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Chapter 6

Semir tenía un mal día. La cosa había comenzado al amanecer, cuando le sonó su móvil y empezaron a aparecer en la pantalla una serie de fotografías que lo enfurecieron. 

Recordó como el día anterior había besado a Hilary y había recibido a cambio una abofeteada.

Pero mucho más lo enfurecía que su padre le recriminara tal cosa que había sucedido mucho antes que se casara. Por desgracia, despedir a la responsable del artículo, publicado  en un popular periódico sensacionalista, era la única satisfacción  que le cabía esperar.

—No es  culpa tuya –le dijo Tom, su asesor legal y mejor amigo.

—Claro que es culpa mía –gruño el –. Era mi departamento y mi fiesta, y la mujer que había en mi cama era quien había organizado la maldita fiesta de Elite.

—Ana es una chica extrema, siempre fue así. Mientras más cosas salgan de ella mayor será su fama. No cabe duda que ella vendió esas fotos a la prensa. –le recordó Tom.

Semir asintió al tiempo que apretaba los dientes.

—Ha sido mala suerte, eso es todo –opinó Tom –No eres de quien le pide a sus invitados que mande sus credenciales por anticipado, por lo que no tenías forma de fiarte de ella. Tu solo pediste invitar a todos de Elite.

— ¿De fiar? –repitió Semir con sus bellos rasgos fruncidos –. ¿Acaso  tu que eres mi asesor legal, no temes que tu reputación este por los suelos? Te recuerdo que los dos estuvimos en aquella fiesta. ¡Pero valla, justo al irresponsable príncipe le debe suceder todo! .

Aunque había nacido y se había criado en Inglaterra hasta cierta edad, sus padres habían decidido enviarlo a un internado en Estados Unidos y luego seguir sus estudios en  Harvard, todo le resultaba más fácil no tener responsabilidades de príncipe, hasta que sus padres habían optado por obligarlo a casarse para así componer su vida de adulto responsable.

—Personas decentes e integras. En el mundo privilegiado en el que te mueves, ¿Cómo ibas a saber que una seria una oportunista que a mala fama le gusta crecer?

—La prensa lo sabía –contraataco Semir.

—Las personas lo olvidaran enseguida y a tu padre se le ira su furia, aunque la morocha bailando desnuda en tu departamento es memorable –apuntó  Tom mientras volvía a mirar el periódico.

—No recuerdo a verla visto. Me fui pronto a la habitación. Solo recuerdo a ver visto a todos vestidos.

—Los escándalos te persiguen. Supongo que el rey y el consejo estarán en pie de guerra, como siempre.

Semir asintió en silencio. En nombre de la lealtad a su pueblo y el respeto a su familia, había pagado por el ultimo escandalo con su fiero orgullo y ambición.

Dejar que el rey Felipe, de cincuenta y cinco años, le echara una bronca como un  escolar travieso había sido una terrible experiencia para un multimillonario príncipe cuyo consejo a la hora de hacer presencia en diferentes países solicitaban tanto al gobierno inglés como gobiernos extranjeros. Y ahora esto le bajaba su reputación por futuro rey.

Y cuando el Felipe le había reprochado que era un mujeriego, Semir tuvo que respirar varias veces para no decirle a su padre que las expectativas y los valores habían cambiado desde mucho tiempo atrás tanto para los hombres como para las mujeres.

Felipe había desposado la hija de un duque Árabe, y durante su tiempo de casado, nunca había mirado a otra mujer más que su esposa.

A los veintinueve  años se casó con una mujer que podía ser su hermana. Isabella en ese momento tenía dieciocho años cumplidos, que le dio un hijo. A su único hijo Semir. Aun así en su diferencia de edad, la reina había aprendido amar al único hombre que podía mirar como hombre en diferentes aspectos.

A los veintisiete  años de edad, Semir aún seguía siendo un niño irresponsable que poco le importaba la opinión de la gente hasta hace un año atrás cuando fue obligado a casarse y fingir ser un hombre de familia.

Las palabras que su padre le había dicho en la mañana aún seguían en su mente.

<<¡Nunca serás un rey si no cambias tu forma de vida y te conviertes en un respetable hombre de familia!>> , le había dicho su padre, muy enfadado.<<No te apoyare ante el concejo y, por muy brillante que seas en hacer crecer al pueblo, Semir, el concejo siempre hará lo que yo pida. No dejaran que un hombre como tú, levante discotecas y porque tengas una mente renovada, dejaran que lleves la cabeza del país.>>

Sin embargo, ¿Qué tenía que ver su vida sexual con su hábil mente? ¿Desde cuándo una esposa e hijos harían a un hombre responsable?.

Semir nunca tuvo interés en casarse. De hecho, el siempre había estado preparado para gobernar un país sin una reina. Le repelía la idea de atarse a una mujer de por vida y temía que un divorcio lo despojara de su título de príncipe.

Tom lo miro compungido.

—No me digas que el viejo te volvió a soltar el rollo de que seas un hombre de casa.

—Quiere que tenga un hijo con Judith. Cree que con eso seré un hombre hogareño y sentare cabeza. En fin, dejemos de hablar de él.

Hilary se bajó de su bicicleta e un salto y corrió a la farmacia en busca de los medicamentos de su padre. Como siempre, llegaba tarde. Su melena de rizos pelirrojos le saltaba sobre encima de su cintura al tiempo que sus verdes ojos brillaban.

—Buenos días, Francés –saludo alegremente a la mujer que estaba tras el mostrador.

—Me sorprende verte tan contenta esta mañana.

— ¿Por qué no iba a estarlo?

La mujer dio una palmada sobre el periódico muy sobado que había sobre el mostrador y lo giro para que Hilary leyera el titular. Ella palideció, agarro el diario y paso la página con impaciencia. Gimió al ver la foto de la morocha bailando en una mesa y otra foto donde se encontraba Semir envuelto en una sábana  junto a una mujer sacando la foto.

—Parece que el príncipe hizo de la suya otra vez. Me sorprende que nunca lo haigas conocido –señalo Francés.

—Nunca leo el periódico.

Hilary pago los medicamentos y salió del lugar. ¿Cómo podía creer que un beso era todo? El solo quería aprovecharse de ella como todas las demás.

Volvió a montar la bici; pedaleo con fuerza para llegar al palacio.

Aunque su madre se esforzara por ser dulce con ella y nunca lo era, siempre la había reprendido por tener en cuenta su valor de mujer, que nunca se dejara engañar por las promesas de amor eterno que un hombre brindaba en el momento.

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