2._Agua
Elisa fue al baño para limpiar las heridas en sus manos y venderlas también. Se lavó el rostro y luego bajó la tapa del sanitario para sentarse allí. No tenía ganas de volver a la sala. No con ese sujeto ahí, sin embargo, no podía quedarse el resto de su vida metida en ese baño. Después de unos treinta minutos, Elisa regresó con Whiss que estaba sentado en el sillón.
-Vete- le exigió- No voy a matarte. No quiero.
El ángel se quedó viendo a la muchacha un instante después, estiró el cuello para levantar un poco más cabeza y decir con cierto desdén:
-Creo que no me ha entendido. No me iré, hasta que cumpla mi deseo- le respondió Whiss y su postura derrochaba obstinación.
-¿Piensas quedarte aquí el resto de tu vida?- le cuestionó Elisa.
-No. El resto de mi vida no. Solo el resto de la suya- le señaló con una sonrisa burlona- Y me aseguraré de ser un estorbo para usted en todos los aspectos posibles. Si quiere liberarse de mí...máteme.
Elisa chasqueo la lengua y se fue a su habitación, bastante enfadada. Lo último que quería era tener a alguien cerca en ese momento. Elisa solo quería estar sola. Despegó su espalda de la puerta y fue a tirarse de bruces en la cama. Allí quedó. Como una figura de arcilla blanda que pierde su forma con un súbito impacto. Como una masa inhumana que no tiene piernas ni brazos y es incapaz de levantarse, de cambiar de posición. Cerró los ojos,
esperando que la monotonía y la inactividad la sumergieran en un sueño sin descanso, sin alivio o consuelo.
Despertó. Estaba oscuro. Era de día, pero estaba oscuro. El cielo se había cubierto de nubes negras y un viento helado soplaba los frágiles brotes primaverales. Elisa se quedó donde estaba, tendida boca abajo y mirando la panorámica de la ventana, con solo uno de sus ojos, dada la postura que mantenía.
-Sé como es- le dije una voz masculina y clara en que la gravedad parecía fuera de lugar.
-Eres un ángel- le dijo Elisa- Tú no sabes lo difícil que es ser un ser humano.
-Por supuesto que lo sé. Lo he visto toda mi vida- le respondió Whiss y se sentó a un costado de la cama, en el piso- También lo siento. El deseo de hacer nada- agregó y se tendió sobre la alfombra, mirando hacia el techo.
Elisa no respondió. Giró el rostro hacia la pared, cerró los ojos y lloro en silencio. Whiss cruzó sus largas manos sobre su abdomen y fijo sus ojos en la lámpara que colgaba del techo. Ninguno volvió a hablar o a moverse hasta que el brazo de la muchacha cayó por la rivera de la cama. El ángel observó la pálida mano y llevó hasta ella sus dedos como si hubiera querido tocarla, pero no llegó a hacerlo.
-Siempre pensé que los angeles nos cuidaban- le dijo Elisa- No creía que existieran, pero tenía esa idea implantada...Ahora sé que los hombres estamos todavía más solos. Que existencia más miserable...
-Sí, así es- afirmó Whiss que regreso su mano junto a la otra.
Las horas fueron pasando. Elisa no tenía noción de ellas, Whiss no podía evitarlo. Pero para ambos el tiempo era como una piscina repleta de una sustancia pegajosa en la que intentaban nadar. La viscosidad de aquella materia se les adhería al cuerpo y hacia de cada movimiento algo pesado, extenuante hasta el punto de que solo se quedaban flotando en la superficie, pues ese líquido así como les hacía difícil avanzar, también les impedía hundirse. En medio del vacío de la inacción, el timbrado de un teléfono sonó fuerte. Fue como un zumbido de abejas demoníacas que taladro los oídos. Elisa se vio en obligación de estirar su mano y responder la llamada. Lo hizo con una voz cansina. Habló poco.
-Haste a un lado- le dijo Elisa a Whiss cuando lo vio tirado en el piso.
-¿Por qué? ¿Piensa ir al cumpleaños de su madre?-le cuestionó.
-Tengo que hacerlo- le respondió y cuando Whiss se hizo a un lado, ella caminó hasta el baño.
Se desvistió con lentitud. Su cuerpo estaba algo sucio y su negra cabellera parecía algo pegajosa. Aquello fue algo que el ángel no vio hasta que estuvo bastante cerca.
-Me alegra que haya decidido bañarse- le dijo el ángel, parado fuera de la ducha, logrando que la pobre chica se pegará a la pared- Olia bastante mal...
-¡¿Pero que demonios estás haciendo ahí?!- exclamó Elisa intentando cubrirse con las manos, por suerte para ella el vapor empañaba el cristal entorno a la regadera.
-¡Ay, pero no se ponga así! Yo la he visto desnuda desde que nació- le dijo Whiss y se inclinó hacia la ducha, con un ánimo casi infantil- Esa cicatriz en su rodilla se la hizo cuando tenía diez años. Su madre la castigó y usted huyó por balcón, cayendo entre los arbustos. Ah y esa...
-¡¡Sal de aquí, pervertido!!
-Oiga, yo no soy ningún pervertido- le señaló el ángel bastante ofendido- Pero estoy dispuesto a convertirme en uno si con eso puedo molestarla.
Créame cuando le digo que soy capaz de volverme su peor pesadilla.
-Sí, si ya entendí. Serás la piedra en mi zapato hasta que te mate- exclamó Elisa, viéndolo con enojo,algo que a él no parecía importarle.
Después de una pequeña discusión respecto al espacio personal, Elisa logró una breve intimidad, para vestirse en paz o eso creyó. Terminó de cara contra el suelo, cuando vio a Whiss a sus espaldas. Se ponía una media y perdió el balance.
-¿Le dolió?- le preguntó sin disimular la burla en sus palabras.
-Eres un...-murmuró la muchacha e intento darle una bofetada, aprovechando que él se inclinó un poco justo a su lado.
El propio Whiss pensó en que podría eludir aquel golpe, vaya sorpresa que se llevó cuando sintió la mano de la muchacha azotando su cara. Fue una sensación totalmente nueva para Whiss experimentar el dolor. Se llevó la mano libre al rostro, parecía bastante desconcertado.
-Eso fue...desagradable- comentó y se apartó un poco, para después cruzar la puerta en silencio.
Era obvio asumir que hasta ese momento nadie lo había agredido, pero no era eso. Simplemente era la primera vez que alguien conseguía golpearlo. No estaba preparado para ello por lo que su cuerpo recibió el daño con más magnitud. La sensación de hormigueo con algo de ardor le duró varios minutos. Para entonces Elisa dejaba la casa vistiendo un vestido amarillo con unos zapatos rosas y un bolso marrón. No se veía nada bien la mezcla de colores, pero ella ni siquiera lo notó. No tomó su cabello,
apenas si se podía decir que lo peino y tampoco lo seco bien. Con la cabeza gacha iba por la acera.
-Quizá deberíamos volver a casa-le dijo Whiss que iba a su costado, pero un paso más atrás.
Elisa volteó a él bastante alarmada,mas para su alivio y sorpresa, Whiss lucía como un hombre normal. O lo hubiera hecho, sino hubiera conservado su estrambótico peinado. En lugar de un báculo,sostenía un paraguas de color azul con el que jugaba dándole vueltas cuál bastón de porrista.
-Sí no voy..dirán que no me importa mamá. Me odiaran más de lo que ya lo hacen- le respondió Elisa, después de asimilar el nuevo aspecto del ángel.
Whiss no hizo comentarios y caminó junto a la muchacha, observando todo a su alrededor. Elisa en cambio, sólo veía sus pies, por eso en dos oportunidades, se estrelló con un par de personas.
-Lo siento- dijo a la señora a la que además piso un pie.
-Lo siento- dijo al señor al que le tiró lo que llevaba en las manos. Aunque en esa oportunidad no fue culpa de ella.
La tercera vez, Whiss la tomó del brazo para que no tropezara con una mujer que cargaba un bebe. Por suerte la casa de la madre de Elisa no estaba lejos. Era una morada pequeña, pero con un patio muy amplio, allí era donde se celebraba el cumpleaños. Los recibió la hermana mayor de Elisa a quien ,la muchacha, le dijo que ese hombre era un amigo, sin embargo, como Whiss se había propuesto ser un fastidio para la pobre chica,al ver que en ese lugar se encontraba el joven que a ella le gustaba, dijo otra cosa.
-No seas tímida, linda, tu hermana tiene que saber que tú y yo somos novios...
Toda la sangre de Elisa subió a su cabeza de golpe, cuando vio como ese muchacho la miró al oír eso. Empeoraba la situación, oír la conversación de Whiss con su hermana. Es que ese sujeto tenía respuesta para absolutamente todo. Cuando su madre se unió a la charla, las cosas para Elisa se fueron al fondo de lo embarazoso porque la mujer, emocionada con el nuevo novio de su hija,desvió la atención de todos precisamente a esa noticia. Cuando se sentaron a la mesa, la pobre Elisa estaba harta de oír a Whiss hablar, pero eso cambió cuando le hicieron una pregunta:
-¿Cómo se conocieron?
-Sucedio hace dos años, cuando Elisa fue a las montañas a esquiar- respondió Whiss- Era realmente muy buena y le pedí que me enseñará.
El ángel continúo hablando al respecto y Elisa evocó ese momento. No era raro que Whiss pudiera narrar cualquier evento de su vida como si lo hubiera protagonizado, lo curioso era como lo hacía y es que si bien estaba exagerando los hechos, había cosas que sucedieron tal como decía, pero ella las recordaba de forma totalmente diferente. Cómo esquiar. Había olvidado cuánto le gustaba y lo buena que era en eso. Incluso sus amigos de ese entonces, la elogiaban mucho por su talento. Aquellos eran días buenos. Días en que sonreía más y era feliz. Mientras Whiss hablaba, no pudo evitar sonreír. Con la cabeza gacha, pero sonrió. Hace tiempo que no lo hacía, aunque le duró poco aquella alegría. No es que hubiera ocurrido algo que la haya hecho entristecer solo su sonrisa se esfumó.
La fiesta siguió su curso. Su familia reía, bailaba, hablaba y todo eso la iba aislando de ellos. Era como si la alegría de las demás personas le doliera. No podía ser parte de aquella festividad. No lograba encontrar un modo de unirse a ellos, por lo que se sentía totalmente ajena, extraña, con ganas de llorar. No quería arruinar la fiesta de cumpleaños de su madre,no quería que la odiaran por robarse la atención. Se despidió y se fue rápidamente para volver a casa.
Whiss, que había descubierto que la comida de los humanos era deliciosa, estaba muy entusiasmado con un trozo de pastel, pero cuando vio salir a Elisa fue tras ella. La muchacha caminaba rápido, sus ojos estaban inundados de lágrimas. Constantemente frotaba el dorso de su mano en ellos para evitar que ese diluvio se soltera. Medio a ciegas cruzó una calle,por poco la atropella un coche,pero ni siquiera lo notó. Elisa no detuvo su andar hasta que llegó al puente sobre el río que cruzaba la ciudad. Allí, con las manos en el barandal, se puso a llorar.
-¿Ahora lo entiende?- le preguntó Whiss que se sentó sobre la valla- Eso es exactamente lo que siento. Todo el mundo parece disfrutar de su existencia y yo solo estoy existiendo. Todos tienen su tajada de alegría, pero yo solo puedo verlos. Nunca ser parte de eso...Es solitario. Muy solitario.
Elisa lo miró con los ojos enrojecidos y el rostro empapado. Whiss estaba sentado ahí, viendo el cielo con una indiferencia absoluta. La muchacha dejó su bolso en el suelo, se quitó los zapatos y se paró delante de él.
-Si tanto quieres morir, hagámoslo juntos- le dijo mientras metía la rodilla entre las piernas de él, algo que tomó por sorpresa al ángel. Con fuerza Elisa lo sujetó por las solapas y lo empujó hacia atrás.
Whiss sintió esa caída en otro tiempo. Uno más lento. Pudo ver como su brazo se levantaba de forma involuntaria. El mango del paraguas, que sostenía, contrasto con ese cielo gris por unos segundos. Su otra mano sujeto la espalda de Elisa. Lo hizo con cierta violencia.
Después solo sintió el impacto de su espalda con la superficie del agua que los abrazo con su helado manto, para arrastrarlos en sus corrientes.
Arriba comenzaba a llover suavemente. El puente se humedecia y el teléfono celular,
en el bolso contra el barandal,
emitía una canción que solo un perro callejero escuchó, por estar olfateando aquella bolsa en busca de alimento. El animal, al no encontrar nada, orinó un poco más allá y después, arrastrando su famelica figura se alejó acompañado de los últimos versos de ese tema...
Ángel de la soledad y de la desolación, preso de tu ilusión vas a bailar, a bailar...A bailar.
Por mis penas bailar
Y por tu soledad...
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