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Capítulo 40. Los jóvenes del sector Delta

—¡Alpha! —exclamó efusivamente un pequeño de no más de siete años, mientras correteaba hacia el jefe de sector.

—¡Buenos días! —dijo con una amplia sonrisa, pero sin tomar contacto con el joven— ¿Qué tal la semana?

—Hemos aprendido integrales. Son muy aburridas.

El muchacho rió, aliviado de saber que aquel chaval no tenía problemas con aprender matemáticas. Al fin y al cabo, llevaba sus genes.

—Te prometo que las mates se ponen emocionantes más adelante, dale tiempo. Alpha te lo asegura, no por nada es el mejor matemático de Apeiro, ¿eh?

Con un alegre rostro, el chico asintió y retrocedió. Alpha miró tras él en busca de alguien más.

—¿Y tu hermano?

—Está jugando con 009.

—¿No tiene ganas de verme?

—No sé, supongo que sí. Pregúntale.

El domingo por la mañana era el único momento de la semana en el que el hombre tenía permiso de ver a sus hijos. ¿Podía llamarlos así? ¿Hijos? Técnicamente lo eran, pero a Sigma no le haría mucha gracia que viese a ese par de criaturas como algo más allá de dos sujetos de prueba que compartían genes con él.

030 y 072 nacieron con un solo propósito: ser uno de los múltiples experimentos de Apeiro, uno de los más importantes de los desarrollados por el sector Beta. ¿Eran capaces los gemelos de leerse la mente? Era una pregunta que Sigma tuvo y, como siempre hacía cuando algo una duda se pasaba por su mente, puso en marcha un proyecto con el fin de descubrirlo.

Alpha era el portador de, probablemente, los mejores genes del mundo. O al menos era el más inteligente por detrás de Sigma y uno de los más importantes pilares de la organización. Por otra parte, el sector Gamma estaba lleno de mujeres con un genoma modificado con el fin de lograr la creación de superhumanos. Un camino largo sin duda alguno, pero parecía que poco a poco daba sus frutos, por muy poco realista que sonase.

A Gamma no le costó elegir a su mejor sujeto y cruzarlo con Alpha. Tras unas cuantas tardes de trabajo, dos cigotos ya estaban en desarrollo. Lamentablemente nacieron mellizos y no gemelos —era algo que allá en 2001 Apeiro aún no podía controlar—, pero eso no frenó a Sigma: si dos mellizos lo conseguían, ¿por qué no podrían dos gemelos?

Ya no les quedaba mucho a aquellos dos para que su experimento diese verdaderamente comienzo.

—¡Hola, 030! —dijo Alpha con su mirada fija en un chico de pelo negro azabache y piel blanca que jugueteaba con una baraja de póker junto con su compañero, un joven de tan solo un año más entrenado para ser ingresado al sector Lambda.

Este alzó la cabeza de su pasatiempo y saludó con la mano.

—Hola.

—¿Qué estáis haciendo?

—Una pirámide de cartas. Me las ha dado la niñera.

El adulto se acercó y se sentó en la baja mesa con su hijo, a pesar de que apenas la mitad de su cuerpo cabía en la pequeña silla de plástico. 072 dio un rodeo al mueble e hizo lo mismo.

—¿Queréis que ayudemos? —preguntó el otro crío.

—¡No! Tú nos las tirarías.

—¡Eso es mentira!

Ambos comenzaron a tener la típica discusión de niños pequeños, como cuando se peleaban por un dulce o por el mando de la tele. Alpha no podía hacer más que aliviarse cada vez que los visitaba y veía que, después de todo, seguían siendo tratados como niños.

Aunque no podía negar que sus clases eran mucho más intensas que la de un niño promedio de siete años. A aquel ritmo, probablemente antes de los ocho comenzarían los estudios universitarios y alcanzarían el nivel de un doctor con tan solo doce años. Así lo quería el itinerario de Apeiro: a los doce años, todo sujeto criado allí debía de estar a la altura del resto de trabajadores, y era por eso que aquellos niños eran tan valiosos: la gran mayoría de ellos acabaría en la élite de Apeiro poco después de cumplir la mayoría de edad. A algunos incluso se les entrena para ser asesinos, estafadores, secuestradores... Básicamente el trabajo más duro entre los trabajadores, pero también el más sencillo para aquellos que no tienen apego a lo que aguardaba al otro lado de las paredes de la organización, o directamente no lo conocían.

La única duda que mosqueaba a Alpha era si así sería también con dos jóvenes nacidos para ser sujetos. Si el experimento al que serían sometidos estaba hecho para que sobreviviesen. Había cosas que Sigma no le contaba ni a él, su mano derecha, y lo mismo podría decirse del matemático. Si su jefe se enteraba de que le preocupaba la salud de sus hijos, podría suceder algo grave. Pero, ¿cómo no hacerlo?

Una voz familiar interrumpió la escena. Era Delta, quien acostumbraba a ver a su compañero en aquel recinto.

—Buenos días, Alpha.

El científico saludó con una expresión cálida, mientras que los tres chicos lo hicieron ondeando la mano. Frente a ella, todos los se comportaban de una forma muy pacífica y formal, incluso los más energéticos: definitivamente, aquello no era lo común en un niño pequeño. Delta los había enseñado bien, tanto a ellos como a cualquier otro sujeto del Centro de Cuidado Infantil —aunque apenas eran diez—.

—¿Qué andabais haciendo?

—No mucho, acabo de llegar.

—¿Sí? Sueles venir más temprano.

—Ya, pero el trabajo de estas semanas me sofoca. Sobretodo en estas fechas, con tanto nuevo sujeto entrando.

—Razón no te falta. Esta semana he concluido unos veinte experimentos de acceso, menuda tortura.

—Pocos son.

—¿Qué es un experimento de acceso? —preguntó el joven de pelo castaño, quien tenía el oído puesto en la conversación.

Alpha tuvo que dar un rodeo, no podía contarle a un niño de siete años cómo su padre y su compañera se dedicaban cribar personas a base de asesinar a las menos aptas.

—Es lo que... Los trabajadores de Apeiro tienen que hacer para poder entrar. Como una entrevista de trabajo pero con juegos, unos muy difíciles.

—¿Nosotros haremos una algún día?

—No creo. Pero... quién sabe —suspiró mirando a Delta de reojo mientras esta se encogía de hombros.

030 soltó un "jo" y volvió a las cartas. Los dos adultos se levantaron para continuar la conversación sin molestar a los sujetos, a unos metros de la mesita.

—Me sabe mal porque no llevas mucho rato aquí, pero venía para pedirte que me echases una manita —confesó la mujer—. No solo es domingo de paternidad, sino también de evaluación allí en Theos.

—Joder, es verdad. Menuda se les viene encima esta tarde...

—No empecemos con la pena.

—Vamos a obligarlos a matarse.

—Es lo que hacen desde el principio en el resto de experimentos de acceso, demasiado que solo son ocho y les hemos ocultado nuestras intenciones por dos semanas enteras.

—Este no es un experimento de acceso normal.

Delta refunfuño y desvió la mirada con un rostro molesto.

—Por favor, no sigas por ese camino.

—Perdón —respondió cabizbajo. No podía evitar sentirse mal por aquellos jóvenes y mucho menos ocultarlo frente a Delta, la única con quien podía ser sincero—. ¿Qué necesitas?

—No mucho. Que me acompañases durante la última revisión de las instalaciones y así me ayudabas. El terreno de este examen es bastante grande.

—Las he visto en fotos. Han conseguido recrear bastante bien un campo sin luz solar.

—Eso díselo a Gamma, que es quien lo diseñó.

—Luego le mandaré un mensaje, si eso —Alpha se giró para ver a sus hijos apilar las cartas con un sorprendente éxito, antes de que 072 las tirase para hacer rabiar a su hermano y su compañero—. ¿Vamos entonces?

—Despídete, sí.

No se tomó demasiado tiempo en ello. A 072 le desordenó el pelo como le gustaba y a 030 le dio dos palmadas en el hombro. Para ser mellizos, tenían personalidades totalmente diferentes: uno era un huracán de energía e irresponsabilidad —a ratos— mientras que el otro vivía en una eterna seriedad, con los pies en la tierra y un aura que a veces hacía creer a Alpha que aquel joven era más consciente de su entorno de lo que debía. Era digno de mención que sujetos con la personalidad de 030 eran más queridos en Apeiro, cosa que llevó al chico a recibir varios elogios por sus superiores. 072, en cambio, tenía que trabajar un poco su actitud, pues tampoco es que fuese incorregible.

Alpha y Delta caminaron fuera del amplio recinto y pusieron marcha al ascensor que les llevaría a una entrada trasera del complejo Theos, solo para trabajadores. Esta comunicaba con el campo de caza y con otras salas hechas solo para personal autorizado.

La líder de sector abrió la puerta con su brazalete y caminaron en dirección al terreno de juego en total silencio. La amplia área silvestre acabó rodeando a ambos mientras la mujer guiaba a su compañero a la sala del cuadro de mandos, también camuflada en las paredes del recinto.

—Desde allí administraré todo cuando comience el examen. No pienso hacer acto de presencia mientras tengan escopetas a mano.

—Después de lo que hicieron hace unos días, no me extraña. Se quedaron cerca de huir, ¿eh?

—Sigma me echó la bronca. No tuvo gracia, la verdad.

—No fue culpa tuya, fue... ¿Silvia? La que filtró la información.

—Sí, ella. Pero da igual. Las consecuencias han sido terribles y no sabemos qué puede pasar a futuro. Un escuadrón de agentes está intentando arreglar el desastre antes de que sea tarde.

—Es la primera vez que nos pasa algo así.

—Apeiro está débil últimamente.

Hubo un silencio momentáneo.

—Bueno, todo lo que puede estar una organización como esta —continuó la mujer—. Igualmente, con un paso en falso las cosas se complicarían.

—No pienses en ello.

—Tarde —respondió mientras abría el acceso al panel de control—. Ah, ahora que me acuerdo, ¿tienes el tiempo de ir a asegurarte de que el ciervo esté bien?

—Eh... Sí, supongo. ¿No se encargaba Gamma?

—La trasladaron esta mañana, así que ahora está retenida en una cabina. Iban a despertarla hace poco, así que te doy permiso de encargarte tú de ella si no llego a tiempo. Creo que el sistema de luces tiene un problema —comentó mientras revisaba el enmarañado de cables e interruptores—. Qué coñazo, macho.

—Enseguida voy... —obedeció con un suspiro perezoso— Luego te cuento.

Delta asintió sin desviar la mirada de su trabajo. Justo antes de que Alpha se perdiese entre los árboles del recinto pudo oír a su compañera llamarle de nuevo.

—¡Por cierto!

—¿Sí?

Delta se puso las manos en la cintura y sonrió levemente.

—Cuando acabe el examen recuérdame que tengo una Omega que proponerte.

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