Capítulo 19. Reunión fúnebre
La ausencia de Omega era una pena, sobretodo en esos momentos, cuando una de los ocho sujetos del proyecto Theos debía ser guiada por ella. Blanca no pudo conocer a aquella mujer que hasta hace poco fue la soberana del edificio donde hacía sus prácticas externas.
Seguía débil y en constante supervisión de los mejores médicos del sector Gamma. Su futuro, según lo que Delta escuchó en su última reunión, pendía de un hilo. Estaba en un estado crítico, cuanto menos. Pero de todo esto Blanca no supo nada porque, ¿para qué mostrarle de primeras el peligro que suponía trabajar en aquel lugar?
Y dado que alguien tenía que encargarse de Blanca, no lo haría nadie más que Delta. Al fin y al cabo su sector estaba exento de recibir sujetos en prácticas y Sigma tenía cosas mejores que hacer que pasear a una mocosa, o así lo veía él.
Fue difícil hablar con la joven. Estaba cerrada a cualquier intento de conversación que Delta hiciese; no quería saber nada de ella más allá de su tarea como tutora. Casi cuatro horas enseñando a una chica que ni se dignaba a mirarla a la cara. Obvio, ¿no? Delta, indirectamente, había matado a Germán, agredido a Bea y permitido la presencia de un asesino entre ellos. Era la peor líder de Apeiro.
—Blanca, a ver —dijo mientras apartaba con cuidado la vista del enorme telescopio de la sala—. Vamos a acabar por hoy y hablar seriamente, ¿sí?
—No sé qué quieres hablar.
La científica suspiró, al borde de la rendición.
—Soy tu tutora aquí, la encargada de todo lo que te ocurra a ti y al resto. Digamos que, si tus sentimientos están dañados o te ha ocurrido algo que altere tus emociones, yo debo arreglarlo.
—Lo haces por el experimento y lo sabes, ¿qué me estás contando?
—Claro que lo hago por el experimento, ¿qué quieres que te diga? Sí, tienes razón. Pero soy humana, tengo empatía y...
Blanca se dio media vuelta, sobresaltada al oír la palabra "empatía".
—Mira, habíamos acabado por hoy, ¿no? Pues hasta luego. Gracias por las clases.
Tras decir aquello la joven trató de abandonar el enorme observatorio donde estaban realizando las prácticas, pero Delta la frenó agarrando su muñeca.
—He dicho que vamos a hablar seriamente. Si no me escuchas por las buenas, pues será por las malas —dijo con un tono autoritario antes de interponerse entre la joven y la salida—. Si omitimos todo lo que ha sucedido esta semana, ¿qué problema tienes en contra de Apeiro?
La mandíbula de Blanca se descolocó.
—¡¿Perdón?! Es decir, ¿me estás preguntando que, omitiendo un asesinato y tu permiso para poder hacernos todo el daño que queramos dentro de las instalaciones, qué problema tengo con Apeiro?
—Eh... Sí, más o menos —admitió. Delta era consciente de lo mal que sonaba dicho así.
—Estáis locos. Un laboratorio en condiciones no hace eso. Este lugar es raro, todo el mundo está amargado y tú nos escondes cosas.
—¿Qué te escondemos? Nunca os he ocultado nada.
—Vale, pues dime qué hay en el sector Sigma, dime qué vamos a hacer allí los eliminados.
Esa pregunta no la vio venir.
—Es confidencial.
—Ya, como los motivos de la muerte de Germán.
Blanca se dispuso a rodear a Delta para irse, pero la científica no pudo dejarla. No ahora que estaba ganando la discusión.
—Es todo parte del proyecto. ¿Te quedas tranquila?
La joven se volteó lentamente.
—Su muerte es parte de nuestro experimento.
—Sí. Todo esto lleva escrito meses. Y no puedo decirte más, sería interferir. Si se enteran de que me he ido de la lengua me despiden. ¿Me crees o no?
—No sé —murmuró con desconfianza—. Qué remedio. Dijiste que no tenías permitido mentirnos, ¿no?
—Exacto. Me alegro de que te acuerdes.
—Pero una muerte... ¿Germán no tenía posibilidades de ganar porque vosotros así lo planeasteis o qué?
—No más preguntas, dije —una sonrisa se esbozó en su rostro—. Nos preocupamos por vosotros más de lo que creéis. Si no fuese así, ¿de verdad te piensas que vivirías en una habitación que te da todo lo que pides, comiendo en un comedor que te sirve lo que quieras? Nos cuesta menos teneros en una habitación vieja, sin cuidar y con la comida justa.
—Ya, supongo que tienes razón. He estado en residencias peores que esto.
—Pues claro. Venga, sigue esforzándote. Me gusta que seas tan escéptica, pero no arruines esta oportunidad que te hemos dado por el miedo que pueda darte lo desconocido. Cuando te agobies, piensa que todo esto no es más que un juego, ¿sí?
Con una sonrisa pequeña pero notablemente forzada, Blanca se despidió y abandonó la sala. Por su parte, Delta se fue sumiendo en el silencio del lugar conforme las pisadas se alejaban. Aquella chica era otra joya en su campo.
Personalidad alegre y amigable, pero con una gran facilidad para cerrarse o alterarse. Cuando estudió sus datos, no pensó que fuese a ser demasiado problemático. Ahora dudaba de ello. Blanca era una de los mejores pretendientes a ser la elegida, según las estadísticas. Su evolución estaba siendo extremadamente rápida y positiva, poseía un envidiable interés por cualquier tema que se le plantase delante y una gran pasión por su propio campo. Aún enfadada o preocupada, podía notarse lo feliz que le hacía estar rodeada de los aparatos de su futuro sector. Vivía para la ciencia.
Si Delta lograba llevarse mejor con ella, quizá existían posibilidades de tenerla controlada. Eso, y que no se la comieran el resto de sujetos. Tenía amigos, más que la mayoría, pero... ¿Hasta cuándo podría seguir así?
Mientras se preocupaba por su favorita personal, una llamada hizo vibrar levemente el brazalete de Delta. Aceptó sin siquiera mirar de quién se trataba.
—Buenas tardes. ¿Aún fingiendo que sabes de física?
La voz de Alpha resonó en sus audífonos.
—Qué ánimos me das... Sabes que estuve informándome cuando supe lo de Omega —Delta esbozó una leve sonrisa.
—Era una broma, seguro que Blanca está encantada contigo —el muchacho paró a pensar un par de segundos—. Bueno, con tus servicios mejor dicho. ¿Sigue enfadada?
—Más o menos. Es imposible hablar con ella si no es sobre las prácticas, de verdad —la líder de sector se dispuso a abandonar el recinto mientras hablaba—. La he medio tranquilizado, pero no sé cuánto va a durar así. ¿No había chicas más amables?
—Es amable, pero te ve como la culpable de los primeros escándalos del complejo.
—Lo soy. Creo que tontos no son, lo saben ya todos.
—Serán muchas cosas, pero tontos no. Y tú, culpable... Pues sí, pero así es el trabajo. El tuyo y el de todos. No sé por qué te afecta tanto en este en concreto.
—Supongo que la forma en la que hemos organizado este experimento me ha permitido conocer mejor a los sujetos. Los conocí al cien por cien antes de siquiera verlos por primera vez y los vigilo casi veinticuatro horas. No compares eso con los cincuenta experimentos que suelo llevar al mismo tiempo.
—Te doy la razón. Hablar con Sergio como si fuese un trabajador más se me ha hecho raro. Tierno, quizá.
—Es lo que pasa cuando se nos acostumbra a ver y tratar a los sujetos como rebaños gigantescos, sin vida ni personalidad más allá de estas paredes.
—Qué fría eres a veces.
—Pero tengo razón. En el fondo me agrada esta forma de ver y pensar. Luego profundizo y digo... Me han deshumanizado.
—A ti y a todos.
Ambos siguieron sus caminos mientras charlaban, los dos con dirección a la estación de sus respectivos sectores. Gamma había citado en su sector a todos los líderes de Apeiro bajo las órdenes de Sigma —quien no haría, como de costumbre, acto de presencia—. El evento al que habían sido invitados no era más que una pequeña cena.
Sin mucha información acerca de aquella quedada, todos los líderes se reunieron por la noche en el restaurante por excelencia del sector de la medicina y la biología. Sigma se aseguró de que aquel comercio estuviese cerrado a cal y canto para que solo se permitiese la entrada de los invitados. Algo importante debía de haber sucedido si era tal la intimidad del evento.
Delta y Alpha se reunieron en la estación de metro del sector Gamma y se dirigieron con calma al segundo piso del ala médica, ubicación donde fueron citados. La zona estaba realmente desolada para ser tan temprano. Cruzaron varios pasillos a cuyos costados tan solo se vislumbraban las puertas de las varias consultas, cerradas a cal y canto. Por alguna razón que ninguno de los dos sabía decir el ambiente era pesado, silencioso y tan tranquilo que extrañaba incluso para ser Apeiro.
Finalmente alcanzaron la moderna puerta del restaurante, sin saber aún la razón de aquella desagradable sensación que rodeaba las instalaciones. Definitivamente, algo malo iba a suceder, si es que no había pasado ya. Los robots de seguridad validaron las identidades de ambos líderes y la entrada se abrió revelando un amplio lugar con ambientación cálida y repleto de elegantes mesas y sillas de una madera refinada. Era un recinto totalmente distinto a lo normalmente visto en Apeiro: no era moderno y minimalista.
La soledad del recinto causó un incómodo sentimiento en los administradores. La única persona que aún había llegado era Gamma, aquella mujer cuyos ojos grisáceos portaban siempre una mirada perdida y decaída. Sentada en una mesa larga con seis asientos y un séptimo sobre el que había un portátil, al ver a sus compañeros alzó la mano en señal de que acudiesen.
—Buenas noches —dijo con un rostro apagado.
—¿Qué tal, Gamma? ¿Todo bien? —se atrevió a preguntar Alpha antes de tiempo.
—No del todo, supongo que lo habréis imaginado.
—Sí, se nota —Delta tomó asiento junto a ella—. Supongo que por eso nos has llamado.
—Preferiría que fuese Sigma el que os cuente. De hecho, así me lo ha indicado él.
La conversación fue cortada poco después por el crujido de las puertas abriéndose de nuevo. Lambda y Beta ingresaron al lugar juntos. De la misma forma que con sus otros dos compañeros, Gamma llamó la atención de ambos para que se acercasen. Todos estaban en la mesa por fin.
—¿Pedimos o das la noticia antes? —preguntó Beta mientras leía la carta—. Me gustaría irme pronto, así que date prisa.
—Esto se alargará lo que tenga que alargarse: es algo grave —Gamma agachó la cabeza—. Pero tenemos que esperar a Sigma. Id pidiendo si queréis, yo no tengo hambre.
—Deberías comer algo, últimamente no...
Delta fue interrumpida.
—No empecemos de nuevo —dijo Beta con frialdad.
—Solo me preocupo por la salud de mis compañeros. No como otros.
—Eso es problema de cada uno. Deberías centrarte única y exclusivamente en los problemas que el proyecto Theos estén trayéndote. Y debo recordarte que pocos no son —mencionó Beta con mirada fulminante.
—Sí que estáis alterados hoy... —dijo por lo bajo Lambda.
—Hay mucho trabajo, no queráis saber la que se nos viene encima —Alpha cerró finalmente la carta y la apartó—. Apeiro últimamente está regular.
—Por eso mismo. No estoy alterado, solo me preocupo por el único proyecto activo que puede librarnos de esta crisis entrante, no quiero que Delta haga el trabajo de todos.
—No le des la vuelta a la tortilla Beta, eres así siempre —comentó su compañera tratando de no sonar demasiado borde.
El muchacho no cambió su seria expresión por ninguna otra, tan solo se encogió de hombros.
—Qué voy a hacerle.
Un tono musical interrumpió la escena. El portátil estaba por fin sonando: Sigma iba a entrar en escena finalmente. Gamma, cuyo rostro se palideció aún más, abrió la tapa del dispositivo y lo colocó de forma que la cámara enfocase a todos. Finalmente pulsó el verde y brillante botón para aceptar la llamada.
Ni un "hola", ni un "qué tal". Típico de Sigma cuando quería ir al grano.
—Estáis todos por lo que puedo intuir. Hoy estáis reunidos porque la noticia que voy a daros debe ser meditada en grupo y tomada con discreción. Supongo que Gamma no está en condiciones de hablar, así que yo lo haré.
Antes de proseguir hizo un muy breve silencio.
—Omega ha muerto esta misma tarde.
Aquel silencio volvió, más pesado que antes. Sigma esperó durante unos segundos alguna respuesta, pero fue en vano.
—Necesitamos sustituto urgente. Lo sabéis, ¿cierto? Tengo entendido que Alpha comenzó a revisar perfiles de candidatos adecuados.
—Sigma, yo... Esto ha sido tan brusco que... no creo que tenga resultado ninguno hasta dentro de varios días, incluso semanas.
—Se veía venir. Delta, sé que estás ocupada pero tienes ayudarle. De tu sector salen los futuros trabajadores, me da igual que os arriesguéis u os precipitéis al tomar una decisión: tenemos un sector sin líder, ¿veis el problema?
—Sigma, ¿vas en serio? —Beta parecía no creer lo que oía.
Y Delta tampoco. Su cerebro desconectó de la conversación. Una de sus compañeras había muerto por culpa de Apeiro. Por primera vez en la historia de la organización, una líder cayó víctima de sus propios planes.
Siempre había sido de la misma forma. Cuando un alto cargo de Apeiro no daba a más simplemente se jubilaba y se le daba el permiso de abandonar las instalaciones. De una forma un tanto cruel en la que la científica prefería no pensar, pero al menos le permitía volver a llevar una vida "normal". Ese no fue el caso de Omega. La situación comenzaba a irse de las manos incluso para la misma compañía... Este era el primer error de Sigma y de sus predecesores. Esa era la prueba de que Apeiro no era perfecto.
Su mente estaba comenzando a abrumarse, había entrado en estado de shock. Pero entonces el grito de un enfadado Alpha interrumpió sus oscuros pensamientos.
—¿Es eso todo lo que te importa, Sigma? —el hombre dio un golpe en la mesa— ¿¡Te dan igual hasta las muertes más importantes mientras los sectores funcionen como deben!?
La tensión de la sala aumentó.
—¿Por qué lamentas entonces su muerte si no es por el futuro de Apeiro? ¿Desde cuándo puedes sentir afecto hacia otros, Alpha?
Todos los ojos se centraron en muchacho. Pareció no saber qué responder en un primer momento.
—Yo... No. Me preocupa que incluso perteneciendo al eslabón más importante de Apeiro, para ti no seamos más que marionetas. Omega era nuestra compañera, y verla tirada y sustituida... impacta.
En un intento de hacerle callar, Beta pellizcó la pierna del enfadado líder por debajo de la mesa, pero la respuesta de Sigma caldeó aún más el ambiente.
—Aunque fuese ese tu problema, no debería importaros. No podéis hacer nada para evitarlo y sabéis qué sucederá si lo intentáis. Alpha, no me gusta ser tan franco, pero mucho menos me gusta que se me levante la voz. ¿Entendido? Si no fueses quien eres estarías de camino a mi sector ahora mismo.
Sus compañeros pedían con la mirada que la discusión cesase. El hombre lo notó desde el principio mas su ira le impedía frenar. Aun así, aquellas últimas palabras de su jefe fueron suficientes para que finalmente bajase el tono.
—¿Alguna queja más? —preguntó con calma el misterioso líder de Apeiro quien, tras unos segundos de silencio, decidió proseguir— Así me gusta, fin de la conversación pues. Ya sabéis, moved cielo y tierra por encontrar a la persona de estas instalaciones más indicada para sustituir el puesto de la antigua Omega. Nos vemos.
Y tras eso, la llamada terminó. Los cinco líderes pudieron ver sus perturbadas caras reflejadas en la oscuridad de la pantalla apagada del portátil. Aquella conversación había ido peor de lo que esperaban, mucho peor.
A Delta por lo menos, se le había quitado el hambre.
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