Capítulo 16. Enfrentad las consecuencias
Tras la calma que las tareas del primer día de prácticas externas supusieron, el itinerario de la siguiente jornada fue más que inesperado y duro. Se acabó el pasear por el sector como si nada: a partir del segundo día, tres de las cuatro horas se emplearían en desarrollar y reforzar los conocimientos que Apeiro requería de cada sujeto para sus respectivos futuros puestos. Esa hora restante sí podría emplearse en recorrer el sector con el fin de conocerlo mejor y familiarizarse con este, así como con sus desarrollados recursos y objetivos.
Pero, por desgracia para Miriam y Fer, a ellos les tocaba usarla en completar una peligrosa misión que sus mismos compañeros les habían asignado el mismo día de antes.
Buscar el cadáver de Germán.
— —— —
La joven estaba descansando con Blanca y Bea tras las prácticas externas. Desde que atendía a la pelirroja, ambas cogieron algo de confianza y de vez en cuando se veían las tres. A la joven le costó un poco olvidar que la chica de gafas redondas le quitó veinte puntos, pero todo quedó hablado tras una excesivamente preparada disculpa por parte de Blanca. Fer contribuyó a ello, ¿qué tenía ese chaval para que siempre pareciese que llevaba la razón? Sus argumentos eran válidos: ella era quien menos ganas tenía de estar allí. En cierto modo, pensar en ello fue una buena opción que quizá ella misma hubiese valorado. Al fin y al cabo Blanca no era tan mala chica: igual a Miriam le merecería la pena hacer un par de amistades —aunque no le pondría demasiado esfuerzo, al menos por lo pronto.
—¿Qué tal las prácticas? —preguntó a Bea— Espero que no se te hayan hecho duras en tus condiciones.
—Nah, con las pastillas tiro... más o menos. A veces me mareo, el viaje en metro me sienta mal y me canso demasiado rápido, pero a parte de esas tonterías todo bien. Menos mal que como psicóloga no tengo que moverme demasiado.
—No sé cómo sigues aquí, yo me hubiese ido en cuanto hubiese salido del laberinto —respondió Blanca, a lo que Miriam asintió.
—Ya, bueno. Soy un poco cabezona: si pierdo que sea porque no soy lo suficientemente lista según los cuatro tontos que dirigen esto y no por Silvia o cualquiera de vosotros —explicó con énfasis—. ¡Vamos, se cree esa que va a quitarse de en medio a la competencia dándole golpes en la cabeza!
—Lo hizo porque te tiene miedo, supongo —dijo Miriam.
—O porque no confía en sí misma —añadió Blanca—. Si va por ahí quitándose gente de en medio a la fuerza, es porque cree que su inteligencia no es suficiente.
—Puede ser. Pues a mí por lo menos no va a moverme de aquí —dijo la pelirroja indignada, antes de cruzarse de brazos— ¿Creéis que fue ella quien mató a Germán o...?
Sus dos compañeras arrugaron la frente y prefirieron no contestar.
—Este tema no puede ser un tabú durante lo que queda de experimento —continuó—. Quitad esas caras y hablad. No conseguiréis nada estando de luto durante todo el experimento, ¿sabéis?
Hubo un corto silencio, pero una de ellas finalmente cedió ante la franqueza de las palabras de la psicóloga.
—¿Habéis recibido el mensaje?
Al oír las palabras de Blanca, Miriam alzó la cabeza. Sí, lo había recibido, pero pensó que callarse era la mejor opción. En caso de que fuese la única en haberlo recibido podría meterse en un lío, y de no ser así... pues ya lo haría otro, tal y como sucedió.
—Así me gusta —contestó Bea sorprendida—. Justo a eso quería llegar: el mensaje.
—Yo también lo recibí, pero no termino de entender su finalidad —dijo Miriam.
—Yo creo que lo ha mandado Apeiro y que tiene que ver con el próximo examen —contestó Blanca— Nosotros al menos no tenemos acceso a ese tipo de mensajería, así que...
—Puede ser, sí. ¿Y no creéis que con muerte se refiere a asesinato?
—Bea, tachar de asesinato un caso así... está feo —dijo la joven física mientras miraba al suelo y se apretaba las gafas.
—Pero tiene razón, ¿por qué nos mandarían a investigar su muerte si al final no va a ser más que un infarto o un golpe tonto?
—Exacto, Miriam —Bea se levantó lentamente del banco con ayuda de sus amigas—. Mientras me paseaba por el sector Beta pensando en el mensaje se me ocurrió un plan muy interesante.
Las otras dos jóvenes prestaron atención a las palabras de su compañera.
—Miriam y Fer pueden moverse por el sector Gamma. Germán está supuestamente en el sector Gamma. You know...
La médica se echó una mano a la cabeza.
—¿¡Quieres que busquen el cuerpo de Germán!? —exclamó Blanca en un tono demasiado alto.
—Calla, coño —contestó Bea para que bajase la voz—. O sea, sí, pero no lo grites aquí.
—¿Pero con qué fin quieres que hagamos eso? ¿Saber si fue un asesinato o cómo?
—Claro. Tienes práctica en toquetear muertos, ¿no?
A Miriam le dieron arcadas recordando sus prácticas de universidad.
—Más o menos.
—Pues ya está. ¿Cómo lo veis?
—Fer y yo podemos jugarnos mucho si nos pillan.
—Peor será si no lo hacemos, ahora mismo no se me ocurre ninguna otra forma de avanzar con esto —Bea abrió de nuevo el mensaje en su brazalete—. Recordad el mensaje: "O enfrentad las consecuencias"
—Igual seguiremos muriendo si no hacemos nada... —la expresión de Blanca denotaba temor mientras murmuraba aquello.
—Uy, eso sí que no. Ya me han abierto la cabeza, ya han matado a alguien. Más violencia no, me niego.
Miriam se encogió de hombros, aún sin tomar una decisión clara. Probablemente existían formas más legales de resolver el misterio, pero por ahora...
—Pues vamos a buscar a Fer, a ver qué opina.
— —— —
Al principio se negó, pero Bea —y posteriormente Blanca— hicieron presión para que aceptase. Horas después allí se encontraron ambos, en el vestíbulo del sector, tratando de localizar la morgue entre tantos pisos laberínticos.
—Vaya tardecita se nos viene encima —dijo el alemán mientras recorría con la mirada los planos de los pisos superiores.
—Ya. Casi que prefiero que la morgue no venga en los planos.
Fer alzó una ceja.
—Pues siento decirte que acabo de encontrarla.
Miriam suspiró antes de echar un vistazo donde el dedo de su compañero apuntaba. Tercer piso, una pequeña sala en el ala norte. Sin pensarlo mucho más pero con nervios en el cuerpo, el dúo caminó a las escaleras que llevaban a dicho lugar. Minutos después, alcanzaron las puertas de la sala. Gracias a Dios aquel no era precisamente de los sectores más grandes, porque si no recorrerlo podría ser una odisea. De hecho, era bastante pequeño y la mayoría de habitaciones eran subterráneas. Solo los laboratorios más importantes y las salas de reuniones se encontraban en la superficie.
La puerta resultó ser un ascensor. Mucho más amplio que los que habían visto hasta ahora y con un solo botón, pero seguía siendo un claro ascensor. No pudieron hacer más que activarlo, esperando no encontrarse algún contratiempo por el camino. Bajó, y bajó, y bajó... ¿A dónde estaban yendo?
Las puertas se abrieron casi un minuto después. Debían estar muy profundos bajo tierra, porque los viajes en ascensor solían ser cortos en Apeiro. Aquel piso no estaba en los planos, pero efectivamente era la morgue. Miriam lo notó inmediatamente al reconocer el característico olor y temperatura del lugar. Un largo pasillo con seis puertas estaba frente a ellos, libre de trabajadores.
Las letras de cada uno de los sectores —a excepción del Sigma— estaban grabadas en sus correspondientes grandes y anchos portones de metal. Algo perturbó a Miriam, ¿tantos trabajadores morían como para necesitar seis morgues diferentes?
—Germán estará en la sección Delta, ¿no? —murmuró Fer.
—No sé, las morgues en las que estado no son así. Pero supongo que sí.
La joven caminó hasta la puerta con dicha letra, al final del pasillo, y esta se abrió automáticamente.
Una profunda habitación de un par de pisos de altura se presentó ante ellos. En definitiva aquel recinto era más grande que el de una morgue normal. Pero esa no fue la mayor de las preocupaciones de Miriam y Fer, sino que una trabajadora se encontraba dentro.
Y desafortunadamente se acercó a ellos al verles.
—¿Qué hacéis aquí?
Miriam se quedó sin voz. Tuvo que ser Fer quien dio la cara.
—Buenas tardes, somos sujetos del sector Delta. Se nos ha asignado la morgue como lugar de prácticas para nuestro entrenamiento. Ambos somos estudiantes de medicina y estamos especializándonos en medicina legal y forense.
—Me parecéis demasiado jóvenes. ¿Seguro tenéis permiso? Si no, volved a vuestra zona antes de que os vea otro con peor genio que yo.
—Sí, de verdad. Somos jóvenes, pero ya sabe cómo son en Apeiro: van a por los más inteligentes. ¿Es necesario que le diga mi cociente intelectual?
La muchacha les miró con cierta desconfianza.
—Bueno, si es así lo siento. Es que generalmente me avisan si vienen personas en prácticas y tal... —la doctora hizo una pausa, sin saber qué más decir— En fin, suerte. No es una zona muy agradable.
Miriam y Fer asintieron. Ahora debían abrir la cabina correcta. Por suerte, la aplicada joven no tardó demasiado en descubrir que los cadáveres estaban ordenados por código de sujeto. Sí, esos tres números que llevaban siempre en el pecho.
—¿Te acuerdas del suyo? —preguntó a Fer.
—Ostras... No. Su habitación estaba al principio del pasillo, así que supongo que será un número bajo. ¿Empiezo a mirar desde el cien y tú desde el uno?
—Es buena idea. Vamos.
Ambos se pusieron manos a la obra. Durante la búsqueda pudieron notar que más de un cubículo estaba vacío puesto que se encontraba entreabierto. Quizás eso facilitaba el trabajo. Casualmente Fer frenó ante la cabina Δ-095, también vacía, antes de mirar su pecho. Al verlo desde la distancia, Miriam sintió un desagradable escalofrío.
Poco tiempo después la joven dio con la puerta en cuestión: la Δ-027. Afortunadamente no fueron demasiados los cadáveres que tuvo que ver antes de toparse el que buscaba, pero sí los suficientes para que su malestar volviese. Ese olor, esa escena... ¿Por qué tuvo que meterse en una carrera tan desagradable? Con un disimulado gesto, Miriam llamó la atención de su compañero para que fuese.
Fer prefirió disimular y seguir buscando para no llamar demasiado la atención de aquella trabajadora que aún les miraba de reojo de vez en cuando. En soledad, se dispuso a abrir al completo el cubículo. Germán... Su cuerpo se hallaba pálido, frío y totalmente desnudo. Era grotesco verlo en ese estado después de aquella media semana que habían pasado juntos. Ni siquiera el hecho de que no se hubiesen dirigido la palabra le restaba intensidad a lo que Miriam sentía en aquel instante. Tenía que aguantar un poco más las ganas de vomitar.
Lo primero que hizo fue sacar ligeramente el cadáver del cubículo. Con atención, revisó de forma rápida el estado del fallecido. De primeras no vio nada raro, ni en su parte frontal ni en la trasera. Cortes, quemaduras... Todo fue descartado al ver el perfecto estado del cadáver.
No, casi perfecto.
Prestó atención a la zona izquierda del cuello para notar una considerable mancha de color rojo oscuro. No era sangre, sino una especie de derrame interno. Joder, era bastante grande como para no haberlo visto de primeras, probablemente por los nervios. Prestó especial atención a aquella anomalía para así encontrar la prueba definitiva que revolvió su estómago.
Sus peores sospechas fueron confirmadas: no fueron causas naturales y mucho menos un accidente.
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