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Capítulo 3

EROS

—¿Y no crees que eso funcionaría?

—No, tiene una fuerte barrera entre sus pensamientos y lo que podemos ver al entrar en su cabeza.

—Como lo temía.

Es como si se hubieran olvidado de que estoy aquí, frente a ellos. Hablan abiertamente sobre lo que intentan hacerle a Adrien y eso sólo me dice que no planean dejarme salir de este lugar con vida.

—Hey, par de imbéciles —les interrumpo, lo que me gana un golpe directo en el estómago.

Al tener las manos atadas en mi espalda, sólo puedo doblarme sobre mi cuerpo e intentar recuperar el aire para volver a hablar. Levanto la cabeza un poco y me esfuerzo por abrir los ojos por esa endemoniada luz sobre nuestras cabezas.

—¿Cuándo voy a ver a mi padre? —pregunto, sin hacerles saber que me ha dolido realmente su golpe.

—Guarda silencio —ladra el que me ha golpeado, dándome la espalda para volver a conversar con el otro.

No lo intento de nuevo, no quiero terminar tan magullado que luego mi plan de escapar no pueda ser llevado a cabo. En vez de eso, fijo mi mirada en el cuerpo inconsciente de Adrien sentado en la silla. Lo han drogado hace un par de horas, luego de que se aburrieran de golpearlo para sacarle información a la fuerza.

Lo positivo es que no he sido yo quien se ha llevado la peor parte. Al parecer, algo de amor paterno aún sigue en el cuerpo de ese monstruo. Mientras sea así, no van a matarme sin pensar en otras opciones y tampoco me van a intentar romper a golpes como con Adrien.

¿Qué pensaría Sienna si lo viera así? Seguramente me golpearía por no hacer nada. Ni modo, tendré que llevarlo conmigo cuando escape.

Lo veo abrir los ojos lentamente. Se ve desorientado, como si no supiera donde está. Lo más seguro es que hasta hace un par de segundos pensaba que no estaba encerrado en este lugar. Cuando nuestras miradas se cruzan, veo la realidad pasar por las suyas y rápidamente comienza a luchar con sus amarras. Yo cruzo una pierna sobre la otra y disfruto el espectáculo. Nunca me ha molestado ver sufrir a mis enemigos.

Un hombre cruza la puerta. Lo reconozco por un par de misiones a las que tuve que ir y por tantos años juntos en las instalaciones. Es uno de los soldados más fuertes de este lugar en el mundo de los sueños, pero se ve que de todos modos no está contento con el resultado.

—Se han ido a estudiar a otra ciudad —anuncia y el rostro de Adrien empalidece—. El problema es que nadie le ha dicho donde.

—Y son inteligentes —aclaro yo, con una media sonrisa—. ¿De verdad creías que le darían información importante al que abandona el nido?

El de antes me toma por el cuello de la camisa, pero no alcanza a golpearme. Derek ha detenido su golpe con una mano y le ordena que abandone la habitación junto a su compañero. Ambos obedecen sin decir nada, pero el de antes me da una patada en la pierna antes de irse, lo que me hace soltar una carcajada fingida.

Una vez que la puerta se cierra y estamos los tres a solas, Derek vuelve a mirarme. Es un hombre alto y corpulento por tantos años de entrenamiento en el ejercito. No debe de tener muchos más años que yo y siempre nos habíamos llevado bien, hasta que decidí que traicionar a mi padre era una buena idea.

—Es una lástima que hayas decidido cambiar de bando —dice, buscando una silla para sentarse frente a mí.

—Para los dos bandos —aclara Adrien, mirándonos con odio.

—Podrías guardar silencio, niño bonito —digo, con superioridad—. Ten en consideración que te encuentras en una peor situación que yo.

Derek lanza una carcajada y se levanta para soltarme las muñecas. Tampoco es que crea que es una completa muestra de confianza. Él podría romperme el cuello en menos de diez segundos si lo quisiera y no puedo olvidar eso.

Froto la piel que se ha magullado y me cruzo de brazos, sin dejar de mirar el rostro de quien fue mi amigo hace poco. Es cauteloso y muy inteligente, pero no más que yo. Él era la fuerza bruta y yo la cabeza. Su manejo en el plano onírico no se acerca al mío, pero sigue siendo de los mejores.

—¿Podría saber en qué estabas pensando? Está hasta el tope de tus malas idea y ambos sabemos que has tomado muy malas ideas en tu vida —comienza, sentándose nuevamente en la silla, en la misma posición de antes.

—¿Qué te digo? Soy una caja de sorpresas —respondo, con una sonrisa lobuna.

Derek vuelve a reír y mira por sobre su hombro a Adrien, quien mira a todos lados, buscando algo que no va a encontrar. Estos tipos no son lo suficientemente estúpidos como para dejar cualquier opción de escape cerca. Eso y que estamos encerrados con Derek en esta habitación.

—Tienen cámaras y micrófonos, no van a poder escapar —suelta Derek y yo sé que lo dice para que tenga cuidado de lo que digo o no en voz alta.

—Lo sabía, no tienes que preocuparte porque haga algo estúpido —aclaro—. Podrías, en cambio, decirme por qué estás aquí con nosotros en esta maravillosa velada.

—Para mantenerte tranquilito y calladito.

—¿Vas a golpearme si intento algo? —Enarco una ceja y me inclino hacia él, desafiante—. Si mal no recuerdo, siempre te ganaba en las luchas que teníamos.

—Recuerdas horriblemente mal, amigo mío. Tu padre quiere probarme también a mí teniendote bajo vigilancia. Me juego mi cuello en este momento.

—¿Y qué parte de mi crianza crees que se preocupa por eso?

—No creo que sea tu crianza la que te hizo ser como eres —interviene Adrien y yo fuerzo una sonrisa aún más grande para no levantarme a golpearlo.

—No, eso fue lo bien que se veía tu novia con ese vestido negro la noche de la fiesta, ¿no lo crees? La hubieras visto, Derek, de seguro te daba algo.

Con la mención de Sienna, es como activar un interruptor en Adrien que lo hace lanzarse hacia adelante con violencia. Para su suerte, la silla está atornillada al suelo y las amarras muy ajustadas. No quiero ser culpable de devolverselo más magullado.

—Oh, ya lo recuerdo. En el reporte decía que él es el novio de la chica —murmura Derek, llevando una de sus manos a su barbilla—. ¿Es también la chica que te hizo darle la espalda a tu familia? —No hay reproche en su voz, lo dice como si estuviera hablando de ir a comer o al cine; como si no fuera nada importante. No me sorprende, tampoco, ya que en mi familia esa palabra perdió significado con la muerte de mamá.

—También me coronaron rey de Inglaterra —contesto, alzando las cejas.

—No soy quién para poner eso en duda —aclara.

—Cambiando de tema a algo más importante...

—Quieres saber dónde está tu padre, ¿no? Lamentablemente, no volverá hasta un par de días más y no tienen ordenes de tratarte bien. Yo que tú, mantendría la boca cerrada hasta entonces.

—Ya me conoces, eso es imposible.

Me levanto de mi sitio y estiro las piernas y los brazos. Me duele un tanto respirar, lo que significa que debo tener una costilla magullada o dos. Por lo menos no tengo nada roto, aunque no puedo decir lo mismo de Adrien. Lo han golpeado tanto que estoy seguro de que cojeara por el resto de su vida. No siento lástima por él y él tampoco por mí, aunque es más obvio esto segundo que lo primero.

—¿Qué más te han dicho sobre el ente? —cuestiono, torciendo el cuello para mirarlo.

—Lo que lograron sacar de la mente de este chico, nada más —dice, apuntandolo por sobre su hombro, sin siquiera girarse a mirarlo.

Derek siempre ha sido más blando. No me sosprendería que sienta algo de pena por Adrien. Sí, la debe sentir, pero eso no significa que no dude en romperle un dedo o dos si los altos mandos se lo piden.

—¿Y qué saben ustedes?

—Nada que debas saber —responde, encogiendose de hombros—. Además, nada de eso importa ahora que se ha fusionado con el alma de la chica, ¿no crees?

—¿Fusionado? —digo, con una pizca de pánico escapando por mis palabras.

—Ya veo, así que sí te importa...

—Responde la pregunta, Derek —suelto bruscamente, comenzando a sentirme molesto.

—Es su nuevo recipiente, sí, pero ha logrado tener control sobre él en vez de ceder. Ni su padre tuvo ese control, pero suponemos que si influyó en lo que pasó —admite, mirando hacia la cámaras con cautela.

—Se acabó el tiempo, Derek —dictamina una voz por el alto parlante—. Lleva a los prisioneros a sus celdas en este instante.

☽☽☽☽☽

Los pasillos son tal igual como los recuerdo: tan blancos y pulcros, tan carentes de vida que reflejan exactamente el alma de quien comanda a esta panda de inútiles. Todo debe ser perfecto, todo tienen su lugar en el mundo y así es el pensamiento de mi padre. No se mezclan las cosas, no hay igualdad en el mundo cuando hay una raza superior a la otra.

Maldito racista.

Seguímos a Derek por una puerta que se abre con la huella digital. Es un ala a la que no me gustaba ir mucho, ya que se escuchaban los gritos de los capturados pidiendo ayuda. Sin embargo, esta vez no las escucho, lo que implica que o han desistido o que ya no quedan prisioneros con vida para gritar por ayuda.

Bajamos un tramo de escaleras metálicas y luego continuamos por otro pasillo, el cuál tiene puertas que son abiertas por mecanismos de seguridad, como las de las prisiones. Entre cada una de ellas, hay un par más a cada lado, al igual que uno o dos guardias conversando o jugando algo en sus teléfonos celulares. Nadie tiene mucho interes por nosotros y nadie muestra tampoco que les preocupe la seguridad ahí abajo. Bueno, no es que alguien pueda escapar de este lugar, después de todo. Esto no es como en las peliculas y nosotros no somos mentes maestras que puedan salir de prisión como si de un juego de niños se tratara.

Adrien está completamente callado a un lado mío, caminando con la cabeza gacha y la mandíbula apretada. Tiene las manos atadas en la espalda, a diferencia de mí y yo agradezco eso, ya que no tengo ganas de que vuelva a intentar lanzarse a romperme el cuello.

Un par de minutos más caminando y llegamos al fondo del pasillo, donde una puerta, con una pequeña ventanita en la parte superior, se abre con una tarjeta que tiene Derek colgada al cuello, luego de un suave bip.

—Estarán aquí hasta que quieran volver a jugar con ustedes —explica, empujandonos para que entremos a la celda.

—¿Es divertido hacernos compartir una? —inquiero, con el ceño fruncido.

—Les parece que ver como te intentan matar es un buen inicio —aclara, cerrando la puerta y dejandonos a los dos solos en este lugar.

Doy una repasada rápida y me encuentro con que es un lugar bastante humano para mi sorpresa. Una litera, una puerta donde debe estar el baño y luces en el techo. Se ve todo limpio, no como un lugar donde quieres tener a tus enemigos sufriendo.

Miro hacia el techo y veo la cámara en una esquina. Es de esas que pueden ver los noventa grados de la habitación desde esa esquina, lo que no da nada de provacidad a la hora de planear un escape. Si tengo que apostar, también diría que debe tener micrófono.

Miro de lado a Adrien y lanzo un suspiro. No me cae bien, para nada. Mas bien desearía que estuviera muerto, pero tengo que llevarlo con vida si quiero que Sienna no me haga pagar las penas del infierno. También podría decir que lo asesinaron y no pude hacer nada, pero ella no va a creerse eso ni aunque sea verdad. Además, podría servirme en mi plan de escape. El niño bonito no es un completo inútil, por algo ha tenido años de entrenamiento al igual que yo.

Me acerco hacia él y esquivo la patada que intena darme. La siguiente no tengo la misma suerte y me obliga a soltar el aire de los pulmones, pero le tomo la pierna con una de mis manos y lo hago caer de espalda al suelo, aplastando sus manos en el proceso. Con rápidez, me subo sobre él para inmovilizarlo y obligarlo a que me mire a los ojos, aunque forcejea como si fuera un caballo salvaje.

—¡Quedate quieto! —le ordeno—. Yo también tengo ganas de que te torturen hasta la muerte, pero tenemos que dejar de pensar así si queremos sobrevivir, ¿lo entiendes?

Adrien me escucha con atención y se calma, permitiendome que lo de vuelta para soltarle las muñecas.

—¿Vas a cooperar? —le pregunto.

—No es que lo quiera hacer, pero no soy estúpido, Eros, sé que tendré la oportunidad de romperte la cara cuando salgamos de aquí.

Yo lo miro unos segundos antes de mirar hacia la camára que reluce con la luz fluorecente, llamando la atención como un mal chiste que quiere ser escuchado. Adrien sigue mi mirada hasta ella y veo de reojo que frunce el ceño.

—No creo que eso sea posible.

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