Capítulo 21: Coco y Niru
HIJOS DE LA NOCHE
HIJO DE UN SUEÑO
CAPÍTULO 21: COCO Y NIRU
—Si es verdad esa suposición —Iris dijo. No parecía agradarle nada la idea—, y si en verdad estuvieron (o están) en Santa Cruz al mismo tiempo que ustedes, necesitamos que tengan los ojos bien abiertos y que estén más juntos que nunca. Son una familia, tendrán que comportarse como tal. Necesitarán apoyarse y confiar los unos en los otros.
Lo primero que buscarían sería eso, hoyos en nuestra unión.
La llamada no duró mucho después de eso. Los Ainsworth prometieron mantenernos informados si encontraban algo nuevo y las Maine avisaron que dentro de un rato Aira cruzaría el portal para entregarle las pertenencias de Asher a su primo.
La pantalla se oscureció y todos nos quedamos en silencio, mirándonos entre nosotros o a un punto fijo de la habitación para intentar no perder los estribos.
Por mucho que nos jodiera pensar que las nuevas quimeras eran Asher, Lily y Lucas, eran demasiadas coincidencias que no podíamos ignorar.
Conocían nuestras debilidades, la debilidad temperamental de Mareritt.
Clyde estaba jugando sus cartas, por muy sucia que nos pareciera su manera de aprovecharse de la situación y el pasado de uno de los nuestros.
Y era injusto.
...
—Cuando llegue el momento, trabajaremos en parejas —James explicó cuando salimos a entrenar. El sol seguía ardiendo y no había nubes—. Nuestras habilidades y espíritus funcionan mejor estando acompañados por nuestros destinados, así que ya saben con quién trabajarán. ¿Alguna duda o aportación?
Nadie habló.
Era lo mejor.
YoungSoo trabajaba desde las alturas; Hikaru, cara a cara. Nuestros líderes recurrían a sus animales protectores, a la confrontación física y provocación. Mar podía presumir su control del frío; yo, mis reflejos y mi manifestación demoniaca. Dean y TaeYang tenían poderes complementarios, eran poderosos y peligrosos.
—No hemos podido usarlos. Deberían estar agradecidos esos malditos.
Cabeza de Mandarina tenía razón.
Daban miedo y, en manos equivocadas, podrían considerarse crueles.
—¿Qué es lo que hacen? —Mareritt preguntó, de hecho.
—¿Sabes quién es el flautista de Hamelín? Es algo parecido, al menos en mi caso —explicó, tirado a un lado de la piscina. Su flauta trasversa descansaba sobre su mano extendida en el césped—. Puedo hacer lo que quiera, casi. Es como si perdieran su capacidad de raciocinio y me ofrecieran sus cuerpos para moverlos como marionetas. Es agotador, requiere mucha concentración.
Ayudaba a las madres cada que sus hijos no se querían dormir temprano o cuando se portaban mal en las fiestas, aunque cualquiera podría ser víctima de su melodía. Los únicos que se salvaban eran su esposo, sus padres y el rey.
La delicada situación en la que nos encontrábamos durante nuestros últimos días en Colombres, aquella en donde la lealtad de Dean no nos pareció de fiar por su error de ocultarnos las amenazas de Cepheus, había quedado atrás. No podíamos culparlo, no cuando lo único que quería era mantener a salvo a su pequeñita familia.
—El mío es hacer ilusiones del mayor deseo de mi contrincante y puedo controlarlas. Duran un rato —TaeYang pensó unos segundos antes de agregar—: Creo que pensábamos usarlo para el día en que nos enfrentamos a ustedes, por Aira y todo eso. Si mi dulcecito tardaba, lo habría hecho por mucho que me lo hubieran negado antes.
A pesar de Mar no lucir muy contento con eso, asintió y no comentó nada al respecto.
Estábamos sentados bajo un árbol que olía a melaza y ya tenía las manos pegajosas. No importaba cuántos pedacitos de hielo me pasara, seguían igual y desprendían una esencia que me parecía insoportable.
—Nosotros haremos un buen equipo —me dijo al poco rato, haciéndome alzar la vista—. Lo único que debes de pedirme es que te haga carámbanos y listo. Les picas los ojos, debe de doler.
—Eso es muy sangriento de tu parte.
—No creo que ellos se pongan a pensar en si es malo o no las sustancias que secretarán sus cuerpos cuando nos ataquen. Son venenosos, no les importará hacernos daño.
Tenía un punto.
—No somos ellos.
—Quiero decir que debemos estar mentalizados para lo que sea. Tener la mente abierta y así —pasó otro trocito de hielo por mis palmas—. Eso o te enseño mis movimientos, tú decides.
No quería romperme la cadera con alguno de sus giros y patadas que le ayudaban a propiciarnos buenos golpes, por mucho que sanara después y Hikaru eliminara cualquier rastro de dolor. Suficiente tenía con los que recibía en los entrenamientos por no querer hacerle daño.
—Prefiero verte hacerlos.
Me llamó cobarde y rio.
El hielo nos quemó cuando junté nuestras manos y me acerqué a darle un casto beso en los labios. Estaban un poco resecos por el calor y sabían amargos por el bloqueador.
—¿Puedo hablar contigo en privado, Mareritt?
Scorpius se había acercado a nosotros con cautela, casi no lo escuché. Era casi igual de silencioso que un depredador antes de atacar.
Traía el cabello peinado hacia atrás, ropa holgada atípica en su día a día y el régimen de entrenamiento que nos hicieron las Maine en una tabla sujetapapeles. Sus ciervos estaban recostados bajo otro árbol, rodeando a los lobos de su esposo.
—No es nada malo —añadió.
Una vez se fueron y se encerraron en la salita que compartíamos en la parte trasera de la residencia, lo único que escuché fue que le preguntaba cómo estaba con todo lo que acababa de suceder. No era de mi incumbencia, así que lo dejé pasar.
Les sentaría bien hablar ente ellos, eran los que mejor podían comprenderse, si nuestras sospechas eran ciertas. Sabían que James y yo, por mucho que lo intentáramos, no serviríamos más que como apoyo emocional.
—¿Puedo enfrentarme a Chase después del descanso?
Gemí de dolor al oír a Hikaru. Lo prefería dormido e inofensivo, antes de comprender la razón de por qué era considerado el vampiro más fuerte del clan.
—Preferiría que no —admití y traté de hacer peso muerto en el instante en que se acercó para intentar levantarme—. No sé cómo puedes dañar y curar a mismo nivel.
—No sé de lo que me estás hablando. Soy un ángel.
Era el sol de verano en plena tarde.
Noches después, a mediados de la tercera semana, creíamos haber recorrido la mayoría de los sitios importantes de la bahía. La tierra reconocía a nuestros líderes como protectores y gente en la cual depositar su fe en que no les haría daño a sus lugareños.
Scorps había entablado una relación especial con el agua de las playas que visitamos y consiguió apaciguarla una vez en que el mar estuvo a punto de llegarse a rastras a una madre con sus hijos.
—Está alterada por los turistas que vienen y hacen lo que quieren a sus orillas —nos comentó. Su cabello escurría y él titiritaba entre los brazos de su esposo—. Ensucian, deterioran, destruyen su flora y fauna y no respetan sus límites. Guarda secretos que quiere seguir manteniendo escondidos.
YoungSoo ya nos había contado muchas historias sobre la importancia de guardarle respeto a los cuatro elementos y que no debemos de minimizar una gota, una chispa, una ráfaga o una piedra. Lo sienten, reaccionan y destruyen a su forma.
—No sé si pueda hacerlo —Mareritt susurró una noche en la que nos acostamos en el techo para ver el cielo.
Acabábamos de terminar el itinerario de ese día y estábamos agotadísimos, podía oír las respiraciones pausadas de algunos que se habían dormido tan pronto tocaron la cama.
Habíamos caminado mucho por el malecón, volvimos a ir a La Fuente para probar nuevos sabores, fuimos al parque central de Santa Cruz, compramos más recuerditos y terminamos cenando en un lindo restaurante italiano que nos recomendó uno de los vendedores.
Todo a pie, (horrible) idea de Scorpius.
Nuestros espíritus protectores rondaban por las zonas señaladas para esa noche.
Sentía el ambiente más pegajoso de lo usual y, por alguna razón, tenía una sensación extraña en la boca del estómago, como si estuviera esperando el regaño de mi mamá por algo que no tuve que haber hecho.
—Hacerle daño a Asher —aclaró al verme confundido—. Sé que soy quien dice que debemos de atacar primero, que no debemos de limitarnos, pero tengo miedo de tener que enfrentarlo y hacerle daño.
—Si es que acertamos en lo que dedujimos, harás lo que consideres correcto el día en que lo veas —nuestros hombros se rozaban de vez en cuando cada que respirábamos—. No todo es pelear. Tienes que confiar también en tus instintos, en ti mismo y en nosotros.
Una picazón se instaló en mi garganta al querer preguntar más.
—¿Y Lucas?
Tardó un poco en responder, como si estuviera digiriendo mi primer consejo.
—Haré lo que tenga que hacer para asegurar el bienestar de todos. No sé cómo reaccionaré con él. Pensar en eso... —Suspiró, tembloroso. Su corazón estaba acelerado, nervioso—. ¿Es contra los ideales de los Sallow desearle el mal a alguien?
Reí bajito y apoyé la cabeza en su hombro.
—No lo sé. Son cosas que se guardan los líderes para ellos mismos —muchas veces, los consideré inexistentes y que los lazos se basaban más en simple afinidad. Tenía más sentido para mí—. Si así fuera, si estuvieran en contra, no creo que estuvieras aquí. Las estrellas no nos hubieran llevado hasta ti, no en esta vida.
—Bien —lo sentí asentir—. Si pudiera, evitaría verlo. Sé que no puedo hacerlo, así que me conformaré con meterle un carámbano en el trasero. Me enferma estar aquí y saber que puedo estar respirando el mismo aire que él.
Yo quería ahogarlo en nieve, hacerlo tragar agua salada y meterle polvo estelar hasta que estallara.
—Te protegeré —prometí, alzando la mirada para verlo.
La luna y las estrellas eran lo suficiente brillantes para iluminar sus ojos azules, azules. Quería zambullirme en las profundidades de sus aguas y congelarme en ellas.
Sonrió y pasó una de sus manos por mi cabello, despeinándolo más de lo que ya estaba y mandando corrientes a todo mi cuerpo.
—Yo también te protegeré —aseguró—. No permitiré que te toquen ni un pelo.
El collar de Asher quedó atrapado entre los dos cuando se inclinó a besarme. Fue un ángulo forzado, casi doloroso, que nos robó un quejido que pronto se volvió una risa.
Un tercer lamento, más fuerte y agonizante proveniente de la casa principal, terminó por separarnos por completo.
Fue cuestión de segundos para sentirlo, un tirón en los lazos que nos hizo tambalear al ponernos de pie. Fue parecido a una quemadura, un ardor provocado por una cuerda gruesa y rasposa.
Scorpius y James ya estaban afuera cuando Mareritt y yo bajamos y las luces de la habitación más grande estaban encendidas. Las del otro dormitorio no tardaron en encenderse también.
Otro lloriqueo acompañó la voz horrorizada de YoungSoo.
—Cachorro, ¿qué tienes? ¿Qué pasa? ¿Qué te duele?
No fue necesario que dijéramos algo. Todos nos apuramos a dirigirnos a la recámara de la pareja, topándonos a medio camino con Dean y TaeYang recién bañados y con una mueca angustiada.
Hikaru estaba sentado en la orilla de su cama, pálido y sudando, mientras frotaba la zona que conectaba su pecho y hombro. Le costaba respirar, igual que a nosotros por la esencia empalagosa que desprendía.
Su esposo estaba entre sus piernas, sujetándole la cara y con la expresión más quebrada que jamás le hubiera visto antes. Sus labios temblaban y su voz se comenzó a escuchar más alterada en cada pregunta que no respondía.
—¿Qué ocurre? Tienes que decirme. No puedo ayudarte. Necesito que respires y...
—Lo hirieron. No puedo... No puedo traerlo —le costaba hablar.
Una punzada que recorrió en mi pecho me hizo quejarme, quedito. Mareritt se volteó a verme al instante, inquieto.
—Estoy bien —tranquilicé.
—¿A quién hirieron? Todos estamos aquí, Ethan está con su familia...
—A Coco —logró formular.
Su hámster.
Su espíritu protector.
—Hirieron a Coco y no puedo traerlo conmigo —las sílabas le pesaban. Parecían pegajosas, casi pantanosas—. Está y no está. Lo siento y no.
Fui consciente del momento exacto en el que la cara le cambió a Scorpius. El palpitar de su corazón se aceleró.
—¡Todos, atraigan a sus animales protectores! —Ordenó en lo que su esposo se retiraba de prisa a la cocina para preparar un té tranquilizante para Hikaru—. TaeYang, ve a ver las cámaras.
Tae salió corriendo en busca de su celular para ver desde ahí la aplicación que nos permitía ver a tiempo real lo que pasaba en los distintos puntos en donde las dejamos. Su pareja lo acompañó para ayudarlo con la tarea.
Y, como si fuera necesaria más alteración, las cosas comenzaron a marchar en verdad mal cuando yo tampoco pude llamar a Niru.
Dolía, como un peso en el pecho que impedía respirar; sin embargo, no estaba herido. No estaba en condiciones para minimizar la opresión que estaba viviendo mi amigo.
—¿A dónde fueron, Chase? —Preguntó Scorps.
—Alrededores del Hotel California —le recordé.
—No siento cambios en las barreras protectoras. No tuvo que haber entrado o salido nada fuera de lo común —informó. No sabía si eso era bueno o malo—. Si algo nos atacó, tuvo que ser desde dentro.
El príncipe no tardó en regresar con una taza entre las manos y le dio indicaciones al preocupado YoungSoo para que lo ayudara en acomodar a Hikaru en una posición más cómoda donde pudiera tomar su infusión en calma.
Dean llegó corriendo y Tae llamó a Mar para que lo ayudara.
—Ojos y pisadas en el pueblo de Todos Santos —avisó. Los líderes y yo nos agrupamos a su alrededor—. Hace unos segundos vimos a un zorro pasar cerca de una cámara. No era Niru, era más pequeño.
Ahí, en una de las cámaras que pusimos por todo el pueblo, había un camino de tierra con las huellas del animal que mencionó Dean y, en la siguiente, había dos murciélagos viendo directo al lente.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando parpadearon y, por unos milisegundos, sus ojos fueron violetas.
—Más quimeras —susurré.
—No. Tienen un aspecto normal —señaló e hizo zoom para que pudiéramos notarlo—. A menos que haya aprendido un hechizo que les ayudara a tener una transformación completa, estas son criaturas ordinarias. Es solo que...
—Debemos de ir —YoungSoo lloriqueó desde la cama. Hikaru había recuperado un poco de color—. No podemos dejar que ataquen de nuevo a Coco o a Niru. No sabemos qué...
—Alto —pidió Scorps. Se marearía con todos hablando al mismo tiempo—. No podemos permitirnos estar tan estresados. Si Tambor y yo sentimos todo el peso de sus hilos negros, no seremos conscientes de si hay un ataque desde afuera.
—TaeYang fue a juntar tierra de casa para curar las heridas de Coco —volvió a tomar la palabra Dean—. Le pidió ayuda a Mar para que acercara los ingredientes para el barro curativo. Young tiene razón, debemos de hacer algo ya. La herida tuvo que haber sido grave.
Dudamos.
Dejar la casa no era buena idea.
Nuestros hogares (temporales o permanentes) eran como el punto de reunión de todos nuestros lazos.
—Me quedaré con Hikaru —James no tardó en hablar y se encaminó hasta su mejor amigo—. Dean y TaeYang también lo harán. Ustedes deciden quién se queda al pendiente del teléfono y quién terminará de preparar el barro.
—Si es así, yo quiero...
—No, YoungSoo —el tono demandante del príncipe lo interrumpió—. Irás con Scorpius y los demás. Los espíritus reaccionan mejor a las almas gemelas por la compatibilidad, así que te necesitarán más allá de lo que te necesitaremos aquí.
Sujeté su brazo cuando lo vi un poco dolido por las palabras de James.
Echó un último vistazo a su esposo y él, con una sonrisa quedita, le aseguró que estaría bien cuando llegara. Quisiera o no, en este caso, "Jim" tenía razón.
—Te meteré una de mis flechas por el culo, si vengo y lo encuentro igual o peor —amenazó y se soltó de mi agarre, digno y molesto—. ¿Entendiste, cabeza de tapioca?
Le tembló un poco la voz con eso último.
Podía sentir los nudos en su lazo negro. Eran duros y firmes.
James no tardó en asentir, seguro de sus cuidados.
—Te amo —se despidió Hikaru.
—Yo también te amo.
A diferencia de conmigo, no se separó cuando Scorpius entrelazó sus manos y lo llevó consigo hasta la puerta corrediza del jardín, después de éste también haberse despedido de su esposo.
Mareritt ya nos esperaba ahí y nos había acercado zapatos cómodos.
Tae se había reunido con Dean para repartirse las tareas.
...
El portal nos conectó en la piscina rodeada de plantas del Hotel California y, a excepción del camino que Scorps lideró para deshacerse de las cámaras de seguridad, YoungSoo y yo fuimos los encargados de encabezar la búsqueda.
Caminamos por largo rato.
Aparte de algunos borrachos, no nos encontramos con ninguna persona por las altas horas en las que salimos. El aroma salado del mar estaba un poco más lejos y casi no picaba.
El pueblo se caracterizaba más por el campo artístico, sin contar las playas y la cercanía con Los Cabos.
Por lo inquieto que estaba por el bienestar de Niru (el mío, mejor dicho), ni siquiera me acordé de cómo hacia unas noches Coco y él nos llevaron un par de dulces típicos que lograron hurtar.
—Saben que esto es provocado por fuerzas mayores, ¿verdad? —Scorpius preguntó desde atrás. Iba del brazo de Mar para no caerse—. No los mandé aquí sin antes haber tomado en cuenta los ecosistemas, la cantidad de gente y...
—No te preocupes —respondí—. Estamos preocupados, eso es todo.
Aunque Young no comentó nada al respecto, se giró a sonreírle un poco.
—Tengo ganas de llorar —confesó.
—Puedes hacerlo...
—No. Me voy a desconcentrar y quiero volver lo más pronto posible para acabar con el pesar de Hikaru.
A pesar de que dijo eso, no tardó en salir corriendo mientras lloriqueaba cuando el aroma a sangre se hizo presente a diez calles del hotel. Muy apenas pudimos seguirle el paso de lo rápido que fue, casi recurría a su manifestación para llegar volando a la ubicación.
Me faltaba el aliento cuando llegamos, pero me permití darme mi tiempo para respirar cuando comprendí la razón por la cual Niru se había negado a recurrir a mi llamado. Tenía a Coco envuelto con su cuerpo, lamiendo su herida y comunicándose entre chillidos que dudaba que entendiera el otro.
Le pedí disculpas a YoungSoo cuando intentó acercarse y mi zorro le lanzó una dentellada para intentar proteger al pequeñito roedor. Eran compañeros de exploración, no quería que lo tocaran.
Me agaché para estar a su altura, lo llamé por su nombre y, tras unos segundos, prefirió recurrir a los brazos de Mareritt. Se burlaron de mí a la par.
El hámster no dudó en apurarse en llegar a las manos del destinado de su dueño, graznando con dificultad. Estaba cubierto por su sangre y, a decir verdad, no sabía cómo estaba superviviendo.
—¿Qué tiene? —Preguntó Scorpius, acercándose para echar un vistazo—. ¿Se cayó en un sitio peligroso?
—Es una mordida —respondió Young y sorbió su nariz. Mar y yo nos acercamos—. Parece la de un perro pequeño, a lo mejor algún callejero. ¿Tú qué dices? ¿Habrá sido otra posible quimera, como las que vieron en las cámaras?
Si ese era el caso, no podíamos quedarnos. No estábamos todos juntos para enfrentar una nueva variante y debían de informar al resto del Gran Consejo, a los demás clanes, a los virreyes y al señor Colom.
—Lo revisaremos con calma en la casa, en ese caso. No podemos estar aquí —Scorps pensó igual que yo.
Niru resopló y hundió su nariz en la ropa de Mareritt.
No pude estar más de acuerdo.
Olía a perro remojado, a la sangre de Coco y, muy oculto entre la maleza y la sal marina, uva y miel.
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