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Capitolo cinque: Grazie per essere qui, Mamoru

Cuando Grett divisó al pelinegro sentado en primera fila, estuvo segura de que palideció. No contaba con la presencia de Mamoru en su entrenamiento, es más, él ni siquiera sabía dónde se situaba el campo, así que no podía explicar como es que se encontraba allí y solo tenía dos opciones para ello.

Lo más probable era que Genzo le hubiera comentado a Mamoru donde ella solía tener sus entrenamientos, sin embargo, la posibilidad de que Gino hubiese llamado al teléfono de su casa mientras ella se encontraba en los vestidores con Lianna también existía.

Sobre todo, después de esa última conversación que tuvieron.

La peli plata apresuró su andar hasta las gradas ante la mirada curiosa de sus compañeros. De reojo pudo divisar como el rubio también la había mirado antes de volverse al entrenador Calsis, Ángelo estaba con una mirada divertida mientras rodeaba los hombros de Lianna con uno de sus brazos, y esta última miraba al nipón con una sonrisa cargada de burla en sus labios.

—¿Qué haces aquí? —fue lo primero que le dijo ella al llegar a donde se encontraba—. Creí que me esperarías en casa.

Mamoru enarcó una ceja.

—¿Por qué estás tan nerviosa, Grett? —preguntó de pronto— ¿te sucede algo?

Ella soltó un suspiro e intentó calmarse para que Mamoru no se diera cuenta de lo que mucho le había costado ocultarle.

—No es nada—respondió, y sonrió tenuemente—. ¿te parece si después vamos a San Siro? Hoy juega el Juventus contra el AC Milán y conseguí entradas.

Aunque Mamoru se dio cuenta del repentino cambio de tema, lo dejó pasar.

—Lo que prefieras, Grett—accedió el pelinegro, inclinándose un poco más a la chica, mientras apoyaba su peso con una mano en la barda que dividía las gradas del campo y la otra la llevaba hasta su nuca para terminar juntando sus labios con los rosas—. Suerte con tu entrenamiento.

Las mejillas de Grett se ruborizaron, sin embargo, una sonrisa genuina se elevó en sus labios debido a la sensación de seguridad que sentía cuando estaba junto al número ocho.

Sabía que Izawa siempre estaría allí para ella, sucediera lo que sucediera.

—Gracias por estar aquí, Mamoru—la voz de Grett fue como un susurro—. Te quiero.

Con esas dos últimas palabras, la peli plata se alejó de las gradas con dirección a su equipo, dejando completamente anonadado a Mamoru, quien cuando reaccionó solo alcanzó a gritarle:

Aishiteru, Him—el japonés de Mamoru sonó fuerte y claro—. Lo sabes ¿verdad?

Y si bien Grett no respondió debido a lo lejos que ya se encontraba, no pudo evitar la sonrisa que surcó sus labios, porque eso solo le terminaba de reafirmar lo enamorado que estaba Izawa de ella.

Y esa era una razón más para no inmiscuirlo en todo el caos que la rodeaba.

-

Lo cierto era que, para sorpresa de Grett, el entrenamiento había transcurrido sin contratiempo alguno.

Ni Lianna ni Ángelo habían intentado barrerse contra su tobillo como era costumbre, mucho menos se quejaron cuando el entrenador les remarcó sus errores, como el que Lianna no había podido cohesionar a su equipo aun cuando fungía como medio, ni como es que Ángelo no había tenido ninguna oportunidad de gol en todo lo que duró el partido. Tampoco dijeron nada cuando Calsis instó a Gino a practicar con Grett a fin de que encontrara la manera de detener todos sus tiros con efecto, elogiando de esta manera el buen desempeño de la peli plata, antes de que le dijera que la veía en su oficina en diez minutos.

Grett había meditado la respuesta que le daría a Calsis, desglosando con lujo de detalle todos los pros y contras existentes de su decisión. Sin embargo, aunque ya tenia una, no sabia si en verdad estaba haciendo lo correcto.

Tomó el pomo de la puerta entre sus finos dedos y con su otra mano tocó, esperando la respuesta que le indicaría que podría seguir su camino.

—Adelante—escuchó decir al entrenador dentro de la oficina.

Giró el pomo, abriendo la puerta inmediatamente antes de adentrarse a esas cuatro paredes en donde pudo ver a su entrenador con una postura firme detrás de su escritorio.

—Siéntate, Grettel—indicó con un gesto de su mano izquierda—. Creo que sabes porque te he mandado a llamar, ¿no?

La peli plata acató la orden, sentándose en una de las sillas que se encontraban frente al escritorio de Calsis mientras asentía con la cabeza.

—Sé que necesita una respuesta.

—Así es—concordó—. Necesito saber que has decidido, porque de esas dos vacantes ya solo queda una, la que te he ofrecido. Un chico del Venezia aceptó, y la Asociación tiene en la mira también a uno del Sampdoria.

Grettel se dio cuenta de la oportunidad única que estaba frente a ella, pues no solo iba a tener la oportunidad de participar en un Torneo internacional, sino que también iba a ser la única mujer en una Selección Europea. No obstante, su respuesta era clara.

—Si bien es cierto que me siento agradecida por la oportunidad que me está brindando, entrenador, no puedo aceptar—murmuró con firmeza, aunque se encontraba sosteniendo sus manos por sobre sus piernas—. Cambiar mi nacionalidad sería como darle la espalda a mi país.

—Pero tu país ni siquiera está contemplado en la lista de invitados, Grettel—recordó Calsis—. Y si de verdad quieres crecer y tener nuevas experiencias con otras Selecciones para poder aprender distintos estilos de juego, esta es la oportunidad perfecta. Si somos sinceros, eres una de las mejores jugadoras que tengo, pero si decides quedarte en Japón, nunca terminarás de crecer. Es por eso que abogue por ti ante la Asociación Italiana de Futbol, porque tienes potencial y no me gustaría que lo desperdicies.

—Le aseguro que no desperdiciaré mi potencial, entrenador—respondió Grett con firmeza y una pequeña sonrisa en su rostro, mientras se ponía de pie—. Y algún día voy a levantar la copa del mundo, pero bajo la camiseta de mi país—la peli plata hizo una pequeña reverencia—. Gracias por haberme dado la oportunidad, y siento mucho no poder aceptar.

Calsis soltó un suspiro.

—Entiendo tu postura, pero piénsalo un poco—reiteró el mayor—. Y si cambias de opinión, no dudes en decirme, que siempre que te desempeñes bien serás bienvenida.

—Le agradezco, pero estoy segura de mi decisión—murmuró Grett con una pequeña sonrisa y un encogimiento de hombros—, debo retirarme.

Entonces, sin más, se dio media vuelta y comenzó a caminar con dirección a donde Mamoru se encontraba esperándola, sin embargo, para su sorpresa, Lianna se encontraba allí, hablando con él.

—¿Qué es lo que está sucediendo? —espetó Grett cuando llegó con ellos, sin embargo, no dejó que ninguno le respondiera cuando se dirigió al pelinegro—. Mamoru, ¿nos vamos?

—¿Por qué te lo llevas tan pronto? —le incordió Lianna con sorna—. Si nos estábamos divirtiendo.

—Espero que digas lo mismo cuando yo hable con Ángelo.

Grett aprovechó la confusión de la pelirroja para tomar a Izawa de la mano —quien solo la miraba con una ceja enarcada—y jalarlo con dirección a la salida del campo.

—¿Qué acaba de suceder, Grett?

Ella negó.

—¿Qué fue lo que te dijo?

Nuevamente, una de las cejas de Izawa se elevó.

—¿Por qué preguntas?

—Solo dime que te dijo—el tono de voz de Grett comenzaba a elevarse—. Mamoru, estoy hablando en serio.

—Si te soy sincero no entendí nada de lo que me dijo—confesó el chico con un encogimiento de hombros—. Sabes bien que no hablo italiano y lo único que sé decir es «Buongiorno».

Por una vez en mucho tiempo, Grett agradeció a su suerte cuando la sensación de alivio invadió cada parte de su ser, por lo que, por inercia, soltó la mano que sostenía del chico y rodeó su cuello con sus brazos, quien solo atinó a hacer lo mismo con su cintura.

—Debo confesar que todas estas muestras de afecto me tienen sorprendido—bromeó Mamoru con una sonrisa—, pero debo de aprovecharlas, porque no sé cuanto tiempo va a pasar para que pueda verte nuevamente.

—Lo sé—concordó—, espero que puedas venir pronto de nuevo. Y quizá esta vez por más tiempo.

—¿Por qué no vuelves tú a Japón? —sugirió—. Shõri, Mirai e incluso Genesis te echan de menos, allí están tus amigas, tu equipo, yo...

Grett intentó disimular la pequeña punzada que sintió en su pecho debido a sus palabras.

—Me gustaría volver, Mamoru, de verdad que sí, pero aun no puedo. No hasta que sea la mejor.

El pelinegro soltó un suspiro.

—En ese caso tendré que seguirte esperando—musitó, y no sonó en absoluto como un reproche, sino como todo lo contrario.

Los labios del nipón presionaron ligeramente la frente de Grett en un corto beso, antes de que sus obsidianas buscaran las amatistas de la chica.

—¿Por qué lo harás?

Mamoru sonrió.

—Porque sé que al final habrá valido la pena.

Entonces Grett no supo si sentirse bien o mal debido a esa declaración.

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Grett escuchó su móvil sonar en su bolso deportivo rosa, por lo que se apresuró a sacarlo, esperando que quien le llamaba fuera Mamoru para avisarle que había llegado bien a Japón.

Se había marchado hoy a primera hora, y lo cierto era que su ausencia iba a comenzar a sentirse pronto, sobre todo, porque ahora que Gino y Grett se habían distanciado luego de esa última conversación, el peso de la soledad era más notorio.

Nadie había pasado a recogerla para que vinieran juntos al entrenamiento, nadie se encontraba cargando su bolso durante todo el camino de vuelta a su departamento, y mucho menos nadie estaba esperándola en casa.

Soltó un suspiro, y deslizó su dedo por sobre la pantalla táctil de su móvil, sin siquiera tomarse la molestia de ver de quien se trataba, mientras continuaba su camino por las calles italianas.

—¿Buongiorno?

—¡Gretty! —la voz emocionada de Giovanna era difícil de no reconocer—. ¡Tengo tanto que contarte! ¿ya acabó el entrenamiento?

Una risita se escapó de los labios de la peli plata.

—¿conociste a alguien? —bromeó—. Voy rumbo al departamento, si quieres podemos hablar en el camino.

—¿mi hermano no está contigo?

Grett mordió su labio inferior en lo que meditaba su respuesta, sin embargo, sabía que, dijera lo que dijera, Giovanna era capaz de descubrir si mentía o no.

—Tuvimos una pequeña discusión y por eso no me acompañó hoy—confesó al fin—. Ambos estamos raros y no nos acercamos al otro, incluso en el entrenamiento solo hablamos lo necesario y nada más.

—Tendré que hablar con él—aseguró la rubia—. Sabe muy bien que, independientemente de lo que pase, no te debe dejar sola.

La peli plata soltó un suspiro cansino, pues sabía a lo que Giova se estaba refiriendo y, si era sincera, esa situación la tenía agobiada.

—Lianna y Ángelo están tranquilos, Gio—musitó Grett—, ni en el entrenamiento de hoy se han metido conmigo.

—Y eso es de preocuparse, Gretty—la suave voz de la italiana sonaba angustiada—. ¿ya le has dado una respuesta al entrenador?

Y, justo cuando Grett quiso responder, una nueva llamada entrante la interrumpió, por lo que al darse cuenta de quien se trataba, no pudo evitar que una expresión de extrañeza surcara su rostro.

—Gio—llamó a la rubia—, te llamo luego ¿vale? Misugi está llamándome y no sé por qué.

—¿Misugi? —inquirió con curiosidad la menor— ¿el chico de los girasoles?

—Justo ese.

Giovanna soltó un chillido de emoción y se apresuró a despedirse de su amiga, mascullando cosas que Grett no podía entender. Sacudió la cabeza, como si la rubia no tuviera remedio alguno y, cuando quiso responderle la llamada al capitán del Musashi, está ya había dejado de sonar, no obstante, en su lugar podía apreciarse el nombre de Mirai brillando en su pantalla.

—¿¡Ya es oficial!? —chilló la peli azul cuando su llamada fue respondida—. Acabo de ver la foto que subió Izawa a Instagram, Genie y yo estamos fangirleando de la emoción, es más, incluso estamos con Shõri y ella está igual de emocionada que nosotras.

—Ya era hora de que Izawa-kun se animara a dar el siguiente paso, Grett-chan—festejó la rubia—, estoy muy feliz por ustedes.

Grett no tenía ni idea de lo que estaban hablando.

—¿Qué foto? —decidió preguntar.

—¡La que subió Izawa-kun a Instagram! —repitió Genesis—, donde ambos están muy enamoraditos.

Entonces Grett detuvo su andar y puso el altavoz, antes de entrar a la aplicación, percatándose de que, efectivamente, tenia una etiqueta de Mamoru, en la foto que se tomaron ayer en el estadio de San Siro.

«Sin duda el mejor cumpleaños junto a mi persona especial.» Se podía leer debajo del post, por lo que la peli plata no pudo evitar ruborizarse.

Menos mal no había subido las otras que se habían tomado en el estadio.

—Seguro que Wakabayashi no la había visto—bromeó Mirai—, de haber sido así el pobre Izawa no habría regresado a Japón.

—Ni que lo digas, Mirai-chan—concordó la rubia.

Justo cuando Grett quiso responderles, elevó sus amatistas y se encontró al otro lado de la calle a quien menos se imaginó.

—Es oficial, chicas, Mamoru y yo somos novios —anunció con rapidez—, pero tendré que darles los detalles después, en verdad tengo algo que hacer ahora.

Grett estuvo segura de que las tres murmuraron despedidas y palabras de felicitación, pero muy poco caso hizo a aquello pues se concentró en seguirle el paso a la persona que caminaba al otro lado de la calle de donde ella se encontraba.

Había llegado a la esquina, justo donde un paso peatonal se hallaba cuando decidió llamar la atención de la castaña antes de que la perdiera. La luz estaba en rojo, en señal de que nadie podía pasar por el peatonal hasta que el semáforo lo indicara.

—¡Arai! —gritó Grett con todas sus fuerzas, elevando una mano por sobre su cabeza en un intento de que la brasileña la mirara—. ¡Arai-san!

Fue, con esa peculiar manera de llamarla, que la castaña se volvió hacia ella y, en ese momento, sus miradas se encontraron después de dos años, mientras estaban una frente a la otra, cada quien en un lado de la acera que era separada por la calle.

—¡Grettel! —chilló la castaña de vuelta, sin siquiera intentar disimular la emoción en su voz a la vez que también le hacia un saludo con la mano—. ¡Es un gusto volver a verte!

Grett sonrió.

En la calle no estaba circulando auto alguno, solo eran ellas dos esperando por volver a juntarse de nuevo con un bello atardecer italiano de fondo, de una manera que incluso podía considerarse especial, como si ese reencuentro tan anhelado fuera irreal.

Grettel siempre recordaba a Arai con cariño y admiración, siempre se preguntaba que sería de ella y en que lugar del mundo se encontraría en ese momento, mientras que Arai estaba pendiente de todo lo que ocurría con Grett y seguía su creciente carrera con el Inter, de hecho, si debía ser sincera, esa era una de las razones por las que, verdaderamente, se encontraba en el país del Catenaccio.

Y ahora estaban frente a frente.

—¡Quédate allí! —le indicó Grett, mirando como faltaban pocos segundos para que el semáforo que le daría paso cambiara a verde—. ¡Yo te alcanzo!

Arai asintió con la cabeza, una sonrisa se abrió paso en sus labios que la peli plata imitó.

La luz roja dio paso a una verde, por lo que Grett se apresuró a caminar con dirección a la que una vez fue su mentora, sin embargo, nunca pudo llegar con ella pues, de un momento a otro, un fuerte impacto contra su pequeño cuerpo se lo había impedido.

Grett no estaba segura de lo que había sucedido, sin embargo, podía sentir un dolor latente en una de sus piernas mientras sus ojos amenazaban con cerrarse.

Vio a Arai correr hacia ella, gritando fuertemente su nombre con el sonido de las sirenas de la ambulancia acercándose a paso veloz a donde ella se hallaba tendida en el asfalto, y lo cierto es que solo pudo sentir como la brasileña la sostenía entre sus brazos antes de que todo fuera completa oscuridad.


👑

¡Holaa! ¿qué tal esos plot twist?

Yo sé que nadie se esperaba que Arai regresara, menos que fuera ella quien presenciara el accidente, ni que Gino no hubiera acompañado a la niña.

Esas esas Grettzawa que tal ¿eh?🙈 hasta post con mi insta hubo, aunque la IA no me haya dado a exactamente a nuestro Mamoru JAJAJA pero se entendió el concepto

¿alguien quisiera ver las demás imágenes a las que se refiere Grettcita?👀

Esa llamada que ¿eh, Jun? Lit, Grett ni le prestaba nada de atención a esos detalles xD

Bienvenidos al peor momento de nuestra niña, así que déjenme decirles que oficialmente vamos a la mitad de Principessa.

¡nos leemos pronto!

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