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1._Puñal


La primera mentira respecto a los ángeles es que todos tenemos uno a nuestra espalda. La verdad es que existe un grupo limitado de aquellas formas de vida y cada uno está asignado a cierta cantidad de hombres. Su trabajo no es llevar testimonio de sus existencias, ni guiarlos, ni protegerlos, sino algo totalmente diferente. Cada ángel tiene un hilo rojo atado a su meñique cuyo otro extremo está sujeto a los humanos que le asignaron. Tienen un hilo por cada uno de ellos que solo se corta cuando la persona muere.

Aquella mañana, Whiss estaba sentado en el borde de su mundo esperando que el anciano, en ese hospital, dejara de existir. Whiss, que era un ángel con el aspecto de un hombre joven de extravagante peinado, había visto crecer a aquel ser humano. Estuvo presente en todas y cada una de las etapas de su vida, por supuesto, su muerte no sería la excepción. Mientras veía al viejo agonizar, no podía evitar reproducir en su memoria algunos acontecimientos de los que fue testigo. Escenas que eran divertidas, tristes, felices, pero la mayoría eran tan grises como la manta que cubría al decrépito hombre que en soledad esperaba su final. Los motivos para haber acabado así eran bastantes. Ese que moría no fue una buena persona, pero aún así en las amatistas pupilas del ángel,
había una cuota de compasión.
Era media noche y un cuarto,
cuando el hilo se rompió. Hubo un sonido como el de un cristal que estalla y después la delgada, flexible e incorporea cuerda desapareció. En ese momento, solo un hilo pendía de su dedo hasta aquel lejano y pequeño mundo. Era lo que había estado esperando. Se tomó unos minutos, como si de un deudo se tratase, después salió volando hacia ese mundo.

Cuando alcanzó aquel planeta, de ese lado del mundo, era de noche. Descendió sobre un tejado tan suavemente como caen las hojas en los estanques en otoño; elegante, sutil. Whiss miró a lo lejos el océano pintado con los reflejos de las luces de los edificios que trepaban las laderas de los montes entorno a la costa. Era un paisaje muy bello, pero a Whiss no lo impresionó. Saltó al jardín y al amparo de la sombra de un árbol permaneció de pie observando a la mujer en la sala. La cortina de encaje no la escondía del clandestino visitante que fijo en ella su mirada con un poco de ansiedad. La negra cabellera de la mujer se agitaba al compás de un paso lento, al interior de aquella casa. Whiss apretó un poco el cetro, en su mano, antes de dar un paso hacia delante. A unos escasos centímetros del ventanal, el ángel, se llevó el puño a la boca y despejó la garganta, después uso el cetro para dar dos pequeños golpes en el cristal. Esperó, pero la mujer que estaba sentada viendo la televisión no se movió. Intentó otra vez y el resultado fue el mismo. Un segundo después cruzó la ventana por medio de un espacio que dibujo en el vidrio y que atravesó cual agua.

Sin temor avanzó hacia la mujer a quien descubrió dormida en el sofá. Se le quedó viendo. Era la primera vez que la veía así de cerca. Las pálidas piernas de la muchacha tenían varias marcas de color morado, en su rostro habían varias benditas y tenía un vendaje a la altura del hombro. Llevaba puesto un vestido corto que estaba sucio con manchas oscuras como de carbón. Las puntas de sus dedos estaban manchadas con el mismo elemento.

- Señorita Elisa- la llamó, pero lo único que obtuvo fue un balbuceo incoherente- Elisa-
insistió y en esa oportunidad la mujer abrió los ojos.

Lo primero que aquellas pupilas cristalinas e irritadas vieron fue a un tipo de unos dos metros, con una túnica color granate que la miraba con una sonrisa como la que los niños dibujan en sus garabatos. En un acto instintivo, Elisa tomó el florero que estaba sobre la mesa de café y lo enarbolo en amenaza. Tal maniobra le costó bastante dolor, pues su cuerpo estaba lastimado.

-Llévate todo lo que quieras, pero...- exclamó con voz temblorosa, mas se interrumpió y bajo los brazos.

No fue el singular aspecto de su visitante lo que le cambió el ánimo. Dejó caer los brazos a los costados, como quién suelta un manojo de cuerda por la ladera escarpada de una montaña, luego con cierto temor, como un conejo resignado le hablaría a un lobo, Elisa le pregunto:

-¿Qué haces aquí?

Whiss inclinó un poco la cabeza y esa argolla en torno a su cuello bajo su ángulo haciendo de ese movimiento algo más evidente.

-¿Qué eres?-le preguntó Elisa después de verlo con atención. De repasar ese atuendo extraño, el color de la piel, de ojos y cabello de ese insólito individuo.

-Un ángel- le respondió dando dos cortos pasos hacia ella.

-¿Un ángel?-repitió Elisa y se sonrió con desprecio- Claro...y como en las películas has venido a convencerme de que no me mate. De que es hermosa la vida y gente sufrirá por mi ausencia.

-No- respondió Whiss y dio otros pasos hacia ella- He venido a pedirle que usted me mate.

Que frío sonó aquello. Tanto que era imposible tomarlo en serio. Elisa soltó una carcajada burlona y estiró las manos hacia los costados, encogiendo los hombros.

-Debo estar soñando-dijo y siguió riendo.

-No, no lo hace. Yo soy el ángel que le asignaron y he venido a que me mate. Solo usted puede matarme- le dijo y su voz perdió energía. Su mirada se suavizó.

Elisa lo miró con incredulidad. Ante esto Whiss levantó su mano agachando todos los dedos a excepción del meñique. Ante los ojos de la muchacha se dibujo un hilo de color rojo, cuyo otro extremo estaba atado a su meñique algo que asusto a la chica que intentó cortarlo, sin siquiera lograr tocar aquella hebra escarlata.

-Los ángeles somos inmortales- le explicó Whiss- Y no podemos descender al mundo inferior sin consentimiento de nuestro líder, mi padre. Por esa razón estamos imposibilitados de adquirir muchas cosas que los mortales si. De manera que para obtener esa experiencia se nos conecta a un grupo de personas desde su nacimiento hasta su muerte. Por medio de este hilo, ustedes y nosotros, compartimos vivencias....

-Espera...-lo interrumpió Elisa- Esto ¿es en serio?-exclamó intentando procesar todo el asunto.

-Así es. Vi como impactabas tu automóvil, apropocito, contra esa pared, Elisa- le dijo Whiss.

La muchacha se dejó caer sobre una mesita en que había un pequeño candelero que terminó en el piso. Elisa estaba atónita. Cuando Whiss intentó acercarse ella se puso de pie y retrocedió unos pasos. Levantó su mano derecha con la palma hacia él y con voz nerviosa le advirtió que no se acercará. El ángel se quedó parado a unos pocos metros, viéndola fija y fríamente.

-Compartimos experiencia con ustedes- repitió Elisa, como reflexionando- Eso es... invasivo y hasta un poco...Es que si lo que dices es verdad...entonces...

Muchas ideas pasaron por la cabeza de Elisa. Tantas que no fue capaz de articular ninguna en forma de palabras.

-¿Dices que quieres que te mate?-le cuestionó.

-Sí fuera tan amable-le dijo Whiss y llevo su mano a su pecho, como si hiciera una reverencia.

-Esto es estúpido. Yo intento matarme y tú vienes aquí a pedirme que te mate...¿Es una broma?

-Ojala lo fuera- le dijo en el mismo momento en que hizo aparecer un puñal en mano de Elisa- He llegado a un punto en que no soy capaz de seguir viviendo. Aunque lo correcto sería decir no quiero existir más. El problema es que nadie puede matar a un ángel, salvo por una persona a la que este vínculado con hilo rojo. La última persona que mantenga con él, el hilo rojo. Esa es usted.

Elisa se encogió un poco. Sintió miedo.

-¿Por qué no quieres vivir?-le preguntó con cierta timidez.

-No puedo vivir. No puedo hacer nada realmente y eso me tiene hastiado. Todo lo que haré, mientras exista, será ver a otros hacer sus vidas y todo lo que recibiré a cambio son las migajas de la experiencia,
mediante este hilo. Sin mencionar que para los demás ángeles no soy de agrado. Estoy solo,btodos me detestan y nadie me comprende...

La voz de ese supuesto ángel, sonó desolada. Además Elisa entendía aquello muy bien. Contempló el puñal entre sus manos por un rato y para cuando levantó su castaña mirada, vio a Whiss dejar ese cetro en el piso, para después quitarse esa especie de tabardo negro y luego deshacerse de la túnica. Ambas prendas terminaron en el piso, sobre la descolorida alfombra en que las rodillas de Whiss se posaron, llevando aquel largo cuerpo a una postura de sumisión.

-Una estocada al corazón  un corte en mi garganta. Como lo prefiera, pero por favor...Máteme.

-¿Qué haces? ¡Levante! ¡No voy a matarte! ¡Levanté!-le ordenó asustada y confundida, mas Whiss no se movió. Intentó tirar el puñal, pero no lo logró.

-Por favor...

-¡Dije que no! Además ¿Qué sucederá conmigo si mueres? ¿Eh? ¡Dime!

-Nada...-le respondió.

-¿Nada?- repitió dubitatiba y un poco decepcionada.

-Nada- reitero Whiss con un poco de indiferencia.

Elisa lo vio levantar una rodilla y luego sólo estaba tumbada sobre el piso con él encima. Algo tibio escurría por sus manos,
algo que le provocó pavor. Con los ojos fijos en el techo, Elisa olvidó hasta como respirar por el tiempo que ese sujeto permaneció tan quieto que la hizo creer que había muerto por su mano. Pero no era así. Lo comprobó cuando él se levantó sosteniendose en sus largos brazos. De haberlo mirado,Elisa se hubiera dado cuenta de lo decepcionado que estaba,pero ella permaneció en shock un buen rato. Solo las gotas de agua tibia que cayeron sobre su rostro,la hicieron ver el rostro de Whiss y descubrir que lloraba.

-Al parecer no funciona si usted no lo desea- comentó viendo la hoja del puñal partida a la mitad y las manos de la muchacha cubiertas de sangre.

Las manos de Elisa soltaron lo que quedaba de aquella arma y subieron hasta el rostro del ángel. Le rodearon las mejillas pintandolas de escarlata. Parecía una niña que embarra pintura sobre una hoja de papel. La piel de ese sujeto era suave y estaba empapada de lágrimas,la sangre abarcó más espacio, cubriendo la faz del ángel casi por completo.

-Eres un idiota-le dijo Elisa- Morir no es tan fácil.

Whiss no contestó. Cerró los ojos y se apartó de ella.

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