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Capítulo IX: Mallorie I

-Luz: Cielo, lago, fuego, trueno. Oscuridad: Viento, agua, montaña, tierra -canturreo, siguiendo una melodía infantil sin nombre en mi cabeza mientras empujo las puertas de metal con mi bota-. ¿Donde nacen los dioses? ¿Dónde se encuentran sus hijos que causan tanto desorden? ¿La humanidad es la causa, o la causa es el hombre?

-No los encontrarás en el cielo, pues no son nubes, ni en la tierra, pues no son semillas -mis botas se empapan en un charco de lodo cuando doy un respingo y termino por apoyarme en un pilar para no resbalar. Sigo el sonido de la voz, y esta me guía hacia Nerón. Sus ojos grises me observan con cautela y me ofrece su bastón al recargarse contra el pilar, mostrando una sonrisa somnolienta.

-Maestro -Declino su oferta mientras inclino la cabeza en una breve muestra de respeto. No muestra señales de despedirse pronto, así que deslizo el costal en mi hombro contra el suelo cuando consigo incorporarme por completo.

-Los hijos de los astros son como tú y como yo, aún no han despertado, aún no tienen dominio de sus dones y si lo tienen no tienen dominio de ellos.

-¿Cómo habrá rastros de un poder que aún no se ha manifestado?

-El poder siempre deja rastros. Una deidad del fuego, incluso si no escupe fuego o lo produce, estaría cómoda cerca de un lugar cálido: un horno, un volcán, incluso armas. El agua, cerca del mar, de lagos, de ríos. Bastaría con un pozo en una aldea alejada.

-Lo entiendo, señor, ¿pero qué pasa con el viento y el trueno? -suspiro-, ¿cómo encontraré algo que requiere de tanto análisis entre tantas personas? Es como encontrar un tallo especial entre miles de flores.

-Lo sabrás.

-No, no puedo saberlo. Ni siquiera guardo conexión con los astros. Ni siquiera sé cuál es la fuente de ese don que cree que tengo y ni siquiera puedo controlarlo.

-¿Qué trajiste contigo del bosque de Beamard cuando viniste a la asociación?

-Me temo que solo lo esencial -me apresuro a responder, ávida de respuestas-, estaba escapando.

-Pero siempre habrá algo que te recuerde lo bueno, cadete Leirion. No todo fue malo, ¿cierto?

-No, tiene razón -asiento-, mi tía, pese a su carácter duro, siempre me educó en sus capacidades. Me enseñó todo lo que sé, incluso que los lirios, al igual que el significado de nuestro apellido, eran la flor favorita de mi madre. Al establecerme en la asociación, traje algunos lirios y planté algunos en varios lugares. El clima de Beamard es más fresco que el de Balam, pero aun así, florecen bajo el calor del verano.

-Entonces no tienes de qué preocuparte. Solo tienes que entender qué es lo que necesita cada hijo de los astros -señala trazando una figura en la tierra con el extremo de su bastón.

-Agua -artículo, cuando culmina el último trazo de una gota y luego una ola-, mar. El agua es parte del mar.

-¿Qué significa? -cuestiona y sus ojos buscan en mi rostro, como si fuera él quien estuviera ansioso por respuestas.

-Que es parte esencial de él, vive en él, respira en él -continúa, al notar que espero que lo haga-. Una sirena, es una encarnación mítica de la diosa luna según Nerisa. Una sirena vive en el mar. No es posible que se aleje de él. Una deidad de la lluvia, estará en un lugar lluvioso. Una deidad del fuego, en un volcán. A su imagen, sus hijos, estarán, incluso sin darse cuenta de ello, cerca de elementos que nutren su energía y los hacen sentir seguros en casa.

-Como los lirios me hacen sentir a mí en este lugar.

-Así es, cadete -señala, contemplando las nubes oscuras sobre nuestras cabezas. No ha parado de llover en días-. Haz ese viaje, y no hagas que me arrepienta de haberte reclutado. Mi fe en ti es fuerte, vuelve sana y salva. Sé que habrá preguntas al finalizar tu viaje y en esta asociación, ofrecemos respuestas a todos, en especial para aquellos que las tienen frente a sus ojos.

Casi un mes tras esa conversación me sigo preguntando, ¿qué hay frente a mis ojos que no haya visto? He viajado para llegar a Zephir desde Balam por el camino más largo, alejándome de los bandidos, con la esperanza de hallar un indicio de magia oscura y quizás, con más suerte, un hijo de los astros, pero no ha ocurrido ni una cosa ni la otra. El mal genio ha estado consumiendo mi cuerpo como una vela encendida y las dudas en mi cabeza dan vueltas una y otra vez a los hechos a lo largo de mi vida.

La organización me alejó de mi tía, de sus restricciones hacia el mundo real y un carácter adjudicado a la diosa Keres -la diosa oscura en Valjort-, que al parecer he heredado, pero también me ofreció un don, uno que según ellos se ha manifestado en mí desde que nací, mas si es así, ¿por qué no soy capaz de acceder a él con la facilidad en la que Jarek modifica su habla al comunicarse con hablantes de otros reinos? ¿Por qué no brillan mis ojos como los de Xiana cuando el Dios Sol desea mostrarle algo? Si pertenecemos al mismo destino, ¿por qué mi don es distinto?

-¿Han escuchado los rumores del Norte? -Varios hombres se congregan alrededor de la barra, la mayoría tan ebrios que necesitan seguir sentados para no caer sobre sus caras y presto atención a lo que dicen para apartar mis dudas mientras delineo el borde de mi tarro de cerveza.

-El rey Iskandar se apropió de las tres provincias y ha estado tomando rehenes de las casas más importantes para mantener las rebeliones reprimidas -el morbo en la voz del que habla es palpable. Casi parece que toda la taberna calla para escuchar mejor lo que dice. Llevo el tarro hacia mis labios y su sabor agrio me embarga el paladar mientras bebo.

-Escuché rumores de que ha estado encadenando a sus rehenes a árboles en el bosque de Beamard.

-¿El bosque de Beamard? -Es el tabernero quién pregunta. La información debe estar completa en los informes para que sirva. Ellos son quienes informan a la organización cuando se necesita. Solo hay tres cosas que hacen que a un hombre se le vaya la lengua: el dolor, el sexo o la bebida y de todas ellas, la bebida es la que más se facilita.

-Se dice que marchan hacia la academia de sabios del bosque. Creímos que vendrían hacia nosotros, pero el usurpador está siendo más que ambicioso -se escuchan cuchicheos afirmativos y tarros chocando a lo largo de la taberna.

Bebo de un trago el resto del líquido cuando la mesa del fondo tiene movimiento. Ya que no he tenido éxito al seguir el camino seguro desde el sur, ahora tomaré el riesgo, así que ellos son mi siguiente presa. Quizás los dioses protejan a los descarriados del camino mejor que a los cautelosos viajeros.

-Buenas noches, caballeros -saludo al encontrarme con el grupo de hombres afuera. La oscuridad me oculta a la perfección. Es mejor si no me analizan demasiado, la mayoría de ellos me duplica en edad y complexión.

-¿Qué hace una dama aquí sola? -uno de ellos se acerca demasiado, su barriga rebota mientras camina y su aliento apestoso me golpea, provocando que me entren arcadas. Frunzo el ceño y hago un gesto de repulsión con mi mano derecha para tomar distancia de su cuerpo sin quitar la izquierda del mango de mi espada.

-¿Una dama? -indago, con desdén-. Señores, más respeto. Prefiero que me digan señora.

-¿Señora? -repite el más lejano, en un lamentable intento de sarcasmo que logra lo adecuado para ellos. Ríen en grupo y se codean entre sí-, ¿lideras la casa de un lord como para llamarte así?

-Lidero el honor en los caminos de Zephir -me encojo de hombros y limpio la carne entre mis uñas sin quitarles el ojo de encima.

-En ese caso -su líder camina desde el fondo con cadencia hasta detenerse a un par de pasos. Es un hombre alto y de torso considerablemente ancho-, ¿qué podemos hacer por ti?

-Mi señor, mi petición es simple -estiro mi mano y con mi uña, rasco el borde de su barba de candado. Él toma mi mano a medio camino hacia su mejilla, sin apretar demasiado-, sé que tomarán la ruta más corta hacia el este. Quiero ir con ustedes.

Dos semanas después siento los estragos de dormir sobre los árboles mientras caminamos. La marcha es divertida, ya que tiene más cerebro una leguminosa que la mayoría de estos idiotas, pero Alrik, el líder, es quien me preocupa. Cada que me mira, inspecciona lo que llevo y lo que hago con sumo detalle. Durante nuestro avance se han dedicado a asaltar a quien pueden, cubriendo su cara con rebozos y paños. La mayoría de las veces no hacen mucho daño a los implicados.

Trato de no involucrarme en los atracos. Incluso en aquellos que involucran mujeres y niños pese al remordimiento que me sigue durante un par de días seguidos. El lodo ensucia mis botas mientras avanzamos por las montañas. El cielo es más visible en esta zona del bosque y el horizonte dibuja algunas de las montañas lejanas. La lluvia nos empapa mientras avanzamos cuando uno de los ladrones divisa a un hombre a lo lejos.

-Señor -avisa en dirección al resto. Resoplo en protesta. Me niego a dejar que ataquen a alguien en este momento. Estoy agotada, no quiero esconderme. Observo de soslayo las acciones de reojo del líder, quien se pasa las manos por sobre los hombros y asiente sacando su daga del costado de su cadera. Da direcciones con las manos a los demás en la oscuridad y me dedica una última mirada recelosa antes de avanzar.

El cansancio me empuja a permanecer en mi lugar mientras se dispersan y rodean al joven. Lleva una mochila a la altura de la cintura y se auxilia de una rama que sirve de bastón a medida que camina. Tropieza muy seguido, por lo que el terreno debe serle desconocido. Bajo la mirada un momento y sacudo mis pies en un torpe intento de sacudir el lodo de mi ropa.

El crujir de una rama llama la atención de todos. Es otra noche sin luna, por lo que la oscuridad se cierne sobre nosotros. No hay manera de saber quién fue, pero la advertencia es suficiente para que el joven siga caminando. La lluvia arrecia y un relámpago nos ilumina por un segundo. El joven descubre el rostro del líder a más de un metro y corre hacia el lado contrario. Un trueno retumba en nuestros oídos como una advertencia del cielo. Estamos expuestos.

-Miren qué tenemos aquí -entona uno de los ladrones. Otro de ellos ríe y aunque no es a mí a quien cazan, un instinto de supervivencia en mi interior me pide que huya. Retrocedo a penas medio paso antes de que otro relámpago nos alumbra. Esta vez soy yo quien queda frente al muchacho en esta danza del pánico. Se me congela el corazón mientras jadea. Sus ojos me suplican en un segundo en el que la luz cede antes de abandonarnos. Un rayo se impacta a lo lejos y me estremezco ante la expectativa. La decisión está latente en mis manos.

-¡Ahora! -brama el líder y todos avanzan como un jauria bien adiestrada. Mis pies se anclan al suelo como una bestia a punto de atacar.

-¡No se le acerquen! -desenvaino mi espada y doy un paso al frente, dándole la espalda al que acaba de convertirse en mi aliado.

-¡Mujer! -me embarga una sensación nauseabunda ante la repulsión plausible en su voz. Como si ser mujer me hiciera menos humana que cualquiera de ellos-, ¡apártate si valoras tu vida!

-¡Diría que otro debe apartarse si valora la suya! -entona el hombre, con ola de valor renovada, poco antes de atacar. Los truenos estallan en el cielo sobre nuestras cabezas. Aunque el joven luce como un cervatillo asustado, termino por extenderle una daga que pende de mis cadera.

-Defiendete como puedas -le insto a que se mueva mientras pateo el costado del hombre de gran barriga y consigo que se golpee contra una enorme piedra.

-¡Apártense! -El grupo se dispersa cuando un rayo impacta contra un árbol, provocando que comience a incendiarse. Entrelazo mi mano con la de mi compañero de batalla y escalamos la montaña rumbo al norte. Tengo la impresión de que los relámpagos nos siguen a medida que avanzamos, pues la luz me deslumbra cada dos segundos pero no me permito detenerme.

Pretendo voltear para ver si nos siguen, mas tropiezo en el proceso y ruedo ladera abajo. Mis manos impactan contra piedras, tierra y ramas mientras busco alguna manera de aferrarme y frenar mi caída hasta que la frustración me gana y termino en un lodazal al pie de la montaña.

Me alejo varios metros buscando alguna manera de escalar. No puedo dejar al chico solo allá arriba. Sigo el camino del fuego con los ojos e identifico con dificultad su figura corriendo rumbo al este, siguiendo mi trayectoria y resbalando por la ladera. Un relámpago ilumina el cielo sobre su cuerpo y a este le sigue un trueno. Soy testigo del preciso momento en el que un rayo impacta contra su cuerpo.

Sus manos se iluminan y múltiples lineas de color blanco delinean sus palmas mientras uno tras otro, como si pudieran comunicarse su posición, los rayos se impactan una y otra vez contra su cuerpo. Quiero gritar, hacer algo, pero solo permanezco en mi lugar. Es peligroso para mí estar cerca. Lo es para cualquiera.

La angustia me carcome mientras llevo las manos a mis oídos y me arrodillo contra el lodo. Un silencio casi sepulcral se apropia de la montaña por segundos que parecen horas mientras su odisea se propaga. Parece inconsciente, a pesar de que puedo verlo moverse, estirando sus manos hacia el cielo, como si el movimiento natural de su cuerpo le pidiera hacerlo. Consigue tocar el lodo casi del otro lado del valle. Estoy a punto de echarme a correr cuando un punto en el dorso de su mano se enciende mientras la energía se extiende desde el cielo hacia sus palmas dócilmente como si se tratara de un truco de magia y entonces, él baja su mano, y todo se apaga.

~Diamante_52
Viernes 17 de enero de 2025

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