Capítulo I: Iskandar I
—Iskandar —la voz de mi padre siempre es severa, pero ahora suena incluso tan afilada como una daga. La mirada que me dedica provoca que aguarde inmóvil en mi lugar. Cuando conduce la mirada hacia afuera, los sirvientes del palacio entienden la indirecta y comienzan a abandonar el salón de banquetes, cierran las pesadas puertas de la entrada al salir y el chirrido del metal al unirse provoca que mi piel se erice por alguna razón.
El silencio toma el control entre ambos y acecho su expresión mientras medita en silencio. Las arrugas se pronuncian en su expresión mientras frunce el ceño entre pensamientos. Sus iris de color azul siguen perdidos en la puerta, ahora cerrada frente a nosotros. Su cuerpo se ha ido volviendo delgado y caucasico con el paso de los años, pero su expresión siempre ha sido la misma, y la mía… Bueno, yo sigo sintiendo la misma angustia que sentía cada que acudía a mis lecciones por las mañanas. Aunque mi altura ahora sea mayor a la suya, ante sus ojos, aún me identifico como el crío que solía ser una molestia, y que se ha convertido en una decepción. Mis pasos consiguen sacarlo del trance y alza la mirada hacia mí, por lo que lo reverencio de inmediato.
—¿Qué pasa, su alteza? —me dirijo a él por su título de príncipe. Padre, papá e incluso señor son insultos para quien debió haber sido el monarca del reino desde hace décadas.
—El usurpador debe salir de Blockhaus. Si sigue allí será imposible para nosotros atacar, su guardia está repleta de hombres de gran fuerza y valor. Ha llegado un comunicado está mañana de que ha citado a su hijo al palacio de Marbella, se cree que es su despedida, creen que esa sabandija morirá.
—¿Usted cree que sea así? —medito en voz alta. Mi opinión no importa al respecto, solo la suya.
—Mi hermano es un animal orgulloso, no llamaría a su heredero a presenciar su muerte. Si está tan enfermo como dicen, huirá a la batalla y fingirá morir como un héroe.
—¿Las revueltas se han calmado en el territorio de los Dáne? Hace un año hubo rumores de que la heredera había huído con la hija del rey y el pueblo quiso tomar el poder.
—No, es posible que hayan conseguido sobornarlos. Los rumores han cesado.
—¿Dónde estaba mi primo?
—En un campamento cerca del Oeste, diría que tuvo que ver con eso sino fuera un completo estúpido.
«Subestimas a “ese estúpido”, ha logrado lo que hemos intentado por años en menos de dos meses y durante el invierno».
—¿Qué propone entonces?
—Vamos a tenderle una trampa a ese bastardo —Su voz se torna oscura y sus ojos adquieren un brillo malicioso. Me pregunto qué tipo de trampa será, pero no lo admito y aguardo, pensativo, hasta que finalmente dicta su sentencia: —su valentía, esa que lo enorgullece tanto, será su condena.
Un mes después, mientras el más crudo invierno abate Valjort, el reino del norte, estamos reunidos en el salón del trono con las chimeneas encendidas para mantener el calor. El plan es sencillo. Enviar una carta al príncipe para que regrese a la provincia de los Dane y engañar al rey para que piense que fue detenido por los rebeldes. Atacar en el camino y acabar con él cuando avance sin su escolta de orden. Para ello, mi padre irá tras él.
—¿Qué pasa si no está convaleciente? —cuestiono sin dejar entrever la inseguridad que siento en mi voz.
—Entonces tendrás que matarme —decreta, alzando la vista del fuego y posando la mirada en mí. Casi puedo sentir las llamas en su mirada, unas llamas que no precisamente vienen del reflejo de la chimenea, sino de su propia codicia y sed de venganza.
—Su alteza, ¿no cree que es demasiado? —debate uno de mis ancianos maestros. Todos ellos fueron contratados a la par de mi crecimiento, ninguno es completamente leal al rey. Diría que ni siquiera son leales a nosotros, solo siguen a quién les conviene. Él debe ser el más estúpido de todos ellos—, es su hijo.
«Sí, no debe, lo es».
—Es por eso que debe hacerlo. Ese día correrá mi sangre —camina hasta rodear la mesa con el mapa y las figuras de lo que será el campo de batalla y me encara—. Si no podemos tomar el trono de Valjort por las buenas, lo haremos por las malas. Mi sangre gobernará el reino que me pertenece, nadie más.
—¿Qué pasa si no puedo hacerlo? —insisto, con una severidad que pretendo enmascare mi miedo—. Si Draven descubre la trampa y consigue atraparme.
—Entonces —resopla, inquieto y lleva una mano a mi hombro. Lo ha hecho tan pocas veces antes que el gesto se siente casi una amenaza en lugar de una señal de apoyo—, cuando haya muerto, debes beber mi sangre.
—¿Eso no atenta contra las leyes de la diosa Luna, su alteza? —emerge a la discusión mi maestro de arquería. El mejor del Este.
—Mis leyes son las que importan.
«Sus leyes. ¿De qué leyes habla? ¿Las leyes de un cadáver que dicta sus últimas palabras? ¿Es eso lo que desea?».
—El rey prometió que me heredaría estas tierras —intercedo antes de ver rodar sus cabezas—, reinaré sobre Nox como el gobernador bajo el regimiento de soldados cuando cumpla 25 años.
—A veces me pregunto si también serás un bastardo —su risa reverbera en la habitación antes de que se haga el silencio—. Antes de que tú cumplas 25 años, Draven habrá cumplido 21 y estaremos acabados. Las promesas siempre son engaños.
—Su alteza, ¿ha visitado de nuevo a esa bruja? —la pregunta lo toma desprevenido. Alza las cejas, recien tintadas de color carbón al igual que su cabello.
—No sé de qué me hablas —responde, sin alzar la voz y me da la espalda, tomando una pieza entre sus dedos mientras avanza hacia la otra punta de la mesa.
Poso la vista en el tablero, sumergido en mis pensamientos. Es de dominio público que el reino de Valjort sirve a cinco dioses primordiales. Sun, el astro sol. Selene, la luna. Gea, la tierra. Mera, las aguas. Khan, los cielos y Keres, la oscuridad. Todos ellos son representados en dualidad. El sol opuesto a la luna, el cielo opuesto al mar, la tierra opuesta a la oscuridad. Una vez le pregunté a uno de mis maestros, ¿cuál era el sentido de esa última dualidad? La tierra y la oscuridad no tienen relación. La tierra y el cielo sí, la oscuridad y la luz. Mas respondió que tenía un sentido más abstracto. La tierra representaba la vida, al humano y a su naturaleza moral. La oscuridad representaba la muerte, al humano y su naturaleza inmoral.
La casa de los Bakken, gobernantes legítimos de este castillo, el castillo de Nox, eran los únicos que poseían prácticas oscuras y celebraban ritos hacia la oscuridad. Cuando nos mudamos a este palacio, mi padre había ido descubriendo pistas de algo y cada vez parecía más admirado por ellas, más atraído a encontrar el objeto de su búsqueda, hasta que una noche, dió con la dirección de una mujer que poseía relaciones con el misterio y desde entonces suele visitarla. Ella ha llenado su cabeza de ideas y planes que solo de imaginar se me revuelven las entrañas, esto también debe ser idea suya.
—La magia del dios oscuro, ¿es eso lo que buscas? —protesto. La ira arde en mi cuerpo y me obliga a hablar sin cuidar mis palabras—, si quemo mi alma, jamás seré perdonado por la Diosa.
—¡Dioses! ¿Desde cuándo te importa? ¡Te dije que arriesgaría mi alma por el trono de Valjort y eso haré! Si esa garrapata consigue derrotarme otra vez, vas a matarme, arrancar mi carne y masticarla si te lo ordeno, ¿oíste?
—¿Cuál es el fin de esto? —inquiero, haciendo hasta lo imposible para intentar tranquilizarme. No puedo perder los estribos, menos en una situación como esta—, ¿Por qué debo hacerlo?
—Recuerdo que una vez, después de que ese pulgoso hijo de mi hermano te ganara por veinteava vez me prometiste que harías lo que fuera para vencerlo, ¿recuerdas?
—Lo recuerdo —asiento con pesar.
—Esto es lo que debes hacer para obtener el poder que necesitas y créeme, si muero, lo necesitarás. No eres ni la mitad de bueno como ese bastardo, así lo niegue. Me pregunto cuántos reinos habría conquistado ya si mi hijo fuera él en tu lugar —relame sus dientes mostrando su dentadura de oro y cambia algunas tropas de lugar. Siento algunas miradas en mí, pero no bajo el rostro y me mantengo erguido. Un Kyrell jamás deja entrever sus debilidades al enemigo.
Centra una figura de madera de un caballo sobre el campo de batalla. Será en la frontera del antiguo reino de Valmard, hoy llamada Armin, la primera de las tres provincias de Valjort a mano de la casa Dáne. Tendremos que viajar desde nuestro puesto en Nox hasta ese punto para lograrlo, pero será difícil. Por el clima, la nieve y la dificultad de acceso en los caminos, las bajas de los soldados serán el triple que en verano. No lo digo, ni siquiera me muevo y apenas respiro a su lado. Como ya lo he confirmado, el diálogo con mi padre no es una opción.
La sensación de estar sentado en la mesa de la sala del trono no es diferente a la del camino de Nox. Tengo entumecido el trasero de cabalgar tantas horas y el frío traspasa todas las capas de cuero que llevo sobre la ropa, mas me niego a usar una armadura y permitir que el acero arda contra la piel dejando marcas rojizas. Al llegar al punto de ataque, nos escondemos entre las sombras y aguardamos en la neblina oscura de las montañas.
—¡El rey ya está aquí! —exclama una voz sin nombre entre la multitud y las espadas se desenvainan. Cuando la escolta del rey se posiciona en el punto de ataque, las voces se alzan de nuevo.
—¡Por su alteza! —claman algunos y otros le siguen sin pensar. Un coro, como una canción de muerte, emerge de sus labios y conforma una víspera de caos.
Una vez mi padre dijo que no hay emoción descriptiva para cuando te encuentras en el frente de batalla. Dependes tanto del instinto de supervivencia, de los reflejos y las estocadas, que no hay tiempo de pensar si asesinar es una acción buena o mala, así que cuando he cabalgado tanto hacia el corazón de la batalla que es imposible eludirla, me aferro al instinto y reclamo las vidas de quien osa a enfrentarme aun si temo perder mi alma. Cuando vislumbro el frente, con la ropa empapada de sudor ardiendo sobre mi piel, las extremidades y la cara en un agónico un dolor punzante, una sensación de hastío me invade y lo único que encuentro es su cadáver y el de su hermano cobarde, atravesados mutuamente por el filo de las espadas que han cobrado sus vidas en instantes.
La batalla se ha detenido cuando llego junto a ellos y los soldados han formado una especie de círculo. No grito, no lloro, creo que ni siquiera me muevo, pero aún así el gélido susurro del viento me provoca escalofríos. La voz de mi padre, cual demonio, se posa en mi hombro. Mis maestros, incluso yo mismo, estamos en el hombro contrario negandonos a acercarnos, a cumplir esa última orden que se nos ha dictado. Sin embargo, surgen tres amigos más de su lado. El deseo, la sed de poder y el hambre de vencer a mi enemigo. La balanza se desequilibra y antes de que pueda notarlo, mis botas están empapadas de sangre proveniente de algún herido cuyo rostro se ha desfigurado ante las patas de mi caballo.
¿Lo he pisado? ¿Lo he matado yo? No lo sé y no me permito dudarlo, avanzo en dirección a los dos hermanos y rápidamente arranco las espadas de sus pechos. La desilusión que me embarga es avasalladora cuando noto que no pasa nada, que no hay poder alguno, que sigo siendo el mismo. Me aferro al recuerdo de lo que mi padre dijo y busco entre sus palabras algún indicio de que esto sea lo que debería estar pasando. Me arrodillo ante ellos, tembloroso, con las espadas chisporroteando sangre que mancha el suelo.
—¡Iskandar! —Una voz me alcanza de pronto. Levanto la vista de los cuerpos y su presencia encarna la realidad al momento. Allí está mi enemigo, mi mayor motivación, mi nemesis. Solo necesito mirarlo para tomar una decisión. Valjort solo tiene un trono y solo uno de nosotros podrá tomarlo. La sangre de mi padre me llevara a él, ese era su deseo y eso haré, lo tomaré para él.
~Diamante_52
22 de noviembre de 2024
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