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Desicion Moral

—¿Qué era esa cosa? — su voz no reflejo ni una décima de su autoridad solo el miedo — no se me informo de esa cosa.

—No tema señor esa cosa le teme a este objeto — la niña saco un objeto cilíndrico largo, está estaba rota, con varias fisuras fácilmente confundidas con sus marcas propias — esto me salvó de las alimañas, parecen ser como esa cosa gigantesca.

—¿Una basura con poder? —musito Sebastián soltando un soplo de alivio — quien lo diría.

—Este sitio suena bastante horrible — le dijo tomando la pierna del hombre — parece ruido de estómago, pero es imposible, solo imagínese el tamaño del cuerpo.

Sebastián rio con nervios mostrando un rostro bastante agradable a la menor.

—Ella debe ser el sacrificio, aquella a la que debo dar al señor Walter — una mortífera mirada se poso sobre la indefensa quien no se percató de esto al creer escuchar algo en la oscuridad, antes de poner su mano en el mango del arma se dio cuenta del gesto desinteresado de ella, un acto del cual no podía ignorar — ¡No puedo! ¡Yo.. yo estaría muerto en este instante si no fuera por su actuar!

En su conflicto interno se debatía su próxima acción ambas lo marcarían y a todos en la mansión, hecho del que desconocía.

—Walter me dio poder, cambio mi vida y me entrego a Verónica.. — al rememorarlo recordó como esto era una carga más de un beneficio, incluso el amor de la mujer — ella me salvó la vida aún exponiendo la suya..

La decisión ya estaba tomaba apenas rememoró, su corazón cargado del pasado no dudo, sin embargo necesitaba confirmarlo antes de cegarse.

—¿Cuál era tu nombre? ¿Cómo llegaste aquí? No creo haber escuchado tu motivo de estar aquí —

—¡Un hombre! ¡Un hombre malo me trajo! ¡Me atrapó, llevándome sobre su horrible pollo! ¡Yo viajaba..! — hablo con imprudencia, sintiendo el castigo inexistente de su propietario, ocultándose entre sus brazos, está acción no paso desapercibido para Sebastián quien en el pasado solía ser maltratado por el Conde Roland.

—¡No temas, yo te protegeré! — le aseguro abrazándola con un brazo — tu tendrás una vida plena mientras viva.

—Walter ya no se comunica desde hace un tiempo pese los sacrificios constantes, incluso si lo hiciera yo me impondría a su voluntad — aseguro en sus adentros empujado principalmente por la ausencia de su señor.

Un pequeño gruñido tomo por sorpresa al par, era el estómago de la niña al no poder aguantar más el hambre, así mismo parecía que la realidad volvía a tocar sus puertas las piernas de la infante temblaron, sus ojos perdieron su luz desplomándose sin advertencia previa, aún con ello Sebastián la toma en brazos intentando ser cuidadoso temiendo que por alguna brusquedad suya ella pudiera romperse.

—Parece que lleva un tiempo sin comer — recordó a su bufón quien le dijo que el sacrificio tenía tiempo sin hacerse, con acidez se dijo para si mismo  — demonios es mi culpa que ella esté así.

Un desagradable ruido invadió la solemnidad de la mazmorra, un sonido nauseabundo, pequeñas réplicas de lo que se asemejaría a chirridos se presentaban en una horda repugnante acompañada del sonido de las pequeñas patas y uno que otro arrastre de diminutos cuerpos, en poco menos de un minuto se vio rodeado de insectos rastreros, desde cucarachas, escarabajos, ciempiés, hasta lombrices, todos presentes para consumir a sus víctimas sin importarles el hecho que siguieran con vida, un escalofrío recorrió el cuerpo del hombre quien sintió como sus tripas se revolvían para devolver los alimentos ingeridos.

—Ya veo por eso colapso, tuvo que permanecer en vela para evitar ser comida por los insectos — entendió al ver detenidamente el rostro cansado de la menor, su mano volvió a tocar su espada.

“¿Vas a enfrentarlos? ¿Crees poder domar el ímpetu de ese hombre? Serás comido junto a ella si eliges ese camino, solo déjala y vete, así incluso cumplirás con el sacrificio.”

Escucho claramente la voz de la mercenaria, quedó aún más sorprendido al sentir su respiración sobre su nuca, su presencia no desapareció luego de ello sino que incluso sus manos tomaron el brazo con el que sostenía a Irene incitándolo a botarla.

—¡No! ¡Prometí salvarla! — se negaba a abandonarla.

“Vamos no empieces, has hecho cosas peores, incluso te has traicionado a ti mismo.”

Sebastián lo entendía pero se negaba a caer en ello.

“Es tarde para resistirte, es tarde para querer recuperar tu alma.”

—¡Sigo vivo! ¡Tengo el derecho! ¡Puedo ser un humano! — replicó contra aquella figura volteando hacia ella, pero ella ya no estaba, siguiendo estando rodeado por las hambrientas criaturas, frustrado se llevó la mano a la frente frotándose la frente con la yema de los dedos — ¡¿Qué me está pasando?! ¡Ella está muerta! ¡Yo me asegure que así se quedará!

El grotesco sonido de las alimañas lo regreso a su realidad, estos se acercaban  apenas dejándose notar en la oscuridad, nuevamente llevo su mano al arma enfundada, al apenas sacar una parte de esta de la funda su cuerpo se estremeció en agonía, su cuerpo se vio sometido a una enorme presión, estando a punto de dejar caer a su protegida. El rostro de Eastwood vino a él, su rostro sereno siempre fiel a sus principios según la vista de Sebastián le animaron a sobreponerse aún con la oposición del muerto.

—Yo te vencí, tu ahora me sirves a mi — dijo con dificultad pero con una ferocidad muy marcada, volviendo a repetir la realidad ahora con mayor fuerza — ¡Estás muerto! ¡Y me sirves a mi!

“¿Acaso te salieron pelotas en mi ausencia? ¿O solo es que te creíste ese cuento?”

La voz del Conde Roland retumbaba sobre este, dichas palabras no solo lo dejaron sin habla incluso lograron ablandar su coraje, al carecer de la experiencia de la confrontación guardo silencio.

“Si, eso es, solo has vivido como un siervo sin fuerza o valor por ello nunca te reconoceré, ahora muere como la basura que eres, como el falso rey.”

El hombre cayó de rodillas sucumbiendo a la oposición del muerto, volviendo a guardarse el arma en su funda, la desolación lo invadió al quedarse sin medio alguno para defenderse, mirando nuevamente a la niña.

—Ella nunca se daría cuenta.. — musito el pelinegro desesperado por mantenerse vivo.

Perdido en aquella terrorífica idea recibió un golpe en la boca abriéndole el labio inferior, siendo el mismo el responsable.

—¡No! ¡Eastwood no haría esto! ¡El lo daría todo por mantener su palabra! — recordó aquel último instante en que lo vio, su rostro solemne aún pese el rival de gran calibre delante suyo, todo por salvar a Verónica — ¡Yo puedo ser como él! ¡Puedo ganarme su amor de esta manera! ¡Aún sin tu ayuda!

Los insectos avanzaron a lo que sería una breve batalla dónde en un inicio parecería que perderían pero a la larga el individuo sería consumido al ser solo uno y sin medios para sobrellevar la inmensa superioridad numérica. Grotescos sonidos inundaron la mazmorra al estar pisoteando a los osados bichos, enfatizado en sobrevivir mataba a tantos como podía, los minutos seguían pasando y su número no disminuía para su pesar, en cambio sus fuerzas estaban decayendo, el sudor recorría su rostro, sus movimientos se volvieron torpes, dejando una apertura a las asquerosas criaturas quienes treparon sus piernas, el cosquilleo por todo su cuerpo comenzó llevándolo al pánico con su brazo libre golpeó esas regiones de su cuerpo sin distinguir entre el sudor y los invasores, a esto no paraba de pisotear sabiendo que si no ofrecía resistencia sería devorado en breve.

—¡Malditos! ¡Malditos! ¡¡Mal nacidos!! — repetía a sus adentros ahogado en su cansancio, sus propios golpes mermaban su fuerza, lo cual se hizo más evidente al darse de lleno en el vientre al sentir un cosquilleo, a todo esto piquetes con pequeñas dosis de veneno y mordidas diminutas pero profundas seguían su curso inmisericordio, aún con ello se repetía aferrándose a la nula esperanza — ¡Saldremos de esta! ¡Lo haremos!

Un cienpiés logro escalar el cuerpo de Sebastián llegando a la niña, sus mandíbulas buscaron su frágil cuello dónde buscaría abrirse paso hasta su interior, avanzo hasta encontrar su objetivo levantando la parte superior de su cuerpo para iniciar la invasión, un crujido se produjo gracias a la mordida del hombre sobre el insecto de dos pulgadas de grosor. Su rostro se puso pálido ante tantas toxinas en su cuerpo, la visión se nublaba y los mareos empeoraban todo.

—Estoy perdido, no puedo mover mis piernas — se percató el hombre quien parecía se desplomaría en cualquier instante, las alimañas treparon sobre el tipo listas para comerlo, el manto negro viviente que era el piso se juntaba toda — ¡Vive tu!

La niña se perdió en la tranquila oscuridad dónde no estaban los carroñeros, pero el solo fue testigo de como la multitud conglomerada a sus pies adquiría una forma humanoide, las cucarachas se volvieron en un horrible manto sucio, la mirada de aquel ser ardió a unos centímetros del señor del castillo Esmeralda. Una mano gris sujeto el cuello del debilitado hombre quien no daba crédito a la aparición, solo creía era parte de sus alucinaciones o al veneno en su cuerpo.

—¡Idiota! ¡No podía ponerle una mano encima hasta ahora! ¡Pero tú hiciste algo que no debías! — su voz era la de muchos, chillidos sonaban como eco de sus palabras, el acabado rostro de Sebastián se limito a sonreír de forma burlona.

—Creo que solo logro irritar a tipos peligrosos — pensó el desvariante en su pésima condición.

—Mereces una muerte humillante, un fin tan deshumanizante que te quiebre incluso en la otra vida — la malicia de estas palabras parecieron ser entendidas a la perfección, quedando temeroso de aquella perversa promesa, la larga lengua de ese ser salió a lamer el sudor del aterrado — si eso bastará.

Una insegura sonrisa surgió de aquel rostro agobiado, deseando creer que esa asquerosa lámina era todo el martirio a sufrir. Apenas el demoníaco ser percibió ese ápice de esperanza introdujo su grumosa lengua en la boca del desprevenido, retomando su forma previa del tumulto de insectos, las aberrantes criaturas se introdujeron en cada una de sus cavidades aún por más pequeña o recóndita, chillidos y llantos quedaron ahogados entre tanta invasión a su cuerpo, tumbado en el suelo se retorcía apretando el suelo en su dolor mientras la plaga seguía metiéndose a él, haciéndole sangrar por sus orificios. La demanda por entrar era tan grande que iniciaron a perforarlo en el abdomen, otros más comenzaron a devorar sus extremidades, su cuerpo en pocos minutos fue más insecto que humano, su vida agonizaba pese su deplorable estado únicamente por qué esas cosas evitaron dañar órganos vitales hasta ese momento, todo para prolongar su sufrimiento solo sintiendo el eterno ardor y dolores nunca antes experimentados por un ser humano.

—Que pare.. Solo quiero que termine.. — se repetía está idea una y otra vez con mayor cansancio al no parar de sentirlos debajo de su propia piel, esto propicio una propia repugnancia a si mismo — déjame morir.. solo mátame. Mátame. Termina conmigo. Acaba. Finaliza con mi vida. Ya. Hazlo. Vamos. Ya. No más. No más. No más.

Los insectos en su interior fueron a su corazón, su vaso, sus pulmones y el cerebro para hacer caso a su último deseo, atacando sin titubear estos órganos logrando hacer colapsar la vida de Sebastián, siendo entonces cuando algo paso contradiciendo los sucesos previamente acontecidos, del mar de insectos emergió una esfera con un aura morada, siendo apenas del mismo tamaño del puño de un infante de siete años, se levantó sobre la mazmorra y salió disparada a la superficie, al castillo.

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