Capítulo 48. Preliminar
La información que los cinco jóvenes habían descubierto el día anterior perturbaba a Miriam. No esperaba que hubiese alguien en la faz de la tierra capaz de sacar el código genético de una persona con exactitud, y mucho menos guardarlo en un pequeño dispositivo.
Eso la llevó a pensar que lo que había en aquella habitación tan solo era una farsa hecha para que se comiesen aún más la cabeza. Quizá solo eran una serie de letras al azar y, como no había forma de comprobar que ese fuese realmente su código genético, simplemente dieron por hecho que lo era.
La médica no se lo creía: no caería en otro de los múltiples juegos de Apeiro. Eso no podía ser su ADN, pero por si acaso se llevó su pendrive para guardarlo en su habitación. Una decisión un poco tonta: si esos dispositivos eran realmente algo importante, Delta tendría una copia de ellos. Pero tal y como dijo Sergio, al menos se estaría protegiendo de sus propios compañeros.
—¿Estás atendiendo, Miriam?
La joven levantó la cabeza y vio a la líder de sector mirándola fijamente, con una ceja arqueada. A continuación miró a Fer con un par de papeles en su mano, quien dejó momentáneamente de dar su clase de genética para dejar a Delta hablar.
—Sí, estoy escuchando —mintió descaradamente.
—No lo parece.
—Me duele un poco la cabeza, por eso parezco tan ausente hoy.
Delta no pareció creerse la excusa de Miriam pero, sorprendentemente, no le dio importancia y le volvió a dar el turno de palabra al espabilado alemán. Sus puntos estaban a salvo.
Para la tormenta que se avecinaba, el muchacho no parecía haberse derrumbado: su hora de clase la dio tan bien como siempre, pero se sabía que eso se debía a su pasión por lo que explicaba. Miriam pudo darse cuenta que aquello influía mucho, pues sus clases cambiaron positivamente cuando empezó a tratar de ver la medicina desde un punto de vista más optimista. Definitivamente, aunque aún no estuviese segura de si aquella carrera era lo suyo, era una mejora importante. Le debía una a sus compañeros, cuanto menos.
La clase de genética finalizó y todos salieron velozmente para buscar su almuerzo al comedor. Delta fue detrás de ellos hasta la cámara principal del complejo, donde se despidió de ellos con formalidad para luego dirigirse a la salida del establecimiento.
—Oye —Miriam llamó la atención del resto en cuanto su superior despareció por la puerta—. ¿No veis a Delta un poco...?
—¿Rara? —interrumpió Víctor— ¡Lo sabía, no soy el único!
—Yo usaría la palabra "mansa" —rebatió Sergio—. No sé, no sé... Es como si estuviese evitando que perdiésemos puntos.
—Eso es. No me ha regañado por estar en la parra...
—Y mira que era obvio, ¿eh? —bromeó Blanca con picardía.
—¡Suelo atender, coño! Es que lo de ayer no se me quita de la cabeza, y mucho menos lo va a hacer en una clase de genética.
—Ya, yo también sigo sin entenderlo —añadió Fer, pensativo—. Es que... no tiene sentido.
—No le deis más vueltas, lo que tenga que ser, pues será —aconsejó Sergio con su característica calma. A veces Miriam se preguntaba cómo podía llevar ese planteamiento como ley de vida, incluso en situaciones como aquella—. Quizá tenemos que pelear con nuestros clones. ¡O mejor aún, nos pondrán al lado de nuestros clones y tendremos que adivinar cuál de los dos es el real!
—Qué mal rollo, joder —murmuró la física—. Imaginad que me ponen al lado de mi clon y tenéis que intentar matarla a ella, pero falláis y me matáis a mí. ¿Qué cambiaría para vosotros? ¿Seguiría siendo yo o...?
—¿No sería como una suplantación de identidad? —se preguntó el pelinegro— No sé, pero espero que no lleguemos a ese extremo. No quiero estar con un clon tuyo, quiero estar conti...
—El pitorreo en privado, gracias —interrumpió sin escrúpulos el matemático, a lo que tanto Víctor como Blanca reaccionaron con una mirada de desagrado—. No sería una suplantación de identidad porque su clon es ella, solo que... ¿Otra ella? Podrían habernos ya suplantado a alguno de nosotros y ni siquiera saberlo. Quizá yo soy un clon y no lo sé.
Se hizo un silencio incómodo.
—Vale —prosiguió Sergio—, esta conversación está siendo rara incluso para mí.
—Vamos a comer, anda... —propuso Fer, agotado de tener que hacer esfuerzo mental tras una mañana tan larga.
La hora se les echó encima y cada uno se fue a hacer sus quehaceres después de acabar con sus respectivos platos. Blanca y Víctor se fueron juntos —como de costumbre—, Sergio se retiró a "trazar planes macabros" y Miriam y Fer quedaron en verse para echar el rato jugando en la zona deportiva.
—¿Por qué no has querido jugar al baloncesto? —preguntó Fer mientras se intentaba hacer al palo de hockey.
—Porque eres una farola y yo un tapón —señaló con sinceridad—. No intentes esconder que jugaste al baloncesto en el instituto.
—¿Cómo lo sabes?
—No sé, te pega haber estado en algún equipo en tu adolescencia temprana. Me arriesgo a decir que por obligación a tu padre.
—Ahí te equivocas, fíjate —respondió con una sonrisa burlona—. Bueno, en realidad sí me obligó a apuntarme, pero me gustó tanto que me quedé por gusto hasta que llegó bachillerato.
—¿Por qué lo dejaste? Bueno, realmente me hago una idea.
—Simplemente necesitaba más tiempo para estudiar, alcancé un punto donde no podía permitirme actividades extraescolares.
—Te comprendo, bachillerato fue una experiencia... curiosa.
—Mejor que la que está siendo Apeiro, seguro —rió—. Quien pudiera volver a esos tiempos, en fin.
—Le diré a Blanca que construya una máquina del tiempo.
—Va a necesitar ayuda de Víctor, entonces.
—Pues nada, ya tienen el primer proyecto como novios.
Fer trató de ocultar como su sonrisa se apagaba lentamente tras aquel comentario.
—¿Ya son novios?
—Ah, no, lo he dicho por decir... pero supongo que no les quedará mucho, ya se comportan como tal.
—Ya. Bueno, me alegro por ellos. Hacen buena pareja, ¿verdad?
Los gestos del alemán estaban siendo demasiado expresivos en aquel momento. Miriam cada vez tenía más claro que Fer estaba cerca de derrumbarse por la situación entre sus dos mejores amigos, y tener que fingir que no sabía nada la mataba por dentro. Si no se hubiese enterado por el berrinche de Bea...
La partida terminó tan pronto como comenzó: Fer no parecía terminar de cogerle el truco al deporte, y la médica logró marcarle un buen puñado de veces en menos de quince minutos.
—¿¡Por qué no has dicho que se te daba tan bien antes de humillarme!? —bramó entre constantes jadeos de cansancio.
—Literalmente solo he jugado a esto en el instituto... Pero oye, que lo estás haciendo bien.
—Espero que después de esto juguemos al baloncesto.
—Y dale... —lamentó mientras se pasaba la mano por la frente para quitarse las gotas de sudor— Bueno, vale, lo veo justo...
—Lo peor es que cuando te conocí hace unas semanas, hubiese puesto la mano en el fuego a que no te interesaba el deporte.
—¿Qué pasa, las góticas no podemos ser buenas en el deporte?
—Oye, tampoco me malinterpretes. En realidad sí que tienes cara de practicar taekwondo.
—Era una broma, tonto —rió levemente Miriam—. Ni siquiera soy gótica.
Fer la observó por un momento.
—Ah, ¿no?
La única respuesta que recibió de su compañera fue un suspiro. Acto seguido fue a sentarse en las gradas junto a su compañero, quien estaba tomando un ligero descanso antes de ir a por el balón para la siguiente partida.
—Oye —volvió a abrir la conversación Miriam—, ¿puedo hacerte una pregunta? Es que es un poco íntima.
Fer asintió. Era hora de hacerse la loca.
—Ilumíname.
—A ti te gusta Víctor, ¿verdad?
El alemán abrió los ojos y pareció estar a punto de responder, pero las palabras no salieron de su boca por unos segundos. En cambio, lo que soltó fue un ligero pero claro gruñido de frustración.
—Dime que no se nota, por Dios. ¿Lo sabe alguien más?
Miriam no se esperaba que le diese tanta pena mentirle a la cara.
—No, a ver... Saberlo, no lo sabe nadie. Lo mío solo era una teoría, ya sabes. Hablo menos que los demás, pero también observo más que ellos.
—Me voy a matar.
—¡Pero si no pasa nada!
—¿¡Cómo que no pasa nada!? ¡Me gusta el novio de una de las personas más importantes para mí en esta cárcel!
—Coño, solo te dieron tres opciones. A uno lo quitaron de en medio demasiado pronto y el otro es el chalado de turno. ¿Qué esperabas?
—No venía con intención de enamorarme.
—Seguro que ellos dos tampoco. Además, solo os conocéis de tres semanas, no lo exageres.
—Ojalá estuviese exagerando —recalcó con firmeza—. Juro que no soy de los que cree en el amor a primera vista, pero lo que siento cuando pienso en él... Dios Santo, no lo entiendo. Qué vergüenza...
—Tranquilo, te creo —le respondió con calma, intentando no sonar tan borde como de costumbre. Aquello era grave—. Pero en mi opinión, lo estás llevando sorprendentemente bien. Te intentaría dar consejos, pero no se me da bien el amor. No se me da, directamente.
Fer soltó un sonido que pareció ser una risa mezclada con nervios. No se le veía mucho más calmado, pero poco a poco iba mejorando. Miriam pensó que debía ser la primera persona con la que hablaba de ello. Al fin y al cabo sus tres únicos contactos en Apeiro eran ella, Blanca y Víctor. Estaba claro que con estos dos últimos no podía contar.
—Mira, tienes razón, lo llevo lo mejor que puedo, pero solo de cara al público —admitió—. Si te digo cuantas noches he pasado horas dándole vueltas al tema... Prácticamente todas desde poco después del primer domingo.
—Puedo imaginarlo.
En realidad no podía: la médica jamás se había enamorado y dudaba que lo hiciese pronto. Además, tampoco es que hubiese tenido muchos amigos que le hablasen de lo que era estar loco de amor por otra persona, por lo que le había tocado comerse un marrón sobre un tema del que no sabía demasiado.
—A ver —prosiguió—, lo único que tienes que hacer es aguantar una semana y media más. Lo que voy a decir será cruel, pero tienes la certeza de que una vez termine este experimento, todo se va a acabar. No le volverás a ver.
—Ni a él ni a nadie, probablemente.
—Eres de los que más posibilidades tiene de ganar.
—Miriam, ¿te das cuenta de la carga de consciencia que me supondría saber que estoy vivo porque Víctor ha muerto?
—Ya llevas la mitad del camino hecho.
—Víctor no es para mí lo que fue Germán, o lo que fue Bea. Es diferente, no puedo imaginarlo fuera del proyecto. A veces pienso que prefiero ser eliminado antes que él simplemente por no tener que pasar por eso. ¿Crees que soy capaz de seguir adelante sabiendo que todos vosotros habéis tenido que morir para que yo siga vivo?
—Joder, Fer...
Miriam comenzó a darse cuenta de que aquella cadena de relaciones que se había formado en el complejo Theos no era más que otra estrategia de Apeiro. ¿Qué iba a ser si no? Dos personas enamoradas del mismo chico en tan solo medio mes no tenía sentido si no se justificaba con aquellas drogas que la organización les había metido en el ambiente para manipularlos. ¿Qué iba a pasar si Víctor moría en uno de los próximos exámenes? Sumado a la pérdida de puntos por emociones desbordadas, el resultado podía ser fatal, conllevando en el peor de los casos... tres eliminaciones. Justo lo que más les convenía llegado aquel punto en el proyecto.
—Lo siento mucho —Fer agachó la cabeza.
—No tienes nada que sentir —replicó Miriam, irritada por la vulnerabilidad que su compañero estaba dejando mostrar por un chico cualquiera en una situación como aquella—. Fer, solo te voy una cosa. Por favor, pase lo que pase, no te rindas. Estaré junto a ti hasta que pierda mi último punto, así que ni se te ocurra caer en cualquiera de las trampas de estos hijos de puta. Muera quien muera, sigue adelante. Y si eres eliminado, que sea por tus propias acciones y no por las de otros. ¿Entendido?
—Gracias, de verdad. Aprecio tu interés por mí, sobretodo viniendo de ti —admitió.
—Ya no soy la borde que era en su momento, ¿eh? —Miriam sonrió— Bueno, sí, lo sigo siendo, pero no con vosotros.
—Es un avance.
—Una se acostumbra a esto, sí.
El alemán no pudo hacer otra cosa que abrazarla por primera vez en tantos días de tortura. La situación cada vez se volvía más dura, pero Fer no podía permitirse decepcionar a la persona que más miedo tenía a perder después de su flechazo.
—Te prometo que haré todo lo posible por salir de aquí.
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