El Pacto
Ni la grieta pudo defenderlos del resplandor aquella feroz luz consumió a todos los presentes. Rosell quien en un principio no pudo distinguir nada en aquel poderoso destello inicio a notar figuras apareciendo sobre el escenario ahora blanco, estás figuras liberaban colores nunca antes vistos, estás tonalidades estaban cargadas de vida, incluso se movían a voluntad por el espacioso entorno, sus ojos lloraban cautivado totalmente por esta revelación, los colores antes vistos eran una pálida copia comparadas a ellos, un mero insulto a la realidad, en breve quedó atónito el hombre ya que no se había percatado que ya no estaba en la Joroba o al menos no en el mismo plano, se incorporó intentando atrapar aquellas fuentes de color, cuando sus manos estuvieron apunto de apresar a uno este se deslizó por su brazo izquierdo hasta alejarse del hombre.
—¿Cómo? — se pregunto a si mismo, solo para fijarse más detalladamente en las luces.
Tratándose de diminutos seres de luz entidades totalmente de aquellas partículas de tonalidades vibrantes, seres que a duras penas se podía distinguir sus siluetas debido a su propia naturaleza resplandeciente. Susurros inentendibles salían de sus bocas, seguido de pequeñas carcajadas, está situación hizo encogerse al solitario hombre quien se sentía como un extraño en una tierra lejana.
—No temas hijo del infinito inestable — palabras cargadas de comprensión brotaron de uno de estos seres naturales, este se acercó sin temor a su gran tamaño — tu tienes una afinidad rara de ser.
—¡¿Tu hablas mi lengua?! ¡¿Cómo es posible?! — miraba a la extraña criatura parlante.
—Nosotros somos los Rimurianos, las habitantes de este espacio antes de la aparición de su mundo — explicaba con bastante fluidez la curiosa entidad — llevamos tiempo observándolos, somos testigos de sus actos tanto crueles como bondadosos, poco a poco pudimos entender su lengua y dominarla.
—¿Por qué me hablan si se limitaban a observar? — de pronto toda esa ferviente fascinación por estos diminutos se convirtió en temor, su mente pudo notar que eran poseedores de una fuerza abrumadora y únicamente su capricho era lo único que lo mantenía con vida — ¡¿Qué pretenden hacer conmigo?!
Su voz alzada consiguió hacer un cambio notorio en los colores de los habitantes de la zona blanca, tonalidades se transformaron de un pacífico verde menta a un rojo carmín cambiando incluso el ambiente en uno tenso y cargado.
—¡Shhh! — la pequeña mano del Rumuriano se poso sobre los temblorosos labios de Rosell para seguirle una voz rasposa contraria a la suave y pasiva con la que le hablaba — no quieres alterarnos, hagamos esto bien.
La atención de Rosell fue dirigida a los pequeños ojos negros, estos parecían ventanas al infinito vacío mismo, un horror más allá de todo conocimiento y por seguro un martirio bastante posible de ser verdad.
Helado ante la impresión no dijo nada totalmente temeroso de aquellos seres de cuatro brazos y tres dedos gruesos en cada uno, en un inicio creyó notar que sus cabezas liberaban esos colores como si se tratara de fuego pero al tenerlo tan cerca vio la realidad era su cabellera la cual crecía de manera súbita solo para caer y repetir el proceso, este ciclo duraba menos de un minuto.
—Fuiste traído aquí por nuestro mensajero para una importante misión — más rumurianos se acercaron a Rosell danzando a su alrededor — verás últimamente están llevándose a los míos o mejor dicho a partes de mi yo, nos están mutilado, desconozco el motivo pero busco llegar a la fuente lo cual nos es imposible este sitio es la única unión a nuestra realidad.
—¿Entonces cuál sería mi papel? — su temblorosa voz apenas consiguió tener la fuerza necesaria para salir de su boca.
—Tenemos un plan para transportarnos pero existirá un enorme problema, nosotros permaneceremos en un letargo a menos que alguien de ese mundo nos permita despertar de ese lado — le explicó sin embargo algo no le gustaba de todo ese plan, era demasiado sencillo.
—¿Despertarlos? ¿Solo eso? — dudoso de su papel le repetía.
—Si, nos despertarás cuando nos lleves al cabecilla de esta operación una vez lidiemos con ese hombre te verás gratamente remunerado — le contó apelando a su ambición.
—Puedes contar conmigo, pero no entiendo que son ustedes, hace poco hablaste de mutilación y de uno solo no logro comprenderlo — hablo buscando una respuesta.
—Nosotros somos uno solo o sería mejor decir que alguna vez lo fuimos, pero nuestra existencia hizo colapsar toda nuestra realidad, apenas pudimos fragmentar nuestro ser — le explicaba confundiendo al hombre y aterrándolo — por eso es que sufrimos ante la separación de esas partes robadas y por eso mismo es que debemos parar está carnicería.
—Esta bien, acepto los ayudaré — les prometió desconociendo la magnitud del problema.
Los habitantes de aquella zona blanca comenzaron a juntarse al menos una cuarta parte de ellos flotaban haciendo un círculo el cual poco a poco se solidificaba gracias a las muchas cabelleras que se juntaban dando como resultado una masa morada.
—Debes estar cien porciento seguro de despertarnos cuando esté el líder de esta operación, solo podremos estar un corto periodo de tiempo despiertos, pero te aseguro que si fallamos te arrastraremos a la nada — una última advertencia de parte del luminiscente ser era dado para entonces dos de los suyos le hicieran profundos cortes en los dos brazos, la sangre de manera súbita fue a dar a la deforme masa — no falles y serás colmado con grandes tesoros, fracasa y ni tus lamentos serán audibles.
Los diminutos seres se unieron en aquella masa dando como resultado un resplandor de muchas tonalidades, después de eso Rosell perdió el conocimiento.
—¡Despierta! ¡Vamos reacciona! — escuchaba de forma lejana hasta sentir un fuerte dolor en su boca seguido del metálico sabor de la sangre.
—¡¿Qué pasa?! — exclamó Rosell recuperando su conciencia.
—Creí que no te devolverían, por un instante creí que estarías con ellos — su vaga referencia le hizo recordar su encuentro y la promesa.
—¿Hablas de los rumurianos? ¡¿Los has visto?! — Rosell estaba sobresaltado antes de que te tantas dudas de estos insólitos seres.
—No, solo he escuchado sus palabras pero nunca a podido verlos — le explicaba con una mirada vacía la cual atemorizaba al hombre del exterior.
—No me has dicho quien eres ¿Cuál es tu nombre? ¿Cómo acabaste en esta prisión subterránea? — finalmente Rosell se atrevió a preguntar.
Una torcida sonrisa dejo ver los amarillentos dientes chuecos de su compañero dejando ver algo que buscaba ocultar.
—Soy Meril, anteriormente un alto señor de la fe Arxia — se presentaba haciendo una reverencia — llevo dos años purgando mi condena de desviación de fondos.
—¿Tu? ¿Un alto señor de la fe? — le costaba imaginar a ese hombre como alguien respetable y de alcurnia.
—Mi caída fue hecha para volverme uno con la verdadera religión, mi ego estaba demasiado crecido, necesitaba ser humilde — sus palabras parecían apelar a una incertidumbre a la cual deseaba desesperadamente darle un sentido para no perderse a si mismo.
—Esta loco y desesperado, debo tener cuidado su desbalance puede ser perjudicial para mí — pensaba mientras se daba cuenta que estaban fuera de la grieta.
—¡¿Por qué estamos afuera?! ¿No sé libraba una batalla contra esas cosas? — hizo la pregunta al mismo tiempo en que miro a su alrededor.
Los restos de los guardianes estaban en el suelo, en sus entrañas de roca brillaban pequeños diamantes, el hombre herido permanecía sentado contra la pared sin decir nada, la atmósfera a su alrededor era bastante peculiar no parecía ser el mismo tras recibir los destellos. Los supervivientes hablaban entre ellos mientras esperaban al capataz.
—Estas vivo alégrate, los demás no tuvieron tu suerte — bramo molesto el guerrero a cargo.
—Déjalo con esa herida será imposible que vuelva a empuñar una espada — le hacía notar el otro — seguramente lo mandaran a acarrear los minerales.
—¡Todos regresen a trabajar! ¡El espectáculo termino! — apareció el capataz acompañado con dos subordinados con látigos en mano, sin embargo estos se sobresaltaron al ver a los empalados — Bien, ¿Que fue lo que pasó aquí?
—Una masacre, esperábamos salvajes sin disciplina pero no fue el caso, uno de ellos parecía bastante consiente — hablo el guerrero osado dejando a un lado a su líder — mato a la mayoría del equipo con un movimiento.
—¡Es imposible! Nuestro señor Sebastián hizo los arreglos necesarios — vocifero incrédulo dispuesto a tronar los dedos para que sus siervos les atacarán.
—Es cierto señor, ocurrió una situación improbable y usted sabe lo que sucede después de esto ¿Verdad? — hablo el líder apelando a su piedad.
—Si, aparecen bastantes de esas piedras mágicas — acaricio su mentón y le miro, el guerrero agachó la cabeza en señal de respeto — perdonaré este suceso pero necesitaré que entrenen mejor al nuevo gru..
El capataz vio a Rosell y a Meril quienes estaban según su punto de vista perdiendo el tiempo, furioso trono los dedos en su dirección siendo la indicación para sus hombres a descargar sus armas, Rosell cerro los ojos preparándose para el dolor pero este nunca llegó, al ver lo ocurrido se cayó de espalda, Meril lo cubrió recibiendo los implacables lengüetazos su cuerpo se estremecía en cada impacto y lágrimas resbalaban por sus mejillas, no de dolor como uno pensaría.
—¡Este cuerpo está lleno de pecados, el dolor es la clave para el perdón! — gritaba en un acto de sacrificio y regocijo.
—Que desagradable sujeto — murmuró el capataz.
Rosell quien no deseaba ver la escena miro a la grieta, notando un pequeño resplandor, su cuerpo se movió por si mismo levantándose para tomar el pico con el que mataron a uno de los guardianes y golpeó la pared, al tirar de este sus manos resbalaron torpemente, pero tras otro tirón con mayor enjundia hizo caer la pared, revelando una enorme piedra la cual tenía la forma casi perfecta de una esfera, antes está revelación todos se detuvieron a admirarla, era más alta que dos hombres. La quijada del capataz bailaba de la felicidad, su miraba estaba perdida en el próspero mañana hasta dar con el rostro de su descubridor.
—¡Tu! ¿Cuál era tu nombre? — olvidó por completo su nombre y le pregunto abiertamente sin importarle.
—Soy Rosell y me gustaría entregarle este premio a nuestro señor Sebastián — expreso su intención abiertamente.
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