Capítulo 5: Admiración
HIJOS DE LA NOCHE
HIJO DE UN SUEÑO
CAPÍTULO 5: ADMIRACIÓN
Mareritt Aren Maine Adamsen.
La noche en que nos desvelamos los Sallow y los Ainsworth, la idea de haber tenido a la prima de mi alma gemela frente a mí desde hacía meses, me dejó atónito. ¿Cómo fue posible que no hubiera unido los puntos de las historias? ¿Cómo fui tan caprichoso, al grado de quedar ciego ante lo obvio? El resto tenía un poco de justificación al no compartir tanto con aquel hombre, yo no.
Aira había dicho que su primo cantaba varias de mis canciones o que creía haberlas oído en algún momento. Escribí muchas pensando en Dalila, en su alma y en cómo sería nuestro reencuentro; jamás pensé que llegarían a él de esa manera. Las estrellas tuvieron que sentirse desesperadas por toparse con alguien tan terco, como yo, y decidieron ayudarme.
A decir verdad, la forma en la que me expresé esa noche llena de sorpresas pasó a segundo plano para mí y el tema era mencionado con algo sin tanta importancia. Jamás imaginé que con la mordida para fortalecer nuestros lazos acabaría por proyectar semejante escena. En la actualidad, sé que fue porque necesitaba un pequeño escarmiento por lo inconsciente (y algo egoísta) que fui.
A lo largo de un sueño que compartimos Mar y yo, le mencioné que me gustaría dar el siguiente paso en nuestra amistad e intentar vernos en el próximo, sin saber que era el último. El destino había hecho su trabajo y nosotros estábamos a nada de encontrarnos en aquella convención, bailando bajo la hora azul.
—¿Me quieres ver sin conocer mi nombre? —Su risa siempre fue refrescante, como una oleada de hierbabuena y menta.
Nunca admití en voz alta que, cuando no me contaba todas las cosas malas por las que pasó en los últimos días, nuestras pláticas casuales me servían mucho para relajarme después de tantas horas de trabajo.
Fue un error no haberlo hecho. YoungSoo de seguro hubiera descubierto lo que yo nunca noté: siempre que yo tenía un mal día, él aparecía para mí; no era algo unilateral en donde los astros me "obligaban" a "hacerme cargo" de sus pesares. Esperaban que me abriera, como Mareritt lo hizo. Querían que confiara.
Pedí comprensión a Orión, pues aún en la actualidad batallo en sumar uno más uno.
—¿Te he dicho que me parece muy extraño que nunca me lo hayas pedido? —Volvió a hablar.
La habitación siempre estaba a oscuras. Lo que fue cambiando con el tiempo eran nuestras posiciones, volviéndose cada vez más cercanas. Esa noche estábamos sentados contra la pared, uno junto al otro, y nuestras manos se rozaban.
—Yo te lo dije sin que me lo hubieras preguntado —respondí sin pensarlo mucho—. Si tú quieres decírmelo, entonces lo harás cuando estés listo. No te voy a presionar.
Una cosa era nuestras (casi confirmadas) sospechas y otra muy diferente la forma en la cual nos relacionábamos. Incluso si yo tenía la idea de quién era, aguardaría hasta el sueño en que estuviera seguro de querer presentarse.
Por unos breves instantes, escuché su corazón acelerarse y sus dedos se engarruñaron. De haber sido capaz de verlo, habría notado el sonrojo en sus mejillas y me hubiera dado cuenta de su vergüenza.
—En nuestro próximo sueño —habló a los segundos de calmarse—, nos veremos.
—Bien —sonreí.
Pensé que se iba a negar y que me echaría en cara que llevábamos más de un año con esa dinámica, que sería ridículo en ese punto.
—Espero que sea pronto —le pregunté la razón—. Nos estamos mudando. Las cosas que nos faltan llegarán dentro de poco y estaré muy estresado desempacando y acomodando.
Había olvidado por completo la noticia que leímos días atrás en donde se resumió la entrevista que brindaron los Maine.
—Lo que me preocupa más es el idioma —confesó. Sus dedos volvieron a extenderse y rozaron los míos otra vez—. Iré a México, así que necesito perfeccionar el español que aprendí con mi ex.
Nunca presté atención en el detalle de que, en cada sueño, hablábamos en inglés. Supuse que fue un reflejo mío por ser el idioma más manejado en la Tierra... Eso o simple cosa de las estrellas porque, en aquellas fechas, no había forma de saber que ese hombre misterioso era un humano.
—Dime algo en español y yo lo juzgaré —alenté.
Lo meditó unos segundos.
—Siento que sueno como estúpido porque debo detenerme a pensar cada palabra —eso me hizo reír. Tenía un acento que me pareció tierno—. Las conjugaciones son horribles y, aún peor...
—Déjame adivinar —interrumpí, hablando también en español—. El doble sentido y los refranes que dicen las personas mayores.
Carcajeó, encantado. Mis piernas hubieran temblado, si hubiera estado de pie.
—¡Sí, justo! —No se percató del leve movimiento que hizo y que provocó el toque directo de nuestras manos—. La esposa de mi exentrenador siempre decía cosas extrañas, como "quedé pato".
—No creo que eso sea un refrán o algo con doble sentido... —Pensé en voz alta.
—No, me parece que es un modismo chileno —eso lo hizo soltar un suspiro, confundido—. ¡Olvidaba eso! Chile usa expresiones diferentes a México. Chase, creo que me volveré loco.
Le di palmaditas en el hombro con mi mano desocupaba. Entendía lo difícil que era aprender un idioma nuevo.
—Más loco de lo que es estar hablando contigo.
Esa fue nuestra última memoria juntos antes de vernos en persona.
Ese fue el último sueño que nos unía.
—Incluso antes de vernos, llegué a soñar con tu rostro —Mareritt me confesó una tarde.
Hacía dos días que tuvimos nuestra cita y estábamos en la Sala de Música que yo solía usar hacía unos siglos para practicar. Midnight Pleasure tenía algunos de sus instrumentos de repuesto ahí; aunque sabía que servían muy bien, tuvimos que limpiarlos porque tenían una ligera capa de polvo.
La biblioteca estaba ocupada por las señoras Maine, quienes comenzaron a recibir clases de pintura por parte de HyunSeok e Iris para canalizar sus emociones en algo más que no fuera la cocina o largas siestas.
La nieve desapareció por completo y tuvimos que guardar nuestra ropa de invierno al fondo del guardarropa puesto que el clima había vuelto a ser el cotidiano. El calor de la capital era casi insoportable para mí, un demonio originario del distrito más fresco en esas épocas del año.
Mar y yo nos estábamos preparando para la siguiente fase de nuestra misión, ya que lo único que faltaba de esta era acercarnos con YoungSoo. Hablaríamos con la banda y con Hikaru; sin embargo, no podíamos llegar con las manos vacías o sin ideas previas.
Planeamos que Midnight Pleasure se presentaría como apoyo musical, así que tendríamos que recurrir a la aprobación de todos los miembros, sin mencionar que requeríamos la presencia del vampiro por su poder de curación. Lo que deseábamos era fortalecer nuestro trabajo a través del impacto de su habilidad, las del grupo y las palabras del señor Colom, con las que tenía pensado buscar o escribir una canción que cumpliera con la tarea de representar su preocupación y amor.
—¿Cómo? —Pregunté, curioso. Yo no había logrado hacerlo, ni siquiera fui capaz de buscar su cara en Internet—. ¿Era tan guapo en tu mente como lo soy?
Dejó la guitarra a la que le dio mantenimiento en el lugar donde la halló y se giró a verme con una mueca, queriendo permanecer serio. No lo logró, pues acabó riéndose.
—No eras tú, al menos no del todo —buscó un lugar en el que sentarse y yo me acerqué a él para hacer lo mismo—. Estaba desesperado. No sabía si eras creado por mi subconsciente, deseaba que fueras real y conocerte.
» Aun así, no creo que mi imaginación haya hecho un mal trabajo... Eso o las estrellas me ayudaron. Lo único diferente fueron algunas cosas, como la forma de tu nariz, el color de tus ojos y tu nacionalidad.
—Soy de Septentrión —le recordé.
—Pues parece que tienes ascendencia china —reprochó y yo fruncí el ceño—. Yo te imaginaba con facciones europeas.
Nunca me había puesto a pensar en eso. La gente de Meridión era la que tenía rasgos asiáticos, a palabras de los vampiros. No por nada YoungSoo fue el encargado de cumplir la labor de ser el conector entre TaeYang y el clan cuando apareció su lazo.
Algún día vería mi árbol genealógico con mayor atención.
Entrelazamos nuestras manos en medio de la pequeña discusión.
—Me gustas más así —su halago me dio gracia.
—Me gusta gustarte.
Ese día teníamos planeado componer la base de la posible canción, por si los muchachos preferían hacer algo desde cero. Si eso pasaba, necesitaríamos que el rey nos echara una mano con la letra.
Justo cuando me arrastré al piso, donde me sentía más cómodo para pensar, y él se acostó en el sofá, tocaron la puerta.
Una cabellera oscura y bien peinada fue lo primero que vimos, antes de toparnos con Hwang YoungJin (o Finn, el nombre artístico que acabó adoptando cuando inició su carrera como escultor). Traía un conjunto de pantalón y camiseta negra combinado con un saco beige arremangado, parecía recién llegado de una junta con sus padres.
—Me dijeron que estarían aquí —habló, sin esperar a que nosotros comenzáramos—. ¿Están ocupados?
—Planeábamos estarlo —confesó Mareritt y se encogió de hombros cuando lo vi de reojo. Finn se notó incómodo—. Perdón si se oyó mal. ¿Necesitas algo?
El Hwang jugó con sus anillos y no respondió, al menos no al instante. Parecía un poco inquieto o indeciso en si hablar o no, algo extraño para alguien de esa familia.
—Estaba hablando hace poco con James sobre mi hermano —susurró un poco torpe—. ¿Pueden decirme si ha mejorado en estos últimos días? Pese a ser hermanos, mi unión con él no creo que sea lo suficiente fuerte para comprenderlo a profundidad.
No se llevaban bien. Nunca nos contaron si existía una razón.
Yo siempre creí que era porque ambos tenían personalidades protagonistas y porque YoungSoo en su juventud adoptó actitudes típicas de su hermano mayor, mismas que éste sacó a la luz cuando fue capaz de entender que la atención de sus padres ya no era suya por completo; desde el nacimiento de Young, esa atención se vio dividida en partes iguales y eso no pareció gustarle a Finn. Al menos esa era mi teoría.
Se amaban y se preocupaban por el otro a su manera. No eran como Matthew, Anne y yo, tampoco como Cepheus y James. Eran ellos mismo sin más, ni menos.
—Yo he sentido sus lazos igual —admití, sin saber qué tan bueno era eso—. Desde que Scorpius volvió, lo he notado un poco distante de él; con nosotros, no tanto. Si le hablamos, nos responde con normalidad.
—Él ya no comienza las conversaciones —explicó Mareritt y agradecí porque dudé haberme dado a entender.
Los ojos avellana de Finn se pasearon por la sala y la recorrió con cuidado de no mover los instrumentos. Percibí una ligera pizca de preocupación en su aroma y creí darme una idea de la razón de su acercamiento.
—James me dijo que han estado hablando con todos los muchachos de su clan —afirmamos ese comentario con un asentimiento—. Quisiera pedirles que hablen con mi hermano y me hagan saber cómo está. He intentado sacarlo varias veces del castillo, que visite Meridión o "Arca de Noé"; no obstante, no parece funcionar. No quiero presionarlo.
—Hiciste bien —dije. A mí no me hubiera gustado—. Debe sentirse culpable por lo que pasó con Scorps. Está relacionado, hasta cierto punto, con el accidente.
Esa opción hizo que sus ojos brillaran. Eran casi del mismo tono que los de Mar, un naranja bermellón.
—Yo también creo eso —me dio la razón—. No sé cómo subirle los ánimos, ni cómo demostrarle que estoy aquí para él... Estoy preocupado y no sé cómo hacérselo entender. Nunca hemos sido lo que se dice "cercanos".
Nuestras familias tenían la mala costumbre de cargar con penas que no les correspondían en algunas ocasiones.
—Yo pienso que él te admira mucho —Mareritt comentó, poniéndose de pie. Se encaminó a la puerta con gracia y se detuvo para girarse a vernos—. Justo teníamos pensado hablar con él uno de estos días. A lo mejor deberíamos aprovechar tu inquietud para hacerlo, ¿no, Cheese?
Pareció no haberse detenido a apreciar nuestra cara estupefacta ante su primera aportación o, al menos, no le dio mucha importancia. Yo estaba muy sorprendido de haber encontrado a alguien que pensara lo mismo que yo ante la situación y Finn... Él nunca se imaginó oír algo así, al parecer.
¿YoungSoo admirando a alguien más que no fuese él mismo o a su mejor amigo? Era algo digno de carcajadas, sí; aun así, era imposible que no sintiera algo por su hermano. Se conocían a la perfección y siempre pensaban en el otro, inclusive en el más mínimo viaje que les diera la oportunidad de comprarse algún regalito.
—¿Piensas que me admira? —Preguntó, de hecho.
Mareritt alzó una ceja, como si no se creyera su incredulidad. Yo me paré y caminé hacia su dirección para buscar al demonio en cuestión.
—Aira es como mi hermana —casi siempre comparaba todo con su familia—. Nos llevamos bien, pero también somos rivales. Nos vemos como dignos oponentes y éramos nuestro principal motivo para seguir en la pista, cuando los demás no pudieron seguirnos el paso.
» Si compartieran una afición, como ella y yo, seguro que ustedes serían iguales. La diferencia es que les avergüenza confesar el cariño que sienten por el otro porque no les ha tocado pasar por un momento difícil, hasta estos últimos años.
» Todo esto lo digo por lo que me han contado, casi no los conozco para asegurarlo.
—Creo que estás equivocado... —Por primera vez, vi a Finn sonrojado por alguien que no fuera su esposo o alguien de su clan ventilando algún secreto suyo.
—Si así fuera, YoungSoo no se habría parecido tanto a ti —le sonrió una última vez y frotó mi muñeca antes de salir.
Le di una inclinación antes de acompañar a mi pareja al pasillo, dejándolo con muchas dudas en su cabeza.
—¿Y ahora? —Pregunté.
—¡Tenemos mucho que hacer!
...
Mar y yo debíamos acabar esa fase de nuestra misión, antes de seguir con las demás, así que nos pusimos manos a la obra. A través de nuestros lazos, dedujimos que YoungSoo estaría en la sala donde Hikaru confeccionaba ropa. Solía acompañarlo mientras leía o repasaba algún baile.
—¡Somos como un romance prohibido de época! —Solía bromear.
Su esposo no dudaba en atraparlo en sus brazos para besarlo.
Esa tarde, no había quién acompañara a YoungSoo en la sala. Hikaru había salido a comprar telas nuevas con TaeYang, así que fue él quien nos tuvo que abrir cuando llamamos desde fuera.
—¿Podemos hablar? —Mar preguntó, sin rodeos.
—Justo estaba pensando en ustedes —dijo, fingiendo estar asombrado—. Hace poco me enteré de sus intenciones, Iris me contó todo.
—Eso quiere decir que sabes a qué venimos —acerté.
Él sonrió, dejándonos pasar.
La habitación tenía sus paredes llenas de libreros, grandes ventanas, dos escritorios llenos de material para coser y tejer, sillas y dos maniquíes de costura con diseños a medio acabar. El aroma que desprendía era el del rey combinado con el de la pareja, resultando un poco curioso.
—¿Quieren té? Pedí la bandeja hace poco —Mareritt se negó y yo accedí—. Lamento decirles que no tengo mucho qué agregar a su búsqueda de comprensión de pesares o lo que sea que estén intentando hacer.
Sirvió un poco de té en dos tacitas y me tendió una con su platito correspondiente. También acercó algunos sándwiches en triangulitos con crema de cacahuate y mermelada de fresas, antes de sentarse en el sillón que estaba entre nosotros.
—Mi carga actual surge, como ya tienen que haberlo supuesto, porque fue mi poder el que le jugó en contra a mi líder y mi mejor amigo —les dio la razón a nuestras suposiciones sin tantas vueltas—. Mi pesar no es igual de grande que el del resto, así que puedo sobrellevarlo. No deben de preocuparse.
—Si es así, ¿por qué parece que te has distanciado un poco?
Mi pregunta lo hizo pensar.
—Scorpius fue lo más cercano a ser mi primer amor —una historia que ya me sabía—. Me enseñó de lo que iba ese sentimiento y cómo podía existir de más formas, aparte de la romántica.
» No puedo imaginarme mi vida sin él, no cuando ha estado tanto tiempo a mi lado... Nadie se había quedado conmigo sin esperar nada a cambio, y yo tampoco había permanecido con alguien que no me diera lo que buscaba. Hikaru es mi alma gemela; Scorpius, mi compañero de vida.
» Hace poco perdí a mi mejor amiga, y si bien sé que nos reencontraremos muy pronto, no dejo de pensar en ella día y noche. No entiendo cómo no confió en mí para contarme sus penas, ni cómo me ocultó el gran logro de reunir a su clan sin tener ojos rojos.
» Oh... Y Scorpius...
Exhaló un poco de aire por la nariz.
—Pensar en que podías perderlo también a él tuvo que ser horrible —sus ojos de achicaron ante las palabras de Mar.
No lloraba, no temblaba, al menos no como supe que reaccionó tras la muerte de Crystal. La cuestión era que no sabía cómo reaccionar a la idea de perderlo porque, si hubiera llegado a pasar, no sabría qué hacer ni cómo sentirse.
—Amo a Scorpius —confesó y me sonrojé. No era normal que expresáramos esos sentimientos de forma verbal por nuestros amigos—. Lo amo tanto que moriría sin él, como lo haría por Hikaru. Es mi amigo, mi líder, mi mentor y mi ángel.
» La idea de contribuir en su dolor, ya sea directa o indirectamente, me carcome. Sé que no es algo que pudiera evitar, a no ser que me hubiera rehusado a modificar su arma... Aun así...
YoungSoo, después de James, fue el que más coraje tuvo hacia Albert White por su intento de someter a Scorpius a la fuerza, de quebrar su alma pura por el coraje que tuvo la noche en que los primos huyeron.
—Tú fuiste el primero en describirlo como el ángel que camina entre demonios —recordé en voz baja.
Rio, bajito.
—Eso era lo que pensaba cuando lo conocí. Éramos demasiado jóvenes —asintió y dio un sorbito a su té—. Para mí, un ángel es sinónimo de esperanza. Eso es lo que necesitábamos en esos años, cuando nuestro príncipe sufría en silencio y nuestro rey temía convertirse en lo que fue en su tiempo Dirk Miracle.
» Considero que también trajo esperanza para mí. Fue el fin de una era y el comienzo de otra muy diferente. Lo noté cuando TaeYang halló a su alma gemela y no hice nada más que agradecerle por el tiempo y enseñanzas que me dio.
Nunca lo oí referirse a TaeYang con tanto cariño, hasta ese día. De hecho, nunca entendí cómo pudieron seguir siendo amigos tan rápido y cómo Dean parecía no estar incómodo nunca.
—No quería dañar al hombre que trajo tanto a mi vida —retomó al haberse acabado el té—. Al inicio, hasta consideré desvincularme por completo de mi espíritu protector y mi poder.
—¡YoungSoo! —Me exalté.
Mareritt no lo entendió porque nunca se lo expliqué. La razón de su alteración fue porque me vio también en ese estado.
Perder el vínculo con nuestro núcleo era un aturdimiento total en nosotros mismos. Era olvidarse de lo que éramos, rechazar una parte esencial de nosotros mismos que nos provocaría una muerte lenta. Solía ser una pena impuesta por personas que no tenían el valor suficiente de rechazar la vida eterna con el rey, un suicidio que iba apagando la luz de la persona poco a poco.
—Hikaru prometió que me seguiría en la decisión que yo tomara.
No estaban dispuestos a vivir sin el otro.
Sin darme cuenta, mi lazo negro se tensó por la preocupación y la simple idea de perderlos me dio ganas de llorar. Éramos una gran familia, ¿cómo podían pensar que nosotros soportaríamos más pérdidas?
Alguien tiró mi hilo.
Chase. Chase. Chase.
¿Dónde estás?
¿Por qué dueles?
¿Por qué? ¿Por qué?
Yo solo pude responder:
YoungSoo. YoungSoo. YoungSoo.
Y supe que ellos corrieron porque yo era su integrante, uno que estaba recibiendo una confesión que jamás imaginó escuchar. La de un suicidio doble.
—Su decisión fue la que me hizo arrepentirme —admitió con las mejillas rojizas—. "Nunca más" fue lo que dijo durante su relato, la noche en que Aylan y Hayden nos dejaron. No puedo ser un cobarde y no puedo arrastrar a mi destinado a esto.
No lo eres. No lo eres.
No eres un cobarde.
No puedo decirlo.
Perdóname.
—El problema es que no puedo acercarme a Scorpius por la vergüenza que siento —eso fue lo último que agregó, antes de que alguien tocara la puerta con prisa.
Los tres nos pusimos de pie, yo con un poco de mareos. Mareritt me sostuvo, preocupado, en lo que Young iba a abrir.
Quien entró fue una pequeña ráfaga de lavanda y mandarina que azotó la habitación y acabó entre los brazos del Hwang.
Scorpius lloró en el pecho de su mejor amigo, el cual tampoco tardó mucho en unírsele apenas pudo reconocerlo. James también había llegado y se había quedado en el marco de la puerta.
—Eres un dramático —lo regañó nuestro líder—. Deja tus exageraciones para momentos en que las ameritemos, no ahora. ¿No ves cómo estamos? ¿Crees que voy a soportar perderte, por muy lento que sea el proceso?
—Es que yo...
—Nunca te tendría miedo, nunca te culparía por algo así.
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