6._Postergación
Nada cambiaba. Para Whiss todo siempre era igual. Era como ver la misma película, pero con diferentes actores. Sus diálogos, sus gestos, sus acciones; todo era repetido como si estuvieran en una danza eterna. Y él siempre estaba ahí, observando el mismo espectáculo. Esperando a que terminara el show para que volviera a empezar. Aquello a momentos le causaba una terrible apatía, pero también una fuerte angustia. Él quería vivir muchas de esas cosas que experimentaban los humanos. Crear lazos, disfrutar de las cosas buenas, los pequeños placeres... Y es que en su calidad de espectador había desarrollado un fuerte gusto por las cosas buenas y una terrible aversión a las cosas malas, por supuesto entendía que no podía vivir unas sin las otras, pero es que cuando ponía las cosas en una balanza, siempre terminaba siendo más las cosas malas que las buenas. Aunque si era un poco memos subjetivo, eras más las cosas monótonas y grises que las buenas y malas. La vida era un tanto monótona, pero no la disgustaba la idea de experimentarla. No poder fue lo que lo llevó a desarrollar su deseo por morir, aun cuando los angeles no tienen alma y no van al cielo o al infierno sino que sólo se extinguen. Lo que es todavía más terrible, pues nadie los recordara siquiera. Nadie les hará una tumba y llorara su muerte. Sería como si nunca hubiera existido. Pero esa premisa era errónea. Sucedía que en su egoísmo nacido de su frustración, Whiss olvidó a sus hermanos y a su padre. Ellos también tenían lazos aunque de una forma diferente a los humanos. Quizá aquello se debió a lo diferente que él veía las cosas o a los infinitos años que llevaba viendo las vidas humanas. Quizá solo se había contagiado de humanidad.
Elisa vivió una vida complicada. Sus padres que eran gente enérgica e independiente,
querían que ella fuera así también, pero Elisa era más sensible y frágil. Ella no podía seguir el ritmo de su familia y la consideraban débil por eso. Pero no era cierto. Ella podía con todo de un modo diferente. Quizá incluso era más fuerte porque era era flexible como los juncos. Pero toda su vida oyó que era débil, un estorbo, lenta; convenciendose de ello y siempre estaba pidiendo disculpas por cosas que nada tenían que ver con sus acciones, pensandola su responsabilidad.
Su reflejo en las miradas de su familia era el de una persona patética y como genero recelo de verse en los ojos de alguien más no notó que aquella imagen era solo la percepción que ellos tenían de ella y que no era del todo real. Verse en los ojos de Whiss le reveló que habían otras versiones de su persona, pero que todas eran apenas una fracción de lo que ella era en verdad. Esa mañana, frente al espejo, Elisa pensó en ello viéndose desde un ángulo diferente.
-La visión del mundo que tienen los humanos es tan absurdamente estrecha que dan lastima- dijo Bills que estaba parado detrás de Whiss, que desde el pasillo miraba a Elisa frente al espejo del baño- A menudo olvidan ver las cosas desde la mirada de otros y cuando lo recuerdan les resulta abrumador...
-Presumido-le dijo Whiss viéndolo de reojo pasar a sus espaldas, con la guadaña sobre los hombros.
-Cada quién escoge su realidad, Whiss- continuo Bills- Sin embargo, esa realidad puede cambiar por múltiples razones. La realidad de cada individuo es frágil...Pero todo es posible mientras se está vivo- cuando dijo eso apareció junto a Elisa.
La muchacha no podía ver al dios de la muerte detrás de ella, poniendo la hoja afilada de su guadaña por delante de su cuello. Whiss vio a Bills sonreír y este al ángel abrir los hijos con horror. Fue una milésima de segundo o menos, Elisa sólo notó la presencia del ángel cuando esté la pego a él pasando el brazo tras su nuca. Ella no podía verlo, pero con la otra mano, Whiss detenía la guadaña de Bills.
-Hoy no se pudo. Lo intentaré mañana-le dijo e hizo desaparecer el arma para después desvanecerse rumbo a la pared.
Whiss soltó un suspiro. Lidiar con ese sujeto iba a ser difícil, pero no le permitiría tomar la vida de Elisa.
Los días continuron y Bills nunca dejo la casa. Siempre andaba rondando por los pasillos y habitaciones. En ocasiones parecía resuelto a terminar con la vida de Elisa, pero Whiss estaba siempre atento a sus movimientos, logrando frustrar hasta el más osado de los intentos del dios de la muerte, que se le fue haciendo tan familiar como el hecho de que sus deseos de morir se extinguieran. A Elisa le sucedió lo mismo. Ni siquiera fue conciente de cuando dejó de pensar en terminar con su vida. Eso de: mejor mañana, funcionó bastante bien. Sólo una cosa valía la pena posponer en este mundo y esa era la muerte.
En la vida de la muchacha poco cambio. Había estado viviendo de su última liquidación que se empezó a terminar obligandola a buscar un empleo. Mientras ella ponía su vida en curso otra vez, Whiss disfrutaba de su estancia en la Tierra. Con frecuencia salía a pasear y a probar comida deliciosa. En ocasiones se detenía a observar a las personas que iban por la calle o estaban sentadas en los parques. Era un hábito arraigado en él. Una de esas tardes en que iba tranquilamente por la acera junto a las vías del tren, a su lado apareció un hombre pequeño de elegante traje azul y lustrados zapatos blancos.
-Luces muy bien, Whiss-le dijo levantando la mirada mientras sonreía de una forma algo enigmática.
El ángel bajo sus ojos y por poco dejó caer el helado que iba comiendo. Su expresión habló por él.
-Tranquilo. No he a reprenderte por venir a la Tierra. Solo quería saber si estabas bien-le dijo volviendo su vista al frente. Whiss no hizo comentarios al respecto- Este mundo es muy bello ¿no te parece?
-Así es- confirmó Whiss poco antes que un ferrocarril pasará hacia el sur con dos polisones en el último vagón.
-El Rey de Todo le da vida a los hombres, pero los hombres deciden que hacer con la vida que se les dió. Eso incluye despreciar su obsequio de la existencia o cuestionar la suya. Del mismo modo nos han dado una tarea perpetúa, pero no nos han dicho como llevarla a cabo-le dijo el Gran Sacerdote.
-¿Intentas decir que un ángel podría pasear por la Tierra cuando el hilo rojo en su mano lo ate sólo a un ser humano?-le preguntó Whiss con una sonrisa medio astuta.
-Todo evoluciona Whiss. Lo que no, se condena a la extinción.
-¿Quieres helado querido padre?-le preguntó haciendo girar el paraguas en su mano para hacer aparecer uno de esos bocadillos en manos del Gran Sacerdote.
-Sabe...
-Dulce. El helado es dulce,
padre-le dijo Whiss y ambos caminaron juntos un rato.
Una noche en que Elisa dormía, Whiss subió al tejado dónde Bills permanecía sentado viendo la luna. Era una noche fresca y despejada en que la ciudad casi no hacía ruido.
-¿Qué quieres?- le preguntó el dios de la muerte al ángel que se sentó junto a él.
-Últimamente no has intentado acabar con Elisa...
-Es la última humana en mi lista, en cierta forma es como si hubieran comenzado mis vacaciones- le contestó cruzando los brazos tras la cabeza para recostarse bajo ese cielo estrellado.
Whiss se sonrió y miró el hilo rojo en su dedo. El otro extremo de la hebra estaba sujeto al dedo de una muchacha que cantaba en la ducha.
Entre Whiss y Elisa surgió una distancia extraña. Era como un abismo de luz que los iba separando de una forma tan delicada, como un almendro se desprende de sus flores con los vientos primaverales. Poco a poco el ángel se fue ausentando más y más de la casa, pues Bills dejó de atentar contra Elisa de modo que su presencia no era necesaria allí. Un buen día él simplemente no volvió y Elisa no lo busco o esperó. Él era un ángel y su lugar no era la Tierra, además sin importar dónde fuera o estuviera, seguirían unidos por ese cordón escarlata que le daba a ella el poder único de aniquilarlo. Se consolaba pensando que como ella, él quería vivir y por eso se apartó de su persona. En su vida algunas cosas mejoraron otras siguieron igual, pero se sentía bien,tranquila y cuando se miraba en el espejo sabía que ese reflejo era solo uno, en un mar de pupilas de cristal. Las huellas del hilo rojo, en su piel,
desaparecieron también sin dejar más que diminutas cicatrices.
Una tarde, casi al anochecer,
Elisa volvía de su empleo y vio a una mujer parada sobre el barandal del puente sobre el río que cruzaba la ciudad. Se veía devastada. Sus ojos estaban rojos e inflamados de tanto llorar. Elisa se quitó los audífonos y le habló. Después de un rato consiguió que la mujer le diera unas declaraciones escuetas.
-¿Y por qué no lo haces mañana?- le preguntó con una calma dulce- Estas bien jodida...un día más no hará diferencia ¿No lo crees?
La mujer abrió un poco los ojos y vio a Elisa alejarse a paso lento, mientras volvía a ponerse los audífonos y a cantar a media voz,en un susurro que el viento le llevó al oído:
"Ángel de la soledad y de la desolación, preso de tu ilusión vas a bailar,a bailar, bailar...
Por mis pena baila...
Y por tu soledad."
Elisa vio el hilo rojo orbitar entorno a ella, lo que la obligó a detenerse y a sonreír antes de continuar. Surcando el cielo,un ángel paso silencioso e invisible a los humanos.
Fin.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro