Capítulo 56. La oferta
Una vez más, Sergio y Miriam se encontraron solos en clase a primera hora: Fer tampoco quiso aparecer y, de nuevo, la joven médica decidió ir a hacerle una visita en el descanso.
Sergio tampoco iba a negar que estaba aburrido, y fue por eso que pensó en volver a acompañar a Miriam en su búsqueda. Eso, y que Delta parecía más afectada de lo normal por la ausencia de su alumno.
—Hacedme el favor de traerme a Fer para la próxima hora —ordenó con un rostro autoritario y una extraña seriedad en ella justo al término de la segunda clase—. Las clases son obligatorias.
—Delta, ¿crees que no lo he intentado ya? —cuestionó Miriam, poniendo los ojos en blanco.
—No quiero que lo intentes, quiero que lo consigas. Necesito a Fer hoy en clase, porque toca genética tras el descanso. Si vuelve a saltarse una sola clase, le bajaré aún más los puntos.
—Como le quedan tantos... —murmuró Sergio con un tono jocoso, a lo que su compañera reaccionó con una fría mirada.
Delta ignoró el comentario y comenzó a ordenar papeles mientras esperaba a que diesen las once en punto. Ya poco le quedaba a la mujer que enseñar en las horas de introducción a Apeiro, por lo que llevaban varios días terminando un poco antes de lo previsto. Tampoco es que nadie se fuese a quejar por ello.
Una vez terminada la hora, Delta abandonó el aula y Sergio y Miriam se prepararon para hacer lo mismo. Pero el muchacho no iba a desaprovechar uno de sus últimos momentos de privacidad con su compañera.
—Bueno —le dijo con una sonrisa—, ¿entonces me crees?
Miriam se mantuvo en silencio durante un par de segundos.
—¿Creerte en qué?
—No te hagas la tonta.
Miriam ya podía imaginarse a qué se refería. Esa breve conversación sobre el asesinato de Víctor que obligó a Sergio a tener. La médica echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos al confirmar las intenciones de Sergio.
—Te dije que sí, pero que prefiero no hablar de eso.
—Pero es importante. No quiero que pienses que estás conviviendo con un asesino.
—No es importante, Sergio, a estas alturas me la suda quién haya matado a Víctor, está muerto y eso es lo único que importa —bramó con el ceño fruncido—. Quedamos tres, y culparnos entre nosotros del asesinato de alguien que todos apreciábamos es lo peor que podemos hacer ahora mismo. Hice mal en haberte sacado el tema ayer, pero es que...
—Pero es que no te fías de mí.
—Claro que no me fío de ti, solo quiero que nos tratemos con cordialidad hasta que todo esto acabe. Además, es cierto que las heridas parecían estar hechas con el cuchillo que ellos llevaban. Me ceñiré a las pruebas que tenemos y ya.
—Uy, pues eso no lo había pensado. Entonces...
—Entonces nada. No me fío de una persona a la que le gusta ver el mundo arder y ya: seas un asesino o no, a mí eso no me incumbe —Miriam frenó y miró directamente a los ojos a su compañero—. Eso sí, ni una palabra a Fer de todo esto si no quieres matarlo del disgusto... y que luego te mate yo a ti.
—Vale, vale... Hay que ver, qué directa eres.
—Me extraña que a estas alturas no lo sepas.
La médica finalmente alcanzó la puerta de Fer, dándole dos golpes a esta y cerrando así la desagradable conversación que estaban teniendo.
—Fer, abre o tiro esta puerta abajo.
Para sorpresa de ambos, el joven alemán no tardó en abrir, y parecía más tranquilo que el día anterior. No mucho, pero lo suficiente como para haber ido a clases sin problema.
—Delta te quiere en clases, incluso nos ha amenazado —le explicó Sergio mientras se sentaba en la orilla de la cama, la cual sorprendentemente estaba hecha—. Así que yo que tú, volvería luego.
—No nos ha amenazado.
—Bueno, pero sonaba a amenaza. ¿No la has notado rara hoy?
—Un poco.
—¿Delta rara? —preguntó Fer, arqueando una ceja— Eso no me lo esperaba.
—Se habrá levantado hoy con el pie izquierdo —opinó Sergio, rascándose la barbilla.
—A mí me ha dado más bien la sensación de que la han regañado. Está más autoritaria, ¿no?
—¿Por qué harían eso? —preguntó el matemático— Quiero decir, está haciéndolo bien con nosotros. Nos ha impedido salir de aquí, ha matado a... ¿cinco personas? No, seis. Me olvidé de Irene. Y eso sin contar los clones En fin, que hace bien su trabajo.
Fer le clavó la mirada tras ese comentario, a lo que Miriam reaccionó desviando el tema.
—Creo que va a ser mejor que te calles —le respondió, cortante.
—No, no, Miriam —interrumpió Fer, con un rostro de confusión—. Es que... Acabo de darme cuenta de algo.
Sus dos compañeros pusieron el oído a sus palabras.
—Si el USB con la información de Irene no estaba en la sala donde los encontramos... ¿Por qué no hemos visto a su clon?
Un silencio incómodo se formó en la habitación. Era una pregunta que no venía a cuento, pero Fer tenía razón: ni Miriam ni Sergio se lo habían planteado. La médica no pareció querer indagar demasiado, probablemente para no entrar en una conversación sobre compañeros muertos.
—Da igual, ya hablaremos de eso en otro momento, tampoco importa. Ahora lo que importa es que Fer vuelva a clases y el problema de Delta. Es verdad que aquí lo hace todo bien, pero no sabemos a qué se dedica cuando no está dándonos por culo, así que yo no descarto nada.
Sergio suspiró y cerró los ojos mientras negaba con la cabeza.
—Si estuviese Bea ya le hubiese sacado el problema con solo mirarla un rato —dijo de brazos cruzados.
—Ya, una pena —respondió Miriam con más frialdad de la que le gustaría haber empleado—. Hablando de Bea, si ella pudo ir a clases después de que cierta agente encubierto le abriese la cabeza, Fer, tú puedes ir ahora.
El muchacho pareció volver en sí tras pasar parte de la conversación en su mundo.
—No... No me apetece ir a clases. No quiero ver a Delta.
—Pero está rara, es tu oportunidad de verla rara —le recordó Sergio, muy en serio.
—Me da igual que Delta esté rara, Sergio.
—Lo que no te va a dar igual es que te quite todos los puntos que te quedan de un golpe por no estar dos horas con el culo en una silla, coño —dijo Miriam, irritada de tener que insistirle tanto.
—Ya. No sé, aún me quedan.
—A este paso voy a tener yo más puntos que tú, y eso sí es patético. Hazme el favor de venir, ¿sí? Además, te recuerdo que hoy tenemos prácticas. No quiero imaginarme lo que te harán si te dignas a saltártelas, así que yo iría a clase para ir calentando.
—Ugh...
Eso pareció convencerle, porque acabó cediendo. Una vez en el laboratorio de biología, Sergio y Miriam tomaron asiento mientras que Fer comenzaba su clase y Delta toqueteaba una pantalla que parecía estar intentando encender. Si era una clase de Fer, ¿por qué no se sentaba a escuchar y ya?
Pasados unos minutos, Fer decidió dar comienzo a una pequeña práctica que había improvisado —ya que claramente no se había preparado la clase del día—, pero una imagen en la pantalla que Delta estaba manejando lo interrumpió, centrando la atención de todos en un fondo blanco con una frase en negro.
"LEED ESTAS DIAPOSITIVAS EN SILENCIO, NI SE OS OCURRA LEERLAS EN VOZ ALTA. SEGUID HABLANDO COMO SI ESTUVIESEIS ATENDIENDO A LA CLASE"
Miriam y Fer cruzaron miradas de confusión antes de este último obedeciese y continuase explicando la práctica. Sergio tan solo centró toda su atención en la pantalla y su superiora, interesado por el extraño mensaje que les había mostrado. ¿Estaba eso en el plan de estudios?
La diapositiva cambió para mostrar otro fragmento de texto.
"NECESITO COMUNICARME CON VOSOTROS DE ESTA FORMA, TENGO ALGO IMPORTANTE QUE OFRECEROS. NO VOY A DAROS EXPLICACIONES, PERO SI HACEIS CASO A TODAS MIS ÓRDENES OS SACARÉ DE APEIRO ANTES DEL VIERNES"
Cuando Fer leyó aquello, su mente se bloqueó de inmediato, impidiendo que continuase con la explicación de la práctica. Tras una discreta pero agresiva seña por parte de Delta, el muchacho logró retomar la charla, aún impactado por lo que acababa de leer. Miriam y Sergio no podían hacer más que darle vueltas a lo que estaba ocurriendo en busca de una explicación plausible. Al pobre Fer no lo estaba escuchando nadie.
Así que Delta estaba planeando un escape... La jefa de uno de los sectores más importantes de Apeiro iba a dejar escapar a los sujetos de su sector. ¿A cuento de qué? ¿A cambio de qué?
"VOY A INTENTAR QUE PODÁIS VOLVER A VUESTRAS VIDAS, TAN SOLO A CAMBIO DE DOS COSAS"
Por supuesto, algo tenía que pedir.
"LA PRIMERA, QUE POR VUESTRO PROPIO BIEN JAMÁS HABLÉIS DE APEIRO A NADIE. OS VA A RESULTAR DIFÍCIL VOLVER A ENCAJAR EN LA SOCIEDAD, PERO NECESITO QUE, BAJO NINGÚN CONCEPTO, REVELÉIS LA EXISTENCIA DE APEIRO A NADIE SI NO QUERÉIS QUE OS TRAIGAN DE VUELTA."
Fácil, ¿no? Tampoco es que les fuesen a creer. Ocho niños secuestrados y llevados al mar Mediterráneo con el único fin de alimentar un proyecto que busca la inmortalidad. No era algo que se oyese todos los días.
"LO SEGUNDO, Y LO QUE MENOS VA A GUSTAROS, ES QUE ES NECESARIO QUE UNO DE VOSOTROS SE QUEDE AQUÍ. NO PODEMOS TERMINAR EL EXPERIMENTO SIN UN GANADOR."
Eso sí que iba a ser más complicado. Uno de ellos tenía que quedar como ganador, y eso implicaba que solo uno de ellos podría pertenecer a Apeiro. El estadista no esperaba una pelea por el puesto: al fin y al cabo, estaba seguro de que él era el único que aún tenía interés por la organización.
Sergio miró a Miriam, quien dejó salir una pequeña sonrisa de alivio mezclado con incredulidad. Fer seguía con la misma cara de shock que se le quedó tras la segunda diapositiva. Lo importante era que, por lo menos, los tres iban a poder vivir. Si es que el plan no era otro retorcido juego de Apeiro, claro.
"NO PODÉIS HABLAR DE ESTO, NI EN VOZ ALTA NI EN VOZ BAJA. CUANDO DEBATÁIS QUÉ HACER, COMUNICAOS POR ESCRITO. CUANDO TOMÉIS UNA DECISIÓN, HACEDMELO SABER DE LA MISMA MANERA. SI HABLÁIS, ESTÁIS MUERTOS"
Miriam agarró su tableta y se puso manos a la obra.
"¿Es una broma?"
Acto seguido, la levantó y se la mostró a Delta, que negó con la cabeza y se dispuso a escribir una respuesta.
"No lo es. Tampoco es una prueba más, sino vuestra única oportunidad de ser libres. Podéis tomarla o rechazarla."
Nadie parecía entender la decisión de la estricta Delta, aquella mujer que, sobretodo desde el último intento de escape, tan solo había mostrado frialdad hacia los jóvenes.
Pero realmente esto terminaba de atar los cabos sueltos en la mente de Sergio, dándole por fin explicación a algunos actos y comportamientos que la líder había tenido. Tan solo estaba planteándose la posibilidad de perdonarles la vida. Solo quedaba averiguar el por qué.
Y si quería saberlo, no le quedaba otra que ser él quien ganase el proyecto Theos y quedarse en Apeiro. Quién sabe, quizá incluso le ascendían a un buen puesto. Se conformaba con ser de la elite, pues sabía que quitarle el papel de líder a Alpha sería complicado. Además, ser el ganador de un proyecto tan importante seguro que le daría un estatus bastante decente.
Ya había procrastinado lo suficiente, por lo que era hora de ofrecerse como tributo.
"Yo puedo ser el que se quede aquí, si no os importa a los demás"
En cuanto Sergio levantó aquella frase, tanto sus compañeros como Delta mostraron un rostro de sorpresa, incluso de incredulidad.
"¿Seguro?", escribió la mujer en la pizarra.
"Claro, ¿por qué no lo estaría?"
Delta tragó saliva ante la seguridad del joven. Ni Miriam ni Fer dijeron una palabra sobre el tema.
"Y vosotros dos, ¿estáis de acuerdo?", prosiguió, mirando a los estudiantes del sector Gamma.
Miriam escribió un simple "Sí", mientras que Fer afirmó efusivamente con la cabeza mientras proseguía con su explicación, tal y como le habían encargado. Pues eso fue fácil, ¿tantas ganas tenían de volver a sus vidas normales después de tanto esfuerzo? A pesar de que se lo veía venir, Sergio seguía sin entender qué les esperaba al otro lado de Apeiro tan interesante como para querer irse.
Delta volvió a captar silenciosamente la atención de los alumnos, haciéndoles mirar la pizarra una última vez antes de volver a atender a Fer.
"Mañana se os hará un anuncio importante. Tras vuestras últimas prácticas externas, las del jueves, Sigma quiere cenar con vosotros y conoceros antes del examen final. No levantéis sospechas y, sobretodo, mantened la calma. Él no es como yo, o como Alpha o Gamma. Fer lo sabe perfectamente. Nuestro escape comenzará esa misma madrugada, tras la cena."
Así que Sigma quería conocerles. Interesante saberlo: Sergio también tenía ganas de saber más del poderoso y temido dueño de Apeiro. Sabía que Fer —quien parecía aterrado ante la noticia— le había visto cuando fue con Bea a su sector, pero jamás se vio cómodo dando detalles de lo sucedido delante suya. Alguien capaz de generarle un trauma al pobre Fer en cuestión de minutos definitivamente debía ser interesante.
Por fin, tras tantos días de eterna monotonía, las cosas parecían ponerse intensas. Por fin, tras tanto esfuerzo y actos de los que jamás se arrepentiría, Sergio parecía tener asegurado su puesto como el hijo de Dios.
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