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Capitolo sette: Rose rosa

Marzo 15, 2021.

Tres meses después.

El tiempo había transcurrido de forma demasiado extraña. Grett, por un lado, sentía que estos noventa días habían sido interminables, convirtiéndose en un verdadero infierno para ella por muchas razones, pero por el otro, parecía como si también estos meses habían pasado en un parpadeo, apresurando el momento que más esperaba y temía a la vez.

El taxi avanzaba lentamente por las calles de Milán, mientras Grettel observaba con nostalgia por la ventana el paisaje que se deslizaba frente a sus ojos. La ciudad, que alguna vez le había parecido tan vibrante y llena de oportunidades, ahora se sentía opresiva, como si cada edificio y cada calle le recordaran todo lo que había perdido.

¿Cómo era posible que una ciudad tan hermosa se hubiera convertido en el lugar que más odiaba en el mundo?

Además, hoy era su cumpleaños número quince, pero no había nada que celebrar. El yeso que había llevado en su pierna durante tres largos meses finalmente sería removido, pero en lugar de alivio, Grettel sentía una opresión en el pecho que no parecía querer desaparecer.

Llegados a este punto, la peli plata estaba segura de que perdería lo poco que aún le quedaba, porque incluso la seguridad de la que tanto se jactó y que la hacía enorgullecerse de la persona que era, había desaparecido.

El taxi se detuvo frente al hospital, y Grettel respiró profundamente antes de salir de él, mientras intentaba controlar todas esas sensaciones abrumadoras que querían apoderarse de ella.

Llevaba una sudadera holgada en color rojo y un jogger tan ancho, que no cabía duda de que estaba tratando de ocultar lo más posible su fragilidad. Su cabello plateado ya no estaba lacio como hace unos meses y había vuelto a sus característicos rizos, sin embargo, incluso este había sido descuidado, y aunque eso en el fondo le entristecía, Grett aun no encontraba el valor para cambiar la situación tan lamentable en la que se hallaba.

Con cada paso que daba hacia la entrada del hospital, sentía el peso de la incertidumbre y la opresión en su pecho solo incrementaba.

¿Qué pasaría si su pierna no se recuperaba por completo?

¿Qué pasaría si nunca podría volver a jugar al fútbol?

Una vez llegó a la sala de espera, Grett se sentó en una de las incómodas sillas de plástico, jugueteando nerviosamente con el borde de su sudadera. Su móvil estaba en silencio, sin embargo, podía visualizar desde la barra de notificaciones todos los mensajes de sus amigas en los que le deseaban un feliz cumpleaños.

Claro que ellas no sabían nada del accidente, ni mucho menos de las secuelas que este estaba trayendo consigo. Era como si el que Grettel no hablara de ello pudiera hacer que desapareciera, cuando lastimosamente no era así.

Shõri, Mirai, Génesis e incluso Takako le habían escrito desde temprano, Gio también le escribió para decirle que era el primer cumpleaños que no pasarían juntas desde que la conoció, pero que esperaba verla pronto pues sabía que no se encontraba en su mejor momento y quería apoyarla. Del mismo modo, Genzo le llamó antes de que saliera con dirección al hospital y, si era sincera, escuchar su voz fue lo que la armó de valor para acudir a su cita de hoy.

Y, si tenía que hablar de Mamoru, debía de admitir que estaba siendo un tema complicado.

—¿Grettel Wakabayashi? —la voz de la enfermera la sacó de sus pensamientos—. Adelante.

La peli plata asintió, levantándose con dificultad de aquella incomoda silla mientras se apoyaba en sus muletas y seguía el camino que trazaba la enfermera por el pasillo sintiendo, en cada paso, el recordatorio de la incertidumbre que le deparaba una vez cruzara la puerta del consultorio.

Buongiorno, Grettel—saludó el médico con una sonrisa amable que ella apenas pudo devolver—. Hoy es un gran día, ¿no crees?

—Eso supongo.

Después de revisar su historial clínico, el médico comenzó a cortar el yeso con una sierra especial, por lo que Grettel cerró los ojos, tratando de no pensar en lo que vendría después. Tenía unas inmensas ganas de llorar, pero simplemente las lagrimas ya no podían caer, como si se hubieran acabado.

Había pasado tantas noches en vela, llorando hasta quedarse dormida, que ahora ya no se sentía capaz de derramar ni una lágrima más. Se encontraba en un bucle que estaba consumiendo cada parte de ella, y lo peor era que no sabía como hallar el camino para salir de él.

Cuando finalmente el yeso fue removido, su pierna estaba pálida y delgada, casi irreconocible. El médico le explicó que comenzaría la rehabilitación física de inmediato, pero sus palabras sonaban distantes, como si Grettel estuviera escuchando desde el fondo de un pozo.

—Tendrás que ser paciente, Grettel—la voz del mayor sonaba lejana a pesar de ser alentadora—. La recuperación no será fácil, pero si te esfuerzas, podrás volver a jugar.

Grettel asintió mecánicamente, pero por dentro sentía que se desmoronaba.

¿Qué iba a pasar si no podía?

¿Y si todo el esfuerzo que había puesto en su carrera se iba a perder por un accidente estúpido?

No estaba consiente del momento en el que había vuelto a su edificio y ahora se encontraba subiendo por el elevador hasta el piso en el que se encontraba su apartamento, su cabeza era un lío y las emociones negativas últimamente parecían ganar la lucha por dominar cada uno de sus pensamientos. No obstante, cuando salió del elevador y caminó la corta distancia que la separaba del que ahora era su bunker, pudo visualizar un arreglo enorme de rosas rosa en su puerta y, aun sin haber leído la nota que las acompañaba, sabía quién las había enviado.

Este año los girasoles que Misugi había acostumbrado a enviarle en sus cumpleaños fueron remplazados—porque estos nunca llegaron— por aquel arreglo que Mamoru le mandó.

Y eso solo hizo que su corazón se apretujara un poco más.

Su móvil sonó en el bolsillo de su jogger, por lo que su mano se deslizó hasta tomarlo y ver que en la pantalla brillaba el nombre de Izawa. Grett dudó mucho antes de responder, sobre todo, porque no sabía cómo seguir ocultándole al número ocho del Nankatsu lo que en verdad estaba sucediendo con ella, sin embargo, lo hizo.

—Hola, Him—escuchó la suave voz de Mamoru al otro lado de la línea—. ¿Recibiste mi regalo?

Grettel estuvo segura de que pudo haber visto la sonrisa que se habría formado en el rostro del pelinegro, una que ella no pudo compartir.

—Es hermoso, Mamoru—susurró—. Muchas gracias por acordarte de mi cumpleaños.

¿acaso algún día él se daría cuenta de que las rosas rosa no eran sus favoritas?

—Me hubiera gustado mucho haber podido estar contigo y celebrarlo juntos—confesó con ligeros tintes de melancolía en su voz—, pero los entrenamientos para conseguir el tricampeonato se han vuelto mas rigurosos. Tsubasa está vuelto loco.

Mamoru soltó una risita, pero Grettel no la imitó.

—No te preocupes—murmuró con pesar, sintiendo una presión en su pecho al escuchar como el sí podía jugar... y ella no—. Ya habrá tiempo para vernos.

Pero lo cierto es que Grett no quería verlo, mucho menos que él viera el desastre en el que se había convertido.

—¿Estás bien? —preguntó con cautela—. Después de que volví a Japón te he notado... extraña. Ya ni siquiera hacemos videollamada como antes, y a penas sé poco de ti y lo que sucede en tu día a día.

Sus amatistas se cristalizaron al instante, por lo que el labio inferior de la peli plata tembló, en un intento de controlar el llanto que quería avecinarse. Su pecho dolía de una manera sinigual e incluso el arreglo que cargaba en sus manos mientras se adentraba a su departamento se le hizo más pesado de lo que en realidad era.

—¿Por qué no lo estaría? —se obligó a responder—. Simplemente estoy un poco cansada.

—¿Los entrenamientos también se han vuelto rigurosos?

¿Cómo le decía que desde el accidente no había vuelto a pisar el campo?

—Si dices que Tsubasa se volvió loco, mi entrenador lo hizo el doble—intentó bromear al mismo tiempo que cerraba la puerta de su departamento detrás de sí, con lagrimas rodando silenciosas por sus mejillas—. ¿puedo llamarte después? En verdad hoy fue un día agotador y quiero descansar un poco.

Escuchó el suspiro de Mamoru al otro lado de la línea, lo que la hizo sentir aun peor.

—Claro—le contestó de forma comprensiva y, después de unos cortos segundos en silencio, le dijo con voz baja—. Grett, te quiero, lo sabes ¿no?

El silencio que provino de la chica fue más prolongado que el de Mamoru, lo que solo lo hizo inquietarse mientras que, por parte de Grett, ella intentaba controlar que su voz no se escuchara quebrada antes de darle una respuesta.

Lo sé—fue lo que dijo—. Gracias, Mamoru. Y discúlpame por no ser lo que mereces.

Pero, antes de que él siquiera pudiera decir algo al respecto, la peli plata le colgó la llamada para dejar de retener esa sensación de vacío que seguía apoderándose de ella.

No estaba segura de cuanto tiempo estuvo echa un ovillo sobre su sofá y de no haber sido por el sonido de su timbre, no se hubiera levantado.

Pero agradeció mucho el haberlo hecho pues, cuando abrió la puerta, fue recibida por el consolador abrazo que Giovanna le dio. Así que, por primera vez desde el accidente, hoy se encontraba un poco menos sola.

Y no sabía que tan bueno era eso.


👑

¡Holaa! ¿qué tal estuvo el capítulo? En la imagen de arriba podemos verla con el arreglo que Mamoru le envió, y como intenta sonreír a pesar de todo lo que le está sucediendo:')

Yo solo quiero decir que escribir a Grett de esta manera me duele más de lo que imaginé, pero me consuela mucho el hecho de que sabemos que su secuela está ya escrita en Sakkãpurinsesu.

No quiero decirle adiós a la niña, pero su historia está a nada de acabar y con eso culminaríamos el ciclo de nuestra Princesa del fútbol. La buena noticia es que aún nos queda un extra pendiente de leer una vez que Saudade vaya un poco más avanzado y Principessa haya terminado, ¿se imaginan de qué se trata?🙈

¿opiniones del capítulo? ¡Aquí les dejo unas fotitos de los girasoles que Jun le envió a la niña cuando cumplió 13 y 14 añitos, respectivamente! Aun no entiendo como es que ella nunca se haya dado cuenta de sus intenciones si él era super obvio😭

¡Nos leemos pronto!👑

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