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Capítulo V: Draven II

—El deber de un rey es proteger, es amar, es creer —recito, como todas las mañanas desde que aprendí el juramento del rey de Valjort—. El deber de un rey es unir, jamás dividir, un rey es un líder, un líder es un rey. Tal como un cordero jamás será un león ni un león un cordero. El oro no hace al rey, sino él lidera, cree y confía en su pueblo. Un rey es un rey solo si su pueblo es su pueblo, no existe pueblo sin rey ni rey sin pueblo.

—El antiguo juramento no te salvará de la muerte —suscita la voz una mujer al final de la celda contraria. Estamos en las mazmorras de la casa de los antiguos Bakke, hogar de Iskandar en Nox. Despertar ha sido peor que desmayarme en el campo de batalla sin haber luchado.

—¿Usted por qué está aquí? —averiguo, girandome hacia la reja de la celda y camino hacia ella sin llegar a tocarla.

—Por servir a un dios —su respuesta me intriga e inspecciono el pasillo mientras medito mis palabras.

—¿A qué dios sirve? —pregunto, aunque solo un Dios haría que Iskandar repudiara a una persona.

—¿Importa a quién sirves cuando vivir es el regalo que se ofrece a cambio de tu lealtad?

—Así que sirve a la deidad oscura —confirmo mis sospechas cuando alza sus cejas perfiladas y una mueca ladina se apropia de su boca.

—Es más perspicaz de lo que se cuenta.

—Incluso en Blockhaus había rumores de que el príncipe Homero engañaba a su esposa con una bruja que servía a la deidad oscura —poso los codos sobre la reja y doblo los brazos de modo que mis manos quedan por fuera de ella—. Iskandar odiaba a esa mujer y aun más a los ritos mediante los que seducía a su padre, alimentando su hambre de poder.

—Veo que sabe mucho de mí —arrastra las palabras y puedo ver un hálito de sangre arrastrándose desde su boca—, ¿pero cuánto de eso cree que sea verdad?

—No opino sobre temas que no me involucran por esa misma verdad que menciona.

—¿Cree que recitando el juramento hará que los soldados lo sigan?

—Los soldados son ciervos, los lobos no pelean con ciervos —proclamo lo mismo que mi padre escribió en una carta cuando solicité permiso para reprimir las revueltas en una aldea cercana al castillo en el cual me críe.

—Los ciervos alimentan a los lobos, señor. Sin los ciervos, los lobos no sirven de nada.

—Es más perspicaz de lo que se cuenta —imito su tono y me adentro aún más al interior de la mazmorra. La luz se cuela por las ventanas y el calor que produce es refrescante de cierta forma. El contraste con el frío provoca que los huesos me duelan, mas no me inmuto. Un Kyrell jamás deja entrever sus debilidades al enemigo.

—¿Por qué la ha traído aquí? —Trato de entender a Iskandar tanto como puedo, mas sus acciones son cada vez más erráticas y entre más las analizo, menos las comprendo.

—No lo sé.

—¿Qué es lo que sabe?

—Que busca algo que no puedo darle.

—¿Sabe quién sí puede?

—Él tendrá que descubrirlo solo —suspira, a mis espaldas, provocando un ruido metálico al golpear la superficie de las rejas con sus uñas—, pero me temo que eso cobrará más vidas de las que cree.

—¿A cuántos soldados ha ejecutado hoy? —inquiero, reconociendo sus instintos.

—¿Por qué cree que poseo esa información?

—¿Por qué no la tendría? Aprendí a no subestimar a nadie y tengo razones para creer que es más capaz de lo que parece —me sincero y antes de que el dolor me haga más dificiles las cosas, extiendo mis manos y dejo caer mi peso contra los ladrillos roídos de las paredes llenas de tierra justo bajo la luz de la ventana. Siento su mirada en mi espalda a la vez que mi respiración se vuelve pesada. Es una fortuna que el dolor pueda ser fácilmente confundido con el remordimiento cuando hablamos de reacciones físicas.

—Escuche cuchichear a los soldados hace un rato. Llevaba ochenta y cuatro.

—Ese…

—No se preocupe, su mayordomo fue más listo, huyó a la casa Dáne antes del amanecer. Me pregunto si sabe algo que usted no.

—¿Tarek se fue? —Un suspiro alivio se acumula en mis pulmones y me contengo, sin modificar mi postura. Tarek es más que un mayordomo, pero no necesito que ella tenga esa información.

—Lo hizo después de pedir a los soldados que se aseguraran de que estuviera bien. Algunos se han unido a Iskandar solo para seguir cerca de usted.

—¿Iskandar lo permitió?

—Lo hizo, pero si me lo pregunta, ni siquiera sabe lo que hace.

—Se convirtió en un asesino —estiro el cuello para relajar la zona y me giro hacia el frente dando un par de palmadas para limpiar mis manos—, cualquiera estaría fuera de sí.

—¿Alguna vez ha deseado algo que no tenga, su alteza? —hay malicia en su voz y de algún modo eso me molesta, mas no alzo la vista.

—Me temo que no.

—Por casualidad, ¿ha deseado matar a alguien por mera ira durante toda su vida?

—Me temo que no.

—Entonces sabe que él no es cualquiera. Desde el momento en que tomó la decisión de tomarse personal la venganza de su padre e incluso odiarlo a usted, dejó de ser cualquiera. Yo tendría cuidado si fuera usted, porque mañana una de esas cabezas fuera del palacio podría ser la suya.

—¡Suéltame, rata de coladera! —chilla una voz aguda. Desde esta posición no puedo ver nada.

—Usted no tiene poder aquí, puedo hacer lo que quiera —dicta la voz de un hombre, un soldado. El mismo que me ha puesto en este lugar.

—Una rata siempre será una rata —escupe y se escucha una breve coro de risas cercanas—, ¡dile a ese que se autoproclama rey que es una rata!

El sonido de un golpe seco invade el lugar. La mujer no llora, no gime, no se queja. En su lugar, su respiración produce un pequeño bufido, propio de un guerrero preparandose para atacar y me embarga una sensación de orgullo mientras escucho que la encierran en una de las celdas en el extremo del pasillo.

—Mira nada más, la deidad está jugando con el destino de nuevo —dice la mujer, quien tiene una mejor vista que yo sin duda. Alza la mirada y me dedica una sonrisa con esos dientes y labios teñidos de un rojo que parece una mezcla de maquillaje y de sangre seca que ni se ha molestado en limpiar. Hay incluso un moretón de vivos verdes cerca de su mandíbula, bajo la tela roída de su capucha.

—¿Quieres compartir información de forma voluntaria o seguimos con la conversación innecesaria? Desearía cuidar mi saliva, no sé cuándo volveré a probar el agua —Parece estar de acuerdo con mi afirmación, aunque luce más pensativa de lo que me gustaría.

—No debería ser rubia —proclama, antes de darse la vuelta y caminar hasta echarse en el hormigón incómodo que imita la forma de una cama.

Al siguiente día marchamos hacia el sur y salimos del reino de Valjort. Si pudiera reprochar a mi primo, le diría que es un estúpido. Abandonar un reino que acabas de tomar sin siquiera visitar el palacio del rey y llevar acabo una coronación, no es una decisión de un hombre astuto. Está pensando con el culo y de paso, aplastando con él al reino también. Camino en una peregrinación de esclavos y rehenes que ha tomado porque cree que así puede asegurar su puesto. Entre las filas reconozco a hijos de varios miembros del consejo. No les hablo. Solo me averguenzo ante sus ojos de cordero.

Al pasar de los días mi herida ha ido sanando. Lo está haciendo a un ritmo más lento de lo que quisiera, pero es normal después de todo el esfuerzo que he hecho. Ninguno de los soldados me insulta, me grita o me reclama como a los demás rehenes. Es más, incluso parece que me respetan. Sé que eso debe enfurecer a Iskandar, pero incluso converso con algunos durante los campamentos.

Hundo mis manos en un hueco que han hecho en el hielo del lago para beber y limpiar mi rostro antes de ir hacia un grupo de soldados. El frío corta mis manos por un momento, pero estoy bastante acostumbrado. Ningún esclavo llega hasta esta zona al frente de la marcha, pero ellos permiten que lo haga. Al final Tarek tenía razón, los soldados son mis ojos y oídos ante mi incapacidad de enfrentar directamente la batalla.

—Señores —me inclino levemente, como debe hacer un esclavo ante sus amos. Ninguno de ellos emite palabra cuando lo hago y para mí es más bien una actuación que espero abandonar pronto.

—El rey ha salido de las filas una vez más. Pasaremos aquí la noche —informan entre sí, sin importar que me encuentre presente.

—¿Cuántos asesinatos ha cometido hoy?

—La cuenta no es muy exacta, pero visitó a uno de los miembros del consejo y se dice que tomó como rehen a su hija mayor a cambio de su lealtad.

—¿Cuánto creen que tome antes de que los miembros del consejo se reúnan?

Guardan silencio. Algunos me miran de reojo. Yo lo sé. Quizá un mes, quizá dos, teniendo en cuenta que Valjort es un reino muy basto. Incluso tres o cuatro si no se ponen de acuerdo entre las casas y hay riñas internas en el consejo. Le harán llegar una petición para entonces y si no toma cartas en el asunto, en cinco meses tomaran el trono e irán contra él, aclamandolo la cabeza de “El falso rey”.

«¿Qué le estás haciendo al que llamas tu pueblo, Iskandar? ¿Cómo te atreves a traicionar a quién debe seguirte sin dudar?»

—Seis meses —dicto, meditabundo y todos ellos callan ante mi voz. Algunos lucen sorprendidos. En todo este tiempo uniendome a sus reuniones, jamás había hablado más que para saludarlos al unirme.

Entre ellos reconozco a uno de los soldados de mi guardia real. No recuerdo su nombre, mas se unió a mi causa en uno de los inviernos más duros. Solía ser un minero en el territorio de los Zephyros y demostró sus habilidades frente a todos en el campamento. Aun si consigo derrocar a Iskandar, esos días se habrán vuelvo mis mejores recuerdos. La aristocracia está llena de adversidades y etiquetas que limitan la vida de las personas. Incluso los antiguos reyes, con el amor que resguardaban, no pudieron huir de la mala fortuna.

Los guardias más cercanos de mi escolta, esos que se reclutaron a mi lado en el castillo de los Arlen ubicado en Wyndham siguen aquí y de vez en cuando me muestran acciones de respeto mayores a los demás. Suelen ser simples gestos: bajan la mirada ante mi presencia, inclinan sus cabezas o bajan los hombros. Son simbolos sin palabras de que me seguirían si decidiera luchar.

Ninguno dice nada. Algunos salen del grupo y se dedican a coordinar a los rehenes. Los sigo porque esa ha sido mi misión en los últimos días, seguir el rastro. Necesito encontrar eso que Iskandar busca antes que él y necesito destruirlo para poder quitar de sus manos este poder que amenaza con destruir al reino y a él. Está dispuesto a sacrificar vidas, familias y esperanzas, ¿pero qué cree que podrá obtener a cambio de ellas?

Cuando aprietan la cadena alrededor de mis muñecas, esposandome a las ramas de un arbol con la cuerda correcta para que pueda echarme pero no para que me aleje mucho me replanto si encontrarlo durante la noche y matarlo yo mismo. Por el ruido, parece que nadie puede dormir y el frío incrementa a medida que pasa el tiempo, escucho quejidos, llantos y alaridos que me mantienen despierto y entonces, cuando la luna nace en el horizonte, como una encarnación de la Diosa Selene, una dulce voz emerge de algún punto entre los árboles.

—Baja de allí, niña incauta, ¿piensas morir de una vez?

Agradezco a Tarek al escuchar sus palabras, pues el Volkov no es el idioma que habla, sino una de las variantes del reino. Específicamente, la de la casa de los Dáne, justo la que Tarek me enseñó durante mi infancia a la par de la nuestra, ya que le recordaba a su hogar en el Este de Valjort. Más tarde aprendí algunas otras variantes de los soldados y el idioma común con los maestros y con la escolta a mi cargo, pero ésta, de la cual ni siquiera se sabe el nombre, debido a la rareza, es la que mejor domino gracias a él.

—Morir no sería peor castigo que vivir así, Greg —habla con entusiasmo e incluso cariño. Muestra una pizca de picardía, de desafío. Se escuchan ruidos y cuchicheos antes de que la voz vuelva a surgir—, ¡estoy bien! ¡no me gusta dormir en el suelo!

Se escuchan algunas carcajadas, unas lejanas y otras incluso en árboles cercanos. Tal vez escucharía alguna a mi lado de estar más cerca de ellos, pero usualmente me mantengo lejos y los soldados suelen respetarlo. Últimamente no sé en quién confiar ni a quién servir, sin embargo, me relajo cuando un suave murmullo antecede a la voz más hermosa que he escuchado. Tararea por lo bajo, como si solo intentara jugar con los sonidos y así se mantiene por un rato, antes de comenzar a cantar.

Muchos habían querido conquistar las tierras,
mediante el uso de espada y la fuerza,
durante siglos, tiñiendo se carmesí,
sin ceder ni saciar su frenesí.

La oscuridad ha silenciado el recuerdo,
de aquellos que han perdido la batalla,
el muerto bajo tierra aguarda,
su alma en el karma se halla.

El lirio amarillo que crece en el sur,
enamoró a una doncella de Valjort,
el lirio amarillo que crece en el sur,
conquistó, sin sangre, la tierra en discusión.

Un lirio amarillo que crece en el sur,
cortó un rey para una mujer de ojos azur,
y enfundada en su hermoso vestido de tul,
salvó a su reino del destino de la esclavitud.

Un lirio amarillo se plantó en Valjort,
bajo la luna floreció y se marchitó,
pero nació un amor que unió los reinos,
del lirio amarillo que crece en el sur.

Incluso la inclemencia del viento y el frío parecen haber disminuído con su voz. Transmite una calidez que termina purificando el ambiente y llenándolo de energía. Los aplausos no se hacen esperar y ella murmura algunas palabras inteligibles antes de que comience a desvanecerme en la oscuridad de la inconsciencia.

«Que la diosa Luna nos proteja».

~Diamante_52
Viernes 20 de diciembre de 2024

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