Capítulo 14 "Apagar la Vida"
Samael llega a su casa después de un incomodísimo viaje en autobús. Lo primero que hace es dejarse caer en el sillón. Está más que cansado y ya empiezan a aparecer en su cuello las consecuencias de dormir en una silla de plástico. Aunque es el menor de los males. Esos dolores no son nada que una ducha caliente y una buena noche de sueño no puedan mejorar.
El chico de los tatuajes aún no se cree que se haya acostado con Susan. Realmente no estaba en sus planes, ni eran sus intenciones, pero ya sabe lo que dicen por ahí: "los mejores polvos son los que no se planean". Ese fue uno de ellos, al menos en lo que a él respecta.
De verdad le tiene mucha consideración a la rubia de ojos celestes. Le parece extremadamente bella, agradable, sensual y ardiente. Cualquier hombre quisiera enredarse entre sus sábanas solo para disfrutar de tenerla desnuda a su lado. No obstante, no se siente bien tener que ser tan duro y hermético con una mujer como ella pero de verdad que no puede darle mucho acceso a su vida privada y menos al tema de la cicatriz en su dorso.
El hecho de tener que explicar que él mismo se causó una quemadura con una cuchara de hierro al rojo vivo para borrarse un antiguo tatuaje, sonaba en su cabeza como algo que solo haría un ser desequilibrado. Aunque Samael ya no sabe si su mente está del todo bien.
Se levanta del sofá.
Los pensamientos en retrospectiva lo transportan nuevamente a la cama de Susan.
-Es una locura, lo sé a la perfección, pero creo que sí repetiría la dosis.-Comenta para sí mismo-Ella es demasiado hermosa y tenerla a mi lado, por alguna razón, me hace sentir una persona "normal".
Entonces es cuando recuerda que además de Susan tiene a la niña Hernández. No es que a esa chiquilla le importe tanto la exclusividad, simplemente desea poder tener sexo con él cuando a su cuerpo le plazca. Mas por alguna razón siente que tenerlas a las dos como amantes le va a traer más problemas que placer.
-No me atormentaré. Cuando Carlos venga de visita le haré el comentario. Aunque sé que dirá que me folle a las dos. Hasta intentará convencerme de hacer un trío con ellas.-Se dice mientras entra al baño con la intención de ducharse.
Seis días han pasado.
Ni el pelinegro ni Junior lo han visitado hasta ahora. Samael no lo ve como algo raro. Esos dos se meten de lleno en sus asuntos y a veces se pasan días sin aparecer. No es la primera vez que sucede.
Samael recuerda aquella vez que Carlos se fue de vacaciones con la mujer de su jefe. Ella justificó su ausencia con que visitaría a una tía. Quizás su amigo estaba repitiendo la experiencia.
Junior, por su parte, sabe esconderse bien para que sus amigos no se metan en sus asuntos sobre drogas, pero siempre, de una manera u otra termina apareciendo y recibiendo un enorme regaño de ellos.
Samael ya no trabaja en la clínica porque el viejo Esteban continua con sus malestares. Por ello María tampoco tiene muchas oportunidades para pasearse por la habitación del chico. Cuidar a su papá le roba todo el tiempo.
El castaño ha hecho por primera vez en años algo bastante parecido a una rutina: va todas las mañanas a desayunar en la cafetería donde trabaja Susan y en las tardes la acompaña a su casa.
Se brindan una buena ración de intimidad, luego cenan juntos y se fuman un par de cigarrillos mientras ven televisión. Todo hasta que llega la hora de que Samael se vaya a su casa.
Comenzaron tener una amistad bastante peculiar. Pasan juntos algunas horas al día pero nunca hablan de temas personales. No porque Susan sea del todo cerrada. Samael siempre la mantiene a raya para no crear un compromiso de confianza mutua, porque él no quiere contar nada de sí mismo.
Actualmente es de noche. Son cerca de las nueve y él está volviendo de la propiedad de Susan. Cuando pisa "Los Sollozos" apresura el paso para estar en estas aceras peligrosas el menor tiempo posible.
Delante de su casa detecta la silueta femenina de alguien que conoce a la perfección. Es María. Él gira los ojos hasta ponerlos en blanco y sigue caminando hacia ella.
-¿Qué se te ofrece, Hernández?-Pregunta cuando la tiene justo enfrente.
-Yo...
-¿Sexo verdad?
Él, mete la llave en la cerradura de la casa. La chica abre la boca para decir algo, pero la interrumpe nuevamente.
-Claro, la duda te ofende ¿Verdad? Solo para eso me buscas. -Samael sonreí y le cede el paso para que entre a su casa. -No te quedes ahí fuera que hay unos sujetos sospechosos parados en la esquina.
-¿Te puedes callar y dejarme hablar?
-Te escucho.-Dice él con total calma.
-No vengo a pedirte que cojamos, idiota. Estoy demasiado estresada para ello.
Samael abre los ojos verdaderamente sorprendido. Una ninfómana que no quiere sexo le parece bastante extraño y más si esa persona es María Hernández Calzadilla, "la de los mil y un hombres".
-¿Me estás hablando en serio, niña?
-Sé que te choca, pero también sé que no te afecta en lo más mínimo porque tener sexo conmigo no es para ti precisamente un oasis en medio del desierto.
-Eres dura contigo misma.
-Soy honesta, que no es lo mismo. Tampoco me importan mucho tus sentimientos, solo tu pene.
-¿A qué viniste entonces?
-A pedirte un favor.
Samael frunce el ceño.
-¿Favor?
-Sí. A papá se le ha metido en la cabeza que lo mejor es venderlo todo y mudarnos al campo. Ya tiene el comprador para la casa y para la clínica.
-Yo no tengo nada que ver con eso. Es un hombre mayorcito ya y puede tomar sus propias decisiones.
-No seas así, Samael. Eres el único en quien él confía. Pídele que no se vaya. No sé, dile que sin él no habrá servicios médicos asequibles en este barrio o que sé yo, algo.
-¿Por qué haría eso?
-Es que no quiero irme. Mucho menos a un maldito pueblo en medio de la nada. Aquí tengo una vida, amigas, lugares favoritos...
-Amantes.-Completa Samael.
-Sí, también, y estás tú que eres de mis favoritos.
-Wow siento muy halagado.
-No seas irónico. Es cierto. No me gustas como novio ni me causas interés amoroso, pero tienes la combinación de cara, cuerpo, carácter y una verga que mataría de gusto a cualquier mujer.
-¿Si vamos ahora a tu casa y hablo con tu papá, me dejarías en paz?
Ella finge que piensa en la respuesta para hacerlo esperar. Finalmente dice:
-Buuueeeno, está bien.
-Entonces, vamos ya.
Van hasta la casa de Hernández. No queda lejos, solo a un par de calles. Los tipos esos que parecían vigilarlos se han ido ya.
María abre la puerta de la casa. Su padre se encuentra en el sofá de la sala, desparramado. Está prestando toda su atención al noticiario de las diez y media.
-Pero papá, te he dicho varias veces que no veas eso. Solo haces estresarte con los periodistas, y recuerda que estás delicado de salud.
Hernández gruñe en respuesta y apaga el televisor con el control remoto.
-Mira a quién me encontré por casualidad ahora que salí a llevarle sal a la vecina.
-Es increíble lo fácil que mientes-Menciona Samael cerca de su oído.
María fuerza una sonrisa, le propina un leve codazo a nivel de las costillas.
-Sígueme la corriente-Le dice entre dientes.
-¡Oh, muchacho! Andabas desaparecido y de verdad que quería comentarte algo importante. Ven conmigo a mi cuarto para hablar a solas y con más privacidad....¡María!
-¿Qué?
-Acomoda la casa que está hecha un caos.
-Sí, papá.
Samael acompaña a Esteban a su alcoba. La primera impresión se la causa el hecho de que todo está atestado de objetos de la difunta. Hay más de diez retratos de ella en las paredes, mientras que en el salón no hay ninguno. El joven pensaba que Esteban no tenía cuadros para olvidar el dolor y resulta que tiene todos los recuerdos concentrados en una misma habitación.
Hernández tiene un pequeño escritorio con dos sillas cerca de la ventana. Es aquí donde convida a que Samael se siente. Entonces saca de una gaveta un sobre blanco y se lo extiende al joven.
-¿Qué es eso?
-Tu paga por el tiempo que trabajaste para mí.
-¡Oh no, doc! No es necesario.
-Claro que lo es. No sabes la ayuda que me diste, así que acéptalo por favor.
Samael toma el sobre después de mucha insistencia.
-También me gustaría comentarte algo. He estado muy mal de salud últimamente como podrás haberte dado cuenta.
-Sí, pero pierda cuidado que pronto se recuperará.
-Es que esta situación mía es peor de lo que la gente cree. No le he comentado nada a la niña porque ella es demasiado frágil, inocente e ingenua. No quiero que sufra.
-Ahora soy yo el que no está entiendo.¿Podría ir al grano?
-Hace unos meses me detectaron un tumor maligno en el cerebro. Es demasiado grande como para operarlo.
Está en fase avanzada así que lo más probable es que muera si intento que lo estirpen. Además, me rehúse a que me aplicaran cualquier tratamiento alternativo porque solo alargan la agonía. Es inevitable lo que me sucederá. He estado cuidándome y por eso solicité tu ayuda. Hace mucho que tenía pensado vender esta casa y la clínica. Durante el tiempo que tú estabas apoyándome se me liberó un espacio y pude buscar comprador. Me darán una buena suma y con eso podré mudarme con mi hija a un sitio más tranquilo, un campo por ejemplo. Le harán bien el aire puro y un entorno menos marginal. Podré pagar mis medicamentos y cuando finalmente muera le dejaré una gran herencia.
Samael escucha todo aquello sin poder creerselo. Debajo de esa capa de tipo duro Hernández estaba batallando contra una enfermedad que le está apagando la vida.
-¿Por qué me cuenta todo esto precisamente a mí?
-Porque eres un buen chico, Samael. Tienes tu coraza de posible matón y tus defectos, pero no eres malo. Eso lo vi desde la primera vez que pisaste este barrio. Algo muy jodido debe haberte pasado para que decidieras estar en el lado oscuro de la historia. También, solo a ti le podía contar todo esto sin escuchar después una fuerte reprimenda. Cualquiera de mis conocidos y amigos moverían cielo y tierra con tal de hacerme cambiar de opinión. Cosa que no lograrán. Por eso ellos no saben nada. Tampoco quiero la lástima de nadie, ni ayuda a cambio de bienestar espiritual ajeno.
-Sí. Yo entiendo que hay procesos que tenemos que seguir en solitario. Solo nosotros y nuestras decisiones personales.
-Exactamente. Por eso estoy deshaciéndome de cosas que no voy a utilizar. Tengo un buen amigo cuya hija dentro de poco se casará. Le envié un presente muy valioso, tanto material como sentimentalmente: la corona que usó mi esposa en su velo.
-Eso me parece muy gentil de su parte.
-Fue duro, pero ella lo va a disfrutar más que yo. Además, Maricita tiene suficiente de su madre. Tanto en objetos como en físico. -Hernández deja escapar un suspiro melancólico. Luego se repone-Bueno, Samael, solo me resta decirte que fue un enorme placer trabajar contigo estos días y conocerte un poco mejor.
-El placer fue todo mío, doctor.
Se dan un fraternal apretón de manos.
-Una cosa más. Nada de comentarle a María sobre esto que hablamos. No quiero que sufra. Sé perfectamente que no quiere mudarse pero no pienso morir y dejarla sola en una casa tan grande, vacía y en medio de un sitio problemático. Utilizaré lo que me resta de vida en buscar un buen esposo para ella. Le garantizaré una buena vida antes de abandonar este mundo.
-Creo que será lo mejor. No sabe como reaccionará ella cuando vea que está sola. Es mejor dejarla bien acompañada. Aunque de todos modos no piense tan mal, hombre. A usted le quedan muchas batallas por dar.
-Jajaja, Samael eso quisiese, pero hasta yo siento que me estoy apagando. A veces me acuesto y no me duermo porque le temo a no despertar. Es una incertidumbre horrible.
-A mí solo me queda desearle lo mejor.
-Gracias, hijo.
-Yo ya me iré. Es tarde y estoy cansado. Además, no quiero que me asalten. Tenga buenas noches.
-Igualmente. Yo me quedaré aquí, descansando.
Samael se levanta de la silla y sale de la habitación. En la sala está María con el trapeador en la mano, a la espera del benedicto. Acompaña al joven al umbral de la puerta para hablar más tranquilos.
-Por fin ¿qué te dijo?
-Hice todo lo que pude, pero tu papá es muy difícil de convencer.
María se cruza de brazos.
-No le dijiste ni una sola palabra de lo que te pedí ¿cierto?
-¿Por qué te mentiría? Si se puede saber, claro.
-¡Ay! No lo sé, Samael. Tú eres así de misterioso.
-Y tú de insoportable, niña.
-Una insoportable que fue tuya muchísimas veces. Aunque de verdad que estoy tan estresada que no puedo pensar en sexo. Sin embargo, no me desagrada la idea del polvo de despedida.
-¿Sabes dónde está mi casa, verdad?
María muerde su labio inferior y lo mira desde la punta de sus zapatos hasta sus ojos cafés.
-Claro.
-Pues pasa por ahí y yo te hago el favor.
La chica ríe con ganas.
-¿Sabes una cosa, Hernández?
-Dime.
-Tú eres una buena niña y tienes buenos sentimientos. Eres un tanto "sociable", pero en fin, es tu derecho porque eres dueña de ti. Cuídate mucho donde quieras que estés. Trata de estudiar y de formar una linda familia. Habrá alguien que te querrá. No pienses que toda la vida serás feliz siendo solo una pieza sexual.
-¿Y eso a que viene?
-Quizás después de que te mudes no te vuelva a ver, y no quiero que nuestro recuerdo más serio sea un "Joder dame más fuerte".
Ella sonríe nuevamente.
-Tienes razón. Eres un tipo sabio.
-Ojalá alguien me hubiese dado ese consejo cuando todavía mi vida no se había volteado de cabeza.
A Samael le había sensibilizado mucho saber que en breve María estaría sola. Así como se quedó él. De verdad no deseaba que echara a perder su existencia.
-Ah por cierto. Esto es para ti.-Samael busca en su bolsillo el sobre blanco y se lo entrega.
-¿Qué es esto?
-Es algo de dinero. Gástalo en lo que gustes, pero no le comentes a tu papá que te lo di.
-Esto no lo puedo creer ¿Tú haciéndome regalos? ¿Quién te entiende?
-Digamos que siento que en tus manos está mejor.
-Está bien. Gracias.
-Ahora sí me iré. Buenas noches, loca.
-Descansa Misterio con patas.
Al día siguiente comenzaron los trámites de la mudanza. Entre cajas que vienen y van María se dio una pequeña escapada a la habitación del castaño.
Lo hicieron como si el mundo fuese a explotar después.
Luego de que la chica se vistiese y se fuera, Samael se dirigió a la casa de sus amigos. Ya le parecía extraña la ausencia. Una semana sin dar señales de vida.
Toma un taxi en la Quinta Avenida. Sube las escaleras hasta llegar frente a la puerta. Golpea la madera con fuerza, varias veces.
-¡Carlos!...¡Junior!-Llama una y otra vez-¿Hay alguien?
Una vecina que escucha el escándalo lo llama y le hace señas con la mano para que se acerque a ella. Samael lo hace de inmediato.
-Hola chico. ¿Estás buscando a Carlos y al rubito que vive con él?
-Sí, señora.
A Samael la pregunta se le hace bastante estúpida porque ella lleva varios minutos escuchándolo gritar ambos nombres.
-Pues déjame decirte que esa casa lleva varios días vacía. Hace como siete días que no se prenden las luces. Tampoco se escuchan gritos, ni la televisión, ni gemidos. Eso es rarísimo porque el pelinegro discute día y noche con el rubio porque ve los programas a todo volumen. Además, todo los días el tal Carlos mete a una chica distinta en la casa. Creo que tampoco han puesto de esa música de rap horrible y obscena que tanto les gusta.
-En resumen. No están.
-Ah, pues no.
Ante esa afirmación Samael se comienza a preocupar.
-¿Y dónde estarán metidos esos dos?
La señora, que muy discreta no es, se encoge de hombros para indicar que hasta ese punto le será útil al joven de los tatuajes.
-Si vuelven dígales que S.S. los está localizando.
-¿Quién es doble S? ¿Tú?
-Ellos saben, señora. Usted solo deles el recado, por favor.
Samael se retira y comienza a caminar sin rumbo por las aceras de la ciudad. Trae el pecho oprimido, está hiperventilado y su cuerpo se ha llenado de sudor. Se siente extraño. Es como si un mal presentimiento lo estuviese invadiendo desde la punta de los dedos de los pies hasta los pelos de la cabeza. Decide que debe averiguar que ha pasado con esos dos o no tendrá paz.
Camina por un par de calles más. Se comienza a sentir observado y perseguido cuando cruza de lado a lado de un callejón maloliente.
Tal vez no sea nada, o quizás tenga razón y alguien lo acecha desde las sombras para acabar con su vida. También cabe la posibilidad de que todo ese océano de nerviosismo se deba a que algo dentro de él le está alertando que su aparente tranquilidad se va a ver perturbada una vez más.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro