21.
HYUNJIN
Abrí los ojos una vez más, admirando al chico de cabellera rubia quien dormía plácidamente dándome la espalda. Me levanté de nuestra cama para entrar a darme un baño caliente, rápido pero relajante. Lo necesitaba después del susto que me llevé hace rato.
Sentía las gotas de agua resbalar por mi frente hasta caer por mis pestañas, parado bajo la regadera cerré los ojos un momento para pensar con un poco más de claridad.
Jisung nos había ocultado su relación incluso a nosotros, tal vez Jeongin lo sabía, después de todo eran muy unidos.
Había oído bastante sobre ese actor, Minho, era muy popular en el extranjero, pero nunca había convivido con él.
La revelación de su relación seguramente era la comidilla del país en estos momentos, esos pudimos haber sido Felix y yo. Pensaba que, si lo nuestro se revelaba, Felix perdería todo lo que había logrado en estos meses y ya nadie querría trabajar con él. Probablemente ya nadie compraría ropa de H&H y tanto yo como todos los empleados perderíamos nuestro trabajo. Tenía miedo.
Aunque, una pequeña parte de mí deseaba estar equivocado. Yo también deseaba que el mundo supiera lo enamorado que estaba de Felix, pero tenía miedo. Miedo de que la gente reaccionara como mis padres hace años, miedo de lo que pudiera ser de ambos si el país se enterara.
Me tomó varios minutos volver a la respuesta que anteriormente había dicho; esperaría a ver como resultaban las cosas para la nueva pareja del momento antes de hacer cualquier movimiento público sobre nuestra relación.
Terminando con mi sesión de reflexión en el baño y después de ponerme ropa acorde al clima de la ciudad, me acerqué a la cocina de donde provenían olores celestiales. Allí me encontré con mi novio frente a una gran pila de panqueques recién hechos, se giró para dejar un par de platos con el desayuno con horario de almuerzo en la encimera donde yo ya lo esperaba sentado.
─ Buenos días ─dijo plantando un rápido beso en mis labios antes de volverse hacia la nevera por el jarabe de miel.
Yo sentía la temperatura subir en mi cara y los latidos de mi corazón incrementaban a cada momento. Era increíble todo lo que causaba en mí este chico.
A este ritmo terminaré usando un marcapasos antes de llegar a los treinta.
─ Buenos días, Lix ─respondí cuando se sentó a mi lado.
─ Encontré por internet el anuncio de un mercado de invierno al centro de la ciudad ─comenzó con la mirada fija en el movimiento de su tenedor sobre la comida─ ¿te gustaría ir a verlo?
Nuestra cabaña estaba algo lejos del centro de la ciudad pues lo que buscábamos era la privacidad que la locación nos otorgaba, pero si mi chico quiere conocer Oslo, yo estaré más que feliz de acompañarlo. Aquí nadie nos conocía y, con un par de bufandas, seguramente pasaríamos desapercibidos.
─ Vamos, pediré un taxi cuando terminemos de almorzar ─esas simples palabras iluminaron su rostro con felicidad contagiosa.
Pasaron casi dos horas desde nuestro almuerzo-desayuno hasta nuestra llegada a la plaza principal de la ciudad, lleno de puestos de comida y atiborrada de turistas.
Las parejas se tomaban de la mano sin importarles las personas a su alrededor, incluso aquellos quienes pasaban a su lado le restaban importancia a las muestras de afecto públicas de las distintas pareja. Confiado por el ambiente que nos rodeaba tomé de la mano a Felix para entrelazar nuestros dedos.
El chico me miró con ojos confundidos al mismo tiempo que levantaba una de sus cejas, cuestionándome sin usar palabras. Me encogí de hombros y me acerqué a él plantando un rápido beso en su mejilla, acto que le iluminó la cara. Sus ojos casi se cerraban por la intensidad de su sonrisa que no tardó en ocultar bajo su bufanda.
Cada tres pasos, algún vendedor se atravesaba en nuestro camino para ofrecernos lo que fuera que tuviera disponible en su mercancía. La mayoría eran artesanías talladas en madera y pintadas con llamativos colores que atraían a la vista.
Llevábamos una mochila casi llena de recuerdos y dulces que comeríamos apenas encontráramos un lugar donde sentarnos a descansar.
Nos detuvimos frente a un pequeño puesto que desprendía un fuerte olor a mantequilla y la larga fila de clientes aseguraba su popularidad. Tomé a Felix de la muñeca apresurando nuestro pase y nos colocamos al final de la cola de personas.
─ ¿Qué haces? ─preguntó el rubio riendo mientras acomodaba la mochila en su espalda.
─ No lo sé, pero huele delicioso y a la gente parece gustarle ─le susurró acercándome a su rostro.
Felix giró su sonrojada cara para evitar mirarme a los ojos cuando lo vi concentrarse en algo a lo lejos, quise seguirle la mirada, pero se volvió hacia mí otra vez antes de que pudiera hacerlo.
─ Ya vuelvo, espera aquí ─levantó su índice frente a mí indicándome que aguardara en mi lugar. Lo vi correr hacia una tiendita escondida entre los grandes lugares de dulces a su alrededor hasta que lo perdí de vista.
La fila donde estaba formado seguía avanzando y aún no había señales del regreso de Felix, empezaba a ponerme nervioso.
Cuando frente a mí se hizo visible la preparación de aquel postre que desprendía ese fuerte olor mantequilla que nos había traído hasta acá repasé en mi mente lo que tenía que decir para no dejarme en vergüenza a mí mismo.
¿Qué están vendiendo?
Di otro paso adelante cuando un nuevo cliente llegó al mostrador.
¿Qué están vendiendo?
Solté un suspiro con nerviosismo.
¿Qué están vendiendo?
Cuidadosamente di un par de toquecitos en el hombro de la pelirroja frente a mí, cuando se dio la vuelta su acompañante hizo lo mismo.
─ Hola, disculpen ¿qué están vendiendo? ─pregunté apuntando hacia la barra de cristal que nos separaba de los cocineros esperando que me entendieran.
─ Oh, es krumkake ─respondió con una sonrisa la chica quien también portaba unas cuantas pecas en su rostro. Al ver mi cara de confusión; el chico junto a ella continuó.
─ Es un postre muy popular de aquí como puedes ver ─ambos hablaron tan amablemente que mi nerviosismo desapareció.
Justo en ese momento sentí unos brazos sobre mi cintura.
Sobresaltado miré a mi lado donde la cabellera rubia de mi novio se aparecía por fin.
─ Hola ─dijo Felix incorporándose junto a mí.
─ Hola ─respondí notando algo oculto en sus manos tras su espalda─ ¿Qué llevas ahí?
─ Te conseguí algo ─reveló el artefacto enredado entre sus dedos, una suave bufanda de un rojo carmesí. Sonreí como tonto cerrando mis ojos unos segundos. Hizo una seña con su cabeza para que me acercara a él.
Me incliné un poco para estar a su altura y colocó la prenda alrededor de mi anteriormente desnudo cuello.
─ Espero que no te olvides de esta en casa.
Los chicos frente a nosotros mostraban una mirada de compasión que Felix no tardó en notar y, como tan extrovertido como siempre es, no tardo en conversar animadamente con ambos. En especial con la chica quien compartía sus particulares constelaciones faciales.
Cuando tuvimos el postre de galleta en forma de cono en nuestras manos, nos despedimos de nuestros nuevos y momentáneos amigos para seguir nuestro camino sin rumbo por la gran plaza llena de gente. Nuestras manos desocupadas estaban entrelazadas y yo nunca me había sentido tan libre en mi vida como lo hacía ahora.
El sol se empezaba a ocultar y el cielo se adornaba de vibrantes colores. Esta vez fue Felix quien me jaló hacia una fila de personas, ahora para subir a la concurrida y muy alta noria.
Dentro de nuestra pequeña cabina miramos como la gente se volvía más pequeña conforme íbamos subiendo, no pude evitar contemplar a todas esas parejas que eran felices y libres sin miedo, me gustaría ser así todo el tiempo.
Di el último mordisco a mi dulce krumkake antes de ajustar en mi cuello el regalo que mi novio me había dado, intentando esconder con ello el suspiro pesado que había soltado. Desgraciadamente el rubio lo notó y me miró con el entrecejo fruncido.
─ ¿Qué sucede?
─ Nada ─respondí forzando una sonrisa.
─ Hyunjin... ─el chico acarició mi mejilla con una delicadeza tal como si estuviera tocando el objeto más frágil del mundo. Sentí una fría lágrima deslizarse por el contorno de mi nariz hasta llegar a mis labios, era amarga.
─ Quisiera no tener que volver ─mis ojos bajaron a mis pies evitando la mirada de mi acompañante, uno de sus dedos siguió el rastro que había dejado mi sollozo para limpiarlo.
─ Ambos sabemos que no podemos quedarnos.
─ Lo sé.
─ También podríamos... ─mi vista se volvió hacia él, curioso de lo que podría sugerir─, ya sabes. Dejar de escondernos, decirles a todos sobre nosotros.
Dejé salir un suspiro desde lo más profundo de mi pecho, tenía que contarle la razón por la que no podía salir del closet con el público en general.
─ Felix... Tengo algo que contarte.
Vi cómo se incorporaba en su lugar, su mano abandonando mi cara para buscar la mía y entrelazar nuestros dedos. Su mirada era seria pero siempre atenta.
─ ¿Recuerdas cuando te conté que viví un tiempo con Chan? ─el chico asintió─ fue porque mis padres me corrieron de casa. Desde pequeño siempre tuve gustos diferentes a los chicos de mi edad, me gustaba dibujar, arreglar la ropa de mi madre y jugar con sus viejos vestidos creando nuevos. Aunque ella siempre decía que solo los arruinaba ─una sonrisa triste no pudo evitar aparecer al recordar aquellos momentos de mi infancia─. Con el pasar de los años conocí gente, incluso recibí un par de declaraciones de amor de chicas, pero ninguna lograba provocarme algún sentimiento más allá de la amistad. Cuando entré al colegio había un chico que me provocaba un revuelo en el estómago, creía que solo era alguna clase de admiración, pero con el tiempo este sentimiento no desaparecía, se lo conté a Chan y él me dijo que era exactamente así como se sentía el querer a alguien.
Más lagrimas no tardaron en aparecer y mi voz se iba cortando conforme me acercaba al punto más importante de mi historia.
─ Pasaron un par de años hasta que llegó el día en que mis padres me preguntaron sobre mi futuro, la temida carrera universitaria. Ellos querían que siguiera los pasos de mis amigos estudiando negocios, pero yo sabía que quería perseguir mi sueño de modista. Obviamente ellos se opusieron y me cuestionaron, no resistí más y les confesé que era gay. Les hablé con el corazón en la mano esperando que mi familia me entendiera, que aceptaran que su único hijo fuera feliz de la manera que deseara, pero... En vez de eso solo obtuve reproches. Mi madre lloró al igual que yo, aunque no por las mismas razones. Y mi padre, bueno... Mi padre me gritó que yo no era su hijo y que no quería volver a verme, así que armé una maleta improvisada y me fui.
─ Hyunjin...
─ Hace ya siete años que no sé nada de ellos. Tengo tanto miedo de que todo lo que he construido se derrumbe solo por ser quién soy.
Los brazos de mi amado no tardaron en rodear mi cuello para abrazarme, sentí su barbilla apoyarse en uno de mis hombros y sus sollozos ahogados por sus palabras lo delataban.
─ Yo siempre voy a estar contigo.
Mis brazos rodearon su cintura para eliminar cualquier espacio entre los dos, sentir su cercanía que curaba mi corazón mientras los dos llorábamos.
Y por ese breve instante decidí creerle.
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