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El Tormento Del Vivo

Dos noches han pasado desde que Verónica dobló su alma, esos dos días se la pasó en sus aposentos, se le entrego comida al ver que no bajaba a las horas de comida, pero las charolas salían intactas. Los sirvientes empezaban a hablar de esto, ya de por sí hablaban de como la señora y el señor dormían en camas separadas, incluso se decía que no se había consumado el matrimonio.

—Deberíamos llevarle a su amiga — hablaba una de las sirvientas en la cocina con otras tres compañeras.

—Dina, tu hablas de cosas que no nos conciernen. Vivimos bien, no nos castigan, ni nos atormentan por placer, yo y otros padecimos estos horrores con otros patrones y no deseamos que el Señor Sebastián se enoje con nosotras — Mina se negaba a cooperar por aquel pasado turbio, ella buscando apoyo miro a Olivia — ¡No dejes que ella nos arrastre consigo! ¡Dile algo!

—Pero si las cosas mejoran, nuestra señora Verónica puede ver por nosotras — la sirvienta Olivia estaba en las nubes, pero su preocupación estaba en su amado y no en su deber.

—Bien dicho Oli, pero debemos tener cuidado con la encargada Carmila, si ella se entera nos dará un castigo para lavarse las manos — señaló Irma la sirvienta morena más alta.

—Bien, bien lo haremos — repuso Mina quien sonaba insatisfecha — ¿Cuándo lo haremos?

Olivia quien parecía volver de las nubes se le ocurrió el momento y día indicado, luego de su travesía en la sección prohibida de la biblioteca y casi salírsele el corazón al descubrir al señor Sebastián en un pasillo, su atención completa estaba en el libro en sus manos, por lo que se libro de ser descubierta, la mujer le observo por un largo periodo de tiempo, dándose cuenta que el hombre pasaba una gran cantidad de tiempo allí, casi mediodía.

—En dos días, luego de que Carmila salga del castillo Esmeralda iremos a la mazmorra y llevaremos a la bruja con nuestra señora, quizás el amo este presente pero el no molestará, únicamente debemos preocuparnos por Evangelina quien se le a pegado las mañas de Carmila — exponía Olivia quien ya no veía duda de su éxito.

—¿Qué les hace pensar que la bruja les haga caso? ¿Quién dice que ella no intentaría huir al no tener sus limitadores? — recordó Mina que su celda tenía sellos para evitar que ella pudiera acceder al Axis Vitae e hiciera de las suyas.

—No te preocupes, yo lidiare con ello — hablaba Olivia con una seguridad insólita, sin convencer del todo a su compañera acepto.

—Si, verán que todo irá bien luego de ello — Irma por su parte intentaba animar a su compañera quien tenía una expresión agridulce.

—Creo que tienes razón, cuando estamos juntas nada nos ha ido mal — recordaba Mina quien les sonrió con gran calma.
6hhh
El silbido del viento resoplaba por la aldea que en corto tiempo consiguió prosperar, las personas allí andaban de un lado a otro a toda marcha para atender a los viajeros que llegaban al pueblo Cristal, quienes deseaban conseguir las famosas Gelida Ignis. Un hombre encapuchado entro al pueblo entre la multitud, pocas personas pudieron notar su presencia, el sabía lo que hacía y lo importante que era no ser visto por algún habitante, su anhelo de llegar a las minas lo llevo al pueblo y su único pasaje a las montañas. Antes de poder ir por el sendero noto algo extraño, una niña que hizo contacto visual, una pequeña rubia de ocho años quien le miraba intrigada por su aura de misterio en el cual estaba envuelto, un contacto breve pero dada su inocencia destellante sus ojos castaños lo ataron en ese preciso momento, sin ninguna palabra, ni promesa, pero el extraño supo casi inconsciente de la existencia de un lazo invisible y el misterio parecía una encantadora ninfa coqueta reposando en un lago. De forma abrupta ocurrió lo inevitable, alguien se la llevó de forma inesperada y violenta, eso hizo parar al hombre al instante, viendo frente a él la oportunidad perfecta para ir por su deseo.

—¿Qué significa esto? ¿Es real este sentimiento? ¿Por qué sucede esto ahora? ¡¿Por qué ahora?! — se cuestionaba el hombre a sus adentros, luchando por una de las elecciones, desconociendo que le repercutiría en su porvenir.

El extraño siempre solía ser propenso a oír el llamado del misterio, encaraba el peligro y lo desconocido en cada oportunidad que le arrojaba el destino, un impulso proveniente desde lo más profundo de su ser, ese algo fue heredado por diferentes vidas previas, llevándolo siempre a una eterna cadena infinita de muerte prematura.

—¡Hazlo! ¡Puede ser esto lo que pueda liberarnos, no más pesar en cada vida! — resonaba una voz en la mente del extraño.

—No tengo intención de terminar mi vida tan pronto — se oponía a la idea, siéndole algo muy difícil, su mismo cuerpo se inquietaba deseoso por ir y descubrir lo inesperado.

—Últimamente hace eso Lars, “quiere vivir su vida” — el tono de burla de una voz femenina retumbaba en la cabeza del hombre, incrementando la ansiedad — vivir negándote solo te hace mal vivir. ¿De que te sirve tener una extensa vida si no la disfrutas?

—¡Basta no quiero acabar como Erion! — vocifero de improviso al dejarse llevar por las voces en su mente, inmediatamente las personas le vieron con muy mala expresión.

—¡Señor retírese la capucha! — indico uno hombre quien amenazó con una lanza al extraño de dos metros, al hacerlo una peculiaridad se dio a conocer una cola blanca — ¡¿Pero que demonios?!

Esto fue una señal para el extraño quien les arrojo su capucha para eludir el inminente ataque con la lanza, de forma rápida una silueta blanca con un brillo llamativo salió a toda marcha en dirección al pueblo.

—¡Es un Galganes! ¡Todos atentos! — comunico con un grito a todo pulmón para pasar la información a los demás habitantes.

El Galganes era un gato humanoide, más semejante a un tigre por su corpulencia, su atlético cuerpo andaba en cuatro patas mejorando su velocidad y agilidad, haciéndole posible pasar entre la multitud de visitantes sin representarle un problema, pero si para sus perseguidores. El hombre felino de pelaje blanco no corría sin rumbo en el rústico pueblo, seguía el rastro de la niña, la cual se acercaba al otro extremo.

—¡Debe estar siendo transportada, si flaqueo en este punto podría terminar siendo llevada a otra parte de Neruma! — advertía otra voz en la cabeza del Galganes, siendo un dato que el mismo ya sabía.

—¡Shh! ¡Calla no molestes! — paraba a esa otra voz dentro suyo al no dejarle concentrar.

Tras doblar un par de esquinas decidió subir al techo de un hogar para acortar camino, usando el toldo de una carroza para llegar, así logro ver a un jinete de gran barba castaña montado en un ave de alas cortas, pero hermosas plumas rojizas, sus largas piernas musculosas le hacían una idónea bestia de montura, al ser capaz de andar grandes distancias en corto tiempo, detrás del jinete llevaba a la niña quien estaba pálida al haber experimentado el andar del ave en tan poco tiempo. En la cima el ser peludo volvió a dudar de su actuar temiendo del peligro que podría significar concluir esa travesía, antes de tener más tiempo una flecha rozó sus bigotes, así enterándose que los habitantes no perdían el tiempo al darle caza.

—Así es Tormel ya no tienes tiempo para perder. ¡Corre! — la voz de una mujer le animaba a darlo todo en esta última recta.

El felino se arrojo hacía el piso, ante la vista de todo el mundo se precipitó sin medir consecuencia, pero nadie contaba con su increíble sentido del equilibrio sumado al sentir del paso del viento le dio las condiciones adecuadas para realizar un aterrizaje perfecto sin sufrir algún daño, permitiéndole continuar con la persecución al tocar el suelo. Las personas quienes fueron testigos de tal hazaña quedaron impresionados pero esto no paso desapercibido por el jinete quien miro a sus espaldas descubriendo a lo que el describiría como un feroz tigre blanco gigante, en sus ojos percibía lo más natural de toda bestia su instinto depredador, la caza. De forma casi inmediata le propinó un taconazo a su noble montura en sus costillas haciéndole ir a toda marcha, el viento fue su único acompañante dejando atrás a la temible bestia. El corazón del hombre palpitaban con fuerzas casi podía jurar que saltaría de su pecho en cualquier instante, por suerte este no fue el caso, consiguiendo recuperar la compostura en su viaje de vuelta a su morada.

—¡Esa bestia casi me atrapa! Sus fauces parecían ansiosas por darme un bocado — el jinete sintió un escalofrío al recordar lo cerca que estuvieron.

El hombre no podía quitarse de la mente el fiero rostro de la bestia albina, la vacía mirada de la criatura incitaba al miedo arraigado en su infancia, un miedo que siempre persistía pese el tiempo, haciéndole temer de toda bestia feroz.

—¡El volverá! Vendrá por mi, puedo sentirlo — de la nada hablo la niña con una insólita calma, sabiendo que este no representaba una amenaza, al menos no para ella.

—¡Calla! ¡Cállate esclava! — le grito el hombre al no querer saber nada del tema.

Lejos pero siguiéndole el rastro iba Tormel quien logro salir del pueblo gracias a su agilidad y tantas situaciones complicadas en su vida. Ahora la criatura semi-humana andaba en un paisaje claro, únicamente con la vista de múltiples montañas y colinas, entre ellas una en la cual reposaba un castillo, su instinto animal le aviso del peligro si persistía en su camino, era como si se tratara de una bestia impura colosal a la que no tendría chance alguno para sobrevivir a un encuentro directo, pero el felino sabía que usualmente esto pasaba al estar en su rango, pero está ocasión era diferente, parecía estar dormida “esta cosa peligrosa” para su fortuna, aún así esto volvía a cambiar las cosas.

—Si esta dormida puede despertar y lamentablemente no tengo nueve vidas — concluía Tormel quien se negaba a seguir el rastro de la niña — incluso si lo hiciera nada me asegura si tendrá la guardia baja, puede estar alistándose para mi llegada, será mejor vuelva a mi idea original, ir sería equivalente a la muerte.

—¡Creímos que ya lo entendiste! ¡Vivir..!

—¡Basta! ¡Seguir sus añoranzas me consume! ¡Ustedes han costado la vida de otros! ¡No dejaré me pase lo mismo! ¡Me niego a morir! — vocifero harto de su constante peso sobre sus hombros — ¡Seguiré en mi búsqueda para librarme de ustedes! Mi mejor oportunidad es usando esas extrañas piedras nacientes de estás montañas.

—En mi tiempo se creía que la única forma de conseguir la paz en esta situación era cumpliendo los más grandes anhelos de los difuntos — expresó otra voz en la mente del galganes, pero esto no le era de ayuda, se le mostraba molesto en tener que cumplir los deseos de los muertos limitando su propio tiempo de vida.

—¡No! ¡Yo buscaré otra manera! ¡No me arriesgaré a morir por ustedes! — concluía Tormel quien volvía al pueblo.

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