IV
—Buenas tardes a todos.
Libros en la mano, Mikael entró al aula, bastante animado de poder dictar la clase. Sus alumnos lo recibieron con un caluroso saludo como era su costumbre. No hubo ni ocupado su pupitre, cuando por alguna extraña razón, sintió que el ambiente en el salón había cambiado.
Quizá era su imaginación, así que no le tomó demasiada importancia, hasta que encontró una nota entre sus apuntes. Era cierto, un par de alumnos nuevos se habían unido a la clase y ahí estaban esos dos, mirándolo fijamente desde los últimos pupitres de una fila.
Un par de alumnos trasladados de otra escuela, en pleno año escolar. Tenía sus nombres en los apuntes de la clase, mas no la razón por la cual los cambiaron de escuela. Además, que eran mellizos y tenían excelentes calificaciones en la escuela anterior.
—Veo que tenemos nuevos compañeros uniéndose a la clase. —exclamó Mikael cuando la clase se quedó en silencio luego de devolverle el saludo. —¿Gustan presentarse?
—Lo hemos hecho ya en todas las clases anteriores. —respondió la muchacha levantándose del asiento y con tono serio de voz continuó. —Además mi hermano no puede hablar. Así que me volveré a presentar, aunque el resto de la clase ya nos conoce.
Mikael se quedó en una pieza. Su nueva alumna acababa de intimidarlo con unas cuantas palabras. Quizá era el modo como se paraba, erguida y altiva, o quizá el tono de su voz de sutil reproche. No pudo continuar, sólo carraspeó y la dejó sentarse de nuevo.
—Bien, entonces procedamos con la clase.
Así que regresó a su pupitre a tomar sus notas para empezar a dictar lo que tenía preparado. Para su buena suerte, los recién llegados no le dieron problema. Se mostraban atentos a lo que decía, a pesar de que no participaban como el resto de sus alumnos.
Faltarían unos quince minutos para dar por terminada la sesión, cuando notó que el muchacho nuevo se inquietó. La hermana también lo hizo. Quizá debió preguntarles si todo estaba bien, pero uno de sus alumnos lo distrajo preguntándole acerca de un tema del examen.
Mikael con el rostro hundido en el libro de texto, respondiéndole a la alumna, no notó lo que sucedía en los últimos pupitres de la fila. Cuando lo hizo, fue demasiado tarde.
El sonido del pupitre golpeando el suelo, hizo que toda la clase se sobresaltara. Lo siguiente que alcanzó a ver fue a su nuevo alumno corriendo hacia la puerta, a toda prisa. La hermana fue tras él, sin que Mikael pudiera reaccionar para detenerla.
Sus demás estudiantes se quedaron inquietos por lo sucedido. Incluso Mikael lo estaba, debatiéndose entre ir por los fugitivos o quedarse con el resto de la clase.
Algo estaba sucediendo, podía sentirlo. Así que decidió dirigirse a sus estudiantes e ir por las ovejas que huyeron del rebaño.
—Vuelvo en un momento. —anunció Mikael empezando a inquietarse también.
Aquella presencia oscura se manifestó en el ambiente. Sus alumnos no lo notaron, imposible que lo hicieran, pero Mikael podía sentirla. Quizá eso fue lo que asustó tanto a sus nuevos estudiantes.
Tenía que haber sido eso.
Conservando la calma, Mikael tragó saliva y continuó dirigiéndose a la clase.
—Iré a ver qué sucede con los nuevos compañeros. Por favor, quédense aquí hasta que llegue el siguiente maestro. ¿Si?
—Pero, ¿pasó algo?
—¿Por qué se fueron?
—Yo sólo los vi salir corriendo...
—Iré a ver qué ocurre. —interrumpió Mikael y el resto de la clase se mantuvo en silencio. —Por favor necesito que se queden aquí tranquilos, mientras voy a averiguarlo. ¿Harían eso por mí?
Entonces sus alumnos le aseguraron en conjunto que serían buenos. Hasta ese momento Mikael no tenía razones por las cuales desconfiar de ellos, así que partió en busca de las ovejas descarriadas.
No estaban en el pasillo que recorrió hasta llegar a la puerta de entrada. Regresó sobre sus pasos y aquella sombra oscura apareció frente a sus ojos.
—No, no ahora. —murmuró Mikael sintiendo que el color se le iba del rostro. —No con los niños en la escuela.
El peor de sus temores se volvía a hacer realidad. Era la misma pesadilla de siempre, solo que ahora la vivía despierto. Empezó a correr al sentirse perseguido y atravesó la puerta principal a toda prisa. Aquella sombra lo seguía de cerca, podía sentir el zumbido de miles de insectos alcanzándolo.
Mikael presa del pánico, corrió hasta internarse en el bosque aledaño. Sin pensarlo siquiera, desesperado por alejarse de la escuela y sus alumnos, olvidándose por completo de los mellizos que debía buscar. Era prioridad alejar aquella entidad de los ojos del mundo.
La situación se estaba volviendo insoportable. Esas sombras nunca lo abandonarían. Cuando era niño, los ataques de pánico que le provocaban eran tan severos que sus padres buscaron ayuda profesional.
En momentos como aquellos, cuando el miedo se hacía absoluto, sólo deseaba poder acurrucarse en el suelo y desaparecer. Como solía hacerlo, cuando era pequeño y aquellas voces gritaban a su alrededor llamándolo por su nombre. Cuando todas aquellas manos oscuras le arañaban los brazos y las piernas, intentando arrastrarlo hacia la penumbra de debajo de su cama.
Solía gritar hasta quedarse sin voz. Hasta ahogarse con su propio llanto. La voz de su madre se perdía entre las tinieblas que lo rodeaban, los gritos de su padre no conseguían penetrar esa barrera que se formaba a su alrededor.
Ellos no podían verlas. Ninguna de aquellas sombras, de aquellas figuras tenebrosas existía para los ojos de sus padres, de los doctores, enfermeras y demás especialistas que intentaron en vano calmar sus males.
Estaba solo en su propia pesadilla. Atrapado dentro de aquella realidad que sólo él podía ver y sentir en carne propia. Sin nadie a quien pedir ayuda, sin escapatoria.
Mikael cayó rendido, intentando huir de aquella nube de zumbidos que por fin lo alcanzó. Sentía que miles de uñas se le clavaban en la carne, millones de voces gritaban sobre él. Se acurrucó en el suelo, olvidándose por completo de recitar sus oraciones.
¿Para qué? Si Dios me ha abandonado. Gritó una voz dentro de su mente.
¿Por qué me has abandonado?
El peso de las tinieblas cayó sobre su espalda y podía sentir aquella presencia hacerse más fuerte. Mikael empezó a retorcerse.
¿Qué quieren de mi? ¡Déjeme tranquilo!
Hubo una respuesta, pero le costó mucho entenderla entre aquel montón de voces guturales quebradas en alaridos.
—¿Por qué me has abandonado?
Fue un sollozo que partió de su pecho, el grito silencioso de un hijo que se ve perdido, alejado de los ojos de su padre. Mikael se contrajo sobre el suelo de ramas y piedras.
Si esas sombras venían por él, iban a cumplir su cometido. Demasiado cansado para continuar. Incluso cuando dormía, podía ver aquellas imágenes en sus pesadillas. Se levantaba sudoroso, temblando aterrado. Cuando niño y le daban sedantes para tranquilizarlo era aún peor. Se encontraba atrapado por momentos eternos, dentro de aquel sueño narcótico donde aquellos demonios tenían potestad de jugar con su mente.
¿Para qué seguir peleando si todo está consumado?
No se atrevía a levantar los ojos al cielo y pedir ayuda al Padre. ¿Para qué si al final de cuentas jamás en el cielo escucharon sus plegarias? Lo único que quería era una vida normal. ¿Era demasiado pedir?
Sacudiéndose sobre el suelo, podía sentir que a su cuerpo lo consumía la oscuridad. Era demasiado tarde para intentarlo.
—¡La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron! ¡Y la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la venc...
El remolino de voces se agitó, se convirtió entonces en un alarido espantoso. Mikael no sabía que sucedía, pero necesitaba que acabase. La nueva voz que se dejaba oír en medio de aquel bullicio no cesaba, pero empezaba a perder terreno.
—¡Y las tinieblas no... la dominaron!
Recordaba ese versículo, el evangelio de Juan. Sus labios lo recogieron. Necesitaba asirse de su fe para salir victorioso. Buscó a prisa su rosario y descubrió que su cuerpo se sentía pesado. Alcanzó la Cruz de madera con la punta de sus dedos y se aferró a esta.
—La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no han podido apagarla. —recitó con desesperación —En Él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres...
El remolino lejos de apaciguarse, se revolvía con más violencia. Sin embargo, parecía dejar espacio para que entrara luz. Mikael pudo ver entre las sombras una silueta familiar. De pronto su corazón dio un vuelco. Decidido se aferró a su crucifijo y la oración en sus labios.
Elí estiraba una mano que intentaba penetrar entre aquella vorágine de sombras y voces. Trataba de alcanzarlo.
—¡La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no han podido apagarla! —Era la voz de Elí la que lo guiaba entre aquella oscuridad.
Casi rosaban sus dedos, casi conseguía salir de ese encierro. Mikael hizo un último esfuerzo sintiéndose más liviano. Alcanzó la mano de Elí y se aferró a esta con todas sus fuerzas.
Algo ocurrió entonces, algo que le costó trabajo descifrar. Las voces, las sombras, el aleteo violento se revolvió sobre ambos una última vez, para de pronto desaparecer tal y como llegó.
Mikael cerró los ojos casi escondiéndose sobre el pecho de Elí, quien lo sujetaba con fuerza. Sus manos todavía seguían juntas y entre ambas palmas algo se ocultaba.
—Quédate quieto...—musitó Elí con la voz entrecortada —Todavía no se termina.
Tenía razón, no lo notó hasta ese momento. El cielo se nubló y la naturaleza que los rodeaba se mantenía silenciosa. Apoyado sobre Elí, de pronto sentía alivio.
Sin lugar a dudas, aquel misterioso sujeto sabía de lo que hablaba. Un rugido se dejó oír y se alejaba entre los árboles. A Mikael, una euforia difícil de entender, lo invadió entero. Felicidad pura, ganas de llorar de alegría. A salvo, se sentía seguro y libre por fin.
Tenía la necesidad de abrazar a Elí y no soltarlo más. Felicidad que no recordaba haber sentido antes, era lo que lo movía. Pasaron los minutos, quien sabe, tal vez fueron horas, no importaba. Mikael se sentía ambicioso, deseoso de retener esa alegría que le resultaba tan nueva y nunca dejarla partir.
El mundo tenía un nuevo brillo. De repente los colores se veían más intensos y la felicidad desmedida. Sonreía aun cuando Elí lo apartó de su lado. Sentado sobre la hierba, Mikael sentía que acababa de volver a nacer.
—¡Eso fue intenso! —Tal vez Elí pensaba en voz alta, por el modo como se levantó sacudiendo sus pantalones —No lo esperaba, vaya que no lo esperaba
Mikael estuvo a punto de responderle, cuando se dio cuenta que el comentario no era para él. Alguien acababa de llegar, no, de repente siempre estuvo ahí y no se dio cuenta.
—Gracias por venir, Raven. No pudiste llegar en mejor momento.
El recién llegado asintió en silencio. De pie en medio de aquel paraje del bosque, parecía una aparición. Sereno y de rostro estoico, le dirigió una mirada poco cordial. Raven, como lo llamó Elí, traía a uno de sus alumnos en los brazos. El chico estaba inconsciente, tendría que llevarlo con la enfermera a prisa.
Mikael avanzó hacia ellos, pero Raven lo detuvo solo con la mirada. De pronto la otra alumna que le faltaba, apareció de detrás del sujeto nativo americano. Se veía pálida y tenía el cabello revuelto.
—Elí... ¿qué fue todo eso? —Samantha sonaba aterrada.
La pesadilla no terminaba. Esos niños, sus alumnos lo vieron todo. ¿Qué iba a hacer? No podía involucrarlos en sus problemas. Todo era su culpa.
—No debí dejarlos venir, eso fue.—le respondió Elí con bastante calma—fui imprudente, Sam. Tu hermano se pondrá bien, será mejor que regresen a casa. Raven los va a llevar...
—No es lugar para los niños. El bosque. El bosque no es lugar para niños e inútiles.—Espetó Raven sin quitarle los ojos de encima a Mikael quien recibió de lleno el comentario, pero se quedó callado.
Mejor guardar silencio y dar la otra mejilla.
—Me encargaré de que los niños estén a salvo. Encárgate del resto.
–Yo me quedo. Elí, me quedo contigo —Samantha corrió a sus brazos, pero este la rechazó.
—Ya oíste a Raven Jack. Regresa con él, iré tan pronto termine.
—¡No quiero! Si alguien puede hacer que Robin vuelva eres tú. Me quedaré contigo hasta que termines, para que no te distraigas con tonterías.
¿Qué le pasaba a todo el mundo? ¿Por qué ahora Samantha lo miraba con odio? ¿Qué les hizo para que estuvieran tan enojados con él? No fue su culpa que esas entidades se aparezcan. Lo último que quería era tener que ver con esas apariciones. Mikael empezó a sentir rabia, sí y mucha.
—¡Para de una vez! Sí, tú, a ti te hablo, idiota! —le gritó Elí y Mikael ahora si que se sentía por demás ofendido.
—No sé que les pasa a ustedes, pero...
Raven Jack gruñó como lo haría un animal. Incluso la chica hizo un gesto de molestia. Tal parecía que ellos sabían algo que él no y lo que fuera empezaba a irritarlo también.
—Eres tan inestable. Pasas de una emoción a otra, de la ira a la tristeza, de la tristeza al miedo. Sigue así, hundiéndote más y más en tu propia oscuridad, curita. Un día de estos vas a hacer lo que tanto anhelas. Te vas a suicidar y de paso arruinarlo todo.
Fue el turno de Mikael de sorprenderse. ¿Cómo se enteró de sus más ocultos planes? Pensaba en terminar con su existencia en la tierra, más veces de las que quería aceptar. Esa idea rondaba en su mente como un lobo a su presa.
—Lo que sucedió aquí fue culpa tuya. Ahora que lo sabes, ¿qué vas a hacer? ¿Correr a refugiarte tras tu sotana o de una vez enfrentarlo como es tu deber?
No podía responderle, no mientras sus pensamientos dieran vueltas como un remolino en el medio de un océano oscuro. A Mikael la
Angustia se lo comía. Se dio la vuelta para huir como estaba acostumbrado.
No iba a dejar que ese tipo lo tratara de ese modo. Ya bastante tuvo con su encuentro previo. Debió llamar a la policía y que ellos se encarguen de Elí.
¿Deber? Claro que tenía un deber y era con sus alumnos que esperaban en clase. Tenía que volver con ellos y poner una denuncia contra Elí, para que no se volviera a acercársele.
—Así que vas a huir una vez más. Pues suerte con eso, curita. Va a ser muy entretenido ver como inventas excusas. ¿Qué vas a decir cuando lo mismo que sucedió aquí, pase en medio de tu clase? Ah, ¿y las heridas de tu cuerpo? No has notado todas las que tienes en las piernas, las de tus muslos son especialmente escandalosas.
No lo había notado, con toda la euforia que experimentó, el dolor quedó relegado. Iba a ser la mar de problemático, explicar lo sucedido. Especialmente cuando regresará sin dos de sus alumnos. Tendría que darle parte a la policía, porque si los estudiantes abandonaban la escuela en horas de clases, ese era el procedimiento.
—La puerta necesita un candado—Raven Jack empezó a caminar hacia los terrenos de la escuela—Haz lo que tengas que hacer.
Samantha lo siguió, sin protestar esta vez. A Mikael la angustia lo iba a matar en ese mismo lugar. De pronto estaba a solas con ese sujeto y no quería regresar a la escuela.
Huir de todo era la mejor solución. Desaparecer de una vez. Tendría que hacerlo, así fuera un pecado gravísimo. Su sola existencia era un pecado.
Elí se le acercó, resoplando con fuerza.
—Vamos. Tus alumnos te esperan.
—¡No puedo volver!
—Puedes y lo vas a hacer —exclamó Elí sujetándolo de un brazo —Todo va a estar bien, me voy a encargar de eso.
—¿De qué estás hablando? ¡No...!
—Te dije que te detuvieras. Cálmate de una vez o te calmo yo. Todo va a estar bien, créeme y vas a salir bien librado de todo. Si no, quiero ver como vas a explicarle a tus superiores las heridas de tu cuerpo.
No había mucho que pensar. Mientras intentaba calmarse, Mikael se dejó conducir del brazo, por un extraño, hacia donde quería llevarlo.
—¿Por qué? ¿Qué quieres de mi?
—Lo quiero todo. Ahora relájate curita, deja que arregle todo esto.
+++
—¡No puedo creerlo! ¡Elí, eres el bastardo más cabrón que he conocido en toda mi vida!
Casi si derriba la puerta del despacho al entrar a toda prisa. Morgan entró batiendo un brazo mientras que con el otro sostenía la cámara de vídeo
—Nos quieres arruinar, ¿no? ¿Quieres mandar nuestro grupo a la mierda?
Ahora gritaba y la migraña de Elí sería la responsable de acabar con su vida. A Morgan no le importaba el cartel de la puerta que decía que lo dejen solo. Tampoco hizo caso a Nabanita y casi le pasó encima a Maya. Su necesidad de respuestas era más grande que el cartel que Elí colgaba.
—Un exorcismo, carajo y no me avisaste. ¡Los mocosos, el tipo ese... y a mi que me lleve la...!
—No quiero que te asustes Morgan, luego mojas la cama.
La respuesta que le dio Elí solo hizo que se encolerizara más. Morgan avanzó hacia su compañero y lo tomó de las solapas de la chaquetas
—¡Mira cabron! Hago mucho por este grupo, demasiado. Ya es hora que aprecies mis esfuerzos —bramó Morgan fuera de sí —Si no fuera por mi...
—No tendríamos una pagina web con música de los X Files. ¿Hay alguien que se acuerde de esa serie?
Las palabras de Elí le dieron donde más le dolía: en su fanatismo por aquella serie. Para empeorar las cosas, Raven Jack se rio entre dientes.
—¡Y tú no te metas en esto! ¡Mejor vete a vender chucherias en tu tipi, a un lado del camino, cabrón!
Raven Jack tallaba en madera una figura animal y se detuvo en seguida. Solo un tonto como Morgan le buscaría pleito a alguien con un cuchillo en la mano.
—Calma, no es razón para pelear, no vale la pena. Y con eso me refiero a Raven. Porque si de verdad lo quisiera te parte en cuatro, Morgan. Ahora bien, no sé por qué te alteras.
—¿No sabes? ¡Carajo Elí! Tengo equipo de última tecnología colectando polvo en el garaje. Tienes un encuentro paranormal y no avisas. Pero sí llamas a los mocosos apestosos y a este cabrón para que te ayude. ¡Imagínate de documentar en vídeo todo lo que...!
—De ninguna manera—murmuró Raven sonriendo apenas.
—¿Por qué no te vas a abrir un casino en vez de meterte donde no te llaman?—explotó Morgan batiendo los brazos.
Sucedió lo que esperaba. Elí tuvo que ponerse en medio de esos dos y a pesar de su corta estatura, podía separarlos.
—¡Basta ya! No vale el esfuerzo, Raven. Morgan, ya hemos hablado de esto. El tema es delicado, demasiado como para que tú y tus ínfulas de director de cine se comprometan en esto. Además, ¿no te di algo que masticar mientras tanto?
—¡Migajas! Me das estupidos casos de gente desaparecida. ¿Qué carajo crees que soy, Elí?
—Somos detectives paranormales, o eso es lo que pusiste en la página web con la música de X Files.—replicó con sorna —Y esos casos son los que nos dan los equipos de última tecnología que dices.
—¡A la mierda con eso! Manda a Una de tus mujeres a hacerte la tarea. A mi no me vas a dar migajas. Quiero estar presente cuando vuelva a suceder. ¿Entendiste?
El comentario no le cayó bien a ninguno de los presentes. Raven gruño entre dientes y regresó a su labor en la madera. Elí rumió una grosería.
—Sigues sin entender, Morgan y no voy a explicarte de nuevo. Tengo trabajo que hacer y tú también.
—Ahora te vas a encerrar en tu estudio y escribir tus memorias en tus jodidos cuadernos. Debería publicar todo eso que escribes y carajo, por fin este negocio valdría la pena.
El silencio se volvió denso y por la expresión de Raven Jack, acababa de meter la pata hasta las orejas. Morgan intentó retroceder sobre sus pasos, pero ya era tarde.
Habló de más y si trataba de concentrarse podía sentir a Elí escarbando en sus pensamientos. Intentó recordar los consejos de Maya, cuando le decía que hacer cuando sintiera que alguien invadía el santuario de su mente.
—Oye, no te pongas así. Lo hago por el grupo, porque necesitamos darnos a conocer... Elí...
—Podría hacer tantas cosas con tu pequeña mente, ¿sabes? Remover algunos recuerdos que guardas y dejar solo los más vergonzosos de tu etapa escolar...
—¡Oye! No me jodas, Elí. Sabes que no creo en esas estupideces...
—Lo sé. Lo sé todo de ti, Morgan. Las razones por las que te uniste al grupo, tus malas intenciones.
—¡Estas alardeando! Siempre lo haces. Pretendes convencerme de que me crea tus mentiras. Todo eso que escribes en tus memorias son... son... Carajo. Ya no recuerdo que decían...
Raven Jack sonrió relajado y volvió a su trabajo en madera.
—Ve a desempolvar tus equipos de última tecnología. Vas a hacer tu tarea tú solo. Y no vas a referirte a las chicas del grupo como mis mujeres. Si no eres capaz de respetarlas, te vas largando.
Morgan resopló derrotado. Le regaló una mirada de desprecio a Raven Jack quien la recogió con un gruñido ronco.
No le quedaba nada más que hacer ahí dentro. Tendría que regresar a su espacio donde guardaba sus equipos y esperar el momento adecuado para atacar.
Elí se iba a arrepentir de humillarlo de ese modo. Solo era cosa de esperar. Si ese jodido charlatán pensaba que iba a burlarse de él, estaba más loco de lo que aparentaba.
+++
—No puedo alcanzarlo, siento que esta ahí, pero no puedo llegar a él.
Sam seguía recostada sobre las faldas de Maya. La anciana le acariciaba el cabello como tanto le gustaba. Robin no despertaba aún y empezaba a inquietarse.
—Es mejor que descanses también. Si no vas a comer nada es mejor que duermas un poco.
Insistió Maya sin dejar de revolver con las yemas de los dedos los mechones rojizos de Samantha.
—No puedo, cuando despierte quiero estar a su lado. Siempre estamos juntos, Robin se asusta si no me ve a su lado.
El mellizo descansaba inmutable sobre la cama en la que ella estuvo hacía un rato. Maya la hizo apartarse para darle de cenar, pero ante su negativa, la atrajo a sus faldas. Samantha sufría en silencio, aunque su rostro angustiado la delataba enseguida.
Nabanita se asomó por la puerta, sabía bien que no era bienvenida en la habitación de los mellizos. Pero tenía la voluntad de ayudar, así que ahí estaba. De pie y con una bandeja de té caliente.
La fragancia de la hierbas al vapor envolvía los sentidos. Las seleccionó con cuidado para que cumplieran con la misión de darle descanso a Samantha. A pesar de que esperaba que la muchacha se negara a recibirla, tendría que insistir.
Elí le pidió que la atendiera así que no iba a fallarle. El calor se le subió a las mejillas y aunque sabía que no era por la tetera humeante, Nabanita se aventuró dentro de la habitación de los mellizos.
—Permiso...—susurró sin atreverse a cruzar la puerta.
Sobre el umbral colgaban una serie de abalorios cortesía de Raven Jack. Eran amuletos para espantar los malos espíritus. Siempre que se asomaba notaba que había uno nuevo.
Sin embargo, faltaba uno. Uno en especial que ella misma le obsequió a Robin. Llegó apenas una semana atrás y apenas lo tuvo en sus manos, se lo dio al muchacho. Encargó ese amuleto y tardó en llegar de manos de los sacerdotes védicos.
Pidió dos de ellos, uno para cada mellizo, pero no se atrevió a darle uno a Samantha. Pero ahora lo traía en el bolsillo, envuelto en una tela de seda y esperando a ser usado.
Quizá no era el mejor momento para dárselo, pero podía hacer el intento.
Maya le dijo que entrara, sin que Samantha se animara a oponerse. Así que se acercó en silencio respetuoso y acomodó la charola sobre el escritorio de los mellizos.
—Elí me pidió...
—Ya lo sé, ponlo ahí y déjanos solas —interrumpió Samantha sin levantarse siquiera.
Nabanita intentó no sentirse ofendida ante sus palabras. Tenía que recordar que Samantha era una niña, que tuvo una vida muy dura. Su hermano no se encontraba bien y ella sin duda muy angustiada. Con la paciencia que la caracterizaba, ignoró el comentario de la muchacha y se dispuso a servir el té.
—Me iré luego que hayas bebido un poco.
Samantha se levantó de pronto. Sus intenciones eran claras, tirarlo todo al suelo de la ira que sentía. Nabanita no se movió de donde estaba. Maya intervino apenas con un murmullo.
—Un té caliente siempre hace bien. Vamos a disfrutarlo entre todas.
La tensión en el ambiente no disminuyó. Samantha se negó a beberlo, pero Maya supo convencerla.
—Cuando despierte estarás a su lado—le dijo la anciana y con ello Samantha se tranquilizó un poco.
No le quitaba la vista a su mellizo y se sobresaltaba apenas lo veía moverse.
—Se va a recuperar, Elí lo dijo.
—¡Esto es culpa de él! Raven se lo dijo, que era peligroso, pero igual nos hizo ir a mi hermano y a mí a meternos a ese estúpido colegio. —explotó Samantha saltando de su asiento—¡Ni te atrevas a defenderlo! Porque es culpa de tu adorado Elí lo que le pasó a mi hermano.
—Nunca fue su intención que nadie saliera lastimado.
Nabanita se arrepintió de sus propia palabras. Era inútil intentar calmar a la adolescente quien parecía lista para tirar abajo la habitación. No iba a entender razones y menos escuchar a nadie. Así que decidió quedarse en silencio, bebiendo un sorbo de su taza.
Para Samantha la sola presencia de esa mujer ya era una provocación a la guerra. Elí era demasiado cobarde para enfrentarla, prefería mandar a esa... persona, en vez de darle la cara.
—¡Nunca es su intención nada! ¡Tú ni sabes! Apenas has llegado al grupo a estorbarnos. Vete con tu amado Elí y déjanos tranquilos.
Debía quedarse callada y retirarse, pero no lo hizo. Se quedó de pie en su sitio, sin animarse a moverse. Le dio una mirada a Maya quien se mantenía al margen de la situación.
Finalmente se rindió, hizo lo que Elí le pidió y era mejor marcharse. Dejaría el té en su sitio y los aceites esenciales que llevó para Robin. Ella podía ayudarlo a sentirse mejor, si tan solo pudiera pasar por la barrera que resultaba Samantha.
—¿Por qué no viene Elí, ah? Todo esto es su culpa, debería venir a atender a mi hermano y hacer que despierte.
—Elí duerme. Le di un té y ahora está descansando. Mañana puedes...
—¡No digas tonterías! Ese nunca duerme. Elí nunca duerme, nunca. Siempre está despierto dando vueltas como fantasma. No lo conoces ni un poco, no tienes idea de lo que es.
Nabanita apenas sacudió la cabeza.
—Todos necesitamos descansar. Tú también Samantha. Mañana habla con Elí y dile lo que piensas. Buenas noches.
Eso fue todo. La adolescente iba a estallar seguro, pero ya no estaría ahí para gozarla. Nabanita se alejaba cuando sintió algo golpearle los talones.
—¡Yo te voy a decir lo que pienso, entrometida! ¡Aléjate de mi y de mi hermano! No necesitamos nada de ti.
En el suelo quedó el amuleto que le dio a Robin. Nabanita al verlo se agachó a recogerlo. Al tocarlo tuvo que dejarlo caer de nuevo. Una energía extraña la repelió.
No fue la única en notarlo. Maya se levantó de su sitio y se acercó despacio. Incluso Samantha se mostró preocupada al ver el amuleto en el suelo.
—¿Qué fue eso? —murmuró Nita casi balbuceando confundida —¿por qué...? ¿Por qué se siente tan pasado y...
—Iré por Elí —fue la respuesta de Maya quien sin perder tiempo se dirigió en su búsqueda.
—¿Qué fue lo que le diste a mi hermano? ¿Ah?
—Es un amuleto de protección. Su misión es defenderlo de ataques de espíritus impuros y de todo mal —Nabanita hablaba apurada —Protección contra demonios.
—¡Llévate eso de aquí! ¡Bruja de cuarta, saca esto de aquí!—Samantha la miró con una expresión de ira y pánico—¡No necesitamos tus amuletos!
—Lo haría si pudiera. No puedo. Traté de levantarlo y está pesado y caliente.
Samantha sin duda entendía a lo que se refería. ¿Qué podían hacer? Ninguna de las dos se atrevía a intentarlo se nuevo.
—Elí no abre la puerta —anunció Maya sin asomarse si quiera —No puedo despertarlo.
La voz de alarma de la anciana hizo que Samantha perdiera los estribos.
—¡Es tu culpa! ¡Tú y tus cochinas pociones!—Se lanzó contra Nabanita en un arranque de ira.
Las cosas no podían empeorar. Maya era la única persona que podía poner orden, pero no tenía fuerzas para detenerlas. Ciega y anciana como era, su cuerpo era más frágil de lo que aparentaba. Se dirigió hacia Robin, tendría que ver el modo de protegerlo hasta que la ayuda llegara.
Nabanita se defendía de Samantha intentando no lastimarla. La muchacha fuera de sí la culpabas entre gritos y arañones.
—¡No hagas esto! —le decía tratando de aplacarla, pero Samantha no escuchaba a nadie.
Envuelta en ira solo buscaba lastimarla de un modo u otro.
—Tienes que controlarte... No cedas, pelea. Tienes que pelear Samantha. Pero no conmigo, contigo misma, controla ese impulso. Sé que lo sientes.
Porque ella misma lo sentía. Nabanita sentía el rencor creciendo en su pecho, pero era más fuerte su voluntad. La ayuda de sus cristales era invaluable. Sus propios amuletos le daban poder y visión para resistir la tentación.
Recitaba un mantra en su mente, tenía que protegerse a sí misma para poder ayudar a esa muchacha. No sabía cuanto más podía resistir. Necesitaban deshacerse de aquel amuleto en el suelo.
Los gritos atrajeron a Morgan quien llegó bastante iracundo a ver que pasaba. Al darse cuenta que las mujeres peleaban por alguna razón que no entendía, decidió mantenerse al margen.
—Elí no abre la puerta. Duerme tan profundamente y no puedo despertarlo. —avisó la anciana en medio del griterío de ambas chicas.
—¿Es por eso que se andan peleando este par de locas? ¡Oigan, ustedes dos, par de locas! No se han dado cuenta todavía que ese idiota es más raro de lo que se ve! No les va a hacer caso a ninguna de las dos, así que ya paren! Algunos queremos dormir.
Morgan no entendía la situación y Maya no se lo iba a explicar. Su presencia sólo empeoraba la lidia entre ambas. Ahora Samantha se encontraba más furiosa y acababa de encontrar otro blanco para su ira.
La anciana llamó a Elí con su mente, intentando alcanzarlo donde fuera que se encontrase en ese momento. Pero no lo hallaba. Al parecer se encontraba muy lejos de su alcance, buscando rescatar a Robin de sus pesadillas.
Era esa la razón por la cual le pidió a Nabanita aquel té de hierbas. Necesitaba sumergirse en un descanso imperturbable para poder ir en busca de Robin, en lo más profundo de su mente.
Maya lo sabía, pero no podía decirlo. Los secretos de Elí eran suyos también. Llamó entonces a alguien más, aunque su corazón le decía que ya se encontraba en camino.
La anciana escuchó sus pasos acercarse antes que el resto de los presentes. Sin la necesidad de sus ojos, podía ver mejor que nadie en medio de aquel caos. Raven Jack apareció en el umbral de la puerta y sin decir una palabra sopló una llamarada que alertó a los contrincantes.
Morgan fue el primero en reaccionar. Gritó al ver el fuego acercarse a ellos y evitarlos por apenas un par de centímetros.
—¿Qué crees que haces? ¡Qué crees que estás haciendo enfermo de mierda! ¡Vas a quemarnos a todos!
Fue Nabanita quien lo derribó al suelo y evitó que la siguiente llamarada le dé en la cara. Morgan cayó como un costal de piedras, con la muchacha sujetándolo con su cuerpo.
Samantha en cambio, parecía fascinada viendo como el fuego tomaba la forma de un águila y recorría la habitación entera. Raven jamás la lastimaría y si alguien podía ocuparse del problema era él.
Aquel animal hecho de fuego pasó sobre su cabeza y de pronto sintió un peso menos sobre sus hombros. El águila aleteó con vigor y se posó sobre el amuleto. Humo negro como una pesadilla, abandonó aquel pedazo de metal. El cuarto entero tembló y el sonido del viento agitó las ventanas.
Terminó, murmuró Samantha corriendo a los brazos de Raven. Agitado por el esfuerzo, Raven Jack la recibió.
—¿Qué fue todo eso? ¡Si van a ponerse a hacer trucos de circo, me dicen para traer mi cámara!
El humo aún no se dispersaba y Morgan se liberó de Nabanita con cierta rudeza.
Nadie dijo nada, prefirieron ignorar el comentario de Morgan. Maya recibió a Samantha en sus brazos y Raven sacó a Robin de la cama. Nabanita los siguió en silencio y solo Morgan se quedó sin saber que hacer.
—¿A dónde van? ¿Por qué nunca me dicen nada? ¿Qué está sucediendo con ustedes? Ah, voy por mi cámara.
Pasaron por frente a la habitación de Elí, la puerta seguía cerrada. Maya suspiró y dijo que se quedaría para cuidarlo.
Raven continuó su camino seguido de Samantha. Nabanita prefirió quedarse con la anciana y regresó a cerrar la puerta del cuarto de los mellizos.
—La noche va a ser larga —fue el comentario de Raven Jack casi al borde de la escalera —Cuando despierte que nos busque. Estaremos en mi lugar.
A través de la ventana de la escalera, se podía divisar la pequeña fogata iluminando el tipi de Raven Jack. Samantha se veía aliviada. Si alguien podría protegerlos en ausencia de Elí era Raven.
Así que fue tras Raven y su hermano aún dormido. Pasarían la noche en el tipi, a orillas del bosque que les quedaba prohibido. Raven los protegía, podía estar tranquila.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro