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Capítulo 9. Sigma

La líder de sector abrió las puertas de su gran y espacioso apartamento. Era un recinto mucho más amueblado y acogedor que la mayoría de instalaciones de Apeiro, como debía ser en el hogar de uno de sus miembros más importantes.

Aquella residencia derrochaba una estética contemporánea, muy iluminada por los ventanales de cristal que ocupaban toda la pared del fondo. A la izquierda de la sala se hacía notar un largo sofá de cuero gris, colocado sobre una extensa alfombra redonda azul océano y frente a un mueble que sostenía un televisor bastante amplio. En el lado opuesto podía observarse un pequeño recinto separado del resto del lugar por un biombo negro de madera, detrás del cual se hallaba una pequeña oficina compuesta por un amplio escritorio a juego con el separador de ambiente, una silla de oficina y una gran estantería llena de libros principalmente científicos.

La dueña del lugar agradecía a Sigma el permiso de poder decorar su estancia como quisiera. Al fin y al cabo solo los líderes tenían el permiso de hacerlo. A veces, Delta pensaba en cómo solo ellos siete tenían el poder de expresarse de cualquier forma, pero tampoco le importaba que así fuese.

La científica se dirigió a paso ligero a este último recinto. Se quitó los apretados zapatos de tacón, se sentó frente al escritorio y abrió su portátil. Se notaba que estaba hecho por la misma organización en la que la muchacha se encontraba, puesto que un infinito —su logo y famoso símbolo representativo— podía verse en grande en la parte trasera de la pantalla.
Antes de abrir la aplicación de videochat, la mujer miró la hora. Había llegado algo justa, así que debía proceder inmediatamente a llamar a su jefe. Tras haber terminado las preparaciones y el comienzo del examen su próximo objetivo era contarle las novedades a su superior y compañeros. Todos los líderes de Apeiro estaban pendientes de conocer la evolución de aquel proyecto en el que todos habían trabajado, y si bien era el sector Delta el responsable de la mayoría de funciones durante el evento, habían acordado que el resto de sectores y sus líderes también tendrían cierto grado de responsabilidad.

Una vez conectada a la llamada Delta pudo reconocer al resto de líderes, que al tener la cámara prendida permitieron a la mujer saber casi al instante que no faltaba nadie. "Qué vergüenza entrar otra vez la última, joder..." pensó, algo nerviosa. Realmente sí que había una persona sin cámara: Sigma. Pero en él era normal, así que Delta lo dejó estar al igual que siempre.

Aquella persona era diferente al resto de líderes. Nunca se dejaba ver durante las videoconferencias y eran pocas las veces que se le veía fuera de su oficina y mucho menos en otro sector que no fuese el suyo propio. Para cualquier trabajador, Sigma no era más que el gobernante de Apeiro. Su identidad, apariencia o voz eran todo un misterio. Y en el caso de los líderes, pues solo le habían visto en las reuniones presenciales que pocas veces se convocaban: aquellas que más miedo infundían en Delta.

Aún podía recordar la primera vez que vio a Sigma en persona. Fue cuando la ascendieron oficialmente a líder del sector Delta. El jefe de la organización siempre felicita a sus nuevos principales subordinados en persona. Su simple presencia le infundía miedo y una sensación de inseguridad y confusión. Había algo extraño en aquel hombre: algo que no era humano.

Los saludos entre compañeros frenaron en cuanto una voz bastante fina y neutra se manifestó:
—Está bien, ya no falta nadie si no me equivoco —comentó Sigma sin expresión alguna—. Como ya sabéis, estamos aquí para comentar las novedades respecto a la fase primera del proyecto Theos, administrado principalmente por vuestra compañera Delta. ¿Qué tienes que decirnos?

—Antes de nada, buenas tardes —dijo la jefa de sector para comenzar—. Pues tengo varias cosas que comentar. La más importante es que tengo el placer de revelar que el primer examen del grupo comenzó esta misma mañana y todo va como debería.

—Eso significa que desconfían del laberinto, supongo —trató de adivinar Sigma.

—Exactamente. Debo felicitar a Beta y a Gamma por su trabajo, la influencia psicológica que las hormonas del ambiente han tenido en los sujetos es muy efectiva—indicó Delta mientras observaba la sonrisa de satisfacción en los dos compañeros que acababa de mencionar—. Han decidido por sorteo que dos de ellos entren e investiguen.

—¿Qué se sabe de ellos? —preguntó la voz sin rostro.

—¿Se me permite llamarles por su nombre?

—Adelante.

—Beatriz está ahora mismo fuera de juego. Silvia ha dejado atrás los recursos que habían traído para orientarse y está investigando por su cuenta. Antes de venir vi cómo Sergio y Víctor se adentraban más de lo que habían hablado con sus compañeros.

—¿Rebeldes?

—Eso parece. Oí a Sergio decir que quería completar el examen antes que el resto, por lo que no le quedaba otra que hacerlo.

Un hombre con una cuidada barba y pelo desaliñado se integró a la conversación.

—Ese chaval... Sergio, da mucho juego por lo que parece, ¿no?

—Coincido contigo Alpha, él es sin duda alguna, tal y como nos indican los informes, el más inteligente y nuestra actual mejor opción. Fue el único en darse cuenta de que sobraba alguien al llegar al recinto, tema al que no deja de darle vueltas. Realmente me sorprende, existían posibilidades de que esto sucediese pero... eran muy bajas, casi nulas.

—Deberíamos estar más pendientes a él —recomendó Sigma con el mismo tono que había usado en sus anteriores intervenciones—. Es un buen blanco, pero parece saber más de lo que debería para lo poco que lleva aquí.

—Es cierto. Quizás... ¿Las hormonas no hacen efecto en él? —propuso Delta.

—¿Qué quieres decir?

—No sé, pero rompe totalmente el modelo de evolución que teníamos previsto para los sujetos. Va a su bola, dicho de otra forma.

Alpha negó con la cabeza.

—Sí, pero omitiendo ese hecho es lo que buscamos en Apeiro en todos los sentidos.

Una cuarta persona se unió a la conversación: un joven muchacho de rostro delgado y pálido acompañado de unos ojos azules que intimidaban incluso a la misma Delta. Se trataba del jefe del sector de la psicología.

—No estoy de acuerdo. ¿Son ustedes conscientes del peligro que supone la existencia de una sola persona a la que no podamos controlar? Si la manipulación que mi sector desarrolla en nuestros sujetos no funciona en aquel chaval, significa que no es infalible.

Nadie respondió sin darle vueltas a lo que acababa de decir, porque les gustase o no tenía más razón que un santo. Sergio podía ser peligroso para Apeiro. Quizá era mejor que alguien inmune al control de la organización no formase parte de ella.

—No sé qué quieres que hagamos con él entonces —respondió Delta, tratando de no mostrar su preocupación y no provocar a su compañero.

—Sacarlo de ahí y llevarlo al sector Beta, está claro. Hay que estudiarlo.

—Se le estudiará cuando sea eliminado, como se indicó en el plan que vosotros mismos establecisteis durante la planificación del evento —indicó Sigma con frialdad—. No rompáis los planes que ya estaban hechos, por favor.

—Sergio no va a huir de Apeiro y revelarlo de un día para otro, tranquilo —dijo Delta con seguridad, aunque realmente no lo tuviese tan claro.

—Tampoco significaría demasiado, no sabe nada de nosotros ahora mismo. Igualmente eso no es lo que me preocupa, sino la efectividad de mis métodos.

—Beta, nunca se alcanza la perfección. Siempre podrá mejorarse —mencionó su jefe—. Y si crees que has alcanzado tu pico más alto como líder, quizá toca hablar de tu jubilación.

El joven de mirada amenazante quedó sin palabras por un segundo. Acto seguido tragó saliva y volvió a mostrar la frialdad de siempre.
—Por favor, si tan solo estoy al comienzo de mi carrera. Dame unos años y verás lo que realmente es el sector Beta —dijo con una sonrisa orgullosa—. Simplemente me sorprende que esto suceda, es la primera vez que veo a alguien que no cae ante mis efectos.

—Está bien —contestó secamente la persona de la cámara apagada—. Igualmente, miraré si los niveles de hormonas en el aire son correctos o hay algún error.

—Por cierto Sigma —la líder del sector Delta cambió de tema—, ¿qué vamos a hacer con Omega?

—Su destino está siendo valorado. De todas formas no tardará mucho en abandonar su puesto e instalaciones. ¿Por qué?

—Quería saber cuándo se quedaría vacante su plaza. Tendrá que ocuparla alguien pronto, no podemos estar más sin supervisión en su sector.

—¿Tienes propuestas acaso?

—No, pero sí que sé muchos sujetos en otros experimentos que me gustaría mover al sector Omega en cuanto den por finalizado.

—Pásame sus perfiles, les echaré un ojo. Si salen del experimento en el que estén, claro que podemos valorarlo.

—Muchos están cerca de completarlo con éxito, en los próximos días te contacto.

—Perfecto.

Hacía poco que una de sus compañeras había tenido un accidente en su sector. Un error de cálculos fue lo que provocó que Omega, una agradable y centrada mujer que tan solo rozaba los treinta, acabase muy grave en uno de los recintos médicos del sector Gamma. Siempre se había dicho que los experimentos llevados a cabo en el edificio de la afectada eran muy peligrosos, por ello necesitaban sujetos y trabajadores sin miedo y con grandes capacidades de paciencia, cálculo y, sobretodo, valentía.

A pesar de ello, podía decirse que los logros más importantes de Apeiro los coleccionaba ese sector. Los agujeros de gusano, entre otras cosas, eran una realidad gracias al duro trabajo de Omega y sus mandados —aunque una muy inestable—.  Era una pena que el grave accidente de aquella mujer significase un retraso en bastantes proyectos importantes. Se necesitaba un sustituto ya.

Delta siempre pensaba lo mismo cuando le contaban anécdotas ocurridas en aquel sector: "La física da miedo".

—Volviendo al tema, Delta. Independientemente del interés que ponga Sergio a la existencia de un infiltrado, ¿alguien más lo sabe?

—Se lo ha comentado varias veces a Víctor.

—Vamos a tener que intentar que no se descubra nada antes del próximo examen. No esperaba esa velocidad en ese muchacho.

—Es totalmente impredecible, por suerte o por desgracia. Y tampoco sabemos con exactitud lo que ha descubierto más allá de que conoce su existencia. Igual sabe más.

—Mientras no se vaya de la lengua imagino que no hay ningún problema.

Una vez terminaron con los puntos a tratar a cerca del proyecto Theos, Sigma aprovechó la reunión para preguntar por otros problemas en el resto de sectores, aunque eran bastante pocos.

Apeiro siempre se había caracterizado por poseer una armonía inigualable: contratiempos como el accidente de Omega o el misterio de la actitud de Sergio surgían una vez cada años, mucho menos ahora que la organización estaba en una época dorada. Lo extraño era que estuviesen ocurriendo tantos al mismo tiempo.

A pesar de ello, si bien Sigma era consciente del duro trabajo de sus empleados, sabía que podía ser mucho mejor. No conocía el límite de sus capacidades y no pararía hasta encontrarlo.
Porque para Sigma, Apeiro era la prueba de que la mera existencia del ser humano se debía a la necesidad de que los misterios del universo fuesen descubiertos. Eso haría costase lo que costase, sí: encontrar el conocimiento absoluto, la omniscencia de la que solo los dioses podían presumir.

Y no era más que uno de esos ocho chavales retenidos en el complejo Theos el afortunado que viviría en primera persona la experiencia que tanto anhelaba el gobernador de Apeiro, aunque aquello costase la vida de sus otros siete compañeros.

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