Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 4. Clase magistral

Aunque no podía demostrarlo, Miriam sabía que ya se había hecho de día. Durante su poco tiempo en Apeiro su cuerpo se logró acostumbrar al horario. Miró el reloj y, como imaginaba, eran las 7:58 de la mañana.

No tendría que haberse acostado tan tarde la noche anterior, pues ahora no hacía más que bostezar. Ni siquiera era capaz de levantarse de la cama, todo por haber preferido hacer maratón de El internado, aquella serie de la que tanto había hablado con sus amigas. No podría compartir el progreso con ellas, pero tenía ganas de hacerlo cuando saliese de aquel lugar. Tenía pocos conocidos, pero los apreciaba mucho y los echaba de menos.

Tampoco se arrepentía del todo, las horas se le pasaron volando entre capítulo y capítulo. Ahora debía pagar el precio y esperar hasta la noche para poder echar un buen sueño. La joven se dirigió como pudo a su pequeño cuarto de baño para mojarse la cara y así despejarse. Se miró al espejo. "Madre mía, vaya cara", murmuró con su ya usual mal humor mañanero. Nada a lo que no estuviese acostumbrada.

Un par de minutos después Miriam ya se había cambiado de uniforme y estaba totalmente aseada: solo le quedaba peinar su blanco flequillo, muy llamativo en comparación con el resto de la melena de color oscuro que colgaba tras sus hombros.

Ya estaba lista para salir a desayunar. Desafortunadamente en la cantina le esperaban sus otros siete compañeros, tan sociables y habladores. No tenía ganas de interactuar con ellos.

Como ya había hecho un buen puñado de veces, Miriam se dispuso a coger su desayuno y sentarse en la mesa más apartada y solitaria. No pasaron ni dos bocados hasta que Sergio apareció y tomó asiento con toda la confianza del mundo.

—Buenos días, Miriam.

La chica alzó la vista para percatarse de que llevaba un gorro de lana que el día anterior no le había visto. ¿En eso estaba empleando sus objetos del día? Aun así no proporcionó respuesta ninguna, ni verbal ni facial.

—Es que te veo siempre tan sola... —proseguía el joven, insistiendo en comenzar una conversación.

—Porque quiero estarlo.

—O porque eres tímida. Son muchos los casos en los que las personas se aíslan por vergüenza —dijo con un tono que juraría que iba con intención de provocarla—. Germán, el chico moreno de la mesa de detrás es igual.

—Será su caso pero no el mío, en serio.

—Igualmente quisiera conocerte. Vamos a ser compañeros y rivales, tendremos que tener claro con quién estamos aquí encerrados, ¿no?

Miriam siguió contestando con el menor número de palabras posible, pero su irritante compañero no se callaba. Hablaba y hablaba como si a alguien le interesase lo que decía. Igual sí, pero no a ella. Quería estar sola, pensar en sus cosas y desayunar en paz.

—Veo que no tienes muchas ganas de hablar.

—No me gusta relacionarme mientras desayuno, simplemente. En otro momento igual pongo más esfuerzo.

—Vale, vale. He pillado ya tus señales, me voy a otra mesa —el muchacho cogió sus cosas y se levantó—. Solo espero que acabemos considerándonos mutuamente buenos compañeros.

La chica lo dudaba bastante. No había venido a hacer amigos ni a ser la compañera de nadie. Participaría en solitario, haría lo que puediese durante aquellos días y si era la ganadora pues genial. Tampoco le interesaba ganar, solo ser contratada durante el verano y eso ya lo tenía asegurado.

Al menos estaba en un lugar donde se valoraba su inteligencia más allá de las notas y el prestigio académico. ¿Qué más daba un 4 que un 9? Su capacidad era la misma y no era cosa de nadie más que suya la forma en la que la aprovechaba.

Estalló al tercer año de medicina. Esa carrera que tanto querían sus padres que estudiase. "Menuda suerte, ¡vas a ser doctora!" Decía su madre al enterarse que su hija fue admitida en la primera universidad que solicitó. "Estamos seguros de que serás la estrella de tu curso... como siempre lo fuiste. ¡Si es que eso viene de familia!"

Aquellas palabras todavía la irritan. Se imaginaron a Miriam como una famosa doctora de éxito desde que la dieron a luz. Siempre de notas excelentes y centrada en sus estudios... ¿Cómo no iba a serlo? Por desgracia, la joven perdió el ritmo en sus primeros años de carrera. Del sobresaliente al notable... y del notable al suspenso.

Y es que nunca se preguntaron cómo se sentía la joven hasta que dejó los estudios. Le decían que volviese mientras el dinero se lo permitiese, que ella podía con eso y más si se lo proponía. Pero no era que no pudiese, era que no quería. Se había dado cuenta de que no le gustaba aquella carrera.

Miriam se levantó del asiento ya desayunada y se dirigió al salón de clases aunque aún quedaba un rato para que la primera lección diese comienzo. A pesar de que no era un ambiente que le entusiasmase, ese cambio de aires podía venirle bien. Aprendería ciencia general como siempre quiso y la formarían para ser una investigadora y no una cirujana promedio, encerrada día y noche en una sala de operaciones con olor a muerte. Miriam odiaba los cadáveres y, desgraciadamente, vería muchos en su carrera.

A las nueve comenzaría la clase de Introducción a Apeiro, la primera clase de la experiencia. Las otras cuatro horas del día estaban ocupadas por Física, un descanso, Genética y Resolución de problemas. En definitiva había lecciones algo extrañas, más allá de las que uno podía encontrarse en un instituto o universidad. Eran variadas cuanto menos y más de una lograba despertar cierta curiosidad en Miriam.

Tampoco terminaba de suponer cómo adaptarían estas lecciones a los conocimientos de cada uno. Lo descubriría en la clase de física igualmente, la primera enfocada a la ciencia. A ella no se le hacía especialmente interesante pero creía haber oído que una de sus compañeras se estaba sacando un doble grado junto con matemáticas.

Miriam se sentó en el pupitre más centrado con el proyector para así poder ver todo más claro. También se fijó en cómo sobre cada mesa había un dispositivo muy fino y del tamaño de un folio normal, acompañado de un objeto blanco y alargado que parecía una especie de lápiz futurista.

Con cuidado, la joven agarró ese artilugio de la misma manera que la herramienta a la que le recordaba. Apoyó la punta más afilada sobre el otro artefacto y confirmó sus sospechas: no eran más que un papel y un lápiz excesivamente modernos. La forma de tomar apuntes allí, supuso Miriam.

La puerta se abrió un par de minutos antes de las nueve y por ella entraron Delta y dos de sus compañeros: Sergio y Germán. Estos dos últimos saludaron para a continuación tomar asiento. El primero de ellos justo al lado de la chica, quién al ver sus intenciones rezó por no tener que evitar los comentarios de aquel chico una vez más.

—Llegaste temprano, ¿no?

Vaya por Dios.

—Sí, vine en cuanto desayuné.

—¿No tenías nada mejor que hacer?

—Lo mismo te pregunto yo.

Pudo ver a Germán arrugar discretamente su cara ante la conversación que estaban teniendo. No lo culpaba, cualquiera que les escuchase haría lo mismo. Otro grupo de personas ingresó al recinto, interrumpiendo la interacción. Mientras que Miriam apartó la mirada para observar quienes eran —Blanca, Víctor, Bea y Fer—, Sergio no dejó de observarla.

—Vamos a ver, ¿qué quieres de mí? —preguntó la chica, perdiendo la paciencia.

—¿Por qué estás aquí?

La joven cambió su rostro a una expresión mucho más seria y menos relajada.

—¿De qué coño vas?

Afortunadamente Silvia no se hizo esperar demasiado y Delta anunció el comienzo de la lección, justo a las nueve en punto. Menos mal.

Miriam se dispuso a mirar al frente aunque notaba que su compañero seguía clavándole la mirada de una forma algo más disimulada. Finalmente giró su cabeza para observar a la monitora y la joven suspiró discretamente.

—Buenos días. Hoy comienza vuestro periodo lectivo, ¿no estáis nerviosos? —preguntó al grupo mientras configuraba el proyector— Os aseguro que aprenderéis mucho aquí. Nuestra programación ha sido muy estudiada por los expertos de cada sector para poder proporcionaros los conocimientos necesarios para ser los trabajadores de prestigio que Apeiro necesita.

Delta se acercó al pupitre de Miriam al ver el irregular trazo que había dibujado en su dispositivo.

—Parece que alguien ya ha trasteado con su tableta de apuntes. Me gusta tu curiosidad, joven —indicó con su característica sonrisa de satisfacción—. Para el resto: eso que tenéis en vuestras mesas es la tecnología que usaréis para tomar anotaciones sobre las lecciones. Como llevamos el tiempo justo prefiero que os leáis las instrucciones de uso en el descanso. Deslizad con dos dedos a la izquierda para verlas.

Mientras que algunos solo asintieron, otros realizaron el acto que Delta había mencionado o simplemente hicieron un garabato rápido. Miriam solo observó el curioso cacharro para segundos después volver a alzar la vista.

La mujer frente a ella comenzó a presentar la lección a la par que encendía otro de sus Power Points. Comenzarían con información básica sobre la organización, como la distribución de los sectores y sus trabajadores. Delta quería que sus alumnos fuesen conscientes de la perfecta coordinación entre todos y cada uno de los miembros de aquella empresa.

Lo primero que hizo fue explicar el funcionamiento y estructura de un sector: cúpulas gigantescas bajo las cuales se encontraban un buen montón de edificaciones que incluían desde laboratorios y oficinas hasta residencias propias —destacó que la gran mayoría de los trabajadores de Apeiro también vivían allí—. Estos sectores estaban interconectados entre sí gracias a la linea de metro recién inaugurada en 2007, dos años atrás. Además de aquel, existía una segunda linea subterránea que conectaba el sector Alfa con el exterior. Esta y el puerto del sector Delta eran la única forma de ingresar a las instalaciones.

Acto seguido procedió a hablar un poco de cada sector justo después de cambiar de diapositiva. Cada uno de ellos cumplía una función única, lo que hacía a los siete totalmente imprescindibles.

Alfa, encargado de las llegadas y la gestión de todo lo relacionado a la organización —dicho de otra forma, la secretaría de Apeiro—, así como campos matemáticos y estadísticos. Uno de los más importantes, en definitiva.

Beta, especializado en psicología y manipulación mental, cosa que aunque pareciese ridícula resultaba ser fundamental en el rendimiento de los trabajadores y en el propio estatus de la compañía —de alguna forma que la mujer no explicó—.

Omega, profesionales en física, geología y todo lo relacionado con el planeta Tierra y el mismo universo. No era descabellado pensar que aquí se encontraban proyectos cuanto menos peligrosos.

Lambda, la pequeña fábrica de Apeiro y los encargados de los avances en informática, robótica e ingeniería. También llevaban algunas investigaciones en colaboración con el sector Beta sobre el sueño.

Gamma, el gran laboratorio de biología, genética y medicina que logró avances que de ser hechos públicos podrían armar un escándalo. Por otro lado, curas a enfermedades mortales fueron descubiertas allí.

Delta, el hogar de los nuevos ingresos y lugar donde sus capacidades eran potenciadas y especializadas en uno de los demás sectores —"¡Vosotros mismos sois la pura representación de lo que os estoy explicando!"—.

Por último el Sigma, el centro de todo Apeiro, hogar del líder y de todos esos experimentos confidenciales de los que Delta no podía hablar —porque principalmente desconocía de qué trataban—.

—Es irónico que sea el sector con más sujetos pero a su vez un misterio para todos —mencionó la científica—. Incluso para mí, y ya veis mi posición.

Blanca levantó la mano.

—¿Sí?

—¿Cómo han conseguido que tantos sujetos se callen la información que ocultan?

—Pues no lo sé.

—¿No has estado nunca allí?

—Claro que he estado —respondió Delta con un rostro serio—. Parece un sector normal y corriente, qué te voy a decir yo. Voy bastante ya que las reuniones presenciales se hacen allí y, aunque el personal que veo merodeando por los pasillos es menor, hacen su trabajo como el resto.

—¿En qué se especializa el sector Sigma entonces? —dijo Germán, que levantó la cabeza de su bloc de notas por un segundo. Se le nota nervios por participar.

Delta frenó antes de contestar, como si se hubiese percatado de algo. Acto seguido dejó mostrar una pequeña muesca de tristeza.

—Pide permiso antes de hablar, por favor...

Un pitido provino del brazalete del joven. Ahora marcaba el número 99. Germán soltó un disimulo pero inevitable jadeo al verlo.

—Pero... —Miriam pudo notar a simple vista que el chico se había puesto extremadamente nervioso.

—Lo siento, de verdad, pero solo así podemos corregir esos pequeños detalles que tanto molestan al jefe. Más adelante y en lecciones menos importantes se os perdonará, pero ahora... ser trabajador de Apeiro es mucho más duro que simplemente saber de ciencia, lo digo muy en serio —Delta volvió a dirigirse al público en general—. Espero que no tardéis demasiado en daros cuenta de ello.

El chico asintió, mostrando cierta decepción y confusión en sus ojos. Cuando procedió a contestar su pregunta sonó la alarma de las diez en punto. Hora de cambiar de asignatura.

—Respecto a tu pregunta —interrumpió Delta antes de continuar—. Recuérdame que hablemos de eso otro día, ¿vale?

Tras una hora de clase más, el grupo pudo salir a tomar el aire —no literalmente— al recinto principal. Miriam procedió a sentarse en un banco y sacar su nuevo dispositivo de apuntes para cotillearlo con más detenimiento. Pudo oír como Germán se sentaba en un banco cercano a ella y a Silvia acercarse a él. Entablaron conversación poco después.

—Sí que son estrictos, ¿no? —mencionó la joven.

—Joder, qué mal rato he pasado. Pensé que... No sé, ya estaba la conversación comenzaba, que no hacía falta.

—No te preocupes, un error así lo tienen todos.

—Supongo —dijo sin demasiada confianza—. Tengo que ver cómo sigue la cosa.

—Seguro que bien —sonrió con el fin de tranquilizar a su compañero. Esa chiquilla sí que parecía agradable, no como otros—. En fin, me voy a la habitación a hacer un par de cosas. Nos vemos.

La joven médica alzó su mirada para ver a Silvia pasar por delante suya, quien ondeó su mano para dedicarle un rápido saludo. Miriam hizo lo mismo. Acto seguido giró su cabeza para ver a Germán, quien simplemente yacía en el banco mirando el paisaje. Pareció percatarse, porque cruzaron miradas momentáneamente antes de que ambos la apartasen. Sí, parecía tímido.

Pensó en por qué no intentaba, por lo menos, mantener una relación cordial con ellos dos. No tardó mucho en encontrar una razón para no hacerlo.

—¡Germán, hombre! —saludó efusivamente Sergio desde la distancia, con dos croissants en la mano— Mira, te traigo una cosa de estas. ¿Tienes hambre?

No había que tener vista de lince para ver que hasta Germán, quien ahora era el que más tiempo había pasado con el matemático, estaba incómodo a su alrededor. Y si ella se acercaba a ese pobre chaval Sergio no dudaría en ir hacia ella como una polilla al ver un foco de luz. Era insoportable.

Y no confiaba en él ni lo más mínimo. Porque de todos, era el que más destacaba.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro