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LA PIEDRA PERDIDA

Isabelle cerró la puerta de un portazo. Estaba enojada pero sobretodo cansada, las peleas con su familia eran cada vez más agotadoras. Era entrada la noche y sus pasos se escuchaban firmes sobre el pavimento al igual que su corazón martillando contra su pecho.

No había nadie en la calle exceptuando al señor Smith, un anciano vagabundo que estaba durmiendo en su cama, si a ese montículo de trapos se le podía decir cama. La calle estaba mal iluminada, llena de autos estacionados a sus costados, la alarma de uno de ellos estaba sonando estruendosamente en el medio del silencio. Isabelle comenzó a correr hacia la plaza central a dos kilómetros de su casa, este era su lugar favorito en la ciudad. Estaba llena de árboles, césped y flores. Con una hermosa fuente de un ángel blanco que despedía agua desde una vasija que sostenía en su costado. Isabelle pensó en la plaza con nostalgia recordando los momentos de su infancia, sin responsabilidades ni peleas.

Se sentía un poco asustada, lamentablemente no era seguro para una chica estar sola en la calle a esas horas, pero correr era lo único que realmente la tranquilizaba. Al llegar, toda sudada, se sentó jadeando en uno de los bancos de la plaza admirando la fuente, la vista de ésta la relajaba; se quedó allí por un rato disfrutando de su soledad cuando algo detrás de ella la distrajo. Era un destello de humo y luz de color azul y luego seis personas, dos adolescentes y cuatro ancianos aparecieron de la nada, Isabelle abrió sus ojos sorprendida. Los ancianos eran increíblemente viejos ataviados con túnicas largas hasta el suelo que parecían tan viejas como sus dueños de un color terracota y ostentosas capas de viaje negras aterciopeladas con un extraño símbolo bordado en cada una de ellas que no pudo alcanzar a ver. Frente a ellos se encontraban los dos adolescentes, parecían ser gemelos, rubios y bronceados. Al menos ellos parecían estar vestidos como personas normales, pensó Isabelle. Hasta que vio lo que llevan atado alrededor de la cintura: cada uno llevaba una espada corta. Parecían estar teniendo una acalorada discusión entre ellos, sobre todo entre los gemelos.

Su conciencia le decía que no debía ir a averiguar qué estaba pasando, pero Isabelle era increíblemente curiosa además no tenia nada mejor que hacer ya que no quería volver a su casa, no con su familia tan enojada. Así que lo más sigilosamente que pudo se levantó del banco en el que estaba sentada y pasó por detrás de los árboles hasta ponerse detrás de un ancho roble bastante cerca de aquel grupo tan extraño. Los gritos habían cesado y parecían querer entablar una conversación civilizada.

—¿Qué estaban haciendo en el momento del robo?—Dijo uno de los ancianos con voz monótona. Isabelle se puso a observar a los cuatro ancianos más detalladamente, tenían barbas largas, elegancia para moverse a pesar de su edad, notó también que alrededor de sus cuerpos todavía quedaba ese humo azulado dándoles un efecto espectral, ahora que estaba más cerca podía ver que el símbolo bordado en sus capas de viaje con excelente presión. Era un nudo de bruja y cada una de sus puntas tenía un color diferente azul, rojo, verde y celeste. Al llegar a ver sus ojos ella jadeó, eran brillantes como bombillas. Esto la puso nerviosa, esos tipos no eran normales.

El rubio de la derecha clavó su mirada en el encapuchado y sonrió burlonamente—Creo que sería inapropiado de mi parte decírselo. Pero si gusta puede preguntarle a Lydia y Meredith, maestro.

¿Maestro?

El de la izquierda soltó una carcajada cómplice.

Isabelle se puso a observar detenidamente a los muchachos, eran guapos como... inhumanamente guapos sus rubias melenas tenían suaves rizos que entornaban sus rostros dándoles un aspecto salvaje, sus rasgos eran afilados y bien definidos: pómulos altos, labios carnosos y mandíbulas cuadradas, el bronceado dándoles el último toque. Sus bíceps eran más grandes que su cuello, sus espaldas anchas, increíblemente altos y sus ojos no eran exactamente iguales sino que el de la derecha tenía ojos violeta mientras que su hermano azules, tal vez no eran gemelos sino mellizos.

Isabelle contuvo un suspiro.

—Deje de ser sarcástico joven Kol robaron su piedra familiar— Dijo uno de los viejos en su tono monótono devolviendo a Isabelle a la realidad.

¿Piedra familiar? ¿Pero qué?

—Cuando usted comience a hacer algo y deje de hacer preguntas estúpidas dejaré de ser sarcástico, hasta entonces...— Dijo Kol— ¡Estamos perdiendo el tiempo!— Exclamó exasperado moviendo sus manos para dar más énfasis.

El anciano estaba tranquilo, un gesto que mandó escalofríos a través del cuerpo de Isabelle, sus ojos destellaron aún más y la atmósfera alrededor de éste cambió considerablemente. Era una clara amenaza, le estaba recordando al rubio, como un animal salvaje lo haría, quien mandaba allí. Aunque quisiera negarlo la fuerza que emanaba ese señor hizo que Isabelle empezara a arrepentirse de estar ahí, pero sin otro lugar al que escapar y decidida a quedarse a ver qué estaba pasando se quedó quieta en su lugar y con la oreja parada.

A diferencia de ella Kol no se inmutó, es más, veía al anciano con cara desafiante, en cambio el chico de la izquierda parecía haber tenido una reacción similar a la de Isabelle.

—¿Qué hay sobre usted joven Niels? —Dijo otro de los ancianos dando un paso al frente quitando la atención del anterior, refiriéndose al chico de la izquierda al darse cuenta que el tal Kol no ayudaría.

—Y... yo... mmm, estaba en la cocina.—dijo Niels nervioso.

—¿Haciendo?—Dijo el anciano exasperado.

—Ehh... E-estaba —Dijo sonrojándose–cocinando.

—¿Puede ser más especifico?

—Estaba cocinando papas. —dijo rascándose la cabeza.

—¿Y cómo no escuchó las trampas activándose?

—Es que estaba cocinando con mis poderes y las papas explotaron e hicieron mucho ruido y ensuciaron todo, tuve que limpiarlo con una espátula lo que me llevó mucho tiempo pero lo hice escuchando Taylor Swift así que no fue tan malo.—balbuceó.

¿Poderes? Ok... Definitivamente están pirados.

—Ay hermanito, hermanito.—Dijo el tal Kol agarrándose la cabeza.

Isabelle casi suelta una carcajada pero logró contenerla, estos tipos claramente estaban locos de remate, pensó. De repente su celular comenzó a sonar. Isabelle lo sacó rápidamente y silenció la llamada de su madre con manos temblorosas. Esperó que los raros no lo hubieran escuchado. Se volvió a asomar y no vio a nadie, suspiró aliviada; tal vez se habían ido pensó.

Pero de repente alguien se tiró desde el árbol cayendo dolorosamente sobre ella haciendo que su teléfono se le resbalara de la mano. Era Niels, y su expresión nerviosa se había ido por completo. Al verlo en este momento Isabelle experimentó miedo como nunca antes. El rostro del Niels estaba totalmente serio y sus ojos se veían vacíos. Su aura había cambiado notoriamente como la del anciano hace un momento, con la única diferencia que lo de éste había sido solo una advertencia. Isabelle sabía que si hacía alguna cosa estúpida Niels no iba a dudar en matarla. Trató de salir de abajo suyo retorciéndose pero le fue imposible, Niels la tenía agarrada por los brazos tan fuerte que le estaba dejando marcas rojas y apretaba sus piernas contra las suyas como una tenaza mortal.

Isabelle escuchó una risa burlona y, por primera vez desde que la habían descubierto dejó de mirar a Niels para ver de donde venía ese ruido, era Kol que estaba a dos pasos de donde ella y Niels estaban tirados. A una distancia considerable estaban los ancianos teniendo una conversación algo subida de tono.

—No puedes liberarte de su agarre querida, nuestra raza es superior.—Dijo Kol con una sonrisa condescendiente, rodando sus ojos.

Isabelle lo ignoró. No importa que tan asustada esté pensó Isabelle, no voy a dejar que se regodeen con mi sufrimiento.

—Hemos decidido que se encargarán de ella,  no podemos dejarla aquí porque podría contar lo que vio y matarla significaría romper el tratado de paz que tenemos con los humanos y va contra nuestros principios hacer eso, somos seres pacíficos.

—¿Nosotros, encargarnos de esta cosa?—Los ojos violeta de Kol destellaban furia, señaló con su largo dedo a la chica aplastada contra el piso haciendo énfasis en sus palabras. El anciano dio un paso adelante volviéndose aún más intimidante, Isabelle había dejado de removerse a medida que el agarre de Niels se aflojaba. No tenía deseos de lastimar a la chica, solo había aparecido en el momento equivocado.

—Debió haber sido más responsable joven Kol, haber priorizado la honra de su familia .—Dijo con desesperante calma uno de los ancianos que hasta el momento se había mantenido neutral. Isabelle sentía los latidos de su corazón martillando en sus oídos, intentaba matener una fachada valiente pero por dentro deseaba nunca haber salido de su casa ni haberse acercado a ese árbol ¿Por qué era tan curiosa?

Subió su mirada hacia la de Niels, seguía vacía, ningún indicio de piedad. Kol puso su mano izquierda en el mango de cuero de su espada. Isabelle contuvo el aliento esperando su inminente destino.

—¿Está bromeando verdad? ¡Es un puto humano! No podemos tenerla de mascota.—Desenvainó su espada corta bien afilada, hecha de oro y con un rubí incrustado en el mango, reflejando la luz de la luna. Isabelle contuvo su miedo pero no pudo evitar que sus ojos se llenen de lágrimas, Niels fue incapaz de sostenerle la mirada mientras su hermano presionaba suavemente le hoja afilada.—Voto por matarla.

—No se atreva a lastimarla.—Dijo firmemente uno de los barbudos, Kol los miró desafiante y hundió un poco más la hoja en la garganta de Isabelle quien respiraba con dificultad debido a la presión que ejercía la misma.—El tratado no puede ser roto. Encuentren la piedra y tal vez recuperen el honor de su familia.

Kol sacó a regañadientes la espada de la garganta de Isabelle quien empezó a tomar bocanadas de aire para recuperarse, sabía que si no le hacía caso a los maestros ni siquiera le darían la oportunidad de buscar su piedra y no tendrían más opción que ir a vivir en el Gueto, limpió la sangre de la espada contra el césped y la guardó, Isabelle empezó a entrar en pánico ¡Estos locos iban a secuestrarla! Empezó a sacudirse bajo Niels mientras le escupía la cara y le mordía los brazos, con pánico creciente Isabelle se dio cuenta que no le hacía daño alguno al chico, Kol que estuvo mirando la divertida y patética escena le dio una orden silenciosa a su hermano y se fue gracilmente hacia los maestros que estaban mirando a lo lejos. Niels tomó el brazo de Isabelle y tiró de éste, poniendo sus muñecas en su espalda fuertemente de la misma forma que había visto hacer a la policía con el señor Smith cuando robaba comida.

La cabeza de Isabelle daba vueltas, al parecer que alguien se tire arriba tuyo y que tu cuello esté chorreando sangre no era muy bueno.

—¡Ayudaaaa, por favor alguien que me ayude!— Gritó, aunque su condición era precaria su instinto de supervivencia era más fuerte— ¡No me toques!, ¡Suéltame!.

—Lo siento— Dijo Niels en un susurro entrecortado pero su agarre seguía siendo feroz.

—No ganas nada con lamentarlo— Dijo Isabelle tratando de convencerlo— ¿No entiendes? Tengo amigos y familia aquí no puedes separarme de ellos ¡No puedes! Ten un poco de compasión.

Niels se detuvo y dudó, pero Kol que escuchó el estúpido intento de escape de la humana y se acercó a su hermano.

—Niels, hermanito, si la dejas escapar perderemos todo, nos tirarán en el Gueto— Dijo Kol lentamente.

Aprovechando este momento de distracción Isabelle logró zafarse del agarre de Niels y corrió unos metros cuando, de pronto, apareció en su camino un semicírculo de fuego de más o menos un metro y medio de alto, Isabelle paró de correr en seco y dio un salto atrás gritando horrorizada, unos minutos después sintió la misma presión en sus muñecas que antes, era Niels de nuevo, retomaron el camino. Isabelle miró a Kol que estaba jugueteando distraídamente con una bola de fuego en su mano. Los maestros se acercaron rápidamente, luego todo se volvió negro.

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