Movida Desesperada
La espada corta hirió la mano verde del goblin, una flecha le golpeó el hombro y por último la estocada de Leilla parecía imparable dispuesta a abrirle el vientre en un último instante fue contenida, la criatura herida aprovecho la oportunidad para huir dejando el pasaje libre para el grupo, ese había sido el último de su grupo en retirarse, Alastor ya estaba bastante cansado al llevar a cuestas el cuerpo de Mirán, no podían parar si es que no deseaban enfrentar a otra pesadilla de lo recóndito, en su recorrido podían ver recamaras con esqueletos aprisionados por cadenas incrustadas en las paredes, Fedell las miraba con pena y miedo, temiendo volverse uno más de ellos.
—No puedo acabar así, mi familia depende de mi — pensaba recordando a los prestamistas quienes ya habían puesto la mirada sobre sus hermanas y hermanos — no los dejaré volverse en esclavos, solo debo convertirme en un hacedor del Axis.
El pasaje decadente ya bastante deteriorado por el tiempo no les daba confianza a los aventureros, criaturas de baba deambulaban por los pasillos, eran de naturaleza serena pero bastante peligrosos al estar compuestas de una sustancia ácida únicamente retenida por una delgada capa protectora un pinchazo con un arma y ellos morirían, causando un terrible efecto a los alrededores.
—Este lugar tiene varios de estas cosas amorfas — replico con desagrado el rubio, no gustaba de ellas no por el peligro que representaban sino por su falta de forma y su manera de vivir tan rastrera, eso le provocaba un inmenso deseo de matarlas y liberarlas de su penuria.
—Ellos consumen humedad para sobrevivir, al estar tan abajo debe ser normal encontrar tantos — le contestaba Leilla quien miraba por dónde caminaba evitando a las criaturas acuosas — solo tengamos cuidado de no pisarlas.
El grupo siguió evadiendo a los monstruos, Alastor no paraba de mirar a Leilla quien tenía ahora los ojos hundidos y una ojeras que en un inicio parecían cosa de nada ahora se encontraban muy marcadas, la decadencia de la mazmorra se filtraba en ella, la garganta se le cerró punzando pues deseaba estallar en millones de interrogantes, sentía como suya la presión que ella debería estar sintiendo en su privacidad, él la conoció muy bien, el martirio de las dudas consumiéndole, el constante asecho de esa otra cosa que deambulaba libre por su cabeza, su invasión no era gentil ni mucho menos imperceptible, su tacto era violento irrumpiendo la calma natural de uno mismo, siendo tocado por esas manos sin pudor, las cuales -revisaban- cada rincón con un toque pegajoso dispuesto a tomar aquello que deseara, siendo siempre peor el siguiente allanamiento. Comprendía mejor a Erion, aquel hombre perturbado tras múltiples asaltos y quién sabe cuántas situaciones atroces, recordaba su fuerte mirada restaurada aún con ella estaba dispuesto a evadir el contacto visual directo con él, quizás por la vergüenza o el simple contacto con otro le recordara su experiencia, incluso podía ser ambas cosas.
—Leilla — su voz salió ahogada por el agotamiento, la jornada resultó más agotadora de lo imaginado y siendo peor al tener hambre, ella volteo solo por su preocupación — ¿Cómo estás? Se lo que se siente, aquel manto blanco..
—No quiero hablar de eso, prefiero ignorarlo solo necesitamos completar el ritual y así salvar a Mirán para salir — en su tono se le escapó la desesperación la cual había estado escondiendo muy bien, le dio la espalda y continuo avanzando.
«Mira como la lías, ¿No te volviste aventurera por él? Solo se preocupo por ti, debiste sentar cabeza, esperar su regreso — la voz de su tía volvió a ella tan hiriente como caminar sobre una mata de rosas — solo te llevaste problemas y lo arrastras contigo.»
Leilla mantuvo la boca sellada sin embargo sus ojos estaban a poco de soltar sus penas cristalinas, apretaba los dientes volviendo el dolor en fuerzas para continuar, pero el frío tomo su cuerpo y aún cercas de las extrañas antorchas este no la liberaban.
La cálida mano de Alastor tomo el hombro de la guerrera, su palma áspera le recordaba a su padre un hombre amoroso y protector con su familia, en ese breve instante con la guardia baja ella lo miro doblegando su fuerza de voluntad ante sus ojos rebosantes de auténtica preocupación, Leilla no pudo aguantar más y lloró delante suyo, frustrada, cansada y agobiada por las amenazas siempre presentes, el hombre la abrazo con ternura tratando de reconfortarla, el frío disminuyó con el contacto.
—Gracias — musito cercas de su oído, tímida a ser vista tras su llanto y siguió — lo siento, tratabas de ayudarme pero yo..
—Sé por lo que pasas, yo también me sentí perturbado con ideas ajenas y muchas veces estuve apunto de hacer cosas terribles — no podía evitar pensar en Erion a quien le nombró alguien de su infancia — saldremos de aquí, pero primero haremos el ritual.
—Si, entonces podremos volver a vivir — dijo esas confusas palabras retirándose de él sin apartar la vista de Alastor.
La alegría le hizo olvidar a los seres gelatinosos, su último paso estaba destinado a reventar a uno de ellos en la intercepción de otro pasillo, el miedo y el horror les impidió hablar, todo parecía ocurrir a gran velocidad, el guerrero solo alcanzó a levantar el brazo en su dirección. Ambos solo vieron lo acontecido con palidez apareciendo un brazo del otro lado del pasillo conectado impidiéndole hacer estallar a la criatura, sin embargo el miedo seguía allí al ser llevada por el desconocido al otro extremo.
—¡Leilla! — exclamó él aventurero al seguirla junto Fedell con una saeta preparada para el posible escenario.
Al doblar la esquina se encontraron con un hombre no mucho mayor a ellos de pechera negra ya dañada por zarpas, sus grandes brazos tenían cicatrices de ese encuentro sanguinario, su pequeña melena castaña buscaba ocultar el lado izquierdo del rostro deformado por el paso de unas garras, la mirada de este extraño era muy pesada llegando a incomodar a los amigos de Leilla.
—¡Sueltala! ¡No queremos problemas pero si no la liberas nosotros..! — amenazaba Alastor quien desenvaino su espada para demostrar su genuina intención de llegar a la lucha aún luciendo cansado y con el cuerpo de Mirán sobre él.
—No lo podía creer, pensaba que esa voz solo deseaba burlarse de mí — hablo para si mismo en voz alta dejando en claro que ya llevaba un tiempo allí — eso significa que la torre es real y el cristal también.
—¡Suélteme ya! — le ordenó la mujer quien no espero respuesta golpeó su vientre con el codo y se aparto con sus compañeros.
—¡No! ¡No se vayan! — grito desesperado al no sentir la presencia del otro cuerpo contra el suyo — ¡El prisionero nos necesita! ¡Debemos escucharle!
—¡Vamos está loco! — exclamó la mujer a los dos, podía sentir la familiaridad en ambos pero ese extraño tenía un caso más severo que el suyo.
—¡Espera! ¡Erion también lo menciono! — respondió con rapidez impidiendo el escape de su grupo — también lo creí loco, pero me salvó en más de una ocasión y todo con ayuda de ese prisionero, no pienso ignorarlo de nuevo.
—¡¿Piensas seguir a este loco?! ¡Nosotros tenemos un plan! ¡¿Qué hay del ritual?! — el rubio no podía comprender a Alastor aún cuando él sería quien pagaría el precio.
—Solo digo que lo escuchemos, no se tratan de delirios por culpa de la niebla, incluso yo tuve visiones de una torre — le explicó con calma sabiendo que actuar impulsivo solo los separaría — vamos dinos que te encomendó ese prisionero.
—Reunir a los que sobrevivimos, algo a causado un cambio en la mazmorra, dijo que pudo sentirlo — explicaba a medias por culpa de la falta de costumbre.
—¿Sentir que? — le atajo Leilla al ver que no continuaba.
—La sed de sangre, algo gordo a pescado y parece listo para usarlo, por ello quiere formar avanzadas para joderlo — eso último lo menciono con saña, demostrándoles al resto su rencor personal.
—¡¿Existen más aquí?! Me parece imposible, recorrimos casi toda la mazmorra — deducía el arquero incrédulo por ese mensaje carente de estrategia u organización.
—Es obra de la cosa que maneja la mazmorra, no suele dejar que nos encontremos pero ahora está ocupado con esa otra cosa — el extraño con armadura destruida no dejaba de mover sus manos, Alastor pensó que se debía a algún trauma en la cabeza — el prisionero tiene puntos importantes dónde atacar por eso los necesitamos.
—Alastor creo que esto tiene que ver con Mirán — le contó sujetándolo del brazo.
—Si, pensé lo mismo — su mente vagaba realmente en esa visión de la torre y esa mano que apareció de repente — ¿Dónde nos quiere? Necesitamos saberlo ya que estamos en medio de algo y solo después de eso podríamos considerarlo.
—Oh su papel será vital, ustedes tendrán que ir por esa cosa que obtuvo y ahora se encuentra en el último nivel, la sala del tesoro — les daba a conocer lo más importante — solo deben tener en cuenta que este plan será descubierto por la mente maestra y hará lo posible por frenarlos.
—Es por eso que evitas decirnos el gran plan ¿no? — intervino Leilla sospechando de alguna movida turbia.
—Si, es seguro que si eso, los mata logrará saber sobre el ataque, ahora mismo ya unos fueron a sus objetivos.
—¿Por qué nosotros? ¿No puede ser otro? ¡Nosotros tenemos nuestro propio plan! — arremetió Fedell inconforme por tener que cumplir con una encomienda ajena a la suya, distante a sus propias necesidades según su criterio o al menos haciéndose pasar por alguien indispuesto.
—Fueron seleccionados por el prisionero, él los reconoce como los mejores calificados al tener la motivación correcta aún cuando yo lo ignore — su respuesta dejo con mal sabor de boca a los demás.
—Es posible que lo hagamos, pero no inmediatamente — solo respondió Fedell tras un momento de silencio, nadie objeto sabían de la necesidad del ritual y el enigma del tal prisionero no parecía asegurarles la salvación de Mirán o la de ellos.
—Seria mejor que se apresuraran no tenemos el tiempo a nuestro favor, Destiny parece ignorar lo sucedido aquí — les informo apartándose del grupo, antes de irse se volvió a ellos — tengan cuidado con los siervos de la mazmorra, ellos harán lo que sea por su señor.
Corrió por el pasillo claroscuro para perderse en las tinieblas, solo dejando el replicar de su andar, el grupo se miro entre sí, había que pensar en mucho pero algo si estaba claro, no tenían tiempo. El equipo siguió avanzando aún pese el cansancio hasta llegar a las escaleras dónde tomaron un respiro al notar el agotamiento de Alastor.
—¿Están seguros de hacerlo? El tipo no parece estar en sus cabales — aprovecho el momento para hablar de lo que pasaría tras realizar el ritual.
—Creo que nos aseguraríamos de la ubicación de Mirán, si está allá abajo iremos — propuso la mujer quien le daba de beber al cansado guerrero.
—Si, ya no suena tan descabellado nuestra idea de salir con el botín — pensó Fedell cada vez seguro de tener el oro en su poder.
Dos fierros en forma de cuchillas surcaron el aire, pretendían mutilar al enemigo sin contemplación alguna, el fierro estaba adornado de oro y el bastón era de un negro carbón, en la punta opuesta un pico de oro amenazaba con enterrarse en su portador si no la manejaba adecuadamente, aun así silbaban de manera mortífera, su portador era un maestro en su manejo aún cuando manejase dos grandes hachas de guerra, era protegido por una armadura verde musgo con relieves dorados formando figuras de trébol de tres hojas, sus hombreras no eran muy vultuosas para permitirle tener una maniobrabilidad óptima, su casco con adorno de mohicana elaborada con plumas rojas solo le permitía un vistazo al frente y no de los lados, sin embargo el sitio del combate no le perjudicaba al estar en medio de un único sendero en el vacío, el era el guardián de impedir el avance de cualquier cosa ajena allí.
—¡Mierda! ¡Nos topamos con el heraldo! — farfullo el hombre con una cicatriz en el labio, tenía varias capas de suciedad y únicamente iba protegido por pieles de bestias de la mazmorra, su mano derecha la traía vendada con trozos de lo que en un momento fueron sus ropas, ejerciendo ahora de torniquete para parar la hemorragia ante la perdida de dos de sus dedos.
—Mira está como nuestra oportunidad, el abismo también le afectará — le dijo su compañero con dagas en ambas manos, su frente tenía una banda azul ya con varias manchas de sangre en ella, su peto tenía varias abolladuras incluso lucía ya muy descuidada.
—Creo que si las cosas se ponen feas uno podría llevárselo en una caída libre — observaba un hombre moreno sin su brazo izquierdo y uno derecho con varias cicatrices, quien portaba una lanza.
—¿Estás dispuesto a morir solo por llevarte a ese? — le pregunto incrédulo el hombre de enfrente de la cicatriz.
—Solo si eso los dejara ir con el maldito me iría contento — respondió el hombre de color listo para dejar el armar, solo siendo detenido por el sujeto de la banda.
—¡Nadie morirá! ¡Solo debemos tirarlo! — le animaba a entregarlo todo antes que su vida.
El heraldo revestido de verde avanzó con las hachas listas para desmembrar al grupo, el sendero apenas era de un metro de ancho, el hombre en pieles saco sus espadas y encaro al sujeto de poco más de dos metros de altura, las hachas fueron por los hombros del guerrero quien las contuvo al impactar contra las varas impidiendo el contacto con su piel. Contenerlo le costaba bastante esfuerzo, sus brazos temblaban ante la resistencia del adversario, alguien se desplazo con agilidad entre las piernas abiertas del guerrero para perforar al enemigo con las dagas, sus costados fueron invadidos por el acero inmisericorde, antes de ser atacado logro escurrirse por un costado siguiendo apuñalándolo por la axila para reducir el rango de ataque.
—¡Bien hecho Sablon! ¡Ahora es mi turno! — con una hábil maniobra obligó a su oponente a bajar las armas y con el mismo impulso daño el peto — ¡Demonios es más duro de lo que pensé!
Aún sin poder confirmarlo con la vista estaba seguro de tener encima la mirada iracunda del heraldo, preparo la punta opuesta del hacha y la lanza voló igual que una de las hachas de batalla, el arma del manco logro hundirse por el cuello impidiendo atinarle a su compañero, pero de la herida no emanaba sangre solo una espeso manto verdoso, el ente indomable retiro la lanza tumbando su casco en el proceso revelando un cráneo roto con apenas un cuarto del rostro reconocible, el resto estaba descompuesto con lombrices y larvas de moscas recorrido su rostro sin piel, el único ojo bien posaba con odio sobre el hombre alejado.
—¡¿Cómo lo tumbamos?! ¡No siente nada! — replico Sablon al verlo invencible.
—¡Le quitaré una pierna!
Las espadas surcaron el aire buscando arrebatarle la extremidad, siendo frenada una hoja por la vara de acero, la otra fue parada por las placas defensivas del brazo libre del heraldo. Una luz amarilla resplandeció dentro de la cuenca dónde debería estar su otro ojo, eso provocó el retroceso del guerrero, en el fondo se escuchó un inusual ruido, el tipo moreno intento verlo pero la negrura se negaba a revelarlo entonces el sonido paso a su lado hiriendo su hombro, el esbirro de ultratumba estiró su brazo libre en dirección de su oponente, quien no comprendió a tiempo, un ardor le invadió el cuello y todo dio vueltas con salvajismo apenas reconociendo las siluetas del cadáver reanimado, de sus compañeros y la de un tercero, incluso podía divisar perfectamente el tramo entendiendo que fue arrojado por los aires.
—¡Esto aún no acaba yo..! — busco mover sus extremidades pero no las sintió, al caer lo entendió fue decapitado y arrojado por los aires, su cuerpo se desplomó al abismo y el resto le siguió.
—¡Sablon lárgate! ¡Yo te ganaré tiempo! — exclamó el moreno quien sudaba ante la gran presión, el heraldo resultó ser una entidad imparable — ¡Recuerda la misión!
—¡S-si! — su voz turbada era imposible disimular, temía del guerrero de la mazmorra quien parecía un ejecutor al contar con ambas armas.
Todo se redujo a un encuentro uno a uno, el guerrero de un solo brazo contra el emisario carcomido con dos hachas, el humano tensaba sus músculos marcados ya no contaba con herramientas de filo para encararlo únicamente su cuerpo.
—Es imposible salir bien librado en mi condición — sentía un agrio sabor en su garganta uno que en otro instante conoció poco antes de perder el brazo — quizás por eso me mandó con ellos, al saber que lidiaríamos con él en estás condiciones.
Corrió con todas sus fuerzas, sentía su cuerpo tan liviano solo teniendo dos objetivos vigilar el movimiento de las cuchillas doradas y conectar su tacleada, ya nada más importaba la mazmorra le arrebató a su familia frente suyo, volviéndose su único motivo joderla; solo necesitaba un brazo para su cometido, el hacha osciló tratando de cortar en dos su cráneo, le acaricio la mejilla al poder girar su cabeza sintiendo el frío del hierro, la otra fue casi al mismo tiempo volviéndose imposible de eludir al ir dirigida a su torso.
—¡Supera tus límites! ¡Ellas sufrieron por tu culpa! ¡Puedo aguantar esto! ¡Sigue! ¡Sigue! ¡Sigue! — retumbaban sus palabras para prepararlo para el dolor habiendo corrido ya un metro y medio.
El acero lo hirió pero no lo detuvo para partirlo en dos, sino que el hombre siguió habiendo alcanzado su máxima velocidad, la herida era mortal sin embargo no rompió ninguna costilla al recibirla un poco más abajo.
—¡Ya eres mío! — pensó casi tocándolo con su mano cuando un dolor en la nuca lo tomo desprevenido haciéndole perder el equilibrio, el heraldo le atizó con la vara.
Le vio su mirada aireada, tan ajena a la humanidad que en algún momento tuvo y la terrible derrota adquirida por la mazmorra, su cuerpo no le respondía para continuar su marcha ya ejercida, solo pudo plantar su pie delante del reanimado y saltar contra el vasallo al vacío. No hubo gritos solo el silencio.
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