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La Andansa De Rosell

El fuego se apoderó de la habitación de la posada a un ritmo alarmante, esto despertó a Tormel quien se alarmó al ver a Ark’hein con tres orbes rondándolo, el fuego salía de sus piernas sin embargo no distinguía a nadie ni a nada, consumía todo a su paso sin miramiento, una de las piedras fue agobiada por las llamas hasta adquirir un brillo que solo iba en aumento algo que para nada era una buena señal, en misma medida el fuego crecía la cama fue alcanzada por la marea ardiente sin más alternativa salto en dirección al mago para buscar una manera de detenerlo antes de que fuera tarde.

«—¡Es una locura escapa! — le indicaba una de las voces en su cabeza — ¡Morirás si no te vas!»

«—Aquí morirás, te has atado la soga al cuello — otra voz replico, sus palabras sonaban proféticas.»

«—Es un timador déjale morir por su propio poder — le recomendaba otra de las voces.»

«—¡Escúchenos! ¡Tienes que escucharnos! — la desesperada súplica traía consigo una pesadez inaudita al felino.»

«—¡Ve al castillo! — retumbaba en su mente las palabras de otra vida.»

«—¡Salva a la niña! — las voces sonaban con distorsión en su apurado mensaje.»

«—¡Evita su despertar! — otra voz ahora femenina replicaba deseando ser escuchada.»

«—¡Aléjate de las montañas de la locura! — todo se intensificaba gracias a la piedra que liberaba su poder en la habitación.»

Su mente se vio agobiada ante las voces que peleaban por alzar su voz sobre las otras, el calor lo llevaba a una presión inaudita, su cuerpo se aquejaba ante las circunstancias tan extremas y ante todo ello un zumbido el cual solo incrementaba con el pasar de los segundos.

—¡Cállense! ¡Callen! ¡Solo déjenme tranquilo! — exigía moviendo sus manos haciendo hincapié en darle su espacio.

Su cabeza dolía y podía jurar que incluso palpitaba ante su ensordecedor agonía, inesperadamente Ark’hein soltó un grito casi expresando el mismo sufrimiento que pasaba Tormel, a la par aparecía una marca luminosa en su cuello, sus ojos y boca se abrieron el sonido de su alarido sacudió el lugar, llenando a su vez el sitio con una amarillenta luz procedente del interior de su cuerpo.

—¡Despierta mago de pacotilla! — le reclamaba sabiendo que todo lo acontecido venía de ese tipo.

Otra de las piedras fue absorbida por el fuego, lo cual indujo un cambio a todo la luz se volvió blanca y poco a poco desdibujaba a todos por igual dejando nada más que un mero tono blanco alrededor de Ark’hein, el fuego avanzo sin contemplar nada devorando la mitad de la posada, los habitantes y los visitantes estaban a una distancia segura de aquel fenómeno inesperado, pocas personas pudieron salir del lugar, los afortunados se quedaron sin nada solo prendas chamuscadas.

—¡¿Qué está pasando aquí?! ¡Que alguien apague el fuego! — reclamaba el hombre a cargo de la seguridad del pueblo — ¡El señor Sebastián no estará feliz con esto!

—¡No se apaga! ¡Simplemente no se extingue por más agua que le arrojemos! — le explicó el dueño de la posada, un hombre entrado en sus treinta, un poco desaliñado para ser alguien a cargo de un establecimiento, sus pecas tampoco jugaban a su favor haciéndole incapaz de ganarse el favor del hombre, sin embargo el dueño estuvo lidiando con el incendio desde el interior y sacando a los que podía.

—¡Magia! ¡Es obra de algún mago! — rápidamente culpo sin dudar del veredicto — ¡Es por eso que no son bienvenidos!

—¿Pero que pasara con mi negocio? ¡¿Mi hogar?! ¡Todo estaba allí! — le pedía una respuesta satisfactoria tras este inesperado suceso.

—No tema, se le proporcionará lo necesario para vivir luego de una audiencia con el señor Sebastián, pero hasta entonces deberá trabajar en las minas de las montañas para extraer nuestra fuente de ingresos — lo dejo en claro con un tono severo pues no toleraría darle cobijo a un parásito — recuérdeme cual era su nombre.

—Soy Rosell ¿Pero minería? — pregunto insólito al oír su veredicto.

—Es lo que hay, si no te gusta vive en la calle y espera tu audiencia — soltó con brusquedad al hombre callándolo.

En el interior de la habitación la mano apenas visible de Tormel se aproximaba al mago sumido en un transe, al avanzar sentía como su cuerpo ardía al ser consumido por ese fuego luminoso, ya era muy tarde para retractarse solo le quedaba ir por todo con Ark’hein o ser meramente nada.

—¡Solo debo tocarlo! ¡Un toque con alguien bastará para detenerlo! — en su mente nadie hablaba todos estaban seguros del final inevitable para su actual yo.

Con cada movimiento su figura se desdibujaba causándole gran dolor al galganes, el felino sintiendo que no lo lograría al verse tan afligido por el ardor en el brazo hizo un acto impulsivo al buscar librarse del dolor se lanzó en una ofensiva con un zarpazo, este desesperado intento logro conectar contra la mejilla de Ark’hein, al mismo tiempo se le cayeron sus dedos al no aguantar la fatiga, el hombre volvió en si percatándose del desastre ocurrido y encontrándose con una figura negra frágil, tan fácil de abatir incluso por el mismo viento, no podía verle una oreja posiblemente cremada, sus ojos tampoco aparecían solo era un cumulo totalmente ennegrecido, el zumbido continuaba al igual las flamas las cuales tenían una nueva fuente de vida.

—¿Tormel? — pregunto temiendo que aquella cosa negra respondiera, pero recibió un leve movimiento de su cabeza asegurando ser el galganes, invadiéndole un terrible sentimiento de culpa y repugnancia ante lo hecho involuntariamente.

Tormel se vino abajo, pero el hombre le atrapó sintiendo el calor y la carne quemada de su compañero, el sonido solo incrementaba mientras el mago lloraba ante la agonía que le hizo pasar al otro, en el exterior vieron como explotó una habitación sin motivo alguno y así la estructura de la posada se vino abajo sin revelar algún sobreviviente ni algún responsable del incidente.

Al día siguiente Rosell estaba frente los escombros de lo que el día pasado fue su hogar y fuente de ingresos, ahora reducida a un montón de leños, esto lo desmoralizaba sin embargo sabía que era otro día, debía prepararse para su nuevo trabajo en lo que su audiencia se agendaba para resolver su caso, estaba listo con su casco oxidado, su jarra de agua y su pico.

—Dijo que me presentará con el capataz para el trabajo — se repetía con desgano al haber llevado una vida bastante tranquila — será mejor que vaya si es que quiero comer.

Llegó al final del pueblo topándose con el misterioso sendero entre el bosque ahora vigilado por dos hombres totalmente vestidos en una armadura plateada, pero tenían un aura tenebrosa a su alrededor, ambos portaban lanzas y un escudo largo, estos no parecían verse afectados por el agotamiento.

—Que buen estado físico tienen, es algo digno de admirar — expreso Rosell, pero aquel par ni siquiera lo voltearon a ver, deseoso por sacarles alguna palabra siguió — No sean unos aguafiestas, digan algo ¿Acaso la buena vida les  hizo olvidar a su vida previa?

Tentando a la suerte el hombre acercó su mano para tocar a uno de los vigilantes ignorando su intuición, para su suerte una mano detuvo su acción antes de poder cumplir su cometido, descubriendo a un hombre poco mayor de densa barba, sin cabello y figura con buena musculatura, también pudo apreciar el pico que llevaba, incluso el canario en una jaula.

—No te recomiendo que lo hagas, ellos solo hacen caso a los extraños y a quienes se atrevan a tocarlos — advertía como un gesto de amabilidad — sucedió hace un par de años, uno de los chicos lo sacudió y uno le dio una tremenda golpiza, creo que los volvieron a convocar por lo de ayer.

—Seguramente, hubieran sido de ayuda cuando mi establecimiento ardía — Rosell se lamentaba.

—¿Era tu casa? Lo lamento. ¡Espera! ¿Entonces te mandaron a las minas? Eso sí que me sorprende — interrumpió el hombre quien no esperaba tal hecho — suelen mandarme prisioneros y personas problemáticas pero no alguien con tan mala suerte.

—¿Qué quieres decir? ¿Fue muy exagerado mandarme a las entrañas de la montaña? —  sentía miedo de lo que le aguardaría en las profundidades.

—Solo ven conmigo, tenemos mucho trabajo de por medio — termino diciendo para retirarse del lugar.

—¡Espéreme! ¡¿Cuál dijo era su nombre?! — le pregunto al andar tras el hombre.

—Soy Regel, el capataz estarás trabajo para mí y espero me seas útil en el tiempo que estés por aquí — con esta noticia dejaron atrás a los vigilantes adentrándose en el bosque.

La densidad del bosque impedía que la luz diera su calidez al desolado sitio, al andar por allí no podía detectar ningún sonido, no parecía estar habitado por ningún animal en su corta instancia no se había percatado de dicha anomalía, en su momento era motivo de celebración y dicha al no tener que batallar contra las bestias del lugar, pero al ni siquiera escuchar el canto de un ave le daba una mala sensación a Rosell, al pocos tiempo de andar Regel se dio cuenta del temer del otro.

—Se que es algo extraño esta calma, pero eso significa que nuestro señor hizo bien — hablo para aliviar el miedo que empezaba a crecer, Rosell sonrió para evitar tener que hablar de Sebastián, al ser un tema bastante problemático.

El frío en el bosque era bastante elevado al no recibir el sol, sus hojas solo propiciaban la temperatura baja, no paso mucho para que Rosell tallara sus brazos para lidiar con el frio, intentando distraerse de la temperatura miro a sus alrededores solo viendo árboles y arbustos, su interés iba en declive hasta ver cómo una figura gris salía para echar un vistazo fue tan rápido que apenas el hombre pudo notarlo, pero ese movimiento fue lo suficientemente claro para darle un escalofrío.

—¡Oye date prisa ya estamos por llegar! —le llamaba la atención su capataz al estar bastante atrás.

Sumido en el temor fue corriendo tras el hombre asustado de aquella cosa habitante de uno de esos árboles, pronto tras una marcha de diez minutos salieron del callado bosque para encontrarse frente a una montaña repleta de vegetación y en un extremo estaba un hueco donde se metería para cumplir su trabajo.

—Hemos llegado, espero tu cuerpo este listo tras esa caminata, estamos en La Joroba — contó Regel quien le entrego el ave — vas primero.

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