Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 15. La casa de la ingeniería

El metro interno de Apeiro era más rápido y eficiente de lo que pensaban cuando lo usaron el primer día. Llegó la hora de las prácticas externas y este fue el vehículo que el grupo debió usar correctamente para alcanzar sus respectivos destinos.

Se trataban de dos vías circulares, ambas igual de veloces y funcionales: una para trasladarse en una dirección y otra para hacerlo en la opuesta. Delta le explicó el funcionamiento del sistema subterráneo al grupo antes de montarse en el que se dirigía al sector Sigma junto a Sergio —quien iba al sector Alfa—, Bea —sector Beta— y Blanca —sector Omega—.

En el segundo metro —que llegó con unos minutos de diferencia— entraron Víctor y Silvia juntos con destino al sector Lambda, mientras poco después ingresaron Fer y Miriam con el tiempo justo. En su caso, iban al Gamma, la primera parada de esta linea.

El vagón era amplio y relucía de lo limpio que lo mantenían. Al contrario que en los transportes públicos, la luz que emitían los tubos fluorescentes era potente pero agradable a la vista. Los cómodos asientos estaban forrados de un impecable cuero negro y, sorprendentemente, eran pocos los ocupados por los trabajadores de Apeiro, tal y como pudo verse también durante el viaje del primer día. Lo nuevo fue ver grupos de lo que Víctor creía que eran otros sujetos, tan callados como el resto.

—¿Cuántos experimentos creéis que tendrán aquí? —preguntó con curiosidad, pero con voz lo suficientemente baja como para no llamar la atención.

—Teniendo en cuenta el tamaño de las instalaciones, seguro que bastantes —respondió su compañera de sector—. Me gustaría saber de qué tratan.

—¿Les preguntamos a los tres de allí? —el pelinegro señaló a un extremo del vagón. Tres sujetos del sector Omega estaban de pie, en silencio y con la mirada fija en los ventanales del recinto.

—No sé si se puede hablar con gente de otros sectores —dijo Fer—, es más, creo recordar que Delta dijo que debía mantenerse la distancia entre personas de distintos sectores y ser confidencial con la información de este.

—Es cierto —añadió Silvia—. Eso significa que no podremos compartir lo que veamos al volver de estas prácticas. Espero que avisen al resto, porque les veo capaces de comentar lo que han estado haciendo.

—¡Vaya mierda! ¿Eso significa que cuando acabe el experimento no nos volveremos a ver por aquí?

El cambio de tono en el joven levantó la atención de los trabajadores a su alrededor, quienes no le echaron las mejores de sus miradas.

—Víctor, por favor, que estamos en un lugar público... —susurró la chica del sector Lambda.

—Ay, perdón. Demasiado tiempo aislado.

—No te preocupes. Y en realidad, si recuerdas lo que dijo Delta, solo uno de nosotros pasará a un experimento mayor mientras que el resto será trasladado al sector Sigma.

—¿Qué hacían en ese sector? —preguntó Miriam, que pareció querer participar en la conversación.

—No nos lo han explicado aún —contestó de nuevo su compañera—. Parece confidencial.

Fer echó un vistazo al vagón.

—Lo que no veo es gente del Sigma. Ni sujetos, ni trabajadores.

—El sector Sigma no existe, es invención del gobierno.

Sus tres compañeros intentaron no reírse por mantener la seriedad frente al comentario del pelinegro. Afortunadamente el metro frenó, por lo que el genetista y la médica tuvieron que abandonar el vagón. Segundos después, las puertas se volvieron a cerrar y el trayecto continuó durante otro par de minutos antes de llegar al sector Lambda, destino de Silvia y Víctor. Por fin iban a conocer el lugar donde, con suerte, uno de ellos trabajaría en un tiempo.

—¿No te emociona salir del sector Delta? —dijo el joven mientras analizaba el nuevo entorno.

—Ñe.

En realidad Silvia estaba mucho más nerviosa de lo que quería aparentar. Siempre quiso que se la viese como una persona tranquila, que prefería no verse metida en problemas. Jugar a pasar desapercibida era su hobbie favorito, cuanto menos. ¿Para qué llamar la atención?

Cuando salieron del metro se toparon con una estación muy similar a la del sector Delta. Quizá más amplia, con un par de pisos más. La principal diferencia era el cambio de color dominante, que allí era el verde. Pudo notarse en el tinte del enorme holograma de la letra griega a la que el sector le debía su nombre, también en las ropas de quienes merodeaban en el lugar... y en el mismísimo líder de sector, que esperaba pacientemente frente a los railes a la llegada de sus dos sujetos.

El hombre, de frondoso cabello rubio recogido en una corta cola y ojos de un tono esmeralda tan fuerte que parecía obra de unas lentillas se acercó lentamente a ambos cuando partió el metro y el andén se despejó. No sin antes colocarse bien la bata del color de sus ojos y consultar la hora, decidió entablar conversación:

—Me alegra vuestra puntualidad, se ve que sois de lo mejor que está entrenando el sector Delta. A estas alturas no será un misterio, pero podéis referiros a mí como Lambda, el líder de este sector y vuestro tutor durante las horas de prácticas externas. Encantado, de verdad —su sonrisa era amplia, pero inquietante. Había algo en sus ojos que no causaba confianza en comparación con su principal monitora.

Los dos sujetos asintieron y devolvieron el saludo con una sonrisa y notables nervios. Silvia no fue capaz de esconderlos más tiempo. Era el primer líder de sector que veía después de Delta. No transmitía la calma que ella, por mucho que pareciese intentarlo. ¿Eran también el resto así de... extraños?

—Os noto algo nerviosos, así que no me iré por las ramas y procederé a enseñaros las instalaciones, al menos las más importantes —continuó Lambda—. A ver si no me he equivocado. Dos ingenieros: uno mecánico y la otra química, ¿no es así?

Volvieron a asentir.

—Perfecto, pues comencemos con el joven. Seguidme, haced el favor —el muchacho echó a andar—. ¡Y no os perdáis!

Lo primero que el grupo hizo fue cruzar la estación y adentrarse en el vestíbulo principal de la planta baja para, desde allí, tomar el ascensor. Si bien aquel piso no parecía ser demasiado importante, el número de botones con el que el elevador contaba era amplio: además de cinco sótanos, eran nueve los pisos por encima de sus cabezas. Absolutamente nada que ver con los tres del sector Delta y sus múltiples pero pequeños recintos subterráneos. Tal y como aprendieron en la asignatura de "introducción a Apeiro", no todos los sectores eran igual de grandes.

Lambda seleccionó el primer sótano e instantáneamente el transporte descendió durante un par de segundos antes de volver a abrirse. Fueron un par de pasillos los que tuvieron que cruzar antes de alcanzar el lugar que el líder quería enseñarles: la descomunal fábrica del sector y de todo Apeiro. Desde su posición, Víctor y Silvia podían verlo perfectamente ya que se encontraban frente a una cristalera que recorría y cercaba todo el segundo sótano, unos metros por debajo y lleno de máquinas que podrían ser dignas de la fábrica más importante del mundo.

Lo más impactante era que no podían ver ni un solo ser humano en la zona. Solo series y series de robots de todo tipo. Eso sí, eran varias las pequeñas cabinas ubicadas en los alrededores que sí eran ocupadas por trabajadores que, según palabras de Lambda, se encargaban de controlar la tecnología del lugar.

—Víctor, si tienes suerte tú no serás de ellos —continuaba explicando Lambda—, sino que te encargarás de desarrollar y mejorar los modelos de los que ya disponemos. Es el trabajo más honorable en el ala de mecánica del sector, te lo aseguro.

El joven trató de ocultar su sonrisa. Debía gustarle construir cacharros.

Después de explicar las características de dichos trabajadores y sus productos, se dispuso a dejarle al mecánico una carpeta con información variada del sector y algunas tareas para hacer mientras recorría y conocía su futuro ambiente de trabajo. Al pelinegro le brillaron los ojos cuando se le permitió moverse con relativa libertad.

Lo siguiente fue llevar a Silvia a su zona, el ala química, la pequeña refinería de Apeiro. Localizada en los pisos más inferiores con el fin de no contaminar de residuos la superficie, este era el lugar especializado en la gestión de energías no renovables que la organización utilizaba en todos sus edificios.

Y eso no era todo, sino que el mismísimo generador que suministraba la energía a las diversas partes de Apeiro y al propio núcleo del conjunto de instalaciones también se hallaba en las profundidades de este sector.

Si algo fallaba en dicho generador, serían muchos los problemas con los que la organización tendría que lidiar. Si bien el núcleo de Apeiro contaba con la suficiente energía almacenada como para cubrir una emergencia de tales escalas, no sería demasiado el tiempo que tardaría en gobernar el caos: tan solo el suficiente como para que se solucionase el problema en dicho sector. Todo esto lo enseñó Delta durante las clases, pero no profundizó en ello demasiado.

El líder de sector tampoco quiso indagar en el tema más allá de mencionar que era el corazón de las instalaciones y el pilar de todo lo que la organización había conseguido durante sus años de vida. "Qué lugar tan curioso", pensó Silvia.

—Eso sí —añadió antes de cambiar de tema—, esta no es la pieza más esencial de Apeiro: esa es el núcleo del sector Sigma. Aunque si tienes la suerte de encargarte del generador, trátalo como si igualmente lo fuese. En fin, sigamos.

Lambda lo explicó con naturalidad, como si solo se tratase de un dato curioso más, pero eso hizo que la joven ingeniera se parase a pensar en lo que sucedería si el núcleo de Apeiro dejaba de funcionar. Pronto se le quitó aquella idea de la cabeza: al fin y al cabo Sigma seguro que estaría al tanto de que eso nunca sucediera.

Una vez alcanzado el ala donde Silvia se quedaría, decenas de metros por debajo del suelo, Lambda realizó el mismo proceso que hizo con Víctor. Mientras ambos paseaban por los largos y fríos pasillos de metal, el líder de sector le hablaba a la joven acerca de los diferentes trabajos que allí se llevaban a cabo. Por último, le entregó una carpeta similar a la de su compañero y una mascarilla.

—Tú también tienes tus propias tareas, no creas que vas a escaquearte. En estos documentos puedes encontrar la lista de objetivos a completar el día de hoy, ¿de acuerdo? Ah, y la mascarilla es para zonas excesivamente contaminadas, ten cuidado.

—Entendido —respondió la Silvia mientras abría y ojeaba dichos papeles y se ponía la mascarilla a la altura de la barbilla.

Tendría que espabilarse, puesto que aquellas prácticas no eran tan pacíficas como sus clases matutinas. Delta lo dejó claro: cada día de trabajo perderían hasta un máximo de diez puntos en función de lo bien o mal que hiciesen su trabajo. Si no se esforzaban, las consecuencias serían graves pasados unos días. En cuanto Lambda abandonó la escena, la joven se puso manos a la obra.

El lugar donde la habían dejado estaba lleno de tubos, sonidos extraños y olor a químico —algo similar a la gasolina, pero Silvia sabía que no se trataba de aquello—. No solo aquellos pasillos sino todo el sector poseía una iluminación levemente más lúgubre que el sector Delta. Mala suerte sería que aquel fuese el único de los siete sectores con aquel ambiente.

Buscó algún lado donde apoyarse y se dispuso a organizar y leer todos los documentos que venían en la carpeta. "Menudos montones de texto...", pensó mientras suspiraba con cansancio. Iba a ser un trabajo más que duro, lo tuvo claro. ¿Era esa la vida como científico? Esperaba que mejorase más adelante. Sí, lo haría. Al fin y al cabo solo era el primer día.

Su trabajo fue finalmente interrumpido tras unos minutos por una vibración en su brazalete. Un escalofrío recorrió su cuerpo. ¿Ya había perdido puntos? ¡Si no había hecho nada! Lo miró con el corazón encogido antes de sacar conclusiones: no, no era la puntuación lo que provocó aquel aviso, sino un mensaje. Una notificación, la primera que recibía su dispositivo desde que lo recibió. No conocía aquella función del brazalete.

Pulsó la pequeña burbuja de texto para leer con más claridad. Un mensaje de procedencia totalmente anónima. El rostro de Silvia se puso pálido al leer aquella frase.

"Investigad la muerte de Germán o enfrentad las consecuencias"

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro