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Capitulo 9

- Lo lamento, señor Cid. - Le dijo luego un rato, ya de vuelta con el padre del castaño, en medio de un lago que el padre de Lacaille solía usar para su trabajo de herrería, donde Cid buscada limpiar la sangre que quedada en su cuerpo ya cerca del anochecer donde sus heridas ya habían cerrado, - De no ser por mí, seguro lo mata. - A su lado Lacaille tenía otra ropa para que el español use.

- No te preocupes, pudo ser peor. Aunque de seguro volverá. - Le dijo ya a punto de salir del agua. Resaltando cada gota de esta en su cuerpo lleno de cicatrices, al momento de salir.

- Entiendo... - Susurro, al momento de Cid salir se para entregarle su ropa y una toalla, quedando quieto y mudo un momento.

- ¿Qué pasa? - Cid ya estada frente a él, en todo su esplendor, terminando por aceptar las prendas que débilmente el castaño le extendía.

- Lo lamento. Es que... Nunca había visto a otra persona sin ropa, es... Incomodo...

- No debería porque, los 2 somos hombres a la final.

- Lo sé solo es que me parece raro luego de mucho solo haberme visto a mí mismo. - Cid no dijo nada, solo asintió, terminar por voltearse para terminarse de vestir. En poco tiempo ya estaban los 2 listos para volver, aunque Cid debería volver con Mine al castillo del terrateniente de esas tierras. - ¿Volverás solo? Puedo acompañarte.

- No es necesario. Descuida.

- Como diga. Por cierto, he querido preguntar; ¿Cómo sabía que Phantasos no era lo que decía?

- Te lo digo por experiencia, en este mundo hay 3 tipos de prostitutas; las que están solas, y no tienen mejor opción en la vida que aceptar ese trabajo y maltrato aun sin quererlo, las mujeres mezquinas que aprovechan ese oficio para embaucar a la gente, y los demonios que aprovechan esa imagen para comer o matar gente. Digamos que ya tuve que ir a uno de esos lugares al momento de empezar misiones.

- Entiendo. Pero eso no responde mi pregunta. ¿Qué vio en Phantasos para saber que era un demonio?

- Solo era una suposición. De haberme equivocado le hubiera explicado mis sospechas, pero más que nado se me hizo raro que en ella hubiera tanto olor a sangre mezclado.

- Yo no note nada. ¿Tan fuerte era?

- Como ya te dije es parte del entrenamiento, al aprender a usar magia todos tus sentidos se hacen más fuertes.

- Interesante... Me hubiera gustado poder terminarlos. - Sonríe con melancolía bajando la mirada, mientras aun caminaban. - Lastima que ni uno ni lo otro logre.

- No tienes nada que lamentar, este trabajo es en extremo peligroso, tú puedes vivir tranquilo y ayudar como herrero. Solo tienes que perfeccionarte como el filo de una espada para saber en qué momento esta lista la pelea. No sé si me entiendes.

- Si lo hago. Créame que seguiré todas sus palabras.

- Estoy seguro que hoy demostraste que eres capaz, solo te falta seguir. Te deseo suerte en tu camino.

- Gracias, aunque no hice la gran cosa. Espero verlo otra vez.

- Bueno, aun esta esa cosa suelta, puede que sea más pronto de lo que crees.

- Claro.

En resto del camino fue en silencio, hasta separarse. Cid estada en silencio pensando en todo. Faltada poco para volver y irse junto a Mine a las tierras de esta, mentía si decía que no estada nervioso al imaginarse la reacción al enterarse de todo... Más que nada, como reaccionaria Ferser de seguir con vida. Estada seguro de que se estaría revolcando en su tumba por ver que abuso de la confianza que le estaban bando, el lo trajo de España y le vio su oportunidad luego de la muerte de sus verdaderos padres.

Le enseño a pelear, a usar magia y el camino de un espadachín, a defenderse y todo el código de honor que estos tienen con sus allegados.

Suspiro. Apretando la empuñadura de su arma recordando el momento exacto donde Mine se la entrego.

- Cid... - Ella empezó, sonriéndole con cariño y amor acumulado ante él, sosteniendo lo que sería su espada. Era una tarde tranquila donde Mine quiso verlo solo para entregársela y residirlo como parte de su ejército de manera formal.

Nadie puso un pero, ya que gran parte sabían la estima que le tenía ella a Cid, desde que eran niños y hasta ese momento. Solo que no sabían lo que de verdad esto significada. Un sentimiento de amor impulsado por lo prohibido.

- Ten, esta arma fue hecha especialmente para ti, para conmemorar el hecho de perteneciendo a tierras extranjeras, lograste unirte como parte del ejercito de este reino. - Le expreso, extendiendo su espada cerca de él, y acercándose lo más posible, hasta quedar frente a él, quedando cara a cara.

- Mine... Yo...

- También es mi forma de expresarte lo que siento por ti. - Y le beso. Un beso corto y tranquilo que no duro más de 10 segundos. Hasta quedar frente a frente, ya separados en la sana distancia que se solía exigir.

- Mine... Yo también siento lo mismo. Pero no puedo aceptarlo.

- Lo sé, hay toda una clase social que nos separa, como princesa de estas tierras hay un millón de cosas que se me exigen. Quiero que de momento no pienses en eso, de momento solo quiero decírtelo y dejarte en claro que no pienso en ti, solo como un empleado mas de este castillo. Yo de verdad te quiero.

- Mine... Creo que entiendo, ya que yo siento lo mismo.

- Solo espera...

De vuelta a la realidad, Cid no tardo en entender a que se refería. Estada seguro que todo esto era una especie del plan con maña de parte de ella. Tal vez solo quería disfrutar un momento los 2, sentirse libre o rebelde. No lo sabía. Solo le tocada esperar y enfrentar todo de frente luego de que los pocos días que le quedaban en ese reino acaben.

- Mine... - Susurro para sí mismo, sin esperar lo que esa simple acción, provocaría para los 2.

Sutilmente, los labios de Mine formaron una pequeña sonrisa al momento de quedar frente a Frente. Haciendo un gesto para subir al carruaje que lo llevaría con el terrateniente de esas tierras.

El viaje fue en silencio, ninguno quiso decir mucho esperando a estar solos para hablar de lo que paso. Principalmente, por las cicatrices que Cid tenía.

Todo era la paz antes de la tormenta. Al momento de bajar los 2 varios hombres del terrateniente junto a este mismo los esperaban, junto con una enorme cena luego de ese trabajo donde el terrateniente estada complacido.

- Le agradezco a su padre por haberla mandado, dentro de algunos días la acompañare a su reino para terminar de cuadrar con él.

- Un gusto escuchar eso. Mi padre también estará feliz de ver que esta negociación termino más pronto de lo esperado.

- No del todo, porque solo faltaría yo hablar con él, y poner en marcha nuestros planes, eso sería algo tardado.

- Me toco la parte fácil, entonces.

- Vamos adentro, señorita, hay hablaremos sobre él viaje.

- Como usted diga.

Ante toda esa conversación Cid quedo en silencio, arrugando la nariz al momento de llegar a ella un olor extraño. Bastante peculiar, alertando todos sus sentidos preparándose para sacar su espada, al igual que él, todos los guardias no tardaron en hacer lo mismo, alertando a todos los presentes.

- Señor algo se acerca. Un demonio. - Informo uno de los guardias acercándose a ellos.

- ¿Estás seguro? Tiene que ser muy estúpido para hacer eso. Manden a los varios a investigar por todo el castillo. Señorita, usted y su escolta vengan conmigo.

Todos obedecieron, Cid temía lo peor porque sabía quien pueda estar tras eso. Pero de la misma forma repentina que llego, esa alerta se esfumo, como si lo que estada por atacar se hubiera arrepentido.  

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