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Espejo de sangre | Parte II

Lamento no poder corresponder a tu corazón, perdóname por hacer a un lado tus sentimientos de ésa manera, prometo agradecerte todo lo que hiciste por mí en la siguiente vida.

Atentamente, tu remolino

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El funeral de Hinata Hyūga se efectuó durante un día de lluvia, como si el cielo supiese que acababan de perder a una mujer que fue amada de manera profunda y dolorosa. Su familia y seres amados sobrellevaban el duelo de una manera distinta, habían perdido algo diferente.

Boruto lloraba de manera silenciosa tratando de secar las lágrimas con el dorso de su manga, ocasionalmente hipaba, acababa de perder a su amada madre. Se sentía bastante miserable y el culparse no lo hacía mejor, sentía que si no fuese por él, ella todavía seguiría viva. Aún no podía evitar reprocharse todas las veces en que fue un idiota con ella, en que le alzó la voz o solamente la ignoró. Se comportó como un niño inmaduro, mimado y estúpido.

Naruto derramaba lágrimas en completo silencio con la mirada hacia el suelo, el salado líquido tibio quemaba sobre su púrpura e inflamada mejilla, Hanabi le había plantado un fuerte puñetazo en el rostro cuando Neji le dio la noticia.

– ¡¡¡Prometiste que la protegerías!!! ¡¡¡Esto es tu culpa!!!– sus ojos perla acuosos se veían incluso más cristalinos. Podía notar como luchaba porque no se le quebrara la voz y continuar gritándole. Naruto se sujetó el rostro, su mejilla izquierda comenzaba a arder.

– ¡¡BASTARDO!! ¡¡Lo sabía, sabía que mi hermana no debió haberse casado contigo!! ¡¡Siempre la dejabas de lado por ése malnacido Uchiha paria!! ¡¡¡SIEM–PRE!!!– Neji la sostuvo para que no se abalanzara sobre el Uzumaki; su voz se cortó y su colérica mirada luna se dirigió al suelo dejando caer un salado goteo intermitente.

– Prometiste que la protegerías...... nee-sama.......– la escuchó susurrar entre lágrimas para luego empezar a sollozar. El líder Hyūga la rodeó con sus brazos y comenzó a llorar silenciosamente junto a Hanabi.

El nudo en su garganta se acrecentaba y sintió deseos de gritar, de sollozar igual que un niño pequeño. Toda su vida había crecido bajo las miradas de odio, del asco y desprecio, deseando, anhelando una familia, el calor de un abrazo y la calidez de un hogar con aroma a comida casera. El llegar y no encontrar el frío e insípido silencio de un departamento que se llenaría de polvo y telarañas. Su sueño había sido ser Hokage, si, pero era para llenar esa soledad que había marcado de manera amarga su infancia, ser respetado sin tener que recibir más aquellas horribles miradas, tener algo que proteger, amar y ser amado de vuelta.

Hinata fue su primer amigo, inclusive antes de notar a Sasuke; aquel pequeño chico de tristes ojos perlados y cabello índigo que le extendió su bento con una sonrisa gentil, misteriosa. No hubo malicia, sólo un gesto de desinteresada bondad que para muchos hubiese parecido insignificante pero, fue lo más dulce que alguien hubiese hecho por él en su vida. Haber sido puestos en el mismo equipo lo había llenado de dicha, incluso en los acerbos momentos que concernían a Sasuke le ayudó comprenderlo de manera más profunda y orgánica, le había enseñado a no presionar, a escuchar, a medir sus palabras y sobre todo, reforzar el lazo del equipo 7 alineando el delicado equilibrio entre oscuridad y la luz.

Neji había tratado de hacerle sentir mejor explicándole que Hanabi sólo necesitaba a quien culpar, alguien debía tener la culpa. El hokage lo sentía como un deje amargo en la lengua y una presión sobre su pecho, porque Hanabi había tenido razón, le había dado más prioridad a todo lo demás que a su propia familia, se había perdido de festividades, de caminatas, pijamadas y desvelos alegres, viajes y un sin fin de experiencias junto a ellos. Ahora Boruto había crecido lo suficiente para mostrar interés romántico por alguien, Himawari poco a poco se convertía en una señorita hermosa y Hinata se había vuelto mucho más sabia y encantadora.

La vida sólo es una y al llegar a viejo lo que te queda son los recuerdos ¿qué recuerdos iba a tener él? ¿Pasar 19 horas diarias en la oficina bajo una montaña de papeleo? ¡Sus hijos estaban creciendo y se lo estaba perdiendo!¡Acababa de perder a su esposa y había pasado más tiempo trabajando que a su lado! Escuchó el eco de las palabras de Kurama en su mente pero sólo le pidió silencio, no estaba lo suficientemente bien para hablar.

Sasuke se sentía amargamente miserable, la última vez en que se había sentido de ésa manera fue el día en que Itachi murió. Él no era la clase de persona que llora frente a otros, ni siquiera frente a Sakura lo había hecho, la única persona con la que se había permitido ésa debilidad además de su madre, Itachi y, para su desdicha, Neji, fue Hinata. Por algún motivo que nunca comprendió, había sido como si la hubiese conocido de toda la vida, como si ella fuese la única luz visible en la bochornosa oscuridad en la que se había hundido. Recordar la primera vez que la vio, ahí, en el cementerio sentada con lirios azules entre las manos frente a una tumba bien cuidada y la mirada perdida. El sepulcro de Hizashi Hyūga, su tío.

Cuando posteriormente se la volvió a encontrar en la academia junto a su primo Neji, con el cabello corto y ropas holgadas, hablaba y se comportaba como un chico, su nombre en katakana y el dirigirse a si misma como él habían hecho creer a todo el mundo que Hinata era un hombre, nunca lo desmintió. No le puso demasiada atención al raro y silencioso Hyūga hasta que no lo vió, en su mirada, el odio hacia su padre. Un resentimiento burbujeante y helado, un lago de nitrógeno líquido en ebullición cada vez que sus perlas se encontraban con Hiashi Hyūga, ella lo aborrecía, lo detestaba. Quería comprender el porqué.

Hinata le enseñó mucho, y una de sus enseñanzas más importantes fue que incluso cuando te has rodeado a ti mismo de una densa neblina obsidiana, puedes continuar siendo una persona hermosa, gentil y fuerte. Tal vez no lo comprendió hasta convertirse en un adulto, y no iba en lo absoluto con él ser amable, sin embargo, aprendió a admitir sus errores y aceptar la luz dentro de su propia inamovible oscuridad, como ella.

Terminar enamorado del pequeño y raro Hyūga, el idiota que terminaba en detención por golpear a los chicos y chicas cuando hostigaban al dobe, el que le fracturó una costilla a un profesor con el jūken cuando éste trató de sobrepasarse con una alumna, el que le hizo presenciar nuevamente un hermoso y doloroso recuerdo de su madre, el fuego azul; que cotilleaba con Naruto como mejores amigos cuando medio mundo evitaba al rubio, el que, con hermosos y afilados ojos perla le plantó cara cuando trató de irse de la aldea llamándolo cobarde, si.



Se había enamorado de Hinata Hyūga, la pequeña oveja negra del clan del Sol, incluso creyendo que era un chico



Como la había detestado por eso, por confundirlo, por hacer florecer aquellos sentimientos que tan estúpidos le habían parecido cuando era más joven, por convertir los marchitos y opacados capullos en una bella y dolorosa primavera en su corazón; la había odiado profundamente por desgarrar su oscuridad con una tenue luz de plata, una sonrisa amable, una afilada mirada, por recordarle su vida antes de perder a su clan, a su familia, incluso detestó su relación tan estrecha con el idiota de Neji por hacerle rememorar la suya con Itachi. Y ahora, ahora que era un adulto y habiendo aceptado a Hinata en su vida y corazón, ver su luz extinguirse era simplemente amargo, doloroso, quemaba. No lloró, no aún, no ahí.

Neji y Toneri eran personas que habían crecido bajo el estricto régimen de una familia tradicional, un clan que demandaba demasiado controlado bajo el yugo de una rama superior, haber nacido en la familia secundaria los había condenado a vivir bajo esa sombra, al menos así debería haber sido. Sin embargo, aquella obsesión por el destino que los había llevado a mancharse las manos de sangre terminó por convertirse en un mantra para su vida de una manera mucho menos cruel y visceral. El destino existe, no puede cambiarse, más sin embargo el cómo suceda dependerá de ti, siempre existirán dos resultados en donde todas aquellas migas en el camino definirán cuál sucederá. Y, si tienes la suficiente suerte, se cumplirá la opción más feliz.

Neji se había convertido en el líder del clan Hyūga, había abolido junto a sus primas la jaula de jade en donde habían sido encerrado durante siglos, a su vez que se les colocaba a todos los miembros a excepción de Hinata y Neji, una cuyo único propósito era destruir el byakugan una vez el usuario muriese o fuese extraído. Toneri había pasado de ser un miembro de la rama secundaria Ōtsutsuki de la Luna a su patriarca, al guardián y príncipe de aquel astro, uno que junto a las tres aves Hyūga resguardaban el tesoro y arma más poderosa de su clan, el Tenseigan.

Para Neji, era difícil mantener su temple cuando por dentro sentía que se soltaría a llorar, era horrible, ahí dentro de ésa caja de madera oscura se encontraba su prima, su rostro tranquilo como si sólo estuviera durmiendo, incluso en ésa ocasión se veía hermosa. Ahí estaba aquella pequeña niña a la que juró proteger con su vida en una época más inocente. Hanabi no dijo nada cuando fue su turno de acercarse a mirarla, sólo rompió en un llanto más silencioso sintiendo una punzada dolorosa. Era su adorada hermana mayor, su nee-san, quien la crió y protegió de su padre cuando su madre se convirtió en polvo lunar, sintió deseos de abrazarla y quedarse con ella, mas era imposible. Para Toneri había sido lo suficientemente difícil sólo estar ahí presente, el lugar se llenó de mariposas de invierno quienes revoloteaban sus alas con lentitud, un pestañeo suave. Creyó que nunca tendría que volver a presenciar como la luz de la luna se apagaba, se equivocó.

Himawari no asistió al funeral de su madre, se había refugiado en la casita del árbol que Yamato había creado dentro del Bosque de la Muerte hacía tantos años. Su ropa estaba cubierta de la sangre seca y se habían formado tenues manchas oscuras bajo sus ojos. Estaba deprimida y sobre todo, enojada. No quería volver a casa donde sabía, Hinata no estaría más.

Se sentó en una de las ramas fuera del pequeño complejo, la brisa era fría ¿cómo nunca notó ése detalle? Al menos estaba abrigada con su suéter amarillo cubierto de la mezcla de sangre Ōtsutsuki y de su madre.

– Me preguntaba dónde estarías, Hima– al ver que no respondió se sentó junto a ella, no objetó, demasiado perdida en sus pensamientos para darle una cordial respuesta; Toneri estaba preocupado por la niña y su salud mental, él comprendía perfectamente lo que era sentirse en el abismo cuando pierdes a un padre, nunca conoció a su madre pero estaba seguro el sentimiento era el mismo. Desolación.

– Te pareces mucho a ella– Himawari se giró a verlo a los ojos, dos ojos. Él notó las incipientes ojeras haciendo contraste con el intenso azul de verano en sus iris, no había notado el detalle, los ojos de Himawari eran ligeramente más oscuros que los de Naruto en una especie de azul rey grisáceo arremolinándose hacia el centro.

– No, tendría demasiada suerte si me pareciera a okaa-san, no tengo suerte– su voz se escuchaba demasiado lejana para la pequeña que conocía, aquella tan alegre, efervescente, cariñosa y llena de amor, ahora mismo era como si ésa intensa luz que emitía tan naturalmente hubiese sido tragada por un vórtice y derramada lejos.

Sus ojos cubiertos de ceniza lunar brillaron en un pensamiento, era consciente de que no le correspondía, ése no era su lugar sino el de Naruto pero...

Himawari se sobresaltó al sentir los brazos de Toneri rodeándole en un intento de confort, fue embargada por el aroma a menta y humedad helada. Quiso ser fuerte, quería guardarse todo ése dolor para sí misma y éste despedazara todo en su interior, convertirse en un despojo, una cáscara vacía para no ser capaz de sentir nada. El albino la sintió temblar aferrándose a sus ropas, cerró los ojos cuando la niña rompió en llanto, uno húmedo y ahogado, desgarrándose la garganta en un ruido agónico.

– M-mamá murió...– dijo con la voz entrecortada conteniendo un nuevo sollozo, ahora las prendas de Toneri tenían un aroma a sal.

– Lo sé... lo sé... – sintió el temblor de su propia voz y dejó morir las palabras en el fondo de su garganta. No volvería ver a Hinata nunca, al menos no físicamente pero...... cuidaría de sus hijos como si fueran propios, es lo que ella querría, es lo que él necesitaba. Himawari era su viva imagen, era como volver a ver a Hinata cuando era una niña aunque el pequeño girasol era más femenina de lo que había su madre a ésa edad. Él amaba a esos niños aunque fuesen los hijos de Naruto, porque también lo eran de ella.



"Permíteme mostrarte el mundo a través de mis ojos, Toneri-san"



Sus perlas se empañaron, acomodó la cabecita de cabello índigo contra su pecho y se permitió derramar tibias lágrimas. Ahora mismo ¿estás viendo a través de éstos ojos, Hinata? Esperaba que si, que cuando todo se volviera demasiado difícil de sobrellevar, ella le mostrara la luz como lo había hecho en el pasado.

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Naruto no tenía ánimos de salir de la cama, honestamente, no tenía ánimos en lo absoluto. Por lo que, cuando algún idiota se le ocurrió tocar la puerta de la entrada principal realmente sintió el deseo de lanzarle la cama por la ventana y se largara de ahí. Más era el hokage y Shikamaru seguramente le daría un sermón que no deseaba escuchar.

Yamato le había dado una mano ayudándole a reconstruir su casa; lucía ligeramente distinta, incluso el aroma a madera, tierra enriquecida y rocío aún se encontraba presente.

De mala gana se puso de pie y caminó murmurando maldiciones por lo bajo, realmente ya detestaba al infortunado que eligió ése día para molestarle. Boruto no estaba en casa, Kawaki le dió su espacio, Himawari necesitaba tiempo para sí misma, después de aquella visceral demostración de rabia e ira realmente estaba preocupado por ella, pero forzarla sólo ocasionaría que se alejase aún más y realmente temía perderla, había aprendido la lección con Sasuke.

– ¿Quién es? Realmente no estoy de humor 'ttebayo– soltó con amargura abriendo la puerta, se encontró con Toneri cargando al girasol entre brazos y una mirada severa. Analizó a su hija, aún traía puesta la ropa llena de sangre seca y su corto cabello desordenado.

– La encontré sola en el bosque y la traje a casa ¿puedo pasar, Naruto-san?– en medio de su desconcierto se hizo a un lado y le permitió al Ōtsutsuki entrar. – La dejaré en su habitación ¿de acuerdo? Necesito hablar contigo.

El albino le miró por el rabillo del ojo, sus orbes perla brillaron con algo que supo identificar, desaprobación y enojo. Lo sintió clavarse en el fondo de su pecho, porque eran los ojos de Hinata. A pesar de que ahora ambos le pertenecían a Toneri, incluso si su mirada era distinta, era el mismo sentimiento que le ocasionaba su esposa cuando le miraba molesta. Se quedó observando fuera de la habitación como ése hombre le quitaba la ropa cubierta de manchas color marrón y la arropaba con su pijama de conejito. Lo miró sonreír con cariño del mismo modo en que lo había hecho Hinata cuando veía a sus hijos, era una cálida y gentil. Una vez estuvieron en la sala, el Ōtsutsuki lo destrozó con sus palabras.

– Yo no soy quien para decirte como cuidar de tus hijos, realmente es algo que no me incumbe, sin embargo, de igual manera te diré esto, estás siendo demasiado egoísta e irresponsable, – el nácar brillaba severo, su grave voz sedosa era como afiladas dagas de hielo. – no eres el único que está sufriendo. Hinata-hime era una persona amada por su corazón gentil, ellos son sus hijos también y ahora mismo son quienes más sufren su pérdida, eres su padre y eres tú quien debes ayudarlos a sobrellevar ése dolor. Deja de autocompadecerte, no es lo que ella querría y no es lo que ellos necesitan.

Cuando le dijo que no era el único que sufría sintió su chakra como un líquido goteo intermitente sobre un lago congelado y expresión afligida, él también sufría. Naruto no era ningún idiota, había crecido y madurado lo suficiente para dejar de lado aquel adolescente despistado y denso que solía ser, era perfectamente consciente de que los  sentimientos de Toneri hacia Hinata no se habían desvanecido con los años sino que en cambio, dejaron de ser tan infantiles y se hicieron mucho más intensos, más dolorosos. Ellos dos habían sido pareja después de todo, la princesa Byakugan jamás le había aclarado el porqué aceptó casarse con él cuando había parecido estar tan encantada con el príncipe de la Luna.



El sentimiento de un delgado tirón color rojo aún estaba en sus memorias, cortando la piel sobre su meñique



– Debo volver a la Luna, – parecía resignado, destruido física y emocionalmente, su mirada agotada denotaba el estrés y la culpa, él también se culpaba. – cuida de ellos aquí y yo lo haré allá, no estoy seguro de si volveré a presentarme aquí ahora que ella no está, éste es tu hogar. No soy bienvenido. Informaré si existe alguna anomalía respecto a los Ōtsutsuki del espacio.

Se alejó entre pasos solemnes y elegantes, siempre había sentido una pizca de envidia sana por el porte y elegancia que poseían los miembros del clan Hyūga; Toneri tenía modos bastante similares a Neji. Se dejó caer en el sillón de la sala y acunó el rostro entre las manos. ¿Qué estaba haciendo? Él tenía razón, sus hijos lo necesitaban, no podía abandonarse a sí mismo de esa forma cuando no era el único que la estaba pasando mal, Boruto y Himawari amaban a su madre, era consciente de que mucho más de lo que lo querían a él y no los culpaba, ¿quien no podría amar a un ser tan amable y dulce como Hinata? Incluso él había caído en eso.

Se puso de pie y fue a la recién reconstruida cocina, debía preparar la cena para cuando sus hijos estuvieran en casa y una vez Himawari despertara, estaba seguro tendría hambre...

Himawari....



Aún si trataba de ignorarlo, el presentimiento estaba ahí, arrastrándose con un cuerpo helado dentro de su mente



Quisiera aceptarlo o no, había algo mal con su hija, no sabría describirlo pero su instinto se crispaba con la sensación amargamente familiar, un deja-vú. No era algo nuevo, de hecho, ha estado presente desde que Hinata estaba embarazada. Siempre se sintió latente, como un pequeño pulso, las ondas expansivas dentro de un lago abriéndose paso con suma lentitud a través del líquido; era un sentimiento omnipresente pero apartado, demasiado suave en un grado que era posible ignorarlo. Sin embargo ése día, cuando Hinata murió y Himawari explotó colérica en ira primitiva y deseo de venganza, aquel sentimiento se hizo insoportablemente intenso, ése suave punteo de zapatillas se convirtió en un lago de nitrógeno líquido en ebullición, y sus ojos...



Fue como la mirada de Sasuke cuando se enteró de la verdad; odio oscuro y asfixiante capaz de destruirlo todo



Boruto continuaba deprimido y molesto, no quería pasar tiempo en una casa llena de recuerdos de su madre, sería doloroso y masoquista. Sabía que estaba siendo egoísta y preocupando a su equipo, Sarada había tratado de acercarse a él pero no se lo permitió y la apartó de mala gana, y Mitsuki, se había alejado con un pretexto estúpido e incluso se había terminado desquitando con él, lo estaba hiriendo y se sentía una basura por eso. La marca de maldición en su hombro se sentía caliente, ocultarla de Sasuke y Naruto no había sido sencillo pero no quería meter en problemas a Mitsuki, él había accedido por su propia cuenta a que el chico se la pusiera para poder ayudarlo y no quería que le cuestionaran su decisión.

La sed de sangre del chico de mirada viperina realmente era preocupante, no sólo estaba el hecho de que podía llegar a ser físicamente doloroso y potencialmente peligroso si no lograba controlarse, sino que, sería la excusa perfecta para las momias del consejo para deshacerse del hijo de Orochimaru y no lo permitiría. No lo iban a alejar de él. Al menos con el sello podía ayudarlo a controlar ése deseo de matar y además, sentirlo más cerca. Era su pequeño secreto, algo íntimo que no le apetecía compartir con nadie.

Habían sido meses, fue una montaña rusa de emociones y decisiones precipitadas, de discusiones, estrés y reclamos, hasta que finalmente había conseguido su sinceridad. Si cerraba los ojos aún podía recordar los alargados caninos de Mitsuki atravesando su piel y el ardiente calor que punzó sobre el músculo. Uno que quemaba sobre su hombro. No, no se arrepentía incluso con el horrible dolor que llegó después.

Llegó a casa, el aroma a comida casera entremezclándose con el de la madera y tierra húmeda inundaba la estancia dándole el toque hogareño que siempre parecía tener. Al caminar a la cocina se encontró su padre acomodando la mesa y Kawaki terminando de preparar algo en la estufa.

– Ohayo Boruto, mira ya está la cena 'ttebayo– lo saludó alegremente con su característica sonrisa zorruna. El rubio menor primero vio a Naruto y luego a Kawaki, honestamente, no tenía apetito. Sólo quería ir a su habitación y dormir. Iba a declinar cuando el chico le lanzó un trapo a la cara.

– No me gusta compartir mi comida, menos contigo, así que aléjate del postre– su manera amable de decir "ayude a hacer la cena, estoy cediendo demasiado, así que come o te golpearé"; había aprendido a aceptar la presencia de Kawaki en su familia, aún no estaba preparado para verlo como un hermano o siquiera admitir que lo estaba considerando, era más insufrible que Yakata y definitivamente no tan genial.

Si... gracias 'ttebasa– estaba demasiado agotado mentalmente como para buscar discutir con él, así que se acercó y comenzó a arreglar el desastre que estaba haciendo el Hokage.

Finalmente dejas ésa insufrible actitud deprimente, realmente pensaba en devorarte si continuabas así, mocoso– escuchó la voz de Kurama haciendo eco en su mente y sonrió, si, en realidad se había encerrado dentro de si mismo demasiado y había herido a su familia sin notarlo, le debía una disculpa al kyuubi.

Gomene Kurama, lamento haberte molestado, sólo necesitaba... tiempo y un buen golpe de realidad– el zorro sólo refunfuñó y volvió a recostarse sobre sus patas, no tenía que decirlo, vivía dentro de él y lo sabía. Sabía que estaba siendo difícil y doloroso, sin embargo, lamentarse no arreglaría nada. Por esta vez aceptaría al Ōtsutsuki y su presencia, realmente detestaba a ésos tipos, era una excepción única.

Himawari sentía que se ahogaba, era un líquido cálido y espeso, demasiado para siquiera nadar en él y sus pulmones ardían. Logró salir apenas, tosió en busca de sacarlo de su garganta y respirar oxígeno; el panorama era oscuro, su cuerpo se sentía pesado. Frotó sus ojos tratando de apartar el líquido de su rostro y ver con claridad. Era un espacio extraño, burbujas de color oro platinado flotaban a los alrededores con luz tenue apenas perceptible, lejos se alcanzaban a ver siluetas de lo que parecían ser árboles de tronco dando giros sobre sí mismo retorciéndose en un espiral. El cielo era nocturno y pese a que no había nubes, caía nieve. No, no nieve, era ceniza.

Se miró las manos, al lago donde estaba de rodillas, su color era intenso y uniforme ¿eso era sangre? Estaba cubierta de pies a cabeza de sangre, fue asqueroso. Sus ojos viajaron de un lado a otro hasta toparse con la vista de una mujer, estaba cubierta por las sombras y no lograba verla con claridad, ésta giró un poco su cabeza y notó sus iris de líquida luz lunar resplandeciendo entre la oscuridad de su figura. Byakugan. Quiso ir tras ella, sus ojos eran dolorosamente tristes.

No logró dar más de dos pasos antes de que sobre el enorme espejo de sangre se reflejara una luna, primero fue un espejismo vaporoso, luego sólo una luna carmín. Había otra mujer, ésta vez una que ya había visto. Envuelta en un bonito kimono blanco y esmeralda, su cabello rojo sujeto en un par de rodetes y un diamante negro en la frente, sintió el deseo de llorar al mirarla, dolía, dolía mucho. Hubo un tirón en los dedos, miró sus manos, estaban enredados por largas hebras de color rojo oscuro; siguió el largo con la vista hasta que la vio perderse en dirección a la mujer sentada sobre el lago. Quiso intentar alcanzarla nuevamente, pero un nuevo tirón la hizo notar la hebra rojiza unida a la mujer de cabello en rodetes. Ella abrió los ojos, eran de un intenso color obsidiana pero no eran como los de Sasuke, eran gentiles y cálidos como los de su madre.

Un goteo intermitente la sacó de su ensimismamiento, bajó su vista hasta la mano izquierda de ella, había un hilo más delgado que los demás alrededor de su meñique cortando la piel, sangraba ¿toda ésa era su sangre? No, era demasiada para una persona. La larga hebra se perdía en la oscuridad, no sabría decir a qué o quién estaba atada. Ramas de corteza blanca y flexible comenzaron a enredar sus pies, éstas provenían del lago ¿por qué estaban limpias? Antes de darse cuenta comenzaron a teñirse de rojo, un escalofrío la hizo volver a ver a la mujer pelirroja, en su kimono blanco florecía una camelia de sangre sobre su vientre. Sus ojos negros lloraron.

Okaa-san... – susurró con miedo, dolor, había algo que la hizo llamar a su madre, algo en ésa imagen le hizo sentir una puñalada. Las ramas hundieron pesadamente su cuerpo nuevamente en el lago. Despertó soltando un jadeo, su cuerpo empapado en sudor frío y el temblor no lo hacía mejor. Tenía el flequillo pegado a la frente y los ojos humedecidos como si hubiese estado llorando.

Se sentó sobre la cama y fue en ése momento de que se percató de donde estaba. Era su habitación, traía puesta su pijama de conejito rosa y estaba cubierta por una delgada frazada. Olía a menta. Su cabeza se giró cuando escuchó la perilla de la puerta abrirse.

– ¿Toneri-san...?– no podía equivocarse, él la había traído a casa, su aroma era una inconfundible mezcla entre la menta y el frío del invierno. Quien apareció abriendo la puerta fue su padre, tenía una sonrisa nerviosa y algo decaída. Frunció las cejas, no quería verlo.

– Ya despertaste Hima-chan ¿cómo te sientes? Preparamos la cena 'ttebayo, no es tan mala, me ayudó Kawaki así que al menos su parte debería estar buena– su hija se quedó observándole con seriedad, una mirada vacía, su chakra era incómodamente más frío, no podía entender el porqué.

– ¿Boruto-niisan ya llegó a casa?– fue su única respuesta, Naruto asintió con una sonrisa preocupada y arrugó las cejas, el girasol nocturno se había puesto de pie y caminó en dirección hacia él, pasó a un lado sin molestarse en mirarlo ni un segundo. Lo ignoró caminando por el pasillo de madera en dirección a la cocina.

La cena no era algo del otro mundo, pero al menos hacía el intento en preparar algo para sus hijos. Kawaki siempre fue silencioso a menos de que se tratara de molestar a Boruto, el pequeño rubio sólo se metía la comida a la boca sin demasiadas ganas y Himawari... ni siquiera había tocado el plato, se limitaba a tomar el té de lavanda que ella misma se preparó. No había iniciativa en ninguno de ellos, por lo que tomó la palabra.

– Ejem... ¿cómo va todo en tu equipo, Boruto? Escuché de Konohamaru que les está dando un entrenamiento especial– no era el mejor tema de conversación realmente, pero no tenía una mejor idea.

– Bien– soltó cortante y sin ánimos, no quería pensar en nada, no tenía hambre, sólo quería ir a dormir y no salir de su habitación en al menos una semana, o en su defecto, refugiarse en el bosque un mes.

– Bueno... ¿y qué tal las cosas con Mitsuki? Hace tiempo no lo veo comiendo aquí– Boruto pareció crisparse para luego dejar caer sus hombros decaído, su mirada se veía afligida y supo que había tocado un tema delicado, iba a disculparse y cambiar el tema pero...

– Se peleó con su novio– soltó Kawaki indiferente llevándose un pedazo de carne a la boca, Boruto pareció ahogarse con su té y comenzó a toser tratando de sacar el líquido.

– ¡Mitsuki no es mi novio 'ttebasa!– le increpó el Uzumaki con las mejillas ruborizadas y rechinando los dientes, el pelinegro alzó una ceja y luego ladeó el rostro para responderle con desdén.

– Los vi besarse, para mi es lo mismo– el rostro de Boruto tomó nuevos matices de rojo y tomó de la camisa a Kawaki, el hokage sólo vio la escena soltando un suspiro, al menos su hijo no se había vuelto completamente indiferente.

– Nunca nos hemos besado, deja de decir estupideces, bastardo– por su parte el otro frunció el ceño y habló con el mismo tono apático de siempre.

– Encima lo niegas, vaya novio– a ésas alturas el rostro de Boruto competía con una cereza madura y sus manos temblaban. Naruto los separó para que no terminasen en golpes, realmente su hijo era muy temperamental.

– Bien, escuchen, hablé con Kakashi-sensei y Shikamaru, accedieron a darme unos días libres y creí que sería ideal que fuéramos a unas vacaciones 'ttebayo– con esto consiguió la atención de los dos chicos, su expresión no era exactamente emocionada, pero al menos sabía que lo estaban escuchando.

– Podríamos tomarnos unos días para excursionar o ir a otra aldea, hay lugares geniales que visitar, incluso podríamos ir al país del agua, dicen que existen bestias marinas gigantes que son amistosas... – Boruto había suavizado su expresión, al menos su hijo podía ver que de verdad se esforzaba; el rubio menor aún podía ahogarse en culpa y estar enojado con Naruto por el tema de Toneri, sin embargo, trataría de fingir que estaba bien y no era carcomido por el odio y el dolor que lo estaban abrumando. Su madre no querría eso. Inconscientemente, quiso llevar la mano a su hombro izquierdo donde la marca cada vez quemaba más, pero se detuvo, no ahí. Kawaki lucía ligeramente interesado y eso ya era recibir mucho de su parte, para él, mientras el séptimo lo dijera estaba bien....

– Quiero ir a la Luna– por primera vez en toda la velada, Himawari se había animado a hablar. Su rostro era serio, su mirada algo pérdida pero igualmente severa, había terminado su té y el plato de comida estaba frío. Los dos chicos se giraron a mirarla, Boruto frunció las cejas preocupado.

– ¿La luna?– Naruto estaba desconcertado, no estuvo completamente seguro de donde sacó eso hasta que recordó a Toneri y la conversación que había tenido con Hinata, por supuesto. – Hima, no sé si eso sea una buena idea, la Luna...

– Okaa-san dijo que estaba bien, Toneri-san estuvo de acuerdo, él mismo me lo dijo, – su tono de voz era demasiado plano, no era el dulce y alegre de siempre, se había extinguido su Sol. – mamá habló de que haríamos un viaje para conocer la Luna y el castillo de Toneri-san.

– Eso es genial, también quiero ver el castillo flotante 'ttebasa– habló alegremente Boruto, por un lado estaba tratando de hacer feliz a su hermana poniéndose de su lado para convencer a Naruto, por el otro, él enserio quería ver con sus propios ojos aquel castillo que había descrito su madre con nostálgica alegría. Ver por sí mismo algo que la había hecho feliz.

– Como sea, tal vez podamos comer allá– Kawaki, para sorpresa de Naruto, y sobre todo, Boruto, se había puesto del lado de sus hermanos... Tal vez era incapaz de entenderlos del todo, nunca tuvo una madre, no al menos que recordara. Sin embargo, supuso que debía ser difícil; le había agradado Hinata, nunca le hizo malas caras y siempre fue amable, lo trató como a uno de su hijos cuando no tenía ninguna obligación de hacerlo incluso si había llegado como un intruso a su hogar. Ni siquiera le había reclamado por lo del jarrón. Una persona así de buena, como madre debía ser muy doloroso de perder, él no sabría que hacer si perdiera al séptimo, la sola idea era aterradora y ni siquiera era su padre ¿cómo sería para ellos?



Al menos por ésta vez, trataría de ser como el séptimo y empatizar con su dolor



– Está bien, hablaré con Toneri si es que está de acuerdo ¿bien?– realmente era algo más allá de eso; sabía perfectamente que el Ōtsutsuki recibiría con los brazos abiertos a Boruto y Himawari, caso contrario era Kawaki. El chico no era nada de Hinata, no lo había visto crecer como a sus hijos y no compartían lazos de ningún tipo, no sabía si el príncipe de la Luna lo aceptaría en su hogar. Además, la idea de ir nuevamente a ése lugar era incómodo, todos los recuerdos eran de aquella batalla en que tuvo que enfrentarse a ése genocida y frustrar su boda... sólo de pensarlo se le puso la mitad del rostro azul. No estaba seguro de si el albino aún le guardaba rencor, podía decir que si con la misma certeza que el no aunque se inclinaba más por lo primero, la incertidumbre de ésa cuestión había podido ser ignorada durante más de una década; pedirle un favor a ése hombre nunca fue algo que considerara para el futuro. A veces en serio odiaba a Neji por meterle esas ideas del destino en las que comenzaba a creer.



Si el destino existía realmente lo detestaba, por ser tan injustamente cruel



Himawari se levantó de la mesa, lavó su taza vacía y se retiró a su habitación. Acostada boca arriba sobre su cama se quedó observando el techo, era plano e insípido. Había hablado sin pensar demasiado impulsada por su deseo de conocer aquel lugar escenario de hermosas historias de su madre, del hogar de un solitario hombre que con su sonrisa blanca y aura de luna había hecho sonreír tantas veces a Hinata, ser observada por él sería como serlo de ella, sus mismos ojos.

Había muchos relatos en su mente en relación a ése lugar, la tersa voz de su madre en cada una de ellas, en uno hablaba de invocar a un ángel de llamaradas menta y ojos de frío fuego de cometa, en otro, danzar bajo una nevada de ceniza dentro de un sol hueco de falso oro, mientras el castillo entonaba una melodía de caja musical; lágrimas comenzaron a brotar sin lograr evitarlo y apretó los labios.



Dolía, dolía demasiado. Ya no volvería a ver la hermosa sonrisa de su madre



Apretó sus manos en puños hasta provocar que sus uñas se hundieran en la carne, sangrando. Comenzó a sentir frío sobre los capilares y sus ojos empezaron a ver de manera más afilada y penetrante, su cabeza se sentía como sordos pulsos constantes y su respiración se tornó suave y taciturna; los cristales dentro de su cerebro se hundieron más cortando y desgarrando, rompiéndola, destruyéndola.



Ojalá Naruto se hubiera dado cuenta antes, pero fue demasiado tarde



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Sakura acababa de salir de una cirugía de 14 horas, soltó su corto cabello rosa y decidió que por el bien de su salud necesitaba un bocadillo y una buena siesta. Entró a su casa sintiendo todo el peso de su desvelo y estrés; realmente debía agradecerle a Yamato haber tenido la gentileza de ayudarle a reconstruir su casa, de acuerdo al hombre mayor era su pago por no haberle cobrado los análisis y el analgésico para su hijo, ella consideraba que no era necesario pero igual lo agradecía profundamente. Sarada no estaba en casa, seguramente se encontraba de misión o entrenando con su equipo, suspiró, ésa chica ya ni siquiera le avisaba si se ausentaría. Caminó hasta la cocina y buscó las cosas para prepararse té; rebuscando en la alacena sus manos se encontraron con el pequeño y encantador recipiente en que Hinata le había regalado hojas de menta crema que había cultivado dentro del invernadero del complejo Hyūga. Lo sostuvo entre sus manos observándolo a detalle, su mirada jade lejana.

Comenzó a sacar los ingredientes y utensilios para preparar galletas, por suerte tenía manzana y canela, puede que hornear no se le diera tan bien pero ya no era un fiasco para cocinar como cuando era una adolescente, por lo que debía ser más sencillo. Era gracioso recordar aquellas veces en que por querer ser gentil con su equipo se había ocupado de llevarles bentos caseros y habían terminado intoxicados o enfermando, en algún punto por piedad le pidieron ya no trajera nada. La mezcla era suave y uniforme, agregó avena tostada con miel y, almendras para hacerla crujiente, así lo había hecho ella.

Amasó y cortó con pequeños moldes lindas figurillas de masa dulce, precalentó el horno mientras terminaba de prepararlas y ponerlas en las bandejas. Una vez listo, las metió a hornear. Tarareaba la dulce melodía que aún rondaba por su mente, se preguntó dónde Hinata la había aprendido ya que nunca la había escuchado; el hornear le recordaba a ella y su prodigiosa voz, moviendo las caderas al compás de la suave melodía con una sonrisa dulce y la mirada amable de un sólo ojo.



Había sido uno, después sólo cuencos vacíos



Estando listas les dejó enfriar dentro de una canasta y se decidió a preparar el té. Colocó el recipiente lleno de agua sobre el fuego y dejó caer las hojas de color verde cremoso. El aroma jugueteaba por la cocina en un espejismo vaporoso.

– Huele muy bien ¿qué es?– Sakura preguntó curiosa, era una duda que tenía hace años; el aroma era agradable, le resultaba extraña la manera en que su fragancia debería ser cálida, era té después de todo, y sin embargo resultaba una mezcla entre la menta y la nieve del invierno. Fresco y acogedoramente frío.

– Su nombre es menta crema o menta del invierno, es una especie extremadamente rara y única, si Sakura-san puede guardar el secreto puedo contarte– Asintió con una sonrisa tranquila, Hinata comenzó a agregar la avena a la masa.

– En la Tierra existe un único árbol, éste reside dentro del invernadero del complejo Hyūga, en el jardín de mi madre, es una especie oriunda de la Luna, – la ex-Haruno amplió los ojos sorprendida, era consciente de que en el astro habían especies exóticas de animales y plantas que definitivamente no existían en el planeta pero, la misión a la Luna había sucedido no hacía más de 8 años, y ése té ya lo había probado en una ocasión en que Shino le dio un poco cuando Hinata les trajo debido al invierno durante su época gennin. A menos que... – es un pequeño secreto, ni siquiera otou-sama lo sabe ya que no le gusta ver... cosas que le recuerden a ella.

– Pero si es una especie de la Luna y hace más de 15 años que te lo he visto... ¿te lo dió Toneri? ¿Lo conocías desde antes?– fue cuando la sonrisa y mirada de Hinata se perdieron en el pasado, sus pendientes de Luna brillaron y pareció recobrar el sentido.

– Toneri-san fue mi primer amigo cuando era muy pequeña, él no me hacía sentir un bicho raro o como si estorbara, no me llamaba monstruo byakugan o me despreciaba, en cambio, siempre me trató como si fuera valiosa. Que mis ojos eran como la Luna y eso me hacía misteriosa y hermosa– notó las mejillas pálidas de Hinata tornarse de un encantador rosa zapatilla, su tierna sonrisa de niña enamorada le hicieron recordar cuando era más pequeña y fantaseaba con que Sasuke la notara, era inocente felicidad...

– Aunque el regalo de Toneri-san fue distinto, el árbol pertenecía a mi madre y realmente desconozco de donde lo obtuvo, – admitió tocando sus labios con el dedo índice en un gesto de pensamiento, pareciera que ella misma apenas se detenía a considerarlo. – pero realmente no importa, si gustas puedes tener para preparar en casa, es mi favorito y quiero compartirlo contigo.



Su aroma y significado... lo supo cuando lo saludó la primera vez



Las galletas estaban listas, se veían bonitas y definitivamente olían bien; sirvió el té y agregó dos cucharadas de azúcar. Le costaba en ocasiones llegar al punto perfecto de dulzor, por lo que trataba de ser especialmente cuidadosa. El aroma era atractivo, tomó la primera galleta y le dio un mordisco.

– Yo creo que Sakura-san es hermosa, – aquellas palabras le hicieron subir la vista de su taza con té de menta de invierno, uno que se había convertido en su favorito. Aún sentía el nudo en la garganta y un profundo dolor en su pecho pero aquella declaración la hizo sentir cierta tibieza. – es alta, tiene un exótico cabello rosa, sus ojos son grandes y de un color único, es delgada y con hermosa figura, tiene piel bonita y sus cicatrices parecen un árbol de sakura, hasta su chakra es bello ¿quien más puede presumir de que su chakra es literalmente un Hanami de luciérnagas de cerezo? Así que si, Sakura-san es una de las mujeres más hermosas que existen y si Sasuke-kun no es capaz de verlo entonces es un idiota.

Sakura sonrió sintiendo que se acumulaban las lágrimas en sus ojos, hacía tanto tiempo que había olvidado como era sentirse bonita; Sasuke siempre pisoteaba su autoestima, la hacía sentir miserable y triste, la hacía de lado por cualquier otra persona y siempre había algo que lo hacía sentirse lejano. No era estúpida, sabía a la perfección que Sasuke estaba enamorado de Hinata y aún al pasar de los años, incluso si ambos se casaron, si tuvieron hijos y formaron una familia, si la índigo estaba enamorada del príncipe de la Luna y su corazón jamás le correspondería sus sentimientos, con todo eso Sasuke Uchiha seguía enamorado de Hinata Hyūga. Era un hecho que jamás cambiaría, porque los Uchiha sólo se enamoran una vez en la vida; un amor posesivo, salvaje, desbordante y apasionado. Peligroso.



Un amor capaz de hacer arder al mundo hasta convertirlo en cenizas



Pero ella no lo juzgaba por preferir a Hinata, podía entenderlo perfectamente. Ella había sido quien le había mostrado la luz y la belleza de la oscuridad cuando había pensado en dejarse morir, estaba segura de que Sasuke se sentía de la misma manera; ésa hermosa mujer que la hacía sentirse bonita, quien le subía el autoestima y la hacía sentirse querida, mimada, como si regresara en el tiempo y volviera a ser una niña observando a su madre y deseando ser como ella algún día, una época más feliz, más inocente.

Incluso si Hinata cargaba con el dolor de una promesa hecha en un pasado lejano e ilegible, olvidado, continuaba brillando y siendo tan maravillosa como siempre lo fue. Así como Hana Hyūga.

Tomó otra galleta y se la llevó a la boca, llevaba al menos 5 y comenzó a dar sorbos de té, el sabor era agradable, la menta se sentía como un analgésico para su dolor de cabeza y tensión en sus hombros; tomó otra y la fragancia a manzana y canela bailaba a su alrededor con delicadeza.

Ya habían pasado algunas semanas desde que que comenzó a frecuentar a Hinata; era su nueva rutina, cada sábado durante la mañana iba a la residencia Uzumaki y conversaba con ella. Era recibida con galletas y una humeante taza de té caliente. Se sentía como una niña, era un pequeño momento íntimo en que se permitía sentirse mimada y olvidarse de todo, de ser directora de un hospital, de ser la esposa de un hombre que no la quería, ser madre de una niña a la que amaba pero cada día se parecía más a su padre, de ser una mujer que tomó muchas decisiones equivocadas y ahora pagaba las consecuencias con un hogar que estuvo roto antes de siquiera empezar y ella debía recoger los fragmentos, cortándose los dedos.

Descubrir cada una de las facetas de Hinata Hyūga y cada vez, entender mejor porque su esposo la había elegido a ella. Era incluso tierno como ésa mujer era del tipo que enamoraba a las personas sin pretenderlo ni enterarse; casi quiso reír recordando como Kiba babeaba por ella cuando eran más jóvenes, el bastardo sabía que era una chica y nunca lo contó. Inevitablemente comenzó a socializar más con Toneri e iba a admitir,  tenía su encanto. De cierta manera le recordaba a Sasuke; era el último miembro de un clan prácticamente extinto, portador de un dōjutsu poderoso y descendiente de una deidad; posesivo, bastante temperamental, de mirada penetrante y con tendencia al genicidio, también trató de destruirlos a todos por considerar que el mundo estaba podrido. Poseía ciertas similitudes con Neji; era elegante en modos y lenguaje, de aire sofisticado, educado y amable. Siempre sonreía con parsimonia.

La diferencia principal y la que ciertamente era la condena de Sasuke, es que Toneri admitía abiertamente sus sentimientos por Hinata e hizo algo al respecto en lugar de tratarla como una molestia, fingir que esos sentimientos no existían o comportarse como un idiota siendo más jóvenes. Porque si, Sasuke a lo largo de su adolescencia y juventud fue cambiando, no podía dejar de ser él mismo pero daba a entender que estaba ahí para ella y no le permitiría rendirse, constantemente preocupándose por Hinata aunque no lo admitiera en voz alta y velando por sus sueños, llegando al punto de dejar de lado los propios. Más sin embargo, el príncipe de la Luna dio el primer paso y Sasuke perdió antes de intentarlo.

El albino sonreía gentilmente mirándola cuando ella no se daba cuenta, tenía detalles dulces y trataba a Hinata como a una joya, los había visto entrenar y dar todo de si porque no la subestimaba, la respetaba como mujer, como madre, como individuo y como kunoichi. Inclusive, la idea del cumpleaños de Himawari había sido de él. La entristecía ver lo que ella jamás tendría de Sasuke por más que se esforzara. Porque ella no era Hinata, a ella no la amaba.

Sus ojos jade se enfocaron en como el Ōtsutsuki la observaba cocinar, con una sonrisa dulce y su único ojo resplandeciendo quedamente como la Luna. Había cariño, añoro y aún así mantenía una distancia prudente por respeto. ¿Cuántas veces había visto algo similar en Sasuke? Había perdido la cuenta. Ése par tenían algo en común de lo que no sabía si sentir envidia sana o miedo.



Estaban dispuestos a condenar al mundo y llenarse las manos de sangre por su sonrisa; los dos eran capaces de destruirlo todo por ella



– ¿Crees qué... algún día pueda ser feliz, Hina-chan? Me he equivocado tanto– realmente deseaba ser feliz pero ¿era lo correcto? ¿Lo merecía cuando ella misma con su terquedad fue quien orquestó su vida miserable? Se quedó contemplando la hoja color verde pastel flotando tranquilamente en el líquido dentro de la taza; quería amar, amar y ser amada de vuelta. En serio odiaba a Sasuke tanto como lo amaba y eso sólo la estaba lastimando.

– Todos merecemos una segunda oportunidad Sakura-san, somos humanos, cometemos errores y sufrimos las consecuencias, pero eso no significa que por errar no tengamos el derecho de redimirnos y hacerlo mejor,– Hinata puso su mano blanca sobre las suyas y le sonrió maternalmente haciéndola sentir pequeña e indefensa. – amar no es un error, sólo elegimos a la persona equivocada y es lo que duele, pero sé que en el mundo existe una persona a la que estamos destinados a amar y ser amados de vuelta.



Tejió un hilo con su cabello rojo, lo ató a su meñique y forzó al destino; le cortó la piel trayendo sangre y dolor



– Sakura-san, sé que encontrarás tu felicidad porque te conozco. Eres una mujer hermosa, fuerte y brillante, se que existirá quien valore esas cualidades y éste dispuesto a todo por tu sonrisa– sus facciones se suavizaron y Sakura se sintió de la misma manera que cuando era una niña pequeña y su madre la reconfortaba con su calidez. – Primero debes aprender a amarte a ti misma con locura, ama tu belleza, abraza tu fuerza, enorgullécete de tu inteligencia, y cuando hayas llenado tu corazón de eso, existirá espacio para que alguien más te ame. Eres maravillosa, yo puedo verlo.

Y el byakugan podía ver más allá, a través de casi todo, más de lo que ella jamás podría y si Hinata lo decía, debía ser verdad. Sonrió y la abrazó sintiendo su aroma a anís estrellado y miel.

Una, dos, tres lagrimas caían intermitentemente sobre la madera marcando un camino salado sobre su piel. Sus mejillas enrojecidas y los labios temblorosos sosteniendo la taza con cuidado. Las cicatrices rosadas sobre su rostro resaltaban entre la humedad.

Las galletas enfriaron, una quedó a medio comer y sus migas quedaron sobre la servilleta. Sarada se quedó mirando desde el umbral de la puerta a Sakura, mientras ésta lloraba silenciosamente sentada frente a la mesa de la cocina donde había ido a buscar un bocadillo. Tal vez fueron sus ojos Uchiha, tal vez sólo intuición, pero había dolor y tristeza ahí, una que sabía no podría consolar aunque lo deseara. Así que sin molestar a su madre, dio un paso hacia atrás y se giró de regreso a la salida. Sakura necesitaba tiempo y ella sabía esperar.

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Hiashi no había hablado con nadie desde el funeral de su hija. Apenas llegó al complejo se encerró en su despacho y nadie lo había visto, era una situación que preocupaba a Neji, Kô y Natsu. En el pasado, cualquier miembro del clan hubiese creído que estaría feliz de ver el cadáver de quien fue considerada su mayor decepción, pero ahora sabían, era doloroso y como su padre sufría de la pérdida. Estaba haciendo lo mismo que cuando su esposa murió y no podían ayudarlo, no sabían como.

Se encontraba sentado en el asiento de su escritorio contemplando sobre la pared, la fotografía enmarcada de Hana. Se veía hermosa con su sonrisa gentil y cabello azulino cayendo sobre sus hombros, su rostro era similar al de Hanabi. La había amado, realmente había amado tanto a su esposa incluso si ella nunca hizo lo mismo. No podía culparla, ella fue obligada a casarse con él contra su voluntad y a base de chantaje, jamás se perdonaría haber hecho su vida miserable, vivió despreciando su presencia y aborreciendo su tacto; ella nunca le dedicó una sonrisa sincera, nunca hubo un atisbo de cariño en su mirada como lo había sido con él.

Durante su infancia no había permitido que el cabello de Hinata creciera, era demasiado parecido al de su difunta esposa y no quería verla en la imagen de su hija. Había sido arbitrario y egoísta, lo sabía pero, lo que menos deseaba era verla y saber que ella no estaba. Fue tan jodidamente egoísta. Él mismo se había encargado de que ella lo odiara, ése rencor helado que Hinata había tenido cuando era más joven, ésa necesidad de proteger a Hanabi y Neji de él, la amargura con la que le hablaba y la forma en que lo ignoraba, él mismo había provocado que Hinata fuera igual a Hana, igual de miserable, igual de asertiva, con el mismo odio oscuro y frío.

Sus opalinos ojos pasaron de ésa a otra foto, una incluso más dolorosa, el día de su boda. Hana lo había visto con tanto rencor y sonreído con tanta amargura, sus perlas habían sido de hielo blanco y su corazón se había roto tan dolorosamente que él lo había escuchado cuando se vio obligada a dar el acepto y una solitaria lágrima había manchado su blanca piel. Tan injustamente la habían hecho elegir entre su felicidad a lado del hombre que amaba o la vida de su pequeño sobrino, Neji. Había sido algo muy bajo utilizar a un bebé para algo tan repugnante, se habían aprovechado del corazón maternal de Hana y el amor a su sobrino, el hijo de su difunta prima hermana.

– ¡¿Cómo puedes hacer algo como esto, Hiashi?! ¡También es tu sobrino! ¡Eres un cabrón!– su mirada cristalizada en lágrimas de rabia, los dos pergaminos de sellado espacio-tiempo al costado de sus busos ninja, la blusa de cuello alto de Fugaku Uchiha y todas sus esperanzas y sueños destrozados cruelmente frente a ella. No quería perderla e hizo algo horrible.

– Eres la elegida como mi prometida por el consejo del clan debido a tus méritos como prodigio de las artes Hyūga y el byakugan, la boda se efectuará mañana en la tarde, en caso de negarte se tomarán medidas que comprometen la vida de Neji Hyūga como garantía de una respuesta afirmativa– era algo que su hermano desconocía, se veía desconsolada, herida y furiosa. No sólo estaba traicionando a Hizashi, estaba condenando a Hana. Por egoísmo.

Incluso estaba seguro de que si iba al armario que le había pertenecido a ella, podría encontrar la yukata con aquel abanico rojo y blanco bordado en la espalda, el emblema del clan Uchiha orgulloso sobre la tela. Había alejado a Hana de Fugaku con métodos bajos, la había lastimado y nunca lo pudo perdonar, no lo merecía. Sus hijas nacieron gracias al hijo de su hermano y una amenaza de apagar su vuelo antes de siquiera empezar; ella lo protegió de él mientras vivía, cuando había activado el sello del pájaro enjaulado por primera vez sobre Neji y Hana lo atacó con un golpe de jūken para que se detuviera, siempre con fiereza, siempre con rencor. Ella no le tenía miedo, era un hecho que si ellos dos luchaban en serio, su esposa hubiera ganado.

Si la hubiese dejado ir cuando quedó por primera vez en cinta estaba seguro de que Fugaku se hubiera escapado con ellas de la aldea y criado como suya a su hija. Un Uchiha sólo se enamora una vez en la vida. Mikoto era consciente de que algo así podría suceder, por lo que se había preparado psicológicamente desde el primer día de casados, su sonrisa resignada la delataba. Después de todo Itachi no era hijo biológico de Fugaku, no tendría porqué sentirse culpable de dejar al niño. Hinata había sido tan tristemente parecida a Hana que con dolor en el pecho y todos sus fantasmas atormentándolo, llegaba a arrepentirse de todo lo que la hizo vivir. Su corazón se había roto el día de la boda de Hinata con Naruto, porque lo pudo ver, no podía esconderlo del byakugan.



Parada en el altar a punto de sellar su destino, con una mirada triste y sonrisa amarga; un reflejo de su madre



Realmente le desagradaba Toneri, estaba bastante mal de la cabeza y era peligroso, tan parecido a Sasuke que era insufrible y, aunque compartía características propias de su sobrino siendo lo único que evitaba que lo tratara de mala gana, lo más parecido de Uchiha y Ōtsutsuki es que ambos estaban dispuestos a reducir al mundo a cenizas por amor. Y aún con todo eso, si hubiese sabido que la historia de su esposa se repetiría con su hija, una donde se casaba con un hombre que no amaba y vivía una vida que la marchitaba, hubiera preferido que se casara con Toneri envuelta en un vestido negro; que se fuera a la Luna, que sus nietos hubiesen tenido el cabello de nieve y los ojos perlados. Hubiese preferido la sonrisa de Hinata, su felicidad.

Fue un padre horrible, pero eso no significaba que no amaba a sus hijas, porque lo hacía y dolía; hubiera preferido ser él quien fuera enterrado en ésa caja de madera, que Hinata viera crecer a sus hijos y fuera capaz de buscar su felicidad lejos de Naruto.

– Hana ¿qué he hecho? Soy tan repugnante, te lastimé, a nuestras hijas, a nuestro sobrino, a mi hermano... – se sujetó el rostro con frustración y su frente se arrugó. Dolía, porque las aves que encerró se desgarraron las alas y el pico buscando su libertad, muriendo dentro de la jaula de jade.

Hanabi no era una persona paciente. Siempre fue de carácter fuerte, temperamental y de un toque travieso. Ahora mismo se sentía herida, triste y furiosa. En alguna ocasión Naruto llegó a compararla con Sasuke y no estaba demasiado lejos, también amaba de manera profunda y posesiva a su hermana mayor más que a cualquier otra persona, era una prodigio dentro de un clan con dōjutsu, siempre temiendo a la mirada severa de su padre; la persona a la que más admiraba, quien la protegía de las exigencias y azotes de Hiashi, de quien buscaba su aprobación y su ejemplo a seguir era la viva imagen de su madre, con quien en su infancia se había comportado como lo que era, una niña. Y se sumaba a la lista, que ésa amada persona, su adorada onee-san, estaba muerta.

El tronco dentro de ésa zona de entrenamiento que construyeron en el valle del fin resonaba con cada golpe; una, dos, tres palmas, una tras otra sin parar desbordando su rabia, su dolor, desgarrando la piel de sus manos y salpicando sangre sobre el recubrimiento de la madera. Lágrimas furiosas cristalizaban sus ojos cubiertos de polvo lunar; sólo quería a su hermana de vuelta, sólo quería volver a ver su sonrisa ¿por qué el destino era tan cruel? Le había arrebatado a su madre, a su tío, había encerrado a su primo junto a prácticamente todo un clan dentro de una fría jaula de jade y condenado a su hermana. Odiaba el destino, quería destruirlo todo.

– ¿Necesitas algo, Neji-niisan?– soltó amarga deteniendo el asalto al pobre tronco. No quería verlo tampoco, él no había hecho nada por salvar a su hermana, desde su punto de vista tenía tanta culpa como Naruto. Se giró a verlo ahí, con los brazos cruzados y luciendo tan digno y elegante como una deidad. Su byakugan brillaba en preocupación pero lo ignoró, no quería nada de él, quería estar sola, quería desahogar todo su dolor entrenando hasta desfallecer.

– Hanabi, es suficiente. Esto no es saludable, sólo te estás lastimando y... – cortó el sermón cuando su prima le lanzó un kunai justo a la cabeza. Observó la cuchilla clavada al árbol detrás, era de color blanco y un listón rosado trenzado sobre la agarradera, un regalo que Hinata había hecho para Hanabi.

– Cierra la boca, – su mirada era tan fría como una cuchilla de hielo, cortaba. – no necesito tus estúpidos sermones, eres un bastardo, tú... – entrecerró los ojos, rechinó los dientes y le señaló con sus manos desgarradas. Sangraban. – ¡tú no has hecho una mierda! ¡Mi hermana está muerta! ¡¿Y que hiciste?! ¡¿QUÉ HICISTE?! ¡NADA CARAJO! ¡¡¡MI ONEE-SAMA ESTÁ MUERTA COMO MAMÁ!!!

Lágrimas de ira, de rabia, de dolor, las lágrimas de una mujer que acababa de ver destruido su mundo y corazón justo frente a sus ojos. Neji pudo ver en su prima pequeña a él mismo cuando era un niño lleno de rencor, sabía que con palabras no era posible convencerla y decidió que sólo podría ser de una manera.

Luchando.

– Vete, tu cara me pone de mal humor– volvió a ver el tronco, y comenzó a dar golpes con fuerza. Más sangre y polvo comenzaron a revolotear en el aire. Él no era Naruto y no podía convencer a nadie sólo con palabras bonitas, el byakugan podía ver más allá de eso pero al mismo tiempo, era la marca de una maldición con la que cargaban desde que el primer Hyūga llegó al mundo. Los ojos de un ángel. No eran tan diferentes a los Uchiha, en algún momento fueron uno mismo.

– No, me quedaré aquí hasta que entres en razón Hanabi-chan– la pequeña mujer se tensó con el honorífico, uno que sólo usaba Hinata. Detuvo sus palmas y cuando se volvió a mirarle logró contemplar todo ese odio puro sin adulterar en los ojos perla de su pequeña hermanita.

Y, atacó.

Había algo curioso y es que ambos clanes con dōjutsu eran propensos al odio y la destrucción, ambos amaban hasta la locura, ambos eran peligrosos y cargaban con un destino lleno de dolor tomado de la mano con el poder. Sin embargo, el clan Hyūga fue capaz de renunciar a su dōjutsu sellándolo para que su fuerza no terminara de comerse su mente y mantener ése poder alejado de los fantasmas sin ojos. La gran y contundente diferencia era tan simple como eso, renunciar a una cosa por otra, ellos mismos se condenaron para no condenar al mundo.



Senju era amor, Uzumaki era pasión, Uchiha era poder y Hyūga... era honor



Hanabi se abalanzó veloz sobre él con sus palmas cubiertas de chakra, uno del color de la plata fundida que tanto había consternado a Hiashi. Detuvo su ataque con sus propias manos y comenzó la batalla de jūken. Una tras otra sus palmas se encontraban con impactos cargados de energía volátil y hermosa que explotaban como bellas flores de fuego, los ojos de ambos con pupilas fantasma y venas inflamadas regalándoles una vista monocromática plagada de ramas repletas de chakra y el pulso de un corazón vivo. Los movimientos de Hanabi eran veloces y precisos, era rápida, incluso más que Hinata; siempre fue una prodigio igual que su madre.

Neji deslizó su pie ligeramente para acomodar su postura y ella lo notó, por lo que amasó una gran cantidad de chakra en su palma en una llamarada plata y se deslizó tan cerca del pecho de su primo que desgarró la tela y lo obligó a retroceder. No estaba jugando, iba con las de matar. Ella acomodó su postura en una distinta, era ligeramente parecida a la del jūken, sin embargo, en lugar de tener las palmas extendidas sus dedos tomaban una alineación fluida y separada como si sólo les dejara caer en arcos, más parecido al de un luchador de estilo libre y sus dedos índice y corazón unidos coronados por una aguja de chakra. Se movió y sus ataques no eran como los de un Hyūga normal si no, más fluidos, mixtos y gráciles. Era más parecido al estilo de Hinata sólo que éste no encubría su naturaleza mortal, se notaba enseguida que era un intento de asesinato.

Izquierda, derecha, vientre, garganta, quería destrozarlo; al intentar darle un golpe al rostro ella arqueó su cuerpo hacia atrás, era muy flexible y eso era malo. Hanabi dio un giro para tomar impulso con sus manos buscando darle una patada qué pasó bastante cerca de su mandíbula y dejándole sentir la tibieza de su chakra ¿había aprendido a usar el jūken con los pies? Trató de darle un barrido y ella usó un kunai, lo lanzó sobre él y lo usó como plataforma invertida para dar un salto desde el suelo con sus manos tocando la cuchilla con su pie, usando el otro para darle impulso a su cuerpo y comenzar a girar de una forma extraña ya que no estaba liberando chakra de sus tenketsus si no que sólo tejió con sus manos y pies delgados hilos, su cuerpo dió giros peligrosos con eso y lo entendió. Estuvo cerca de perder el brazo cuando ella casi lo corta.

Las 64 palmas protectoras de Hinata. Había olvidado que su prima poseía tal técnica, se había sentido orgulloso de ella aunque no fue tan escandaloso como Naruto o tan cínico como Sasuke; tuvo que alejarse hacía atrás de espaldas y Hanabi terminó sus giros volviendo a poner los pies sobre el suelo donde todo alrededor se había destruido en retazos sólo para usar ése impulso y abalanzarse sobre él en menos de un parpadeo. Trató de cortarle el cuello con su mano afilada en chakra blanquecino y denso, sólo consiguió dar un tajo a su cabello. Sin embargo, los brazos de la pequeña mujer ardieron en fuego plata y un círculo de llamas pálidas se apoderó del área alrededor de ellos, media por lo menos 16 metros de diámetro y lucía peligroso.

Hakke Kushō Chika Fubuki– (Palma de ocho trigramas tormenta de nieve subterránea) sus delgadas manos morenas impactaron la tierra y todo dentro del rango de las llamas fue asaltado por una lluvia de agujas de chakra que salía desde el suelo. Todo lo que estuviese dentro fue reducido a nada, los árboles se convirtieron en literalmente astillas, las rocas se pulverizaron y cualquier insecto o animal quedó hecho una amalgama viscosa. Neji tuvo que alejarse antes de ser golpeado, pasó por la barrera de fuego usando la palma vacía y quedó en medio del lago alimentado por la cascada resguardada por los centinelas de roca. No sabía cuando Hanabi había aprendido una técnica así pero era una muerte segura terminar atrapado ahí. Vio a su prima acercarse con su byakugan brillando tan ferozmente como las llamas de su técnica, era odio blanco. Sus manos ardían en chakra mientras sangraban y descarnaban tan dolorosamente, pero a ella no parecía importarle.

La joven extendió sus palmas en dirección a él mientras se acercaba a gran velocidad, una lluvia de agujas salidas a presión de sus tenketsu fueron un recibimiento familiar y comenzó a evadirlas; la sombra de Hanabi se proyectó sobre el agua y sin girarse a ver sabía gracias al byakugan que ella estaba arriba apuntando con sus manos usando un kunai como soporte. Usó la palma vacía sobre ella y su prima en respuesta giró en la rotación celestial suspendida en el aire, lucía como una luna de plata blanca. Tal vez nunca aprendió a usarlo tan naturalmente como él, pero Shisui le enseñó una de las técnicas más prácticas existentes, por lo que cuando Hanabi apenas dejó de girar usó el jutsu de cuerpo parpadeante y acertó una patada que la hizo escupir sangre en seco e impactar contra el agua hundiéndose pesadamente en el lago. Se preocupó, el golpe le rompió dos costillas a la chica y la presión del agua provocaría que le perforasen los pulmones. Se zambulló en el lago para sacarla, él no quería matarla, mierda no, la amaba, era su pequeña hermanita.

Ella no pensaba lo mismo y cuando quiso acercar su mano la joven abrió los ojos mientras el agua alrededor de sus manos burbujeaba a un ritmo vertiginoso. Una cuchilla eléctrica le perforó el hombro y el agua se cargó de electricidad blanca. Una técnica de rayo. Los miembros de clan Hyūga no acostumbraban a usar jutsu elementales, era una especie de orgullo donde consideraban que no necesitaban nada más allá del jūken para un combate completo. Sin embargo, existían situaciones donde éste no era suficiente y realmente era necesario dejar de ser tan rígidos y anticuados. El primero en romper ésta regla de siglos fue él quien accedió a que un Uchiha le entrenase; el joven adulto declaró que le recordaba mucho a un amigo que apreciaba como a un hermano menor aunque, nunca le dijo de quien se trataba. Shisui era bastante reservado en ciertos aspectos.

Salir del agua fue complicado, se vio obligado a liberar una cantidad ridícula de chakra para crear una explosión y conseguir llegar a la superficie. Su prima también logró quedar en pie, con una mano cargada de una lanza de rayo blanco entonando una melodía desagradable y claras intenciones de matarlo ¿qué podía ser mejor? Fue tomado por sorpresa cuando Hanabi se movió a una velocidad ridícula y le cortó la carne del brazo en una herida profunda y repugnante. Su lucha le hizo recordar los entrenamientos de Shisui cuando el Uchiha buscaba fastidiarle usando su técnica de cuerpo parpadeante en una especie de capricho infantil, parecía disfrutar mirarlo hacer pucheros y cabrearse. Ella usaba el chakra de rayo en sus plantas aumentando su velocidad y estaba determinada a acabarlo. No tuvo opciones.

Shiro Sakkaku– Hanabi quedó atrapada en el genjutsu del byakugan lo suficiente para permitirle usar la técnica de 64 puntos de adivinación sobre ella; necesitaba incapacitar su uso de chakra, de lo contrario, no se detendría hasta asesinarlo o morir. No estaba dispuesto a perderla a ella también.

Dos palmas; se cubrió con su brazo para evitar el impacto en el pecho.

– Es increíble– conversaba con Natsu respecto a la reacción de su padre cuando iniciaron su entrenamiento de jūken, por algún motivo parecía haberse alterado cuando ella acumuló chakra en sus palmas, nunca lo había visto tan tenso. Le mostró su chakra a la jovencita de cabello verdoso que se había sentado junto a ella con una bandeja cargada de té y onigiri con forma de conejito– Es igual al de Hana-sama.

– ¿Al de okaa-san?– preguntó con su vocecita de campanilla y su redonda carita de mejillas rosas hizo un gesto confuso.

– Hai, Hana-sama poseía el chakra más hermoso que haya visto, era como el de usted, del color de la plata fundida,– le indicó con una sonrisa gentil señalando su pequeña palma cubierta de energía vaporosa. – de hecho, usted es quien más se parece a ella, su rostro es como el suyo.

– Pero... creí que onee-sama era quien más se parecía a okaa-san– la joven hizo un gesto que no supo identificar, se aseguró de que no hubiese nadie a los alrededores y le habló en un tono más confidencial.

– Hinata-sama heredó de Hana-sama su hermoso cabello, corazón gentil, prodigiosa voz y... – no lo dijo, pero con los años entendió lo que Natsu calló en aquel momento, "su mirada triste en resignación al destino". –sin embargo, es usted quien heredó todo lo demás, es su viva imagen, su temperamento, carácter, energía, el talento que la convirtió en una prodigio y, su bonito chakra.

– ¿Cómo era mamá, Natsu? otou-sama jamás quiere hablar de ella y no me permite ver sus fotos– Natsu pareció pensarlo un momento, evocando frente a sus ojos lejanos recuerdos de una época más feliz.

– Era la mujer más hermosa que hubiese existido, amable y... nos defendía de los castigos del sello del pájaro enjaulado– lo último pareció susurrarlo y Hanabi tuvo problemas en comprender lo que decía ¿qué era "sello de pájaro enjaulado"? – Esto es algo de lo que no se tiene conocimiento dentro del bōke, al menos no debería haberlo pero, Hana-sama poseía el byakugan más avanzado del clan y era el miembro más talentoso que se haya visto en generaciones.

– Es un secreto ¿de acuerdo? Si puede guardarlo puedo seguir contándole– Hanabi asintió con decisión, quería saber más de su madre y Natsu poseía las respuestas que su padre le había negado. – Hana-sama era más poderosa que Hiashi-sama, su fuerza es algo que es desconocido incluso dentro de la rama principal. Ella... solía decir la antigua matriarca antecesora de Hana-sama que ella sería quien llevaría el byakugan al siguiente nivel.

Cuatro palmas; se movió más rápido sintiendo la aguja perforar sus tenketsu pero logró evitar que cerrara la mitad.

– ¿Usted conoce al clan Uchiha? ¿Sabe lo que es el "sharingan"?– La niña se lo pensó un momento, recordó los ojos negros de Shisui volverse de un escarlata brillante y asintió con la cabeza, Natsu arrugó las cejas contrariada. – ¿dónde lo aprendió, Hanabi-sama?

– Conozco a uno, lo vi con mis propios ojos– la joven la miró consternada un momento ¿porque Hanabi conocía en persona a un Uchiha y el sharingan? La niña giró en todas direcciones buscando asegurar que estaban completamente solas. – es un secreto que sólo conocemos Hinata-neesan y yo, sólo puedo confiar en ti para guardarlo.

Natsu vio un momento a la niña ¿en que se estaban metiendo? Ella contándole sobre la antigua matriarca y la pequeña guardando un secreto relacionado con el clan Uchiha. Pero, si no podía confiar en su guardiana ¿entonces? Hanabi sólo tenía a su hermana mayor y a ella.

– Por supuesto, Hanabi-sama, usted a prometido guardar en secreto ésta conversación y yo haré lo mismo– la niña sonrió satisfecha y luego se le acercó para hablar en un tono más bajo. No se podía ser demasiado precavido.

– Neji-niisan a estado entrenando a escondidas con un Uchiha, no hay que asustarse, aunque otou-san dijo que eran demonios ése hombre es muy amable y divertido– Natsu sintió la preocupación y miedo retorcer sus entrañas; Neji era como un hermano pequeño para ella, si alguien en el clan se enteraba de que entrenaba con un Uchiha lo castigarían con el sello, no, puede que incluso llegasen a matarlo.

– Hanabi-sama ¿conoce el nombre del sensei de Neji-san?– la pequeña le dio un asentimiento de cabeza y Natsu sonrió tratando de lucir tranquila, aunque por dentro sentía que vomitaría del terror. – ¿me lo podría decir?

– Hai, se llama Shisui Uchiha, tiene bonitas pestañas– la joven abrió los ojos impactada ¿Shisui? ¿"Shisui del cuerpo parpadeante"? Debía ser una broma, ése hombre era bien conocido incluso dentro del clan Hyūga y no estaba de más, temido. Nadie del clan tenía las agallas de enfrentarse a él, ni siquiera Hiashi.

– Ya veo– no había posibilidades de que Hanabi estuviese mintiendo, mucho menos con un personaje como lo era Shisui; la niña no podría saber quién era dentro del mundo shinobi. Tendría que hablar con él después, la idea provocó un escalofrío que le recorrió la columna.

– Pero... ¿qué tiene que ver eso con okaa-san?– Natsu pudo haberle dicho tantas cosas... sin embargo, la primordial era la que podía discutir en ése momento.

– Tiene que ver con todo, Hanabi-sama. El clan Uchiha y el clan Hyūga somos familia de dōjutsu, sharingan y byakugan respectivamente– Hanabi se acercó interesada, era mejor que las aburridísimas lecciones de historia que le daban.– Se dice que el sharingan es una evolución del byakugan, pero yo no opino lo mismo.

– Y no sólo yo, cualquiera que lo haya visto en persona lo sabría, el sharingan es demasiado distinto al byakugan, considero que son "dōjutsu hermanos"– la pequeña boca de Hanabi se abrió en una "o" y frunció el ceño. Era cierto, los ojos de Shisui no eran en absoluto como los de su padre o Neji. Ni siquiera Kô.

– Esto es algo que no podría hablar abiertamente con nadie de los miembros del clan Hanabi-sama; siempre he sido curiosa y no me gusta conformarme con lo que el clan impone como la verdad– la chica bajo un poco sus hombros y se atrevió a hablar de lo que había estado teorizando desde que era una niña. Era difícil guardarse las cosas para sí misma cuando le apasionaba investigar y descubrir pero, nadie estaría dispuesto a escuchar, al menos ahora podría compartirlo con Hanabi. – yo estoy muy segura de que el sharingan y byakugan provienen del mismo lugar y pueden tener habilidades similares, no son iguales por lo que no pueden poseer todas pero, siento dentro de mi que existe una conexión entre ambos que no puedo explicar.

– El sharingan es capaz de evolucionar; no se lo cuente a nadie, pero hace unos años yo salí con un miembro del clan Uchiha– sus mejillas se tiñeron de un bonito rosa y Hanabi negó, jamás podría, Natsu le estaba confiando sus secretos y ella era una tumba. – él era algo ruidoso y le encantaba alardear, me contaba cosas de su clan y en especial, del sharingan.

– Decía que éste despertaba en etapas, una por cada tomoe; sin embargo, en una ocasión me habló de una leyenda a la que él mismo no le tomó demasiada importancia, un poder legendario que había pertenecido al mismísimo Madara Uchiha, uno de los fundadores de la aldea junto al primer hokage– Hanabi vio como los ojos de Natsu brillaron como un fénix de fuego blanco, todo el tema era algo que apasionaba a su guardiana y procuraría gravar hasta el más mínimo detalle en su memoria. – lo llamó Mangekyō Sharingan.

Ocho palmas; usó sus propios dedos para evitar el asalto de los tenketsu de su vientre y brazos.

– ¿"Mangekyō Sharingan"? Suena bonito– la mujer le sonrió con cariño, a veces Hanabi era demasiado pequeña.

– Hai, es tratado como una leyenda o sólo un mito, decían que era tan poderoso que era capaz de invocar a un guerrero que podía cortar una montaña a la mitad, destruir la mente con sólo un vistazo e incluso controlar enormes criaturas míticas– los ojos de Hanabi destellaron ¿tan poderosos eran esos ojos? Sonaba increíble. – él dijo que realmente sólo es un invento de los ancianos para hacer crecer el nombre de Madara-sama y su miedo a él, pero... – Natsu apretó las manos y su bonito rostro se llenó de determinación, – yo se que es verdad, que existe y es tan impresionante como todas sus historias.

– Y si el sharingan es capaz de evolucionar y convertirse en algo tan peligroso ¿por qué el byakugan no podría? – su vista se dirigió al árbol de cerezo que estaba comenzado a dar sus brotes, sus ramas llenas de pequeños botones en espera del día perfecto. –Hana-sama era la persona que más cerca estaba de esto, estoy completamente segura de que si ella aún viviera... habría llevado al byakugan a algo nuevo y se hubiera convertido en la leyenda de nuestro clan así como Madara-sama lo es del clan Uchiha.

Natsu la miró con una sonrisa amable, algo nostálgica. Le acarició la cabeza y Hanabi pudo jurar que la joven mujer vio en ella algo que creía perdido.

– Usted posee sus ojos, belleza y talento– la sonrisa de Natsu se volvió lejana, un pasado agridulce y aún así muy hermoso. – tal vez... Hiashi-sama no lo sepa, pero podrá intuir que ustedes tres alcanzarán todo lo que nosotros jamas podremos; ustedes son el futuro del clan y es nuestro deber velar por las nuevas aves que crecen en el nido. Hanabi-sama, no se preocupe por Neji-san, yo me encargaré de cuidar su vuelo, ése es mi destino.

– Natsu... te lo prometo– la pequeña niña de redondo rostro y enormes ojos le miró con determinación, una muy parecida a la de Hana Hyūga cuando prometió protegerles de la jaula en la que fueron obligados a subyugarse. – Le demostraré al mundo que tienes razón, llevaré al byakugan al siguiente nivel y haré a las naciones temblar.

– Lo sé, Hanabi-sama– la mujer sonrió tiernamente contemplando el cielo. Era un día hermosamente nublado. – Gracias.

Dieciséis palmas; le perforó la mano a Neji con la cuchilla de rayo blanco. Su primo había bloqueado los tenketsu de su brazo izquierdo y se sentía entumido.

Había tenido sueños extraños desde que vio a aquel chico. No lo conocía, pero definitivamente le había dado miedo. Fue durante una cena organizada por los clanes nobles por compromisos políticos y de alianzas, algo que Kô había catalogado como "aburrido y de viejos". Había estado pegada a Natsu, realmente se había asustado por la mirada de un miembro del clan Uchiha, alto, mal encarado y muy parecido a su padre. Alguien llamado Fugaku Uchiha, tuvo el placer de conocerlo y esperaba no tener que volver a verlo nunca. También vio a lo lejos a Shisui acompañado de un chico de cara bonita pero mirada triste, le recordaba a su primo Neji.

Su infortunado encuentro si puede catalogarse así, comenzó cuando otros miembros del clan Uchiha se acercaron a ellos, nunca había visto a Shisui lucir tan serio y el chico bonito parecía enojado, notaba la tensión sobre sus hombros y mirada afilada aunque todo lo demás era plano y sin emoción, pero ella poseía el byakugan y no podía engañarla con falsa serenidad. Natsu le sugirió ir a jugar con los chicos de su edad, por lo que se apartó de ella y buscó a su hermana; realmente no necesitaba a nadie más, los niños de su edad eran unos bebés llorones, especialmente el niño de bufanda azul con cara de tonto.

Al estar ubicados en un bosque lleno de árboles frondosos y arbustos fue fácil perderse; caminaba sigilosamente y algo paranoica, en una ocasión Tokuma le había contado una historia horrible donde decía que existían demonios que si llegaban a encontrarla sola y sin protección, se la llevarían y le quitarían los ojos para robar el byakugan. Así que con el poco valor que le quedaba meciendo su corta melena castaña trataba de guiarse para volver a la cena. Podría considerarse como una casualidad que entre los árboles escuchó voces y se acercó con sigilo haciendo uso de su habilidad para espiar a su hermana mientras ésta entrenaba. Vio al chico bonito parado ahí, los otros que lo habían molestado estaban de rodillas con la mirada perdida, los ojos del joven brillaban en un vivo escarlata. Sharingan. Pero cuando él giró la vista a su escondite quedó paralizada, sus ojos... la asustaron. Había odio, rabia y una profunda tristeza en ellos, sin embargo, por algún motivo que no comprendía empezó a sentir que sus ojos palpitaban y las venas comenzaron a inflamarse. Sentía una tibieza recorrer su cabeza y comenzaron a dolerle sus orbes; el panorama se volvió monocromático, la perspectiva se volvió la de una esfera mareándola y le dio pánico por lo que manteniendo su vista al frente comenzó a retroceder hasta sentir que topaba con algo, su luz era verde como el jade pero aterradoramente frío, con el corazón en la garganta se giró a verlo.

– ¿Hanabi-chan? ¿Qué haces aquí? – reconoció su voz como la de Shisui y pudo haberse echado a llorar si no fuera porque el otro chico estaba caminando en su dirección; el joven adulto la miró analizándola por un momento y se puso a su altura acuclillándose. – Calma, puedes soltarlo. Estoy aquí y no te sucederá nada ¿de acuerdo? Confía en mi.

Sus palabras la hicieron volver a respirar y sus ojos perdieron ese peso cálido para regresar su vista a la normalidad. Él le sonrió tan amable y juguetonamente como siempre, sin embargo, cuando escuchó los arbustos moviéndose detrás su corazón se disparó presa del pánico y se lanzó a los brazos de Shisui en busca de su protección. El Uchiha la cargó y permitió que acomodara su cabecita en su hombro temblando.

– Shisui ¿quién es la niña?– su voz era tersa y taciturna, hasta podría decir amable pero definitivamente él no lucía así y estaba aterrada.

– ¿Cuántas veces te he dicho que necesitas socializar más, Itachi? Ella es Hanabi Hyūga, la hija menor de Hiashi-dono y acabas de asustarla con tu cara amargada– pareció recriminarle en una especie de sermón, el chico soltó un suspiro y Hanabi se negó a soltar al Uchiha mayor cuando trató de convencerle de mirar.

– Lo siento mucho Hanabi-san, no era mi intención asustarte– Hanabi volteó a verlo muy quedamente, lo suficiente para alcanzar a visualizar su rostro; el chico de cara bonita tenía un rostro amable y sonrisa gentil. Pero... sus ojos.

– Tiene ojos de pescado muerto, que finja no estar triste con ésa mirada no me hace sentir mejor – Itachi abrió los ojos sorprendido y Shisui se quedó en silencio, no pudo ver su reacción.

– Hanabi-chan es muy perceptiva ¿eh? No me sorprende, es Hyūga después de todo– Shisui habló, su tono era cálido y extraño, no había hostilidad pero se sentía como si hubiese algo más de fondo. Su sonrisa amable se reflejó en ella y decidió confiar en sus palabras, Itachi daba miedo por lo que no soltó a Shisui y éste tuvo que llevarla cargando. La entregó a Kô que parecía bastante preocupado; una mujer hermosa parecida al chico bonito estaba regañando a Shisui llamándole "degenerado", no sabía porqué pero Natsu decía que las niñas buenas no debían acercarse a hombres de esos. Pero él era bueno, así que sería su excepción.

Treinta y dos palmas; su costilla estallaba con cada impacto en un dolor repugnante. Le costaba respirar y tenía reventado el labio; le hizo un corte profundo en el rostro a Neji. Un 30% de sus tenketsu estaban cerrados. No iba a ceder. Escupió sangre.

Ésa misma noche tuvo un sueño, el cual se repitió durante días, después del quinto comenzó a cambiar y así continuó durante todo el mes, cada vez se lo contaba a Natsu que parecía confundida y pensativa, fue así hasta que tuvo una particularmente intenso.

– Era extraño, había algo en medio, no era humano aunque tenía forma de uno, era muy alto, con muchos brazos y un gran ojo; no podía verlo porque estaba cubierto de sombras y sólo se veía su silueta. Estábamos sobre un enorme lago de sangre– estudiaba su lección bajo la supervisión de Natsu, ésta escuchaba atentamente cada palabra que decía. Últimamente despertaba en medio de la noche sudando, con el byakugan activo, sus manos y pies cubiertos de chakra y la falta de descanso le había provocado ojeras. – su ojo lloró sangre y cayó al lago ¿él habrá llorado todo eso? De eso brotaron tres personas, uno era alto y pálido, era raro, elegante y de ojos cerrados, otro era un samurai con una katana y la última una mujer muy elegante con un gran kimono y escudo.

– El alto se convirtió en una esfera blanca y se elevó sobre al cielo, brillaba como una estrella. Los dos que quedaron no se veían contentos, así que pelearon.– terminó el último ejercicio de ésa página y continuó con la siguiente.

Natsu estaba angustiada, Hanabi apenas tenía 3 años, ella no tendría porqué saber como lucía una katana ni mucho menos un lago de sangre; la niña hablaba con tanta naturalidad sobre eso que le dolía, ni siquiera era ninja, ella era inocente. A diferencia del bōke, el sōke no debería tener pesadillas de ése tipo siendo tan joven.

– Ninguno ganó, la esfera se apagó y ambos se separaron, atrás de ellos estaban esos hombres, el samurai se puso frente a uno cubriéndolo con su espada y la mujer al otro con su escudo– los ejercicios eran simples, no le tomaba más de unos segundos deducirlos, necesitaría más avanzados. – arriba del guerrero con el samurai había una luna roja, del señor elegante y la mujer había un sol aunque era de noche. Pero...

Puso más tinta en su pincel y continuó, la falta de sueño la tenía cansada y comenzaba a confundir caracteres. Sin embargo, se frotó los ojos y siguió escribiendo; su padre se enojaría si no terminaba sus tareas.

– El guerrero abrió sus ojos y eran rojos, muy rojos y giraban; el señor elegante abrió los suyos y eran blancos como los nuestros, pero parecían una criatura y sus venas al rededor brillaban– Natsu la miró confundida y consternada ¿estaba hablando del sharingan y el byakugan? No, los describía y distaban en varios aspectos. – el samurai se convirtió en un esqueleto y la mujer en un ave de fuego, ahí desperté.

– Hanabi-sama ¿exactamente desde cuando tiene estos "sueños"?– le preguntó con amabilidad y la niña apartó la vista de su pergamino para mirarle con sorpresa infantil, puso su dedo sobre su labio y sus ojos brillaron cuando lo recordó.

– Cuando conocí al chico de cara bonita, me asustó con sus ojos, fue durante la cena de clanes en que me perdí y Shisui-san me encontró,– Natsu tensó la mandíbula y su mirada se volvió afilada ¡ése bastardo! – el chico... creo que se llamaba Itachi, estaba usando su sharingan y realmente me dio miedo. Ésa noche tuve el primer sueño.

– Comprendo, disculpe Hanabi-sama pero el día de mañana será mi día libre y Kô-san se hará cargo de usted ¿podrá manejarlo?– Hanabi sonrió infantilmente y asintió con la cabeza; Kô le agradaba, era como una especie de hermano mayor y tenía buen sentido del humor pese a mostrarse tan sereno frente a la rama principal. Cuando terminó sus tareas Natsu le facilitó un pergamino y crayones de colores para dibujar. Realmente su cabeza estaba saturada de los recuerdos de sus sueños así que ése fue el tema de sus obras. Una vez terminados se los mostró a Natsu, realmente deseaba que ella los viera.

Señala hacia dónde ambos individuos están debajo de una luna roja y un sol blanco respectivamente. – Aquí aparece ésa sombra, que llora y tiene al hombre pálido, el samurai y la mujer elegante.

– Aquí el hombre pálido se convierte en estrella y el samurai pelea con la mujer, como no gana ninguno se tienen que separar; el guerrero y el hombre elegante abren sus ojos y se ven así– señaló dos pares de ojos, los de color carmín parecían de cierta manera el sharingan sin embargo, los tomoes tenían un patrón extraño y abarcaban mucho espacio, los blancos por su parte parecían un pececillo yang dando giros hacia el centro. –aquí el samurai se convierte en esqueleto y la mujer en fuego. Creo que es todo.

– Es hermoso, disculpe Hanabi-sama ¿puedo conservar el pergamino? He estado buscando una pintura para decorar mi habitación y ésta es bastante buena– los ojos de la pequeña brillaron con intensidad y le extendió el papiro lleno de trazos de crayola. Natsu le acarició su cabecita de cabello castaño y guardó el rollo en la bolsa de su delantal.

Algunos meses después Hanabi experimentaba la primera pesadilla en relación a sus sueños que había tenido; todo era un enorme lago de sangre como siempre, sin embargo sobre ellos se alzaba orgullosa una luna carmín que parecía reflejar un sharingan gigante. Había un hombre de rodillas frente a ella, no podía verlo más allá de su silueta y un samurai vestido de jade estaba parado tras él. Estaba bañado en sangre, abrió sus ojos y eran de un brillante escarlata con un patrón extraño, como un shuriken negro girando con lentitud; el hombre le tomó las manos y no sintió miedo, sino una profunda y desgarradora tristeza. El samurai se convirtió en un esqueleto y se desmoronó, el hombre le dio una mirada de despedida y su cuerpo se hundió en el lago carmín.

Despertó, con el byakugan activo, las manos ardiendo en chakra plata y llorando. Al día siguiente Shisui no se presentó al entrenamiento, su primo lucía decaído. Al mes se enteró escuchando una conversación entre Kô y otro miembro que no conocía que todo el clan Uchiha había sido masacrado por Itachi. Su primera víctima antes de la tragedia, Shisui Uchiha. No recordaba haber llorado tanto.

Fue la última vez que tuvo ése sueño.

Sesenta y cuatro palmas; la velocidad era ridícula, que conveniente ¿no decía la antigua matriarca que era posible viajar en el tiempo? Eso hacía ésa técnica, apenas micro-segundos pero era suficiente para acertar golpes que no debería ser capaz de conectar. Repelía las punzadas con sus propios dedos. Dolía.

– Hanabi-sama ¿tiene un momento? Hay alguien que desea verla– detestaba el papeleo, no comprendía como había quienes disfrutaban estar sentados todo el día leyendo y llenando documentos ¡sólo lo odiaba! Podría estar afuera entrenando o incluso viajando por el mundo en busca de aventuras, conocer lugares y probar nuevos platillos, suspiró, estaba considerando tomar el camino de Sasuke Uchiha y huir de la aldea.

– Deja la formalidad ¿de acuerdo? Sólo Hanabi; por supuesto, pásalo– si podía dejar un tiempo ésa horrible tarea con gusto recibiría incluso al idiota de Konohamaru. Así que dejó la pila de papiros a un lado y sacó una caja de galletas que le había regalado su pequeña sobrina ¡esa niña era tan tierna! Boruto debía aprender de ella, el mocoso era un engreído.

Cuando vio a la persona de la que se trataba casi se atragantó con un bizcocho de avellana y menta; aún si habían hecho las paces era incómodo hablar con ése hombre que durante algún tiempo tuvo que considerar su cuñado. Su hermana lo había perdonado y por su parte ella confiaba en Hinata, si su onee-san consideraba que el bastardo merecía clemencia entonces no pondría trabas. Su cabello blanco le daba un poco de nostalgia y traía recuerdos que se había propuesto a olvidar. Lastimaba.

– Buenos días, Hanabi-sama– siempre tan formal y educado, incluso su ropa estaba impecable. Al menos le había hecho caso en cambiar su estilo, traer la yukata abierta como una especie de bailarín erótico y el pantalón tan holgado no había sido su mejor elección durante su juventud.

– Sólo Hanabi ¿qué sucede, Toneri-san? Si deseas desaparecer a mi cuñado no te detendré, sólo mándame su dedo meñique, pero en caso de que busques mi cooperación podemos negociarlo más tarde, invítame una taza de té fuera de aquí, en serio odio estar en ésta oficina– suspiró cansada llevándose otra galleta a la boca; le desagradaba Naruto y no iba a negarlo, entre los dos prefería al Ōtsutsuki, al menos el idiota hacía a su hermana feliz de verdad y no la tendría abandonada dentro de una enorme casa después de haberle prometido el cielo y las estrellas. Toneri pudo haberle dado la maldita Luna, en serio la frustraba.

– No he venido a hablar sobre un complot para asesinar a Naruto Uzumaki– sonrió cuando la pequeña mujer soltó un bufido molesta, parecía una niña enfurruñada. – Si no que... he venido a hacerte una propuesta.

Hanabi empalideció y la mitad de una galleta de avena cayó al suelo. ¿Propuesta? Ni de joda. Toneri pareció entender la mirada de la castaña porque en seguida negó lo que fuera que estaba pensando.

– No me refiero a una propuesta de ése tipo, si no que es algo que he estado considerando la última década– Hanabi dejó de lado el escritorio y le indicó que fueran a la sala de reuniones. Algo dentro de ella le decía que era importante, además podría abandonar su oficina y estar lejos del aroma seco a pergamino e intenso de la tinta. Se sentaron sobre dos tatami en el suelo uno frente al otro. El albino tomó la palabra.

– Ya tengo más de 30 años, no tengo descendencia y en algún momento puedo morir combatiendo la amenaza de los amatsubito debido a que suelo enfrentarlos solo– con cierto aire diplomático hablaba elegante e íntegro, conciso. Las manos entrelazadas sobre su regazo y su único ojo de ceniza lunar brillando.

– No tienes descendencia porque tienes complejo de virgen ¿en serio eres como Neji-niisan que cree en el sagrado matrimonio? Eres lamentable– el rostro del hombre cambió de color de un implacable tono pálido al rojo de una cereza. Vio como se le crispó la ceja y soltó una risa, había olvidado lo divertido que era hostigarlo. Ponía las mismas caras que Neji. Después de todo, ella conocía el motivo bastante bien, el tipo estaba enamorado de su hermana mayor, eran tan tierno y patético como sonaba.

– Dejando de lado mi vida sexual, tengo bastante claro que en algún momento voy a morir antes de tiempo– la joven mujer dejó que la risita muriera para escuchar atentamente lo que tenía que decir, su lenguaje corporal delataba cierto nerviosismo. O más bien, incertidumbre– y realmente me preocupa el dejar la Luna abandonada a su suerte, debido a que el tesoro de mi clan en caso de caer en manos equivocadas podría significar la destrucción del planeta, no es algo que pueda encomendarle a cualquiera. Además, debe ser alguien lo bastante poderoso para cuidar de sí mismo y ser capaz de proteger al mundo.

– Oye... si lo que buscas es un hijo créeme qué hay muchas chicas del clan que estarían dispuestas a compartir cama contigo, eres bastante popular– lo vio ladear el rostro avergonzado e incómodo. Una sonrisa traviesa se pintó en sus labios ¡como extrañaba molestarlo! Era tan mojigato; su rostro se volvió serio. – Sin embargo... tú hablas de un sucesor inmediato en caso de que realmente termines muerto, podría hablar con Neji-niisan y puede que exista algo que...

– Esto es lo que necesitaba hablar contigo, Hanabi– sintió su estómago contraerse con la seriedad con la que la miró con su único ojo. En serio llegaba a detestar eso de él, su mirada... le hacía recordar tanto a Shisui y no le agradaba en lo absoluto. – He venido a proponerte que te conviertas en mi sucesora y la siguiente guardiana de la Luna.

Silencio. Los ojos de Hanabi se abrieron como platos y por un momento se olvidó de respirar. Debía estar bromeando.

– ¿Por qué?– no lo estaba mirando a él sino que encontraba más interesante el piso de madera; era mucho que procesar ¿por qué precisamente ella? La mocosa a la que secuestró y robó los ojos, quien no pudo defenderse a sí misma ¿cómo podría? No era tan poderosa, lo sabía y le dolía porque estaba faltando a su promesa con Natsu. – ¿Por qué yo? Neji-niisan y onee-sama están más capacitados, a diferencia de mí pueden usar el tenseigan.

Dolía admitir su debilidad, llevaba más de dos décadas cargando con una promesa que no tuvo la fuerza de cumplir ¿como podría una mentirosa como ella hacer tal cosa como proteger al mundo?

– Ése es precisamente el problema, – ella alzó su cabeza para verlo, se veía como el príncipe que era y su sonrisa amable la lastimaba. Quería que dejara de hacerlo. – pueden manejar el tesoro de mi clan, lo que habla de la fuerza del chakra de Hamura-sama dentro de ellos. Eso es lo que está mal y la razón por la que te he elegido a ti.

Hanabi lo analizó un momento, no estaba entendiendo a lo que quería llegar y comenzaba a impacientarse. Nunca fue demasiado paciente. Se veía tan tranquilo, con una mirada y sonrisa llena de entendimiento, como si tuviese todas las respuestas del mundo. Maldita sea, ¿por qué ahora? ¿Por qué cuando creyó haber enterrado los recuerdos de aquel hombre de chakra jade aparecía éste tipo a atormentarla?

– No te burles de mí, Toneri– apretó los dientes y su sonrisa se tornó amarga; comenzó a dolerle la cabeza. – No es divertido.

– Ellos... poseen ojos Ōtsutsuki, – comenzó con tranquilidad, necesitaba que ella entendiera su punto, que fuera capaz de ver su propio poder que para él era tan claro como un cristal pero del que Hanabi parecía no ser consciente. – tú, posees ojos Hyūga. Lo supe cuando los usé para activar el tenseigan.

– Tenemos el mismo antepasado, ¿cuál es la diferencia? ambos clanes tenemos byakugan y en todo caso, eres poderoso incluso sin tus ojos, yo no podría decir lo mismo– veía su frustración, amarga resignación y la carga sobre sus hombros que la estaba asfixiando. Remordimiento.

– ¿Cuál es la diferencia entre Uchiha y Uzumaki?– era posiblemente el mejor ejemplo que podría existir; el paralelismo de ambos casos era tal como un reflejo, si Hanabi lograba verlo sería sencillo convencerla.

– No lo se, desconozco mucho de ambos– estaba siendo honesta, sabía muy poco del clan Uchiha y el Uzumaki era tan anónimo en su mente que realmente no podría reconocer a un miembro de ése clan aunque lo tuviese justo frente a sus ojos.

– El clan Uchiha era poseedor del dōjutsu sharingan, el cual poseía la capacidad de evolucionar de acuerdo al usuario y adquirir un poder que podría considerarse inconcebible; tenían predisposición al chakra de fuego, de tipo conquistador y solían ser psicológicamente inestables, – datos que conocía gracias a su padre; muchas veces que solía sentirse solo y deseaba tener un amigo real que no se tratase de una marioneta, iba al observatorio del castillo para admirar a los niños jugando en la Tierra. Muchos tipos de rostros, ojos, color de cabello y emblemas grabados sobre la tela. Curiosidad infantil saciada para mitigar la culpa de un hombre que lamentaba haber herido a su hijo con un destino tan solitario. – en cambio Uzumaki poseían una enorme reserva de chakra, algunos heredaban una habilidad en ella que les permitía atar a los bijuu; gran vitalidad y vida longeva, predisposición al chakra de viento, de tipo neutral y temperamento volátil, la principal característica: cabello rojo.

– ¿Puedes ver en que se parecen?– preguntó suavemente y Hanabi comparó ambas descripciones en su mente, los repasó un par de veces y llegó a la misma conclusión: nada.

– No se parecen en nada ¿tendrían siquiera? de hecho, son tan radicalmente opuestos que es ridículo compararlos– su sonrisa de Luna la hizo sentir aún más triste de lo que ya se sentía. Lo detestaba. Si tenía un punto ¿por qué molestarse en darle tantas explicaciones?

– Has dado en el blanco, Hanabi, aunque ¿sabías que ambos clanes son descendientes del sabio de los seis caminos? Siendo más exacto, de sus dos hijos– Hanabi abrió los ojos impactada ¡pero no compartían ninguna característica en común! Tenían un antecesor con el que se relacionaban pero... sus habilidades no se parecían en nada. – Hamura-sama también tuvo dos hijos, mellizos; uno se quedó y es el fundador del clan Ōtsutsuki de la luna, el otro bajó al mundo y fundó el clan Hyūga en la Tierra– se sentía sofocada, su corazón estaba acelerado y no sabía la razón, la tersa voz de Toneri hacía eco en su cabeza. – El clan Uchiha y el clan Hyūga comparten el mismo antecesor común, Kaguya Ōtsutsuki.

– Algo bastante irónico es las circunstancias en que fueron creados, entre sus clanes hermanos eran quienes habían heredado el amor y odio más intensos, eran lo más humano de sus antecesores– Hanabi se sentó derecha, su mente adulta luchando contra los recuerdos infantiles; tocaban a la puerta. – Ojos que cargan con un gran poder manchado de sangre y amor humano desgarrado con las manos; Sharingan y Byakugan, dōjutsu hermanos.

Esquivó la última palma, el 60% de sus tenketsu bloqueados ¿se rendiría y le daría la razón a Neji? No, no podía simplemente detenerse, ella también era poderosa y no bajaría la cabeza ante él. Insultó su luto, tal vez para él era más sencillo sobrellevar su dolor, pero ella no sólo había perdido a su hermana, también a su madre. Nunca la conoció, sólo tenía a su amada onee-san; su padre había destrozado su corazón y se había convertido en un demonio ante sus ojos, la había lastimado y sólo había podido sentirse segura entre los brazos de Hinata. Ella era su corazón y se lo arrancaron, desgarrándolo con los dedos.

No iba a rendirse, así que se abalanzó buscando destrozarlo.

– Mi padre solía contarme una historia cuando era niño, sobre dos hermanos que lucharon entre ellos pero no lograron ganar– Hanabi subió lentamente la mirada al hombre de sonrisa amable, su cabello y ojo de Luna eran hermosos aunque no lo admitiría frente a él jamás. Prefería que le cortaran los dedos. – fue una lucha intensa y dolorosa, hubo mucha sangre de ambos y no importaba cuanto lo intentasen nunca terminaba el bucle de empate. Se resignaron y abandonaron su lucha con la promesa de algún día designar a un vencedor.

– Ambos hermanos se convirtieron en guardianes, uno eligió la Luna, el otro al Sol y fundieron su espíritu sobre sus guerreros, ellos continuarían la lucha en su nombre y los protegerían cuando les llamasen en medio del campo de batalla– los recuerdos comenzaron a inundar su mente, dos hermanos luchando sin ningún vencedor; un lago de sangre, una luna carmín y un sol blanco. Muerte y honor. – Fuerza manchada de sangre y dolor, perderás la luz y serás destrozado por la oscuridad. Tu corazón a cambio de poder.

Neji cargó una gran cantidad de chakra en la mano y con su byakugan visualizó el punto que tendría que atacar para dejar inconsciente a su prima y terminar de una vez por todas ésa absurda batalla. Su pequeña hermanita sufría y había convertido ésa tristeza en odio y rabia, si le permitía cargar con todo eso sola sabía que la perdería.

Usó el sunshin para quedar a centímetros de ella. Pero hubo algo extraño, las venas en el rostro de su prima se encontraban planas aunque aún circulaba una cantidad enorme de chakra y sangre a sus ojos. Cuando trató de conectar el golpe, una llamarada plata cubrió la zona y le quemó desgarrando la piel; Hanabi fue engullida por el fuego.

– El menor, un samurai decidió proteger a la luna y sus guerreros de mirada escarlata, apareciendo cuando lo solicitan durante el combate; la mayor, una elegante guerrera escogió proteger al sol y sus nobles asesinos de ojos nácar, como una llama inextinguible que se cierne para resguardar– Hanabi lo miró con un gesto perdido, ése hombre parecía brillar y su calma le hizo sentir que su byakugan palpitaba dentro de sus cuencas. Era como en aquel momento. – Sus nombres eran Susano'o y...

Neji miró consternado la imagen que se materializaba frente a él protegiendo a Hanabi; primero una llamarada plata y luego...

Amaterasu– su prima alzó la vista revelando sus ojos; el byakugan se había convertido en un pececillo yang dando giros hacia el centro, su movimiento era lento y líquido similar al mangekyō sharingan. Las venas eran planas y luminosas de un brillo tan tenue como la Luna. Su mirada era tan fría.

La rodeaba una figura etérea que daba la impresión de ser mujer aunque no poseía rostro; tenía cuatro brazos armados con kusarigama y 6 magatamas flotaban a su alrededor hechos de llamas tan negras como la obsidiana, envuelta en prendas similares a un kimono aunque muy rudimentariamente y tendrías que ser muy observador para notarlo. Hecha de sólidas llamas blancas, era imponente.

– Quería que la primera en presenciarla fuera Natsu, tenías que arruinarlo– su voz era queda, plana, como él en aquel entonces, era... como Sasuke. Aquello provocó que su pecho se apretara, Hanabi se estaba dejando caer en la oscuridad ¿podría hacer algo ahora que era tan tarde? No le era ajeno el concepto de mangekyō sharingan pero... nunca creyó que el byakugan tuviese algo similar.

– Pero, si te mato ahora mismo no contará y podré cumplir mi promesa, a diferencia de ti, a mí me importan las promesas que hago Neji-niisan– tomó su postura de combate y Amaterasu pareció reaccionar a ello, sus manos albinas cubiertas de fuego negro. Maldita sea.

No tuvo más opciones, tuvo que activar el tenseigan. Incluso si a Hanabi no le quedaba mucho chakra aún poseía el suficiente para combatir usando una técnica de ésa magnitud; Amaterasu no era ninguna broma, conocía el poder de aquellas llamas negras y el centinela... era similar a Susano'o aunque no le garantizaba que tuviese las mismas habilidades. Susano'o no quemaba si le tocabas, podría ser una señal.

Decir que no le dolió el golpe sería mentir, su prima había usado el chakra de rayo en sus plantas y sobre Amaterasu; el impacto fue inesperado y recibido en un estallido de dolor repulsivo. Estaba seguro de que le había fracturado al menos 3 costillas, no podía dejar de escupir sangre y veía borroso. Su vientre estaba cubierto de graves quemaduras y retazos, la ropa se había fundido a la carne y el aroma le provocaba arcadas; un árbol detuvo su cuerpo y el encuentro no fue menos que seco e insoportable, incluso había una rama atravesando de lado a lado su muslo derecho. Apretó los dientes en un crujido húmedo.

Ella deseaba matarlo, no, ella iba a matarlo.

– ¿Por qué no puedes dejarme sola? – estaba agotada, su cabeza daba pulsaciones agonizantes, sus ojos se sentían dentro como un espeso líquido hirviendo, quemaba. El byakugan activo usualmente era descrito por los miembros del clan como una corriente tibia y bochornosa, agradable. Ésta era empalagosa; no era difícil entender porque los Uchiha habían pregonado tanto en el orgullo a sus ojos marcados por el odio más insano, sentía que era capaz de todo incluso si sus orbes se sentían como si se derritieran dentro de su cráneo. Podrían haberse fundido hasta la nada y aún así, se sentía bien.

Sin embargo, sólo tenía chakra para un ataque definitivo, sus ojos lo estaban consumiendo abrumadoramente rápido y sangraban, estaba segura de que la sangre cayendo por su rostro no era la de su primo. Neji la atacó con una godōdama y Amaterasu la protegió golpeando el espeso chakra líquido de regreso. El mayor debió cubrirse con el resto de las esferas cuando una ola de fuego blanco se cernió sobre él. La joven mujer no lo pensó demasiado, recogió la sangre de su mejilla con su pulgar.

– ¡Kuchiyose no jutsu!— una densa nube se hizo presente y luego, la imagen de un león albino fue el centro de atención. Sus felinos ojos perlados y la melena de fuego blanco lo convertían en una criatura hermosa y letal, era muy adecuado para Hanabi y sus intenciones asesinas. Se abalanzó sobre él y comenzó una lucha simultánea, era veloz y esquivaba los contraataques que daba a los pasos veloces y chakra hirviente de su prima, su león era bastante inteligente y evadía los ataques de distracción. No quería herirla con ataques más agresivos, además, su centinela la protegería de ser así y sólo desperdiciaría chakra. La guerrera de fuego blanco convirtió dos de las magatamas en una larga lanza de llamas oscuras mientras que los kusarigama engullidos en negro obsidiana giraban peligrosamente entre sus dos manos superiores, si el ataque conectaba, estaba jodido.

Ella era más veloz que el shinra tensei, no le serviría de nada, hacer lo contrario sólo le ganaría una muerte por el fuego mientras su cuerpo se quemaba y sus órganos hervían; debía atacar de frente así que eso hizo. Las gōdodamas tomaron forma de agujas homogéneas y se acercó lo suficiente a ella para que atravesaran a Amaterasu; podría haberse molestado cuando la criatura de fuego creó un ala de ave y se cubrió. Todo continuó en un intercambio bastante desfavorable de ataques, estaba cansado, ésos ojos lo cansaban mucho y los ataques que funcionarían contra ella en su estado actual podrían matarla, se quedaba sin opciones.

Al menos así lo fue hasta que su prima se sujetó los ojos con encarecido dolor y tanto la invocación como Amaterasu desaparecieron; desactivó el tenseigan y se acercó cautelosamente a ella, la pequeña mujer ya no tenía chakra para luchar; no vio venir el puñetazo que le hizo trastabillar un par de pasos atrás. Uno, dos y el tercero lo hizo ir al piso, pudo haber evitado que lo asaltara de ésa manera pero... ella necesitaba descargar toda ésa ira y dolor que habían convertido sus hermosos ojos de ángel en los de un shinigami. Se subió sobre su herido y magullado cuerpo comenzando a golpearlo, el peso de su pequeña figura se hundió sobre sus fracturadas costillas provocando un agudo dolor punzante en su tórax, insoportable; se notaba agotada y furiosa.

– ¡¿POR QUÉ NO PUEDES DEJARME TRANQUILA?!— un golpe, su frustración e ira eran tangibles como su dolor, sus ojos sangraban mucho, sus mejillas ahora eran carmín. Podía sentir el aroma metálico mezclarse con las saladas lágrimas, era intenso y melancólico. Otro golpe, le reventó el labio inferior y su párpado se tornó púrpura, dolía.

– ¡¿Por qué?! ¡¿POR QUÉ MI ONEE-SAN TUVO QUE MORIR ASÍ?! ¡ELLA ERA BUENA CON TODOS!– más lágrimas amargas, un nuevo golpe hizo sangrar su nariz, sus dientes crujían en un dolor eléctrico y chirriante, el corte de su rostro sangraba sin parar. Ella comenzó a detenerse dejando caer sus brazos a los costados. Sus nudillos manchados de sangre y tierra en una pasta marrón rojiza.

– La amaba... y ella no volverá-hic... mi onee-san ya no está...– lucía como lo que era en ése momento: una niña que perdió lo que más amaba. Estaba rota, como una muñequita de porcelana que dejaron caer. Entonces, él se quebró.

– No cumplí mi promesa, yo... se lo prometí, le prometí que la protegería con mi vida. Soy un mentiroso y merezco que me odies Hanabi– lo intentó, en serio que lo hizo pero...

Ahí venia envuelta en su ropa de entrenamiento, sus pasos ligeros y torpes mientras corría en dirección a él con algo entre sus blancas manitas. Sus mechones índigo revoloteando junto a su fleco.

– ¡N-neji-niisan! ¡M-mira!– se detuvo a un paso, su redonda carita sonrosada por el esfuerzo y sus enormes ojos perla brillando ilusionados, había tanta inocencia en su vocecita de campanilla. Le extendió las manos y lo vió; había un polluelo de azulejo con el ala herida, seguramente se lastimó tratando de emprender el vuelo.

– Oh, está herido, debió caer del árbol al tratar de abandonar el nido– era triste, si le dejaban abandonado no tardaría mucho en morir.

— Y-yo... ¿podemos cuidarlo N-neji-niisan? sólo hasta... hasta que p-pueda volar otra... otra vez– sus ojos brillaron con intensidad y apretó los labios abultando aún más sus mejillas. Se veía tan bonita.

– ¿Cómo planea explicarle a Hiashi-sama qué hay un ave en su habitación? No podrá mantenerlo en secreto mucho tiempo– alzó una ceja con perspicacia y se cruzó de brazos, aún si era un niño se comportaba solemne.

– Podríamos turnarnos... no quiero... q-que él lo mire... l-lo pondría dentro de una jaula... no quiero que lo lastime así... un ave d-debe volar a donde quiera, ser... ser libre... ser un ave libre... – sabía perfectamente a lo que se refería pero eso no impidió que la mirase con sorpresa, era tan parecida a ella...

Últimamente Hinata se comportaba de una manera más segura, no había dejado de tartamudear o sonrojarse pero, él podía verlo. Ahora miraba a las personas a los ojos, incluso a su padre, su desempeño durante el entrenamiento era menos trémulo e inseguro, atacaba. Aunque su taijutsu conservaba bastante bien el estilo Hyūga, él podía notar los ligeros detalles que lucían diferentes. Sonrió.

– Si Hinata-sama me lo pide no tengo demasiadas opciones; tengo un cajón libre en mi guardarropa y algunas prendas viejas que pensaba desechar, vamos– a su pequeña prima se le iluminó el rostro y no dudó en plantarle un beso en la mejilla, aquella inesperada muestra de afecto lo descolocó un momento pero al recuperar la compostura se limitó a acariciar la cabecita de cabello índigo; si, él cuidaría de ella y su hermosa sonrisa. Ése era su destino.

Y el destino podía ser tan cruel.

– También la amaba y... duele... era mi familia... lo prometí y fallé... – se cubrió los ojos con el dorso de su manga, el partido labio inferior tembloroso y su voz vacilante, entonces lloró. Se había guardado todo hasta ése momento, no tenía fuerzas para continuar tratando de engañarse así mismo y fingir que estaba bien, porque no lo estaba. Dolía tanto.

Hanabi rompió en llanto, uno infantil y como tal sincero, ¿cuánto tiempo pasaría hasta que el sufrimiento se convirtiera en brasas ardiendo sobre su piel permanentemente? Iba a doler hasta el día en que muriera y ahora mismo, era carne viva al descubierto.



Porque Uchiha era odio y Hyūga... era dolor



Sasuke se quedó observando la escena un poco más; se había tomado un par de días libres para sí mismo y tener privacidad, quería sobrellevar su dolor en privado. Llorar, desesperarse y entrenar sin los ojos de nadie sobre él juzgando sus acciones. Vivir su luto no como el hokage de las sombras, tampoco el insensible hombre que trató de destruir al mundo sino como Sasuke Uchiha, el chico que lo había perdido todo en una ocasión y ahora el ciclo parecía repetirse arrebatándole a la mujer que amaba. Podría haberse reído de la ironía.

Sin embargo, realmente no pensó que su pequeño momento de serenidad se viera interrumpido por una pelea, una que precisaba de los dos hermanos de Hinata. Los observó luchar entre ellos, no pudo dejar de mirar, existían dos motivos, el primero constaba por supuesto de que si realmente estaban en peligro de morir detendría la pelea, el segundo y más personal, es que verlos en ésa situación le hacía rememorar la suya con Itachi. Era curioso... como en los hermanos Hyūga podría encontrar un reflejo de su propia destruida relación con su hermano mayor. Era justo como en aquel momento. La pequeña mujer lo odiaba y estaba dispuesta a matarlo, a Neji, su propio y amado nii-san, una mujer a quien le arrebataron su mundo y lo desgarraron justo frente a sus ojos convirtiendo su tristeza en ira; Neji evitando lastimarla de verdad, bastante más dispuesto a morir que herirla, un hombre con el corazón cargado de culpa y arrepentimiento que amaba a sus hermanas menores por encima de todo lo demás, del clan, del mundo, de su propia vida y honor. Era tan parecido a Itachi que le fastidiaba y al mismo tiempo, le provocaba tristeza.

En varios momentos estuvo a punto de parar la batalla, más específicamente, a Hanabi. Realmente no podía juzgarla, era quien menos podría decir algo al respecto cuando cometió los mismos errores, sabía a la perfección como se debería estar sintiendo en ése momento. Pero, lo que lo desconcertó fue la aparición de Amaterasu, no tenía idea de que el byakugan pudiese hacer algo similar a Susano'o, realmente...

Aquello sólo le hizo cuestionarse si Itachi había tenido conocimiento de eso; su hermano mayor había podido emplear las llamas negras con su mangekyō, poder que ahora él poseía. Se frotó la cíen mareado. El sharingan poseía la capacidad de evolucionar una vez que estaban dispuestos a hundirse de lleno en el dolor y odio; cuando todo su amor les jugaba en contra, eran capaces de despertar un nuevo poder manchado de sangre. Realmente ya bastaba con lo catastrófico del tenseigan, un poder que superaba al rinnegan.

Después de todo, eran dōjutsu hermanos.



Lo había subestimado, el poder del ojo blanco; había subestimado a los hijos del Sol



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Natsu se levantó de la cama con pesadez, se estiró para desperezarse y fue al baño; se lavó el rostro y miró en el espejo, se veía más pálida. Miró su frente, blanca, no había marca y todo gracias a que sus niños tomaron el liderazgo del clan. Sus niños.

No, ella no tenía derecho a llamarlos así, era tan detestable.

Tomó una ducha y se arregló con una bonita yukata azul oscuro, se cepilló el cabello y decidió dar un paseo por el distrito Hyūga. Era una mañana nublada y bastante fresca, agradable. Ayudó a un par de niños a sacar cerezas maduras de un árbol de sakura y llenaron un canastito. Le agradecieron con una pequeña reverencia y los miró alejarse con sonrisas radiantes en sus redondas caritas, ellos eran libres; libres de la jaula de jade. Siempre respondiendo con una sonrisa amable y educada los saludos, con pasos tranquilos y gráciles. Escuchó un ave piar con insistencia, se encontraba en el suelo, parecía estar herido, era el polluelo de un azulejo y en aquel momento su mente se perdió en algún punto del pasado rememorando a una pequeña y tímida avecilla índigo de enormes ojos. Impactó contra alguien y regresó de golpe a la realidad.

– ¡G-gomen! No me fije por dónde iba, lo lamento– se disculpó apenada con una reverencia, su mente estaba tan dispersa y su estado de ánimo tan deprimido que llegaba a desconectarse sin darse cuenta de la realidad.

– No se preocupe ¿se encuentra bien? Se ve... un poco pálida– se congeló al escuchar esa tersa y grave voz, no, no podía. Lentamente, casi rogando haber escuchado mal y que su mente fuera la responsable de ésa mala pasada, levantó la vista hacia él. Su corazón comenzó a golpear duramente contra sus costillas sofocando sus pulmones.

– E-estoy bien Toneri-sama, no es necesario que se preocupe, ya me retiro– agradeció con una sonrisa tensa y comenzó a caminar alejándose de ése hombre. Quería salir corriendo, sin embargo, sus pasos se mantuvieron constantes y calmos, algo nerviosos.

– ¿Está segura? Podría llevarla al hospital para que le hagan una revisión, sólo para estar seguros– su voz era amable al igual que su expresión. Los ojos cubiertos de ceniza lunar brillaban intensamente, apretó su mano contra la yukata y su corazón dolió; Toneri estaba siendo gentil con ella, no lo merecía.



Ella lo abandonó, lo hizo y lo entregó a ése monstruo; le arrebató su inocencia



Agradezco su preocupación, he pillado un pequeño resfriado y me he sentido fatal pero no es nada grave, sólo requiero un poco de descanso y un buen té– le regaló una sonrisa cálida, no quería seguir ahí y recibir una preocupación que un ser despreciable como ella no merecía, podría manejar que le gritara, que la maldijera y la llamara cobarde, monstruo, porque eso es lo que era. Pero no su amabilidad, no su valioso tiempo y su blanca sonrisa, era injusto para él desperdiciarlo en ella.

– Comprendo, disculpe haber sido un entrometido, que tenga un buen día– se inclinó en una elegante reverencia y se retiró; lo vio irse caminando tan digno y solemne que no pudo evitar detallarlo, su ondulado cabello blanquecino, las impecables prendas... el emblema Ōtsutsuki grabado en su espalda. La imagen de un fantasma que atormentaba su mente alimentando su remordimiento se sobrepuso un momento a la del joven hombre que estaba justo enfrente.



Porque ella tuvo entre sus manos al hijo de la Luna, y vilmente, permitió que los fantasmas sin ojos lo tomaran



Natsu caminó hacia el pajarito y lo recogió entre sus manos, ella lo sanaría. Volvió a casa y le preparó uno de los cajones de su guardarropa, esto le trajo a la mente recuerdos que le robaron una sonrisa, era irónico, cuando un par de pequeños Hinata y Neji habían ocultado un polluelo de azulejo porque se encontraba herido y lo habían estado cuidando, realmente le había parecido la cosa más tierna que había visto y ahora como en aquel entonces le tocaba usar su ninjutsu médico para sanar su ala lastimada. No tardó demasiado en que estuviera curado y abrió la ventana para que cuando estuviese listo, volara hacia su libertad.

Estaba algo somnolienta y le hubiera venido bien una siesta pero, no quería dormir, no, no quería soñar. Hacía décadas que eso no sucedía, muchas veces se preguntó si debía pedir que le volviesen a poner el sello, seguramente la tratarían de loca o masoquista, pero ahora con algo de amargura comprendía perfectamente a su primo Andou; el joven de cabello verde menta había sido el miembro al que se le había colocado el sello del pájaro enjaulado a mayor edad, siendo precisamente a los trece por voluntad propia, para así dejar de tener la pesadilla.

Realmente, al inicio habían sido recuerdos de sueños antiguos cuyos significados ahora lograba comprender, uno tras otro su corazón había sido estrujado y su alegría devorada entre colmillos largos que despedazaban todo. No podía hacer más que arrepentirse, su instinto le había gritado justo en el rostro que no debía confiar, que algo estaba mal. Ella lo vio, lo sabía y aún así permitió que se lo llevaran para destruir su vida. Porque fue una cobarde.



Ella supo que el eclipse y cometa estaban destinados a estar juntos y aún así, no dijo nada



Apretó los dientes y sus ojos se cristalizaron ¡Era su culpa, lo sabía y no hizo nada! Era repugnante, eso es lo que era, un vil monstruo que no merecía la compasión ni perdón de nadie, mucho menos la de él. Se sujetó la cabeza desesperada y lágrimas agrias comenzaron a trazar un camino salado por sus mejillas; su mente azorada fue asaltada por los recuerdos y entró en pánico. Salió de su hogar con tal velocidad que terminó derribando a un par de transeúntes en el camino, su cabeza se sentía como si fuese a estallar; en alguna ocasión sus padres le habían contado que su abuelo había poseído la habilidad de ver el hilo rojo del destino, le había fascinado tanto ésa historia... hubiera deseado que se quedara como una.

Había notado que Hinata se había vuelto más segura de sí misma en los últimos meses, había estado tan angustiada por su salud mental desde que su madre falleció que realmente consideró abogar con Hiashi para que le diese tiempo sin entrenamiento y pudiera tener tiempo de legítimo luto. No fue necesario.

– Se ve muy contenta el día de hoy, Hinata-sama – la pequeña de redonda carita le miró con una tímida pero amplia sonrisa de mejillas rosadas. Era curioso como su bonito rostro era más parecido al de la antigua matriarca Utsurotsuki y aún así transmitiera tanta inocencia. La niña dibujaba sobre un pergamino con crayolas de colores.

– Lo estoy N-natsu-san, yo... estoy feliz, finalmente tengo un amigo... y dijo... que mis ojos son... son hermosos– la afirmación le hizo sonreír, le alegraba; como la gran mayoría de los portadores del byakugan durante su infancia en la academia había sufrido acoso e intimidación por parte del resto de los niños que consideraban sus ojos como "horribles" o "repugnantes". Que Hinata hubiese encontrado alguien que considerara sus iris perla algo hermoso era reconfortante, aun así debía ser cautelosa, podría tratarse de alguien interesado en el poder del byakugan y tendría que mantenerle vigilado. Ése era su deber.

Más tarde, se ocupó en hacer la limpieza del área de estudio de la pequeña índigo. Removiendo las cosas de la mesita algo cayó, lo buscó con la mirada y era el pergamino en que la niña había estado dibujando. Decidió darle un vistazo, si algo les habían enseñado es que los niños expresaban muchos de sus pensamientos y vivencias a través del dibujo, eran una guía bastante útil para saber que sucedía con el infante. Lo abrió y sintió que su boca se resecaba, sus manos temblaron sosteniendo el papiro que crepitaba en protesta.

Era el dibujo en crayola de una pequeña Hinata acompañada de un niño, uno con el cabello blanco y sin ojos.

Continuó corriendo sin mirar a donde se dirigía, no paraba de llorar, se había cortado con los fragmentos de cerámica de un jarrón que había roto. Durante todos esos años había visto las señales pero las ignoró, como a todo lo demás. Sin percatarse de ello derribó a Kô quien iba acompañado de Tokuma. Cuando el hombre de la bandana en la cabeza fue ayudado a ponerse de pie comenzaron a seguirle preocupados.

Se encontraba frente a la antigua matriarca, una mujer mayor de largo cabello blanco amarrado en una trenza, una Hyūga sin ojos. Los adultos y miembros del sōke solían asustar a los más jóvenes e infantes con su historia, decían que cuando ella era una niña, algo que se remontaba a una época antes de la fundación de Konoha, fue secuestrada por ninjas de otra región y el byakugan le fue arrebatado. Actualmente ciega pero con la habilidad de ver el futuro, era a quien los miembros del clan le pedían consejo, una mujer muy sabia, pero... lejana.

– Es un placer tenerte aquí, pequeña Natsu ¿te asustan los sueños que tienes? No deberías temer, posees ojos excepcionales capaces de ver más allá de lo que la mayoría podría– se sobresaltó, ella no le había dicho nada respecto a los sueños que había estado teniendo desde hace meses.

– ¿Qué puedo hacer, Utsurotsuki-sama? Yo... tengo miedo, sigo teniendo ésta pesadilla donde la luna se parte en dos... hay tanta tristeza y miedo... – aquello hizo que la mujer de largo cabello suspirara, como si entendiera a la perfección su conflicto pero no pudiese darle una respuesta para reconfortarla.

– Es frustrante vivir sabiendo lo que sucederá pero no saber interpretarlo hasta que lo tienes frente a ti,– esto lo dijo más para sí misma que para la niña frente a ella. – dime Natsu ¿sabes en que se parecen el eclipse y el cometa?– la niña negó y la sabía mujer sonrió con lejanía, casi parecía estar a kilómetros de distancia. – Ambos son considerados un mal presagio, el preludio de catástrofes y muerte, por esta misma razón son solitarios.

– Pero... eso es horrible ¿por qué deberían quedarse en la soledad sólo porque el mundo les mira mal?– una sonrisa de Luna se hizo presente en el elegante y envejecido rostro de la anciana. Fue rodeada por un aura lechosa y fantasmal.

– Porque algo que crece rodeado de ella, se termina por acostumbrar– su semblante se volvió pensativo, reconsiderando sus palabras, finalmente habló– un cometa está hecho de polvo lunar, es una luna que cansada de la soledad busca a quien amar o, destruir. No le temas, tú que tienes ojos que pueden ver más allá mira a través de ésas llamas frías al solitario astro en lugar del maligno fenómeno que trae desgracias.

– ¿Por qué te lo digo? Porque sé que en tu sueño ves a un cometa y eso te asusta– la pequeña niña se tensó en su lugar y se sintió descubierta– porque el eclipse y el cometa están destinados a estar juntos pero a veces... el destino puede ser tan cruel.

Más lágrimas, no estaba segura cuánto tiempo llevaba corriendo ¿de qué estaba huyendo? No lo sabía, su corazón dolía intensamente y le impedía pensar con claridad. Dicen que es imposible cambiar el pasado, impedir el destino, pero había algo que no estaba bien y lo sabía. El eclipse y el cometa están destinados a estar juntos ¿entonces por qué? ¿Qué es lo que salió mal?



Ahí envuelta en un hermoso vestido blanco y bellamente arreglada, pudo ver su profunda tristeza ¿por qué eligió al Sol?



La culpa era tan difícil de sobrellevar porque eventualmente se convierte en remordimiento y te devora en vida. ¿Por qué su abuelo se había suicidado? Tal vez fue demasiado para él. El clan Hyūga cree en el destino porque es dolorosamente real, porque pueden verlo.

Lo miró frente a ella, pero no le inspiraba más que un profundo pavor. Dio un par de titubeantes pasos hacia atrás apretando más contra sí al pequeño bulto entre sus brazos, algo dentro de ella le gritaba que corriera, que estaba mal, pero a penas tenía ocho años y su cuerpo no reaccionaba correctamente al terror paralizante.

Ése hombre le extendió la mano en espera de que ella lo entregara, pero no quería a pesar de que sabía, podría arrebatárselo sin mayor esfuerzo. Lo miró, entre sus brazos infantiles continuaba viéndose muy pequeño, su incipiente melena blanca y pálida piel contrastaban con la luz de la Luna. Dio otro paso más hacia atrás y su espalda se encontró con el tronco de un árbol, su sobresalto hizo al bebé abrir sus enormes ojos de ceniza lunar, la observó un momento y se llevó la manita a la boca haciendo ruiditos inocentes. 

Eso quebró su corazón en miles de fragmentos.

Con lágrimas humedeciendo su redondo rostro extendió al pequeño bulto en dirección a ése extraño y aterrador hombre. Dejó abandonada la suave mantita blanca que lo había resguardado de la noche, una que se quedó abrazando mientras no paraba de llorar, olía a menta y nieve. Hizo le que le pidieron, lo había entregado a su padre pero entonces ¿por qué se sentía tan miserable?

Tan... culpable.

Fue detenida abruptamente por alguien que la sujetó del brazo, estaba atardeciendo y la luz de sol se había descompuesto en coloridos matices líquidos. Detrás de ella venían Kô y Tokuma, pero no pudo procesar su presencia ¿por qué la miraba así? ¡¿Por qué la miraba como si ella no fuera quien lo entregó a ése monstruo que lo lastimó?! Era su culpa, ella era la culpable de que Toneri y Hinata hubiesen tenido un destino tan trágico, tan... solitario. Si hubiera hecho algo, si hubiese luchado por él...

Todo habría sido distinto.

– Y-yo... – y no lo soportó, ver su rostro de ángel, su ojos teñidos de preocupación y el gesto amable, el peso de la culpa fue demasiado y cayó de rodillas. – Perdón... perdónenme... es mi culpa, perdóneme Toneri-sama... Hinata-sama... hic... ¡soy un monstruo!– su voz se había quebrado y sus perlas brillaban, no podía mirarlo al rostro, era tan lamentable– Pude haber hecho más... pude haberlo hecho, debí luchar pero... fui una cobarde y usted sufrió... Hinata-sama sufrió...



Porque comparten la misma culpa el que comete el crimen y el que sólo observa



Estaba lista para afrontar su castigo, su odio, porque no podía perdonarse haberlo abandonado, había prometido que ella protegería a las nuevas aves del nido y falló. Le falló. Incumplió con su deber como guardiana y ahora, estaba dispuesta a aceptar las consecuencias. Pero en lugar de un golpe o un grito sintió una mano sobre su hombro y el aroma a menta de invierno. El favorito de Hinata.

– No es su culpa, Natsu-san, era sólo una niña, nada de eso fue su culpa, – porque la recordaba, a la niña que lloró por él, tal vez no era tan claro pero ahí estaba, su primer memoria.– no podía hacer nada, era una niña y no tenía otra opción, no tiene porque atormentarse por mi, el culpable fue mi padre, no usted– porque él mejor que nadie comprendía lo que era estar atado de manos sin poder hacer algo más, porque eres un niño rodeado de la responsabilidad y los ideales de los adultos, sin poder oponerte, sin ninguna otra opción.

La abrazó y ella lloró, era doloroso, durante todos esos años viviendo en un solitario castillo lleno de marionetas vacías y un padre que lo convirtió en una, antes de conocer a Hinata, alguien había estado pensando en él sin que lo supiera, alguien había llorado por él y lamentado su destino. Porque ella no tenía la culpa, porque fue una niña atrapada en un mundo muy cruel.

Toneri la había acompañado a casa, le ardían los párpados y sentía la vista cansada. Se despidió de él con una sonrisa y éste hizo una ligera reverencia antes de emprender su camino. Entró al pequeño complejo sintiendo que un enorme peso había sido retirado de sus hombros, aún le tomaría tiempo perdonarse a sí misma pero al menos, tenía el perdón de él y eso era lo importante. Un pequeño paso para lograr sanar una herida que había estado abierta durante casi toda su vida. Le aseguró que Hinata nunca la hubiera reprochado de algo como eso porque ella había sido la persona con el corazón más gentil del mundo, alguien que podía ver luz hasta en la más bochornosa oscuridad, eso la reconfortó porque sabía que era cierto, la había visto crecer desde el día en que Hana había quedado en cinta y la había conocido. Era un verdadero dulce.

Decidió preparar algo de té y relajarse, tal vez podría hacer la cena aunque era un poco temprano, pero era su día libre y en realidad no tenía nada que hacer. Consideró visitar la tumba de Shisui... incluso si las circunstancias no habían sido las mejores aún recordaba con algo de gracia su sentido del humor y, su sarcasmo.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de toques en la puerta ¿quien podría ser? Tal vez alguno de los que derribó en medio de su crisis nerviosa, incluso al que le rompió el jarrón. Se preparó para los reclamos y con un suspiro la abrió. Se encontró con Hanabi recién aseada, el cabello aún algo húmedo y el rostro cubierto de golpes y cortes, alarmada la hizo pasar y que tomara asiento comenzando a aplicar ninjutsu médico en las heridas.

– Hanabi-sama ¿qué le ha pasado? ¿Por qué está herida?– pero la pequeña mujer la detuvo y se puso de pie, le regaló una sonrisa llena de realización, incluso con un toque de alegría infantil.

– Natsu, necesito mostrarte algo– se quedó en silencio un momento pero finalmente asintió siguiéndole hacía la puerta trasera de la casa. Su patio trasero era realmente una pequeña extensión que se abría al bosque, le gustaba de ésa manera, era relajante y fresco.

– Cuando tenía tres años te hice una promesa, que yo llevaría al byakugan al siguiente nivel, que le demostraría al mundo que tenías razón y estábamos al nivel del temido clan Uchiha ¿lo recuerdas?– le dio un asentimiento sonriendo con nostalgia, por supuesto que lo recordaba, había sido la primera vez que había hablado con alguien de sus teorías e hipótesis que habían resultado ser ciertas, la guerra había traído consigo tanto dolor como descubrimientos. Descender de una diosa no era ninguna pequeñez, era algo que habían sabido dentro del clan durante generaciones pero confirmarlo de forma tan literal era algo muy distinto.

– Quería que fueras la primera en verlo, Neji-niisan arruinó mis planes pero, aún así quiero mostrártelo– se alejó algunos pasos y Natsu la vio teniendo un extraño deja-vú, no estuvo segura del porqué se sintió así. – Porque yo cumplo mis promesas, es algo que tú me enseñaste, si haces una promesa, es un compromiso de honor.

Hanabi abrió los ojos activando su byakugan el cual comenzó a girar sobre sí mismo distorsionando su forma en un blanco pececillo koi, las venas no estaban inflamadas sino planas y luminiscentes, apenas lograban hacerse notar. Se hizo presente una llama plata que pronto creció engullendo toda su delgada figura. El fuego tomó una forma de mujer, aunque no era demasiado explícito. Natsu abrió los ojos desmesuradamente cuando se materializó completamente la guardiana de su clan.

– Su nombre es Amaterasu, éste es el poder de nuestros ojos, el legado de nuestro clan– Hanabi sonrió y le extendió una mano gesto que la centinela imitó, la mujer de cabello verdoso se llevó las manos a la boca. Jamás había visto algo parecido en el clan Hyūga. – la evolución que comparte el escalón junto al mangekyō sharingan, su equivalente como dōjutsu hermanos, el nishiki byakugan.



Porque mientras Uchiha era poder, Hyūga era honor ¿no es aterrador? Y sin embargo, ambos estaban dispuestos a destruir el mundo por amor



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tic-TAC...

TIC-TAC...

El sonido de las manecillas del reloj lo estaban desquiciando, y a todo esto ¿de quien había sido la maravillosa idea de poner un estúpido reloj tan desesperante 'ttebayo? Seguramente de las momias del consejo para atormentarlo silenciosamente, malditas lápidas andantes. Soltó un suspiro irritado jugueteando con sus manos nerviosamente, no iba negar a estas alturas que estaba bastante ansioso, en algún otro día normalmente no tendría problemas en hablar con alguien, hoy no era un día normal. Maldición que no.

El problema no sólo era qué iba a preguntarle, sino a quien. No se había sentido de ésa manera desde que había pedido la mano de Hinata a su padre, podía jurar que su tic con las manos estaba presente. ¿Honestamente? no quería hacerlo, pero se lo había prometido a sus hijos y él cumpliría con su palabra ésta vez; ya les había fallado demasiado, a ellos, a Hinata y a sí mismo. No se permitiría volver a hacerlo. Se escucharon suaves toques en la puerta y le indicó que pasara, inhaló profundo y trató de normalizar su presión cardíaca, el resultado dependía únicamente del Ōtsutsuki y que tan generoso se sintiera, que alentador ¿verdad?

– ¿Necesitabas hablar conmigo, Naruto-san?– a pesar de estar impecable y su porte siempre se mostrase altivo, lucía tan cansado; incipientes ojeras estaban presentes delatando la falta de sueño y el estrés mental, el cabello algo desordenado y el tono de voz lejano, era un desastre elegante, le dio un toque de envidia.

– No le daré demasiadas vueltas Toneri, se que no estoy en posición de pedirte ningún favor y estás en todo tu derecho de negarte, – sus ojos se encontraron, azul y perla, era algo definitivo, la presencia asfixiante era de familia. – veras, los niños necesitan algo de tiempo fuera de casa, fuera de la aldea, les propuse tomar unas vacaciones, sin embargo... se pusieron un poco insistentes en el tema de querer visitar la Luna y...

– ¿Me estás pidiendo que les reciba en la Luna? – arqueó una ceja e inclinó un poco la cabeza al costado, lo complicado de ése tipo es que era difícil leerlo, a él y su helado chakra. – ¿Confías en mi para hacerme cargo de los niños? No creí que me tuvieses en tan alta estima.

– Sinceramente no sé qué pensar de ti si te soy honesto 'ttebayo, pero... Hinata-chan confiaba en ti, los niños también, estoy bastante seguro de que les agradas más que yo y... – miró la foto enmarcada al costado de su escritorio, una donde se encontraba su familia cuando sus hijos eran más pequeños y Hinata aún usaba su cabello largo, sonrió. – ...yo confío en ellos, son la luz de mi vida– Si no hubiese sido embargado por la nostalgia, podría haber notado la sonrisa de Luna en el rostro del Ōtsutsuki, el rubio idiota finalmente dejaba la autocompasión y se enfocaba en sus hijos.

– En realidad no era necesario tratar de convencerme, es algo que Hinata-hime ya me había pedido ¿lo recuerdas, no?– algo hizo click en la cabeza del Uzumaki y se sintió ligeramente irritado– Sólo estaba molestándote un poco, no tengo ningún inconveniente en recibirles.

– Eres un bastardo– la sonrisa felina del albino provocó que sintiera una extraña necesidad de borrársela de un golpe, no se sentía de ésa manera desde que había estado en el mismo equipo que Sasuke y su arrogante hmp– ¿Aún me odias, cierto?

– Si– una respuesta inmediata, fue simple y directo sin atisbo de duda, sus ojos perla brillaban con una seriedad incómoda, ahí estaba otra vez ésa presión familiar. – no voy a fingir que no es así, realmente te detesto, los dos conocemos exactamente la razón, incluso si respeté su decisión no hace que me agrades más, Uzumaki.

– Lo sé, no esperaba algo distinto, pero aún así gracias 'ttebayo– se sentía más aliviado, aunque tenía la sensación de que estaba dejando pasar un detalle importante, la razón por la que le había costado tanto ahombrarse para preguntarle a Toneri.

– Entonces tres habitaciones, creo que será algo complicado evitar que Boruto y el otro chico discutan por una semana– por supuesto, había olvidado por completo que Kawaki era el pequeño inconveniente que dificultaba pedirle el favor, pero al parecer no fue necesario, quería preguntar pero sería una apuesta complicada, sin embargo, él era un buen jugador.

– No esperaba que aceptaras a Kawaki sin pedírtelo primero, es una gran sorpresa– ¿cuáles eran sus razones? No lograba entenderlo, de cierta manera resultaba tan frustrante saber que podría estarle tomando el pelo y no darse por enterado, tal vez es porque era un Ōtsutsuki y todos ellos eran imposibles de comprender.

– Mi primer encuentro con el chico resultó en él tratando de asesinarme, ni siquiera me saludó antes de buscar arrancarme la cabeza– Naruto se sujetó la frente con un suspiro, sabía eso, Himawari había estado de un horrible humor por el incidente; la sala había sufrido una remodelación inesperada. – No fue la mejor primera impresión pero Hinata-hime me pidió comprensión, parecía apreciarlo mucho y no podría excluirlo. Vendré por ellos en la tarde antes de que se oculte el Sol.

Incluso ahora ella continuaba presente en sus vidas, su corazón gentil y amabilidad habían logrado suavizar incluso a alguien como Toneri, como la extrañaba. Salió temprano de la oficina, le había pedido a Shikamaru tener el día para pasarlo con sus hijos y lograr darles la noticia. El llegar a su hogar se sintió ligeramente distinto, más frío y apagado, sabía que los chicos se encontraban en casa debido a que podía sentir sus firmas de chakra, el más cercano era Kawaki que estaba en la cocina preparándose algo sencillo de comer. No tardó más de diez minutos en reunirlos a todos en la mesa, Boruto había estado durmiendo lo cual comenzaba a preocuparle, últimamente dormía mucho; Himawari si estaba despierta pero aún envuelta en su pijama de conejito y sin ningún ánimo de salir de su habitación. Su cuarto había sido inusualmente frío, podía jurar que sintió una extraña presión de chakra emanando de ése lugar.

– He hablado con Toneri y está dispuesto a recibirlos, los recogerá hoy antes de la puesta de Sol, por lo que deben prepararse con lo necesario para al menos una semana– el rostro del rubio menor de iluminó completamente, se veía bastante contento y le hizo sentir cierto alivio, Kawaki lucía asombrado pero dudoso, tendría que ayudarlo a manejar la situación, y Himawari... su redonda carita pasó de una expresión ligeramente sorprendida a una sonrisa de alegría infantil con mejillas rosadas, lucía genuinamente contenta.

– ¡Vamos Boruto-niisan 'ttebane!– con el ánimo renovado la niña de mejillas zorrunas se puso rápidamente de pie y fue seguida por su hermano en el camino hacia el piso de arriba por las escaleras. Kawaki los vio alejarse y luego lo miró a él, con el emparedado de jamón sobre un plato de cerámica y un vaso de jugo.

– ¿Realmente estás de acuerdo con esto? No creo que tengas tan pocas luces para no notar que lo quieren más que a ti– el chico siempre era tan dolorosamente honesto, Naruto se limitó a sonreír con tristeza, por supuesto que lo sabía, ellos amaban más a Hinata y por consiguiente todo lo que la hiciera feliz, lo cual incluía al hombre que había hecho sonreír a su madre, el que SI le dedicaba tiempo y la mimaba, uno que incluso les daba atención a ellos y había demostrado quererlos de igual forma.

Pero toda ésta situación era únicamente su culpa, de nadie más.

– Lo sé, sin embargo tú te pusiste de su lado en su pequeño complot de persuasión– le señaló el hokage con un dedo acusador, Kawaki ladeó su rostro frunciendo el ceño fingiendo no entender a qué se refería, aún era demasiado orgulloso para admitir que le importaban. – Aún debes preparar tus cosas, es un lugar bastante bonito 'ttebayo creo que podría describirse como... fuera de éste mundo. Vamos.

Sus pertenencias fueron puestas dentro de un pergamino de sellado espacio-tiempo, un arte que dominaron con gran destreza gracias a Tenten, la amiga de su tío Neji y a su tía Karin. Tal vez su sangre Uzumaki facilitó su aprendizaje y fluidez. Himawari estaba entusiasmada, había tenido que cambiar su atuendo ya que el anterior quedó arruinado por la sangre de un ángel. Kawaki se resignó a aceptar las consecuencias de apoyar a ése par y ahora saldrían del planeta, con un alíen y lejos del séptimo. Maldita sea.

– ¡Toneri-san!– cuando apareció el Ōtsutsuki justo como prometió, la primera en recibirlo con un efusivo abrazo fue el pequeño girasol quien se lanzó a sus brazos sin mesura. Fue recibida con cariño y una sonrisa gentil. Boruto se limitó a sonreír con todos los dientes a modo de saludo.

– ¿Están listos? La Luna es un poco fría, tengan en cuenta eso– el hokage les acompañó hasta la salida de la aldea; el Sol se había ocultado hace poco y la Luna le sustituyó en el firmamento. Se veía especialmente hermosa ésa noche.

Naruto caminaba a algunos metros desde atrás sólo observando, dilucidando la dinámica que se desenvolvía justo frente suyo. Su hija se miraba tan feliz... iba conversando con el albino armando toda una pantomima con las manos y dando brinquitos alegres, sonriendo como hace tiempo ya no hacía con él, Boruto también aportaba a la conversación con bastante entusiasmo, su típico 'ttebasa y alguna ocasional mueca de mejillas carmín cuando su hermana mencionaba a "su novio". Quien le acompañaba al mismo ritmo era Kawaki, el chico era silencioso y su propio ensimismamiento no le permitió darse cuenta de que le miraba preocupado, por supuesto muy a su manera.

– ¿Sabes? No necesitas estar angustiado por alejarte unos días, aún si luce de ésa manera Toneri es muy fuerte 'ttebayo, si algo sucede los protegerá, eras tan importante para Hinata como Hima y Boruto, eso te convierte en una prioridad para él– ¿realmente estaría dispuesto a arriesgarse por él cuando trató de asesinarlo? Trató de no pensar mucho al respecto, todo lo relacionado con los Ōtsutsuki le provocaba pavor y pasar una semana entera bajo el mismo techo que uno no sonaba divertido. Quien diría que agradarle a la esposa del séptimo le ganaría un viaje gratis a la Luna; esperaba que hubiera comida, comida normal, que no luciera como si fuera a saltarte en cualquier momento.

No fue un viaje demasiado largo, llegaron a una cueva de roca con aspecto sólido y pulido, inusualmente limpio, el aroma a manantial era refrescante aunque no podría asegurar que hubiese uno dentro; el complejo subterráneo de caminos tallados sobre la erosión del suelo estrecho era particularmente silencioso en un grado de cero eco del ruido externo. Entrar fue sencillo, existía una ligera presión de frío chakra similar a la pesadumbre del ambiente antes de una tormenta que se extendía por todo el interior de la estructura primitiva, continuaron su curso hasta que se encontraron con enormes burbujas de oro fantasma y un sendero alineado de satélites a escala que flotaban en el espacio artificial con espléndida quietud.

– Increíble...– Boruto se sintió asombrado con lo que de primera instancia había parecido una cueva cualquiera ¡pero si era genial 'ttebasa! Sus inquietos ojos azules escanearon los alrededores con ahínco, se preguntaba que eran esas burbujas de luz y si se reventarían si las tocaba.

– Ésta es la entrada, procuren no tocar las burbujas, quedarán atrapados en un genjutsu por lo menos 3 horas– aquello hizo que el pequeño rubio asesinara cualquier deseo de intentarlo, de acuerdo a Toneri ellos debían ir primero y él sería el respaldo en caso de cualquier inconveniente. Era como flotar, la gravedad era mínima y la sensación de vacío y libertad eran tan excitante como aterradora, un paso en falso y ni el mismísimo Rikudō Sannin sabría dónde terminarían. Conforme pasaban los segundos las esferas de chakra traslúcido comenzaron a proyectar imágenes, no, recuerdos, mierda. El rostro de Boruto cambió completamente de color al notar una donde se mostraba aquel incidente.

– Entonces fue un beso en el cuello, sabía que tu novio era raro– casi se atragantó con su propia saliva al escuchar el comentario de Kawaki. Le dio una mirada de mala leche señalándole con un dedo acusador.

– ¡Cierra la boca 'ttebasa! ¡No espíes mis recuerdos!– fue ignorado olímpicamente mientras el moreno continuaba concentrándose en sus memorias, ignorando las propias. Boruto analizó un par por el rabillo del ojo, en una había un hombre repugnante con una botella de licor en la mano amenazando con golpear a un niño que se alcanzaba a ver gracias a su reflejo en los cristales, lucía aterrado, en la otra se podía apreciar un entorno líquido y empalagoso que tenía ocasionales burbujas de aire flotando hasta su desaparición, debajo hubo un hombre que sólo de ver sus ojos se le erizaron los vellos  de la nuca y la marca del karma en su mano se sintió extrañamente helada. No dijo nada más aún si su hermano soltaba uno que otro comentario vergonzoso, sintió un extraño y familiar miedo, esos ojos negros enmascarados con fría amabilidad desaparecieron en una electrónica oscuridad. Se sintieron como un deja-vú.

Himawari iba un poco atrás, más cerca de Toneri. La mayoría de sus memorias eran felices, especialmente aquellas donde se encontraba su madre y su preciosa sonrisa, algunas más recientes que otras e inclusive una donde se mostraba un pequeño fragmento de su sueño, su pecho se apretó y deseó poder abrazarla. Un pequeño latido y luego doloroso frío punzando en el fondo. Queriendo alejar su atención de esos espejos que la lastimaban decidió buscar aquellos que no fueran suyos, se encontró con los de Toneri; los analizó en comparativa a los propios, algunos tenían una imagen parecida a la proyección del radar de un murciélago pero impregnados de color prismático y nebuloso. El primero que captó su atención fue donde aparecía su madre de pequeña, sus opalinos ojos eran enormes y el rostro redondo enmarcado por los mechones de cabello índigo que caían a los costados de sus mejillas, parecía ambientado en un vacío líquido infinito iluminados únicamente por la fantasmal luz de la luna. Arropada en una pijama blanca se encontraba sentada sobre el acuoso suelo, parecía hablar con él y éste le puso una flor de chakra en el cabello, sus redondas mejillas se pintaron de carmín. El segundo también proyectaba a su madre, estaba envuelta en el bonito vestido negro que había encontrado aquella ocasión, sus pendientes oro de Luna hacían juego con el conjunto y sonreía enamorada, se veía hermosa ¿por qué no habían fotos de ella usándole? Si lucía como toda una princesa nocturna.

Sus ojos se encontraron con un tercero, en éste había un hombre bastante parecido a Toneri al menos en el color del cabello, de barba, lucía mayor y además, no tenía ojos. Era bastante difuso, había unas pálidas manitas regordetas extendiéndose hacia el rostro de ésa extraña persona buscando alcanzarlo sin éxito, cuando pareció girarse se encontró con la imagen de una niña pequeña de verduzco cabello corto y estaba segura, el Byakugan. Lucía tan devastada, como si le acabasen de arrancar el corazón. Podría haberse detenido ahí pero el mundo está tejido de una forma tan convenientemente compleja que eventualmente todo se conecta, y por consecuencia en un curioso azar premeditado el cuarto se filtro de entre los otros tantos espejos, ésta vez protagonizado por un anciano que ciertamente era mayor a su propio abuelo. Su elegante rostro surcado hasta el cansancio de largas arrugas sobre la fantasmal piel y el par de cuernos a juego sobre su frente enmarcándose gracias al cabello de plata blanca que caía en mechones rebeldes. Pese a su aspecto cansino conservaba un porte elegante y grácil, imponente. Algo dentro de su pecho se removió bruscamente ante la visión de aquel ser y se materializó ominosamente en miedo, rabia y dolor. Una sensación sofocante, claustrofóbica y tal como dictaba la sinestesia le correspondían fragancias que nunca apreció demasiado, el aroma a humedad mineral, madera enriquecida y agua salada -como lágrimas- eran tan vívidos que se sintió aturdida, mareada. Tropezó y estuvo a punto de desplomarse en el vacío apacible que era aquel portal, abrió los ojos desmesuradamente  pero el agarre firme de un brazo masculino retuvo su caída al olvido, olía a menta y frío.

– ¿Te encuentras bien, Hima?– su melodiosa voz cargada de preocupación la hizo asentir energéticamente, se detuvieron un momento y él se puso a su altura, no lo había notado, además de las incipientes ojeras oscureciendo la pálida piel, su mirada transmitía tanta melancolía y soledad que tuvo el impulso de abrazarlo para reconfortar ésa líquida tristeza. Lo sintió tensarse entre sus brazos pero no lo soltó hasta que relajó los hombros, era un tanto vergonzoso.

– Si, estoy bien 'ttebane– se alejó de un saltito para dar paso a una amplia sonrisa de remolino, el Ōtsutsuki le revolvió el cabello en un mimo y le indicó que se subiera a su espalda debido a que aquel par ya se les habían adelantado mucho y acelerar el paso podría ser peligroso. Obedeció y se sujetó firmemente de él acomodando su cabeza en el hombro masculino, se sentía como si tuviese nuevamente ocho años y aún anhelara el cariño y atención de su padre, ahora no podría importarle menos. Al momento de cruzar por por un muro hecho de agua cerró fuertemente los ojos y contuvo la respiración esperando el frío impacto húmedo, no sucedió, en cambio fue quedar en medio de un denso ambiente líquido pero sin la sensación del agua entrando por cada poro de su piel, el intenso azul de sus iris se animó a brillar bajo el océano artificial y encantada averiguó que no molestaba sus ojos, de hecho, ni siquiera interfería en la respiración más allá del ligero pesar. Bucearon algunos minutos hasta llegar a la salida que lucía exactamente como un lago donde ya les esperaban los chicos perfectamente secos.


Ojalá hubiera llevado una cámara, era tan hermoso. Era un panorama surrealista iluminado por un pequeño sol de oro blanco, desde el agua que flotaba en el cielo como reflejo del océano que se extendía más allá de lo que alcanzaba a ver, las complejas edificaciones de aspecto lunarpunk contrastando con las más humildes que hacían sentido de una casa, algunas incluso flotando tal como una isla que se alzaba en el centro del agua sin tocarla; en efecto, era un clima con la temperatura similar a los primeros días de otoño pese a que los árboles, plantas y césped lucían tan vivos, la flora no era como en su mundo y la volvía fascinante. Cerca de su posición parecía haber una especie de acuario sin paredes ni forma que flotaba jugueteando con la fuente de roca pulida, había pececillos entrando y saliendo de la gran masa de agua, algunos tenían un aspecto llamativo y extraño pero encantada creía que eran bonitos por lo que se acercó para admirarlos más de cerca.

Estaba bastante sorprendido, no lo iba negar. Si bien el clima era demasiado frío para su gusto y el de su poco apto atuendo, admitía para sus adentros que era un lugar inusual y bonito. Se limitó a observar a Boruto que lucía entusiasmado con unas rocas flotantes llenas de grabados extraños; a un par de metros había un árbol, alto de corteza lechosa y hojas en un azul muy oscuro, lo detalló algo aburrido, sus ojos se encontraron con algo curioso y se acercó a ver mejor. Manzanas, había manzanas, alargó su mano para tomar una y la analizó con desconfianza, jamás había visto una de color azul. Le dio un mordisco, era una curiosa combinación entre la manzana y fresa ¿podría ser venenosa?

– ¡Oye, no te comas cualquier cosa que veas 'ttebasa!– se dio la vuelta ignorando sus reclamos dando otra mordida, estaba bastante buena. El Ōtsutsuki los llamó para que se acercasen, una vez reunidos creó una plataforma de chakra transfigurando como oro líquido rodeada de una barandilla lustrosa. Levitaba.

– Iremos al castillo, pueden subir– les indicó con una sonrisa amable, así que obedientemente lo siguieron y abordando la plataforma ésta se cerró elevándose con libre firmeza mecánica. Desde arriba todo lucía aún más impresionante, el relieve irregular, las construcciones flotantes, la estructuración y distribución poseían un patrón asimétrico pero meticuloso que tentaba a afirmar que fue diseñado para apreciarse desde el cielo. El complejo mapa de primitivos laberintos electrónicos fue lo suficientemente cautivador para ignorar la dirección hacia la que su destino dictaba, hasta que prácticamente podrían haber tocado el dorado del sol artificial con los dedos. El perfume de fragancia a minerales enriquecidos, libros viejos y abandono los inundó cuando la entrada se abrió para dar paso a aquel reino de un sólo hombre; el recibimiento fue por parte del ser inhumano -engañosamente pensante- de mirada perlada y rostro vacío.

– Bienvenido nuevamente Toneri-sama– su voz sedosa pero sin tinte de vida alguno los acarició con suavidad mecánica, la elegancia de sus movimientos era similar a la del propio Toneri. – Es un placer recibir en el palacio a invitados del amo, por favor, siéntanse cómodos durante su estadía.

La marioneta envuelta en uniforme de ama de llaves, el vestido negro de sencilla confección, delantal blanco y el cabello recogido impecable en un rodete bajo. Incluso si habían algunos detalles que le daban un aspecto más propio de la estética lunar, era obvia su función. Le siguieron, era un lugar sencillamente impresionante, incluso más ostentoso que las propiedades pertenecientes a los señores feudales, no en el sentido de pregonar su riqueza con joyas brillantes y costosos adornos coloridos, sino que su ornamentación era compleja, llena de grabados en roca y escrituras ilegibles, esculturillas de mineral blanco poroso, colores sobrios en las finas telas y el toque intelectual dentro del propio arte oscuro. Era sombrío, misterioso y hermoso, tal como su príncipe, tal como su clan y el eco de sus antepasados, su herencia manchada de sangre y lágrimas. De sacrificio.



Una jaula de oro con aroma a humedad y abandono, el hogar del que el pajarillo alguna vez ciego jamás pudo volar



– Sólo hay marionetas... no hay nadie vivo aquí más que nosotros– Himawari inspeccionó el complejo con su byakugan sólo para dar con un hecho triste y amargo. Él vivía en ése enorme y sombrío lugar solo, contando únicamente con la compañía de muñecas inhumanas y huecas de pensamiento mecánico y programado. Su corazón se estrujó dolorosamente ante el pensamiento de una vida tan solitaria ¿desde cuando vivía de aquella manera? Siempre tenía una sonrisa gentil, tal vez era por eso, las personas acostumbradas a la soledad se resignan a sonreír con calidez de melancolía diluida. La temperatura era algo baja, era un hecho que cuando el sol se oscureciera la apenas adecuada ropa que cargaban no sería suficiente.

– Son libres de explorar si gustan, les avisaré cuando esté la cena lista, al terminar les mostraré sus habitaciones– y con elegancia, se retiró a atender algunos asuntos que aún tenía pendientes, lo vió de espaldas, parecía un fantasma vagando en los desolados pasillos; la edificación era enorme y llena de habitaciones, algunos laboratorios y pequeñas oficinas, inclusive una enorme biblioteca repleta de libros y pergaminos, era de los pocos lugares que suspiraba una fragancia distinta, flores secas e incienso de rosas. Su hermano se separó de ella durante un tiempo mientras que el pequeño girasol incursionaba viendo a través de los cristalinos ventanales, siguió su camino escuchando el eco de sus propios pasos haciendo ondas de sonidos que rebotaban diluyéndose en el silencio absoluto hasta llegar a un largo y oscuro pasillo, le daba curiosidad que se escondía ahí pero la voz de su hermano mayor la obligó a dar la vuelta y buscarlo. Boruto se encontraba dentro de una de las habitaciones que fungía como una especie de almacen, su buzo de color negro y rojo junto a la camisa blanca estaban perfectamente doblados sobre uno de los estantes de la habitación, mientras que el Uzumaki estaba envuelto en una yukata blanca de cuello alto con lazo verde y pantalones demasiado holgados. Sus manos cubiertas por largas guanteletas negras que aunque ajustadas, no terminaban de quedarle.

– Mira lo que encontré, ¿no es genial? Creo que es su ropa– había un espejo enorme en una de las paredes donde aprovechaba de modelar la ropa ajena, una que parecía más propia para una especie de monje Buda. Observó con cuidado la parte donde la blusa de la yukata se abría mostrando la piel del pecho. – Mmm... tengo la ligera sensación de que Toneri-san era una especie de exhibicionista 'ttebasa– la niña soltó una risita divertida.

– Ya sabes lo que dicen nii-san, el que no enseña no vende– una sonrisa juguetona se abrió paso mostrando los inusualmente afilados caninos a juego con sus mejillas marcadas. Un regalo de Kurama. Su hermano se encrespó en su lugar para girarse a verla inquisitivamente.

– ¿Quién te enseñó eso? ¿Fue Inojin, verdad? Ése bastardo...– lo último lo murmuró entre dientes maldiciendo internamente al Yamanaka, Himawari sólo respondió con una sonrisa más alegre; su hermano era tan sobreprotector, en algunas ocasiones se parecía bastante a su tío Neji. Un escalofrío le recorrió la columna provocando que por instinto se girara sólo para encontrarse con la expresión divertida y ligeramente confundida de Toneri. El rostro de Boruto se tiñó de un intenso carmín hasta las orejas, tan vergonzoso.

– La cena está lista, Boruto-kun ¿qué haces con mi ropa puesta?– cruzado de brazos con una sonrisa felina dibujada en su rostro, el Ōtsutsuki parecía hostigar al chico que boqueaba sin saber que responder, por supuesto que había escuchado en el pasillo como lo llamó exhibicionista, así que decidió molestar un poco. Cuando Boruto comenzó a gesticular exageradamente con las manos intercalando entre oraciones entrecortadas sin terminar de formular una excusa creíble se resignó a suspirar. Después de todo, era hijo de Hinata y había heredado su nerviosismo bajo situaciones vergonzosas.

– Te esperaremos en el comedor ¿de acuerdo? no es difícil encontrarlo, vamos Hima– La índigo le siguió con alegría, esperaba que su hermano no se perdiera en el laberinto de habitaciones que era el castillo; miró por el rabillo de ojo aquel pasillo oscuro que le atraía, es como si dentro de ella supiera que había algo importante resguardado entre las sombras y polvo lunar de la estructura. Instinto.

El comedor no era en absoluto como lo era en su hogar, era enorme. La mesa tenía un tamaño para acomodar por lo menos a 30 personas lo cual le hizo cuestionarse el porqué alguien necesitaría una mesa tan amplia ¿en ése castillo tan solitario habrán vivido más personas además de Toneri? Tal vez hayan sido quienes ocupaban las numerosas habitaciones del complejo, bajó la cabeza con tristeza, no quería imaginar que le habrá sucedido a su clan. La comida fue acomodada sobre la fina madera oscura por los sirvientes marioneta a quienes agradeció, una de las muñecas blancas con aspecto de chico pareció sorprenderse ante la gratitud, a lo cual correspondió con una sonrisa que lucía particularmente genuina.

– Es extraño recibir agradecimientos, usted es muy parecida a Hinata-sama, byakugan-hime también era amable con nosotros– recibir una respuesta por parte de él la hizo dar un saltito en su lugar, no esperaba que le contestara ni la viera con ése orgánico brillo en la mirada, parecía extrañamente vivo.

Hibana, no molestes a Himawari– al escuchar la voz de Toneri reprendiéndole la marioneta se encogió de hombros, temeroso hizo una reverencia disculpándose con el girasol y su amo para luego apresurarse a salir del comedor. Los chicos observaron atentamente la reacción de la tímida muñeca, no era en lo absoluto como el resto de los sirvientes.

– ¿Por qué... por qué me respondió? Era como si fuera consciente, incluso sonreía ¿las marionetas están vivas?– el Ōtsutsuki se tomó la frente suspirando cansado, era demasiado tarde para fingir que no sucedió por lo que accedió a responder la pregunta.

– No lo están realmente, desconozco la razón pero Hibana es particularmente consciente, no le pongas demasiada atención, suele ser así aunque no debería– aquello sólo despertó su interés aún más por el pequeño sirviente marioneta, se prometió averiguar más de él antes de volver a Konoha. La cena fue agradable inclusive con las pequeñas rencillas entre sus dos hermanos mayores, a Toneri no parecía desagradarle que discutieran entre ellos sino que en cambio, sonreía con un atisbo de nostalgia disfrutando de la compañía que pocas veces solía tener. Para él, era agradable escuchar voces alegres y vivas en lugar de las monótonas que poseían las marionetas del castillo, aún no perdonaba a Hibana y la única razón por la que no se había desecho de él era precisamente su extraña chispa viva, era su única compañía en ésa fría jaula de oro.

La comida fue grata y deliciosa, el cielo de fantasmal dorado se oscureció dando paso al firmamento nocturno inundado de estrellas; se les asignó una habitación a cada uno, cabe destacar, eran amplias y ostentosas de aroma a flores secas y rocío. La suya tenía una gran ventana que le regalaba una vista hermosa del cielo nocturno, el cristal era algo extraño, podía jurar que se movía y en una esquina resaltaba un colorido vitral con patrón de telaraña; la cama estaba arropada con seda que se notaba fina de tonos sobrios pero agradable a la vista, había un ropero, un sillón, una mesita de noche y un par de puertas que no estaba completamente segura de cual era su destino. Lo que llamó su atención al instante fue la pequeña y prismática maceta cristalina que se encontraba sobre la mesita de noche, de grabados extraños y tierra lunar. Justo en el centro, un precioso girasol de pétalos índigo oscuro.

Ése insolente... – masculló Toneri por lo bajo con claro hastío, era obvio quien había puesto la flor en la habitación y por supuesto, le reprendería apenas lo encontrara. Por su parte Himawari estaba completamente encantada, jamás había visto un girasol de ése color y no creía que existieran antes de verlo, sus ojos de azul enebro -más oscuro que el de su padre- brillaban extasiados y eso enterneció el corazón del Ōtsutsuki que inconscientemente sonrió con dulzura. Tan inocente.

– Se llama giraluna, porque gira en dirección a ella, además, durante la noche de luna azul su núcleo se vuelve blanco; parece que él encontró la flor perfecta para ti, Hima– la pequeña niña se acercó y lo abrazó emocionada, le daría las gracias a Hibana una vez lo viera cuando Toneri no estuviera presente, al albino no parecía agradarle demasiado. Cuando estuvo sola, se dedicó a acomodar sus pertenencias que había guardado en el pergamino e inspeccionó las puertas, una se encontraba cerrada con llave, ni siquiera su byakugan le permitía ver a través de ella, su vista monocromática se distorsionaba en una neblina pálida e ilegible; en la otra afortunadamente se encontró con un baño, un baño personal. Dejó su cepillo de dientes, la peineta de plata que le regaló su tío Neji, una toalla, jabón corporal y para el cabello. Tal parecía que lo único que necesitaría sería el cepillo de dientes y la peineta, inclusive había dentífrico de menta.

Fue una cómoda ducha de agua caliente, se preguntó cómo llegaría el agua a un lugar tan alejado del suelo, se lo preguntaría a Toneri en la mañana. Se arropó con su pijama de galletas y cepillo su corta melena, lavó sus dientes, se colocó los pendientes que le regaló Yakata y con su peluche de Shukaku se acomodó para dormir. No tardó demasiado.

Ploc...

PloC...

PLOC...

El intermitente goteo húmedo la hizo abrir los ojos, nuevamente en ése lugar. Tal como lo recordaba, el cielo no había dejado su inminente oscuridad infinita aunque las burbujas de oro fantasma se notaban más lejanas; el empalagoso calor bajo sus pies le recordó la sensación de asfixia cuando nadaba buscando oxígeno. Tan desagradable. Giró sobre sí misma y sus iris azul enebro se encontraron con la imagen de la mujer pelirroja, verla le provocó dolor y angustia que retorcieron su interior ominosamente.

Miró sus propias manos, ahí estaba aquel hilo de seda roja que la unía a ésa mujer tan dolorosamente familiar pero desconocida para su memoria. Caminó con lentitud hacia ella quien, sin despegar la vista del suelo frunció las cejas en un gesto melancólico, el sonido del goteo creando anillos efímeros en el lago carmín la hicieron detenerse, su atención se dirigió al meñique que atado con un hilo delgado sangraba, la piel se estaba cortando ¿por qué no se lo quitaba si la lastimaba? capullos de color blanco comenzaron a brotar del líquido alrededor de la dama quien no se inmutó ante el inusual espectáculo. La luz rojiza de una luna carmín se materializó en el cielo, tan hermosa, tan melancólica, una vez más sus ojos se encontraron con ella, las flores encerradas en un corazón ensortijado se abrieron en una hermosa primavera de lirios blancos y el reflejo en el lago la hizo dar un paso tembloroso hacia atrás sintiendo como se le estrujaba el pecho. Era su madre, ahí, sobre lo que debería ser el reflejo acuoso de ésa bonita mujer de cabello en rodetes y kimono blanco con la luna escarlata de fondo, estaba su madre, usando la ropa del día en que murió, no, el día en que la asesinaron; su único ojo y los pendientes oro de sonrisa felina resplandeciendo y de fondo, un girasol de fuego y oscuridad lunar, un eclipse solar.

Era rodeada por la nube blanca de lirios y su meñique... estaba atado con un delgado hilo que desgarraba la piel, sangre. Quería saberlo, por lo que comenzó a seguir el trazo de hebra rojiza incluso si amenazaba con llevarla a la densa oscuridad en que se perdía de vista; un paso tras otro sin dudar, el corazón entre las manos. Una silueta se materializó entre la lejanía y sólo aceleró con sus pies descalzados manchados en sangre, cada vez más claro, se distinguían colores... luego detalles. Se detuvo a dos metros, ahí terminaba el hilo afilado, no tenía idea quién era; detalló su aspecto, piel morena, alto, largo cabello negro y liso, expresión amable, más lentitud ¿no era el primer hokage? Si, lo era, Hashirama Senju, era difícil no recordar los rostros tallados en el monte de roca ¿pero por qué....?

Sus ojos inspeccionaron el reflejo, sus entrañas se retorcieron con dolor, Naruto Uzumaki, el séptimo hokage y padre en paralelismo líquido con ése hombre de la antigüedad. Desesperada miró el hilo rojo otra vez, no, no era hilo, era cabello rojo, como el de ella.

Lo lamento...– aterrorizada se giró a la fuente de la potente sedosa voz femenina, era ésa mujer de diamante en la frente, el color del cabello de su abuela Kushina. Reflejo, en el de su padre había un Sol dorado al igual que el que se encontraba sobre sus cabezas, Sol. Esto no tenía sentido ¿por qué...?



"...El Sol lo intentó todo para ganarse el perdón del eclipse, incluso le dedicó la primavera..."



Mito Uzumaki...– murmuró para sí misma una vez su cerebro se animó a procesar el presente y el eco de los recuerdos fluctuando a su alrededor. Por supuesto, cabello rojo que sólo poseían aquellos con ascendencia Uzumaki, una luna carmín, un hombre que brilla como el Sol...



"...de acuerdo a la leyenda "todo lo unido por el hilo rojo está destinado a regresar a ti, en ésta y la siguiente vida..."



¿Por qué? Su madre no pidió esto, ella no era feliz a lado de su padre ¡ella estaba enamorada de la Luna! ¡¿entonces por qué?! ¡¿POR QUÉ ESTABA ATADA AL SOL DESDE SU ANTERIOR VIDA CUANDO FUE IGUAL DE MISERABLE EN ELLA?! Comenzó a llorar y ver con desprecio ése maldito hilo tejido con cabello carmín, lo odiaba, quería cortarlo y mantenerlo lejos de su madre, no era justo, había sido una persona tan dulce, tan buena con el mundo a su alrededor, ella merecía estar a lado del hombre que amaba, ser feliz.

En serio lo siento, pequeño girasol– su voz estaba tan ahogada en melancolía que sólo de escucharla retorcía su garganta, era tan malditamente injusto. La nube de lirios blancos se tiñó de rojo junto a su fino kimono, sus ojos obsidiana eran tan dolorosos de ver. El rostro amable de la dama del remolino le recordaba tanto al de su madre...

Despertó en un jadeo entrecortado, un sollozo a medio formular, la mirada nublada por lágrimas, había estado llorando. Sus dientes castañearon en un intermitente crujido liso, cuando se acostó a dormir no había sido tan frío; sus manos ardían en chakra pinchando sus tenketsu como agujas a presión, sus ojos pesaban en una densa sensación gélida como si agua helada recorriera sus venas y les engullera completamente, incluso si su cerebro no correspondiera a la situación externa y se calentara emitiendo pulsaciones agonizantes que resonaban hasta la médula. Reanudó sus sollozos mientras que sus pequeñas manos blancas arrugaban con fuerza la seda que le cubría, salió de la cama y pisó el suelo frío con los pies desnudos sin preocuparse demasiado por el hecho de que había tomado una ducha de agua caliente. Necesitaba un abrazo.

Haciendo uso del byakugan que se encontraba activo desde que despertó, se guió a través del complejo laberinto de habitaciones y pasillos que si bien, no lo eran tanto como lo había sido su habitación hacía un momento, continuaban siendo bastante helados. La Luna era tan fría... pero hermosa y acogedora al mismo tiempo. Logró encontrarlo bastante apartado de ellos, la puerta era considerablemente grande y detallada, dudo en llamar por lo que al momento de acercar su trémula mano y ésta se deslizara suavemente optó por mejor pedir una disculpa, no quería molestarlo pero...

– ¿Himawari? ¿Qué sucedió?– con su ondulado cabello albino más desordenado de lo habitual y en ropas de dormir, Toneri se acercó ligeramente alarmado a la niña que parecía haber estado llorado, su voz entonando en genuina preocupación. No respondió, su redondo rostro de mejillas rasgadas se desfiguró en el inicio de un nuevo llanto que angustió al Ōtsutsuki y antes de intentar nada fue capturado en un abrazo desesperado, el de un niño con el corazón destrozado. La dejó desahogarse rodeándole con los brazos y acariciando su cabello, jamás tuvo una madre y su padre fue más un líder que un padre por lo que nunca recibió muestras de afecto de su parte, así que realmente no estaba seguro de cómo reconfortar a un niño que no paraba de llorar, por lo que simplemente hizo lo que Hinata había hecho por él cuando eran más jóvenes y todos sus temores salieron a la luz, todo ése dolor y desesperación que se había guardado durante años de soledad y abandono con la única compañía de muñecas vacías.



El eco de los sollozos del príncipe de un reino fantasma resonaron por todo el castillo, preso entre los brazos de una pequeña hada nocturna que vio a través de su dolor



La cargó entre sus brazos una vez cayó rendida ante el peso del cansancio y el arrullo de su propia tristeza, la depositó en su cama y se acostó junto a ella acariciando los mechones índigo que tanto le recordaban a Hinata, ahora era su turno de proteger a las estrellas de su princesa, a sus pequeñas constelaciones que había visto crecer desde la lejanía y amado incluso si jamás supiesen de su existencia. Himawari lo abrazó dormida y sonrió con ternura. Definitivamente...

Despedazaría a quien osara tratar de lastimarlos, convertiría su paraíso lunar en un infierno sólo para atormentarle hasta la nada.



"... un cometa está hecho de polvo lunar, es una luna que cansada de la soledad busca a quien amar o, destruir..."



Porque según cuenta la leyenda, el monstruo y ser más horrible y cruel de la historia, el verdugo del infierno de los espíritus hambrientos, fue en algún momento del pasado, un ángel.

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Su vista se sentía fatigada de nadar entre los algoritmos de tinta negra y la luz del computador, ser Hokage era un trabajo desgastante tanto física como mentalmente. Si no fuera por Shikamaru, estaba seguro que ya habría intentado lanzar el escritorio por la ventana o un intento de suicidio se habría añadido a su récord, afortunadamente para él, el Nara existía y le tenía infinita paciencia ayudándole a organizarse.

Sobre su escritorio inundado de papeleo esperando ser leído, envases desechables de ramen instantáneo y tinta, resaltaban las fotografías enmarcadas de Hinata y sus hijos, su adorada familia, y el pequeño cactus en flor dentro de una maceta naranja, un regalo que Gaara le había hecho cuando eran novios y que aún conservaba con cariño. Ésa era la razón por la que nunca le había molestado que Hinata usara los pendientes que le había obsequiado Toneri, él también conservaba un presente de lo que fue su primera relación, una en la que aprendió lo que es amar no pasionalmente, sino con paciencia, con cariño y respeto, en la que ambos maduraron mucho y aún si terminó continuaron siendo buenos amigos.

El chasquido de la puerta al abrir lo trajo de vuelta a la realidad, al presente, suspirando cansado rogaba mentalmente por no tener que lidiar con algo más, al menos no por hoy, su plato estaba demasiado lleno para buscar desbordarlo. Sasuke entró sin anunciarse como acostumbraba, se había rendido hace mucho en convencerle de tocar antes de abrir.

– ¿Dónde están?– oh, ni siquiera un hola de cortesía, era tan cruel. Realmente no le sorprendía su reacción, conservaba su estoicismo habitual y el tono de voz no superaba los decibeles del típico mal humor, pero su chakra estaba alterado a tal grado en que las cúspides pinchaban con fuerza y se afilaban desgarrándolo todo. Estaba preocupado y ansioso.

– Necesitaban un tiempo alejados de todo Sasuke, extrañan demasiado a Hinata-chan y seguir en casa sólo conseguía atormentarles– mencionar el nombre de la índigo logró entristecer tanto la expresión como el chakra del Uchiha, era tan doloroso. – Están tomándose un pequeño respiro, no tienes de que preocuparte, se encuentran con Toneri en la Luna 'ttebayo.

Súbitamente las afiladas lanzas que punzaban sobre la tranquilidad se fundieron para hervir como una caldera de hierro al rojo vivo, pasó de la preocupación tormentosa a estar profundamente cabreado, suspiró con pesar, era lo último que le faltaba, hacer enojar a Sasuke. ¿La razón? Él odiaba a Toneri, no era un secreto para nadie, de hecho, el Ōtsutsuki tampoco lucía demasiado contento con la existencia del último Uchiha. Era algo que sólo había empeorado con el pasar de los años una vez el rencor se acentuó y condensó en frío, tenía la ligera sensación de que era un sentimiento presente desde antes de conocer al príncipe de la Luna, no estaba seguro del porqué y en realidad no tenía sentido pero su instinto le insinuaba en líquidos ecos ilegibles que así era. Maldición.

– ¿En serio los dejaste en manos de ése imbécil?– era curioso, hablar de Toneri conseguía sacar el lado más inmaduro de Sasuke y hacerlo comportarse como un adolescente molesto en lugar del adulto que se suponía era; algo gracioso de ver.

– Sé que por alguna razón que jamás he comprendido realmente lo detestas y por lo que he llegado a ver es mutuo el sentimiento pero, Hinata-chan confiaba en él y a los niños les agrada, no puedo simplemente despedirlo, – trató de sonreír en consuelo pero le superaba el cosquilleo sobre sus mejillas que le insinuaba a reír, era extrañamente divertido verlo tan hastiado– además, ¿te debo recordar que él es el padrino de Himawari? no me mires así 'ttebayo.

La hostilidad que emanaba de cada poro en su piel transfiguró las plumas de oxígeno en plomo y fue en ése momento que soltó una risilla. Lo último lo dijo a propósito solo para molestarlo, el drama que había hecho al respecto era equiparable al de Neji que indignado le pidió una explicación a su prima. En algunas ocasiones llegó a sentir que Sasuke era demasiado posesivo con Hinata, y eso incluía por supuesto, a sus hijos; para Naruto la explicación lógica fue que es un Uchiha y éstos son posesivos con todo lo que aprecian, ella había sido su mejor amiga y como tal vez eso explicaría porqué odiaba tanto al Ōtsutsuki. Para la índigo, Toneri fue su primer y mejor amigo. Debió ser un duro golpe a su orgullo, pensó.

– Me sobrepasa el como Hinata lo perdonó después de lo que hizo, incluso permitió que se relacionara con sus hijos y ahora tú, se los entregas– Naruto sonrió con tristeza, había tantos motivos, pero aunque no se llevara bien con el albino y éste lo odiara confesamente, no tenía nada que recriminarle, fue una víctima.

– Toneri cometió muchos errores, se manchó las manos de sangre, lastimó a inocentes y en especial, a Hinata-chan. Lo perdonó y le defendió de la ira del mundo ¿sabes por qué? Porque es su mejor amigo, porque era un ser amado para ella y estaba dispuesta a luchar por él– el hokage cerró los ojos recordando aquel momento en que incluso si las naciones querían muerto al príncipe de la Luna, incluso si su propio clan y familia eran los más enojados, ella no retrocedió ni un centímetro. Porque ése era su camino ninja.



"Él es mi primer amigo, mi mejor amigo, estuvo ahí cuando perdí a mi madre y me reconfortó, me ayudó a fortalecer mi carácter para defender a mis seres amados... si quieren herirlo, tendrán que pasar por encima de mi"



Porque su mirada perla reflejaba la seriedad de su declaración, porque incluso si endureció su carácter para convertirse en una persona más fuerte, lo suficiente para defender a quienes le importaban y proteger sus sueños, continuaba teniendo un corazón suave y gentil. Ella pudo ver a través de Toneri y la infancia arrebatada por un clan rígido y cruel, uno que le arrancó los ojos y lo convirtió en un pajarillo ciego, así como hizo con Sasuke y la inocencia desgarrada de una vida feliz que se convirtió en soledad y amargura, como lo hizo con él y su esforzada alegría que pretendía ocultar la tristeza y el dolor del rechazo, de la crueldad humana, a través de su sueño de hokage, uno que anhelaba las miradas de aprecio y no las que le aborrecían como a un monstruo.



El byakugan puede ver a través de casi todo, en especial, de las mentiras



– También cometimos errores y la lastimamos, Sasuke, hiciste prácticamente lo mismo que Toneri y ella te defendió, yo te defendí, todos merecemos una segunda oportunidad, y recuerda, ella no se equivocaba,– sus iris azul verano destellaron con melancolía y dulzura ante la imagen enmarcada de una hermosa Hinata con el cabello azulado cayendo por su hombro– porque sé que si llego a morir, mis hijos estarán en buenas manos y mi pequeño girasol tendrá al mejor guardián del mundo, uno que daría su vida por ella 'ttebayo.

– Nunca dejarás de ser un idiota idealista ¿cierto? Usuratonkashi– una sonrisa de medio lado apenas perceptible y un chakra melancólico, porque ella siempre fue así, demasiado suave y amable, el mundo pudo haberla devorado viva sólo por ser tan gentil; hizo tantas cosas despreciables por proteger ésa dulce sonrisa, inclusive se resignó a que nunca podría tenerla, a veces dolía demasiado haberse enamorado de un ángel cuando él no era más que un despreciable shinigami. Nunca tuvo oportunidad.

– Así que, trata de llevarte bien con Toneri– el Uchiha lo fulminó con una mirada de inhumanos ojos heterócromos. Jódete. Naruto entendió el mensaje y comenzó a reír, una risa alegre y brillante como el Sol, tan contraria a la de él. La puerta del despacho se abrió sin pronunciarse primero por segunda vez en el día y el liviano ambiente se disipó tan rápido como una lluvia de plumas contra la corriente ensortijada. Rosa zapatilla y fucsia brillante en contraste una de la otra, chakra primaveral de luciérnagas de cerezo danzando suavemente junto al perfume volcánico de lava azul; Sakura se encontró con el rostro serio de Sasuke y supo que todo sería al menos diez veces más difícil. Karin colocó su mano en el hombro de la Uchiha para transmitirle confianza, era un jodido desastre a punto de suceder. Sakura respiró hondo y retomó su postura serena, ellos merecían saberlo. Orbes jade brillando severos se posaron sobre ambos hermanos.

– Están listos los análisis realizados a los restos de los dos Ōtsutsuki que atacaron a la aldea, – notó la tensión en los hombros de Naruto y el filo peligroso en los ojos de Sasuke, ¿por qué de todas las personas tenían que ser ellos a quienes diese la noticia? No sólo a ellos, faltaba el príncipe de la Luna y dudaba que se lo tomara mejor. – se hicieron comparaciones con las muestras tomadas de Kaguya y Momoshiki, los resultados son claros, los invasores estaban en una escala más baja que los dos primeros, no eran guerreros... eran mensajeros...

– ¿De qué hablas?– el tono frío de Sasuke la hizo sentir que sus entrañas se retorcían, esto era malo, MUY malo. Pero no podía retractarse ahora por lo que alzó la barbilla y continuó, metódica y profesional. Como la ninja médico y sannin que es.

– Me refiero a que estos últimos Ōtsutsuki no eran como Kaguya o Momoshiki, su estructura era mucho menos compleja, no estaban a su nivel sino que, escalones más abajo, ésa es la razón por la que no se transformaron, no podían– el aire era demasiado pesado, apenas podía sentir las partículas de oxígeno entrar a sus pulmones, la sofocaba.

– Pero... eran fuertes, peleamos contra ellos y Momoshiki, sentimos su chakra y era mucho más denso, no hay manera...– Aunque quisiera disimularlo el temblor en su voz era evidente para los presentes, el rubio de mejillas rasgadas se estaba desesperando, no quería escuchar nada de eso, tenía suficiente con lo que había sucedido.

– Y lo fueron, pero se trataba de algo temporal– Karin tomó la palabra con el mismo profesionalismo que Sakura, algo que se le daba natural, siempre altiva y orgullosa, y en ése momento, dolorosamente cruel. – lo noté cuando su poder aumentó súbitamente, a diferencia de Momoshiki, inclusive Urashiki, era demasiado inestable y agresivo, similar a lo que sucedió con Shinnou ¿lo recuerdas, eh?

– La composición de éstos Ōtsutsuki conservan una propiedad similar a la de zetsu, no puedo asegurar de qué se trata, parece ser algo que se perdió en el mestizaje con la raza humana, Toneri no lo posee,– Sakura continuó con el monólogo que había preparado cuando decidió comunicárselo por sí misma a Naruto, sólo ella podía entender todos los pequeños detalles y explicarlo de la manera más clara posible.– su poder superó al de los anteriores porque forzaron a sus cuerpos a sobrepasar el límite, no puedo explicar cómo, pero ellos convirtieron sus propias células vivas y energía vital en fuerza destructiva, sacrificaron sus vidas a cambio de chakra.

– Fue... una misión suicida Naruto, ellos vinieron aquí y nos atacaron sabiendo bien, que iban a morir– el silencio fue tenso, Sasuke encrudeció su helada mirada dispar, lucía demasiado peligroso, se sentía como si fuera capaz de destruirlo todo. Naruto tensó la mandíbula haciendo crujir sus dientes en un chasquido desagradable, primero fue ver cómo retiraba los cuadros y maceta de la superficie lisa, luego el estallido del cristal quebrándose ante el impacto del escritorio que cayó desdichadamente a la entrada del edificio, convirtiéndose en un despojo de astillas y pintura.

– ¡HIJOS DE PUTA!– dolor , ira, odio, su interior era un lago de burbujeante ácido mezclando perfectamente cada sentimiento que lo engullía por completo, su cuerpo temblaba de rabia con las emociones contenidas que le exigían salir y destrozar lo que se le interpusiera en el camino. Sakura lo miró preocupada pero firme, aún no terminaba.

– Eso no es todo, también se están haciendo los análisis a las marionetas que usaron como soldados, aún no se dan todos los resultados pero existe lo suficiente para señalar lo obvio– respiró profundo y exhaló para así tratar de alejar su propio pesimismo, era suficiente con lo que tenían y aún así el destino insistía en atormentarles con cruel diversión. – Incluso si lucen ligeramente distintos, son exactamente lo mismo, zetsu, lo cual sólo confirma nuestras hipótesis.

– Kaguya sabía cómo crearlos porque ya lo había presenciado anteriormente, lo que indica sólo una cosa, que nuestro mundo no es el único que ha sido visitado por ellos, que existen más Ōtsutsuki en otros planetas que desconocemos y, casi un hecho, otras masas colosales de chakra como el Juubi que manejan a voluntad sin contar, a ejércitos de incontables zetsu– le gustaría pensar que todo era una mentira, una broma de muy mal gusto, pero sabía bien que no es así, ésa era la simple y cruel realidad. – Otros seres como Kaguya o Momoshiki, puede que inclusive peores, no podría asegurar nada.

– En pocas palabras, estamos jodidos– Karin resumió todo el problema y sus repercusiones a una simple oración, una corta y muy acertada. Se les había salido de las manos, no, jamás tuvieron oportunidad, les superaba antes de intentarlo. La sonrisa de Sakura se degustaba tan amarga, hiel pura y sin adulterar.

– Éste, apenas es el comienzo.

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La lluvia no se detenía aunque hubiera permanecido de la misma forma durante años, a veces llegaba a preguntarse como es que nunca se inundaron hasta desaparecer bajo la inclemencia del clima, una duda bastante ocasional. El piqueteo del agua helada calaba en los huesos inclusive habiéndose cubierto de pies a cabeza con sus túnicas, eso nunca le molestó, ella amaba la lluvia.

Caminar bajo la eterna tormenta era difícil para los forasteros, el clima era cruel para todo aquel que no hubiera crecido ahí, en ocasiones, mortal. Los pasos livianos y elegantes haciendo juego con su fría belleza, una que inclusive el pasar de los años no ha logrado tocar.

Sus iris topacio admirando todo alrededor con ligera satisfacción, las viviendas y edificios de colores más brillantes, las estructuras renovadas que carecían de grietas y moho, el avance tecnológico saltando a la vista, los niños sonriendo con mejillas rosadas y saludables, sus estómagos llenos. Era lento pero sucedía, su sueño, el sueño de Yahiko se estaba volviendo una realidad inminente, todo aquello de lo que no pudieron disfrutar siendo niños lo tendrían las nuevas generaciones.

Una sonrisa tenue se pintó en su hermoso rostro cuando un niño pasó a su lado con una canasta llena de pastelillos en dirección a sus amigos que le esperaban con bebidas calientes, mantas y un aparato que reconocía era para jugar videojuegos. ¿Pueden verlo, Yahiko, Nagato? No había tristeza en sus ojos infantiles, no había ojeras por la falta de sueño y el hambre, no había temor de caminar libremente, no había cascos anti-gas ni kunai escondidos, eran niños disfrutando de su infancia, no pequeños futuros asesinos ni soldados, niños.

Los edificios de madera con aroma a tierra enriquecida y árboles que soportan el azote del agua helada, el enorme invernadero de cristal y las complejas edificaciones de aspecto poco convencional, fuera de ése mundo. Los artefactos flotantes aún le provocaban curiosidad, todo regalo de los amigos de Naruto Uzumaki, el Sol de su aldea. La lluvia no se detiene y amenaza con traer árboles de electricidad azul, blanca y violeta.

– Vamos Osato, se avecina la tormenta eléctrica y debemos volver a casa– el pequeño niño envuelto en su túnica Akatsuki hecha a medida con un gorrito incorporado daba pasos torpes en un intento por alcanzar al ángel, se había distraído observando a una ardilla refugiarse dentro del hueco en un árbol para resguardar a sus bebés.

– ¡P-perdón Konan-san! ¡Ya v-voy!– su cabello azulino aún seco se balanceaba mientras su redondo rostro de mejillas sonrosadas apenas era visible bajo el gorro. Casi tropezó con una roca antes de llegar a lado de la Amekage quien, observando la pequeña y fina nariz del niño enrojecer le colocó una mano en la cabeza y reanudaron su camino a casa.

El siseo eléctrico y retumbar de los relámpagos llamó la atención del niño que curioso, giró su cabeza para apreciar el aterrador espectáculo. Cuando uno particularmente brillante se extendió en una maraña blanca y azul, la luz se reflejó sobre su infantil rostro a través de las sombras de la tela y cabello, una cara bonita salió a relucir por un instante fugaz, una de ojos lavanda y anillos hacia el centro.



Porque cuando el mundo se aproxime a la siguiente catástrofe, el rinnegan renacerá en medio de las lágrimas interminables de la guerra



Las palabras de un viejo sapo capaz de ver el destino, el hilo ensangrentado que lo conecta todo. Porque el destino nunca se equivoca y puede ser tan cruel.


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Fin

Segunda parte

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Se que es una historia extraña y mal escrita en muchos puntos, la dicción algo floja, pero no cambia el hecho de que me guste, es para satisfacer muchas de mis frustraciones con respecto a Naruto y Boruto, tales como la muerte innecesaria de Neji y el matrimonio horrible de Hinata. También el excesivo protagonismo del clan Uchiha me fastidia, hay tantas otras cosas que explotar... tal vez haga un fanfic largo para ello, me entusiasma pensarlo.

No soy fan del adulterio por lo que nunca se trató de ello, Hinata respeta a su familia y esposo, Toneri a Hinata y sus hijos por lo que incluso si desea besarla –o algo más allá lo cual es bastante normal– jamás intentó nada, además ellos fueron criados con valores dentro de clanes muy rígidos y conservadores, algo quedó dentro de su piel. ¿Su relación? No fue instantánea ni mucho menos, fue algo que se dio con el tiempo aunque fue un periodo no demasiado largo (Toneri siempre estuvo enamorado de ella y Hinata sabe perdonar incluso a los bastardos como él) al igual que Mito, Hinata conecta con la gente mediante un combate y ése fue el primer paso para algo más romántico.

Agradezco a quienes se tomaron el tiempo de leer y dejar una estrellita, me anima a continuar y mejora mucho mi humor para darles seguimiento a mis demás historias. Éste es mi primer fanfic y sólo lo escribí por desahogo, prometo mejorarlo en un futuro.

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