
Capítulo Veinticinco
(Leer con voz de serie adolescente)
En capítulos anteriores:
Rowan fue con Ray a un hospital psiquiátrico a visitar a la esposa de Warren. Esta les dice el lugar donde pueden hallar evidencia en contra de este. Se infiltran en su mansión y roban los DVD. En la huida dan con Nikolai y Kayn, el problema es que los hombres de Warren los persiguen. Rowan trata de subir el video mientras conducen, pero entonces, todo se vuelve blanco. Han tenido un accidente.
No te preguntes en dónde estás
Sino con quien estás
Un fuerte olor invadió mis fosas nasales.
Todo estaba oscuro, y lo único que podía oír era un irritante pitido proveniente de algún lugar desconocido.
Saboreaba cierta sustancia metálica en mi boca; sangre.
Me dolía todo el cuerpo, particularmente la cabeza. Mi pecho debió de haber impactado fuertemente contra algo, pues respirar de pronto requirió un esfuerzo sobrehumano.
Aunque lo que más me preocupaba no era la presencia de dolor, sino la ausencia de él.
Porque en ese momento no sentía mi pierna izquierda.
Aquel agobiante pitido me estaba volviendo loca. Traté de oír más allá de él, y lo único que reconocí fue el rechinar de llantas que frenaban rápidamente de imprevisto.
Intenté recordar lo que acababa de suceder, pero había algo que me desconcentraba.
Y era ese jodido olor que se estaba haciendo cada vez más pestilente.
Me resultaba familiar, pero me tomó unos segundos en percatarme de lo que era.
Mierda. Se trataba de gasolina.
Abrí los ojos en un instante. La repentina luz fulminante me cegó por un momento, provocando que tuviera que entrecerrar los párpados para lograr ver...
Y lo que vi no me gustó para nada.
Obligué a mis músculos a moverse, estos reprochaban a gritos que me quedara quieta, sin embargo yo insistí, tenía que llevar a ese vehículo.
Si, es justo como dije, me estaba aproximando a aquella máquina que pronto estallaría en pedazos. Puede que dicho así suene hasta estúpido, pero es que a esa frase le faltaba un ligeeeeeeero detallito:
Kayn estaba en ese auto.
Lentamente me puse en pie para dar pronto con él. Cogié notablemente, haciendo un arduo trabajo para arrastrar mi pierna inmóvil.
El carro estaba de cabeza, demostrando la gravedad del incidente. Los vidrios se habían destrozado con el impacto, por lo que mis rodillas se ensangrentaron enseguida cuando me puse de cuclillas para adentrarme en el coche. Esbocé una mueca de dolor, podía sentir como se incrustaban en mi piel.
Pronto noté que los sujetos de negro estaban alrededor del accidente, tomándole el pulso a mis compañeros inconscientes. Vi como algunos de ellos trataron de acercarse, pero prontamente retrocediendo temerosos y haciendo aspavientos. Me estaban gritando algo.
—¡Va a explotar! ¡Sal de ahí!
Movían los brazos frenéticamente, en una señal de que me alejara. Yo no los escuché, pues estaba demasiado pendiente del alemán como para hacerlo.
—¡Kayn! ¡Kayn! —exclamé mientras lo sacudía con vehemencia—. Mierda ¡Kayn!
No hubo respuesta.
El olor de la gasolina se estaba haciendo cada vez más evidente. Las llamas sobre el motor se avivaron, siendo un claro recordatorio del poco tiempo que me quedaba.
Intenté actuar tan rápido como pude. Empujé el cuerpo de mi compañero para dar con su cinturón de seguridad. Tuve que batallar contra la bolsa de aire pero pronto pude encontrarlo. Aunque claro, la cosa no podía ser tan simple, y es que el cinturón estaba atascado.
Tuve que ocupar la fuerza bruta. Tiré con todas mis fuerzas para poder liberarlo pero todo parecía ser en vano.
Me recordó a esa escena en "Destino final" en la que los personajes están atrapados en un auto del cuál deben escapar para evitar ser masacrados por un tren que se aproxima a toda velocidad. Al final ellos logran sobrevivir; ¿correremos Kayn y yo con la misma suerte?
El humo empezó a nublar por completo mi vista. Comencé a toser frenéticamente y me quedé sin fuerzas para continuar con mi misión.
Todo indicaba que ese sería nuestro destino final.
Bueno, era mejor final que morir a manos de Félix ¿eh? Al menos esa sería una muerte épica relativamente rápida ¿o no?
¿Qué pasaba si en cuanto estallaba seguía consciente y sentía mi piel arder ante el fuego? ¿O si sobrevivía y quedaba en estado parapléjico?
<¿Sabes qué? Me arrepiento, mejor sigo dándomelas de doble de acción y trato de salvar al odioso de Kayn>
Moví el cuerpo del rubio y me abrí paso al asiento trasero, en donde esperaba que hubiera algo útil.
Apenas podía ver, por lo que entrecerré los ojos y me guié mayormente por el tacto. Mis dedos empezaron a sangrar por los pedazos de vidrio que allí se encontraban pero...
Una llama de esperanza se iluminó en mi interior en cuanto se me vino una idea en la cabeza.
Ahora sabía lo que buscaba.
Cortes más y más profundos dañaron mis manos mientras removía el techo (que ahora era el techo), sin embargo todo eso pasó a segundo plano en cuanto encontré lo que buscaba.
Caminando de rodillas, volví al asiento de piloto en el que estaba Kayn. Su cuerpo cayó bruscamente al suelo cuando ocupé un trozo afilado y grande de vidrio para cortar su cinturón de seguridad.
Con la poca fuerza que me quedaba tomé sus brazos y tiré de él para sacarlo del vehículo y ponernos a salvo de la explosión que se avecinaba. Para ese momento, yo sabía que solo quedaban unos segundos para que eso ocurriera.
Mi pierna izquierda seguía sin responder, por lo que toda la mayor fuerza se centraba en la de mis brazos, los cuales hacían todo lo posible para poder contra el peso Kayn.
—Ayuda —hablé todo lo fuerte que pude. El humo se había colado en mis pulmones y no podía hablar más fuerte—. Ayuda.
De mi garganta salían gemidos de cansancio. Mis ojos estaban por cerrarse cuando pude ver a dos hombres aproximarse a nosotros.
Uno se ocupó de mí y el otro de Kayn.
El sujeto tomó mi brazo y lo pasó por su hombro, dejando que todo mi peso recayera sobre él. Casi caigo de bruces cuando se puso de pie, mas el hombre me sostuvo con fuerza para que eso no pasara. Así comenzó a caminar, provocando que yo lo imitara mientras cojeaba.
Mientras avanzaba, miré sobre mi hombro para ver a mi compañero. Él seguía sin responder, pero aún así el sujeto se las había arreglado para tirar de él y alejarlo del accidente.
Volví mi vista al frente y vi a mis demás compañeros con los ojos cerrados e inmóviles. Tenían hombres a su alrededor tomándoles el pulso, ¿Seguirían con vida?
De pronto, dejé de oír, dejé de ver. Todo se había vuelto oscuro.
El coche había estallado.
***
Recuerdo que los fines de semana, mientras mis padres estaban de viaje, Josh se colaba en mi casa para pasar el rato.
Nos habíamos propuesto ver las mismas series para después comentarlas. Algo así como un club de lectura. El problema era que uno de nosotros SIEMPRE hacía trampa y se adelantaba de capítulo, por lo que nunca podíamos coincidir en algo.
—Me la suda, veremos este episodio.
—No, que aburrido ¡Ya sé que sucede!
—Ese no es asunto mío —reproché—. Te pasa por tramposo.
Cómo sabía que no tenía argumentos en mi contra, simplemente se cruzó de brazos y se resignó a ver lo que yo quisiera.
Nos encontrábamos en la habitación de mis padres. Ellos nunca me dejaban estar allí, por eso aprovechaba a que se iban para entrar y ocupar su televisión, la cuál era tres veces más grande que la mía.
Josh estaba acostado en la cama, sosteniendo el bote de palomitas que acabábamos de hacer. Se nos habían quemado, pero eso no iba a detenernos, pues era eso o no comer nada. Y no comer nada no era una opción.
Ya estábamos por acabar la comida antes de siquiera empezar el capítulo. Típico.
Tomé el control remoto y busqué la serie que nos tocaba. En cuanto la encontré, hice click a la opción de "reanudar" y di inicio al episodio de "Grey 's Anatomy", el cuál comenzó con un pitido que seguía un ritmo constante.
Precisamente el mismo pitido que oí cuando desperté.
Mis párpados se abrieron en cámara lenta.
Una vez más, una luz me cegó, no obstante, pronto me di cuenta de que no se trataba del sol (como antes) sino que de un foco resplandeciente, el cuál iluminaba de manera potentemente gracias al color blanco de las paredes.
Las paredes de una habitación.
Me encontraba recostada en una camilla de sábanas claras. Sentía algo en mi muñeca. Era intravenosa, lo que confirmaba mis suposiciones. Estaba en un hospital.
La pregunta era, ¿Cómo había llegado allí?
Hice un arduo esfuerzo por sentarme. El dolor era notoriamente menor al previo, pero no por ello inexistente. Respiré con profundidad para reunir fuerzas, Lo primero que hice fue mirar a mi alrededor para verlo con mayor detalle.
No había nada que no fueran implementos médicos, ni siquiera ventanas. Y no solo eso, lo más raro era que no se oían ruidos por el pasillo.
En definitiva, aquel no era un hospital común. O quizás, ni siquiera era un hospital.
Me llevé la mano izquierda a la cabeza, dándome cuenta de dos cosas:
1.— Una venda rodeaba la palma de mi mano.
2.—Otra rodeaba mi cabeza.
Vaya, definitivamente me habían dado duro.
Además, como si no fuera suficiente, sentía un fuerte dolor en el estómago. Me levanté la bata para ver de qué se trataba, y vi un hematoma de tamaño considerable. Poco más y parecía que me había metido en una pelea contra el mismísimo Arnold Schwarzenegger.
Me quedé desconcertada y pensativa, preguntándome cuánto tiempo había pasado desde el accidente.
¿Y el abuelo? ¿Y la secta? ¿Se había subido el video?
Aquellas eran todas dudas que no tendrían pronta respuesta, en especial porque en ese momento, oí pasos aproximarse a la habitación.
Inmediatamente me recosté en la camilla, actuando como si siguiese dormida. De todas maneras, ya tenía experiencia en eso.
Justo cuando cerré los ojos, la puerta se abrió y reconocí el ruido de una carretilla acercarse.
Debía de ser una enfermera.
Frenó cuando llegó al costado de la camilla. Escuché cómo manipulaba la máquina que controlaba mis latinos, y como suplió a aquel artefacto conectado a mi intravenosa. En adición a ello, pude identificar que tomó un envase con un líquido y le dio unos golpecitos. Iba a inyectarme algo.
Su mano helada tocó mi brazo, y fue entonces cuando actué.
Necesitaba respuestas, y aquella era mi oportunidad de obtenerlas.
Tiré de la sábana que había enrollado y la empleé como cuerda al ponerla alrededor del cuello de la mujer. No lo estaba apretando demasiado, pero sí lo suficiente como para asustarla.
No pude evitar soltar un gemido de dolor. Ese brusco movimiento me había pasado la cuenta. Por el otro lado, el grito que quiso emitir la mujer se ahogó en la palma de mi vendada mano. No podía permitir que llamara la atención.
—No te voy a hacer daño siempre y cuando respondas a mis preguntas —amenacé de manera intimidante.
La mujer asintió obedientemente, en señal de que aceptaba mis términos.
—¿Quién me trajo aquí?
—Deberías recostarte, tu cuerpo debe descansar —evadió la pregunta.
Molesta ajusté más la improvisada cuerda, provocando que la enfermera tosiera y se llevara las manos al cuello.
—Responde —ordenó aquella Rowan irreconocible—. ¿Quién me trajo aquí?
—No me corresponde a mí decírtelo —dijo ambiguamente.
—¿Entonces a quién? —fruncí el ceño, confundida.
—Él responderá a todas tus preguntas pronto, pero para que eso ocurra debes descansar.
—No quiero descansar, quiero respuestas, ¿Dónde están mis amigos?
—Descansa Rowan —dijo en un tono que me causaba escalofríos—. Descansa.
Muy tarde me di cuenta de que había escabullido su mano hacía el botón de pánico, logrando alarmar a sus compañeros.
Pasos acelerados se oyeron. Provenían del pasillo, y claramente se dirigían a mi habitación.
Ajusté la cuerda. La mujer comenzó a toser y a hacer alaridos para que la liberará, pero no pensaba hacerlo. Debía utilizarla como rehén.
En menos de tres segundos, dos hombres se encontraban bajo el marco de la puerta. Llevaban armas, confirmando que aquel no se trataba de un hospital.
—Suéltala —dijo a modo de mandato uno de los uniformados.
No respondí, o al menos no a su orden.
—¿Quiénes son ustedes? —alcé la voz. Por la forma en la que sonó, me di cuenta de lo asustada que en realidad estaba—. ¿Dónde están los demás?
Los dos sujetos con casco cruzaron miradas para luego asentir con la cabeza. Entonces uno de ellos elevó su arma y me apuntó con ella.
—Descansa, niña —fueron sus últimas palabras, antes de disparar su dardo tranquilizante.
***
Dios mío, cuántas veces volvería a despertar así.
Intenté levantarme bruscamente, pero recibí un fuerte tirón en mi brazo. Miré mi muñeca solo para darme cuenta de que ahora estaba esposada a la camilla.
—Ya iba siendo hora de que despertaras.
Reconocí la voz al instante. Levanté la vista solo para encontrarme con esos ojos marrones que alguna vez vi con cariño.
—Vaya Josh, no sabía que tenías este tipo de fetiches.
Él esbozó una sonrisa.
—Te las quitaría, pero tu enfermera te tiene miedo y nos pidió que no lo hiciéramos.
—Es una dramática, apenitas la toqué.
—Le torciste el cuello.
<Ah, caray ¿En serio hice eso?>
—No, no lo hice —dije, pensando en que si lo negaba, no sería real.
—Claro, entonces supongo que ocupa ese collarín cervical por mera moda.
—Puede ser, ¿Quién soy para criticar gustos ajenos?
Una vez más, el chico (que más bien parecía un hombre cuarentón por la manera formal de vestir), soltó una carcajada. Yo me amurré. Él no se merecía disfrutar de mis chistes.
—Veo que tu humor se mantiene intacto. Me alegro. Esa es una de las cosas que siempre me han gustado de ti.
Le dirigí una mirada seria y fulminante. Él buscaba apelar a mi nostalgia, pero yo no pensaba caer en esa.
—¿Dónde estamos? —pregunté directamente, harta de tanto regodeo.
—En un lugar seguro.
—No me sirve esa respuesta. Quiero saber a donde me trajeron. Ya sé que este no es un hospital.
—Estás siendo atendida con la mejor tecnología, eso es todo lo que debería importarte.
Me enervaba su tranquilidad. Tenía una postura firme; las manos tras la espalda, la frente en alto. Todo eso solo podía ser escuela de una persona.
—Pues no es lo único que me importa. Quiero. No. NECESITO, respuestas —espeté, enojada por su paz y mi falta de información—. ¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Una semana —respondió con calma, como si aquello no fuese algo por lo cual alarmarse.
Y es que tal vez a él le convenía.
—¿Entonces eso fue todo? ¿Ustedes ganaron?
Negó con la cabeza—. Pronto él te lo explicará todo.
—Verdad. Ahora trabajas con mi abuelo ¿no es así? Eso sí que es caer bajo viejo —dije, buscando hacer tambalear su serenidad—. Cuando te conocí solías ser un ser libre, sin ataduras, te gustaba experimentar, no pertenecer a nadie. Eso era lo que me gustaba de ti.
Misión cumplida. Josh se removió en su posición, notablemente incómodo.
—Ahora mírate. Vistiendo de traje para ser el sabueso fiel de un hombre al que ni siquiera le importas —y para agregarle el toque dramático de telenovela mexicana—: Ya no te reconozco.
Noté como su garganta se movió al tragar fuertemente. Fijó la mirada en el suelo y dijo—: Pronto lo entenderás.
*Nuevo nivel de exasperación desbloqueado*
—¿Cuándo es pronto?
—Ten paciencia.
—Por inaudito que suene, la paciencia no forma parte de mi lista de virtudes.
—Antes de hacer cualquier cosa debemos asegurarnos que la salud de los otros sujetos no corra peligro. Que estén estables.
Con esa palabras logró captar mi atención y, bueno, mi pánico también.
—¿Dónde están ellos? —se mantuvo en silencio, empeorando mi estado de pavor—. Josh, ¿Dónde están mis amigos?
—¿Así que ahora son tus amigos? —soltó una risa carente de gracias—. Creí que tenías tus estándares más altos en cuanto a tus amistades.
—Fui amiga tuya, así que ya ves que no.
ATENCIÓN MIEMBROS DEL PÚBLICO.
Rowan Moore acaba de hacer un golpe bajo.
<¡DALE CON LA SILLA AMIGA!>
Trató de permanecer imperturbable, sin embargo yo podía ver a través de su disfraz de imbécil, y sabía que mi comentario no había sido pasado por alto.
Aunque aún tenía una duda: si él formaba parte del bando enemigo, ¿entonces porqué le afectaba tanto mi odio?
—Nos vemos mañana, Rowan —se limitó a decir.
Acto seguido, se puso las manos en los bolsillos y me dio la espalda para dirigirse a la salida.
—No te atrevas... —musité mientras mi ex amigo se alejaba. Traté de ponerme de pie, pero las esposas me lo prohibían—. ¡No me vayas a dejar aquí encerrada! ¡Josh! ¡JOSH!
Hizo completo caso omiso de mis súplicas y salió de la habitación cerrando la puerta a su paso. Además, como si las esposas no fuesen poco, escuché cómo ponía llave,
Hijo de ****
Mi indignación podría haber alimentado diez bombas atómicas y estar atada a una camilla como si de un animal me tratase no ayuda mucho a la situación. No tenía nada que hacer, y cuando digo nada, ES NADA.
Ni un pinche televisor me habían dejado los muy desgraciados.
Pasadas unas cuantas horas de estar jugando un tetris mental, me di cuenta de que había una bandeja sobre la mesita a mi costado. Era una bandeja de comida. Eso era algo bueno, al menos se habían acordado de alimentar al perro. Pero qué detalle soberbio.
Tomé la bandeja y la puse sobre mi regazo. Levanté la tapa que la cubría y descubrí un plato de sopa, ensalada con pollo a la plancha y una gelatina de postre. Si, típica comida de hospital.
Bueno, al menos el plato me daba un indicio de la hora. No era un desayuno, lo que indicaba que no era temprano. Debía de ser tarde o noche. Me inclinaba más a la primera opción, no estaba segura de porque, pero creía que era más probable que Josh visitara en la hora de almuerzo, antes que en la cena.
No recordaba cuánto tiempo había pasado sin comer, por lo que mi apetito estaba más vivo que nunca. En menos de un pestañeo terminé la comida. Tenía un hambre voraz, por lo que tal vez no sea muy objetivo decir esto, pero esa era la sopa más celestial que había comido en toda mi vida.
Después de devorar el plato, volví a caer en el aburrimiento, pensando en todas las cosas malas que podrían de haber pasado.
Yo me sentía bien pero, ¿y si Nikolai, Kayn o Ray no lo habían logrado?
¿Qué pasaba con la secta? ¿Y con Blake? Si descubrían que ella se había puesto en contacto con nosotros, lo más probable es que ya no siguiese con vida.
Además, ¿Qué ocurría con Clint? Debía de estar preocupado.
Mierda, todo era un desastre.
Intenté quedarme dormida para que se me pasara el repentino dolor de cabeza, pero me resultó imposible. Ese último tiempo había dormido tanto que ahora mi cuerpo se rehusaba a descansar. Fantástico compadre, lo único que me gustaba hacer, ya no podía hacerlo.
De repente, un foco se encendió sobre mi cabeza. Tenía una idea.
Con mi mano libre, rebusqué el velador hasta dar con lo que buscaba.
A los pocos segundos, un pitido comenzó a sonar. Acababa de presionar el botón de pánico, por lo que la enfermera y los guardias debían de estar por llegar.
Espera sentada y con una sonrisa cínica. Pronto la puerta se abrió, mostrándome el rostro de una mujer enojada con un collarín en el cuello. Bueno... al parecer no era broma lo de la torcedura.
Detrás de ella aparecieron los hombres que la protegían. Habría dicho que eran unos exagerados, pero viendo la cara de odio de la mujer, los encontraba más que necesarios, ¿Quién sabe si la mujer intentaría vengarse y devolverme el favor? Mejor prevenir que lamentar.
—¿Qué ocurre? —preguntó con el mayor tono despectivo que pudo utilizar.
—La naturaleza me llama —indiqué, pero ninguno de los tarados presentes logró comprender la indirecta. Pusieron cara de confusión, mientras yo rodaba los ojos—. Que necesito ir al baño.
Noté como su expresión cambió de <¿Ah?> a <Ahhhhh>.
La enfermera no ocultó su desagrado cuando se aproximó a mí y dijo—: Vale, pero que sea rápido.
Metió la mano en su bolsillo y sacó una pequeña llave plateada que reconocí como la libertad en un objeto. Con ella quitó el seguro de las esposas y por fin mi muñeca pudo tomar un respiro.
Mientras trataba de recuperar la movilidad y la circulación, la enfermera tiró de mi brazo para que me pusiera de pie. Tenía la leve, leeeeeeeeeve sospecha de que me guardaba algo de rencor. Solo un poco.
Seguía estando conectada a la intravenosa, por lo que el brusco movimiento me dolió tanto como un golpe en las tetas.
Las heridas cada vez dolían menos, pero lo atribuía a lo sedada que debía estar por todos los medicamentos que me habían proporcionado. Aún así, cojeé al caminar, pues al parecer me había fracturado el pie izquierdo, por lo que ahora llevaba una férula en él. Al menos era de color negro, así me combinaría con la ropa.
Hablando de ropa, yo estaba vestida con una de esas horrendas batas azules de hospital tienen una ligera abertura en la parte trasera, obligándome a caminar con una mano detrás para evitar que alguno de los guardias viera mis nachas.
Cuando salimos de la celda, por fin pude echarle un vistazo al lugar al que me habían traído. Vaya decepción me llevé. Parecía tan desértico como un pueblo de esas películas antiguas de vaqueros. Era un simple pasillo en blanco con algunas puertas a los lados, otras habitaciones, supuse.
Luego caí en la cuenta de que si se trataba de otras habitaciones, entonces en ellas podía estar alguno de mis compañeros.
Llevando el aparato al que estaba mi intravenosa, avanzamos por el pasillo más rápido de lo que me habría gustado. Cada que pasábamos por una de esas puertas, hacía lo posible para asomarme por la ventanita y ver quien se encontraba en el interior. La lejanía me impidió observar algo.
Doblamos el pasillo hasta dar con una puerta que tenía enmarcada la silueta de una mujer con vestido. El baño de las damas.
Hice un ademán de entrar, pero frené inmediatamente cuando sentí que mis escoltas hacían lo mismo.
—Alto ahí, Bobby y Billy —me referí a los guardias, quienes nuevamente estaban confundidos—. Agradezco su preocupación, pero ya tengo 17 años. No necesito que me escolten al baño.
Las tres personas cruzaron miradas. Fue como si tuvieran una conversación sin palabras, porque después de un rato, la enfermera se volvió hacia mí y espetó—: Que sea rápido, sino entraré yo misma a buscarte.
—Como usted ordene —hice un saludo de soldado, y me volví para entrar de una vez por todas al baño.
Pero claro, no sería Rowan Moore si es que mis salidas no fuesen vergonzosas.
Cuando intenté adentrarme al baño, el puto aparato no dejaba de chocar contra el marco de la puerta, haciendo que yo maldijera en voz alta. Tanto los sujetos como la enfermera tenían la vista fija en mí. Ya podía oír el relato de narrador de "Animal Planet" en sus mentes:
<—Aquí tenemos a una criatura primitiva en su hábitat natural batallando contra los obstáculos del ambiente.
Me tomó un buen tiempo, pero al menos conseguí entrar sin dejar muertos de por medio.
Al cerrar, pegué mi oreja a la puerta con la intención de chismosear lo que decían del otro lado. Quizás revelaban algo importante o de utilidad.
Pero no oí nada. Ni una jodida palabra.
¿Es que eran unos jodidos PNJ?
Esperé ahí un tiempo extra con la esperanza de alcanzar a escuchar una mínima demostración de vida. Ni siquiera un suspiro fue emitido.
Cuando pequeña pensaba que cada que abandonaba una habitación, las personas dentro de ella se quedaban inmóviles hasta que yo estuviera de vuelta. Cuando crecí me di cuenta de lo estúpido que eso era, sin embargo esos sujetos me estaban haciendo replanteármelo.
Pronto caí en la cuenta de que estaba perdiendo el tiempo, por lo que procedí a indagar con la mirada cada rincón del lugar, buscando algo que pudiera emplear para defenderme en caso de que fuera necesario.
No podía confiar en esa gente, no si trabajaban para Warren.
El sanitario era espacioso. Tenía capacidad para tres cubículos individuales, incluido uno para discapacitados. Enfrente, estaban los correspondientes lavamanos con espejo delante.
Yo me dediqué a buscar por todos los lugares habidos y por haber, no obstante, como pueden ver, ese era un baño común y corriente, por lo que obviamente era imposible que allí encontrase el mismísimo Sable de luz Sith de Darth Vader.
Así es, más tiempo a la basura.
Solo había una cosa más por hacer. Una misión final. Una última meta por cumplir.
Utilizar el baño.
Y es que bueno.... no era mentira eso de que la naturaleza me llamaba.
Estaba enjabonándome las manos cuando mis ojos se cruzaron con los de mi reflejo. Entonces algo inesperado ocurrió.
Esperaba encontrarme con la imagen de la niña del aro, con el cabello todo aceitoso cubriéndome el rostro como si fuesen cortinas de mala calidad, además de tener restos de ceniza por todo el cuerpo, resultado del accidente.
Mas lo que vi fue todo lo contrario a ello.
Mi cabello estaba limpio y sedoso, con un agradable aroma a vainilla que deleitaba mi sentidos. Me fijé en mi cara, la cuál estaba extremadamente limpia y tersa, como si me hubieran sometido a un tratamiento facial mientras estaba inconsciente. Me veía... bien. O tal vez, mejor que bien. Me atrevería a decir que me veía incluso más bella que antes de lo ocurrido, ¿Cómo era eso posible?
Me detuve a sopesar un minuto.
Si estaba aseada, era porque me había tomado un baño. Pero yo estaba inconsciente, por lo que alguien más debía de haberme bañado, lo que significaba que... ¡ALGUIEN MÁS QUE HABÍA VISTO DESNUDA!
Maravilloso. Siempre soñé que la primera vez que alguien me viera desnuda fuera en una situación +18 con Henry Cavil. Pero no, tenía que ser con un desconocido mientras dormía. Ahg, ¿Por qué nada puede ser como quiero?
—¿Qué tanto haces ahí? Llevas diez minutos ¡Sal o te sacaremos a la fuerza! —exclamó la enfermera, haciendo que diera un brinco por el susto que provocó el ruido de sus portazos.
Solté un suspiro, me miré una vez más en el espejo y salí.
—¿Por qué la prisa? —actué entusiasmada—. No me digas, ¿al fin tienes una cita a la que asistir?
Ella mantuvo su semblante serio, recordándome a esos guardias de traje chistoso que se encuentran en Londres. Nunca se mueven ni articulan una expresión, es impresionante.
—¿Se supone que eso era un chiste?
—¿Chiste? —fingí estar horrorizada—. No, ¿cómo se te ocurre? Esta es una pregunta seria, dime; ¿Doctor Who al fin te invitó a salir?
No se movió, pero poco a poco vi como su tez se fue tornando color carmín de furia.
—Suficiente, llévenla a su habitación —ordenó a sus secuaces malévolos—. Y asegúrense de que no salga de allí.
Eso último lo dijo mirándome fijamente. Oh, ¿me estaba desafiando?
Le sostuve la mirada hasta que dio media vuelta y desapareció por el pasillo opuesto al de mi habitación.
—Muévete, ¿qué esperas? —me apresuró uno de los sujetos, recibiendo una mirada satánica por mi parte.
Así comencé a andar mientras los jodidos muggles me escoltaban hasta mi celda.
Estaba harta de todo. Harta de cojear. Harta de la incertidumbre. Y sobre todo, harta de esa estúpida cosa a la que estaba conectada. Ya suficiente tenía con cargar con el peso de mi existencia como para ahora también tener que llevar eso.
En lo que me dedicaba a lamentar mi vida... pasó. Lo oí.
—No estoy autorizado a dejarlo salir —habló un sujeto. Se denotaba cierto temor en su tono. Pronto descubrí porque.
—¡Pues yo te autorizo! —contrapuso el muy terco—. No soy un perro como para que me tengan encerrado.
No podía verlos físicamente, pero ya podía hacerme una imagen en mi cabeza de cómo el hombre se encogía en su lugar rezando para no ser asesinado por Ray.
—Lo entiendo pero yo...
—Pero tú nada. Te daré dos opciones: o me dejas salir y no te pasa nada...
Hizo una pausa dramática, provocando que la tartamudez de su guardia se acentuara.
—¿O qu-e?
—O te hago desear haber escogido la primera opción. Elige.
Ya no era la única escuchando la conversación, pues pronto una de mis escoltas le habló al otro.
—¿Deberíamos ayudarlo?
—Naa. Lo tiene bajo control —levantó los hombres, desinteresado—. Solo dejemos a esta en su habitación y vayamos a por un café.
—Vale —respondió su colega. Vaya, se notaba la devoción a su labor.
Cruzábamos por enfrente de la puerta de la que provenía el bullicio, cuando se escuchó el estrepitoso golpe de alguien cayendo al suelo.
Entonces los sujetos a mi lado se miraron y con un movimiento de cabeza, acordaron ir a ver lo sucedido. Yo no podía permitir que eso ocurriese, por lo que hice lo primero que se me ocurrió: pegarme contra el piso.
—¡MI BRAZO! —grité cuando caí bruscamente. Me gustaría decir que el alarido fue simulado, sin embargo no era tan buena actriz. El dolor fue real.
Los dos hombres se voltearon a ver qué había pasado, y pudo ver sus ojos abrirse al verme suplicando por ayuda mientras rodaba de un lado a otro.
—¿Qué hacemos? —entró uno en pánico, contagiando al otro de abrumación.
—No lo sé, eh...
—Llamen a la enfermera —sugerí para que se fueran pronto.
—Buena idea —agradeció el más musculoso, quien luego se dirigió a su compañero—: Ve tú, yo la cuido.
<Carajo, así no va a funcionar>
—No, vayan los dos, así la encontraron más rápido —improvisé. Ambos me observaron con una ceja enarcada, sospechando que tenía algo entre manos. Fue mi grito el que los sacó de sus cavilaciones—. ¡AHHH, DUELE!
El pavor volvió a ellos y se fueron cada uno por pasillo distinto en busca de un médico. Sabía que no tardarían mucho en volver, así que me apresuré a desaparecer.
Primero me puse en pie y luego de un fuerte tirón, tiré de mi intravenosa para quitarme el jodido aparato de encima. Un chillido de dolor abandonó mis labios. De la herida salía sangre, pero no era abundante. Nada de lo que preocuparse.
Lancé la aguja y todo lo demás al piso, liberándome al fin de aquel peso, pero sin poder evitar sentir ciertos mareos. Haber hecho eso tendría repercusiones.
Avancé hacia la habitación correspondiente. Tropecé un centenar de veces en el intento, pues resultaba que ese jodido aparatito me daba cierto equilibrio al moverme. Sin embargo, igualmente di con la puerta.
Tomé del pomo y la abrí. Mi mirada se encontró inmediatamente con la de Ray, quien me miró con el ceño fruncido.
—¿Y tú porqué estás a...? ¡Oye! ¿Qué haces?
Puse mi mano en su pecho y lo empujé para que retrocediera. No podíamos estar en el pasillo, era peligroso. Claro que él protestó todo el camino hasta que cerré la puerta, entonces procedió a pedirme explicaciones de la manera en la que solo él puede.
—¿Se puede saber qué coño tramas?
—Acabamos de sobrevivir a un accidente de coche y esas son las primeras palabras que tienes para decirme —sonreí ladinamente—. No esperaba menos de ti, Raysito.
Noté la mueca de disgusto en su rostro al oír ese último apodo, no obstante, hizo caso omiso de él.
—Se supone que debemos huir, ¿es que no te enteras que estos son los hombres de Warren?
—¿Y cuál es tu fantástico plan? ¿Golpear a todos hasta dar con la salida? Porque puede que yo no sea una genia matemática, pero te aseguro que es estadísticamente imposible que una niña lisiada y un niñito sin hombro puedan llegar muy lejos.
—¿Se te ocurre una mejor idea? —me desafió, también de brazos cruzados.
Antes de responder, caminé hasta su camilla y tomé asiento sobre ella. Por fin mi pie malito descansaba.
—¿Y bien? —el bebé ansioso me aceleró. Yo suspiré.
—Esperar las explicaciones.
Se mantuvo de pie frente a mí, con la expresión incrédula.
—No hace gracias.
—¿Qué cosa?
—Tu chiste. No hace gracia.
—Será porque no es chiste. Hablo enserio. Uno de los hombres de Warren se contactó conmigo. Prometió que nos dirían todo. Solo tenemos que esperar hasta que el resto de los imbéciles estén estables y nos reunirán.
—Ya ¿Y desde cuándo es que las palabras de un desconocido afiliado a Warren son confiables?
—No lo sé, pero piénsalo, ¿Por qué Warren se preocupa por nuestra salud si es que su verdadera intención es dañarnos? Si nos quisiera muertos nos habría dejado morir en el accidente, pero no lo hizo, y creo que es porque tiene algo que decirnos. Algo que debemos oír.
Lo hice razonar con mis suposiciones. Comprendía que tenían sentido, y por ello pronto cedió.
—Vale —asintió con la cabeza—. Pero primero debemos de ir por Nikolai y Kayn. Debo asegurarme de que estén bien.
Consentí su decisión y aunque teníamos que largarnos lo antes posible para escabullirnos sin peligro, yo atrasé un pooooco el proceso al frenar el paso de Ray.
—¡Eh! ¿Por qué tú no estás en bata?
Se volteó a verme. Iba vestido con uno de esos trajes oscuros de guardia. Muy casual.
—Le he pedido a ese gilipollas que me lo trajera —señaló al hombre inconsciente—. Aunque lamente quitarte el privilegio de verme como Dios me trajo al mundo, no pienso andar con esa estupidez de bata. No soy adán.
—¡Y yo no soy Eva! Por eso necesito uno de esos trajes.
—Vale, pues consíguelo.
—¿Y cómo esperas que haga eso?
—Eso es problema tuyo, solo apúrate que el tiempo es escaso.
A pesar de que estaba en lo cierto, era imprescindible que me hiciera con uno de esos trajes. No llegaría muy lejos con esa bata.
Ray estaba de lo más tranquilo, mirando sus zapatos mientras esperaba que yo encontrara una solución. Poco sabía que él estaba involucrado en ella.
—Quítale la ropa.
Enseguida vi como sus ojos se abrían como globo terráqueo, completamente escandalizados.
—¿Qué?
Señalé al señor inconsciente.
—Desvístelo, necesito su uniforme.
—¿Y que tengo que ver yo con eso? Hazlo tú.
—No puedo hacerlo, soy mujer.
—¿Y?
—Sería raro que yo lo hiciera.
—¿Y lo sería menos si es que lo hiciera yo?
—Exacto.
—No comprendo tu lógica.
—No es necesario que entiendas, solo que hagas —con un sutil movimiento de cabeza volví a indicarle su misión—. Tic Tac, Ray. Tic Tac.
Contra todo pronóstico, el británico obedeció.
—Joder. Cada vez odio más mi vida.
Cumpliendo con la mínima decencia humana (algo hipócrita teniendo en cuenta lo que estábamos haciendo), me di vuelta para darle algo de intimidad al pobre sujeto. Mientras laburaba, Ray murmuró ciertas blasfemias que me hicieron contener la risa.
Algo me decía que ese no era su panorama favorito de una sábado por la tarde. Si es que era sábado... o si era tarde.
—Que sepas que me debes una grande —espetó, tendiéndome de mala gana el uniforme. Yo me dediqué a sonreírle.
—Gracias Raysito.
Bing. Bing. En la feria del hospital de Outlast, Rowan Moore acaba de acertarle a la pirámide de conos, ¿Su premio? Una mirada desdeñosa de Ray.
—Como me vuelvas a decir Raysito, me piro y te dejo encerrada junto al nudista.
Tragándome las ganas de seguir molestando, le pedí que mirara hacia otro lado mientras me vestía. Acató sin quejas, fijando su vista en la pared.
Por fortuna, el hombre era delgado. Por desgracia, también era alto.
Debí de arremangar los pantalones, y ajustar el cinturón lo máximo posible a mi cintura. El resultado fue razonable, lo suficiente como para poder caminar sin tropezar.
—No te estás preparando para modelar en el desfile de Victoria Secret. Apúrate.
—Ya estoy —terminé de arreglar los últimos detalles—. Podemos irnos.
Al verme de reojo, noté como Ray ahogaba una risa burlona. Entrecerré los ojos.
—¿Qué tanto me ves?
—Tienes la pechera al revés.
Me miré y, en efecto, la tenía puesta erróneamente.
—Ni eso te sale bien.
—Oh, cállate, ¿Quieres?
Sin advertir ni nada, me quité la camiseta por encima, quedándome en sujetador. Ray no se molestó en voltearse y, mientras creía que no lo estaba viendo, noté como desviaba su mirada más de la cuenta.
—Eh, ojos arriba.
Mantuvo una postura relajada. Como si nada.
—Solo vigilaba que no cometieras el mismo error. Creída.
—Claro, ¿y para eso había que mirarme las tetas?
El británico puso cara de desagrado.
—No hacía falta ser tan explícita —señaló la puerta—. Ahora anda, que ya mucho tiempo nos hiciste perder.
—Michi tiempi nis hiciesti pirdir —lo imité, mofando su actitud.
—Infantil.
Rodó los ojos, mostrando indicios de cómo el termómetro de su irritabilidad iba aumentando.
—Gruñón.
—Niñata.
—Viejo verde.
—¿Qué? —arrugó el entrecejo—. ¿A qué ha venido lo de viejo verde?
—Porque se me acaba de ocurrir —dije con simpleza.
Ray apretó el puente de su nariz entre los dedos, perdiendo cada vez más los estribos.
—Vale —suspiró—. Solo anda.
Puse la mano sobre la perilla con una sonrisita en el rostro. Irrita a Ra era mi pasión.
Lamentablemente, la sonrisa desapareció tan pronto como las voces se oyeron en el pasillo. Perder el tiempo nos había pasado la cuenta.
—¿Tú también has oído eso? —susurré, completamente helada.
Él asintió con lentitud.
Bueno, igual algo de suerte habíamos tenido ya que se tomaron su buen tiempo en encontrar a la enfermera. No obstante, eso no nos eximía de la gran encrucijada:
Ponys y unicornios del jurado, estábamos en aprietos.
—Estaba acá —decía uno de los guardias.
—Ella salió volando de un auto hace unos días, ¡Y aún así es más lista que ustedes! ¡Inútiles! —bramó la mujer—. Más les vale encontrarla ¡Ahora!
Lo siguiente que se escuchó fueron los pasos acelerados de los hombres.
¿Adivinen hacia dónde se dirigían?
—Ha de estar con el chico —indicaron. Exacto, corriendo a la habitación en la que estaba.
Para mi suerte, Ray reaccionó con velocidad.
—Ya lo tengo. Ven. Ven.
Mientras me hacía una seña para que me dirigiera a la cama, vi como arrastraba el cuerpo del hombre bajo esta. No tenía muy claro lo que planeaba, pero en definitiva era mejor que quedarme quieta esperando a mis amigos armados.
Los pasos sonaban cada vez más cercanos. Las campanas en mi cabeza no dejaban de reverberar, alarmadas. Era una situación inquietante.
—Debajo de la cama —murmuró Ray. Entre tanto, él se cubría con las sábanas—. Ocultate ahí... ¡Eh! No, ¿qué haces?
Ignorándolo, me subí a la cama. Justo a su ladito.
—Olvídalo, no pienso acostarme junto al muerto.
—Pero... ¡Ahg! Está bien —levantó las mantas para que yo me hundiera hasta el fondo—. Agáchate.
<En otro contexto, esa orden me habría puesto horny>.
Acaté lo que se me pidió y bajé hasta los pies de la cama. Sentí como Ray ponía almohadas para cubrirme y aparentar que yo solo era un bulto. Ojalá funcionase.
El británico cubrió su uniforme con las sábanas, justo a tiempo para cuando los sujetos patearon dramáticamente la puerta al entrar.
—¡¿Dónde está?! —ladró uno de ellos. Una vez más, hago énfasis en su dramatismo.
—Despierta Kingsley —lo agitó el otro—. ¿Dónde la tienes?
—¿Ah? —respondió con una fingida, pero creíble, voz somnolienta—. ¿de quién hablas?
—De tu amiga, Rowan Moore. ¿Dónde está?
—¿Y yo que voy a saber? —le hablo de mala gana—. He estado todo el día aquí encerrado.
Se quedaron en silencio por unos segundos. No los veía, pero podía imaginarme la suspicaz que debían de estar dándole.
—¿Y tu enfermero?
<Compartiendo casa con el cuco, justo debajo de esta cama. Si quieres ve y visítalo>
—Eso mismo me pregunto yo. Se fue hace un rato y todavía estoy esperando a que vuelva con mis medicamentos para el dolor.
Una vez más, ese silencio receloso. La buena noticia fue que ya no hicieron más preguntas, tal vez porque creyeron que era imposible que estuviera oculta en aquella habitación sin posibles escondites.
—Esta bien —sus pasos se alejaron—. Siga descansando.
Con eso dicho, salieron de la habitación aunque no sin antes ponerle llave a la puerta.
Un impedimento más para huir. Yujuuu.
—¿Y ahora cómo escaparemos? —dije saliendo de las sombras hasta estar junto al pelinegro.
—¿No tendrás un clip por ahí?
Lo miré con los ojos entrecerrados.
—Verdad, se me olvidaba que llevo clips dentro del sujetador todos los días.
—Solo preguntaba —levantó las manos, inocente.
Acostados, mirando a la nada y pensando en todo, fue como la idea llegó a mi cabeza.
—Se me ocurre algo.
***
—Es demasiado estrecho.
—Acomódate bien y entrarás más fácil.
—Eso intento.
—Okey, a mi palabra empujas.
—Bien.
—Uno. Dos ¡Tres! —exclamé, tirando de él hacia mí.
Y así fue como Ray finalmente entró al conducto de ventilación.
Por un lado estaba yo; pequeña y delgada, el físico ideal para entrar en el lugar. Pero por el otro estaba Ray; alto y esbelto, complexión que sin duda reducía su comodidad en el diminuto espacio. Y por supuesto que no aguardó ni un solo segundo para darme a conocer su sufrimiento.
—Joder, mi espalda —quejó mientras gateábamos por el ducto—. Esto es lo que gano por seguirte en tus ideas de mierda, ¿qué pasa si me quedo atascado?
—Me quitaría un peso de encima.
Me lo imaginé esbozando una mueca de desagrado.
—Muy chistoso
Seguimos avanzando. Cada tanto nos deteníamos en las ventanillas que nos permitían ver al interior de las habitaciones, deseando que alguna de ellas diera con la de Nikolai o Kayn. Necesitábamos encontrarlos.
Entramos en una encrucijada cuando estuvimos ante nuestro primer camino dividido: ¿Izquierda o derecha?
Respondimos simultáneamente.
—Derecha.
—Izquierda.
—¿Porqué izquierda? —pregunté ante su respuesta opuesta.
—¿Por qué derecha? —me preguntó a su vez.
Levanté los hombros, simple—. No lo sé, ese camino se ve más guay.
—Pero si son exactamente iguales.
—Entonces no te importara tomar el derecho.
La buena noticia es que, después de una extendida disputa, el pelinegro cedió y fuimos por el conducto indicado.
La mala es que no nos llevó a ningún lado.
—Te dije que era la izquierda —reprochó, jactándose de haber estado en lo cierto.
—Bien, si quieres, ahora tomamos la izquierda —sugerí al encontrarnos con el mismo debate. Eso era en verdad un jodido laberinto.
—No, la derecha.
—Ya fuimos por la derecha y nos trajo mala suerte
—Esta es una nueva derecha.
—Da igual.
—¿Cómo es que da igual?
—Porque ahora esa dirección está maldita.
—¿O sea que ahora solo podemos tomar la izquierda?
—Exacto.
—¿Y qué haremos cuando la izquierda fracase?
—No lo hará, ya verás.
La que terminó "viéndolo" fui yo al momento en que llegamos a otra zona de elección.
—¿Decías?
—Cállate —no estaba de humor para burlas—. Vamos por la derecha.
—Pero, ¿y la maldición? —bromeó.
—Te voy a dejar una en la cara si no cierras la boca.
—No por favor, ya suficiente tengo con la maldición de tu compañía.
Me volteé para propinarle una patada, pero frené antes de hacerlo.
—¡Deja de mirarme el culo!
—¿Qué otra cosa esperas que vea si es que está justo en mi cara?
—No lo sé, ¿cerrar los ojos?
—Claro, porque eso es muy práctico —rodó los ojos y le restó importancia—. Avanza de una vez o de verdad me voy a atascar.
—Con mayor motivo no me muevo.
Cerré los ojos, deleitándome con la idea de verlo enrojecer de furia.
—Rowan...
—¿Si Raysito?
—No me provoques —dijo en un claro tono de advertencia.
—¿O qué? —lo provoqué, ignorando por completo su orden.
Se tomó su tiempo para responder pues no había mucho que pudiera hacerme en esas circunstancias. Seguro se rendiría pronto...
—O te pego una nalgada.
Mi ojos se abrieron de imprevisto. El rojo coloreó mis pómulos.
—¡¿Qué?!
—Ya me oíste.
—No puedes amenazarme con eso.
—Sí que puedo.
—Bien, entonces yo te pegaré una patada en el hombro.
—Eso no es justo.
—Lo tuyo tampoco.
—Pero tú te lo mereces.
—¡Pero tú también!
—¿Oyes eso? —preguntó una voz que no era ni la mía, ni la de Ray.
Era de los sujetos que pasaban por el pasillo debajo nuestro.
—¿El qué? —dijo su compañero. Me asomé por la rejilla, eran guardias.
—No lo sé. Juraría que oí unas voces peleando —sopesó—. Hablaban sobre algo de una nalgada o algo así.
Me oculté al ver que estaban mirando precisamente al techo, es decir, los conductos de ventilación. Alerta roja. Alerta roja. Crucé los dedos deseando no haber sido vista.
—¿Puede ser qué...?
—Atención —exclamó la distorsionada voz a través de un intercomunicador en altavoz—. Sujeto N°2 ha desaparecido. Repito. Sujeto N°2 ha desaparecido. Se les ordena a todas las tropas buscar a los dos fugitivos por el edificio.
Ambos suspiraron y partieron a toda velocidad hasta desaparecer por el pasillo opuesto.
Eso funcionó como una motivación para que nos dejáramos de boberías. Teníamos una misión que cumplir.
Habrán pasado unos diez minutos cuando Ray habló:
—Espera —me detuve—. Creo que veo algo.
—¿A qué te refieres con "algo"?
—Alguien —se corrigió—. Veo una camilla y alguien en ella, pero desde acá no logro ver de quién se trata.
Me las arreglé para dar media vuelta y verlo junto a él. Era cierto, había alguien ahí. Valía la pena ver de quien se trataba, podría ser alguien de nosotros.
Con cuidado, moví la rejilla para dejar una abertura por la cuál acceder.
—Asómate.
—¿No será más eficiente que lo hagas tú? Eres delgada y... —lo ignoré y me mantuve señalándole la salida. Él no tardó en entender—. Vale. Lo haré solo para que dejes de joder.
El plan era que él asomara la cabeza para ver con sutileza a la persona. Pero claro que eso no salió como esperábamos, porque de una manera u otra, resbalé y terminamos cayendo del ducto.
Sucede que yo, por seguridad, le sostuve los pies a Ray. El problema fue que el pantalón pronto se me desajustó, provocando que lo soltara para arreglarlo, derivando en que Ray se desestabilizara y en que yo, intentando remediarlo, pusiera todo mi peso sobre él hasta que ambos estuvimos en el piso.
Un alarido de dolor provino tanto de mí como de Ray, aunque este último con mayor fervor, pues fue quien recibió todo el impacto al servirme de colchón.
<Je, je, je. Gracias Raysito>.
Para quitarle un poco de sufrimiento, rodé hasta bajarme de él y sentir el frío del suelo. No nos movimos por un buen rato, y estoy segura de que hubiéramos permanecido así de no ser por la intercepción de una voz conocida.
—¿En qué parte de todo este plan se supone que me salvan? Ya estoy empezando a aburrirme de ser la damisela en apuros.
Mi respuesta automática fue intentar ponerme de pie. Palabra clave: INTENTAR.
Trastabillé, habiendo caído de cara de no ser por la mágica aparición de cierto sujeto.
—Genial. El que tenía que ser salvado se ha convertido en el salvador. Vaya mierda de cuento de hadas.
Tras caer recostada sobre la camilla, me apoyé sobre los codos con la intención de corroborar lo que creí haber visto. Y, en efecto, di con la persona que buscaba.
—Los hombres de Warren nos atraparon —informé, sin perder el tiempo en trivialidades.
El rubio me deleitó con su clásica sonrisa ladina.
—Eso ya lo descifré solito, Rowan. Lo que quiero saber es porque entraron así —fijó su vista hacia arriba—. Me dejaron un agujero enorme en el techo.
—Si Kayn, porque en este momento lo más importante de todo es tu techo de mierda —dijo Ray, reincorporándose mientras se sostenía el hombro herido—. Debemos salir de aquí cuanto antes, pronto llevarán los guardias. Anda Rowan, levántate.
Le entrecerré los ojos—. Es fácil para tí decirlo, tu eres el menos herido de nosotros.
No estaba del todo equivocada pues, por lo que se podía ver, él solo contaba con su damnificado hombro, el cabestrillo en la mano izquierda y unos cuantos moretones, nada realmente serio. Por su parte, Kayn tenía una venda cubriendo su frente, golpes por doquier y una cicatriz que se asomaba por el cuello del uniforme (si, él también había noqueado a un guardia).
Aquello significaba que había sido recientemente operado, demostrando lo delicado de su situación, de hecho, me sorprendía su calma.
Ray me miró de manera resentida.
—Tu cállate. No tienes ningún derecho a hablar cuando me acabas de utilizar como pista de aterrizaje —se llevó una mano al pecho—. Creo que me rompiste una costilla.
Su comentario le costó un almohadazo. Puso una mueca de dolor ya que le di justo en el hombro, jejeje.
—Tampoco peso tanto. Además, al menos tú no tienes un yeso en el pie.
—No, pero tengo un cabestrillo en la mano —me mostró su muñeca rota.
—Pues al menos eres diestro, no tendrás problemas para escribir.
—A no ser que pueda escribir tu nombre en la Death Note, no le veo mucha utilidad a eso.
—¡No metas al anime en esto!
Cof Cof. Alguien tosió en la habitación o, mejor dicho, fingió hacerlo.
Kayn señaló la puerta con la cabeza, haciendo alusión a que alguien se aproximaba. Ojalá hubiese sido solo alguien y no muchos.
—Ten —Ray me lanzó unas muletas. Las atrapé justo antes de que me dieran en la cara—. Debemos huir ahora.
—No podemos tomar los ductos de ventilación de nuevo, sería demasiado evidente con ese agujero en el techo.
—La puerta está con llave —nos avisó el alemán con total tranquilidad. Me pregunté cómo le hacía para permanecer tan inexpresivo en los momentos más tensos.
—¿Qué hacemos? —barajé la mirada entre los dos, deseando que a alguno la fábrica le funcionara lo suficiente como para maquinar un escape. Ninguno respondió.
Los pasos compenetrados reverberaban por el pasillo, funcionando como una señal para anunciar que pronto nos atraparían.
—No hay que pensar, solo actuar —murmuró Ray, antes de levantar tenebrosamente la mirada hacia mí—. Ya me perdonarás por esto.
Fruncí el ceño, pero pronto entendí a lo que se refería. Lastima que fue cuando ya me encontraba en el suelo. Ray me había arrebatado una muleta justo para cuando la puerta se abrió.
Reprimí un clamor de espanto al oír el potente golpe que le proporcionó el británico al primer guardia, dando inicio a aquella batalla.
La algarabía de numerosos disparos no se hizo esperar. El cañón de las armas expulsaba los dardos tranquilizantes con los que ya estaba familiarizada. Si uno te toca, estás fuera, así de simple era aquella injusta contienda.
Valiéndome de una sola muleta, empujé la cama para utilizarla como trinchera contra las balas.
Sin una palabra de por medio, Kayn y Ray se las arreglaron para pelear con una estratégica armonía. Mientras uno de los hombres trataba de dormir al rubio, el británico empleó su improvisada arma para desorientar y dar tiempo a su amigo para hacerse con el artefacto.
Entonces nuestro equipo avanzó hacia la salida, evadiendo disparos como si fuéramos Keanu Reeves en Matrix.
Yo salí de mi escondite para seguirlos. Ahora quedaban cinco de ellos y nosotros éramos dos y medio (exacto, yo cuento solo como la mitad), aunque la mayor diferencia en realidad era que nosotros disponíamos de armas con las que enfrentarlos, así que la disputa ya no parecía tan desequilibrada.
—¡Refuerzos! —vociferó uno de nuestros enemigos por el intercomunicador—. ¡Necesitamos refuerzos!
Ray logró dejar inconsciente a otro sujeto al golpear con los puños, aunque no pudo hacer mucho más cuando recibió un dardo en la pierna. Inmediatamente cayó de rodillas al suelo. Por la zona de impacto, el disparo tardaría en dormirlo.
Aún así no dejó de pelear, haciendo todo lo posible para eludir más disparos y tirar a los hombres al suelo. Entre tanto, yo miraba la escena pensando en que podría hacer para ayudar.
La respuesta fácil era "no ser un estorbo" pero ni eso pude hacer, pues vi en cámara lenta como un sujeto levantaba su arma hacia mí.
Como si fuera Patch Cipriano, el ángel caído que era Kayn llegó justo a tiempo para noquearlo. El problema vino cuando otro hombre se aproximó hacia él. Ya no le quedaba munición.
No sé cómo lo logró, pero Ray se levantó brevemente para tacklear al hombre y tirarlo al suelo. Eso no evitó que Kayn recibiera un disparo, pero sí consiguió que el británico se hiciera con las llaves de las habitaciones.
—Ve por Nikolai —dijo cuando me las lanzó, momentos antes de que otro dardo le llegará al hombro y cayera dormido.
Oí a un ejército aproximarse hacia nosotros, por lo que huí por la dirección contraria, deseando que por allí tuviera la suerte de dar con el italiano.
Corrí lo máximo que se puede cuando tienes un pie enyesado, sentí como si fuera Dylan O'Brien en Maze Runner, toda una escena épica.
Doblé y vi el pasillo en el que ahora estaba. Había más de una habitación, así que me apresuré para asomarme en cada ventanilla a ver si en una de esas se encontraba Nikolai.
—Vamos, vamos —me di fuerzas mientras me desilusionaba al no dar con él.
Entonces solo me quedó la última habitación. Crucé los dedos para que estuviera allí.
Iba asomarme cuando sentí el roce de un disparo. Los hombres habían infestado también ese pasillo. Tendría que arriesgarme.
Me agaché mientras buscaba entre las llaves una que tuviera el número de la habitación: 22.
Temblaba, cuestión que dificulta la búsqueda. Logré hallarla justo al momento en que recibí una bala en el brazo. Maldije en voz alta y utilicé el otro para insertar la llave y entrar a la habitación.
Sentí gratificancía cuando oí el click que me señalaba que esta se había abierto. Me lancé al interior y cerré de un portazo para alcanzar a ponerle seguro a la pieza.
Me apoyé contra la puerta y solté un fuerte suspiro. La puerta no los detendría por mucho.
Sentí un movimiento repentino y levanté la cabeza. Lo vi sentado sobre la camilla. Tenía la cabeza entre las manos. No se molestó en mirarme.
Por la emoción, me levanté y corrí hacia él. Envolví mis brazos alrededor de su cuello, aferrándome como si no fuese real. Me descolocó que él no me devolviera el gesto.
—Que bueno verte —me separé para verlo a la cara—. ¿Estás bien?
Seguía sin mirarme, por lo que le puse una mano en el mentón y lo forcé a hacerlo.
Fue entonces cuando lo dijo:
—¿Quién eres tú?
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