Acto I El Origen.
Desde que la Tierra fue devastada dando la extinción de los dinosaurios, el planeta quedó en total oscuridad por bastantes años.
Fue así como el ser más poderoso Dios decidió volver a crear vida en el planeta.
Fueron 6 de días de creación y al séptimo día el descanso por el arduo trabajo.
El decidió crear al hombre llamándolo Adán y fue el propio Adán que nombró cada animal con su respectivo nombre.
Cuando Dios se dio cuenta que el hombre se sentía muy solo decidió crear a la mujer.
Esa mujer fue llamada Eva, ellos 2 tenían un paraíso en el cual podrían disfrutar a sus anchas.
Pero entre todo el paraíso había algo que no debían comer para nada del mundo.
En todo ese lugar había un fruto que Dios mencionó que no debían comer, a simple vista era tan solo una manzana, se veía apetitoso pero ambos le hicieron caso a Dios de no comer de eso.
Pero hubo alguien que quería estropear los planes de Dios, Satanás.
Un ser que alguna vez fue uno de los tantos ángeles comandados por Dios, pero por la envidia que sentía el decidió retarlo.
Fue tanto su error que no solo fue derrotado si no que también fue desterrado y enviado a las profundidades del infierno.
Entonces el mismo demonio manifestándose como serpiente convenció en que Eva comiera del fruto prohibido y fue ella que convenció Adán para que también comiera.
Desde ahí cometieron el mayor error, la desobediencia.
Cómo ambos habían pecado ante Dios fueron desterrados del Edén y tuvieron ellos que arreglárselas solos para así poder continuar con su vida.
De todo esto había cierto ángel que presenció todo lo ocurrido y quiso ayudar a la pareja para que no tuvieran problemas.
Ese ángel con aspecto de niña era Sarvente.
Ella tenía una mente demasiado inocente como para saber las consecuencias de sus actos a pesar que eran puros.
Ya que cuando Dios se dio cuenta de lo que había hecho a sus espaldas decidió desterrarla también, ya que por propias de el mencionó que:
─ Les di todo y me desobedecieron cuando les dije que no podían comer del fruto prohibido, ahora tienen que aprender de su error que cometieron.
Prácticamente Sarvente también termino en el infierno junto con Lucifer.
Y muchos ángeles caídos fueron llegando a ese lugar con el paso de los años.
El bien y el mal se creo desde ese entonces.
Sarvente tuvo que luchar arduamente para poder tener un lugar ahí en el propio infierno.
Cómo llegaron varios demonios al lugar ella tuvo que matar a varios para así tener el reconocimiento de Lucifer.
No importa si eran amigos suyos o no, ella quería la posesión del trono.
Ella finalmente lo logro y se sintió satisfecha de su resultado, la primer demonio con aspecto joven pudo tener su propio lugar en el infierno.
Así pasaron años, años y años.
Todos los demonios les agarraron desprevenidos la noticia en que ella dejó el trono.
Muchos intentaron ocupar su puesto, pero simplemente nos los verían cuando lo intentarán.
Simplemente desaparecían sin dejar rastro alguno.
Lucifer sabía bien el poder de esa niña, así que prefirió en que ella hiciera lo que quisiera, pero sabría que ella en algún momento, volvería a tomar el trono.
[...]
Año 2004
Sarvente aún seguía con su aspecto como de niña, ella al ser un demonio inmortal aprendió todas las culturas de todos los países y además de saber sus respectivos idiomas.
Ahora mismo ella se estaba relajando debajo de un árbol por el parque de una ciudad.
Ella mismo disfrutaba de su estancia al estar sola y relajarse.
Pero a pesar de eso, ella sentía un vacío por dentro.
Ella ha vivido durante bastantes milenios, pero no ha tenido una infancia que ella ha querido anhelar.
A decir verdad, ella siempre ha querido tener un verdadero amigo, pero las personas pasaban de ella y no se tomaban el tiempo.
Incluso los niños la llamaban rara, cosa que afecto también a la hora de socializar con la gente.
Ella siempre se caracterizó por ser alguien alegre, pero en momentos así ella llora en silencio.
No le gusta llorar pero a veces no puede evitarlo, ella puso su cara en sus rodillas para que así no la oigan.
A pesar de que era una parte escondida del parque había alguien que se había acercado a ella.
Fue entonces cuando en medio de su llanto sintió una manita tocándole su hombro.
Dejó de llorar para ver quién la había tocado, miro y era un pequeño niño de 2 años de edad.
El la miro confundido y se dió cuenta que ella estaba llorando, ella sin saber cómo reaccionar solo vio como ese niñito le quitó las lágrimas de su rostro.
Ella se sonrojo un poquito, más que nada porque se avergonzó un poco.
─ Gracias... ─ la demonio agradeció al niño ─ ¿Que haces aquí? ¿Acaso te perdiste? ─ ella le pregunto pero el no respondió ─ Oh, que tonta soy, todavía no has aprendido hablar.
Ella decidió hacerle un espacio para que el se sentará a su lado.
Ella no ha dicho alguna palabra por 5 minutos, ella había cerrado los ojos para poder relajarse.
Sin embargo, sintió que el niño le estaba tocando su mejilla.
─ ¿Ocurre algo? ─ preguntó ella.
─ K... K... ─ ella ladeó su cabeza debido a que no lo entendía ─ K... Ke... Keith. ─ ahora ella comprendió a que se refería.
─ Oh ¿Así que te llamas Keith? ─ el asintió ─ Pues un gusto Keith, mi nombre es Sarvente. ─ agarró la mano del pequeño niño para estrechar su mano.
Ella al principio se sintió bien al estar con alguien que no la llamen rara, pues la mentalidad de un pequeño niño es puro.
Esa no fue la última vez que lo vio, ya que al pasar algunos meses, ellos se reencontraban en el mismo parque a la misma hora.
Se podían ver cómo 3 veces a la semana ya que los padres de Keith les gustaba ir a ese parque para relajarse y así para que los niños se diviertan.
En los reencuentros ella le gustaba hablar mucho con el a pesar de que casi el no dijera muchas palabras.
Ella misma se encargó de enseñarle a leer usando la biblia como referencia y también le enseño hablar.
La reacción de los padres era felicidad pura al ver que su retoño iba aprendiendo hablar.
Esos momentos eran su parte favorita por parte de la napolitano.
Ya que sentía ella que se llenó ese vacío que sentía por dentro, por lo cual su cuerpo empezó a crecer.
Pero llegó el día, ese día en el que tenían que separarse, pasaron 2 años desde que se conocieron por la cual ese niñito ahora tenía 4 años.
Ella le había hecho un gorro rojo para cuando llegara, ya que era el cumpleaños de Keith y le había hecho este gorro ella misma.
Fue al lugar de siempre y cuando llego se dió cuenta que ahí estaba Keith, pero estaba llorando.
─ Keith... ─ se acercó a él para ver qué ocurría ─ ¿Que te paso? ¿Te hicieron daño? ¿Alguien te insulto? ─ preguntó tratando de obtener respuesta.
─ Sarv... ─ fue el apodo que inventó el para referirse a ella pero más corto ─ No quiero irme sin ti. ─ la demonio se sorprendió cuando el la abrazo llorando.
─ ¿Irte? ¿De que estás hablando? ─ preguntó consternada.
─ Nos vamos a mudar a otra ciudad... Mañana nos iremos... Lo siento Sarv, me agarraron de sorpresa...
La napolitano no sabía cómo reaccionar, su primer y único amigo se iba a ir de la ciudad y posiblemente no lo volvería a ver hasta quien sabe cuándo.
Ella tampoco pudo evitar llorar y también abrazo al pequeño peliazul.
─ ¡Keith! ¿¡Dónde estás!? ─ ambos escucharon la voz de una mujer adulta, se dieron cuenta que es la madre de Keith.
─ Supongo que tengo que irme... ─ susurro en voz baja mientras agachaba su cabeza.
Cuando estaba por irse ella lo agarro de su mano y el la miro confundido.
─ Keith... Antes que te vayas... Quiero darte esto. ─ ella le mostró la gorra que le hizo.
Una gorra roja.
El la agarro con timidez y cuando se lo puso le quedó algo grande.
─ Creo que no hice bien la medida. ─ comento algo avergonzada.
Ahora fue cuando el la agarro de ambas manos.
─ Atesorare mucho este regalo Sarv... ─ entro en pausa por unos segundos pero estuvo determinado en decirle unas últimas palabras ─ Sarv... Prometo algún día reencontrarte contigo, cuando llegue ese día te protegeré y... Te amare por el resto de mi vida.
Esas palabras hicieron sonrojar a la pelirosa y entonces ella soltó las manos de Keith para levantar su meñique.
─ ¿Lo prometes? ─ preguntó ella.
Por lo cual hicieron la promesa de la garrita ─ Lo prometo... ─ respondió el peliazul.
─ ¿¡Keith!? ─ oyeron la voz de antes.
─ Debo irme... ─ se levantó para irse pero antes que se fuera recibió un beso en la mejilla.
Fue un pequeño beso de despedida ─ Te echaré de menos... Buena suerte en su mudanza. ─ ella sonrió para que así Keith no se sintiera mal en dejarla.
En los ojos de todo ser vivo no pudo ser visible un hilo rojo que fue creado en el meñique de ambos.
Ese hilo rojo aparecen en ciertas personas que están destinados a convertirse en almas gemelas, y vivirán una historia importante, y no importa cuánto tiempo pase o las circunstancias que se encuentren en la vida. El hilo rojo puede enredarse, estirarse, tensarse o desgastarse... pero nunca romperse.
Keith volvió con su madre y recibió un regaño por haberse escapado, ya que se habían preocupado de que le habría ocurrido algo malo.
La pelirosa solo vio como ellos desaparecieron de su rango de visión.
─ Keith ¿Dónde encontraste esa gorra? ─ preguntó su madre.
El solo sonrió y contestó ─ Me lo regaló una amiga muy especial.
Ellos 2 no se volverían a ver hasta dentro de varios años.
Fin del Acto I.
¿Que tal les parecio el capitulo?
¿Bien o mal?
Espero que les haya gustado y si tienen alguna pregunta no duden en ponerlo en los comentarios.
Dicho esto nos vemos en otro capitulo.
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