquete de pañuelos desechables que su hermano guardaba en el botiquín. Sacó unos cuantos y con cuidado, limpió el rostro de Yoongi. Y cuando el mayor limpiaba su nariz, se colocó de pie para sacar las tres pastillas de sus respectivos recipientes, llenó el vaso con agua y se los tendió.
—Ten, no desordenes tu horario de medicinas, hyung.
—Gracias, Tae —Min Yoongi le regaló una media sonrisa. Su rostro estaba hinchado por culpa del llanto. Lanzó las tres pastillas dentro de su boca y se las tragó, bebiendo todo el contenido del vaso.
Seguido de eso, el pelinegro se colocó de pie y con ayuda de su hermano, regresó a su dormitorio, sintiendo cómo sus músculos se contraían por aquella simple acción.
—Beberé una taza de té verde, ¿quieres acompañarme?
Una vez que Yoongi estuvo recostado en la cama, asintió.
—Sí, me encantaría. Gracias, por todo.
Taehyung esbozó una sonrisa.
—No te preocupes. Descansa un rato, hyung. Volveré en un momento.
El azabache observó al menor hasta que desapareció por completo y cerró los ojos, dos pequeñas lágrimas escaparon de las esquinas de sus ojos y recorrieron su rostro hasta perderse en la tela de su suéter de cuello alto. El sentimiento de culpabilidad se instaló en su pecho, haciendo que el nudo empezara a aparecer por segunda vez. ¿Cuántas veces tendría que repetirse que nadie era culpable de lo que estaba sucediendo con él? Si seguía actuando de esa manera, terminaría quedándose solo.
Estaba cansado de sentirse de esa manera. Los buenos momentos donde se sentía pleno y feliz eran tan pocos que se opacaban rápidamente por aquellas crisis nerviosas que padecía. Trataba de aferrarse a la calma de la que muchas veces Namjoon le hablaba con uñas y dientes, intentaba ser paciente y considerado consigo mismo como le había dicho Hoseok incontables veces, trataba de aceptar su enfermedad y comprenderla como había dicho Seokjin, pero no podía; el fantasma de su yo pasado se reusaba a abandonarlo, sin permitirle adaptarse a su nueva realidad.
Y es que ese era el problema. Una parte muy pequeña de su cerebro, le hacía creer que su solicitud para realizar la cirugía sería aceptada y le mantenía viva aquella ilusión de mejora, haciendo que no aceptara de una vez lo que estaba ocurriendo.
El chico de cabello negro se limpió los ojos cuando escuchó los pasos de su hermano acercarse una vez más a la habitación. Segundos después, Taehyung apareció en la puerta cargando una bandeja redonda con dos tazas de te verde humeante y un pequeño plato de las galletas que su madre había horneado para ellos aquella mañana. La dejó sobre la cama y acomodó las almohadas atrás de la espalda de su mayor para que él estuviera más cómodo y le entregó una taza, aquel odioso popote se deslizaba suavemente contra la cerámica.
Taehyung dejó la bandeja sobre el velador antes de rodear la cama sosteniendo el plato y su propia taza y sentarse frente a su hermano, dejando las galletas al alcance de ambos.
—Mamá horneó tus galletas favoritas —le comentó Tae. Tomó una de ellas y se la entregó a su hermano quien no dudó en dar un mordisco, sintiendo el leve sabor de la ciruela extenderse en su paladar. Realmente le gustaban esas galletas—. ¿Están buenas?
—Están deliciosas.
El menor tomó una galleta y le dio un mordisco, un sonido placentero fue producido por su garganta al sentir el sabor extenderse por sus papilas gustativas.
—Ah, estoy un poco celoso —exclamó, mordisqueando la galleta—. Mamá siempre hornea estas deliciosas galletas para hyung.
El pianista soltó una suave risa, sintiendo como la paz que irradiaba la mirada de su hermano disolvía lentamente el nudo en su pecho. Taehyung siempre lograba hacerlo sentir aceptado y amado.
—Ah, no seas peleador, Tae. Mamá siempre prepara cosas deliciosas para ti.
—Sí, pero a ella parece que se le olvida que estas galletas también son mis favoritas y sólo las prepara para enviártelas a ti.
Min Yoongi tomó un trago de su té y cuando terminó de comerse la galleta, rodeó la taza con ambas manos.
—Puedes llevarte algunas si quieres, yo no le diré nada.
—Uh-oh —negó el menor, cruzando sus piernas— si ella se da cuenta que me he llevado algunas galletas va a matarme. Antes de salir de casa me dijo: se las das a tu hermano y te aseguras que coma algunas antes de regresar a casa.
Yoongi rio ante la mala imitación de su hermano. El silencio los rodeó por un par de segundos hasta que el azabache habló nuevamente.
—Lo siento mucho por lo de hace un rato, Tae. No era mi intención hacerte sentir mal.
—Está bien, no te preocupes, hyung.
—No está bien —Yoongi dejó la taza sobre la bandeja que seguía sobre el velador y se sentó correctamente sobre la cama—. Es injusto que esté desquitándome contigo.
—Estás sufriendo y eso es comprensible, hyung. Estás lleno de frustración y es comprensible que explotes a veces.
Yoongi curvó la esquina de su labio en una mueca.
—No intentes justificar mi actuar, Tae. Estoy enfermo, pero me doy cuenta de todas las cosas y mi forma de actuar de hace un rato no me enorgullece. Por favor, acepta mis disculpas.
—Por supuesto, hyung. Las acepto con la condición de que no vuelvas a sentir que eres una carga. ¿está bien? —le pidió, siendo realmente honesto con él— También me duele todo lo que está sucediendo porque es algo tan injusto y cada vez que atraviesas una crisis me siento tan impotente por no poder hacer algo por ti para disminuir el dolor que... ayudarte es lo único que puedo hacer por ti.
—Lo sé.
—Jamás pensaré que eres una carga, Yoongi-hyung. Es más, me hace muy feliz saber que piensas en mí cuando necesitas ayuda. Me gusta sentirme útil.
—Por supuesto que lo eres, Taetae —el aludido sonrió en respuesta cuando Yoongi lo llamó de esa manera. Cuando eran menores, siempre lo llamaba así—. El problema es que yo todavía no logro aceptar que estoy enfermo.
—Es una enfermedad muy dolorosa y cruel —murmuró Taehyung, asintiendo— y tal vez nunca logres acostumbrarte del todo, pero has ido adaptándote de a poco. Es normal frustrarse con ciertas situaciones, pero no te culpes por algo que está fuera de tus manos. Lograrás salir adelante, hyung, siempre lo haces.
Yoongi sonrió, sus ojos brillantes de emoción. Realmente amaba a su hermano.
—Gracias, Taetae. Por todo lo que haces.
Taehyung sonrió extensamente, sintiéndose realmente emocionado por estar compartiendo aquel momento simple, pero íntimo junto a su hermano.
Yoongi respiró profundo cuando salió de su departamento, llenando sus pulmones de aire y emprendió su camino por las calles un poco húmedas producto del derretimiento de la última capa de nieve que quedaba en el suelo. La primavera había comenzado hace un par de semanas y la temperatura durante el día era agradable para salir a dar un paseo a esa hora de la tarde. Los árboles de cerezo comenzaban a llenarse de pequeños brotes y algunas flores empezaban a abrir sus pétalos con suavidad, haciendo que varias personas quisieran guardar aquella magnifica imagen en una fotografía.
Ese día, había estado de buen humor. Tenía pensado trabajar un poco después de comer, pero no quería desaprovechar la oportunidad de dar un paseo. ¿Cómo podría perderse aquel bello espectáculo? La tranquilidad que sentía luego de una caminata era indescriptible y más aun si podía apreciar el comienzo de su estación favorita.
Pasó por una cafetería y compró su bebida favorita: un descafeinado helado. Bien, quizás no era su favorita, sin embargo, el sabor se asemejaba bastante.
Caminó bajo los árboles de cerezo en el parque y no se resistió en tomar una fotografía para poder enviársela a su hermano, diciéndole que la próxima vez que viniera a visitarlo, tendrían que ir juntos al parque Yeouido. Se sentó en uno de los asientos de madera para beber su descafeinado con tranquilidad, escuchando las risas y las conversaciones ininteligibles de las personas a su alrededor. Qué afortunado se sentía en ese momento.
Su pequeña burbuja explotó cuando el sonido de su teléfono llegó hasta sus oídos. Sacó el aparato del bolsillo de su abrigo y sintió una extrañeza abrumadora asaltarle el pecho cuando vio quién lo llamaba: Hoseok.
Se aclaró la garganta y deslizó el dedo por la pantalla antes de llevarse el móvil a la oreja.
—Hola.
—¿Estoy viendo bien? —fue el extraño saludo de Hoseok.
—¿Disculpa? ¿No te has equivocado de número, Hoseok?
—Estoy hablando con Yoongi, ¿verdad? —cuestionó y el azabache emitió un sonido afirmativo— Mira hacia tu izquierda.
Yoongi obedeció. Al inicio le costó encontrarlo, pero finalmente vio a Hoseok a unos metros de distancia, parado entre las personas que fotografiaban los árboles de cerezo. El castaño lo saludó a la distancia, todavía sosteniendo el teléfono contra la oreja.
—¿Y qué haces llamándome por teléfono? —Yoongi rio.
—Quise asegurarme que eras tú —le contó Hoseok mientras se acercaba— Ya me ha pasado que me he confundido de personas en la calle y no estaba dispuesto a avergonzarme una vez más.
Yoongi alzó la mirada cuando Hoseok se detuvo frente a él y le obsequió una sonrisa. Los rayos del sol que se filtraban entre las ramas de los árboles hacían que la mitad de su rostro quedara al descubierto, algunas hebras más claras resaltaban en su cabello castaño. Verlo fuera del hospital, vistiendo ropa casual era algo distinto, se sentía distinto.
—Es bueno verte, Yoongi. —Hoseok lo saludó, cortando la llamada. El azabache copió su acción y guardó el teléfono de vuelta en el bolsillo de su abrigo— ¿Puedo hacerte compañía?
Min Yoongi asintió, bebiendo un sorbo de su café. Jung Hoseok se sentó a su lado y dejó escapar un suspiro, observando a las personas a su alrededor.
—De a poco el clima está comenzando a ser más agradable, ¿no es así?
—Sí. Me gusta mucho salir a caminar cuando los primeros brotes de las flores comienzan a florecer. No suelo venir en mayo, apenas se puede caminar aquí.
Hoseok rio y asintió, dándole completamente la razón. Cuando los árboles de cerezo se llenaban de flores era un espectáculo digno de admirar puesto que tanto las ramas como las calles del parque se llenaban de pétalos tomando una apariencia encantadora que era visitada por muchos habitantes de la ciudad.
—¿Esperas a alguien?
—Para nada, solo quise salir a caminar un rato. ¿Qué hay de ti?
—Tampoco. Estaba haciendo unas compras y no quise irme sin dar un paseo antes. El poco tiempo libre que tengo me hace apreciar estos pequeños momentos mucho más.
Estuvieron en silencio un rato, simplemente disfrutando de la vista, de clima levemente cálido y la compañía del otro. Pasado un rato, Hoseok soltó un suspiro bastante ruidoso captando la atención de su acompañante y se colocó de pie bajo la atenta mirada del azabache.
—Estoy muriendo de hambre, ¿quieres ir a comer algo conmigo?
Yoongi estaba de muy buen humor así que, sin más, asintió y se colocó de pie. Caminaron juntos por el parque observando los pequeños brotes en las ramas de los árboles. A ninguno de los dos les molestaba el silencio, así que, disfrutaron de la compañía del otro en silencio y de la frescura que les otorgaba la tenue brisa primaveral.
Hoseok lo invitó a comer a un restaurante de comida tradicional y cuando ingresaron, fue el mismo Yoongi quien dejó su móvil sobre una de las mesas cerca de la ventana para reclamar aquella como suya y fue hasta donde estaba Hoseok para pedir. En cuanto pidieron, volvieron a la mesa y tomaron asiento, aguardando pacientemente por sus órdenes.
—Te ves bien hoy —Hoseok lo halagó. Yoongi quien había estado bebiendo el último poco de café que quedaba en su vaso de plástico alzó la mirada, encontrándose con los ojos suaves del castaño.
—Me he sentido bien hoy —confesó el músico, esbozando una pequeña sonrisa.
—Me hace muy feliz escuchar eso.
—Gracias. Tú también luces bien.
Hoseok soltó una risa para esconder el nerviosismo que se había agrupado en su estómago.
—¿No luzco extraño? Hasta para mí es un poco extraño verme sin el uniforme de trabajo. Casi había olvidado que mi closet era más que uniformes clínicos y batas blancas.
Yoongi rio ante el extraño comentario que hizo Hoseok y por su parte, el terapeuta quiso golpearse contra la mesa, a ver si de esa manera se le ordenaban un poco las neuronas. ¿Por qué había hecho un comentario así? Hasta parecía un chiquillo, diciendo lo primero que se le cruzara por la cabeza.
Poco tiempo después y para buena suerte de Hoseok, sus ordenes llegaron a la mesa y él agradeció internamente que ese bochornoso momento hubiera quedado en el pasado. Empezaron a comer y dejando de lado un rato el trabajo y las terapias y hablaron de cosas un poco más personales.
—¿Sabes? Nos conocemos de hace varios años y apenas nos conocemos fuera del hospital. ¿Siempre has vivido en Seúl?
Yoongi se llevó un trozo de carne y asintió.
—Sí. ¿Qué hay de ti?
—No, viví toda mi vida en Gwangju —contó Hoseok e hizo una pausa para beber un poco de agua—. A los dieciocho me vine a estudiar a Seúl y luego me quedé aquí porque conseguí empleo en el hospital donde fui pasante. Y desde entonces, estoy ahí.
El azabache alzó las cejas, realmente impresionado. Sabía lo difícil que era conseguir empleo y más en el área de la salud puesto que para ingresar a un hospital como en el que trabajaba Hoseok requerían un montón de recomendaciones, años de experiencia y la universidad donde te graduaste cumplía un papel fundamental.
—Eso es excelente, felicidades.
—Gracias, supongo —Hoseok esbozó una hermosa sonrisa de corazón—. ¿Siempre te has dedicado a la música?
—Sí, desde los seis. Siempre estaba jugando con los palillos mientras esperaba la comida, así que, mis padres decidieron regalarme mi primer piano. No era lo mismo, pero me mantenía entretenido y cuando se dieron cuenta que era relativamente bueno, me inscribieron en un curso.
—Ah, qué envidia —suspiró Hoseok, su rostro fue asaltado por una mueca dramática—, yo jamás he aprendido a tocar ni un instrumento. Siempre he soñado con aprender a tocar guitarra o algo así.
—¿De verdad? —Min Yoongi alzó las cejas y Jung asintió— Si gustas, puedo enseñarte.
—No te preocupes, no es necesario.
El pelinegro asintió con un leve puchero en los labios, tratando de ignorar el deje de desilusión que gritaba por atención.
Siguieron conversando, disfrutando de la buena compañía, aquella deliciosa comida y de la grata atmosfera que los envolvía; sintiendo en el fondo de sus corazones que esa relación terapeuta-paciente se afianzaba más, floreciendo justamente como florecían las flores de los árboles de cerezo.
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